Paul Válery: Malos pensamientos

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El ciclo de reseñas sobre el catálogo de la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) sigue creciendo y se expande en su descubrimiento de géneros. Hoy recorremos Malos pensamientos, de Paul Válery, obra publicada en 2019, dentro de la colección Eduvim Literaturas.

La escritura puede bordear espacios diferentes. Pretender la materialidad que dan los signos. Realizar sinuosos recorridos. Superar la fragilidad de la voz de quien escribe. Eternizarse en las lecturas que otros realizaran una y mil veces. Siempre, en ese atisbo fugaz de querer ser para siempre. De ahí, la infinidad de textos. De ahí, también, la resonancia con otras voces, otras escrituras y otros tiempos. De ahí ciertas permanencias, las desapariciones, los reencuentros.  

Y, como una respuesta a esa suerte de interrogantes que musito, emerge un nombre. Paul Valéry. Encuentro un libro: Malos pensamientos. Reconozco la matriz donde se origina. Los cuadernos. Y entonces, leo. Indago. Presiento. Interpelo. Finalmente, enmudezco ante lo inaudito. Lo increíble. 

Vuelvo a ese nombre que desata en mi memoria, la figura de un poeta moderno como pocos. Imbuido de esa racionalidad que lo identifica y lo excluye de otros nombres. Pero también, lo aísla de la precariedad de un momento de la historia y lo arrasa hasta estos, nuestros días. Lo convierte en una transparencia que recorre el siglo XX y es luminosa certeza en el XXI. Por eso, su presencia. 

Su voz resuena, ahora, en esa suerte de diario que escribiera durante cincuenta y un años. Los cuadernos. 261 libretas de apuntes que escribiera cada día “entre la lámpara y el sol”, como dijera. Miles de reflexiones centradas en el interrogante: “¿Qué puede un hombre?”. De ahí su desmesura. No solo por la magnificente dimensión del texto, no solo por los años transcurridos en el quehacer de la escritura, sino por la densidad de un enunciado que traspasa posibles denominaciones en las categorías textuales que lo enuncian como en la coexistencia de enunciaciones múltiples, variados, que horadan toda categorización taxonómica. 

Eduvim publica Malos pensamientos. Extrae fragmentos que ordena en recortes titulados por las letras del alfabeto. La minuciosidad de la escritura se metaforiza en esas letras mayúsculas que pretenden editar la totalidad de Los cuadernos. Están casi todas las letras. Está todo lo dicho, parecen susurrar en ese empeño. Pero en ese casi, está metaforizada la imposibilidad de editar todo. De una lectura completa del texto que lo funda. Faltan solo 7. Están las 20.   

En una acertada estructura se edita al final la voz Louis-José Lestocart que no prologa, ni menos epiloga. “Paul Valéry, el acto literario como pensamiento de la complejidad” responde a las disquisiciones que la lectura pudo provocar. Indica esa permanencia que cruza los últimos dos siglos. Explica entonces las posibles vinculaciones con el hipertexto, las cuestiones sobre inteligencia artificial que hacen a Valéry no solo moderno, sino también contemporáneo. De ahí que hable de “el advenimiento conjunto de un mundo y una mente, tomando como punto de partida las acciones realizadas por un individuo en la mundo”. Es así, que define Los Cuadernos como “una red interna y subyacente y de vínculos, modos, puentes, que prefiguran el hipertexto”. Pero, asimismo, como instrumento o cálculo inicial que “concluirá en la lógica formal y el advenimiento de la informática, hasta llegar a la inteligencia artificial”.    

Acertada e imprescindible presencia la de Lestocart que muestra el traspaso de la literatura como acto de habla al pensamiento, de la creatividad y la expresión de la subjetividad a la complejidad de la ciencia. Arte y ciencia resultan así inseparables. Pensar se relaciona con la posibilidad de formular hipótesis, nombres y modelos. La escritura se expande en una búsqueda inaudita de los recursos que permitan enunciar estos textos diferentes que ocuparon todas las mañanas de la vida de un hombre que hoy sigue hablando para nosotros criaturas de otros días, otras realidades, otro tiempo.  

Indago el sentido del título. “¿Por qué Malos pensamientos?”, me pregunto. Leo una y otra vez, algunos fragmentos que en la lectura he subrayado como pertinentes a esa denominación. Encuentro esto: “Los malos momentos están hechos para aprender algunas cosas que los otros no muestran”. Traspaso la significación de “malos” como lo que no se comporta como debe, según el Diccionario Panhispánico de Dudas. Podría inferirlo, pues, como carencia, como falta. “Malo” se entendería así como lo que no se adecua, lo que no corresponde al sustantivo “pensamientos” al cual adjetiva. Es por esto que, así como los malos momentos posibilitan aprender lo que no se muestra, los malos pensamientos habilitarían pensar de modo diferente. Complejizar, diría, Lastocart. Totalizar, aventuraría yo. No está en juego la carencia de bondad, la presencia del mal como pecado, la rebelión ante Dios etcétera, según la explica la RAE. El título significaría la diferencia de un pensamiento que muestra una forma distinta de pensar, de interpelar al mundo, y, también, de enunciar el resultado de esa búsqueda.  

Y, esto último, ya es Literatura. ¿Cómo decirlo? ¿Cómo escribirlo? Valéry, en esas infinitas mañana, hizo literatura y mostró otro espacio que, desde entonces, la literatura ocuparía. ¿Cómo pensar? ¿Cómo decirlo en la inconmensurabilidad de las palabras? Por eso, el alfabeto que estructura la edición que estamos reseñando como recurso organizativo. También, por eso, la utilización de distintos dispositivos que subrayan la pertenencia a la literatura. Aforismos, poemas en prosas, relatos, fórmulas, disquisiciones filosóficas, conceptos sobre arte y estética, apuntes psicológicos, políticos, biográficos, de crítica estética o sociológica. Recursos poéticos.

La palabra como medio, como instrumento que comunica y transmite el pensamiento, aparece una y otra vez en sus reflexiones. Cargadas de ironía, a veces. “Nunca dejarse manejar o manipular por la palabra hablada o escrita, a la cual tenemos el deber de resistir. Este deber exige que consideremos como palabra (todas las veces que sea posible y sin ser imprudentes) la palabra”. Centelleando en sus posibilidades, otras. “Cuando nos entendemos los unos a los otros, solo creemos en la existencia de las cosas que nombramos durante el intercambio. El intercambio crea”.

Básicamente, los dispositivos son reflexiones que se condensan en definiciones. Lo absoluto del amor, se conoce por la inquietud permanente del que ama”. La metáfora irrumpe -a veces- en la definición como la posibilidad de expresar la totalidad del enunciado: “Las mujeres son una mezcla de deseo de cierta brutalidad con la exigencia de inmensas consideraciones. Les encanta la fuerza, pero una fuerza que a veces se inclina y un tigre que cada tanto devora y cada tanto se vuelve alfombra de cama”.                                                               

La poesía siempre presente. Intercala poemas. Como si el lenguaje poético condensara la tenacidad como lo dice. Así en “Sabidurías”, enuncia: “Una sabiduría le escapa al Amor/ Como el animal le escapa al fuego; /Teme ser devorada. / Teme ser consumida./ Una sabiduría lo busca,/ Y como el ser inteligente,/ Lejos de escaparle, sopla la llama,/ La transforma en su fuerza y funde el hierro,/ Así el Amor le presta sus poderes”.

Pero también, la narración como procedimiento se inmiscuye, en brevísimos relatos. “La mosca que corre sobre el espejo no se preocupa por esa mosca invertida sobre cuyas extremidades se apoya y corre: pero ve en cambio en el plano, pulida una cantidad de cosas”.

En otros, más extensos. Un Dragón (o un monstruo de otra especie) custodia el tesoro en la Primera Puerta. Si lográs enfurecerlo, quedará a tu merced. Mostrará su corazón y se lo perforarás. Una mujer maga de una belleza perfecta custodia la Segunda Puerta. Si lográs encantarla a su vez, quedará a tu merced. Te abrirá sus brazos y la encadenarás. Un niñito triste custodia el Tercer Umbral. Si lográs hacerlo sonreír”.                                                             

Otros recursos como la inclusión de apólogos: La rana quiso volverse tan gorda como el buey. El comienzo de esa operación fue satisfactorio. Antes de explotar, pudo tener la ilusión de que engordaba como tenía previsto. Pero otra rana quiso hacerse tan chiquitita como una mariposa. No pudo ni siquiera empezar a reducirse. Moraleja: es más fácil hacerse más grande, o más bien pensar en ello, que hacerse más chico”.

No faltan los proverbios con su providencial sabiduría. “Proverbio para los poderosos. Si alguien te lame las botas, ponele el pie encima, antes de que empiece a morderte”. Una especie de totalidad de la cultura tradicional que se entremezcla con el conocimiento profundo de la historia y la cultura, siempre desde la perspicacia de un conocimiento personal. Hay cosas de Corneille que asombrarían si fuesen de Shakespeare. Como los cadáveres que flotan putrefactos, al principio de Pompeyo; y en la imitación, sobre las penas infligidas a los lujuriosos en el infiernos, estos versos muy fuertes”.             

Arrobada por la nitidez de las enunciaciones, he olvidado la estructura del enunciado. Les hablé de las letras del alfabeto que titulan los recortes. A veces con límites precisos. El pensamiento. El amor, la literatura. Otras, con la dispersión que provoca la pretendida inclusión de la totalidad. 

Un vértigo por saber más nos lleva a leer más y más. Nos internamos en los temas desde distintos ángulos, inquisidoras miradas, extrañas proposiciones. El arte, la ciencia, el conocimiento, el lenguaje, el amor, las palabras, el diálogo entre personas, tantos otros, se desplazan intermitentes en busca de certezas que aparecen, se escabullen, reaparecen, nos deslumbran en ese reflexionar de días, meses y de años, desde la luminosidad de las mañanas de ese hombre que aún nos dice lo nuevo de este mundo. 

Necesitaría todo el tiempo de una vida para contarles la plenitud de Malos Pensamientos. El mismo que llevó a Paul Valéry a escribirlo para quienes escribía. Esos que somos, podemos ser aún, los lectores de sus notas. Eduvim lo hizo posible al editarlo. Nos queda a nosotros la infinita posibilidad de la lectura. Una experiencia única. Sublime. 

Hasta más vernos. María.

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