Ideologías, paradigmas y utopías: solo dos modelos

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Este material extracta contenidos del libro del autor Ciencia y Tecnología en tiempos difíciles. De la “ciencia pura” a la “ciencia neoliberal”, co-editado en 2020 por Eduvim y por la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba. Asimismo, del libro en preparación La ciencia en la etapa post-neoliberal: ¿superación o condena?

Reflexionar sobre bases socio-económico-culturales es, en esencia, pensar sobre ideologías. Aunque también puede acercar a un enfoque maniqueo. Sin embargo, si nos alejamos del temor a aquella palabra, también permite evidenciar semejanzas, diferencias y realidades entre sistemas posibles, aunque muy diferentes.

En esta dialéctica, no cuentan los clamorosos slogans, los lemas vocingleros, las frases resonantes, ni las estruendosas consignas políticas. Mucho menos suman las falsas promesas, las ofrendas grandilocuentes, las hipócritas lealtades o los compromisos vacíos de contenido de los dirigentes en campaña electoral.

Cuando, desde el pasado hasta el presente, se consideran las obras realizadas, los legados transmitidos y las conductas asumidas frente al individuo de a pie, solo sedimentan unos pocos paradigmas. Y sin duda, siempre es esclarecedor el análisis de los sistemas disímiles que orbitan el planeta.

Memoria para la desmemoria
Los padres de la Patria Grande, en la sufrida Latinoamérica, inspiraron abundantes utopías. Casi nunca se alcanzaron plenamente, pero muchas veces estuvieron cerca, lo que alienta para seguir en su defensa. Este subcontinente, desgajado desde su origen por los mismos intereses que dominan el presente, tuvo y tiene sus propias utopías. Libertad, independencia, justicia social, soberanía, autodeterminación y otros valores que figuran en todas las constituciones, son utopías vivas que no armonizan con la hipocresía.

En la historia reciente, ni la desmemoria inducida puede ignorar las avalanchas de sangre y plomo de los latinoamericanos años setentas, bajo el Consenso de Washington y la Doctrina de la Seguridad Nacional. En Argentina y la región, los facciosos impusieron, bajo el pretexto de la “guerra contra la subversión” (que habían aniquilado antes de empezar), un sistema socio-económico de extrema crueldad, trampolín de un experimento continental que impulsó un capitalismo violento y extremo: el neoliberalismo.

Luego del aparente agotamiento del régimen militar, la etapa postdictadura de los ochenta, sin cambiar el plan socio-económico que le dio origen, mantuvo el mismo sistema, disimulado en gobiernos formalmente democráticos, bajo idénticas presiones externas asociadas a sus cómplices internos.

Desde la debacle setentista y su posterior maquillaje, la caída fue en el profundo pozo del neoliberalismo rampante y desembozado de los años noventa. Mucha literatura, filmografía y documentación está disponible para las jóvenes generaciones que quieran informarse.

En el recorrido del primer decenio del nuevo siglo y a partir de fuentes insospechadas de “populismo”, fue evidente que la situación en Argentina y Latinoamérica venía cambiando de una manera inédita desde la primera colonización del siglo XV. Forzando una síntesis, sus bases pueden encontrarse en la custodia de la memoria histórica, en la reparación de las atrocidades del pasado cercano, en la mayor justicia social y en la inclusión de las minorías olvidadas durante décadas.

La mayor parte de esos cambios se lograron en gran parte del subcontinente y por primera vez desde su “descubrimiento”. Se podrá coincidir o no, en todo o en parte, pero lo que está fuera de discusión es que las últimas décadas del siglo XX fueron muy distintas al comienzo del siglo XXI, tanto en Argentina como en la Patria Grande, y en ambos horizontes se ganó en dignidad. 

Paradigmas e ideologías
Aunque podría no parecer atractivo elegir entre dos posibles modelos, sin embargo, no es una falsa opción y puede contribuir al análisis dialéctico. Al considerar las necesarias modificaciones y la profundización o encarrilamiento de los cambios realizados o prometidos, es esencial analizar las alternativas pasadas y presentes, para encontrar o no la senda hacia el futuro. En el recuadro adjunto, se ofrece un resumen comparativo de las realidades nacional, regional y planetaria, que quizás ayuden a pensar y a decidir.

Política Interior1) Neoliberalismo, patria financiera y especulación.
2) Gasto social improductivo y hegemonía individualista.
3) Concentración de la renta y flexibilización laboral.
4) Mega-empresas y privatización de entes estratégicos.
5) Exportaciones primarias con importaciones masivas.
6) Mercantilización y privatización de la salud.
1) Planificación económica con base social.
2) Inversiones públicas e impulso cooperativo.
3) Equilibrio del rédito, pleno empleo y paritarias.
4) Impulso a pymes y defensa del acervo nacional.
5) Valor agregado y sustitución de importaciones.
6) Ampliación del sistema sanitario público.
Política Exterior1) Genuflexión ante el poder hegemónico global.
2) Defensa del capitalismo neocolonial.
3) Desunión regional y pago ad libitum de deuda externa posible.
4) Hipótesis de conflictos latinoamericanos.
5) Consenso de Washington y Fuerzas Armadas en el Comando Sur.
6) Alianza del Pacífico y OEA con control de Estados Unidos.
1) Amparo de intereses nacionales y regionales.
2) Lucha por la soberanía económica nacional.
3) Patria Grande y pago en la medida social.
4) Coordinación para la defensa regional.
5) Soberanía ética y Fuerzas Armadas constitucionales.
6) Mercosur, CELAC, OEI y unión latinoamericana.
Justicia, Educación y Cultura1) Indulto a delincuentes cívico-militar-eclesiásticos.
2) Defensa monopólica y reducción de políticas sociales
3) Precarización del trabajo doméstico y del obrero rural.
4) Desguace y privatización de la escuela pública.
5) Fuga de cerebros y empresarización de universidades.
1) Juicio a los genocidas y apropiadores de niños/as.
2) Impulso a la pequeña empresa e inclusión social.
3) Dignificación con adecuadas leyes de protección.
4) Analfabetismo cero y escolaridad plena.
5) Soberanía intelectual pública, gratuita y laica.

El motor de la utopía
Ambas columnas, sin necesidad de epígrafes, resumen modelos distintos basados en ideologías diferentes. Una prioriza el neoliberalismo exitista y antipolítico, el mundo como una gran empresa para explotar, la centralidad de leyes del mercado, el disciplinamiento desde las embajadas, las relaciones carnales con el Norte, los científicos lavando platos, el predominio extranjerizante, las conductas misógino-patriarcales, la inhumana disolución cultural.

La otra columna representa como denominador común la justicia e inclusión social, el equilibrio de la riqueza, el consenso legislativo soberano, los vínculos internacionales igualitarios, la defensa de culturas originarias, nacionales y regionales, el respeto por la igualdad entre géneros, el valor del ser humano en su sociedad.

En suma, una representa la mercantilización de los ideales; la otra encarna la valoración y vigencia de las utopías; una presentó a la Reforma de 1918 y al Cordobazo como logotipos insultantes; la otra, como ejemplos de resistencia y soberanía popular.

Desde hace décadas, el neoliberalismo intenta convencer sobre la bondad del libre mercado, el efecto derrame, el hiperconsumo, la producción masiva, la tecnocracia. En el mismo lapso, fue evidente que la economía sustentable a nivel global debe incluir el bienestar general de la población y no el privilegio de un grupo minúsculo del planeta.

Durante decenios, el neoliberalismo trató de imponer el colonialismo cultural en la idea del éxito individualista, del “no te metás”, del fin de la historia y la muerte de las ideologías, de la agonía de derechas e izquierdas. En ese tiempo, también resultó claro que la solidaridad no ha muerto, que el éxito se asocia con el trabajo grupal, la participación, cooperación y organización; que la historia y las ideologías están vigentes; si no, no estaríamos llegando al final de este artículo. Y, sobre todo, se ha aprendido que se puede luchar contra la imposición del neoliberalismo y contra los imperios.

Vale la pena volver al concepto de utopía antes mencionado, que según la R.A.E. “es un proyecto irrealizable, pero que se puede concretar en el futuro”. O como difundió Eduardo Galeano: “Utopía es como caminar hacia el horizonte, que se aleja, pero que sirve para caminar”. El modelo neoliberal de los años 1970s, 1980s, 1990s y 2015-2019s ya se sabe lo que representan. El otro modelo, contrapuesto, es una deseable utopía que orienta hacia un futuro mejor.

Es probable que las alternativas posibles no convenzan enteramente, pero no es momento de neopesimismos mal encubiertos, ni de resignadas medias tintas, ni de apoyos sufrientes que anticipan una apertura prematura de paraguas. Las utopías se defienden con organización y participación, poniendo sobre la mesa lo que sea necesario poner, para no caer en un final de frase que se rescata de Boaventura de Sousa Santos: “(…) fue tan grande el miedo a la esperanza que la esperanza acabó por tener miedo de sí misma, y entregó sus adeptos a la confusión”. O lo dicho por Baruj Spinoza en el siglo XVII: “En política no hay que reír ni llorar, solo comprender”, posible de trasladar al lenguaje de Arturo Jauretche como “nada grande se puede hacer con tristeza”.

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