Manchas temáticas de entresiglos

Luego del hito que significó para la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) lanzar en abril y en el marco de sus 15 años el primer tomo de la obra Literatura argentina y política, de David Viñas, finalizamos el 2023 con el anticipo del segundo volumen de este título, conocido como De Lugones a Walsh. En esta importante ocasión, compartimos un diálogo de largo aliento con el encargado de la edición crítico-genética y de los estudios preliminares del libro, Juan Pablo Canala.

¿Qué nos encontraremos al hojear este segundo tomo de Literatura argentina y política, de David Viñas?
La idea fue mantener la división en dos tomos, tal como lo estipuló Viñas en su última revisión del libro, a partir de la edición realizada en los ’90, publicada por Sudamericana, y que recupera en la edición siguiente del 2005, en Santiago Arcos. La decisión fue fraccionar su “virtual historia de la literatura argentina”, como le gustó llamarla a María Teresa Gramuglio, en torno a dos núcleos de significación. 

Un primer tomo que se piensa, al menos desde la enunciación del título, a partir de colectivos: De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista, donde explora la emergencia de la literatura escrita en el siglo XIX desde cortes bastante concretos. El primero es una construcción del imaginario liberal asentado en la modernización de la literatura con la generación romántica, en particular, en torno a algunas personalidades como, por ejemplo, la de Sarmiento, centrada fundamentalmente en los viajes. Después puede leerse en una continuidad con el proyecto de Mármol. Y, en la última edición del libro, Viñas recupera la reflexión en torno a la violencia que se despliega en El matadero, de Echeverría.

Hay una continuación en lo que Viñas llama el “ciclo del apogeo de la oligarquía”, trabajando con tres emblemas: Mitre, Mansilla y Miguel Cané, que concluyen, al menos en su primera formulación, con ese pasaje de 1880 a 1890. A partir de la figura de Martel, en especial, con La bolsa, vislumbra la crisis económica de 1890 y el surgimiento de una nueva clase dirigente, producto del ascenso de los estratos medios y de la irrupción del radicalismo como nuevo imaginario político, alternado el esquema liberal de la oligarquía que se narra así misma en la literatura. Eso da pie a la aparición de los escritores profesionales oriundos de sectores medios y a otra de las formulaciones de Viñas con el advenimiento de la bohemia anarquista, en la piel de Emilio Becher y su versión local de los escritores malditos o escritores bohemios franceses, representados por Henry Murger en las escenas de La vie bohème. También con su envés político en Alberto Ghiraldo, quien fuera no solo un gran dramaturgo y escritor, sino, que funda, a principios del siglo XX, una revista basal en el Movimiento Anarquista: la Revista Martín Fierro.

El segundo tomo va a centrarse, precisamente, en torno a dos figuras que trazan una historia sobre la relación entre el intelectual y el Estado en el siglo XX, iniciando con Leopoldo Lugones y finalizando con Rodolfo Walsh. La exploración de Viñas no abandonará el esquema de constantes con variaciones que conectan el siglo XIX con el siglo XX y, en las sucesivas ediciones de esta obra, esta vinculación se fortalece, a la vez que se modifica. El caso más evidente es el descarte de la primera idea sobre la crisis de la ciudad liberal, reconvertida en la crisis de la ciudad señorial. Aquí hay un cambio en la relación entre los escritores y la literatura con el poder. Ya no tiene sentido, una vez que el liberalismo se ha modificado a lo largo del siglo XX, seguir sosteniendo la crisis de la ciudad liberal: la verdadera crisis de entresiglos es la ciudad señorial, dominada por los escritores liberales de la oligarquía terrateniente y protagonistas del apogeo de la oligarquía, materializado en un pasaje de los escritores a la manera de Mansilla, Lugones, Pairó o Manuel Gálvez, a otro tipo de escritores caracterizados como hidalgos empobrecidos, tal vez, de buenas familias provincianas, que logran conquistar un lugar en la escena pública porteña.

Pero para pensar por qué en el segundo tomo va de Lugones a Walsh se fundamenta en la consecución del intelectual orgánico al servicio del Estado liberal, es decir, aquel que con las conferencias en el Teatro Odeón y luego lo que será El payador dota al imaginario liberal de un tótem épico como es el Martín Fierro. Frente al punto de llegada de este volumen: la figura del escritor contestatario del orden estatal. Lugones, con las conferencias y con El payador, le había dado al Estado liberal un sentido emblemático y cohesivo para la fundación misma de la insignia en torno al centenario, con la entronización del Martín Fierro. La “Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar”, publicada por Walsh en el contexto de la última dictadura militar, con el desenlace del asesinato y desaparición de su cuerpo material y el saqueo y sustracción que se hace de su cuerpo textual y archivístico, viene a representar un corrimiento del rol del escritor intelectual que se pensó no para construir la imagen liberal del Estado, sino para discutir y denunciar la violencia estatal. Tal vez, en ese sentido, pensar el contrapunto Lugones/Walsh, muestra dos formas en las que, en el siglo XX, se discute la relación entre escritores y poder/política. Este es uno de los grandes temas que obsesionaron a Viñas, un modo particular de leer el siglo XX, a partir de ciertos procesos culturales, políticos e ideológicos, desde una perspectiva fragmentaria y cíclica.

¿Qué hay en el medio de este recorrido que va de Lugones a Walsh?
En un primer momento, se abordará la profesionalización de los escritores, iluminando algunas trayectorias particulares, destacables, que hoy son icónicos: Rojas, Pairó, Lugones, Gálvez. Pero, también, otros que, incluso en ese momento, eran mucho menos transitados, sobre los que Viñas hace una gran apuesta por ponerlos en el centro de la reflexión crítica, como Chiappori, Emilio Becher, Darío Roldán. Esta es la zona de análisis, quizás, más antigua, que trae desde la primera edición de 1964 de Literatura argentina y realidad política, donde se pone de manifiesto el proceso de traspaso de los escritores de la oligarquía liberal hacia otro tipo de escritor, vinculado a la arena de la prensa, a la nueva realidad social que se abre con el ascenso de las clases medias a partir del radicalismo y con la intervención que estos escritores van teniendo en la esfera pública. A Viñas le interesa trabajar la condición de funcionarios de algunos escritores como Joaquín V. González, Lugones o Gálvez, en el período de lo que él llama “el pasaje del Roca del siglo XIX al Roca del siglo XX”. Allí se comparten trabajos sobre Florencio Sánchez y Alberto Gerchunoff, textos más antiguos oriundos de la primera edición, pero con profundas reescrituras.

Un segundo núcleo, más centrado en lo que él va a llamar “la polémica Florida-Boedo” en los años de la República Radical, deteniéndose en los espectros de la vanguardia más ligadas a los procesos de politización y la modernización de la literatura. Eso explica por qué hay una ausencia de la lectura de la vanguardia martinfierrista, pero sí hay un interés más fuerte por la vanguardia boedista y por los escritores sociales en varios registros: Olivari y González Tuñón, dos grandes nombres que cruzan el periodismo, la política y los consumos culturales como el cine, en el caso de Olivari, y González Tuñón por su condición de poeta comunista y cronista viajero del diario Crítica. Hay una larga sección, que había sido un libro autónomo y que Viñas reincorpora en este proyecto de Lugones a Walsh, sobre el grotesco criollo y, en especial, sobre Discépolo.

Otro de los nodos tal vez más relevante es el dedicado a Martínez Estrada y a Walsh, el momento intelectual del siglo XX. En primer lugar, en término de su configuración histórica, esa biografía intelectual que recupera a Martínez Estrada y que tanto se evoca en los tiempos de Contorno y, por otro lado, la figura de Rodolfo Walsh, que se constituye en ese momento como el modelo del intelectual comprometido, al punto tal de poner en riesgo su vida y su propio cuerpo en su búsqueda de la verdad y en su afán de denuncia. Tanto el texto sobre Martínez Estrada como el texto de Walsh marcarían el revés de la biografía intelectual de Viñas. Lo que oblitera esta posición son los otros escritores que no aparecen necesariamente mencionados por consideráselos más autonomizados de la política y que pertenecen al entorno liberal de Sur.

¿Cuáles son los aportes de la edición crítico-genética que podemos disfrutar en este segundo tomo?
Además de continuar lo que ya dejó asentado la primera entrega con su edición crítico-genética que rastrea todas las modificaciones, variantes, reescrituras, publicaciones preliminares de cada sección del libro e inscripciones contextuales de cada momento, como una especie de gran mosaico que se va articulando desde su primera aparición en 1964 y la última versión en 2005, este segundo tomo trae herramientas adicionales. 

La primera es la recopilación de una serie de documentos y de textos que arman un sistema englobado en torno a los apéndices, que incluyen el prólogo “De Sarmiento a Cortázar” de 1971 y el prólogo “Apogeo a la oligarquía” de 1975. También algunos capítulos de la primera sección constante con variaciones, sobre todo, los vinculados con los viajes y a “Niños y criados”. Algunos capítulos adicionales que se incluyeron solo en la edición de 1971 y, posteriormente, excluidos a la zona de apéndice en la sección de capítulos. 

Una primera redacción de “Rodolfo Walsh, el ajedrez y la guerra”, texto elegido para concluir Literatura argentina y realidad política. De Lugones a Walsh. Asimismo, incluye una serie de textos: uno vinculado a Walsh, uno sobre la lectura de la violación en Amalia, Casa tomada y El matadero.

Sumado a un compendio de programas de cátedra que demuestran la estadía de Viñas por la Universidad Nacional del Litoral, con sede en Rosario, durante los años ’60. Se trató de un banco de prueba de lo que sería su ensayo de 1964. Hay programas de las cátedras de Literatura Argentina I, correspondientes al siglo XIX, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ese registro marcó el retorno de Viñas a la universidad como profesor en los años ’80. Dentro del estudio preliminar, se planteó la sinergia entre la actividad docente de Viñas, como un espacio de discusión, actualización y revisión de muchos de los aspectos que articulan las reediciones en diferentes momentos del ensayo, sobre todo, las reediciones que Viñas realiza para Sudamericana de los ’90 y la de Santiago Arcos en el 2005.

Por último, señalando que los elementos más valiosos o útiles para el lector de esta edición son los índices: onomástico, de obras mencionadas y de términos y conceptos críticos. Es una suerte de gran cartografía que permite múltiples entradas más concretas en lo que es la textura completa del ensayo. Si bien el volumen tiene capítulos dominados por alguna figura, ya sea Mansilla, Walsh, Martínez Estrada o Gerchunoff, también, a lo largo de su desarrollo y al interior de cada sección, Viñas despliega menciones o referencias a obras y a autores de diferentes momentos de la literatura, revelándose la mecánica con la que pensó el ensayo, la cual explicitó en la introducción y en algunos prólogos, específicamente, en “De Sarmiento a Cortázar” de 1971: la idea de “mancha temática”, la que permite continuidades y extensiones a lo largo de toda la literatura argentina de los siglos XIX y XX.

Con los dos primeros índices, se apunta a la sistematización de este archivo de la literatura argentina que Viñas ofrece en el desarrollo argumentativo de su libro. En relación al último de los índices, se rastrea algunos de los términos históricos fundamentales, conceptos teóricos, frases o expresiones críticas que acuña Viñas y en donde se plasma la circulación de temas e ideas. También se vislumbra el léxico propio para su crítica como lo “balsaciano”, que también sirvió para iluminar trayectorias como la de Joaquín V. González, el General Roca o Juárez Celman como los epítomes de un determinado momento del siglo XIX a partir de la derrota de Mitre en la Guerra del Paraguay, donde la política porteña cede ante el protagonismo de las ilustres familias de provincia. Riojanos, sanjuaninos, cordobeses, tucumanos, empiezan a ocupar con mayor predominancia la escena de la política nacional y se transforman al rol de burgués conquistador. El ser balsaciano alude a Eugène de Rastignac, protagonista de Papá Goriot, la novela de Honoré de Balzac, que caracteriza a un joven empobrecido de provincia que escala posiciones y se conecta con las personalidades de la gran ciudad y se mete en el corazón de la política. Un trayecto que continúa en La casa Nucingen, en un ascenso que deriva en su conversión a ministro de la Monarquía de Julio.

En el “revés de trama”, en el lenguaje de Viñas, esto también ocurrió en el caso de los escritores profesionales, rebautizados en “hidalgos rimbaudianos”, retomando al poeta francés Rimbaud. Personas que vienen de familias del interior, ilustres pero de poco fuste, que no pertenecen a la gran tradición oligárquica, sino figuras menores como los Rojas o los Lugones, que llegan a ocupar posiciones predominantes en su periplo hacia el centro de la capital, mientras se convierten en intelectuales orgánicos o ministros en las primeras décadas del siglo XX, puntualmente, en la fundación de los nacionalismos del centenario que consiguen sus semillas en la operación Rojas con La historia de la literatura argentina y la operación Lugones con El payador. A partir de estos conceptos críticos, se ordena el léxico y los modos con los que Viñas conceptualizó ciertas operaciones de lectura de la literatura argentina de los siglos XIX y XX. 

Uno de los ejes centrales de este tomo y de la retórica de Viñas es la categorización del escritor burgués
Sí, y tendrá un apartado destacado que forma parte del proceso tanto de la edición crítico-genética explicada anteriormente como de los estudios preliminares. Lo que se incluye también en los apéndices, puntualmente, en el que más extensión tiene, es toda la primera sección que Viñas adiciona en su libro De Sarmiento a Cortázar, del ’71, que se llama “Itinerario del escritor argentino”. Eso desaparece por completo en las reediciones, Viñas nunca más recuperó los textos que allí se publicaron, por lo tanto, sería la ausencia más notoria que tiene el libro.

Es una sección que va en dos direcciones: en una tipología del escritor, el escritor blanco, el escritor burgués o el escritor vacilante. Son diferentes tipologías y acercamientos que Viñas va formulando para pensar una organización de los modelos con los que va estudiando diferentes tipos de escritor en relación con diferentes coyunturas o posiciones en diálogo con el poder: algunas más ligadas al mundo colonial, a comienzos del siglo XIX o al periodo romántico; otros más ligados al momento del ascenso de las clases medias, por ejemplo, cuando está leyendo a Roberto Arlt o a Discépolo; pero también pensando en el gentleman escritor, el escritor liberal, que ya había evocado en la sección sobre Mansilla. En Viñas, hay una constante, la literatura argentina es la historia de una clase que se cuenta así misma: la de los románticos rioplatenses, la de los escritores de la generación del ’80, la de los escritores de la crisis de la oligarquía en el crack del ’90 y la de los escritores profesionales en el asenso de las clases medias y el auge del radicalismo posterior a la Ley Sáenz Peña. También esboza una historia sobre cómo los escritores se posicionan en diferentes coyunturas, frente al problema de autodefinirse ante los temas, y las relaciones de la literatura que escriben con el contexto, con la historia y con la política. 

Por otro lado, hay un segundo compendio de trabajos que están en ese “Itinerario del escritor argentino”, donde Viñas hace intervenciones polémicas sobre diferentes figuras de escritores, ya no pensando tanto en la tipología. Dedica escritos sobre Lugones, Martínez Estrada, Sábato, Cortázar, Borges, Bioy Casares. El libro adquiere una discusión con aquel presente, el de 1971, que es cuando sale por primera vez. Es una afrenta muy clara, sobre todo, con algunos modelos que para Viñas van a ser problemáticos, como son Sábato y Cortázar, dos personalidades que para él representan a los escritores del establishment, por la relación acrítica, desde su perspectiva, que tanto Cortázar como Sábato establecen con la literatura que producen. 

Viñas está pensando en Cortázar de la misma manera en que está pensando en Borges y, de alguna forma, en la que está pensando en Lugones, como escritores emblemáticos, no en su significado de capital elevado, sino por lo que representan culturalmente como capital simbólico, como emblemas de una forma ahistorizada y despolitizada. A lo que apunta es a conjeturar que los mencionados son escritores que comparten algo que tiene que ver con el orden del consenso de ser escritores relevantes, centrales, importantes. Hay una frase muy interesante del capítulo que Viñas le dedica a Borges y donde lo describe como “un ángel ideal que carece de cuerpo”, frente a Walsh que, para él, es la mayor presencia del cuerpo desde el ideario sartreano. Walsh poniendo el cuerpo en el momento que manda esa “Carta abierta a la Junta Militar” y, en oposición a eso, un Borges que es la negación misma de todo cuerpo, hasta llegar a ser pura espiritualidad.

Allí se ciñe la tensión que, para Viñas, va a ser clave entre idealismo y materialismo, que signa bastante sus lecturas y sus críticas hacia un ejercicio de la crítica literaria que se producía en el diario La Nación y en la Revista Sur, sentenciándolo como un “impresionismo espiritualizado de la literatura”, algo apolítico y ahistórico. Mientras que reivindica una ética material del intelectual a partir de la figura de Martínez Estrada, tanto en el “Itinerario del escritor argentino” como en la inclusión que Viñas hace en los ’90 de ese capítulo titulado “Martínez Estrada, la radiografía de la Pampa hacia el Caribe”. Hay un retorno a los ideales y al programa de la crítica planteada en Contorno. Esa es la tensión más fuerte que se da: la lectura de la línea liberal frente a la lectura de la línea inaugurada por los intelectuales críticos de corte satreana, con una concepción muy concreta del ejercicio de la desobediencia, revisión, politización, historización, del vaivén de la literatura entre la historia y la política que es uno de los principales aspectos que Viñas critica de la literatura liberal.

Esa es una de las dicotomías, pero también plantea otra: la de Victoria Ocampo y Arturo Jauretche
Absolutamente, es otra tensión que Viñas manifiesta, una de corte coyuntural y que se puede divisar en el prólogo de “Apogeo a la oligarquía” de 1975, un estado de cosas que es un poco anterior a la salida del libro. En el estudio preliminar, aventuro que hay un desfasaje de publicación porque la caracterización que Viñas está ofreciendo en ese prólogo, al poner dos líneas antagónicamente insuficientes para leer la literatura argentina como son la línea liberal de Victoria Ocampo y la línea populista de Arturo Jauretche, plantea ahí una escisión que se está dando en el marco de 1973. Viñas es muy claro: la línea liberal siempre responde al diario La Nación y a la Revista Sur y tiene a Victoria Ocampo como su arquitecta fundamental, mientras que, en el caso de la línea populista, hablando particularmente de Jauretche, Viñas hace pie en la crítica que se ejercita o el modo que se lee literatura desde los claustros universitarios.

Esto último merece una contextualización más precisa porque describe una oposición dentro del breve período de la llamada “Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires”, caracterizada, entre otros hitos, por la llegada de Paco Urondo a la carrera de Letras en el ’73, durante el decanato del cura tercermundista Justino O’Farrell, donde trae el ideario populista peronista, el modo de leer, en esa clave, la literatura y la cultura argentina y compartiendo dicha práctica crítica en las cátedras de Literatura Argentina y Literatura Latinoamericana. Particularmente, Viñas está pensando en una línea populista y de lectura política de la literatura que están haciendo Eduardo Romano y el grupo de los críticos peronistas que llegan a la UBA en el ’73, de la mano de Urondo. Es un suceso nuevo en la universidad, institucionalmente hablando, porque es algo que ya se encuentra en algunas zonas de intervenciones públicas previas, también en los setenta, en los suplementos literarios del diario La Opinión, donde están estos mismos críticos y escritores produciendo y reflexionando desde la izquierda y el peronismo, sobre el fenómeno literario, el realismo y la literatura comprometida, como el caso de Osvaldo Soriano, Juan Sasturain y el mismo Paco Urondo. Hay otra línea que bordea otros soportes y recursos literarios, como la cultura popular, la cultura de masas, el radioteatro. Es la línea que estaba nucleada en la Revista Crisis, en Romano, Ford, Laforgue y Rivera, como una interpretación de la literatura basada en una tradición que se presuponía populista y, de esa manera, llega a experimentarse también a los claustros universitarios. 

Como el prólogo no está fechado y el libro sale en el ’75, es probable que el escrito esté hablando al calor del estado de la cultura y de la reflexión crítica del ’73 como de eclosión por la llegada del peronismo y con la llegada de los intelectuales de tradición peronista y del peronismo de izquierda a la universidad. Un espacio todavía vedado para David Viñas, quien vuelve a la universidad como profesor, por primera vez a la UBA, en los años ochenta. Precisa y paradójicamente, va a ser Enrique Pezzoni, un hombre de Sur, el que lo elija para integrar y arma la cátedra de Literatura Argentina del siglo XIX.

Y si Sur y la idea liberal de la literatura se pensaba más en la línea de suspensión de la historia y la política, para pensar un esteticismo totalmente descontextualizado, la impugnación que le hace a la línea populista de la literatura es subsumir lo literario a lo político. Viñas dice que la articulación tiene que ser siempre de tensión y problemática, nunca en una síntesis que haga predominar un factor por sobre otro. Esa dimensión, la idea de una equidistancia que permita ver las complejidades, “las manchas temáticas”, que van invadiendo e interrelacionándose de forma bastante más complejas que el mero vínculo entre dominante y subordinada, sea para pensar la estética sobre la política o a la política por sobre la literatura. En esa crítica doble que hace sobre Victoria Ocampo y Jauretche, como la síntesis de esas posiciones antagónicas, lo que advierte es la necesidad de seguir reflexionando las tensiones, ver las continuidades y variaciones, y no pensar en una única interpretación que ponga por adelante lo estético o lo político, dependiente la posición del debate cultural del momento.

Podés acceder al libro Literatura argentina y política en formato impreso y en su versión digital.

Comentarios

2 respuestas a «Manchas temáticas de entresiglos»

  1. Avatar de Carlos Alberto Gazzera
    Carlos Alberto Gazzera

    Quiero agradecer a Carolina Wild, coordinadora del área de Comunicación de Eduvim por el excelente reportaje a Pablo Canala. Este texto no es solo un resumen de cómo Viñas lee a la literatura argentina, es mucho más. Canala nos muestra las distintas capas geológicas de un pensamiento como el de Viñas obsesionado en leer los texto que conformaron el imaginario de nuestra Nación, sus voces y sus intelectuales. Nos muestra lo necesario de un pensamiento crítico para comprender de dónde venimos y adónde llegamos.
    En los actuales tiempos donde los intelectuales han perdido el peso relativo de sus ideas escritas en libros y le han cedido la voz a los nuevos sofistas que pululan en las redes sociales, recorrer este libro nos ayuda a entender por qué las voces de la Aristocracia piensan, como en la Atenas de Sócrates, no solo expulsar a los «poetas» de la República, sino en su «aniquilación». Una nueva capa geológica de la que David Viñas estaría francamente horrorizado y atormentado.

    1. Avatar de Área de Comunicación, Prensa y Marketing
      Área de Comunicación, Prensa y Marketing

      ¡Muchas gracias, Carlos!

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