Anatomía, esa práctica de memoria que tiene el cuerpo

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Texto leído en el marco de la presentación del libro Cuadernos de anatomía de Carlos Alonso, de Carlos Presman, la cual se celebró el jueves 15 de marzo a las 17:30 horas en el Auditorio Alberto Williams del Centro Cultural Borges, perteneciente al Ministerio de Cultura de la Nación, ubicado en la Galería Pacífico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Somos memoria, Carlos Alonso
El Moderno no está más, pero están los pos, pero en modo digital. Las ganas de tener memoria es por hacer presente. Fue en el Moderno que no está más. Por suerte esta Rashomon que espera Lorreine que nos enseñó que, de lo que ocurrió, no queda nada que sean aflicciones.

¡Ahí lo conocí al Alonso! No me di cuenta que dibujaba su vida hasta llegar a Unquillo, donde yo pasé mis primeras vacaciones. En el Moderno, que debería ser y estar, fue que yo aprendí filosofía de aquel Buenos Aires, con una bohemia que el vino en vaso tinto y a mí como curiosidad de inmigrante de la Docta olvidada. Toda esa Europa que quería ser Henry Miller.

Fue Moderno que está hoy aquí, conocer, conocerlos y Alonso, buen mozo. Miraba para dibujar. Pavada de mano en 3D que predicción del 2D. De dedos. No sé si lo conocí al Alonso en el Moderno. Sabía que el Moderno hacía Alonsos, que tenía kilómetros en los blancos papeles y que prefería callar y que la mano hablara. “Después la noche enorme en el cristal”.

El Moderno fue asesinado por brocha de metal. Nos amputaron de la poesía, después hubo un después que nos alejó de aquel vino del ocio y, claro, la mano dibuja y, ahora, pinta como esos niños que se pusieron, cejijuntos, lapidarios. El lápiz de piedra. ¡Nos mandó la vida! Y, entonces, después somos hermanos de la piedra libre, que estamos para seguirla con la luz del Alonso, la mejor linterna para proyectar sombras, el amor angustiante en un papel blanco para que la piedra diga.

Hoy soy la tapa de este book que encierra época, talento, amistad genealógica y aplauden las tapas a toda la sangre que patea a la muerte en el arco del infortunio. Contratapa. Alegría sanitaria. Que estemos juntos con este libro hermoso.

Presman, hombre que imprime vale por dos
Como es pariente, conozco los genes provenientes de mi hermana. Se acerca al Alonso porque Unquillo de afecto los une. Medico semiólogo habla claro. Él, porque lo asociativo con la pintura hormonal y su paisaje de exilado en su propio país.

Todas las imágenes enciclopédicas que ve son patéticas, las anomalías tienen para Carlos no solo una intención diagnosticante también lo amorfo de la realidad que la realidad lo niega, lo bañó de certidumbre porque eso le saca el ver.

Todo para no contagiarse de ver tumores, Carlos sublima en lo pictórico que Alonso médico del papel en blanco esgrime con el florete de Cyrano. Carlos debe haber reprimido sus gracias para buscar la densidad y conceptualizarlo al Alonso porque no es cirujano y callaría para siempre.

Pero quiere, puede y son muchos más que dos. Son alegres comadres del Unquillo donde todo es posible. Su humor mediterráneo tiene la grandeza del catolicismo promiscuo, en fin, este Carlos puede con Carlos porque Carlos puede con lo hormonal de las volutas.

Yo siento por estos mágicos Carlos admiración como hacen del Cordobazo un Unquillo que lo ampara en el exilio de varios tiranos.

Recorren el cuerpo con la gravedad de estar parado. Cuanta fracción, fricción cuando la boca tiene dientes. ¿Se necesita tantos huesos para tantos litros de agua? Algún día seremos petróleo y, entonces, el pie camina y salta, la boca grita y besa, y el corazón ateo. Seremos rentables.

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