“Señales de vida”, de Fermín Rodríguez, mención de honor de LASA

Perteneciente a la Serie Zona de Crítica, dirigida por Roxana Patiño y editada por Eduvim, Señales de vida, de Fermín Rodríguez, recibirá a finales de mayo un importante reconocimiento de la Latin American Studies Association (LASA).

El Comité del Premio Iberoamericano 2023 de la Latin American Studies Association (LASA) otorgará una mención de honor al libro Señales de vida. Literatura y neoliberalismo, de Fermín Rodríguez, perteneciente a la Serie Zona de Crítica, editada por Eduvim.

El tribunal de selección estuvo conformado por su presidente, Cristián Opazo, de la Pontificia Universidad Católica de Chile; Montserrat Sagor, de la Universidad de Costa Rica; Víctor Goldgel Carballo, de la Universidad de Wisconsin-Madison; y Eduardo Silva, de la Universidad de Tulane.

La mención de honor del jurado será anunciada durante la Ceremonia de Bienvenida del 41° Congreso Internacional de LASA el miércoles 24 de mayo a las 8 PM (horario canadiense), en la West Meeting Room 211 del Vancouver Convention Centre 2, ubicado en el Canada Place de la ciudad de Vancouver.

Como reconocimiento, se le extenderá al autor un año de cortesía para libre acceso a la suscripción de LASA, a partir del anuncio que realizarán la presidenta de la institución, Margarita López, y la directora ejecutiva, Milagros Pereyra, encargadas de organizar el mencionado evento que tendrá carácter híbrido y se desarrollará desde el miércoles 24 hasta el sábado 27 de mayo.

A continuación, compartimos la entrevista exclusiva que Fermín Rodríguez le concedió a Eduvim, a días de desarrollarse el Congreso Internacional de LASA.

¿Cómo recibís este premio?
La Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) es una asociación con sede en los Estados Unidos que reúne a latinoamericanistas de todas partes, pero sobre todo a personas que enseñan y estudian en los Estados Unidos. Todos los años organiza un congreso internacional y otorga distintos premios. Yo me presenté al Premio Iberoamericano Book Award de este año, donde se premia un libro destacado sobre las ciencias sociales y las humanidades de América Latina que se haya publicado en español o portugués en cualquier país. Quiero aclarar que mi libro no ganó el premio, sino que recibió la mención honorable del jurado. Pero me pone muy contento la mención porque en el mapa de la premiación, que incluye premios y menciones en varias categorías, Señales de vida: Literatura y neoliberalismo es el único libro que se propone intervenir en el campo político y cultural a partir de los saberes y la fuerza de articulación de la literatura. En un campo como el de LASA, donde la sociología, la historia y la antropología son los discursos dominantes, la presencia de un ensayo de crítica literaria, con su poder de análisis y la productividad de sus operaciones de lectura, con sus tanteos conceptuales y su orientación hacia el presente abierto y en proceso de formación, introduce un tipo de saber murmurado, menor, no tan pegado a la positividad de los hechos, aunque capaz de postular a partir de coyunturas precisas poderosos laboratorios de imaginación social y política. Como dice Josefina Ludmer, no se puede no imaginar desde América Latina algún tipo de negatividad y de estrategia crítica.

¿Qué significa que un libro sobre crítica literaria nacional y latinoamericana haya sido distinguido?
En general, las relaciones de poder entre los discursos académicos vuelven a América Latina una región exportadora de “materia prima” literaria y artística para ser elaborada con tecnologías y herramientas conceptuales elaboradas en el primer mundo. Las relaciones entre teoría y literatura reproducen jerarquías, estableciendo una suerte de división del trabajo intelectual. Pero hay una tradición de la teoría literaria y la teoría cultural, fuertemente arraigada en nuestras universidades y nuestros modos de leer, que vuelve a nuestros países productores de discursos teóricos. Hay una enorme producción teórica y crítica de críticxs argentinos que, desde nuestro país o desde la academia estadounidense o europea, en una suerte de diáspora, trabajando donde pueden, enseñan e intervienen no solo en los debates de nuestra disciplina, sino en debates teóricos, filosóficos o políticos más amplios. Sin embargo, es una tradición menor, que hace teoría a partir de los textos, que habla de lo mismo que una sociedad está discutiendo a través de los textos y las prácticas de sus escritores y escritoras. En este sentido, la teoría de nuestro país es inseparable de la crítica literaria y la crítica cultural, con el carácter coyuntural y situado de sus intervenciones y su deseo de hacer resonar su palabra en la esfera pública, en vez de enfrascarse defensivamente en el ámbito académico y dedicarse a repasar una y otra vez sus propios hitos. Me pone contento la distinción, porque Señales de vida está escrito con esa tradición en el horizonte y le debe todo a ella.

¿Qué importancia tiene este reconocimiento en la actualidad científica de la Argentina?
Tengo mis dudas acerca de si, como crítico literario, alguien que lee de manera más o menos sistemática y enseña y escribe lo que lee, desarrolla una actividad “científica”. Por supuesto que lo que hago responde a reglas y a normas de producción de saber que no son individuales, que existe una comunidad de lectores que leen desde las instituciones, que son menos edificios que ideas acerca de lo que es la literatura, cómo debe ser leída, qué función tiene en la sociedad, qué vale la pena publicar, enseñar, traducir, etcétera. Pero no trabajamos con hechos ni con protocolos de verificación empírica: trabajamos con ficciones, con relatos que circulan socialmente, con modos de ver y escribir, atentos a las relaciones, las conexiones, los marcos de lecturas, los procedimientos, las voces sociales y culturales, la construcción de tramas hechas de palabras y cuerpos, la producción de realidad. Nos dedicamos a la lectura, enseñamos a leer y a mirar el mundo a través de la lente de la literatura y el arte. No todo es literatura, pero todo puede leerse como literatura, a la manera en que leemos literatura. Y en más de una ocasión, porque trabajamos con mundos posibles y con laboratorios culturales, de cara al presente vivo, la literatura se adelanta al resto de los discursos “científicos”, poniendo en palabras transformaciones imperceptibles que todavía no han sido procesadas por la filosofía, por la historia o por las ciencias sociales y políticas, que es un poco el punto de partida de Señales de vida.

En los ámbitos de investigación como CONICET, donde nuestra actividad está reconocida y valorada, me parece que no hay que dejar de insistir con esta diferencia, para no supeditarnos a los protocolos de las ciencias duras y hacer del estudio de la literatura una “ciencia” que produce y aplica “fórmulas” de lectura y escritura, un movimiento que termina aplastando la singularidad y la potencia de sus objetos, los textos de una cultura.

También es un reconocimiento y un estímulo para una editorial universitaria como Eduvim, que desde el ámbito académico se anima a salir hacia la sociedad para desenclaustrar nuestras lecturas y hacerlas circular como libro. En este momento no hay muchos espacios en el mercado editorial, ni en las grandes editoriales ni en las editoriales de menor escala, donde se publiquen ensayos literarios o ensayos que se propongan intervenir en los debates públicos a partir de la lectura de textos. Esto dice algo de la crítica literaria, por supuesto, pero también dice algo del mercado editorial, aunque siga dependiendo de la mediación de la crítica para trazar líneas editoriales, para leer manuscritos, para tomar sus decisiones en cuánto a qué publicar, para difundir de manera consistente sus textos entre los lectores, incluso, hasta no hace mucho, para inscribirse en una tradición prestigiosa y construirse una reputación. Pero claramente, para el mercado, no es la hora del ensayo literario.

¿En qué otros proyectos futuros estás trabajando?
Me interesa mucho la capacidad de la literatura de producir “zonas de contacto”, conexiones y agenciamientos de toda naturaleza con eslabones técnicos, perceptivos, somáticos, libidinales, comunitarios, sociales, científicos, que pueden ser vistos como una manera que tiene la literatura de volverse otra cosa que escritura. Lo decisivo sería el funcionamiento, las conjunciones, más que la obra cerrada, desbordada por procesos maquínicos que instalan la escritura en el campo de lo real junto a semióticas corporales y materiales de todo tipo. Así funciona, por ejemplo, “El Aleph engordado”, el experimento de reescritura  de Pablo Katchadjian para “salir de Borges” y llevar la literatura a la vida. Los textos que me gustaría trabajar son laboratorios de formas y procedimientos que actúan sobre lo real: clásicos como Los siete locos, La vorágine, La ciudad ausente, y textos contemporáneos, muy dispares, como las novelas de César Aira, la poesía de Mario Ortiz y Sergio Raimondi, las enciclopedias de Luis Sagasti y Mike Wilson, las ficciones científicas de Roque Larraquy. Por ahora, es tan solo deseo de lectura.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *