¿Qué sucede con el precio de los libros?

Desde la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim), convocamos a un debate plural y federal sobre una temática acuciante dentro del ecosistema del libro en la coyuntura presente: su valor de mercado. En esta ocasión, invitamos a participar de la rueda de reflexión a Íbero Martínez, de El Espejo Libros.

Ayer miércoles 14 de febrero, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo de la República Argentina (INDEC) presentó el índice de inflación de enero del 2024: un 20.6% para el primer mes del año y un acumulado interanual de enero del 2023 a enero del 2024 del 254.2%.

En este crudo panorama económico, acompañado de devaluación de la moneda, recesión productiva y la licuación de los salarios, resuena el eco de una pregunta casi retórica para la sociedad pero que, aún así, sigue sorprendiendo a muchos: “¿por qué están tan caros los libros?”

No suficiente con las variables anteriormente expuestas, la industria del libro padece tres importantes condicionamientos sobre su materia prima: el bipolio de la producción del papel, la dolarización del precio de la tinta y, como consecuencia, la exigida importación de ambos insumos en situaciones sin retorno.

Pero si de libros se trata, es improcedente analizarlo solo desde perspectivas técnicas. Hay algo más que nos afecta y que tiene que ver con el orden de lo simbólico y espiritual. 

Por eso, desde Eduvim queremos reunir a libreros y libreras para que nos comenten sus pareceres y realidades en distintos puntos del país. En esta primera entrega, compartimos diálogo con Íbero Martínez, de El Espejo Libros, una de las librerías más célebres de la ciudad de Córdoba con más de 35 años de trayectoria.

La Ley Ómnibus no salió, ¿en qué quedaron las medidas que abordaba con respecto al mundo del libro?
Ya es noticia vieja la caída de la Ley Ómnibus, pero quien se anime a decir con certeza qué será de las leyes que regulan la actividad editorial/librera, o es muy valiente o es muy ingenuo. El contexto nacional y también global plantea interrogantes de una complejidad que nos mantiene expectantes y casi siempre sorprendidos.

Navegamos en la incertidumbre; las librerías, las editoriales, las distribuidoras y sobre todo los lectores y las lectoras que no saben si su sueldo alcanzará para los gastos más obvios y necesarios. Esta incertidumbre puede devenir en parálisis o, en el mejor de los casos, puede ayudar a sacudir estructuras, poner en discusión distintos temas inherentes a la lectura, al libro y a su circulación y comercialización.

Veo con sorpresa -y hasta alguna alegría, porqué no- la discusión en torno a la “Ley del Libro” y al precio de los libros. Me pregunto entonces: ¿será entonces que los libros no son bienes tan secundarios, que necesitamos a los libros, que nos preocupa su precio, que nos interesa como comunidad el destino de nuestras librerías y editoriales independientes?

Más allá del contexto terrible, son preocupaciones que dan cuenta del lugar destacado -aunque a veces ocultado- que ocupan los libros en la sociedad argentina actual.

Dentro y fuera del ecosistema librero se escucha una muletilla constante: “¡Qué caros están los libros!”. ¿Cuál es tu opinión respecto a eso?
Es una discusión que quienes estamos en el “mundo del libro”, deberíamos dar con mucho más cuidado y considerando más cuestiones.

Claro que los libros son caros, no es fácil destinar veinte o treinta mil pesos a comprar una novedad. Ahora bien, nos tomemos un momento y comparemos: pensemos un libro en relación a otros bienes (más adelante podemos pensar un poco más sobre los bienes culturales -libros, teatro, cine, música, etcétera- y sus características diferenciales respecto a otros bienes). Entonces libros caros, sí, pero respecto a qué. 

Uso un ejemplo simple y pensemos en un regalo: regalar un libro, con toda la carga simbólica que tiene ese regalo, ese extra que implica cierta sensibilidad, su perennidad, regalar un libro es un gesto amoroso que dice mucho de quien hace ese regalo, de quien elige con paciencia y cuidado. Es un regalo que también dice mucho de quien lo recibe.

En ese sentido, siempre regalar un libro será conveniente, por esa carga simbólica que comentaba, pero también regalar un libro será conveniente por su precio. Pensemos como opción en una simple remera, un pequeño juguete plástico, no hablemos de un par de zapatillas o de un celular. Por amor y por precio no hay regalo más conveniente que un libro. 

Entonces, pido que veamos el precio de otra forma, comparemos el libro y todo el trabajo que lo lleva desde el autor al lector, comparemos su precio con otros bienes y les aseguro, los libros no son tan caros como a veces nosotros mismos que estamos en “el mundo del libro” solemos evaluar. 

Cómo es posible que discutamos lo que vale un libro, nosotros que sabemos todos los costos (horas, meses y años de trabajo y creación de los autores, traducciones, corrección, diseño, papel, tintas, fletes, prensa, bonificaciones, pérdidas, robos, alquileres, impuestos, sueldos y muchos etc. más). 

Cómo es posible que no comparemos lo que sale un libro con lo que sale un pedazo de queso, un vino o una cerveza (y aclaro que amo los quesos, los vinos y las cervezas), pero comparemos, pensemos y pongamos, también con claridad, el valor de los libros y el laburazo que implican. De otra forma terminamos instalando en la comunidad una idea superficial o que, al menos, no considera todas estas cuestiones que intento plantear más arriba.

Desde tu librería y, seguramente, por lo que comenten entre colegas: ¿cómo están viviendo el encarecimiento de los libros? ¿Qué alternativas manejan?
Los libros corren la carrera inflacionaria claramente, pero por lo que explicaba arriba quisiera que cambiemos el concepto “encarecimiento”. 

Los libros acompañan esta locura inflacionaria que nos golpea como país y como sociedad. Pero pensemos y defendamos desde nuestro discurso cotidiano, los libros a valores constantes están como siempre, no se encarecieron más que el combustible, la carne o las cuotas de los colegios. El precio de los libros solo acompaña una economía enloquecida.

Como librería pensamos que es fundamental acompañar las movidas que las distintas editoriales y distribuidoras llevan adelante para sostener el movimiento de sus catálogos (promociones, ofertas y distintas acciones de comercialización en tiempos de crisis).

También desde El Espejo Libros redoblamos esfuerzos, cuidamos detalles, sostenemos nuestro stock, nuestras redes, nuestros eventos. Tratamos por ahora de ser “contracíclicos” pero iremos evaluando semana a semana la rotación, la rentabilidad y la relación entre ventas y costos fijos. Ya pasamos por muchas crisis y de todas hemos aprendido y, de algún modo, hemos salido fortalecidos.

Ante esta situación, dentro de la cadena del libro, ¿existe una discusión interna entre autores, editoriales, librerías y lectores?
Sí, claro que se discuten cuestiones y cada actor piensa y realiza distintas acciones para asegurar su continuidad. Pasa que esas acciones, a veces desesperadas, pueden atentar contra la misma cadena. Me refiero a otorgar descuentos mayores a los establecidos por la Ley del Libro y algunas otras prácticas desleales que enrarecen el clima entre colegas como la venta directa de las editoriales con condiciones imposibles de sostener para una librería.

¿Qué peligro se corre al concebir al libro como un producto de oferta/demanda en este contexto deflacionario?
El libro es un bien cultural, no puede ni debe pensarse como un producto solo de oferta/demanda. Va un ejemplo muy simple y por lo tanto un poco forzado: supongamos una cadena de librerías que hace un análisis de rotación y detecta que los libros de psicoanálisis se venden mucho menos que los libros de autoayuda. Con ese dato duro de oferta y demanda, lleva los libros de psicoanálisis a estantes menos accesibles, con la consecuencia obvia que al estar menos accesibles esos títulos se venden menos aún. El mismo ejemplo puede usarse cambiando psicoanálisis por editorial independiente y autoayuda por conglomerado editorial. Se entiende, ¿no?

Decisiones puramente comerciales tomadas hipotéticamente por una cadena con los datos duros que no serían otra cosa más que un claro golpe a la bibliodivesidad. Un concepto clave que da cuenta del acceso a distintos libros, de distintas editoriales y de distintas temáticas por la mayor cantidad posible de lectores y lectoras.

El libro necesita de actores diversos e independientes, pero que puedan actuar en beneficio propio y de la comunidad. El libro, como otros bienes culturales, necesita ser pensado y comercializado con cuidados especiales que consideren una serie de variables que escapan de la simple oferta/demanda.

Hundir el estímulo a la cultura, en especial, a la democratización de los libros, ¿qué sensaciones genera en los lectores? ¿Y qué sucede con el proceso de cautivar a nuevos lectores?
La cultura y el arte nos permiten seguir viviendo en comunidad, necesitamos libros, música, teatros, cine para sobrevivir. Sin esos elixires de humanidad caemos en la violencia.

Tengo la sutil intuición, ya sé que bien podría ser solo la expresión de un deseo inconsciente, pero creo que estamos viviendo algo así como un “regreso al libro y la lectura”. La pandemia nos sumergió en un consumo desmedido de pantallas, claro que las pantallas siguen ahí, pero los contenidos novedosos se van acabando y las plataformas no dan abasto para crear nuevas series y películas de calidad suficiente. Las redes sociales están concebidas para ser adictivas, pero mucha gente ya comprendió la trampa y por lucidez, por saturación o por simple aburrimiento, comenzó a viajar de la pantalla a la página, a la sala de teatro, al cine club o al bar a escuchar una guitarra en vivo. 

En ese cansancio de las pantallas, el libro surge como primera opción, como una especie de regreso a un lugar que no conocimos del todo cuando empezamos a leer, un lugar que nos faltó explorar y que ahora intentamos reencontrar. Chicos y chicas están buscando libros, adultos comparten lecturas y se anotan en talleres de lectura y escritura, necesitamos entender qué está pasando y para entender, para aprender, el lugar es la lectura.

Hay nuevos lectores y lectoras, están volviendo quienes se habían ido. En Argentina, en Córdoba, hay librerías y editoriales potentes, originales y valientes que enfrentamos a la sinrazón y a la necedad. Librerías, editoriales, lectores y lectoras que daremos pelea y que ya la estamos dando.

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