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Otra entrega del iniciado ciclo de reseñas sobre las apuestas literarias dentro del catálogo de Eduvim. En esta ocasión, volvemos a reflotar una de las obras predilectas del cajón cordobés de los recuerdos: Artistas de variedades, de Daniel Moyano, reeditada en 2023.
Desde siempre los humanos privilegiaron los relatos. Era y sigue siendo una forma de mirar el mundo, una posibilidad de auscultar las maravillas, afirmar las certezas de nuestras existencias. Y entonces, fue que hubo un hombre que contaba y contaba sus historias. Llenaba de relatos el imaginario de su tiempo. Narraba, relataba, imaginaba, mostraba lo que formaba parte del mundo que vivía. Sus palabras se escabullían en relatos que eran leídos, escuchados, admirados. Lo hizo tan bien, que dispersó esa sabiduría de contar historias en innumerables cuentos y novelas. Así, Daniel Moyano, sigue estando entre nosotros con la certeza que solo los narradores sabios y avezados alcanzan con sus textos.
En 1960, la Editorial y Librería Assandri publica Artistas de variedades. Después, durante casi treinta años, Moyano nos sorprende con esos textos que bordean siempre la veracidad y la maravilla, la certeza y el asombro. La falsa diafanidad de la existencia y la turbulencia de las imposibilidades de la vida. Lo cotidiano enraizado en hechos irrisorios y lo imprevisible en el transcurso de los tiempos. Una dualidad que se reitera. No desaparece. Es la continuidad de esos mundos posibles que relata. Es la sabiduría estallada en sus historias.
Eduvim reedita en 2023 los cuentos reunidos en aquella edición. ¿Una forma de ratificación de su presencia en la narrativa argentina de los años de este siglo? ¿La posibilidad de una nueva lectura de sus textos? ¿La confirmación de una continuidad narrativa en los mundos posibles que creara?
Es todo eso y mucho más. Artistas de variedades es el germen, el inicio de todo lo posible. El espacio insinuante que se concretará, se definirá, alcanzará consistencia narrativa en sus escritos siguientes. De ahí, la relevancia de conocerlo o reincidir en su lectura. Es pues, el texto inaugural de su producción y, a la vez, un texto inamovible de los imprescindibles de nuestra narrativa.
Artistas de variedades es una colección de diez relatos. Toma su nombre del primero de los cuentos incluidos. No es casual esta decisión. Puede ser la síntesis de las historias que después se desarrollan. Una suerte de diagrama inicial de ese mundo narrativo que se expande en los otros relatos y se profundizara en su obra posterior. De ahí su importancia. De ahí, también, que sea ineludible su lectura.
¿Cuáles son estos puntos de inicio y convergencia?
*La palabra y su capacidad de referencia. Así dice. “La palabra fue un descubrimiento para él. Justamente era lo que él poseía”. Si bien en este enunciado, se refiere a la significación de la palabra vocación, será definida en otro relato de manera más genérica, más compleja. “La palabra surgió de pronto en todas las bocas con un sentido mágico”. Luego continúa: “pero allí estaba la palabra para asegurar su existencia”. Ambivalencia y a la vez, totalidad de sus posibilidades referenciales. Mágico/Real. Maravilloso/Cotidiano. Una posibilidad que se traslada a otras situaciones ambiguas: Logro/Fracaso; Continuidad/Finalización; Esperanza/Desesperanza. Posibilidad que constituye, a su vez, la problemática central de su narrativa. La palabra, pues, en su dimensión referencial subordinada a la secuencialidad de las acciones. Pero sobre todo, es ese elemento que define a los humanos.
*También pueden calificarse estos cuentos como relatos de iniciación. Algunos como la historia del adolescente-joven que llega a la ciudad. En el primer relato, enuncia esa situación. Convierte la integración de ese mundo nuevo en una imposibilidad que se transforma en tal cuando -paradójicamente- se ha integrado en ese espacio.
“Una vez, tuvo la sensación de que en la ciudad fabulosa la gente vivía arrastrando cierto cansancio, indiferente a todo acto de maravilla a todo intento de salvación. Porque únicamente lo maravilloso salvaba del riesgo de afrontar el destino de las ciudades. Le parecía que en la ciudad estaban realmente todas las cosas buenas del mundo, pero que no eran para sus hablantes, condenados a verlas solamente y rozarlas apenas en una marcha inacabable que era como un gran círculo doloroso. Las cosas buenas y milagrosas estaban allí para otros, para uno como él, por ejemplo, que viniera desde afuera para disfrutarlas interminablemente. Sin embargo, había advertido que desde hacía mucho tiempo, desde que tenía aquellas necesidades acuciantes, él era igual que ellos y que la llegada de un elegido como en su momento lo había sido él, era ya improbable”.
Esa situación tan prolijamente enunciada se reitera en las otras historias. Llegada/Deslumbramiento; Integración /Carencia; Pertenencia/Imposibilidad; Representación/Vida real que permite acceder a la problemática identitaria.
*El tema de la identidad se desmadra en otros temas. Se inmiscuye. Se refracta. Se diluye. Se identifica en el primer relato con la vocación. “La vocación le permitió guardar sus ojos para el descubrimiento y prescindir de los falsos menesteres de los días por los cuales el tiempo parecía una cosa agobiante”. Así, explicita su llegada a la ciudad con las transformaciones identitarias que le pasan. “A su tristeza natal se sumó otra, histórica, indescifrable. Sentía que no había hallado su camino y quería ser algo, o por lo menos, significar algo y demostrarlo. Alguien le había dicho que lo único realmente necesario en el mundo era la vocación”.
Es esa identificación, lo que suscita la búsqueda de una actividad que posibilite su desarrollo. Casualmente descubre un espectáculo de variedades. La presentación de los artistas: “abría para Ismael un mundo de presentimientos, creaba el clima necesario para ver cosas sin dudas maravillosas –se contrapone a las palabras de su compañera– le dijo que no fuera tonto porque todas las cosas que allí hacían eran simples trucos y nada más”. Pero Ismael, al abandonar el espectáculo se ha transformado. El conocimiento de ese mundo diferente centrado en la representación de variedades lo conduce al descubrimiento de su vocación que es una modalidad de trabajo, pero también, una forma de identidad. “Pensó que era muy difícil realizar lo que había vislumbrado siempre y se conformó con la idea de que por lo menos esa gente existía aunque él no pudiese imitarla. De esta manera, el viaje a la ciudad empezaba a justificársele en un orden interno, ahora podría permanecer en ella sin destruir los presentimientos”.
“Una partida de tenis” muestra la descomposición de un orden calculado y establecido por el protagonista, de una forma irrisoria. “Siempre lograba eludir con una simple operación mental lo que no estaba previsto en sus planes”. Después de esa afirmación, se produce el traspaso a lo imprevisto, que es lo opuesto.
“La comunión de los seres” alude a ese resguardo buscado y supuestamente logrado. Resguardo que se esfuma. “A veces, cuando despertaba, se acordaba de sus sueños, de antes, cuando él soñaba, cuando vivía en mundos que dependían de su voluntad. ¡Qué duro le pareció después el momento de entrar en la realidad, de pensar seriamente, de guiarse por fórmulas únicamente lógicas!”. El protagonista vive una representación.
Ese núcleo previsto en el primer relato con Ismael, se expande en otros protagonistas que añoran esa posibilidad propia de los artistas de variedades. “Además como él fingía todo y no delataba ningún temor, puesto que era un hombre que pertenecía a la vida, no podía desmentir esta trabajosa apariencia y revelar un flanco lleno de temor, de inocencia, de pureza”.
“La fábrica” es ese espacio nuevo que promete otro tipo de existencia. Ese espacio imaginado como una maravilla pero que termina siendo solo un espacio de trabajo. Oposición entre apariencia y autenticidad que supone, nuevamente, la vinculación con la representación de los artistas de variedades.
El espacio vital se comparte con los otros. De ahí el título de uno de los relatos: “Los otros”. Allí el narrador plantea obsesivamente la relación del protagonista con el mundo social. “Se adaptaba, se entregaba a los hechos y a las cosas más diversas con absoluta libertad y sólo de vez en cuando aparecían como flujos súbitos y breves, sucesivas imágenes de Silvia, de su casa, de la mujer que había ido a cuidar a Silvia, del médico, y veía al doctor Pérez obrando rápidamente. Esto lo confortaba, le daba fuerzas para mantenerse en esa casa apócrifa, soportando conversaciones tediosas, hechos y seres extraños. Del terror pasó a la ira. Pensó que estos seres extraños que lo rodeaban lo estaban obligando a cambiar su vida por la de ellos, mientras Silvia se moría”.
Esa superposición de actitudes opuestas, se manifiesta claramente. Una indecisión que remite a las dificultades para resolver su identidad también, en el espacio social. De ahí esa irresolución permanente que deviene de la representación que viven los distintos protagonistas.
“La espera” es el espacio del ámbito familiar. La aparición de un padre desconocido, que finalmente resulta imposible de identificar.
“La puerta” relato del horror que prefigura la existencia de los monstruos. La convivencia con los familiares en ese infierno que los contiene a todos. Infierno que, sin embargo, forma parte de esa representación que puede ser el mundo. Increíblemente, Moyano muestra esa ambivalencia. La explica: “Y vislumbraba, desde cualquier parte del infierno, que el amor y los afectos eran cosas muy puras, pero pertenecían a los seres humanos, eran como un agua violada que se escondía en los ojos o en el alto cabello. Los hombres representaban mediocremente todo lo realmente puro del mundo, lo adaptaban a sus almas entristecidas y solo daban aspectos mutilados de algo que sin duda era muy hermoso”.
“Juan” que muestra la imposibilidad de reconocerse verdaderamente. Un relato donde nadie accede a la identidad de los otros protagonistas. Un relato como la metáfora de ese hombre de las mil caras, última imagen que tiene Ismael del espectáculo de los artistas de variedades.
Y finalmente, los monstruos que sobrevuelan todas las historias. Subrepticiamente, aparecen. Muestran otros seres existentes y posibles. Un relato se titula “El monstruo”. Narra la aparición de un monstruo y las vicisitudes para conocerlo que sufre el narrador. Vicisitudes que se completan con referencias sobre la existencia de los monstruos. Está narrado desde una primera persona que contradice la omnisciencia de los otros narradores. Ese narrador que reconoce sus limitaciones en ese yo con que se enuncia. Dice, no obstante: “Cada uno, o cada generación, tienen en su mente el recuerdo de algo parecido. Podría argüir que por sus características este fenómeno es realmente inusitado, pero puedo asegurarle que en el fondo es el mismo de siempre”. Por eso, señalábamos que la imagen del monstruo sobrevolaba todos los relatos.
En este cuento, ese monstruo es descripto carente de violencia o como algo tenebroso: “(…) el monstruo enmudecido, giró su enorme masa (y sus movimientos eran cada vez más lentos y difíciles) y lloró silenciosamente. El llanto era parte quizás de su idioma inarticulado”. El narrador se enfrenta a sus compañeros que defenestran al monstruo. Se indigna por las condiciones en que subsiste. Lo contempla y solo ve un conjunto de piel y huesos. Nada más. El cierre del relato lo sugiere: “Yo alcé la mano sin embargo y saludé a la invisible multitud como queriendo decirle algo”. Nos preguntamos: ¿el monstruo metaforizaría la aceptación de lo diferente, lo distinto?
Diez cuentos con una continuidad en las significaciones e implicancias de la identidad. Diez cuentos que completan problemáticas humanas, desgajadas de todo tiempo histórico. Un no tiempo, podríamos decir. Un tiempo sin tiempo. Un tiempo para siempre.
Hoy en este siglo XXI de simulacros y representaciones sin sentido, nos preguntamos: ¿cómo narrar historias que hagan más humano el mundo que vivimos? Es la sabia pregunta que, indudablemente, se hizo Daniel Moyano mientras narraba, sabiamente, sus historias.
Hasta más vernos. Un abrazo. María.
María Paulinelli es Licenciada en Letras Modernas por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyH) y Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea por el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Profesora Adjunta de Literatura Argentina II en la FFyH, Profesora Regular Adjunta en Literatura Argentina en la Escuela de Ciencias de la Información (ECI) y Profesora Titular Plenaria en Movimientos Estéticos y Cultura Argentina de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC). Investigadora y directora de proyectos de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SECYT-UNC).
Autora de Relato y memoria: la dictadura militar en Córdoba (2006). Ha escrito capítulos de libros y artículos en revistas científicas. También ha compilado y coordinado volúmenes colectivos.
Primera directora de la ex Escuela de Ciencias de la Comunicación desde el retorno democrático argentino, cargo que ocupó en dos mandatos. Primera Profesora Emérita de la FCC designada por el Honorable Consejo Superior de la UNC.
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abrazos ricardo
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