Las voluptuosidades del relato

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En una nueva entrega de nuestro ciclo de reseñas, nos acercamos a Emboscada, de Susana Stuz. En ella, María Paulinelli se adentra con minuciosidad en un texto cuya voluptuosidad nos permite penetrar en la belleza que habita en las palabras.

Eduvim publica en el año 2023, Emboscada, un libro de Susana Stutz. Ya había sido editado por Op Oloop en el año 1998, con el auspicio de la Municipalidad bajo el Programa Fondo Estímulo a la Actividad Editorial Cordobesa. Esta particularidad, señala la relevancia del texto, y nos lleva a hacer algunas consideraciones sobre la edición y su autora.

Susana Stutz, poeta y narradora, ocupaba un espacio destacado en las actividades de Talleres Literarios, además de cierto reconocimiento de la relevancia de su producción con diversos premios y menciones. Los datos biográficos, se detallan en la primera solapa.

El texto pertenece a la colección Caterva dirigida por Antonio Oviedo, quien escribe el Prólogo –titulado Figuras Silenciosas– donde expone su particular e inteligente lectura, como una de las interpretaciones posibles. Asimismo es autor de la Contratapa, y allí especifica el sentido primordial de la colección en cuanto se propone la continuidad de la actitud irreverente y contestataria de Filloy en la afirmación de “La literatura embauca la realidad”. Podemos proponer una cercanía significativa entre embaucar y emboscar, y ratificar así, la pertenencia acertada del texto a dicha colección. También, se incluye la biografía de Oviedo en ese espacio textual.

La tapa, muestra el diseño de dos cuerpos entrelazados y pertenece a la Colección Bichos Raros de Graciela Siles. Estos cuerpos pueden metaforizar el sentido del título en esa superposición y enlazamiento perceptible desde los colores y consistencias representadas. Los datos identitarios de la creadora, se resumen en la segunda solapa.

Todos estos elementos –edición y creadores–, permiten un acercamiento adecuado a la lectura en esa configuración de una necesaria e imprescindible información.

Quince cuentos estructuran el texto. Quince cuentos independientes que, paradójicamente, configuran un texto único en esa visión caleidoscópica de un mismo tema: la emboscada. El título así lo indica, aunque también, es el nombre de uno de los relatos.  El Diccionario de la Real Academia Española –RAE– define de esta manera, este término. “Asechanza, maquinación en daño de alguien”. También, señala: “Ocultación de una o varias personas en parte reiterada para atacar por sorpresa a otra u otras”. Optamos por la primera acepción. Ese sentido de maquinación, de asechanza, es el elemento configurador de los enunciados, que se fragmentan, se unen, se dispersan, se estructuran en las vueltas imaginarias del caleidoscopio que significa la lectura.

Y entonces, nos preguntamos el porqué del título que inicia estas palabras. ¿Por qué Voluptuosidades del relato? La palabra voluptuosidad remite a lo sensual, a lo lujoso. La RAE define el término como lo que proporciona placer a través de la gratificación de los sentidos. La lectura es una actividad exclusivamente humana que nos proporciona distintos tipos de placer: la comprensión de ideas, el desarrollo de la imaginación, la resonancia y goce en la transparencia de los sonidos implícitos en el uso de determinadas palabras, la remisión a experiencias propias, la posible identificación con los personajes o situaciones. Todas estas particularidades, significan formas de gratificación desde distintas perspectivas. Susana Stutz, crea sus textos desde la magnificencia que pueden alcanzar los relatos, las historias. Me atrevo a tildar de voluptuosos sus relatos en el amoroso cuidado que se desprende de su escritura y que me deslumbraron en mi lectura. Los invito a recorrerla y sentir así esa voluptuosidad que lograron provocarme.

Consideremos distintos aspectos que hacen tanto a los enunciados como a la enunciación.

¿Cuáles son los enunciados? Hemos ya sugerido que devienen de la significación del título que los agrupa. Diremos también, que hay una estructura de los mundos posibles que condiciona la fusión de lo real con lo imaginado. El mundo material se fragmenta y se cuelan entre rendijas, retazos de pensamientos, recuerdos, reflexiones. A su vez, también, el pasado se entremezcla con el presente en sucesivos movimientos que traspasan todo ordenamiento sin aviso, sin señal alguna que lo indique. Esta versatilidad es lo que define el relato del enunciado de manera particular en cada cuento. Pero además, posibilita la resolución de las diversas problemáticas en esa especie de asechanza que resulta cada trama. La emboscada, está siempre.  La maquinación de la resolución del conflicto, adquiere distintos espesores y modos de resolución y en eso está la voluptuosidad: en la diversidad y la multiplicidad originaria que se escabulle de distintas maneras en cada situación. Así en el relato Emboscada, la secuencia inicial –la extrañeza de la mujer de Adrián por el comportamiento de su esposo– resulta casi irrelevante en el desarrollo de la trama centrado en la relación de la vecina con su pasado y del cual, Adrián, solo es el desencadenante. La emboscada está en la memoria que regresa una y otra vez a la muchacha en la relación entre los amantes. El cuento, Tía Clementina, parte de la afirmación de la presencia de la protagonista del título en cada invierno. De allí, que el recuerdo se expande a ese tiempo determinado de noviembre cuando se comienza la preparación del licor de frutas. Se vuelve a la caracterización de la Tía –ahora– en su rigidez en el cumplimiento de normas de conducta, en su realización de bordados y tejidos… de ahí a la memoria de la infancia en el verano… la justificación de porqué las visitas de la Tía eran en invierno… y la emboscada está en la resolución del descubrimiento que la Tía –de noche a escondidas– , consumía los licores que sugería en los regalos de recetas. Contravención de sus normas de conducta en ese desenlace con que se cierra el enunciado.

Podríamos seguir considerando la estructura de cada uno de los relatos… y comprobaríamos esa multiplicidad en las estructuras de las secuencias narrativas. Verdadera orfebrería en la estructura de la acción de relatar.

En casos, la emboscada supone el desnudamiento de una apariencia falsa. En otros, implica la transformación positiva o negativa del o la protagonista. También, puede significar el conocimiento de una información desconocida, a veces con esos momentos de revelación… La epifanía. Todas posibilidades que solo la lectura puede descubrir.

A veces los epígrafes, dan cuenta de esa emboscada que resuelve cada historia. Hilitos rojos, se inicia con un epígrafe de Julio Cortázar. El tema de los axolotls, se enuncia desde un tiempo presente en la precisa confirmación de su existencia con la comprobación de la página del cuento del autor, que no es otro que Cortázar. Se preanuncia la inmersión en el mundo de lo posible. La perentoriedad de lo existente se derrumba con la repentina aparición de la emboscada en la fantástica aparición de esos hilos rojos –lastimaduras– en la espalda de la protagonista. También usa el recurso de la transcripción de un texto de Tununa Mercado en el inicio del relato Desvarío. Todas modalidades que refuerzan la singularidad de cada experiencia narrativa.

Una precisa descripción de los ambientes y personajes, se enfatiza con el uso de detalles nimios. Me resultó maravilloso el uso del recurso de la pelusa en El candelabro, donde ese ínfimo panadero, –unido a la imagen de los candelabros– logra esa emboscada que significa la superación de un trauma originado en su infancia.

El uso de paréntesis, posibilita la creación de ambientes indispensables para el desarrollo de las historias como en el caso puntual de Taxidermia. “(En ese momento, evité aspirar el aroma que despedía su cuerpo)” / “(El olor a tabaco rubio levitó por la salita del sótano).”

La enunciación también se ensaña en esa voluptuosidad de posibilidades.  Los narradores, pasan de la tercera persona a la primera. En algunos hay una interpelación a ese vos o tú de la segunda persona, que permite la identificación de nosotros, los lectores, con los enunciados. Galerías del San Roque ejemplifica ese recurso, que se enriquece con el diálogo que mantienen los protagonistas.

También, la versatilidad en el manejo de los tiempos. La performatividad del presente que genera la inmediatez de lo narrado como en El ritmo de mis pasos: “Acerco el ojo a la cerradura y allí la descubro… Me alejo de la puerta y, en segundos, la silueta se incrusta como un sello en mi retina”. La sucesión empecinada del presente con distintos tipos de pasado como en A mediodía: “En el bolsito que oprimo entre mis manos, descubro una etiqueta que dice, made in China. Cuando yo era joven, en Villa del Rosario no había estas cosas. Solo llegaba la mercadería que don Pinotti traía a su almacén de Ramos Generales. Desde mi dormitorio, distingo el viejo molino, la cúpula de la iglesia. Pero estoy cansada, ya quisiera irme. Pensar que todos me decían que iba a ser longeva como tía Irene.” El uso del futuro como en Raíces, que estructura la imposibilidad de conocer lo sucedido en ese apelativo que desgrana las distintas situaciones: “Mirarás los ojos oscuros y el rostro aún lozano de tu madre y olvidarás sus lágrimas porque descubrirás en sus ojos una alegría recién nacida, una apariencia enamorada. Desandarás los años, tu mano pequeña apretará una mano rústica tibia” También el desplazarse del tiempo real, a lo fantástico. El desenlace de Hilitos Rojos, es increíble: “Al mirarme en el espejo empañado por el vapor que el agua caliente ha condensado, noto que la rigidez de mis gestos se ha atenuado. La espuma enrojeció mis ojos. Pestañeo. La luna del espejo ha comenzado a despejarse y unas uñas puntiagudas arañan mi cuerpo, mientras chorreantes hilitos rojos me entibian la piel” De lo real a lo recordado: En Desvarío, la protagonista recuerda. “Y en ese momento, sentí un cosquilleo en la nariz. Eran hebritas de cabello y un perfume dulzón que me trajeron el recuerdo de ese cuerpito que un día empezó a perseguirme. Yo sé que lo toqué, que lo vi. En ese amasijo de sangre descubrí unos mechones color zanahoria, Temblaba sobre mi pecho. No habían podido sacarme la pulsera de mis quince años y tuve miedo de apoyar su cuerpo sobre el brazo y lastimarlo. Después no sé…. Sólo recuerdo que después mis pechos estallaron y que alguien me aliviaba con un elemento que succionaba los pezones. Y dolía”.

Podría seguir señalando estas maneras de acercarme a la voluptuosidad de algunos textos… solo algunos. Aquellos que reconocen el valor de las palabras… su increíble capacidad de enamorarnos… su posibilidad de acercarnos a la belleza… al placer de la lectura en ese encuentro con el otro…  Todo eso y mucho más, logra Susana con Emboscada, ese puñado de cuentos que quedarán para siempre en la memoria y en la afirmación que los humanos… aún pueden reivindicar el diálogo que significa la lectura.

Que sientan esa gratificación de los sentidos… al leer esos relatos.  

Hasta más vernos.

María

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