Una de quince

En unas semanas, Eduvim cumple 15 años. Sería complejo resumir el tiempo transcurrido en un único texto para este blog. Los resultados más relevantes podrán verse en un video institucional que se estrenará muy pronto en esta misma web, el 8 de junio, el día formal de nuestro aniversario, cuando en el mismo mes , pero de 2008, se presentaron los dos primeros títulos de la Editorial: Estudios sobre la pobreza en Argentina, de Damián Truccone y Paula Pavcovich, y La mujer en el discurso peronista, de Sara Perrig, en la Feria del Libro de Villa María, la cual tuvo lugar en la Plaza Centenario.

Sin embargo, de lo que quiero hablar en estas notas, tiene que ver con reflexiones en primera persona de los momentos que me resultan clave para contar estos primeros 15 años de nuestro sello universitario.

Comienzo, entonces, con un primer texto para referirme a lo que podemos llamar el momento histórico en que se fundó Eduvim. Y en ese sentido voy a desdoblar en dos partes eso que llamo “momento histórico”. Por un lado, el especial proceso que comenzaba a vivir la UNVM con la llegada de una nueva gestión rectoral. Y, por otro, el de los cambios que comenzaban a manifestarse en el ecosistema global del libro y de la lectura. Dos momentos históricos con los que debimos convivir sin mucho más que adaptarnos y aportar.

De lo tangible a lo intangible
Corresponde, creo, comenzar por el de la transformación de la UNVM. En 2007, a fines de agosto, la comunidad universitaria elegía un nuevo Rector: Martín Gill. Fue en un proceso electoral agitado, que no volvió a repetirse. Compitieron en aquellos días dos fórmulas con sendos candidatos a Rector y Vicerrector. El candidato electo, que encabezaba aquella fórmula junto a Cecilia Conci, no fue la opción que personalmente apoyé. Sin embargo, al poco de iniciar su mandato, Martín Gill, en un gesto que no dejo de respetar, me invitó, a instancias de Luis Negretti, a sumarme a su gestión para fundar y dirigir una Editorial Universitaria.

El libro de Omar Barberis, publicado por nuestro sello en 2018, Creación de la Universidad de Villa María, y el reciente film de Sergio Strocchero, El Gambito Domínguez, dan perfectamente cuenta de la fase de creación y todo lo que se priorizó en aquél período, iniciado en 1995 con la sanción de la ley y la puesta en marcha de la Universidad. Los tres mandatos del Rector Carlos Domínguez son indiscutibles y se centraron, fundamentalmente, en la “materialidad” de hacer de la Universidad Nacional de Villa María un campus, dotarla de sus primeras carreras, desarrollarla “físicamente”.

La gestión que iniciaron Martin Gill y Cecilia Conci continuó la expansión edilicia y de carreras de grado, los primeros postgrados, pero, sobre todo, inició un proceso de capitalizar desde lo simbólico los valores “intangibles” que toda universidad requiere para ser respetada. Poner en el sistema universitario a la Universidad Nacional de Villa María no fue una tarea ni un trabajo menor. En 2009 o 2010, aún muchos funcionarios y/o gestores de los organismos del Estado Nacional o de otras provincias, no sabían que existíamos o bien nos confundían como un apéndice de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Darle un “marca” fue un mandato que muchos funcionarios de aquella primera gestión tuvimos que forjar en cada una de nuestras acciones en el sistema universitario. Por eso, en ese patrimonio “intangible”, cuento la creación de Eduvim.

En 2009, la UNVM transitó, temerosa pero con mucho convencimiento, la primera Evaluación Externa de la CONEAU. Allí, un conjunto de nuevas piezas se asomaban en el tablero. Representaban, para nosotros, un verdadero desafío, ya que la Editorial, en el organigrama inicial, aparecía como “imprenta”. Había que romper las ataduras de vincular la edición a la impresión, había que separar la idea de “fabricar” libros para las carreras académicas vinculadas a los ISBN y explicarlos como un objeto de intervención intangible que conectara autores con lectores. Se trataba de madurar una idea de universidad separada de lo edilicio. Hacer “desvanecer” cierta solidez particular en el aire de un universo llamado universidad.

Lo líquido como marca de una época y de un oficio
Todo crecimiento significa pérdidas, dudas, dolores. Pero literalmente el crecimiento intangible fue lo que definitivamente nos llevó a crecer para ser lo que hoy es la UNVM: pasar de una sede de Pilar a Córdoba Capital, encarar el Campus en Villa del Rosario, el proceso en San Francisco y otros sitios de la provincia, fundar una radio FM y luego un canal de televisión. Todo eso y muchas cosas más, pusieron a la Universidad Nacional de Villa María en un escenario expansivo del cual nuestro sello inicialmente también se benefició para constituirse como un “Grupo Editorial”, con librerías primero y una distribuidora de libros después.

Entre 2009 y 1014, Eduvim creció en un ritmo vertiginoso: incorporó y profesionalizó a sus recursos humanos, encabezó una de las mejores épocas de la edición universitaria de los últimos 40 años. Todo el equipo comprendió que sumarse a ese proceso con la Red de Editoriales de Universidades Nacionales (REUN) era también un modo de contribuir a ese capital intangible de la marca UNVM.

Sería injusto sino recordara aquí que el propio Contador Carlos Domínguez, en su segundo mandato, me entrevistó para conocer de cerca lo que debía tener en cuenta para armar un sello editorial en la Universidad. Recuerdo que Marcelo Ferrero, de la Editorial Brujas, se había reunido con el Rector Domínguez para ofrecerle sus servicios de armado de una imprenta, que era lo que se había copiado de otros organigramas universitarios como los de la Universidad Nacional de Córdoba y de la UNRC, y en el medio de la conversación, surgió mi nombre. Ferrero vino a mi casa en Córdoba, dialogamos, me pidió que armara un borrador y ofició de mediador. Yo acababa de ingresar a la UNVM como Jefe de Trabajos Prácticos y si bien conocía al Rector Domínguez de fines de los años ’70 por el ajedrez, no lo había vuelto a ver ni a frecuentar desde 1982.

La reunión se realizó en su despacho en la calle Lisandro de La Torre. Él ya había visto mi proyecto y cuando me recibió tenía la decisión de descartarlo. Amablemente, me dijo que era imposible para su gestión invertir los recursos que tal proyecto demandaba. Yo nunca me ilusioné, todos apoyaban a Domínguez en su plan de “materializar” la UNVM en ladrillos y claramente esa materialización no pasaba por construir un sello editorial. Traigo a consideración esta anécdota porque me resulta significativo pensar que la idea de un sello editorial universitario estuvo, desde los inicios, confusa y amañada en un organigrama que contemplaba una imprenta como eje.

Ahora estamos aquí y nos toca repensar, retocar, e incluso reconstruir un sello que se adapte a los cambios y transformaciones de la propia Universidad y de la industria editorial. En una próxima nota, abordaré el “momento histórico” de la edición en aquellos años, para que esta historia no parezca una mirada estrábica de nuestro pasado sin pensar en el futuro.

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