El mundo, las personas y las lenguas

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Una nueva entrega de nuestro ciclo de reseñas nos convoca nuevamente y en esta oportunidad, nos adentraremos en El celo de la lengua, de Adrián N. Bravi. Este título forma parte de la colección Diálogos entre Italia y Argentina, dirigida por Emilia Perassi y Camila Cattarulla, cuya traducción al español estuvo a cargo de Lucila Pagani y Silvio Mattoni.

Este marzo, la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) nos sorprendió con un texto de Adrián Bravi. Un texto que es ensayo… es poesía… es la memoria de algunos escritores…y es, también, la nostalgia que deslumbra e interpela. Porque todo eso, es El celo de la lengua.   

Adrián, un escritor de dos espacios. Uno de acá, cuando era niño adolescente. Otro —después del mar— el lugar de donde vinieron los abuelos de muchos de nosotros. Uno, Argentina, más concretamente, Buenos Aires. Otro, Italia, específicamente, Recanati. Dos espacios, dos países, dos modalidades de existencia, con la memoria, la cultura, la Historia, las historias y … dos lenguas… más las personas que las hablan, las escriben. Dos posibilidades de nombrar el mundo desde las palabras que las dicen. Dos posibilidades, también, que alcanza la escritura en las letras dibujadas. Y entonces, Adrián Bravi, enuncia un texto que sorprende, que asombra, que enamora.

María Teresa Andruetto en el Prólogo explicita: “Pocos libros entran tan hondamente como este en la exploración de la lengua y de nuestra relación con ella. Pocos libros de ensayo me han conmovido tanto.” Indica así, sucintamente, la singularidad del texto. Lo define.

El epígrafe de Julia Kristeva, metaforiza esta singularidad en su composición. “Hablaba ruso en quince lenguas.” La multiplicidad de voces de escritores que musitan experiencias de la lengua, categorías que proponen y que se mezclan con la poesía que tiene la memoria, se entremezclan con la voz de Adrián que cuenta de su vida, de los espacios que habitara, de la particularidad de acontecimientos que encuentra en su existencia y que se transformaron, se transforman por la lengua que lo dijo, que lo dice… y no era la que hablaba, la que habla…  en ese, este —ahora— un tiempo.

La estructura del texto es fragmentaria. Semeja ese vasto recorrido que suma la experiencia, la indagación de los conceptos, la memoria. Por eso, hablábamos de distintos discursos que lo integran. Por eso titulamos: El mundo, las personas y las lenguas. Veintinueve capítulos muy breves. Con un título que indican a dónde vamos. Como mojones que simulan los momentos, los espacios que permiten recorrer mientras se lee. Una nota final del autor informa sobre la publicación de algunos capítulos en distintas revistas.  Enfatiza la presencia permanente de su voz que dice y dice.

Y empezamos la lectura. Una lectura que se inicia con Premisa. Premisa es de hecho, la introducción que guía el recorrido del texto. Es un capítulo más de la estructura. Y entonces, musitamos párrafos que tienen la sabiduría condensada y que explicitan el sentido del celo de la lengua. “No se trata de tener más o menos familiaridad, o dominio, sino de estar en la lengua, de vivirla y transformarla desde adentro.” La lengua pues como algo vivo, pasible de cambios que produce la vida en su acontecer. Una vida que tiene la singularidad de cada humano. Por eso, agrega: “Nuestra vida se reescribe de alguna manera, se reinscribe a la luz de una nueva experiencia.” Completa: “Cada uno de nosotros se mueve entre registros diferentes y entre varios modos de reinterpretar la propia vida”. De ahí, su relevancia en la identidad de las personas, en el mundo que hacen los humanos.

Formula, ahí, el sentido de del texto: “Este libro nace de la necesidad de enfrentarme, por un lado, con la hospitalidad que ofrece la lengua (hospitalidad que encontré siempre entre las páginas de los autores italianos, entre los dialectos y las variedades habladas), por el otro, es una confrontación con algunos autores, que por alguna razón, cambiaron de lengua o reflexionaron sobre esta transformación.” Sentido que prefigura los temas que escalonados, configuran el mapa de lectura. Y entonces, comienza con su propia experiencia. La Infancia como ese espacio que configuró el tiempo de una lengua. Una memoria que tiene la fuerza del insomnio, de los sueños que se apegan y nunca nos dejan sin su imagen. Y así dice: “Si desapareciera la palabra crecida desaparecería para mí, todo un mundo que lleva consigo o que, incluso está dentro de esa misma palabra.”

Desorientaciones, Las lenguas de mi tía insisten en esa singularidad que tienen las personas, particularizado en su existencia. Una existencia que — desde la primera persona que nos habla— ratifica la memoria como un espacio peculiar de la lengua en los humanos: “Entonces, pensé que existe una zona íntima de la memoria donde el pasado se hace voz en una lengua determinada.”        

Como en un permanente palimpsesto, que se escribe y se reescribe con la inclusión de otras voces, otras vidas, Adrián recorre las peculiaridades que la lengua va tomando, según los tiempos, los espacios, las personas. La lengua del amor, La hospitalidad de la lengua, La lengua enemiga, El celo de la lengua…y otros más son los capítulos de ese recorrido donde se mezclan las palabras de escritores, los acercamientos conceptuales —siempre imbricados con la existencia que se vive—, la memoria construida, la vida que es la propia y que se tiñe de la autenticidad que afirma ese enunciador que da paso a la nostalgia, y al mismo tiempo, al resguardo, la admiración por el presente. Porque el texto es puro sentimiento que transforma y colorea, que tiene la ampulosidad de lo vivido y que, resulta una memoria que se explaya con la voz de otras memorias, de otros lugares, de otras experiencias… siempre con el protagonismo de la lengua.            

Deambula así por los textos de escritores que hablan de la lengua, que muestran esa amorosidad en el reconocimiento de ese medio que es a la vez, contenido y continente. Una escucha de voces, que resulta una especie de salto a lo posible de decir desde los textos que se enuncian… y que surgen de ese cierto caos del mundo en su existencia. Por eso dice en su transparente recorrido de todas esas vinculaciones, de todas esas incidencias: “Son las poéticas del caso… y, por lo tanto, de los flujos migratorios, las invasiones, las oposiciones y las connivencias las que subvierten las lenguas, las declinan y las enriquecen. Quizás ahí radique el secreto de la lengua, en plegarse a las demás hasta transformarse y convertirse en algo distinta de sí misma.”

 Y el texto sigue y sigue. Los distintos fragmentados recorren las vicisitudes de la lengua en el tiempo, en los espacios, en las personas. Identidad y lengua nacional, a lengua de la muerte, el abandono de la lengua, la dificultad de abandonar la propia lengua, La lengua como defensa… y finalmente —triunfante— ese último capítulo que enuncia La maternidad de la lengua II. Si el primer capítulo diseñaba cierto recorrido, este cierra —de manera contundente— las ideas desperdigadas. Así dice: “Cada lengua lleva en sí misma una mirada, una estructura del tiempo; declina pasado, presente y futuro a su manera, de modo que en algunas lenguas puedo crear períodos y construcciones que en otra sonarían completamente fuera de tono, cuando no incomprensibles.” Y ratifica: “La lengua es una manera de ver e interpretar las cosas. Incluso moldea nuestro comportamiento. Por tanto, más que en un mundo, se nace y se vive en una lengua”. Concluye: “Por eso un cambio de lengua presupone una representación diferente de la realidad, y sin embargo, cuando pasamos de una lengua a otra, una parte de esa mirada que estaba dentro de la primera permanece como una maternidad oculta.”

Y esa presencia que afirma la autenticidad de lo vivido, el valor que confiere a la experiencia de su vida, se afirma en su enunciado: “… (detrás de este italiano en el que escribo resuena una voz que es un cúmulo de recuerdos y olvidos pertenecientes al castellano de mi infancia)”. “La nueva lengua crece sobre las semillas de nuestra lengua materna”, dice. De ahí la indisoluble identidad entre la lengua con la que nacimos y la lengua que se adquiere.

No podía dejar de transcribir el texto. La transparencia de las palabras en ese doble recorrido, del pasado al presente, de la voz de Adrián a las múltiples voces de escritores,  de la memoria personal a la memoria del mundo, de la concreción de conceptos a la nostalgia de la propia experiencia, nos permitieron, nos permitiran acceder a una escritura llena de luz y de significaciones. Una escritura que es toda poesía en esa indagación, en ese desplazarse con la virtualidad de palabras que aparecen y reaparecerán en cada nueva lectura.

Un texto con la singularidad de la vida.

Un texto para comprender desde la poética mirada de un escritor único en su experiencia.

Hasta más vernos. María

Comentarios

Una respuesta a «El mundo, las personas y las lenguas»

  1. Avatar de CARLOS ALBERTO GAZZERA
    CARLOS ALBERTO GAZZERA

    Gracias María por tu excelente lectura de este bello texto.

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