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Poesía de archivo reunida, idea y edición de Noelia García y Jaqueline Vassallo, con contribuciones de Leandro Calle. La obra inédita de Ana María Villanueva, riocuartense estudiante de Comunicación Social y Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y desaparecida en 1976.
Las palabras pueden cambiar el mundo. También pueden oscurecerlo, deformarlo. Esa doble posibilidad coincide, a veces en el tiempo. Algunas veces, la banalidad, la opacidad, la incongruencia las invade. Pero también, otras, la transparencia de sus significaciones nos abraza y entonces, el mundo se hace más humano. Ocurre que, con el milagro que implica la escritura, podemos acceder a las palabras en estas posibilidades. De ahí, que la lectura se transforme en un ejercicio de memoria en una recuperación de lo pasado.
En este, nuestro tiempo, la vacuidad nos ha invadido. Las palabras han perdido ese sentido que nos hace más humanos al pronunciarlas, al decirlas, al usarlas. Pareciera que estamos incapacitados de hablar, de dialogar, de encontrarnos con el otro. Eso es lo dominante. Algunas voces, sin embargo, se alzan expectantes, para tratar de decir y poder ser escuchadas. Estas voces, pueden provenir de otros momentos, pertenecer a otros tiempos, otros espacios. Irrumpen y de nuevo es maravilla.
Y entonces, es que se produce, cuando una voz trasciende los días y los años y, se hace presente aquí, para decirnos nuevamente lo que dijo y quedó expectante en un archivo. Un archivo que desplazó la ausencia del olvido y se hizo letra nuevamente para expresar un momento, -Un intervalo- feliz de una existencia. Así se nombra el texto. Así se hace presente nuevamente Ana María Villanueva con sus poemas, escritos hace décadas, en la oscuridad de los setenta.
Una cuidadosa edición, nos acerca a la presencia de la vida. Nos invade la poesía en la voz de Ana que se hace inalterable. Accedemos a la significación de ese tiempo en la transformación de la singularidad del sujeto en muchas otras existencias, a la colectividad de un proyecto, a las utopías convertidas en acciones y palabras. Por eso, el texto asombra, deslumbra, nos impacta.
Rezuma la vitalidad de la poesía, pero trasciende en la conceptualización del archivo como referencia de época y a la trascendencia que supone. Entendemos, entonces, su estructura. Una estructura que muestra y que interpela. Desde la vida misma. Desde ese intervalo feliz hasta nosotros, en la capacidad desglosada de mostrar otro tiempo para que no desaparezca, que siga como acciones posibles para mejorar esto que somos.
Es así, que la tapa condensa una multiplicidad de imágenes, de dibujos, de símbolos posibles de la felicidad y la alegría. Es la entrada, a ese intervalo, que dicen los poemas. Una especie de contratapa, resume los datos imprescindibles de Ana con su imagen, su mirada. En la misma página, un bellísimo texto de Leandro Calle, ratifica el sentido de la poesía como revelación y resistencia. Sentido que explica la estructura del libro: los poemas de Ana seguidos por las disquisiciones sobre el archivo como permanencia y resguardo de la presencia del pasado. La revelación es la voz que sigue murmurando. La resistencia es entender por qué esa voz, nos sigue hablando y seguirá hablando mientras haya una esperanza para el mundo.
La idea y edición- se referencia- es de Noelia García y Jaqueline Vassallo. En una nota preliminar, ellas explican la propuesta del texto: “Este libro se propone desandar un camino, volver sobre los pasos de creación literaria y escritura personal, deconstruyendo una trayectoria vital, truncada por el Terrorismo de Estado”. Y continúan: “(…) por eso, el orden cronológico de los poemas se ha invertido”. Esta inversión metaforiza la ruptura de una vida que culmina. Pero también propone una lectura de la identidad en el recorrido inverso de esa transformación. De la consumación a la lenta evolución para comprender los distintos procesos que jalonaron ese feliz intervalo. La complejidad de los sentimientos. La singularidad de un compromiso. Es quizás esta significación lo que explican al decir: “La historia de Ana María Villanueva no termina, se vuelve memoria colectiva, apropiada y resignificada, compartida por miles de hombres y mujeres”.
De ahí, que el texto se inicia con los poemas de Ana desde el año 1975 al 1971 con la mención de los lugares y fechas de escritura. Como cierre de ese primer fragmento, la imagen de una joven y la transcripción de versos dibujados y escritos por Ana, condensa la particularidad vital de la propuesta. “Morir en las esquinas/ hacer la libertad/ cada mañana”. Una especie de culminación del poemario que sintetiza ese intervalo feliz que referencia. La muerte, rondando permanente. Al lado, la vida en ese hacer la libertad cada mañana.
El texto se completa con acertadas y necesarias disquisiciones de las editoras. “De Trayectorias personales y contextos. Breves apuntes biográficos” y “De la intimidad escrita a la construcción colectiva. El archivo personal y las implicancias con esa transformación del yo a lo colectivo”.
Dos tipos de discurso que apelan a la recepción no condicionada de los poemas, directa, espontánea, y necesarias consideraciones sobre el archivo y sus posibilidades de interpretación y conocimiento. Comunicación poética y adecuada información sobre su incidencia en la lectura.
Pero sigamos el proceso de escritura. “Poesía de archivo reunida 1975-1971” se titula el núcleo significativo del libro. Los poemas desandan el paso de los años, desde un presente virtual que se adentra en el pasado. Hemos dicho que el proceso de crecimiento se descubre mientras transcurre el tiempo de escritura. Es así que se advierte una conciencia de hacer poesía que se muestra en interrogantes, en interpelaciones, en metáforas que confieren un sentido más profundo a las palabras cuando se hacen poesía. “Encontrar un lugar en el sol/ cerca del fuego y de las olas/ en donde pueda así sin más/ echar a volar las esperanzas/ golondrina dormida en la mañana/ con subversivas ansias de alegría”. ¿Cómo decir bien lo que se siente? ¿Cómo compendiar la vida que traspasa, que conmueve, que arrasa con el tiempo nuevo que se vive?
La palabra cede ante la fortaleza que tiene la existencia. “Me duele que nos falte la experiencia/ de emocionarnos en cada mediodía/ de compartir el techos y los amigos/ y que la felicidad no llegue a ser momento/ y se quede / en su estructura pobre de palabra”. Pero también se interpela para descubrir cómo se la enuncia. Porque es el poema el que permite decir esa vida que se tiene. “Es difícil/ escribir en un papel/ toda la vida o dividirla/ y anotarla en un poema/ Si la mía y la de todos/ es así contradictoria/ exitista y deprimente/ arrugada en las esquinas/ con amores en las noches/ y solitarias en el día”.
Pero también es la vida que se sueña y que se quiere. “Cuentan cuentos las ciudades/ nos venden en lata la alegría/ nos inventan colores y canciones/ pero abajo/ sublevado en las paredes/ los versos suenan distinto/ el amor crece en los hombres/ la guerra crece en los montes”. Implícito reconocimiento de la capacidad de la poesía en los procesos de liberación propuestos por la militancia. El uso de la palabra poética que es parte de la transformación colectiva porque es la voz que hace mejor el mundo, que puede hacer felices a los que luchan por lograrlo. “(…) entonces/ sol fusil y soledad/ hoy te regalo/ mi sonrisa/ la mejor/ la más dulce/ en un poema.”
Esa palabra que se convierte para siempre en necesaria, imprescindible. “(…) preparar la inteligencia/ el corazón y las palabras/ compañeras de descubrir la vida que contienen”. Desandamos el tiempo que es solo el intervalo de una vida. El final está enunciado. Ha sido largo el camino recorrido, pero se ha logrado esa transformación que se ha buscado. Así dice: “El placer hermoso de sentir/ que nos vamos haciendo/ tarde a tarde/ con palabras/ con sonrisas/ y caricias/ y que somos/ una esquina de nuestro continente/ un poco más el otro/ un poco menos uno”. Complejidad del sentimiento que conjuga la experiencia con los sueños y utopías. Una síntesis perfecta de la afirmación de una identidad. La identidad de un sujeto militante latinoamericano. Un sujeto en la aceptación de los otros y en el abandono de su yo protagonista.
El amor pasión de los humanos, ocupa el espacio de escritura de los primeros años. Espacio que se complejiza lentamente a medida que recorremos, inversamente, los días de su vida. Así irrumpe: “Cada vez que me miro en tus ojos/ y sonríes o me hablas, no te tengo/ que mirar para ver lo que busco/ sé que estás y contigo está todo”. Una complejidad de su crecimiento, como persona individual, nimbada por la pasión amorosa, en el sujeto colectivo, comprometido en una acción que se escalona desde el reconocimiento de las dificultades del mundo, hasta su propuesta de erradicación total.
Así un poema del año 72 describe con precisión esta nueva mirada que se transformará en una militancia activa: “Caminar y… sentir la mirada/ de los niños hambrientos/ las barrigas hinchadas…/ las mujeres de paso cansado/ y las manos duras/ las casas de lata/ las caras ajadas… / y las sangre que hierve en mis venas/ la bronca el dolor/ … y sentirme impotente, yo sola/ no puede devolverles el pan/ y la risa/ y la gente se ríe, va y viene/ sin siquiera mirar a los pobres”.
En el año 74, esa mirada se convierte en la de un sujeto de acción. Las palabras no miran solamente. Dicen cómo se puede cambiar eso. “Quiero encontrar mis días/ con una paz profunda/ y dulce/ poder sentarme cada noche/ debajo de mis estrella/ y meditar muy silenciosamente/ descubrirme las glorias los errores/ el amor / la alegría la muerte/ de todos los porque no he sido/ saber a dónde voy mañana/ medir mi fuego y encauzarlo sabiamente”.
El sujeto individual conmocionado por la pasión amorosa, cede lentamente su lugar a ese otro sujeto colectivo que se transforma así, desde el observador centrado en su mirada hasta ese sujeto militante. El amor se convierte en el amor a todos los desahuciados y marginados del sistema. Es decir, que los sentimientos constituyen esa fuerza que hace de Ana otro sujeto. Un sujeto transformador de su tiempo y de su mundo. “Quiero aprender mil cosas/ estos días/ a caminar segura/ los umbrales/ de mi madurez indefinida/ descubriendo a cada instante magia / en la tristeza, en el pasado/ y fortaleza / para poder avanzar sin / demorarme. Aprender a ver sin negar/ nada de lo que siento, soy,/ quiero, desprecio/ y al mismo tiempo ser en los demás/ como yo misma”.
Una militancia que implica también la racionalidad de una ideología: “(…) y escalar en dos segundos/ las cosas importantes/ reencontrar en las ideas/ los sentires cotidianos/ que olvidé por un momento/ y que son la causa de mi fuerza/ la razón de mis pasos apurados/ por el mundo… (…) y el reencuentro reproduce/ la unión eterna e irreversible/ de la sangre en libertad y los caminos/ que nos llevan como el mar a la victoria”. Transformación que tiene como objetivo la acción para el cambio social de su tiempo y de su espacio: “(…) quizás pensar en remolino/ las cosas y la gente que no entiendo/ haga dudar mis pasos y equivoque los caminos/ pero al final de la tormenta de mis noches / está clara y segura/ la libertad naciente de mi pueblo”.
Un sujeto de acción pasible de devenires inciertos, peligrosos, cercanos y proclives a la desaparición, las torturas y la muerte. De ahí cierta presencia lacerante. De ahí, también, cierta intuición de un final posible y muy cercano. El primer poema del texto, el último que escribiera, lo dice. Enuncia así la ambivalencia de una realidad hecha de contrastes: “(…) Vida / muerte y sus correlatos, así se contraponen. Es de noche/ me pienso como pájaro y vuelo/ entre estrellas y tristezas/ buscando mi verdadera vida/ un lugar un amor una victoria/ y navego- vuelo/ sola en mi cuarto/ en esta noche calurosa/ en un otoño entristecido por la ausencia/ de emociones y sonrisas”.
Y entonces, cierro el texto. Soy toda transparencia. Repito los poemas en voz alta para tener, no solo la significación de las palabras, sino su sonoridad de poesía. Son las palabras de Ana, me digo. Sus poemas. No habrá más palabras vacías después de ella. La vida se desplaza lentamente. Ahora está la luz de una presencia. Sus palabras trajeron esperanza. Como lo hicieron antes, lo hacen ahora y lo seguirán haciendo siempre. Me quedo en silencio. Este tiempo ya escucha las palabras de Ana María Villanueva. Son ustedes que las leen.
Hasta más vernos. María.
María Paulinelli es Licenciada en Letras Modernas por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyH) y Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea por el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Profesora Adjunta de Literatura Argentina II en la FFyH, Profesora Regular Adjunta en Literatura Argentina en la Escuela de Ciencias de la Información (ECI) y Profesora Titular Plenaria en Movimientos Estéticos y Cultura Argentina de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC). Investigadora y directora de proyectos de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SECYT-UNC).
Autora de Relato y memoria: la dictadura militar en Córdoba (2006). Ha escrito capítulos de libros y artículos en revistas científicas. También ha compilado y coordinado volúmenes colectivos.
Primera directora de la ex Escuela de Ciencias de la Comunicación desde el retorno democrático argentino, cargo que ocupó en dos mandatos. Primera Profesora Emérita de la FCC designada por el Honorable Consejo Superior de la UNC.
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Sin dudas, es una obra para atesorar y leer varias veces. Tan importante como el libro es el análisis, puntilloso y dulcemente elaborado, que hace María. Sus palabras te acarician y te trasladan a un tiempo donde nada era fácil. Con rigor, se convierten en un apasionado testimonio del devenir de Ana María y su desgraciado destino. Es una delicia seguir a María en esta tarea que ella ha encarado con tanta solvencia, seriedad y cariño, rescatando la esencia de obras de muchos que hemos sido sus alumnos. Muchas gracias por tanto, querida María.
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