Impalpable magnitud de la ingravidez

A planea luz de un día de noviembre de 1938, en un tramo de la Avenida Castro Barros de la Ciudad de Córdoba, fue raptada una niña de 9 años: Martita Stutz. Sesenta años después, su hermana menor, Susana Stutz, publicó Emboscada, su único libro, donde dedica dos de los quince cuentos a este desgraciado hecho.

No obstante, el evidente trauma de la realidad se transforma en un halo silencioso que va pasando de cuento en cuento, extendiendo el homenaje tributado a su hermana con una intimidad digna que le permite recordarla, sin perder el condimento del sigilo, lo subrepticio, el retraimiento.

Emboscada es una nueva obra de la Colección Caterva, dirigida por Antonio “Cuqui” Oviedo, quien prologa este libro y caracteriza la producción de Stutz como una prosa pragmática que mensura el preciso momento antes que se concrete el impacto, para concederle un impulso nuevo y distinto a la narrativa, evitar que se interrumpa el caudal y recuperar la dinámica lograda en el primer clímax de la lectura.

Perspicacia y sagacidad son la fórmula para evadir la repetición y darle ese particular resorte al texto, manteniendo siempre la destreza de escapar a los desenlaces trillados. Esas resoluciones no se ven venir. El recorrido muestra personas, objetos, hechos minúsculos, silenciosos, sin anomalías, pero que van sedimentando interrogantes propios del libre albedrío literario. Al salir del laberinto, incluso antes, palpitamos las razones que encontró la autora para crear el cauce que justifica la participación de ejes insólitos y repentinas formulaciones.

En cada decisión escritural, hay confianza. Y en cada cuento, antes que un denominador común, hay que encontrar el denominador propio que resguarda siempre un padecimiento orgánico, aunque con diferentes matices. Se trata de una quincena de cuentos que reportan experiencias propias de la autora, pero introducidas elípticamente, sin escatimar en referencias sobre situaciones límite e imprevistas resonancias como las de la desaparición de su hermana, Martita. En cada página, hay mensajes que, a simple vista, podrían pasar desapercibidos, pero la experiencia demuestra que ninguno puede ser ignorado ni eludido.

Como señala con mucho atino Cuqui Oviedo, estos quince cuentos bien podrían ser quince capítulos de una novela, pero esa no fue la prioridad de Susana Stutz. Existe una característica que distingue a cada texto y es su distintiva capacidad de rehuir y alejarse a una distancia inaugurada por la misma autora, a quien los temas no se le escapan de su radar, por sentido biográfico, pero descubre y adopta esa cabida en cada oportunidad, de un modo distraído y casual. 

Susana Stutz nació en 1935 y falleció en 2001. Egresó de la Escuela de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba y practicó la docencia en varias institucionales educativas, entre ellas, en la Escuela Normal Superior “Dr. Agustín Garzón Agulla”. Le gustaba asistir a talleres literarios y los paseos por las calles de la capital mediterránea.

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