Último aporte del año en este ciclo de reseñas, a cargo de María Paulinelli, quien en esta ocasión nos invita a un recorrido por la vida, los viajes y el infinito de la mano de País de vinalón, de María de los Ángeles Lasa.
Eduvim y CADAL –Centro para la apertura y desarrollo para América Latina– publicaron este año: País de vinalón. Mi viaje a Corea del Norte. Un texto de María de los Ángeles Lasa.
Me subyuga la propuesta. Los viajes siempre han tenido una significación particular… y en consecuencia, los libros que los narran, me enamoran… de solo intuir en qué consiste ese relato. Hace un tiempo, escribí sobre ese tema. Lo transcribo. Los viajes y sus significaciones. Desplazarse en el espacio y luego, narrarlo en una historia. Significar de infinitas maneras, el desplazamiento que alcanza también, la trasformación personal de cada uno en la metáfora del viaje como la vida que transcurre. Recorrer, andar, sentir esos desplazamientos y también interpretarlos desde una subjetividad contemporánea que relata los viajes… también de otra manera. La vida es movimiento. Todo relato es un movimiento en el tiempo y el espacio. Todo relato es vida, entonces. Quizás, eso explique la importancia de los relatos en la historia de los hombres, de los pueblos… en las infinitas modalidades de la cultura y de las sociedades. El viaje tiene implicancias de todo orden. Maravilla, descubrirlo. Entusiasma, comprenderlo. Todo viaje tiene una implicancia existencial. Es privativo de la condición humana. Pertenece al mundo de los hombres. Es un atributo y una capacidad. Metaforiza el sentido de la vida y de la muerte. Se viaja no para llegar… sino por viajar. Para llegar lo más tarde posible, para no llegar posiblemente nunca. Por eso, alguien llamó a sus relatos de viaje, el infinito viajar. Pero también, viajar no quiere decir solamente ir a otro lugar, a otro espacio, sino también descubrir que siempre se está en ese otro lado, adonde creímos haber llegado. Podríamos metaforizar, diciendo que ¿la acción de viajar significa más posibilidades, que el mismo sentido de realidad de lo que somos? Desde los inicios de la Humanidad, los viajes, fueron motivo de relatos. Se los transmite en una perfecta sinonimia: relato, viaje, como parte de nuestras experiencias vitales. Una adecuación lo más completa de lo que somos como humanos. Es esto quizás, lo que justifica esa permanencia de los relatos de viaje. Quizás también, es lo que explica las transformaciones o adecuaciones de la escritura de viajes en el tiempo. De la estructura circular de los relatos clásicos, con el retorno final a pesar de las vicisitudes diversas –pensemos en Ulises en La Odisea, volviendo a Ítaca, lugar de su partida– pasamos a una estructura lineal, cuyo derrotero es la vida misma con la muerte como cierre de los llamados relatos modernos… para llegar en esta contemporaneidad a esa simbiosis de discursos entre relato, ensayo y libro de viajes. Y… en estas tres modalidades, la escritura triunfante en las disímiles posibilidades que la palabra enuncia. De ahí, la variedad, la multiplicidad, las infinitas maneras de contar ese viaje que puede ser en el tiempo y el espacio… en la interioridad de una subjetividad que se explaya cada vez, con más autonomía… en los recovecos de la escritura que apuesta al movimiento de la vida. Ahora, la contemporaneidad, se solaza en la narración de viajes… apuesta al delineamiento de historias que tienen como materia imprescindible, esa subjetividad que se desborda desde la racionalidad de comprender, pero también desde la sensibilidad que expresa, ese hecho tan humano de viajar y entonces, relatar lo que se viaja.
El texto que pretendo reseñarles, es todo eso. María de los Ángeles Lasa, realiza todo eso, en su texto País de vinalón. Mi viaje a Corea del Norte. De ahí, la sutileza que entraña su lectura. De ahí, la puntillosidad de la escritura.
La tapa, es una imagen fotográfica que representa ese lugar, simbolizado en una calle, donde humanos se desplazan. La vida es movimiento, señalábamos. La imagen así lo representa. La contratapa resume en tres fragmentos, la significación que adquiere el viaje. Ese viaje y las experiencias que relata. Escuetos, pero imprescindibles.
El texto se inicia con tres epígrafes. A la familia, a Martina. Y otro que expresa el sentimiento que sobrevuela todo el texto: la admiración por los habitantes de ese país. Así dice: “A los norcoreanos y las norcoreanas, que aún son capaces de encontrar amor, belleza y redención en un país de vinalón”. Luego en otra página los consabidos epígrafes ideológicos que definen metafóricamente, la experiencia de ese viaje. Uno de Karl Popper y otro de Agustina Bazterrica. Un tercero, que es la voz de quienes habitan en las palabras de un proverbio, metaforiza sagazmente: “El pájaro escucha las palabras durante el día. La rata, durante la noche.”
El texto tiene una cuidadosa estructura. Nueve capítulos y un epílogo en el que se intercalan imágenes fotográficas, cuyas referencias se especifican en la Tabla de fotografías al final del libro. Como cierre, se incluye la Bibliografía consultada, los agradecimientos, Sobre la autora y un Índice Onomástico. Munidos de ese bagaje indicativo –los epígrafes y el Índice– iniciamos nuestro particular viaje… ahora, en el relato.
La narración simula ser un diario. De ahí la alternancia entre la referenciación de un presente que actualiza lo vivido y la remisión al tiempo posterior de la escritura. Alternancia que le permite resignificar las situaciones y sintetizar la mirada resultante. Así dice: “Entonces, creo que frente a un régimen así de brutal, así de opresivo y así de cruel, la única rebeldía posible es la de no ser indiferente. Y, este libro, escrito desde el sur del mundo a casi veinte mil kilómetros de distancia de Pyongyang, es mi manera de decirle a los norcoreanos y a las norcoreanas que su destino no me resulta indiferente.”
Y accedemos en esa lectura donde adquieren relevancia las distintas experiencias que supone el viaje… a eso se le agrega una cuantiosa erudición que explica y enfatiza la relevancia de la mirada sobre ese país, su historia, sus habitantes y… la clase gobernante. Todo munido de un acercamiento que supone una carga de humanidad derivada del afecto que se ha establecido entre quien viaja y donde se viaje. ¿Hace falta decir que porqué se viaja?
Los dejos en la lectura que resultará apasionante… seductora… inolvidable. Una lectura que aborda como todo viaje… la vida en su totalidad.
Hasta más vernos.
María

María Paulinelli es Licenciada en Letras Modernas por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyH) y Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea por el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Profesora Adjunta de Literatura Argentina II en la FFyH, Profesora Regular Adjunta en Literatura Argentina en la Escuela de Ciencias de la Información (ECI) y Profesora Titular Plenaria en Movimientos Estéticos y Cultura Argentina de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC). Investigadora y directora de proyectos de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SECYT-UNC).
Autora de Relato y memoria: la dictadura militar en Córdoba (2006). Ha escrito capítulos de libros y artículos en revistas científicas. También ha compilado y coordinado volúmenes colectivos.
Primera directora de la ex Escuela de Ciencias de la Comunicación desde el retorno democrático argentino, cargo que ocupó en dos mandatos. Primera Profesora Emérita de la FCC designada por el Honorable Consejo Superior de la UNC.












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