Leonor Picchetti, un eco censurado en la Quebrada de Humahuaca

Narradoras Argentinas expande sus títulos, alcanza otras latitudes y rescata nuevos relatos. La colección dirigida por María Teresa Andruetto, Carolina Rossi y Juana Luján llega a la docena de piezas de la mano de Dos novelas cortas, de Leonor Picchetti.

Nacida en Buenos Aires en 1942, vivió dos décadas en Jujuy, hasta que decidió inscribirse en la carrera de arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba. Sus estudios en la materia no prosperaron, había otras motivaciones que la llevaron a escribir, entre sus veinte y veintidós años, las novelas breves Los pájaros del bosque en 1964 y La palabra mágica en 1966.

La crítica literaria de aquel entonces quedó cautivada por la personalidad de esta literatura y por tratarse Picchetti de una autora novel que se animaba a la irreverencia a través de un proyecto escritural autobiográfico de libertad cronológica y con el encanto propio de los primeros años de vida transitados en la infancia, adolescencia y juventud.

Entre los primeros lectores de Picchetti se destacó Jaime Rest, quien el 25 de septiembre de 1965 dedicó una conferencia en la librería Falbo para observar la obra de esta nueva escritora argentina, como decidió llamar a la autora de Los pájaros del bosque, una narración, a su parecer, difícil de parangonar con otras producciones hasta ese momento publicadas, por su originalidad imprevista, espontaneidad y potencia rupturista.

La novela nos invita a pasear por la conciencia de María Pragda, la protagonista, de un recorrido testimonial coincidente con el de Picchetti, donde se funden la fantasía e imaginación al servicio de un erotismo pendulante entre la sensualidad, la pureza y el amor. Esta apuesta auspiciosa para una porción de la crítica también tuvo sus detractores, defensores de las buenas costumbres de la época en cuanto a hábitos y a lineamientos literarios, algo que no encontramos aquí: en vez de ordenamientos estéticos de la información aparece una clara intención discursiva de bombardeo de impresiones.

Lo cierto es que esta producción pasó desapercibida, entre algunas razones posibles, por la residencia lejana, en relación a los centros intelectuales, que decidió Picchetti al vivir en Maimará. No obstante, una nueva lectura de Dos novelas cortas y el ejercicio de remontarnos a la irrupción que estos escritos generaron en la calma literaria del Jujuy de mitad de siglo XX nos incentiva a pensar que predominaron aún más las fronteras de la pacatería antes que las limitaciones geográficas.

Para conocer más sobre Dos novelas cortas, ingresar aquí.   

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