Audiolibros: la transformación de la lectura en la era digital 

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A partir de consignar una problemática en torno al ecosistema del libro, nació este ensayo presentado en contexto promocional de la materia “Movimientos Estéticos y Cultura Argentina”, perteneciente al tercer año del Ciclo Básico de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.

La era moderna es la era del consumo, donde lo nuevo se torna viejo en cuestión de tiempo, y los libros no son la excepción. En los últimos días se anunció el lanzamiento de nuevos audiolibros sobre las siete novelas de Harry Potter, un proyecto que se estrenará en la plataforma “Audible” de Amazon. Esta noticia plantea una serie de interrogantes: ¿de dónde surge el fenómeno del audiolibro? ¿Podría esto indicar un cambio significativo en la forma en que se consume información? ¿Está siendo desplazado el libro físico por la comodidad y la practicidad de los audiolibros y por ende, vaticinando el fin de la lectura convencional? El audiolibro, ¿es confiable como medio de recepción de contenidos? ¿Existe el riesgo de que la alfabetización se vea comprometida al delegar la tarea de lectura a una tecnología? 

El consumo de contenidos en formato audio, incluyendo audiolibros y podcasts, ha experimentado un notable crecimiento en los últimos años, impulsado por el uso generalizado de dispositivos móviles. Los audiolibros, que consisten en la grabación de los contenidos de un libro leídos en voz alta, es decir, un libro hablado, han ganado popularidad y se han consolidado como una alternativa complementaria en la era digital, gracias a las nuevas tecnologías en el campo de la información y de la comunicación.  

El origen del audiolibro se remonta a la segunda década del siglo XX, con el surgimiento del fonógrafo. Las primeras grabaciones datan alrededor de 1920, realizadas por ingleses y estadounidenses con el propósito de facilitar el acceso a la literatura a personas con discapacidad visual. En sus inicios, estas grabaciones se distribuían en discos de vinilo, y más tarde en cassettes. Con el avance de la tecnología y la llegada de Internet, surgieron nuevas plataformas que facilitaron la distribución global de los audiolibros. Anteriormente, su disponibilidad se limitaba a librerías y bibliotecas físicas, pero ahora se puede acceder y descargar fácilmente desde plataformas en línea. 

Ahora bien, este cambio, ¿se puede plantear como una democratización del acceso a la lectura? ¿Es posible que produzca la desaparición de las bibliotecas físicas y, a su vez, la tarea del bibliotecario? Andrés Oppenheimer, en su libro ¡Sálvese quien pueda!, advierte sobre la desaparición de muchos empleos debido a la automatización y digitalización, afirmando que “en las próximas décadas, millones de empleos serán eliminados o transformados radicalmente” (Oppenheimer, 2018). 

Este fenómeno puede ser analizado desde la perspectiva de la “Cultura Snack”, un término de Carlos A. Scolari, destacado investigador rosarino especializado en medios digitales, que se ha dedicado a estudiar las nuevas formas de comunicación. Scolari describe cómo la digitalización y el acceso masivo a contenidos han transformado los hábitos de consumo de información, cambiando radicalmente la manera en que las personas interactúan con los medios. Según él,  se vive en una era de consumo rápido y fragmentado de información, donde los usuarios prefieren contenidos breves, directos y de fácil digestión, en lugar de largas y complejas narrativas. Este fenómeno, denominado “Cultura Snack”, se caracteriza por la fragmentación de la atención y la búsqueda de gratificación inmediata. 

La “Cultura Snack” implica que los contenidos se consumen en pequeños fragmentos que pueden ser fácilmente digeridos en momentos de pausa o en multitareas. Este cambio no solo afecta la forma en que se consumen los medios, sino también la producción de contenido, que ahora se orienta hacia formatos más cortos y accesibles. Los audiolibros y los podcasts se integran perfectamente en este contexto, ofreciendo una forma cómoda de consumir literatura mientras se realizan actividades diarias en simultáneo. Ya no es necesario dedicar largos períodos exclusivamente a la lectura; en su lugar, se puede escuchar un libro mientras se conduce, se hace ejercicio o se realizan tareas domésticas. 

Scolari también destaca la influencia del entorno digital en esta tendencia hacia el consumo fragmentado. Las redes sociales, por ejemplo, están diseñadas para ofrecer dosis rápidas de información y entretenimiento, adaptándose a la atención dispersa del usuario actual. La popularidad de formatos como tweets, los memes y los reels que encapsulan ideas complejas en presentaciones breves y atractivas. En este sentido, los audiolibros y podcasts representan una extensión natural de esta tendencia, adaptándose a los nuevos hábitos de consumo y permitiendo a las personas incorporar la literatura y el aprendizaje a la vida cotidiana sin necesidad de dedicarle tiempo específico.

La “Cultura Snack” también tiene implicaciones para la profundidad y la calidad de la comprensión. Si bien estos formatos permiten un acceso más amplio y frecuente a la información, también pueden promover una comprensión superficial, ya que la atención dispersa puede dificultar la absorción de contenidos más complejos y profundos. Sin embargo, este cambio no debe ser visto necesariamente de manera negativa. Para muchas personas, los audiolibros y podcasts ofrecen una puerta de entrada a temas y narrativas que de otra manera podrían parecer inaccesibles o intimidantes. Pueden actuar como introducciones que, si bien breves, despiertan el interés y motivan una exploración más profunda.

En otros tiempos, sumergirse en un libro era un acto ritualístico, implicaba un compromiso con el tiempo y la concentración, lo que permitía una experiencia total en el mundo del texto. Hoy, con el surgimiento de un nuevo tipo de lectura fragmentada, este ritual ha cambiado. Leer se ha convertido en una actividad que acompaña otras tareas cotidianas gracias al uso de auriculares, por ejemplo. Como señala Scolari (2019), “el consumo de información se ha vuelto fragmentado y ubicuo, adaptándose a los ritmos acelerados de la vida contemporánea”.

El sociólogo Zygmunt Bauman, en su libro Modernidad líquida, argumenta que vivimos en una era donde la solidez de las estructuras sociales y culturales ha sido reemplazada por una fluidez constante. En esta modernidad líquida, las formas tradicionales de consumir información y cultura están siendo reemplazadas por modos más flexibles y temporales. Los audiolibros, en su portabilidad y accesibilidad, representan esta fluidez, permitiendo a los usuarios acceder a contenidos en cualquier lugar y momento, ya sea en la escuela o la casa, pero también en el transporte, en la calle, en correos electrónicos y mensajes de texto, junto a imágenes y música, individual y socialmente. Siguiendo la línea de los sociólogos, se puede mencionar a Ulrich Beck, quien en su obra Qué es la globalización aborda cómo la globalización ha transformado no solo la economía y la política, sino también las formas en que se interactúa con la cultura y la información. Este fenómeno, facilitado por las tecnologías digitales, permite que los audiolibros lleguen a una audiencia global instantáneamente, rompiendo las barreras geográficas y culturales. 

La cuestión de la alfabetización y la calidad de la experiencia de lectura merece una reflexión: ¿puede la escucha de un audiolibro sustituir la lectura tradicional? Si bien los audiolibros pueden mejorar el acceso a la literatura para personas con discapacidades visuales y para todo aquel que quiera hacer más de una cosa simultáneamente, existe el riesgo de que se reduzca la capacidad de concentración y comprensión profunda que requiere la lectura de un texto escrito. Este es un punto clave, ya que la alfabetización no solo implica la capacidad de leer, sino también de interpretar y reflexionar críticamente sobre lo que se lee. 

La llegada de los audiolibros y otros formatos de consumo de información digital refleja una evolución en la manera en que nos relacionamos con el conocimiento y la cultura. Este cambio, aunque desafiante, también ofrece oportunidades únicas para redescubrir y revalorizar la literatura en un contexto moderno. La tecnología, lejos de ser una amenaza, puede ser vista como una aliada en la democratización del acceso a la información. La clave reside en encontrar un equilibrio entre el consumo rápido y fragmentado, característico de la “Cultura Snack”, y la inmersión profunda que ofrece la lectura tradicional. 

En definitiva, el audiolibro es un cambio en las tradiciones, pero no viene solo como un cambio aislado, es parte de un proceso transformador mayor que nos antecede desde hace varias décadas. Si el cambio es negativo o positivo solo el tiempo podrá decirlo, pero el contexto de globalización en el que se da esta metamorfosis le da sentido a su existencia. No es simplemente una forma distinta de leer, pero tampoco es una forma de escuchar. Es algo más, algo nuevo. En épocas de “Cultura Snack”, hay cosas nuevas y viejas. A veces, hay snacks clásicos como las papas fritas, pero con nuevo gusto y forma.  

Esto nos plantea el interrogante que se ha hecho la humanidad durante cientos de años. En la paradoja del barco de Teseo, si un barco cambia todas sus partes, ¿es el mismo barco o uno distinto? Si las papas fritas tienen otro gusto, otra forma y otros componentes, ¿es una papa frita? Si un libro ya no se lee, no tiene papel, no tiene forma física, y cambia totalmente de lenguaje y formato: ¿sigue siendo un libro?

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