El talento en la sutileza

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Texto leído en la presentación del libro Emboscada, de Susana Stutz, en el marco del ciclo “Libros y lectura en familia”, co-organizado entre la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) y el Centro de Promoción del Adulto Mayor (CEPRAM), donde se desarrolló la cita el jueves 26 de octubre a las 17:00 horas, con la participación de Claudia y Marcela Revelli y Belén Mondati, hijas y nieta de la autora; la lectura de Andrea Lucca, el cierre musical de Alejandra Seimandi y la coordinación de Carolina Wild.

Hoy recordamos a Susana Stutz y presentamos su libro Emboscada, un libro pequeño incluido en la Colección Caterva. Reeditado por Eduvim, la Editorial Universitaria Villa María, que dirige Carlos Gazzera y en la que trabaja mi querida ex alumna, Carolina Wild.

Emboscada tiene 65 páginas. Son 15 cuentos. Textos breves, de dos, dos páginas y media, a veces tres. Es una reedición del libro publicado por Op Oloop Ediciones en 1998, con el Fondo Editorial de la Municipalidad de Córdoba. Tres de estos cuentos, junto con un cuarto que no está en Emboscada, habían sido incluidos en 1994 en la antología de Diez cordobeses cuentan así, con curaduría de José Scangarello, editada por Lerner. Y en 2013, “El rito” fue puesto por Susana Romano Sued en su antología Amazonia Central, de autoras cordobesas.

¿De qué se tratan estos 15 cuentos? Casi todos, refieren a asuntos mínimos, de las vidas sin estridencia de sus personajes, en situaciones a veces cotidianas, otras extraordinarias, o disruptivas, pero, como el género manda, con una resolución por lo general sorprendente.

¿Dónde está la singularidad de los cuentos de Susana Stutz? En lo mínimo de la cotidianeidad. Y en esa suerte de, como ella misma la llama, emboscada que tiende a sus lectoras y lectores. Porque Susana Stutz teje sus textos con precisión en el uso del lenguaje, vemos ahí algo de la Profesora de Lenguas que fue, y una gran riqueza literaria, pero también con algo de engaño. Sus textos son sutiles, las cosas están dichas a veces de un modo elíptico, como quien las quiere decir, pero prefiere decirlo a medias, de perfil, y cuando se espera el desenlace inequívoco, el remate, ella se esconde, confiando en que la lectura completará el sentido de lo narrado. 

Las de Emboscada no son historias felices. Tampoco, autorreferenciales. Aunque Susana Stutz nos ha dicho en una de sus reflexiones acerca de la concepción de un texto, escrita en el libro de Susana Romano Sued, que estos pueden surgir de experiencias de vida, de un recuerdo, de algo que hace de detonante de la historia, no es una literatura autobiográfica. Aun cuando podríamos creer que alguno de sus cuentos, como “El rito”, surge inequívocamente de uno de esos recuerdos de su vida, los textos de Susana tienen una cosmovisión que trasciende su mundo personal. Y sin abjurar de lo autobiográfico, encuentro en eso una de las muchas cualidades de estos cuentos.

Vemos a la tenue Susana Stutz detrás de estos escritos. Su sutileza, su suavidad para afirmar sin levantar la voz. Su delicado modo de hacerse oír. Pero cada texto tiene una autonomía que revela, al margen del origen de sus historias que podrían ser, como ella ha dicho, la remembranza de algo personal, un trabajo de lenguaje de enorme ductilidad literaria y conmovedora profundidad en la observación de lo humano.

Un gran capacidad para sorprender y hasta desconcertar. Las cosas son como parecen cuando comienza la lectura, pero cuando se avanza hay recovecos, giros, silencios, sobreentendidos, que alientan la duda, los medio tonos. Y desconciertan. No voy a contarles el contenido de estos cuentos, porque espoliar libros o películas tiene mala prensa. Pero veamos a campo traviesa unos trazos tenues de algunos de ellos.

En “Emboscada”, el primer cuento, que da nombre al libro, una mujer sospecha que su marido, que ya es abuelo, quiere estar solo. Es que el hombre vive una pasión irresistible con su vecina adolescente que a la vez vive su recuerdo de otro encuentro, con un joven como ella. Una traición, la huida, la distancia. ¿Quién cae en la trampa, entonces? Lo sugerido; lo dicho sin decir. 

En “El candelabro”, la rigidez de la educación religiosa. La ofensa en la infancia, un dolor sobre el cual se construye una carrera interpretativa de prestigio internacional. Hasta que la protagonista logra liberarse de los objetos que la remiten al día de la ofensa, y recién entonces puede sobrellevar aquel oprobio. Podría decirse que es una proclama justiciera, en la que, sin embargo, no hay una palabra altisonante ni un grito, apenas un rencor antiguo.

“Taxidermia” es la historia de un abandono, cuyas razones una mujer intenta encontrar en una visita al taxidermista con quien trabajaba el hombre que se ha ido sin aviso. 

Siempre elusiva, “La carta de Ratko” cuenta el desconsuelo de una madre que ha perdido a su hijo en la guerra. Y la compañía de un buey excedido en peso de tanto comer azúcar. Un pueblo de calles de tierra, las viudas, la desolación. 

En “Raíces”, el descubrimiento de un chico acerca del secreto familiar sobre su origen, un amor prohibido de su madre. El silencio y la ausencia de reproches. Un padre que vuelve cuando nadie lo espera. Siempre un tono de las cosas dichas a medias y un lenguaje exquisito. 

En “Galerías del San Roque”, dos personas se reencuentran en duras circunstancias: una médica y un compañero de trabajo que lejos está de las promesas de su juventud. También es una historia triste, aunque hay cierto optimismo cuando ambos se reconocen a pesar de la desgracia que ha ensombrecido la vida del hombre.  

“Tía Clementina” con un tema bastante visitado en los recuerdos de infancia. Una tía sargentona, los preparados en la cocina. Quizá el más clásico de estos cuentos, pero que tras su linealidad esconde tanto dolor y dureza como la que recorre todo el libro. Como ya he dicho, son textos de asuntos cotidianos, relaciones personales, conflictos de familia, ausencias inexplicables, pero hay dos cuentos que me remiten a un realismo social. 

“Ruego”, una descripción minuciosa de la vida de gente condenada a buscar cada día su bolsa de caridad para alimentar a los suyos. Y una historia que se repite de una generación a otra, a pesar de los ruegos de la madre. Aunque quizá sea el cuento con más crítica social es, desde la perspectiva del lenguaje, menos oscuro que otros detenidos en cuestiones más menudas. 

Y en “Estridencias”, un relato muy original con el holocausto de fondo. Otro golpe inesperado. Una vieja vecina, un ruido nocturno, unos gatos torturados. Es un cuento de terror, también una emboscada contra cualquier concesión a la bondad supuestamente inherente a toda víctima. Este texto muestra que las caras del horror son infinitas.

Finalmente, unas palabras para “El rito”, el cuento que cierra el libro, en el que muchos ven la síntesis de un dolor familiar que continúa por décadas. Aunque, como dice en la introducción Antonio Oviedo, hay un padecimiento sordo y recurrente en las escenas de Stutz, Susana no ha hecho de ese dolor el tema dominante de su literatura. Ya lo dije, la de Susana no parece una literatura autobiográfica. Ni literatura del yo, tan a mano ahora. Así, al explicar el origen de este texto, antes que a un suceso personal, Susana se remite a un hecho social que sacudió al país: el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas. 

Hay otras resonancias en estos textos de Susana Stutz. Algo de realismo mágico, por ejemplo, en “Taxidermia”, cuando la protagonista se encuentra en el taller del taxidermista. O en “La Carta de Ratko”, con el buey excedido de peso por culpa del azúcar. Y algo que recuerda a lo gótico, un género tan de época a partir de los libros de Mariana Enríquez. En ese mismo texto del buey obeso hay algo oscuro, hasta siniestro, que también encontramos en otros cuentos como en “El ritmo de mis pasos”, donde un hombre y una mujer pierden un hijo cuando alguien mata a la persona equivocada. Una historia de terror, siniestra, pero contada con tanta placidez.

En “A mediodía”, una mujer mayor recorre su vida, las ausencias, y el carácter inesperado de su nieto Maximiliano. Otra vez, algo del gótico, en ese nieto de siete años que se le presenta perverso. Y quizá, el más terrorífico de los cuentos, “Hilitos rojos”, con reminiscencias de algunas de las criaturas de Cortázar.

Entonces, resumiendo, las de Susana Stutz son historias mínimas, ancladas en hechos individuales, que sorprenden por su ambivalencia; por lo inesperado, lo elusivo, y un conocimiento profundo de la persona humana. Una escritura prolija, exquisita, atribuible antes a alguien con mucha experiencia, talento, lecturas y/o reflexiones sobre la lengua, amén de un gran talento natural, por supuesto, que al primer libro de una escritora que no volvió a publicar. Y aunque en un tono plácido, sin altisonancias, estos textos frecuentan el horror; algo de realismo mágico algunos de ellos; muchos, mucho de oscuridad filo gótica; un par de textos situados en grandes problemas sociales, y un modo de visitar un dolor antiguo, corriéndose de la literatura del yo. 

Siempre sutil, siempre Susana Stutz.

Comentarios

Una respuesta a «El talento en la sutileza»

  1. Avatar de Carlos Alberto Gazzera
    Carlos Alberto Gazzera

    Excelente nota. Me encantó ya cuando la había escuchado, pero ahora que la leo, es mejor… Gracia Mónica por tu sensibilidad.

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