Los ecos fragmentados de una ausencia

La Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) amplía su catálogo de literatura latinoamericana con Movimientos involuntarios, de Yulieth Mora Garzón. Se trata de un relato de ficción autobiográfica en donde la palabra se vuelve un territorio desde donde poder nombrar la ausencia.

“La poesía se nutre de la falta más que de la sobra. Se nutre de lo que no hay”, dice Dolina. Este libro –un poema largo, un relato poético– es la prueba de ello. La ausencia como punto de partida y de llegada nos recibe y nos despide. La falta de luz por el racionamiento de energía, durante el nacimiento de la protagonista. La falta de un padre por los designios de la vida, que pueda leer el pedido de comprensión que este libro desprende hasta la última página.

La ausencia, omnisciente, tiene algo de paulatino y no por ello es menos arrolladora. Un padre que, al comienzo, existe en el deseo de saber de él, de hacerlo, de tenerlo. Una figura a la que busca otorgarle un nombre, una voz. Encontrarlo, quizás, del otro lado del teléfono. Luego, aquel que comienza a tomar entidad en voces ajenas: “Tu padre es un hijueputa”, “Es un malnacido”. Para, finalmente, descubrirlo como una carencia que también es indiferencia: “¿Cómo podías dormir sin saber cuál de las luces que titilaban era la de mi habitación?”.

Distinguimos, sin embargo, presencias. Una familia. La madre de la protagonista criando a dos niños. Cuidadora, luchadora y detallista. Transitando la falta con la tenacidad de quien es todo. El hermano, una presencia dulce que reconforta nuestros ojos lectores ante tanta ausencia. Un hermano que es hermano, y un poco padre y tal vez maestro. Un hermano que le acerca un pedazo de mundo, regalándole un libro de Walt Whitman, y –sin darse cuenta– le enseña a volar. El hermano-héroe, el hermano-pájaro. También están los amigos, los juegos y nosotros, lectores, a quienes nos llegan los ecos de quien le habla a su padre como puede, como le sale: “Nunca escribo lo que quiero, padre, solo lo que puedo”.

Desde una voz en la que niñez y adultez se conjugan, la protagonista de Movimientos involuntarios rastrea su propio origen: una niña cuyas observaciones profundas la destierran de la inocencia; una adulta que no sucumbe ante el dolor de un padre indiferente y logra decirse. Yulieth Mora Garzón nos propone una historia que permite indagar en los efectos que tiene el accionar–involuntario–de los padres sobre los hijos.

El epígrafe de Dickinson que abre el libro nos dice: “El agua se aprende por la sed; / la tierra, por los océanos atravesados; / el éxtasis, por la agonía.” Intuimos en esos versos la posibilidad de apreciar la sobra que otorga la falta. Sin embargo, en el caso de la protagonista, hay un padre cuya ausencia primigenia impide la comparación, ¿o es quizás por la firmeza de ciertas presencias –una madre, un hermano-héroe– que ciertas ausencias duelen tanto?

Podés adquirir Movimientos involuntarios en su formato físico y en su versión digital.

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