Raúl González Tuñón periodista. Medio siglo entre máquinas de escribir y lunas con gatillo

Germán Ferrari

Raúl González Tuñón periodista. Medio siglo entre máquinas de escribir y lunas con gatillo

Raúl González Tuñón periodista. Medio siglo entre máquinas de escribir y lunas con gatillo

EDUVIM

Germán Ferrari




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Cita sugerida: Galvalisi, Celia y Grasso, Mauricio (Comps.) (2022). Investigar en ciencias sociales: algunos recorridos por las propuestas de enseñanza y las prácticas de aprendizaje en la UNVM [Preprint]. Villa María: EDUVIM. DOI: https://doi.org/10.52550/278WA1

Preprint: 2022

El Lector Enriquecido Adaptativo es tecnología Cygnusmind: https://www.cygnusmind.com/es/fifteen/

A Nélida Rodríguez Marqués,

una “mujer que tiene algo de árbol”.

El periodismo me cambió la vida, me definió.

Raúl González Tuñón

–Yo soy un fracasado […].

–¿Qué quiere ser?

–Diplomático.

–¿Tiene una gran fortuna?

–No.

–¿Puede con un mínimo de legitimidad añadir a su apellido un nombre célebre o ilustre?

–No.

–Entonces, renuncie a la diplomacia.

–¿Pero qué puedo ser?

–Un curioso. Eso no es una profesión, todavía. Viaje, escriba, traduzca... Aprenda a vivir en cualquier sitio. Empiece enseguida. El futuro es de los curiosos.

(De la película Jules et Jim, de François Truffaut)

AGRADECIMIENTOS

A Eduardo Romano, porque fue el primero en alentarme a investigar la obra periodística de González Tuñón en mis tiempos de estudiante universitario.

A Héctor Yánover, porque le hubiera gustado leer esta investigación.

A Nélida Rodríguez Marqués y Adolfo González Tuñón, por abrirme su casa y el archivo familiar.

A Eduardo Álvarez Tuñón, por su aliento constante y su alegría permanente.

A Emilia Segotta, Fabiana Arencibia y Sonia Winer, por confiar en el proyecto desde el primer momento, hacerle observaciones y recibirme en el Departamento de Comunicación del Centro Cultural de la Cooperación (CCC).

A Carlos Gazzera, por entusiasmarse y entusiasmarme con la publicación de una segunda edición corregida y aumentada.

A Osvaldo Bayer, Horacio Raúl Campos, Cora Cané, Roberto Cossa, Laura Elizalde, Isidoro Gilbert, Alberto Giudici, Ricardo Horvath, Jorge Lafforgue, Horacio López, Onofre Lovero, Félix Luna, José Luis Mangieri, Pedro Mendiola, Blanca Rébori, Horacio Salas, Santiago Senén González, Roberto Rojo, Enrique Setaro, Horacio Silva, Leonardo Torresi, Armando Vidal y Norberto Vilar, por la colaboración generosa.

A Raúl Remigio Vargas, por compartir varias charlas en su oficina de la calle Lavalle.

A Jesús Chirino, por revolver en el archivo municipal de Villa María y descubrir tesoros en las páginas amarillentas del desaparecido diario Heraldo.

A Guillermo Korn, por las búsquedas pacientes y entusiastas en la Biblioteca del Instituto de Literatura Argentina de la UBA.

A las personas que ayudaron para hacer más fácil las indagaciones en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, la Biblioteca y la Hemeroteca del Congreso de la Nación, la biblioteca y hemeroteca del Partido Comunista (Comité Central), las bibliotecas de la Asociación Argentina de Actores y de la Academia Argentina de Letras, la hemeroteca de la Federación Libertaria Argentina (FLA) y los archivos de los diarios Clarín, de Buenos Aires, y El Independiente, de La Rioja.

A Susana, Miguel Ángel y Cecilia, mis padres y mi hermana, por estar, cada uno a su manera.

A María Fernanda Berti, porque ama los versos finales de “La luna con gatillo”: “Subiré al cielo,/ le pondré gatillo a la luna/ y desde arriba fusilaré al mundo,/ suavemente,/ para que esto cambie de una vez”.

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN

Nunca se tentó con los resplandores del poder o de la gloria que suelen enceguecer a algunos escritores –buenos, mediocres o malos– y los convierten en estatuas o en personajes de las revistas de frivolidades. No fue un pragmático festejante de los gobiernos ocasionales. Sufrió cárcel y persecuciones por su fe en el comunismo y esa coherencia lo obligó a enfrentarse varias veces con la realidad implacable. Y hasta fue “ninguneado” por sus propios camaradas. No gozó de los favores de las grandes editoriales. Pudo ocupar puestos de relevancia en el periodismo argentino, pero prefirió ser un cronista, eterno caminante de las calles, antes que un jefe aferrado a la rutina burocrática. Fue un poeta admirado por muchos de sus compañeros de generación y por jóvenes que comenzaban a habitar la República de las Letras, aunque careció de la “buena prensa” conseguida por otros.

Quizás la frase suene categórica: Raúl González Tuñón está entre los mejores poetas del siglo XX.

En el centenario de su nacimiento, ¿por qué no empezar a hablar del “Año González Tuñón”? Sería un acto de justicia literaria rescatar su poesía de la repetición de un par de poemas y redescubrir sus trabajos periodísticos esparcidos por decenas de publicaciones nacionales y extranjeras. Muchos de sus libros son inhallables. Sólo hay primeras ediciones en pocas bibliotecas o en las estanterías de coleccionistas o amantes de su obra.

Este porteño “triste y cordial como un legítimo argentino” se expandió más allá de las pampas y se largó a recorrer los caminos del país y del mundo. Se convirtió en Juancito Caminador para retener ese asombro infantil que lo llevó a deslumbrarse con los paisajes y las gentes más dispares y lejanos. A veces, el mundo podía resumirse en una calle, un anticuario, una feria, un circo o un puerto. Su poesía esplotaba de surrealismo e impregnaba sus artículos periodísticos y las relaciones con sus amigos, sus mujeres y la revolución.

Algún apresurado, con la facilidad de juzgar a la distancia, lo cuestionará por los poemas desbordados de compromiso comunista, que cantan a Stalin y a la URSS, o de oposición al peronismo. La recriminación podrá ser verdadera, pero no es justa. Nadie será capaz de reprocharle mala fe o especulación. Muy lejos estaba de los escritores adinerados o esnobs que escribían sobre las desgracias de los pobres desde la poltrona de su departamento decorado con excentricidades.

El testimonio del Núcleo de Escritores y Actores (NEA), nacido en plena “Década Infame”, es certero:

Raúl González Tuñón, hombre del pueblo, se ha levantado una cultura y una propia visión de la vida con más rapidez con que otros hombres de pueblo levantan a veces su fortuna. Y como no ha perdido nunca el contacto con los humildes, él, poeta, no compadece con lejana piedad los males del pueblo sino que participa de ellos y ha abrazado con fe de iluminado la doctrina de redención del proletariado. Para entregarse mejor a la muchedumbre poco le importa que se hayan alejado de él y que le odien escritores y hombres llenos de riquezas materiales, a quienes ha combatido agriamente desde todas las páginas periodísticas que le han puesto a mano. Y los que le combaten sin respeto, con animosidad, con rencor pequeño, tienen la sensación de su propia derrota en el hecho de que no pueden restarle su admiración al poeta de El violín del diablo, Miércoles de Ceniza, La calle del Agujero en la Media y Del otro lado de la estrella [sic].

Incansable colaborador en diarios y revistas, de tiradas masivas o mínimas, le costaba bastante esfuerzo cobrar sus notas y, a veces, la tarea resultaba imposible. Vivía al día, sin casa propia ni auto.

Su preocupación por la cuestión social no lo convertía en un hombre de ceño fruncido y de discurso permanente. Amó la bohemia porteña de la década de 1920, cuando en los cafés se juntaban periodistas, escritores, tangueros, músicos y hombres del teatro para prolongar la noche entre discusiones, copas, mujeres y droga. Luego, con los años, la vida nocturna quedó en el recuerdo amable de la juventud.

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–¿El señor Jorge Luis Borges se encuentra?

–Borges habla.

–De la revista Suburbio de Avellaneda. Estamos preparando un homenaje a Raúl González Tuñón en el quinto aniversario de su fallecimiento y como usted lo conoció queríamos hacerle algunas preguntas sobre él.

–Discúlpenme, pero yo a González Tuñón lo conocí poco, no creo poder decir mucho sobre él; por otra parte González Tuñón no ha muerto y todos los que yo conocí están muertos.

Estas declaraciones típicamente borgeanas fueron publicadas en el número 17 de Suburbio, en octubre de 1979. Borges y González Tuñón compartieron la guerrilla literaria de los años ’20 en el bando de Florida, en la revista Martín Fierro. Años después se cruzaron en el diario Crítica, de Natalio Botana, donde el autor de “El Aleph” dirigió la Revista Multicolor de los Sábados. Allí, su colega publicó los relatos que luego incluyó en El otro lado de la estrella. Luego, las diferencias políticas los fueron separando, aunque no dejaron de admirarse. En cierta oportunidad, Borges dijo: “Creo que Tuñón fue el más poeta de nosotros, no sé si por persistencia o por incandescencia. Yo tengo algunos poemas perdonables y alguno perdurable. Raúl tiene los perdonables de rigor, pero muchos perdurables”.

La poesía de González Tuñón influyó en Pablo Neruda y Miguel Hernández, que comenzaron a escribir de una manera distinta después de conocer los poemas sociales y políticos que el argentino escribió al calor de la Guerra Civil española. Y esa influencia también es reconocida en representantes de generaciones posteriores, como Juan Gelman, y en cantantes que siguen musicalizando sus poemas, en la tradición inaugurada por el Tata Cedrón.

En cierta oportunidad, le preguntaron a Julio Cortázar cuáles hubieran sido sus maestros en caso de haber dedicado a la poesía y respondió: “Creo que mi cuerda en la lira hubiera estado –desafinando– entre la de Raúl y la de Oliverio (Girondo)”.

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Raúl González Tuñón nació en Buenos Aires el 29 de marzo de 1905 y murió en la misma ciudad el 14 de agosto de 1974. Lugares, fechas. Las efemérides se construyen y quedan ahí, fijas, inmóviles, si no se las llena de vida. Y la vida estalla en decenas de poemas contenidos en El violín del diablo, Miércoles de Ceniza, La calle del Agujero en la Media, La rosa blindada, Hay alguien que está esperando, A la sombra de los barrios amados, sólo por nombrar algunos de los libros de este viajero humilde, apasionado, comprometido con su tiempo. Y la vida estallará cada vez que alguien lo rescate del olvido: “Yo quisiera interrumpir todas las comunicaciones telefónicas/ para ver si encuentro una palabra, una sola palabra para mí/ y abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien,/ una sola persona tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí".

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Este texto precedente, que publiqué en el número 38 de la revista Sudestada, de mayo de 2005, con el título “Tuñón. La pasión del poeta” (aquí con algunos retoques), ayudará a comenzar a descubrir a este trabajador del periodismo que ejerció su vocación-profesión durante medio siglo.

Es imposible separar al González Tuñón-periodista del González Tuñón-poeta. Todo el tiempo se cruzan, se saludan y se abrazan. Pero sí podemos centrar nuestra observación en el periodista y en las distintas circunstancias que relacionan al hombre con los medios de comunicación. No a un hombre cualquiera, sino a uno que mira y siente como poeta. Y otra vez se encuentran las dos realidades.

En estas páginas hay un trabajo arqueológico de reconstrucción que no está terminado. Y aventuro a proponer una segunda edición “corregida y aumentada”, porque las investigaciones nunca son asuntos cerrados. Y menos en el caso de un proletario de la máquina de escribir, con una infinidad de notas publicadas.

A partir de ahora, cincuenta años de historia comenzarán a revivirse, desde los primeros acercamientos a los medios gráficos, a través de la poesía, hasta los artículos para diarios de tiradas masivas como Crítica y Clarín, sin olvidar la prensa comunista.

Y como Virgilio guió al Dante por los caminos del Infierno y del Purgatorio, dejemos que otro poeta, González Tuñón, nos guíe por distintos lugares, algunos más celestiales y otros muy poco paradisíacos, donde hay bares, puertos, redacciones, ciudades, luchas, amores... vida y muerte.

INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA EDICIÓN

Desde antes de arremeter con las correcciones finales de los originales de la primera edición del libro, tuve la certeza de que la investigación no estaba cerrada y que más descubrimientos me iban a sorprender con el transcurrir del tiempo. Artículos y poemas desconocidos, cartas encontradas, datos insospechados, rectificaciones necesarias y un trabajo inédito comenzaron a acumularse en mi archivo a la espera de una deseada segunda edición.

“A lo mejor, no sé, me hubiera gustado escribirlo a mí el libro…”, deslizó el investigador Osvaldo Bayer al presentar la obra el 27 de marzo de 2007. Un elogio propio de su modestia y generosidad.

Pasaron más diez años y aquellos hallazgos quedaron volcados en estas páginas. Aquí destaco el intercambio epistolar que González Tuñón mantiene con Ernesto Sabato –polémica que en la primera edición sólo fue esbozada–, un aporte que refleja no sólo las disputas ideológicas de una época, sino también los modos contrapuestos de transitar la vida. Otro descubrimiento: en el programa “Memoria Chilena” de la Biblioteca Nacional de Chile, encontré la colección digitalizada de Topaze, un semanario humorístico en el que nuestro biografiado aparece mencionado en varias oportunidades como una figura relevante de la política trasandina en la primera mitad de la década de 1940.

La segunda parte de esta nueva edición incorpora un trabajo premiado con una beca de investigación del Fondo Nacional de las Artes, centrado en cuatro ejes fundamentales que sintetizan las búsquedas de González Tuñón por diversas temáticas y que fueron elegidos después de lecturas y relecturas de sus libros y de decenas de artículos y notas en la prensa escrita.

En el primer capítulo, “Espacios”, el recorrido poético-periodístico tiene como punto de encuentro la ciudad de Buenos Aires, y algunos barrios en particular, y desde allí el viaje se prolonga hacia otros escenarios nacionales e internacionales. Fue importante la lectura del trabajo de la investigadora Zulema Mirkin Raúl González Tuñón. Cronista, rebelde y mago (Buenos Aires, Instituto Literario y Cultural Hispánico, 1991) para organizar los lineamientos de esta sección.

El segundo capítulo, “Afectos”, se centra en la devoción del poeta por su primera esposa, Amparo Mom, y por uno de sus hermanos, el cuentista y novelista Enrique González Tuñón. Luego, esta red de sentimientos en su producción se completa con las referencias al resto de la familia –padre, madre, hermanos, hijos, segunda esposa– y a sus amigos provenientes de la literatura y el periodismo. El universo afectivo se enriquece, además, con sus escritores preferidos.

En “Ideales”, tercera sección del trabajo, se enlazan los dos mundos anteriores y conforman una nueva instancia, cuyo símbolo es la España republicana y la lucha contra la sublevación fascista. Los espacios y los afectos se funden en los ideales políticos que el poeta consolidó durante sus viajes a la península en 1935 y 1937.

Por último, “Infancias” indaga en las relaciones entre la niñez y los elementos lúdicos que estructuran esa etapa de la vida, en un imaginario marcado por sus propias experiencias de chico porteño y su descubrimiento del mundo, ya como viajero cosmopolita.

Luego de cumplirse el centenario del nacimiento de González Tuñón, en 2005, su obra y su figura despertaron un nuevo interés en investigadores y editores. Así surgieron, por ejemplo, el trabajo de Julia Miranda que sirve de prólogo a la edición conjunta de La muerte en Madrid, Las puertas del fuego y 8 documentos de hoy (Beatriz Viterbo), el de Jorge Monteleone ­–“Vagabundeo, revolución y entresueño”– a Poesía reunida (Seix Barral) y el de Martín Prieto a la reedición de La calle del Agujero en la Media (Eudeba), todos aparecidos en 2011. En ese mismo año, se celebró el XIX Festival Internacional de Poesía de Rosario, que estuvo dedicado al poeta; la revista Ñ, periódico cultural del diario Clarín, se detuvo en “el poeta de la vanguardia popular” (número 421, 22 de octubre de 2011), con textos de Martín Prieto, Rodolfo Edwards y Juana Bignozzi; y la revista Transatlántico rescató el combativo poema “Las brigadas de choque” (número 13, primavera 2011).

De inmediato, aparecieron las reediciones de El rumbo de las islas perdidas (Descierto, 2012) y de Conversaciones con Raúl González Tuñón, de Horacio Salas (Grupo Editorial Sur, 2013). Además, los trabajos académicos de las investigadoras María Fernanda Alle, María de los Ángeles Mascioto, Gloria Edith Siracusa y Geraldine Rogers, entre otros, contribuyeron a profundizar en zonas no exploradas de su obra.

Ese interés llegó hasta España, donde se publicó La muerte en Madrid 1939 (Ediciones AUPA, 2006) y Poeta en la guerra, cronista para la paz (Ediciones AUPA, 2007), que reúne las crónicas publicadas por González Tuñón en la revista El Suplemento en 1936.

Sin embargo, González Tuñón siguió luchando contra el olvido. Al cumplirse cuarenta años de su muerte, en 2014 (¡ay, la excusa de las fechas redondas!), sólo hubo un par de homenajes impulsados por sus familiares, amigos y seguidores. La ausencia en los principales suplementos culturales o sitios literarios de Internet evidenció un relegamiento exasperante. Si para el canon literario González Tuñón suele quedar confinado a la categorización de enfant terrible de la vanguardia estética y política, para el canon periodístico no supera la mención perdida en listados de redactores o la semblanza evocativa.

Esta nueva edición de Raúl González Tuñón periodista es un intento de reparación imprescindible para que el olvido o el desinterés no se impongan frente a los valores literarios y periodísticos de un hombre que transitó medio siglo entre máquinas de escribir y lunas con gatillo.

PRIMERA PARTE. APUNTES PARA UNA BIOGRAFÍA PERIODÍSTICA

CAPÍTULO 1. EL OFICIO DEL POETA-PERIODISTA

Montoneros/Verlaine, entonces; el futurismo y el Riachuelo; lunfardía y surrealismo. Las dos coordenadas principales de la literatura de nuestro país. […] [González Tuñón] también puede ser inscripto en esa “secuencia bilingüe” al operar con François Villon y, a la vez, con Julio de Caro; y con Baudelaire/el Bajo porteño; Hollywood y Vacarezza; Rimbaud y Natalio Botana; Joyce y Carriego. […] De ahí es que releyéndolo se lo entienda ahora como un subversivo y permanente. Y que su faena al poetizar se le haya trocado, unánime, en un cuerpo tan jubiloso como exigente.

(David Viñas, “González Tuñón, lenguaraz”, en Página/12, 18 de octubre de 1988)

Los primeros pasos

La señorita Graciana propone un ejercicio a sus alumnos de segundo grado: pasar una copla a prosa. Al pequeño Raúl le gusta el desafío, resuelve la tarea y plantea que le gustaría recorrer el camino inverso: a partir de un texto en prosa, llegar a un poema. Aquella maestra de una escuela del partido bonaerense de Morón escribe en el pizarrón un relato sobre Manuel Belgrano y la Bandera y el inquieto estudiante cumple con la consigna. Así nace el primer poema creado por Raúl González Tuñón.1

Su hermana Tita, diez años mayor que él, lo estimula en la lectura, le acerca libros de poesía. Raúl se entusiasma y escribe una elegía dedicada a su madre, Consuelo Tuñón, muerta poco tiempo atrás, que empezaba “Saavedra 614...”, la dirección de la vieja casa familiar en el barrio porteño de Balvanera o, como prefiere denominar el autor, “el Once proletario”.2

La aventura comienza. Las lecturas se agolpan desordenadas: Los miserables, de Victor Hugo; David Copperfield, de Charles Dickens; los clásicos de Verne y Salgari; Fígaro, de Mariano José de Larra; Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento; los policiales de la revista Tit-Bits y el folletín de La Prensa “La mano que aprieta”.3

Siento algo así como una vaga mezcla de ternura y piedad por aquel muchacho impaciente que se creía un poeta maldito, que se imaginaba fumando opio [...]; por aquel muchacho que en el fondo pretendía asustar a los burgueses, a la manera de su admirado Baudelaire, siguiendo también, es verdad, la huella de Carriego, el de La canción del barrio, la del Blomberg de las canciones de los puertos, y en parte además con evidentes resabios rubendarianos.4

Un González Tuñón maduro, al filo de los 70 años, mira hacia atrás y observa a un adolescente que sufre su primera decepción en el ambiente de las letras. El poeta Juan Pedro Calou, a cargo de la página literaria del diario La Montaña, le lanza casi a los gritos: “Usted imita a Rubén Darío, a Héctor Pedro Blomberg, a Evaristo Carriego y a Baudelaire”. El principiante se va con sus poemas. Más tarde conoce a Conrado Nalé Roxlo, en un café de Rivadavia y Libertad, y le muestra los versos de “Sinfonía en rojo y negro”. “Seguí escribiendo, seguí escribiendo”, es el consejo que recibe de ese muchacho apenas siete años mayor que él. Con el tiempo, González Tuñón adoptará estas palabras para alentar a los jóvenes escritores.5

En 1922, Argentina vive el primer recambio presidencial entre dos mandatarios elegidos por el voto secreto, obligatorio y masculino. Hipólito Yrigoyen le deja la Casa Rosada a Marcelo T. de Alvear, su adversario dentro del radicalismo.

Para aquel aprendiz de poeta, Buenos Aires es una ciudad a descubrir, que encierra decenas de paisajes inexplorados, varios mundos ocultos, donde se mezclan los cafés de bohemios con los teatros de la Corrientes angosta, las librerías de viejo y los prostíbulos del Bajo. Es el tiempo de “la consagración definitiva del tango, el auge del mejor jazz y el cante y baile flamencos, la popularidad del circo criollo y su estímulo con la llegada del Hagenbeck y el Sarrasani, la publicación de libros de jóvenes que revelaban una nueva inquietud, y una oleada legítimamente renovadora en las artes plásticas, que marcó el regreso al país de Pettoruti y Xul Solar”. 6

Alvear, con su engañosa belle époque, pretende que el olvido sepulte los peores momentos del gobierno de Yrigoyen: “Atrás quedaban las policías bravas de la Semana Trágica y esa mancha de sangre que cayó sobre el mapa patagónico, arrojada por los autores también uniformados de la cruel masacre de Santa Cruz”.7 Sin embargo, permanecen en la memoria.

Esa época contradictoria y efervescente marca para toda la vida a este adolescente inquieto, curioso, viajero, que está decidido a ser poeta. Escribir, escribir y escribir, esa es su pasión y empieza a publicar sus versos en un abanico heterogéneo de medios gráficos: Inicial, Proa, Suplemento Semanal de La Protesta, Martín Fierro, Los Pensadores, La Campana de Palo y Caras y Caretas.

Inicial se define como la “revista de la nueva generación” y su primer número sale en octubre de 1923. Es dirigida por Roberto A. Ortelli, Alfredo Brandán Caraffa, Roberto Smith y Homero M. Guglielmini. Para que no queden dudas de su público, el editorial de la edición inaugural advierte: “Inicial será el hogar de toda esa juventud dispersa que vagabundea por las publicaciones y revistas más o menos desteñidas de nuestro ambiente, sin encontrar donde pueda elevar el tono de su acento a la altura de sus propias convicciones”. Con 18 años, González Tuñón cumple con las reglas impuestas por los impulsores del proyecto y allí publica “El violín del diablo” (Nro. 4, enero-febrero-marzo de 1924).8

En Proa (2da. época), dirigida por Jorge Luis Borges, Brandán Caraffa, Ricardo Güiraldes y Pablo Rojas Paz, participa desde el primer número, de agosto de 1924. En esa edición se publica un texto que señala: “Luis Emilio Soto, Roberto Cugini, Raúl Gonzalez [sic] Tuñón y D. Salguero Dela-Hanty. Consecuentes con el fin que nos propusimos al fundar Proa, los escritores y artistas que encabezan la presente nota, se han refundido con nuestra revista, entrando a formar parte de la redacción de la misma”. “Humo” y “Lobos de mar” son los poemas que el principiante aporta para el número inaugural.9 Entre otros, también publica “Árbol de Navidad” (Proa, Nro. 5, diciembre de 1924), que no incluye en ninguno de sus libros.

En el poema “Año Nuevo”, aparecido en Martín Fierro (Nro. 16, 5 de mayo de 1925), enumera los logros del año anterior a su amigo santafesino Miguel Ángel Villanueva: “Hemos fundado Proa./ Es cierto, te envié sus cinco números/ que son cinco banderas”.

La siguiente semblanza aparece en el vespertino Crítica, como principio del comentario sobre el primer libro de González Tuñón, El violín del diablo (1926). Aunque sin firma, puede suponerse que detrás del anonimato esté la escritura de Rojas Paz:

Conocimos a González Tuñón en las reuniones de la revista Proa. Junto a Ricardo Güiraldes de amplio tono lírico, que vive en la estima de las cosas y en el elogio de todas las emociones, junto a Jorge Borges, el Torquemada de las palabras, junto a Brandan Caraffa que da la impresión de un fraile diciendo maitines frente al mar; y junto a Rojas Paz provinciano y trascendental, junto a todos ellos Raúl González Tuñón parecía un niño hojeando un libro ilustrado de cuentos mientras sus mayores hablan de la huelga minera o del ectoplasma.10

Su espíritu se llena con simpatías por el “socialismo de izquierda” y el anarquismo. A los 9 años, va de la mano de su abuelo Manuel Tuñón a una manifestación por el 1ro. de Mayo. A los 13, participa en una huelga de estudiantes mientras cursa el primer año en el Colegio Nacional Central.11 Era el año de la Reforma Universitaria. En una entrevista publicada en el diario La Opinión, un año antes de su muerte, González Tuñón ubica sus preferencias políticas y las de su hermano mayor en los años juveniles:

Con Enrique, éramos un poco contradictorios, porque simpatizábamos con los socialistas de izquierda, sobre todo con Del Valle Iberlucea y Mario Bravo, cuando el Partido Socialista –por lo menos en esa ala– era muy combativo. También simpatizábamos enormemente con La Protesta, y soñábamos con colaborar en La Protesta, como habían colaborado Carriego, Jorge Borges (el padre de Jorge Luis, que era anarquista), Roberto Payró. La Protesta estaba hecha por argentinos intelectuales. Estábamos en las dos cosas.12

Y es así como se acerca al Suplemento Semanal de La Protesta, el periódico libertario a cargo de Diego Abad de Santillán y Emilio López Arango, y publica el poema “Señor Jesucristo”13, un texto olvidado y que alumbra sobre esas primeras inclinaciones ideológicas, en especial a partir de la valoración de las personalidades que elige mencionar en los versos:



Mussolini y Lenin blanden la dictadura...
Pero Gandhi, en Oriente siembra, y en Occidente
Malatesta y Rolland enseñan la bravura
de la pluma magnífica y la palabra hiriente!



Por eso, he de decirte, Señor de las melenas:
sedientas, vengativas... agitadas, serenas...
hay nobles caravanas de fuertes luchadores,
y harán que la miseria y el escarnio termine, –
inundados de gracia, en los mil resplandores
de los rojos sermones de Miguel Bakounine [sic].

En Martín Fierro, nacida en febrero de 1924 y dirigida por el poeta Evar Méndez, colabora con asiduidad. En el número 8 y 9 publica tres poemas, que se anuncian como incluidos en su primer libro, El violín del diablo: “Sinfonía en rojo y negro”, “La barca costera” y “La barca que perdí...”. Versos modificados o suprimidos, reescrituras, pequeños cambios, se repiten en las diferentes publicaciones de sus obras. En El violín del diablo, el poema “Sinfonía en rojo y negro” aparece igual que en Martín Fierro. “La barca costera” pierde la segunda estrofa; “La barca que perdí...” no fue incluido en la obra.

En las ediciones siguientes salen otros poemas: “A las Tres Bolas” (Nro. 12/13), de El violín del diablo; “Año Nuevo” y “A Evar Méndez” (Nro. 16); “Canto a Filadelfia” (Nro. 41; escrito en colaboración con Nicolás Olivari) y “El monito del servio” (Nro. 25), de su segundo libro, Miércoles de Ceniza.

También escribe “epitafios” y versos para la sección “Parnaso satírico” y un suelto, “Homenaje a Evaristo Carriego”, en el que alaba al poeta de La canción del barrio. “Por un momento –escribe– dejaremos de alzar nuestras banderas jóvenes al viento de la incomprensión y volveremos los ojos hacia aquel buen muchacho, que marca una etapa en nuestra literatura y que con veinte canciones se conquistó un lugar en el corazón de una época”.14

Compone un “epitafio” para el poeta José Soler Darás (Nro. 14-15, 24 de enero de 1925): “Aquí está Soler Darás/ Greguerizando15 en un nicho;/ Dios al verlo le habrá dicho:/ –Soler, [¿]de qué te la das?”. Y también recibe una broma (Nro. 32, 4 de agosto de 1926): “En la mitad de aquesta fosa yace/ un González Tuñón que fue poeta;/ La otra mitad él cede al que le trace/ Un super-plan para morir de dieta”.

Escribe un pequeño poema, “A Leónidas Barletta” (5 de mayo de 1925, Nro. 16), como parte de la polémica con el grupo de Boedo16:



Tú que estás, la mano en el traste,
en un gran reclamo de coces
y el papel humilde manchaste
con lo que desasimilaste
–para ti el mejor de los goces–
será comerlo y que te baste.
Tú que estás, la mano en el traste
y eres un reclamo de coces.

Y nuevamente recibe otra broma (8 de junio de 1926, Nro. 29-30): “Raúl, tus restos tirados/ Sin diablo que los recoja,/ Vi, y dije: Estamos vengados:/ [¡]Te ahorcó tu corbata roja!”.

Conrado Nalé Roxlo, amigo de aventuras en tierras riojanas, le dedica un ovillejo (28 de agosto de 1925, Nro. 21):



De versos trajo un baúl
Raúl;
Los trajo, para mis males
González;
¡Ya me ha leído un montón
Tuñón!
¡Qué se te lleve un ciclón
Tus versos, hoja por hoja,
Lo más lejos de La Rioja
Raúl González Tuñón!

Por esa época, también publica sus versos en las revistas La Campana de Palo, dirigida por Carlos Giambiaggi y Alfredo Chiabra Acosta (en el Nro. 4, del 21 de agosto de 1925, aparece “El enano del bazar”, que luego integra El violín del diablo) y en Los Pensadores, fundada por Antonio Zamora. En esta última publica “Constitución” y “Puente Alsina” (Nro. 115, noviembre de 1925).

Con 20 años ya tiene ganado un lugar entre los jóvenes escritores y poetas, “la vehemente guerrilla protagonizada por los grupos de Florida y Boedo”, que pugnan por ser la nueva generación literaria de un país que se transforma y moderniza, aunque conserva resabios de las políticas oligárquicas consolidadas con la llegada al poder de Julio Argentino Roca.

Pero la literatura no da para vivir y por eso aquellos muchachos comienzan a incorporarse a las redacciones de los diarios y las revistas, que les aseguran un público más amplio que el de los libros y las peñas literarias. Crítica, el vespertino fundado por Natalio Botana una década atrás, absorbe a los martinfierristas y los incentiva a potenciar sus cualidades.

La radio, ese invento flamante que se suma a la explosión de la cultura de masas, no le es ajena a estos escritores. Muchos de ellos pasan por los micrófonos de Radio Cultura, en mayo de 1925, para recitar sus poemas, en una serie de cuatro audiciones organizadas por Martín Fierro. González Tuñón participa del primer encuentro, junto con Francisco Luis Bernárdez, Oliverio Girondo, Roberto Ledesma y Leopoldo Marechal, y la presentación de Evar Méndez.17

En reiteradas oportunidades, González Tuñón asegura que su primer poema publicado fue “A los veteranos del circo”, dedicado al famoso payaso inglés Frank Brown18, en la revista Caras y Caretas, y que por la colaboración había cobrado 15 pesos. Afirma que tenía 17 años. Esa aseveración fue repetida en reseñas biográficas, notas periodísticas y trabajos académicos.19 Sin embargo, el poema apareció en la edición del semanario del 21 de noviembre de 1925 (número 1.416), ilustrado por un dibujo de Luis Macaya. Efectivamente, los versos nacieron en su adolescencia, pero no fueron publicados en 1922 –a sus 17 años–, sino tres años después. Quizás la memoria le haya jugado una mala pasada a González Tuñón o la aparición de un poema suyo en una revista masiva le haya hecho olvidar sus publicaciones anteriores, delimitadas a revistas literarias de baja tirada y al Suplemento Semanal de La Protesta. Sí se puede afirmar (al menos hasta que no se conozca otro poema impreso en otro medio gráfico masivo que indique lo contrario), que la edición de “A los veteranos del circo” en Caras y Caretas le abrió las posibilidades de difusión de su obra poética a un público que formaba parte de una industria cultural en expansión.

Aventuras riojanas

“¡Contempla el mundo!” La premisa del filósofo inglés Roger Bacon, pronunciada en 1240, es el lema que González Tuñón cumple desde adolescente al recorrer puertos, caminar por las calles de Buenos Aires y Montevideo, dormir en un convento franciscano en Santa Fe –tras fracasar como vendedor de zapatos del negocio familiar–, atravesar Córdoba y llegar hasta La Rioja cuando se le acaba el dinero que le regala Güiraldes para viajar a Europa.

Estaba sentado en un banco de la plaza, cuando había acequias alrededor, mirando el monte Velazco, y en eso veo providencialmente venir a Conrado Nalé Roxlo. ¿Qué te parece? Yo no sabía que en ese momento estaba la memorable intervención de don Manuel Mora y Araujo, un gran tipo que llevó a escritores, y entre ellos estaban Ulyses Petit de Murat, Ricardo Cetaro [sic] y mi amigo Carlos de la Púa. Cuando Nalé me ve, me dice: ¿qué hacés acá? No sé, le respondí y me llevó a su pensión. Ahí estuve cuatro días hasta que conseguí trabajo en un semanario y lo liberé.20

El semanario al que se refiere es El Látigo, dirigido por Setaro.21 “Llené páginas y páginas de poemas... Los abrumé a los riojanos de entonces con mis versos...”22 Además, colabora en otro periódico, La Rioja. En un pequeño suelto, Crítica anuncia: “En la capital de la provincia de Facundo, pone una nota de inquietud el periódico La Rioja, que dirige don Ricardo M. Setaro, con la colaboración de los escritores Raúl González Tuñón y Conrado Nalé Roxlo, que lograron imprimirle un marcado espíritu moderno”. El suelto finaliza: “La Rioja, cuyas páginas desbordando juventud, rompen la adinamia soñolienta de aquella ciudad, es el fiel reflejo de los ideales nuevos que comienzan a adentrarse en las provincias nuestras”.23

Según recuerda años más tarde, González Tuñón permanece “como un año y medio recorriendo la provincia, estuve en los llanos, en Chilecito y en cuanto pueblo perdido andaba por ahí”.24

Durante la intervención federal, Petit de Murat es designado en el Consejo de Higiene, gracias a que su padre es el secretario de Mora y Araujo. Cuando comienza a colaborar en aquel “periódico de oposición”, surgen “algunos contratiempos”. Y recuerda: “El Látigo había tomado mis pantalones Oxford y mi costumbre de no usar sombrero para desacreditar por elevación la jerarquía de los funcionarios venidos de Buenos Aires. Sin embargo, las copas amigan a la gente, y a poco fui amigo y colaborador de Setaro”.25

Petit de Murat se reúne con Nalé Roxlo y González Tuñón “todas las tardecitas en el Hotel del Águila”, donde residía: “Nos encontrábamos en el bar y tomábamos copas a diestro y siniestro. Pensar que Mamá me quiso separar del vino y para ello me mandó a La Rioja; de unas modestas ebriedades pasé a unas grandes borracheras con estos dos grandes amigos”.26

El autor de El balcón hacia la muerte confirma con una anécdota la pasión de González Tuñón por los versos: “Tomaba hojas con avisos y en el reverso escribía poemas y más poemas; era un ejemplo de fertilidad poética. Yo lo he visto escribir, de una sola tirada, quince poemas sobre el circo, otros diez acerca de un tema diferente”.27 Así nacieron, entre otros, “Los guitarreros de Catuna”28, “La vieja ciudad de Chilecito”29, “La larga siesta de Ambil”, “El oso bailando al pie del cerro”, “El entierro de Nuestro Señor” y “Epitafio para una tumba argentina en Inglaterra”, que en su mayoría integran Miércoles de Ceniza.

Por otra parte, la llegada de Setaro a La Rioja también está ligada a un hecho casual –y gracioso–. El escritor, nacido en Mendoza, tenía organizado un viaje a Europa. Sus amigos le hicieron una despedida, pero la partida no se concretó. Para no quedar mal con ellos, Setaro planeó alejarse un tiempo de su tierra natal. En esa misma época, un amigo suyo había sido designado al frente de la policía de La Rioja por la Intervención provincial y le ofreció hacerse cargo de una de las comisarías. Setaro aceptó de inmediato. Lo curioso fue que al poco tiempo se puso al frente de El Látigo, un periódico opositor.30

González Tuñón comenta un episodio ocurrido en el pueblo de Villa Santa Rita de Catuna:

Yo andaba dando vueltas y me encuentro con un amigo que en ese momento era comisario y me dice: “¿Querés venir a comer un asado?” Yo me dije: Por primera vez en mi vida voy a comer un asado en una comisaría, me pareció una locura y acepté. Llegamos a la comisaría y mi amigo me dice: tengo dos presos formidables, dos barbudos guitarreros estupendos. Yo le dije: “Y bueno, que vengan”. Los sacó del calabozo, se sentaron y empezaron a tomar vino: ellos, mi amigo, un sargento, un vigilante (esa era toda la comisaría) y yo.31

Sin dudas, el comisario de Catuna era Setaro. Pero la anécdota –que es la base del poema “Los guitarreros de Catuna”–, continúa:

(Los presos) Uno se llamaba Peñaloza y el otro Quiroga. Increíble, ¿no? Pero esos apellidos abundan allá. Eran dos barbudos extraordinarios, con una cara ligeramente rara. Yo pensé: “¿Por qué estarán estos dos acá?” Pero cantaron como ángeles y tocaron la guitarra estupendamente y yo estaba fascinado con estos dos barbudos. Y jodieron con nosotros, bebieron a la altura nuestra y al rato mi amigo el comisario provisorio, me dice: mirá, Raúl, yo tengo una celda privilegiada, es como una habitación. Si querés podés quedarte. No me gustó mucho el asunto, pero lo tuve en cuenta. Seguimos tomando y cantando y ellos tocando como los dioses. El primero en irse a dormir fue el sargento, el segundo fue el vigilante y mi amigo que estaba en una hamaca de repente se queda dormido. Veo que la puerta de la comisaría estaba abierta. Los miro a los barbudos y les hago el gesto con la mano ‘tómenselas’. Ellos no quisieron creerlo. Pero al segundo gesto salieron disparando. Yo me quedé con los mareos del vino riojano y pensé: “cuando se despierte mi amigo, esa celda privilegiada que me ofreció la voy a ocupar en calidad de protector de dos asesinos y bandoleros”. Así que yo también me rajé enseguida.32

En el cuento “Enigma de los ojos en la pared”, publicado en el suplemento de Crítica Revista Multicolor de los Sábados, Setaro sitúa el desarrollo “en la primavera del año 1926” en la ciudad de La Rioja, en una “misión periodística, que compartía Raúl González Tuñón”. Y agrega: “Nuestra vida se desenvolvía monótonamente, sin arraigo a las costumbres provincianas típicas del lugar”.33

Si bien en el plano de la ficción todo es posible, los elementos tomados de la realidad y plasmados en este cuento hacen surgir interrogantes: ¿A qué “misión periodística” se refiere el autor? ¿Al trabajo en El Látigo? En la primavera de 1926, González Tuñón ya había ingresado a la redacción de Crítica. ¿Qué hacía entonces en La Rioja? ¿Había vuelto a viajar?

Y llega el tiempo de regresar a Buenos Aires, con un libro perdido durante la aventura, Vidrios de coloresProa había anunciado su publicación–, pero con otro bajo el brazo, El violín del diablo, que gana un concurso de la Librería Gleizer. El Látigo lo despide con estas palabras:

Terminó la aventura del poeta. El martes media docena de amigos, los que sintieron siempre sincero afecto por Raúl, ayunaron en su compañía. No había allí ningún burguesito de los que ama[r]garon muchos días al mago de El violín del Diablo, en [sic] lo importunaron las rizas chavacanas [sic] de los telegrafistas que echaron pedregullo en el camino sin saber que el bate venía por el aire.

Fue una despedida cordial como merecía Raúl González Tuñón. No hubo champán ni habanos, pero sobró espiritualidad, que es lo que siempre ha de faltarles a esos señoritos que se replegaron en un conglomerado adulón y rastrero ante la ‘amenaza’ de que reclamaría lo que ganó en buena ley.

Raúl González Tuñón, que estuvo siempre a nuestro lado en el llano, que corrió peligros por la quijotada –según los horteras– de jugarse entero en cada vuelta del camino; que sufrió las penurias del que no tiene recursos y le sobra hombría, nos deja ahora en el triunfo y se va por esos caminos en busca de un nuevo amigo con quien compartir la divina poesía de la adversidad.

Nos queda el encanto del recuerdo y una que otra cuenta que no se pagará y que no ha de cobrar el que vea la belleza de darlo todo por ideal, por amistad.

Hasta el próximo abrazo, Raúl.34

En el cuento “La corbata roja”, que lleva como subtítulo “Historia de la estación ‘El Milagro’”, publicado en El otro lado de la estrella, González Tuñón cuenta sobre aquella “quijotada” a la que se refiere el suelto de El Látigo:

El oficio de periodista, recién iniciado, me había colocado en situación difícil en la ciudad de La Rioja. Adolescente inconsciente, atrevido y feliz, vivía yo esperando una aventura, una misteriosa y heroica aventura que me revelara al mundo como a un tipo verdaderamente novelesco. Mis amigos, los camaradas de la pequeña bohemia que realizábamos casualmente en aquella ciudad, me instaron a que la abandonara, pues habían oído hablar de ciertos enemigos políticos, y sin darme tiempo a reaccionar me entregaron cuatro pesos y me pusieron en un tren obscuro y chirriante, pesado y ocioso. El tren partió, a pesar de todo.

Al día siguiente yo descendía en la pequeña estación de la pequeña localidad “El Milagro”.

Partir, llegar, son, por otra parte, las palabras más lindas que conozco.

Aquella “corbata roja” del cuento es la misma que se menciona en la cuarteta de Martín Fierro del 8 de junio de 1926 (Nro. 29-30). Adolfo González Tuñón, hijo del poeta, cuenta al autor:

Papá tenía mucho éxito con las minas. Entonces había un tipo que era muy parecido a él y las minas también le daban bola. Papa usaba una corbata roja y este tipo se había comprado también una corbata roja. Un día está en un prostíbulo y ve que un tipo apaga diez velas de diez tiros. A los dos días se mete con un mafioso local en el diario y saca un brulote. Era este mismo tipo, pero papá no sabía. Y lo mandan a amasijar, a darle una paliza, pero se confunden y le pegan un fierrazo en la cabeza y lo dejan tirado en una zanja al tipo que se vestía igual que él, el que usaba la corbata roja. Mi viejo se escapa, pero llega la noticia a Buenos Aires de que lo hirieron. Su hermano Enrique entra desesperado en la oficina de Botana y dice “han atentado contra el más grande poeta de América”. Botana, que estaba fumando, se saca el puro y le dice: “¿Santos Chocano?”. “No. Mi hermano Raúl”, le responde Enrique.35

Este relato coincide en líneas generales con el cuento, que finaliza con la muerte de “Virtud”, el hombre que se vestía como González Tuñón, y en el que no figura el diálogo entre Enrique y Botana.

Años después del hecho, González Tuñón publica un cuento sin título, que retoma parte de la historia, en la Revista Multicolor de los Sábados.36 Aquella “quijotada” mencionada por los amigos de El Látigo se vincula con esos “ciertos enemigos políticos” que González Tuñón decía tener en tierras riojanas. La decisión del joven poeta de visitar esa provincia tal vez deba rastrearse en la amistad entablada con el político riojano José López González, graduado de abogado en Córdoba, participante de las revueltas que originaron la Reforma Universitaria de 1918 y fundador de la Unión Cívica Radical Principista, con la que encabezó una efímera revolución el 6 de marzo de 1924 en su provincia natal.37

Según cuenta Nalé Roxlo, López González comenzó a participar de los encuentros en el café La Cosechera –Avenida de Mayo y Perú–, uno de los lugares elegidos por la bohemia literaria, y allí entusiasmó a varios jóvenes –entre ellos él, González Tuñón, Petit de Murat, Eduardo Keller Sarmiento, Andrés L. Caro y Baldomero Fernández Moreno– a participar del levantamiento popular. La promesa de enviar a Buenos Aires el dinero para los pasajes nunca se concretó. López González emprendió igual la revuelta y sólo pudo mantenerla dos días. La situación política en la provincia se agravó y después de una prolongada crisis el presidente Alvear envió a Mora y Araujo como interventor.

Cuando González Tuñón viaja a La Rioja, López González lo hospeda en su casa, en la que impera un ambiente jacobino, a tal punto que rige el calendario republicano surgido tras la Revolución Francesa.38

Las aventuras riojanas hacen “olvidar” a González Tuñón que debe cumplir con el servicio militar. No se presenta y tiempo después es beneficiado por una amnistía para infractores dictada por el presidente Alvear.

Descubriendo a Botana

Enrique González Tuñón, uno de los hermanos mayores de Raúl –en total eran siete hermanos: cuatro mujeres y tres hombres–, ingresa en Crítica a mediados de la década de 1920 y rápidamente se destaca, en especial a partir de las glosas que escribe sobre tangos, que reunirá al año siguiente en libro.39 Gracias a su ayuda, Raúl comienza a publicar sus primeras colaboraciones en el diario de Botana, entre ellas, una extensa crónica sobre el poeta indio Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura en 1913, que se encuentra en Buenos Aires hospedado por la escritora Victoria Ocampo. El título: “Tagore no quiere más que descanso, meditación, buena comida y música criolla”.

El periodista se involucra en todo momento en la nota, con comentarios, observaciones y descripciones en primera persona del plural. El remate del texto ratifica este estilo:

(Tagore) Quiere paz y tranquilidad`[...] No se moverá de ese rincón para nada. Y alejado de todos permanecerán [sic] allí hasta fines del presente mes.

Se muestra cansado. Quiere sólo oír música criolla y meditar.

Comprendemos que en esas circunstancias la entrevista ha sido demasiado larga. Tagore no quiere hablar más.

Nos despedimos dejándolo en su cuarto, junto a su mesa de trabajo. Está atardeciendo y el poeta por el balcón mira al río que corre allá abajo.

Cuando bajamos divisamos al cocinero que hace sus preparativos para la cena. ¡Es un hombre que se da buena vida este Tagore! Por eso los vecinos no creen que es poeta sino un príncipe; pero un príncipe viejo, loco y taciturno.40

Aunque la crónica no lleva firma, puede asegurarse que pertenece a González Tuñón.41 En el mencionado libro de Horacio Salas, el colaborador de Crítica recuerda aquella tarea periodística en la casa del partido bonaerense de San Isidro donde estaba alojado Tagore, a quien califica de “maravilloso”. “El gran poeta me impactó”, dice. El único texto periodístico publicado en el vespertino que incluye una visita al huésped indio mientras está en Buenos Aires es el comentado en esta investigación, según una comprobación propia tras consultar la colección del diario.

Casi un año y medio más tarde, el 7 de junio de 1926, los lectores de Crítica se encuentran con unos versos firmados por Raúl González Tuñón en homenaje a Diógenes Taborda, uno de los mejores dibujantes del vespertino, fallecido días antes. Antes ya lo habían homenajeado su hermano Enrique, Last Reason y Rojas Paz.42 Aquel poema lo lleva Enrique y a Botana le encanta. A partir de ese momento, el joven escritor integra la redacción, con un sueldo de 250 pesos.

“¿Sabe por qué lo mandé llamar? Porque leí el poema que usted escribió por la muerte del Mono Taborda y me gustó mucho –le dijo Natalio Botana, mientras fumaba uno de sus habanos detrás del escritorio–. Para mí, un buen poema es la mejor carta de presentación de un periodista. Parece extraño, pero es así. Hay gente que es literaria y otra que no lo es. Yo creo en la gente literaria, mi amigo. Creo, por ejemplo, que un buen poeta puede escribir una excelente crónica de fútbol.”43

Desde aquel episodio, empieza a forjarse una relación de amistad y admiración entre González Tuñón y Botana, más allá de las diferencias ideológicas, de estilos de vida y de edad. De un lado, un poeta que empieza a transformarse en periodista; del otro, un empresario exitoso. Pero a pesar de todo, González Tuñón mantiene una lealtad indestructible con aquel hombre de negocios a quien sus enemigos comparaban con el gángster Al Capone y con William Randolph Hearst, el padre del periodismo sensacionalista de Estados Unidos. El redactor del vespertino atribuye esos cuestionamientos a una “leyenda negra” creada por Leopoldo Lugones hijo, a cargo de la temible “Sección Especial” de la Policía Federal con la llegada de la dictadura en 1930.

El poeta siempre recuerda su trabajo en Crítica como una “etapa romántica”, “una aventura periodística fantástica, no superada”. “Ese sí que era periodismo vivo –continúa–. Pasado primero por la calle, diríamos, a tono con las vibraciones populares, en el período de la libertad de prensa más extraordinaria, absoluta que conoció el país, desde 1916 hasta setiembre del 30.” 44

Para González Tuñón, “Botana, hombre culto, poeta frustrado, era un periodista de genio, de penetrante instinto. Solía sugerir la manera de realizar notas y reportajes difíciles”. En esa misma línea, le cuenta a Salas:

(Botana era) Un hombre firme, pero cordial; nos respetaba, nos estimulaba. Yo le debo mucho, como poeta, como periodista, a ese visionario del periodismo, a ese gran renovador. Un día, no sé por qué motivo, una pavada, renuncié. Estaba en un bar de la esquina del diario cuando vinieron a llamarme de parte de Botana. Este me dijo: “Rompí su renuncia, pero le voy a contar algo. Yo era redactor de La Razón. Mi carrera allí fue fulminante. Un día renuncié y tal como usted lo hizo fui al bar de la esquina, pensando: si no me llaman, el diario no va a salir. Y efectivamente, me llamaron. Envalentonado, con el tiempo volví a renunciar y volví al bar. Pero no me llamaron y el diario salió. Raúl: no hay nadie imprescindible”.45

González Tuñón expresa su lealtad hacia el dueño de Crítica en varias oportunidades y ante circunstancias diferentes. El golpe de Estado de 1930 es una de ellas:

Más por espíritu deportivo que por convicción, y un poco empujado por la marea opositora, fomentada en parte por desaciertos y contradicciones del gobierno, Botana se embarcó con los golpistas del 6 de setiembre cometiendo un error que debería pagar con el cierre del diario y el exilio. No advirtió los esfuerzos, si bien débiles, de Yrigoyen para resistir a las fuerzas oscuras, ni a la acción subterránea de la intriga oligárquica-imperialista.46

Otra muestra de gratitud hacia Botana se manifiesta en una situación frecuente en las redacciones de todas las épocas: la relación complicada entre los temas propuestos por los periodistas y los compromisos comerciales. La censura se plantea como un obstáculo con el que el redactor debe enfrentarse cotidianamente. ¿Qué hacer cuando un artículo va contra los intereses de los anunciantes? González Tuñón recuerda un incidente:

Los viernes, en una página ciertamente singular, colaborábamos varios poetas y escritores miembros de la redacción. En una de esas apareció un artículo mío sobre Henry Ford, el cual había adquirido vastos terrenos en la zona cauchera del Brasil para explotar en forma directa el producto. A la mañana siguiente me llamó el subdirector, advirtiéndome: “El director te espera, llevá la renuncia preparada. ¿Estás loco? Te metiste con Ford y los de la agencia acaban de retirarnos los avisos”. Pero el director, sonriendo, se limitó a mostrarme la carta que sería enviada a los agentes del empinado personaje. En síntesis, decía: “El señor Raúl González Tuñón, premio municipal de poesía (entonces los premios consagraban, no eran cocinados, como en general sucede ahora) y redactor responsable de este diario, como no está de acuerdo con la teoría que el Sr. Ford representa en el mundo, se ha permitido formularle críticas. Ustedes, con su actitud, lo han rebajado al nivel de un vulgar fabricante de automóviles”. Los avisos siguieron viniendo.47

En unos “apuntes para un libro sobre el periodismo” que nunca llega a escribir, González Tuñón reflexiona sobre las dificultades y las contradicciones que atraviesa la prensa:

La máquina invade la calle con su enorme rumor de bestia herida por la velocidad de su propia potencia. El diario va a todas partes. Avisos de los burgueses al lado de notas sobre la desocupación. Notas de arte junto al chiste obsceno. Brulotes por aquí y adulonerías por allá. Mientras tanto hay que mantener el ánimo de los redactores. Hay que decirles: “Pueden ustedes escribir con toda libertad”. Pero, cuidado si esa libertad molesta a la Oficina de Publicidad. Entonces la Oficina de Publicidad amonesta, hace callar al redactor, asume toda la responsabilidad del momento y consigue el aviso amenazado. Entonces, ah, entonces hay que mantener el ánimo del redactor. Entonces se le llama y se le encarga un brulote a la tiranía de Venezuela. Todas las tiranías son despreciables. Menos la tiranía de la Oficina de Publicidad.48

La redacción también puede convertirse en un lugar donde se establecen lazos de camaradería y lo lúdico irrumpe en cualquier momento para escaparse del trabajo cotidiano. En una de las tantas charlas sobre aquel mítico vespertino, González Tuñón le cuenta a su amigo José Luis Mangieri la siguiente anécdota:

Un día Botana dijo: “acá no se timbea más, si no los echo a todos”. Pasaron unos quince días y Botana, que veía que nadie timbeaba, amenazó: “o me dicen cómo timbean o los echo a todos”. Raúl le contestó: “pero si te decimos, nos vas a dejar timbear”. Timbeaban con el ventilador. En las paletas del ventilador habían puesto números y en el techo también. Entonces apretaban el ventilador, lo paraban y donde caía, caía.49

Botana abre las puertas del diario a periodistas y escritores perseguidos en sus países o que intentan mejorar su porvenir en Argentina. El diario parece “el hall de un hotel internacional” por la cantidad de periodistas extranjeros que allí trabajan. González Tuñón recuerda a los uruguayos Alberto Nin Frías, José G. Antuña y Angel Méndez; al italiano Mario Mariani; al guatemalteco Juan José El Colorado Arévalo, que luego fue “buen presidente” de su país; al colombiano Alberto Lleras Camargo, Lleritas, que más tarde fue “mal presidente” de su patria; el peruano Luis Góngora; los mexicanos Isaac Morales y Fernando Robles.50

Los amigos de Crítica

La redacción de Crítica de la calle Sarmiento al 1400, en la etapa romántica del diario, para mí fascinante, que se cerró con la campaña a favor de Sacco y Vanzetti y otras igualmente populares, funcionaba en varias habitaciones de una vieja, enorme casona. En ella, con escritorios de madera, y escasas máquinas de escribir, trabajábamos un tanto amontonados los redactores, cronistas, dibujantes. La redacción del edificio de la Avenida de Mayo –inaugurado el año 1927– era lo que ahora se llama funcional. Estaba distribuida en un vasto salón, pero separada por pequeñas salas, una suerte de boxes. Durante algunos años yo compartí una de ellas, donde había cuatro o cinco escritorios modernos, con mi hermano Enrique, Pondal Ríos, Nicolás Olivari y Roberto Arlt. 51

Estos escritores evocados por González Tuñón en la entrevista con Horacio Salas son fundamentales, por distintos aspectos, en la conformación de su personalidad. Con Enrique, su hermano y amigo, comparte experiencias de vida, literarias y laborales. Su paso por el diario de Botana hace reflexionar al poeta César Tiempo:

La entrada de Enrique González Tuñón en Crítica revolucionó el estilo periodístico nacional. La noticia conquistó la cuarta dimensión, el arrabal tomó posesión del centro; la prosa municipal y espesa de los gacetilleros se hizo luminosa y abigarrada; la metáfora tomó carta de ciudadanía en el mundo de la información, se empezó a escribir como Enrique, a jerarquizar lo popular, el tango, cuyo primer exégeta culto fue Enrique.52

Como prueba está su libro Tangos, en el que reúne una serie de notas aparecidas en el vespertino, inspiradas en varias letras de la canción porteña.

Enrique es el encargado de llevar los originales de El violín del diablo a un concurso literario auspiciado por la editorial comandada por Manuel Gleizer, porque su hermano recorría tierras riojanas. La convocatoria de Gleizer se dirige a poetas que “por falta de recursos o por carecer de un editor que los imprima a su cargo se vean en la imposibilidad de lanzar su obra”. En el rubro Poesía, el jurado está integrado por Alfonsina Storni, Ernesto Mario Barreda y Evar Méndez; y en Prosa, Carlos Ibarguren, Arturo Cancela y Alberto Gerchunoff.

Varios poemas de Raúl recuerdan con devoción a Enrique, desaparecido tempranamente, a causa de la tuberculosis, en 1943.53 El poeta hace suya una frase del cuentista y novelista, que, a su vez, parafraseaba a otra del escritor francés Alfred de Musset: “Cuando yo muera no planten un sauce en mi tumba, planten una máquina de escribir”. Petit de Murat, en La noche de mi ciudad, traza una semblanza particular de ambos y, en especial, de sus estilos periodísticos:

Sin ellos (los préstamos de dinero), ¿cómo habría trabajado Raúl, que los requería día por medio y si no no hacía el más pequeño suelto? Era lógico que Botana hubiera tomado a Enrique González Tuñón. Era notero de millares de palabras diarias y de inventiva inagotable. Pero resultaba raro que hubiera hecho lo mismo con ‘mi hermano Raúl’. Es que no le gustaba herir a nadie y con Enrique cualquier cosa; menos jugar con el hermanito. El encantador gorrión de la ciudad formaba parte de un círculo áulico de redactores de lujo. Eran varios. Así que frente a los peones de brega, de labor constante y numerosa, siempre estaba la nota fina, bien articulada, el recuadro que marcaba la diferencia de estilo fundamental entre Crítica y los demás periódicos. Raúl, con Enrique, cumplimentaban [sic] una tarea que bien valía la duplicación de sueldos.54

Sixto Pondal Ríos es el mejor amigo de González Tuñón por aquella época. En 1928, la Municipalidad de Buenos Aires otorga el segundo premio en el rubro Poesía a Miércoles de Ceniza.55 Tiempo antes, los poetas se habían comprometido a que si alguno era galardonado, invitaba al otro a viajar por Europa con ese dinero. Al año siguiente, ambos parten al Viejo Mundo. “Era el poeta más dotado de mi generación”, reconoce González Tuñón, aunque luego dejan de frecuentarse por una cuestión de lealtad hacia Botana. Y, para no dejar dudas, agrega: “Éramos como hijos de Botana, nos tenía un inmenso cariño, nos llevaba a viajar con él, no contaba nuestras faltas, le debíamos mucho de nuestra formación”.56

Nicolás Olivari es uno de los selectos amigos que conserva de sus años juveniles. Aunque difieren en su forma de ver el mundo, la política no es un obstáculo para afianzar la amistad. Cuestiones ideológicas separan a González Tuñón de viejos compañeros de ruta como Borges, Marechal o Bernárdez. Con Olivari es distinto. Pasados los tiempos de la bohemia, siguen trabajando juntos, y escriben la obra de teatro Dan tres vueltas y luego se van, publicada en 1934.

En ese mismo año, Olivari prologa El otro lado de la estrella –un libro completamente en prosa– y elogia la figura de su amigo, porque es “la representación exacta de lo que es un poeta (UN POETA57, [¡]eh, señores burgueses!)”. Por él siente una “envidiosa admiración”, porque “no se ató a la burguesía, no vendió su soledad, no malbarató su juventud en el encanallamiento de los sacramentos”. Y reflexiona:

Si me dijeran si comparto sus ideas políticas, diría que no, porque la palabra política es puerca y mancha y es el más fundamental odio de mi juventud y de la juventud de mis compañeros. Pero si leo sus poemas y escucho la voz agonizante de un mundo, de una cultura, de una raza, y el ansia infinita, tenebrosa, magullada, resoplante de una humanidad que quiere poner de acuerdo su alma y su cuerpo, de una vez por todas, entonces diría que sí, porque somos nosotros, los poetas, los que escuchamos la voz invisible, inoíble, de los hombres, de las madres, de las mujeres con sexo, de los niños, y sabemos lo que quieren y entendemos su suspirar por una felicidad de pan y alto ideal. El camino es lo de menos. Lo que importa es acelerar el proceso de la descomposición para el brote de la nueva, magnífica flor, sea cual resulte su color... 58

Luego, Olivari adhiere al peronismo, pero la amistad sigue. Y el día de su muerte, en 1966, ahí está Raúl para despedirlo.

El cuarto amigo, “muy amigo”, es Roberto Arlt, aunque en los últimos años de su vida se frecuentan poco. “Muchos creen que era un cínico –afirma González Tuñón–. No. Posaba de cínico, que es distinto, y con bastante gracia en algunos casos. Pero Arlt era un poco tosco y carecía por completo del sentido de la sutileza. No era nada sutil.”59

“Arlt también era un bohemio vocacional, le hubiera encantado ser sus propios personajes [...]. Arlt, igual que Enrique, igual que Güiraldes, murieron a los 40, 41 años, ¿vos te imaginás lo que hubieran hecho si hubieran seguido viviendo?”, lo interpela a Salas. Además, destaca la colaboración que Güiraldes le brindó a Arlt, al emplearlo como secretario, “un secretario muy sui generis”, porque en realidad era una “manera elegante y delicada de ayudarlo económicamente”, y en otros aspectos, “desde cambiarle el título a El juguete rabioso60, hasta corregirle las faltas de ortografía y los errores de sintaxis”.61

Las primeras notas

González Tuñón afirma que su primera nota en Crítica sale publicada en la sección “Crónicas de la semana”. “Era un especie de caprichos de Juancito Caminador; sonatas del lunes, del martes, del miércoles, del jueves, del viernes, del sábado y del domingo. Las carreras, el fútbol, los cabarets, el hombre aburrido, el malandra, la librería de lance, no como en las Aguafuertes de Arlt, sino de una manera mucho más periodística, simple”.62 Para no volver a caer en errores reiterados, no demos por segura la afirmación. Pero sí es válido tener en cuenta que ese texto habrá integrado el lote de los primeros artículos publicados en el vespertino, muy probablemente sin firma, por lo cual se hace imposible su rastreo.

Roberto Tálice, otro compañero de trabajo, define algunas particularidades del quehacer laboral: “Si había un crimen, sus redactores no se limitaban a extraer la información. Esa noticia policial podía estar escrita por el poeta Raúl González Tuñón quien le agregaba –ajustándose a la veracidad de los hechos– una redacción de calidad llena de emociones y fácil de leer”.63

Los trabajadores de Crítica aportan todos los recursos del periodismo masivo y de las vanguardias literarias para realizar su profesión cotidiana. Los recursos literarios trasladados al periodismo masivo se combinan con la amplia difusión de acontecimientos policiales o de sucesos extraños y morbosos.

Para deslindar cualquier calificativo de amarillista y avalar, a su vez, los beneficios de incorporar la literatura a las páginas, el periodista Alberto Rudnitzky (Rudni) explica: “En Crítica no se inventaban las noticias, se agrandaban un poco, pero no se inventaban. Una vez a González Tuñón le pasaron un parte de cuatro líneas con el asalto al Banco de Boston y él escribió cuatro carillas pero no eran mentiras, el asalto había ocurrido”.64

Su padre, León Rudnitzky, integra aquella mítica redacción de los años ’20 y ’30. En el mismo año en que González Tuñón entra a trabajar al vespertino, un pequeño Rudni de 10 años conoce el diario de la mano de su papá, un especialista en economía.

Al cumplirse el décimo aniversario del triunfo de la Revolución Rusa, Botana envía a León Rudnitzky como corresponsal a la Unión Soviética. Es su regreso tras exiliarse al caer la rebelión de 1905. Su hijo rememora: “En el fondo la idea era quedarse, iba a hacer envíos desde allá, pero habían empezado las primeras purgas del stalinismo y los amigos de mi padre le dijeron 'no te quedés porque acá ninguno de nosotros va a salir vivo'. Volvimos pero él siguió escribiendo sobre Rusia, así que venían a reunirse a casa Arlt, los Tuñón, Olivari y otros intelectuales de izquierda, a escuchar las cosas que mi padre contaba”.65

Poco después de que González Tuñón entra al diario, Botana se da cuenta de las aptitudes del nuevo periodista: “Este Raúl es un pájaro y hay que tratar de tenerlo siempre afuera”.66

“Gracias a esa clasificación de Botana, me conocí toda la ciudad de Buenos Aires, todos los barrios, hice notas sobre la ciudad siguiendo la línea de mi hermano Enrique, me metí en todos lados [...] Me conocí medio país.”67

Su primer viaje es a Tucumán, “donde los cañeros estaban en huelga. Fue una crónica algo complicada, los cañeros tenían razón, protestaban contra los dueños de los ingenios, pero los peones de la zafra protestaban también contra los cañeros. “Tucumán, los tucumanos y las tucumanas, me cautivaron. Varios nuevos amigos me retuvieron allí, conocí los alrededores, fui a Villa Nougués y a muchos otros pueblos y pueblitos, hasta que recibí un telegrama: ‘Su actuación en ésa [tarea periodística] terminó. Regrese. Saludos. Crítica’”.68

Durante la estadía en esa provincia, González Tuñón decide hacer una “revista oral” en un cine de la ciudad, junto con Pondal Ríos, Diego Novillo Quiroga y varios poetas locales. El escritor Pedro Orgambide relata en su biografía:

[Unos jóvenes poetas tucumanos fueron] quienes presentaron a los porteños a la dueña de una vinería y vendedora de empanadas. Los habían recomendado como personas muy finas e inteligentes. Al verlos, la dueña comentó:

–¿Y estos son los inteligentes– ¡Ni guitarra han traído!

Llegó el día de la presentación de la Revista Oral. Se levantó el telón sobre los jóvenes poetas, provincianos y porteños. Una nutrida concurrencia colmaba las instalaciones del cine. En medio del silencio se oyó una voz estruendosa que decía:

–¿Y esta es la Revista Oral? ¡Pero si son los borrachos de siempre!69

Botana percibe en González Tuñón no sólo al periodista viajero, capaz de elaborar un artículo de contenido político-social o una nota de color, sino también al poeta en crecimiento que adhiere a las vanguardias artísticas y que posee una fina sensibilidad para percibir las diferentes manifestaciones culturales. Por ello, le encomienda la dirección de Crítica Magazine, un suplemento de 16 páginas con textos literarios, deportivos, policiales y de entretenimientos, que sale los lunes entre el 15 de noviembre de 1926 y el 30 de mayo de 1927. Los representantes del martinfierrismo encuentran en esas páginas un lugar para desarrollar su inventiva. Poetas, cuentistas, novelistas y artistas plásticos se suman al emprendimiento.70

González Tuñón aprovecha el espacio para acrecentar su producción sobre algunos de sus temas preferidos: “Elogio del prestidigitador” (Nro. 27), “Elogio grandguiñolesco de las callejas de extramuros” (Nro. 28), “Historia de Buster Keaton, el vendedor de su risa” (Nro. 29). Y, además, ofrece una semblanza suya, atravesada de humor, que aparece en la sección “Actualidades del mundo literario”, bajo el título “Pequeñas autobiografías de los escritores noveles, especialmente escritas para esta página” (Nro. 17):

Vi la luz, en esta vida risueña y lamentable, el 29 de marzo de 1905, futura fiesta nacional. Al contrario de Elías Castelnuovo, he leído a los rusos, no soy burgués, me baño todos los días, y he vagado caminos innumerables, pero siendo siempre señor. A los quince años usaba corbata voladora y usaba también terribles ideas anárquicas. Pero como suelo cambiar de ropa, también cambio de ideas.

Creo en las cosas sobrenaturales. Creo con Wilde que el arte es perfectamente inútil, y así debe ser. Creo hasta en Dios, y en mi talento. Amo profundamente a Norte América y a Enrique Heine. Antes de ir a París, voy a visitar Hollywood.

Iría al fin del mundo por un Camel, por una mujer, por Pondal Ríos y por Carlitos Chaplin. Tres cosas me pesan un poco: el demasiado cariño de Enrique, mi talento, y mi sol, cuando pierdo una noche. Como un monito de Palermo ando de volatín en volatín en la vida, con mi despatarrado optimismo, deliciosamente mal educado, en esta vida llena de burgueses y de ordenanzas municipales.

A veces interrumpe mi sueño profundo y apacible, un suicidio, aquel libro imperfecto, y una punta de cosas más, que a usted no le interesan.

Lea El desierto de[l] amor de François Mauriac y mis dos próximos libros: Treinta poemas y otro para un perro y uno de poemas criollistas. Para desgracia de la poesía, no pienso escribir más poemas.71

Desde Martín Fierro se pondera la calidad del suplemento en un artículo sin firma, dos días antes de su última aparición. Y, de paso, se hace un reclamo directo a Botana, aunque sin nombrarlo:

El número 27 de Crítica Magazine, fecha 16 de mayo, dio idea de lo mucho que puede hacer el grupo de escritores jóvenes que actúa en dicha empresa: se veía allí las firmas de varios de ellos y un designio de hacer un periódico artístico–literario viviente, de moderna orientación. En efecto: contando Crítica con Luis Góngora, Guibourg, Rojas Paz, Pettoruti, Rega Molina, los hermanos González Tuñón, Pondal Ríos, Nicolás Olivari, Ganduglia, Soto, y otros valores jóvenes, podría ofrecer al público –siempre que una dirección inteligente, alerta, se decidiera a utilizar tan excelentes elementos– un periódico semanal de verdadero interés, mucho más valioso que ciertos suplementos dominicales de colosos periodísticos. ¡Hagan la prueba!72

“Menos ajedrez y música, mi aprendizaje abarcó todas las otras secciones del diario”, confiesa González Tuñón en una autobiografía inédita.73 Escribe “La pelota de trapo”, un poema en prosa sobre Luis Monti, el jugador de la Selección argentina de fútbol que disputaba los Juegos Olímpicos de Ámsterdam (15 de junio de 1928); “Se necesita un circo”, sobre la necesidad de que Buenos Aires cuente con un circo en forma permanente, como en otras ciudades del mundo (27 de junio); “La cruz del Sud”, sobre un viaje aéreo de cuatro jóvenes (2 de junio), por poner sólo algunos ejemplos de ese año.

González Tuñón recuerda: “Cuando Argentina intervino en el campeonato mundial, donde perdió en la final, frente a Uruguay, después de haber actuado brillantemente, yo escribí un poema en prosa en el que aludía a Tarascone, ‘Tarasca’, el gran delantero de Boca y de la selección nacional. Se titulaba ‘Pelota de Trapo’”.74 La memoria le hace una mala jugada al poeta. En realidad, el texto con ese nombre está dedicado a Luis Monti. Sobre Domingo Tarascone, el goleador del equipo subcampeón en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, Crítica publica, en su edición del 2 de junio de ese año, una fotografía luego de los cuatro goles que convierte en el partido Argentina 6–Bélgica 3. Bajo el título “¡Tarasconi!” (la grafía del apellido varía indistintamente), hay un texto en prosa poética, sin firma, que bien puede ser atribuido a González Tuñón.

Otro dato: el fútbol no es un deporte que le apasionara. Sin embargo, ese certamen internacional concentra su interés periodístico y poético. Un día antes de la primera final con Uruguay, que termina empatada en un tanto, publica “Poema blanco y celeste”, una exaltación cariñosa de los dos países. El poema no fue incluido en ninguno de sus libros:



Mojado de caña
bailemos un tango!



Desde la pampa chica, desde la cancha del Plata
muchachos uruguayos, muchachos argentinos,
hasta el estadio olímpico de Amsterdam
el corazón de América florecido en caminos
se alarga hasta vosotros como una cinta larga.



Cinta blanca y celeste, toda celeste y blanca
para los entreveros, para los desafíos,
pedacitos de cielo llevó la muchachada.
Para la fiesta patria del abrazo,
para adornar del júbilo la sonora guitarra.
Muchachos que aprendieron el fútbol bajo el sol
de latón oxidado que entibia los suburbios.
Sobre las duras calles, gambeteando faroles
y chatas areneras y vigilantes
y en el hueco cordial de los baldíos
que no hay en ninguna de las otras ciudades.



Bossio, Bidoglio, Médice, Carricaberry, Monti,
Tarasconi, Ferreyra, Gainzaraín, Evaristo,
Paternoster y Orsi!
Ya están los once guapos que mañana
llevarán al estadio de la ciudad de Amsterdam,
con otros once guapos,
veintidós corazones luminosos de pampa.



Desde Puente Alsina al Cordón
vibrarán las nuevas ciudades
bajo una idéntica emoción.
Una emoción blanca y celeste,
de barrio a barrio, de esquina a esquina.
Banderas de un mismo color
son la uruguaya y la argentina.

De tan grande y tan noble parecerá un abrazo.

Idénticos colores exhiben los dos bandos.
De idénticos colores son Palermo y el Prado.
Nos empapa la gloria de las mismas auroras.
Nos enjuga el pañuelo de los mismos ocasos.
La pelea de mañana sobre el field del estadio,



Mojado de caña
bailemos un tango!75

Es por esa misma época que se permite reflexionar sobre football y tango: “Hemos perdido al tango por hacerlo más serio y más llorón. Así también, un día, vamos a perder el football, el football nuestro, el del baldío, el de la calle, si adquirimos la técnica, si adquirimos todo lo que tienen los footballers del mundo, y si nos olvidamos que las cosas que valen en tierra de criollos, son aquellas que no se parecen a las cosas de los gringos”.76

Además, González Tuñón incursiona en la crónica policial y escribe sobre el caso de María Poey de Canelo, acusada de envenenar a su esposo, el concejal porteño Carlos Ray; en política, cubre una crisis en la provincia de Mendoza, y, algo inusual, realiza una nota sobre turf:

Fue una idea de Botana, quien me preguntó si yo había ido alguna vez al hipódromo. Le respondí que sólo una vez, para hacerle un reportaje a un juez. “Estupendo” me dijo don Natalio, “mañana irá a hacer la crónica del Gran Premio Nacional”. Luego supe que quería embromar a [Manuel] Ronderos, excelente cronista, jefe de la sección Carreras. Seguro de fracasar fui a Palermo. Recuerdo que en mi crónica hablaba del ambiente tenso, de la gente, de las tribunas populares, de la estampa de los caballos y la emoción final; no resultó una verdadera crónica, pero sí algo distinto. Botana llamó a Ronderos y sonriendo le dijo: “Este (por mí, claro) es un poeta que vive en las nubes, y les ha dado una lección a ustedes”. Todos nos reímos, y yo no volví nunca al hipódromo. 77

Adolfo González Tuñón, hijo del poeta, agrega un final más coloquial a la anécdota, según le había contado su padre: “Al otro día Botana se paseaba por la redacción con el diario en la mano y gritaba: “¿Quién fue el pelotudo que lo mandó a Raúl a cubrir esto?78

Las responsabilidades laborales dejan lugar, no obstante, a las cuestiones del corazón. En “Poema de la Cenicienta ciudadana”, entreteje historias en primera persona en las que predominan sus pasiones. Aquí, el amor y el periodismo se enlazan:



Yo amaba los soldados de chocolate
Plán Ra Ta Plan, pequeña: Plán Ra Ta Plán la vida dulce,
y tu dulce corazoncito resbalando en mi ternura
y tu voz de aroma. Plán Ra Ta Plan dulzura
cuando a mi ventana de periodista,
medio poeta, medio hambrón,
como una enredadera. Plán Ra Ta Plan canción
subía tu voz. Plán Ra Ta Plan
y mis dedos sobre el teclado de la Underwood.79

Juancito Caminador, ese personaje creado a su imagen y semejanza que lo acompañará toda la vida, ya está en marcha. González Tuñón toma prestado el nombre de un prestidigitador que conoce en un circo de Ingeniero White y que se hacía llamar “Johnny Walker”, como el whisky.80 Los lectores del vespertino de Botana habían conocido al personaje en una nota de 1927 –“Elogio del prestidigitador”–, publicada en el suplemento Crítica Magazine, que salía los lunes.81 Al año siguiente, ese mismo texto llega a Miércoles de Ceniza como “Cosas que le ocurrieron a Juancito Caminador”. Más allá de algunas diferencias entre una versión y otra –una práctica que se transformaría en un hábito tuñoneano–, el público del diario es el primero en presenciar el nacimiento de Juancito Caminador.

Distintos puertos, distintos olores, distintas mujeres, distintos amigos comienzan a fortalecer esa desesperación por viajar, ese andar y andar constante de un Juancito Caminador asombrado por el mundo y bastante diferente al Johnnie Walker vestido con galera, monóculo, látigo de domador de circo, chaqué, pantalones como bombacha de gaucho y botas hasta las rodillas. “Siempre de una parte a otra, a medida que realizaba mi tarea específica como periodista, la realidad me suministraba el recóndito material, la savia nutricia que en algún rincón de la conciencia estimulaba el embrión del poema. Múltiples motivos desbordaban las páginas del diario buscando las probables páginas del libro que vendría...”, reflexiona.82

Trabajo y bohemia

En septiembre de 1927, Crítica se muda al edificio de Avenida de Mayo 1333, a cinco cuadras de la redacción anterior. Al día siguiente, González Tuñón publica “Poema a la Hoe”83, dedicado a la moderna rotativa comprada por Botana, en el que destaca el poder de la tecnología y de la modernidad. Es una exaltación de la juventud que se emociona frente a los “caminos de hierro” y “los blancos rascacielos”.

Los primeros versos despliegan la excitación poética del autor: “El diario ha florecido grandes plantas de hierro./ La Hoe es el corazón de Buenos Aires./ La Hoe es el corazón del tiempo./ La Hoe es el domingo del maquinismo, una canción de acero, fiesta de los tornillos aceitados, alegría de la velocidad”.

Más adelante, insiste: “¡Crítica, Crítica, Crítica!” La identificación con el vespertino de Botana y con la labor periodística es total y se expresa tanto en este poema como en las mesas nocturnas compartidas en las noches de bohemia. Tálice recuerda un episodio que ilustra ese espíritu:

A los postres, llegan a “La Emiliana”, Enrique y Raúl González Tuñón. Tratándose de Crítica, el tema es pródigo en recuerdos y comentarios.

Raúl, enfervorizado, exalta el sostenido principio de Crítica de defender, hasta las últimas consecuencias, la libertad de prensa. Enrique, en tono no menos entusiasta, elogia la posición de Crítica en defensa de la clase obrera y en pro de la justicia social de los trabajadores.

Crítica se ha jugado y se seguirá jugando contra todas las dictaduras y tiranías– agrega Raúl.

Y en ello todos coincidimos. Y traemos a colación las violentas campañas contra los dictadorzuelos y tiranuelos que han proliferado durante los últimos años en Latino-América.84

La pasión por el trabajo en Crítica no es patrimonio de González Tuñón. La mayoría de sus compañeros de tareas recuerda con idealización esos míticos años juveniles.

Una característica de la bohemia es el debate y el comentario cotidiano sobre las notas realizadas durante la jornada. Otra vez la memoria de Tálice:

Raúl González Tuñón entrevista al anciano y claudicante Charles de Soussesns en su lecho del Hospital Rawson con motivo de la celebración de la fecha patria francesa. Escribe una nota conmovedora sobre el ‘Cisne de Turingia’, que así lo llamaba Rubén Darío en las reuniones de ‘La Siringa’ animadas por José Ingenieros. Y en una improvisada rueda de amigos, en el ‘patiecito’ de marras, a la hora de un neblinoso crepúsculo invernal que nos estremece el cuerpo en el desmantelado ambiente, Raúl nos deleita con la descripción del momento en que el gran lírico galo, hermano de Paul Verlaine, en su lecho de enfermo que tal vez no pueda abandonar ya más, cantó con voz temblorosa ‘La Marsellesa’”. 85

En otra oportunidad, el lugar de encuentro es “La Terraza”, en Corrientes y Paraná. Manuel Sofovich felicita a González Tuñón por sus notas “Una aurora roja sobre la noche blanca”, que exalta las hazañas de los expedicionarios a los polos Norte y Sur, y “Palabras para un 9 de Julio”, un recuadro alegórico entre el pasado y el presente (1928) del país, que acompaña un artículo general sobre los desfiles realizados por la fecha patria.86

Otra noche, en “La Real”, en Corrientes y Talcahuano, González Tuñón comenta: “El Gato y el Mancha, conducidos por Tchiffely, han llegado a Nueva York. La hazaña de los dos caballitos criollos coincide con el aniversario de la ejecución de Sacco y Vanzetti, víctimas del odio de clases. La sombra de la silla eléctrica se proyecta sobre Elliot, el verdugo de Massachusetts. Será tema de uno de mis comentarios, así como Mister Avan Fuller, que agregó una estrella negra a la bandera norteamericana”.87

Al conocerse que Herbert C. Hoover se consagra candidato republicano para presidir Estados Unidos, González Tuñón publica una “Carta abierta a Míster Hoover”, en la que reclama un castigo para el “verdugo Elliot”. Con ironía, interpela a Hoover, que llega a la Casa Blanca al año siguiente: “Y abolirás la ley seca, si quieres contar con nosotros, los latinos. Y conmigo, Mister Hoover. Un país sin vino, es un país sin poesía”.88 La famosa “Ley Seca” estadounidense, que prohibía la venta de bebidas alcohólicas, se extendió entre 1920 y 1933.

Los bares y restaurantes también son lugares de trabajo. Los periodistas prefieren salir del edificio de Avenida de Mayo, que cuenta con un completo comedor en el sexto piso, y se escapan a otros sitios cercanos. En “La Terraza”, González Tuñón entrevista a Enrique Santos Discépolo, autor de los tangos “Cambalache” y “Yira...yira”, entre otros éxitos, para la sección “Los Ases de Buenos Aires”.

Cierta vez, un capricho patronal puso en evidencia, una vez más, la complejidad de las relaciones entre el dueño del diario más importante de Iberoamérica y sus periodistas:

Un día los asalariados convocaron a una asamblea. El tema era la nueva disposición que prohibía asistir al bar de enfrente en horas de trabajo; los gráficos explicaron que la tinta da sed y los periodistas escribieron una completa información sobre el derecho al libre tránsito por todo el territorio del país. Una comisión fue a la dirección a ver al mandamás, para pedirle descuento por la publicación de una solicitada.

Don Natalio leyó el suelto, tomó conciencia que anunciaba una huelga en su diario y espetó, más o menos, el siguiente párrafo, pero ornado con malas palabras que hemos censurado:

–¡Ustedes están locos! ¡Quieren que publique en mi diario una serie de insultos contra mí! ¡Y encima anuncian que van a hacer una huelga! ¡Y tienen el tupé de pedir descuento en la tarifa!

–La noticia de la huelga va a salir en todos los otros medios, le comunicó el poeta Raúl González Tuñón.

–¡Ah! ¿Es una noticia? Entonces publíquenla en la sección Gremiales y no como solicitada. Crítica informa mejor, se ufanó el patrón.89

Si se toma el incidente como real, alejado de las construcciones que suelen adornar las anécdotas, es interesante detenerse a reflexionar en el “choque” entre Botana y González Tuñón, por la relación de amistad que los unía. La redacción “instalada” en el bar es un derecho adquirido de los trabajadores de prensa y el joven periodista y escritor lucha por esa causa.

Un hecho inesperado enfurece a los redactoes al poco tiempo de mudarse al moderno edificio de Avenida de Mayo: “uno de esos estúpidos organizadores que pretenden implantar organigramas” instala un reloj para marcar la hora de entrada y de salida. Arlt está entre los más enojados. Cuando el encargado del personal “recogía las tarjetas encontraba firmas a nombres de ‘Erasmo de Rotterdam’ u otras con recuerdos nada cariñosos para él y su familia. (El encargado) Duró poco, Botana lo echó”, recuerda Petit de Murat. La instalación del reloj para fichar es tema de debate entre los periodistas. No hay huelga, pero en una especie de asamblea informal realizada en algún café cercano al vespertino se da libertad de acción para que cada uno hiciera lo que quisiera. Tálice detalla que “el reloj sólo es utilizado regularmente por el personal de publicidad y administrativo, por el de los talleres, el de archivo y el de otras secciones similares. Pero no por el cuerpo de redactores”. Y señala que llegó a cometerse un sabotaje contra el aparato por parte, al parecer, del jefe de Policiales, Gustavo Germán González, conocido por sus iniciales, GGG.90

Es imposible forzar a los periodistas a un esquema de horarios, pautas rígidas y controles empresariales. Muy alejado de todo eso, los periodistas de Crítica “empezábamos a trabajar a las nueve de la mañana y luego nos íbamos a comer por ahí, al Puchero Misterioso, de Cangallo y Talcahuano. Vivíamos en un permanente estado de exaltación lírica y nos reuníamos en lugares de cocheros y malandras”.91

La vida bohemia se convulsiona con los ataques cruzados entre los integrantes de los grupos de Florida y de Boedo. González Tuñón participa de manera activa en la disputa y recibe los golpes de Claridad, la revista dirigida por Antonio Zamora, que para referirse a Enrique lo llama “uno de ‘los hermanos Karamazoff’”. El órgano de Boedo ataca:

El señor Rega Molina –prototipo del plumífero sietemesino– ha constituido con otros escritores como él: Olivari, Tuñón, Arlt, Fijman –un grupo de afinidad… Todos ellos usan el diario de Botana para destacar sus nombres y conseguir puestos rentados. No vamos a defender la moralidad del diario, pero con la incorporación de estos elementos el diario se ha prostituido. Incluyamos en la cuenta al señor de la Púa, cultor cínico del compadraje literario. Los hermanos Tuñón han logrado, ¡por fin!, encaramarse y lucir sus nombres. Estos muchachos que imitan pésimamente el estilo de Castelnuovo y lo plagian pésimamente, se han largado a exaltar la mugre y la roña de los mugrientos. Uno le canta perpetuamente a los piojos y otro escribe perpetuamente sobre las liendres. Cada uno por su parte descubrió un género nuevo de la literatura: el género piojoso y el género liendrudo. El diario del pueblo se ha convertido, en poco tiempo, en el diario del hampa.92

La cofradía de la “pizzicata”

En su detallado libro de memorias sobre el diario de Botana, Tálice recuerda un episodio ocurrido en “La Terraza”:

La conversación obliga a beber. Y se bebe tanto como se conversa.

Luisito Diéguez se despide antes que nadie. En coro, todos le pedimos que se quede “hasta que las velas no ardan”.

–Déjenme ir, por favor. Mañana, por lo menos, habrá uno de nosotros que firme el reloj y prepare material para la 4ta. edición del mediodía.

Raúl González Tuñón y yo, en un alarde de osadía, de buenos propósitos y de dignidad profesional, contraatacamos:

–También estaremos nosotros temprano. Todo sea por Cordone.

–Aunque sea sin dormir.

Crítica nos ha convertido en faquires. Eso de presentarnos por la mañana con los ojos semicerrados por el sueño y las pupilas llorosas por el alcohol ingerido, pero bien dispuestos para el trabajo, con la mente despejada y el ánimo levantado con un par de aspirinas, no es novedad para nosotros.

Aunque, forzoso es reconocerlo, muchos atribuyen el milagro de tanta resistencia al sueño y al alcohol, a los sobrecitos de cocaína, a veces frasquitos, conteniendo la dosis de un gramo de la más pura Merk, que frecuentemente circula entre los grupos de amigos, en un intercambio de verborraicas [sic] expresiones provocadas por la droga y en un repetido ir y venir al mingitorio, lugar propicio y obligado para los “narigazos”. Y tanto ha cundido la voz, que se hace difícil incursionar inocentemente en el “toilette” para desalojar fisiológicamente la vejiga, sin caer en la sospecha de ser un integrante de la cofradía de la “pizzicata”. 93

Esta anécdota remite a un tema muchas veces ocultado: el consumo de droga entre los periodistas en las noches de la bohemia porteña. En varios relatos publicados en 1933 en la Revista Multicolor de los Sábados, y luego incluidos en El otro lado de la estrella, González Tuñón bucea en el submundo de los alcaloides y de los personajes que allí transitan. Y a veces, la voz del narrador se confunde con la voz del poeta, como en “Blues de los adioses”: “Después sólo pensé en acariciar un día ‘la rodilla desnuda de la belleza’ y también conocí la lenta muerte de los tóxicos sutiles”. Y más adelante:

El opio nunca me hizo soñar bastante porque únicamente sirve para despertar del sueño. […] Reconocí el cadáver de mi primer[a] amiga en una sala de la Morgue. Había sabido del hambre y la locura, y la poesía y el bicloruro terminaron con ella. […] Sin embargo, nada más triste que el despertar de las rubias teñidas en las pensiones, en la época en que Lucie me suministraba inyecciones de morfina.94

En “Las dos personalidades”, el González Tuñón narrador detalla que un amigo valenciano, Juan Gimeno, lo hace ingresar en el “Klan del Sueño Despierto”, en el café “La Puñalada”, en la esquina de Libertad y Rivadavia:

Una soprano fracasada que conocí en cierta pensión, me había iniciado, al parecer, brillantemente, en la droga. Gimeno mostróme entonces la otra cara. Pasé a ser uno de sus camaradas de la noche. Realicé varios viajes con él. Estuve en Turkestán, viví en Singapore [sic] y tuve algo que ver también en una ciudad de Europa, nada menos que con la Reina de Rumania, claro está que, cuando volvía en mí, alejados los efectos de la droga, me encontraba en una mesa del Café de la Puñalada, frente a una ventana, por donde se abría el día insolente, junto con la puerta de un mercado que quedaba en la esquina opuesta. Y los carros, los tranvías, las mucamas y los lecheros, me lanzaban súbitamente a la más amarga realidad.95

Y en uno de esos “viajes”, Gimeno “abandonó la C. por la H.”, es decir la cocaína por la heroína. Y no regresó...96

El protagonista de “El famoso prestidigitador O’Hara”, Jerónimo Laberinto, afirma: “El opio es el perfume de la filosofía. Mereció el elogio de Claude Ferrere. El opio rejuvenece. Hubiera embellecido a Ben Johnson, poeta de la corte y las tabernas”.97

El narrador, Laberinto, y su compañera, Jacqueline, se van a un fumadero de opio ubicado en La calle del Agujero en la Media, “catorce pisos bajo tierra”, porque las pipas “convierten el alma en cristal. Se oyen los colores: se anda por la vida a través de los objetos y las pasiones con asombrosa serenidad. Por lo demás, uno organiza hábilmente los paisajes. Lo único verdaderamente terrible es el miedo a la delación”.

La droga circula por Buenos Aires, por París (“Está nevando sobre la ciudad”, “Doce pesos cincuenta”) o por Barcelona (“El hombre de goma”)

En “La Schell” se unen los mundos del periodismo y de la droga: “Un día desapareció una amiga nuestra, toxicómana y vagabunda, que había conocido épocas de esplendor y venía siempre a la redacción, en las horas de la noche, en busca de un par de pesos para el hotel o la droga”.98

Y el yo-narrador, otra vez protagonista: “De una extraña manera se había hecho cocainómano. Era dueño de un boliche de cigarrería de la calle Lavalle, hace ya algunos años, en la época en que todos, incluso los cocheros y el vigilante de parada frente al Julien, tomábamos cocaína. Lo llamaremos Don José” (“El vendedor honrado”). Luego de ser descubierto en su negocio y pasar un tiempo en la cárcel, vendía “diarios” a un precio desorbitado en la esquina de Corrientes y Paraná: “Crítica, por tres pesos... ¿Quién me lleva Crítica? Es de la buena, de la buena...”.99

En la presentación a la edición conjunta de El violín del diablo y Miércoles de Ceniza (1973), González Tuñón rememora los tiempos de adolescencia y comenta: “Confieso que años más tarde lo fumé una vez (al opio), y me defraudó, no provocaba sueños sino desgano, hallándole la razón a Carlos de la Púa, cuando dijo: ‘Es preferible un buen bife a caballo y un troli de vino’”.

Rumbo a París

Miércoles de Ceniza obtiene el segundo Premio Municipal, en el rubro Poesía. En esa obra anuncia un nuevo poemario: El recodo de los gitanos. El espíritu creador de González Tuñón no se detiene y da forma a “coplas y milongas populares, una especie de nuevo cancionero argentino, sin palabras raras, sin chinas y sin gauchos”.100 Pero el libro no llega nunca a imprenta. Otra prioridad lo mantiene impaciente. La promesa de viajar a Europa con su amigo Pondal Ríos se cumple. Los tres mil pesos ganados con el premio los destina a comprar los pasajes en el vapor Cabo Palos, que partirá el 15 de julio de 1929: “Con este motivo, todos los compañeros de Crítica, desde nuestro director hasta el más joven de los redactores de la casa, nos reunimos alrededor de la mesa tendida bajo la experta dirección del risueño e inefable Bartolito Bugando y del veterano Vega”, señala el vespertino en el artículo “Raúl González Tuñón y Sixto Pondal Ríos parten para Europa”. El cronista de turf Carlos Dedico y el poeta Jacobo Fijman se sumaron al homenaje con unas palabras y un poema en honor de los viajeros.101

“Anoche estuvimos de fiesta. Ocuparon esta vez la cabecera de la mesa dos poetas y camaradas ante todo, que se alejan de Buenos Aires por una temporadita, ávidos de contemplar el luminoso paisaje de París y de otras ciudades europeas”, subraya la nota. En efecto, luego de tocar los puertos de Montevideo, Santos y Río de Janeiro, el Cabo Palos se detiene en las islas Canarias y la costa ibérica –Cádiz, Málaga, Alicante, Valencia y Barcelona–, hasta atracar en Marsella.

Pero el dinero del premio se acaba rápidamente y Edmundo Guibourg, corresponsal de Crítica en Europa, los invita a su casa en París, en la calle Victor Massé, número 13, en el barrio de Pigalle. Allí se establecen y comienzan a frecuentar la noche de la ciudad.

Para conseguir fondos extras, González Tuñón envía colaboraciones a Crítica y al suplemento literario de La Nación. En el vespertino de Botana, aparecen crónicas sobre su deambular por las calles de la capital francesa: “El perfil del viejo Montmartre”102, “Donde yace el corazón”103 y “Una puerta y un barrio de París”104, entre otras. También manda un poema en prosa sobre su abuelo, asturiano y socialista, Manuel Tuñón –“El abuelito”105–.

El director del suplemento cultural de La Nación, Enrique Méndez Calzada, mantiene abiertas las páginas para los trabajos del viajero: los “pequeños poemas en prosa” “El restaurante de la Salamandra”, “El albergue de la campana” y “La mère Catherine”106, y el poema “La Calle del Agujero en la Media”107 (todos publicados luego en La Calle del Agujero en la Media); y “La feria de Ménilmontant”108 (en El otro lado de la estrella).

González Tuñón ya es conocido por los lectores del matutino. Allí habían aparecido, entre otros, “El entierro de Nuestro Señor”, como parte de una presentación de varios poetas jóvenes,109 y “Poema cruzado por un trencito rural”, que pertenece a su serie riojana.110

El escritor Enrique Amorim lo felicita en una carta: “No quiero dejar pasar sin decirte que tu crónica de París, aparecida en La Nación, me parece una bellísima página. A mí me sirvió para evocar cómodamente mi poco de París, que aún sostengo con valor. Me sirvió de repunte tu página. Gracias”.111

Inquieto caminante, curioso de la vida, recorre bares, frecuenta gente de toda clase, se sorprende por los habitantes de esa capital que aún vivía en la fiesta de la posguerra. De ese deslumbramiento nacen los poemas de su tercer libro, La calle del Agujero en la Media. La influencia surrealista es determinante en esa obra, ya desde el título.

El movimiento vanguardista lo cautiva. En una carta dirigida a su hermano Enrique, le muestra su fascinación por los surrealistas, que “continúan dando batallas contra lo congelado y retróagrado”, y reflexiona que, “aunque no hayan realizado gran obra”, con el tiempo se dirá de ellos “¡qué bien han hecho!”.112

En esa misma carta, cuenta que presenció una exhibición de Un perro andaluz, el film de Luis Buñuel y Salvador Dalí, en la sala Studio 28: “Yo fui uno de los que aplaudió con más entusiasmo y me ligué un palo en la cabeza, un pedazo de butaca que cayó inesperadamente sobre mí”.113

Un tranvía cae al Riachuelo

De regreso a Argentina le toca cubrir para Crítica una de las tragedias más terribles de la época. El sábado 12 de julio de 1930, poco después de las 6, el coche 75 de la línea de tranvías 105 cae a las aguas del Riachuelo, repleto de obreros, cuando cubría el trayecto entre el Lanús y Plaza Constitución. Mueren 47 hombres y 5 mujeres. Pocos logran salvarse saltando antes de que el tranvía cayera al agua; sólo tres hombres y una mujer salen con vida del interior del vehículo.

El diario decide hacer un gran despliegue periodístico con redactores y fotógrafos. González Tuñón recuerda que, además de él y su hermano Enrique, cubren la noticia Pondal Ríos y Luis Diéguez, y rescata una situación que lo impacta: “Tomé como base lo que me contó un cabo de prefectura: entre los muertos había un pibe, un obrerito de diez u once años y en el bolsillo de su chaquetón encontraron un pequeño paquete con un sandwich de milanesa. Seguramente preparado por su madre. Mi trabajo se tituló ‘El sandwich de milanesa’”.114

En la página tres de la edición 5ta. de aquel día, Crítica publica la nota “Detalles emocionantes”. Con el subtítulo “El último sandwich”, aparece la nota color de Raúl, aunque sin su firma:

Uno de los cadáveres extraídos era el de un chiquilín como de 14 años de edad.

Obrerito joven, la muerte lo sorprendió tiritando de frío en un rincón del tranvía. Nadie lo reconoció en el momento de ser sacado de las aguas. ¡Quién sabe si ese chiquilín no tiene más familia que una abuelita vieja, a la que debe mantener con sus pobres jornales!

Cuando levantaron ese cuerpecito liviano, llamó la atención lo abultado de uno de los bolsillos de su saco.

Ese bulto resultó ser un sandwich. Un pan francés abierto en dos, llevando adentro una milanesa, seguramente sobra de la comida del día anterior.

Ese sandwich era el único almuerzo de la infeliz criatura. Cuando se lo sacaron del bolsillo, ese sandwich, último sandwich de quién sabe cuántas jornadas de hambre, tuvo el prestigio de arrancar más de una lágrima.115

Ese suceso también está reflejado en los poemas “Cosas que ocurrieron el 17 de octubre”, incluido en Todos bailan, y “El Puchero Misterioso”, en A la sombra de los barrios amados.

La cobertura periodística de la tragedia dura varias jornadas. Las notas, acompañadas por un despliegue fotográfico típico del vespertino, no llevan la firma de los redactores, por lo que resulta imposible determinar autorías. Pero si se sigue el hilo narrativo planteado en el recuadro anterior, se puede atribuir a González Tuñón también este suelto titulado “Otro sándwich y una lágrima…”, publicado dos días después del hecho:

Frente al puente se ha detenido un niño, un chiquilín de unos doce años, con la naricita morada, con las manos moradas. Parece cavilar.

Junto a él, una señora anciana protesta. Protesta contra la vida, contra la compañía de tranvías, contra el gobierno... La han dejado hablar, la dejan hablar sola. El niño se da vuelta a mirarla. Luego, del bolsillo de su raído sobretodo saca un pequeño envoltorio. Es un sandwich, un sandwich de mortadela. Ávidamente lleva a la boca el sandwich cuya punta desaparece.

La anciana se da vuelta hacia él y lo contempla un instante, silenciosamente ahora. El niño sigue devorando su comida del día. Acaba de abandonar el trabajo, seguramente. Tiene una hora, dos horas, y come. La madre, tal vez, le ha preparado ese pobre almuerzo… Y entonces por el curtido rostro de la anciana vemos correr una lágrima, una lágrima que se detiene en la comisura de los labios lívidos… La anciana ha recordado al otro niño, al niño muerto, entre cuyas ropas encontraron otro sandwich como ese.

Al niño que, igual a éste, trabajaba para ayudar a su hogar.

Al niño que jamás volverá a comer un sándwich.

Crítica mantiene una postura opositora al gobierno de Yrigoyen, que lo convertirá –como ya se dijo– en un impulsor del golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, con Botana al frente de la asonada. “¿Qué hace el señor Yrigoyen?”, se pregunta el vespertino y pone énfasis en que la tragedia se produjo por las fallas en “la organización de los poderes estatales y [porque] se permite que las empresas de servicios públicos estén anarquizadas”.116

CAPÍTULO 2. LOS AÑOS CRUELES

En la página literaria [de El Hogar del 19 de octubre de 1934], el entonces famoso crítico Ramón Doll destroza a Nicolás Olivari y Raúl González Tuñón. Al parecer, los poetas habían estrenado una obra de teatro con el título Dan tres vueltas y [luego] se van. […] del crítico Ramón Doll nadie tiene memoria; en cambio Olivari y González Tuñón son parte del imaginario poético del siglo que termina.

(Osvaldo Soriano, “Revistas viejas”, en Página/12, 22 de octubre de 1995)

De Brasil a la Patagonia

Al día siguiente de la caída del último caudillo, me encargaron un brulote contra Leopoldo Lugones, que yo escribí con gusto y con saña: lo acusé entre otras cosas de hipocresía. Resulta que el poeta cordobés, quien después adhirió servilmente a Uriburu, había anunciado “la hora de la espada”, había venido incitando reiteradamente a la violencia desde La Nación. En el último artículo, y cuando se hablaba ya de un golpe militar –el que luego causaría tanto daño al país– Lugones aconsejaba al presidente radical, contra los enemigos de su gobierno. “Un poco más de burocracia y comisaría”, dijo.117

Botana embarca no sólo a su diario en el golpe de 1930, sino también al plantel de periodistas, envuelto en el clima antiyrigoyenista imperante en los últimos meses. González Tuñón no escapa al estado de ánimo alentado por su jefe, aunque centra sus cuestionamientos en la actuación de “policías bravas”, las matanzas de obreros durante la Semana Trágica y en la Patagonia, y una aplicación moderada de la Reforma Universitaria. Aún no percibía “los esfuerzos de don Hipólito, si bien débiles, para resistir a las fuerzas oscuras que se oponían a la defensa del petróleo nacional y al establecimiento de relaciones, por lo menos comerciales, con la Unión Soviética y la acción subterránea de la intriga oligárquico-imperialista”. Por entonces, ya empieza a manifestar su adhesión al comunismo.118

Pero el vínculo del dueño del vespertino con la dictadura triunfante se deteriora de inmediato. Las esperanzas que en un primer momento tienen algunos sectores en el nuevo gobierno se desvanecen con la profundización de las políticas reaccionarias. Es entonces que Botana decide que González Tuñón viaje como corresponsal a Brasil, convulsionado por la crisis política que deriva en el ascenso al poder de Getulio Vargas, para alejarlo de posibles represalias. En el barco Conte Rosso conoce a Carlos Gardel, quien sube en Montevideo, con destino en Francia.

El periodista aprovecha la estadía para colaborar en las revistas Bazar y Mundo Ilustrado, hacerse amigo de escritores y poetas, y hasta anuncia la publicación en ese país de un nuevo libro, El tren de circunvalación, que finalmente no se concreta. La prensa carioca lo anuncia: “Libro sensacional. Poemas proletarios del joven y laureado escritor porteño Raul Gonzalez Tunon [sic]”.119

Para Crítica entrevista al ex presidente Alvear, exiliado en Río de Janeiro, quien le recuerda un encuentro de poetas en el sótano del café Tortoni, al que el entonces presidente concurrió de sorpresa. “Cómo me dieron esa noche con eso de ‘Las cuatro son flacas, las cuatro son feas...’”, evoca Alvear el poema de Olivari “Cuarteto de señoritas”.120

Las relaciones entre Botana y los golpistas se rompen y el 6 de mayo de 1931 Crítica es clausurada y su dueño detenido junto a una treintena de periodistas. Su esposa, Salvadora Medina Onrubia –a quienes los seguidores de Botana llamaban “La Vieja”–, también es encarcelada. Luego, ambos se exilian en Uruguay y en España. La situación empeora y González Tuñón se radica en Brasil, donde se queda casi un año. Por entonces, el poeta estaba a cargo del Magazine Multicolor de los Sábados, primera etapa de la Revista Multicolor de los Sábados, que nace el 14 de marzo de 1931 y se interrumpe con la clausura.

Durante el tiempo en que Crítica está cerrada se edita Jornada, con el personal que se salva de la persecución. El primer número sale el 8 de agosto de 1931. Allí se mantiene un suplemento semanal con un estilo similar al anterior, pero con otra denominación.

Desde el país vecino, envía colaboraciones. Entre otras, “Historia de Caboclo, papagayo real”121 (Magazine Multicolor de los Sábados, 18 de abril de 1931, pp. 1-2-7), “João Pessoa. Símbolo del nuevo Brasil” (Jornada Multicolor, 24 de octubre de 1931, p. 6), “Elogio del poeta Manuel Bandeira, gobernador de la provincia de Curvello” (4 de noviembre de 1931, Jornada, p.20), “El lampeao, terror del norte de Brasil” (21 de noviembre de 1931, en Magazine Cómico, Nro. 17, p. 2).

Un mes después de la clausura de Crítica, el 10 de junio de 1931, aparece el vespertino Noticias Gráficas. El director de La Nación, Jorge Mitre, funda el vespertino con el objetivo de ocupar el espacio dejado por Crítica, a tal punto que incorpora a la redacción a varios periodistas que hasta hace poco tiempo atrás trabajaban en el edificio de Avenida de Mayo –Enrique González Tuñón, Nicolás Olivari, Sixto Pondal Ríos, Last Reason, entre otros– y designa como director a otro ex colaborador de Botana, Alberto Cordone. Mientras Jornada apoya la candidatura a presidente del general Agustín P. Justo, Noticias Gráficas hace campaña por Lisandro de la Torre, de la Alianza Civil.

La partida de un grupo de periodistas de Crítica –“traidores” es la calificación con que Jornada los tilda– al nuevo emprendimiento genera reacciones contrarias de quienes permanecen fieles al proyecto de Botana. El “desterrado” González Tuñón es uno de ellos y envía una carta desde Montevideo, que el vespertino publica el 11 de enero de 1932, a poco más de un mes de la asunción de Justo y la reapertura de Crítica. Allí se solidariza con Bedoya y quienes aún permanecen, que “esgrimen todavía la pluma revolucionaria de la calle Sarmiento y enarbolan el banderín desgarrado que hace 18 años comenzó a flamear sobre las azoteas de Buenos Aires”. Se deshace en elogios para esos “periodistas de alma y de raza”, que “han permanecido fieles a la gran aventura de nuestra vida que es el diario” y que “han dado vueltas durante tres meses, angustiados pero serenos, alrededor de la poderosa Hoe adormecida, de los escritorios llenos de polvo y los rincones cordiales de nuestras expansiones cotidianas”. Cuestiona, sin nombrarlos, “a los canallas que aprovecharon una encrucijada sombría para demostrar hasta dónde pueden llegar la cobardía y la ingratitud, el servilismo y la indignidad”. La bronca va dirigida también a Jorge Mitre, “a ese turista del periodismo, a esa ‘declassé’ […] que los ha comprado por un plato de lentejas”.122

Esa carta aporta un dato a tener en cuenta sobre su adhesión incondicional a Botana y la maduración de su pensamiento comunista. Allí expresa que está “impedido de retornar por ahora a la querida casa”, es decir a Jornada-Crítica, “por mantener mi ecuanimidad”, y profundiza la explicación: “Por continuar en el estado espiritual que se produjo en mí hace muchos meses, unos días después de la clausura”.123

Crítica reaparece el 20 de febrero de 1932, el mismo día que Justo, un radical antiyrigoyenista amigo de Botana, ex ministro de Guerra de Alvear, asume la presidencia. González Tuñón retorna al país, se integra a la redacción124 y al poco tiempo ya encara una nueva misión viajera: recorrer la ruta aérea que en 1929 había inaugurado el francés Jean Mermoz. La Dirección de Aeronáutica Civil envía una invitación al diario para que un periodista hiciera ese recorrido fundamental para la población de la zona patagónica, en momentos en que el servicio funciona con un plan de prueba de seis meses. Crítica lanza una campaña: “No dejemos que el desierto gane otra vez la Patagonia”. Es un anticipo de las notas de su corresponsal. González Tuñón permanece 14 días y se compromete con la problemática. Allí escribe la serie de notas “El lejano sur” y varios poemas, entre ellos “Blues de Río Gallegos” (Todos bailan).

La manga de aire, en el corazón de los terribles vientos de la Patagonia, sobre el hangar de los aeroplanos, desconcertaba. Un aparato pequeño y maravilloso nos reveló la velocidad del viento: más de 90 kilómetros. Comenzó a aclarar. Subimos a la cabina del fuselaje mientras el piloto se instalaba junto a la máquina. Al despegar, sobre los cerros, cuando ya creíamos dejar atrás a Comodoro, los fuertes vientos trataron de impedir el vuelo; la máquina parecía detenida en medio de un torbellino. Sentíamos cómo el piloto luchaba con el viento, cómo el avión subía, se alejaba velozmente de la tierra y volvía a bajar y a acercarse. Diez minutos después dejamos tranquilamente el pico de Salamanca. El viento no había cesado sin embargo.125

González Tuñón sostiene que el periodismo vive un breve período de relativa libertad de prensa con la llegada de Justo al poder, aunque “con eventuales golpes, como sucede siempre, contra la prensa política de izquierda; golpes que se acentuaron al ser creada la Sección Especial”.126 El propio poeta-periodista sufrirá al año siguiente la persecución.

A finales de 1932, comparte junto con su hermano Enrique y sus amigos Petit de Murat y Setaro una experiencia literaria singular al publicar en Crítica un policial por entregas, Los Trituradores de Manos, ocultos bajo el seudónimo Jaime Melors, “un hábil escritor sudamericano, cuyo primer folletín alborotó el ambiente periodístico-policial de París, pues reveló los planes de una singular sociedad de estafadores”, según anticipa el vespertino.

Durante 23 entregas consecutivas, entre el 12 diciembre y el 4 de enero de 1933127, el folletín es acompañado por el rostro del autor, un fotomontaje conformado por un cuarto de cada una de las caras de los escritores reales. El vespertino anuncia:

Los Trituradores de Manos tiene la pretensión de ser un nuevo tipo de folletín verdaderamente moderno. En él intervienen hombres de todas clases, ciudades, asociaciones internacionales poderosas, criminales científicos, etc. Ha sido escrito por un aventurero que vivió algunos de sus episodios. Revela el secreto del ‘Camino a Buenos Aires’. Crímenes misteriosos. Tratantes de blancas. Toxicomanía. El enigma de las dos cabezas. Aventuras extraordinarias. Los bajos fondos de Marsella, París, Buenos Aires y Río de Janeiro. Cuatro asesinatos extraños al mismo tiempo, a la misma hora, en cuatro ciudades del mundo. El tremendo misterio del Dragón de Oro. La Orden de los Trituradores de Manos. En tren, en barco, en automóvil, en aeroplano. Fumaderos de opio. Revelaciones sensacionales. Fantasía y realidad.128

Los Trituradores de Manos apareció luego de la publicación de otro folletín policial, El enigma de la calle Arcos, firmado por Sauli Lostal, seudónimo –según el escritor Juan-Jacobo Bajarlía– de Jorge Luis Borges.129

Derribadores de mitos

Los recuerdos amables de la redacción de Crítica y la camaradería entre los compañeros de trabajo son una constante en la mayoría de los testimonios de quienes vivieron la época de gloria del vespertino de Botana. Sin embargo, entre las escasas voces que cuestionan aquellos enfoques, aparece la del cineasta Luis Saslavsky, que desmitifica esa época en una entrevista publicada en 1980 en la revista Status, realizada por el periodista Claudio España (el tono de las preguntas y las valoraciones que contienen son para un análisis que escapa a este recorrido biográfico).

Status: ¿Cómo era realmente Buenos Aires en la década del 30? Le hago esta pregunta porque no creo que el tiempo sea el padre de la verdad sino todo lo contrario. A través de los recuerdos todas las épocas pasadas aparecen mejores, más excitantes, más glamorosas, de lo que acaso fueron. Y ahora la década del 30 está de moda. Volvió con la reivindicación de Arlt, la cháchara izquierdista sobre el Grupo de Boedo, la mitología sobre lo que era la redacción de Crítica, esas cosas.

Saslavsky: Sí. Escuché decir que la redacción de Crítica era una especie de reducto literario inteligentísimo. Yo trabajé allí como redactor y nunca me di cuenta de esas cosas. Era un sitio más bien aburrido y lleno de pedantes. Había dos o tres personas interesantes, como Ulises Petit de Murat, Córdova Iturburu, Rojas Paz... formaban una especie de grupo. Leí cosas de Roberto Arlt que no me interesaron mucho.

Status: Estaban los hermanos Tuñón. Raúl y Enrique González Tuñón.

Saslavsky: Es verdad. Yo era amigo de Córdova Iturburu, teníamos el mismo lenguaje. Con los hermanos González Tuñón los horarios eran distintos. Trabajé un año entero en Crítica. En aquellos años Buenos Aires era una ciudad triste. Había más hombres que mujeres. Y el aspecto de la gente por la calle era más bien pobre, menesteroso. En cuanto a los personajes famosos de la época es inútil que me pregunte sobre ellos. Yo pertenezco a una especie de secta conventual o a un prostíbulo cerrado –si le parece mejor– que es el cine. Sólo conozco bien ese mundo, sus personajes, sus anécdotas. Del resto sé poco y nada. Soy muy despistado, no me acuerdo de los apellidos, me olvido de las caras. Si usted me hace preguntas para contestarle tendría que inventar. No es que me moleste inventar pero no sé si a usted eso le sirve. De lo que sí me acuerdo bien es de los escritores que venían a Buenos Aires. Vino Paul Morand, Pierre Drieu la Rochelle, Stephan Zweig, Roger Caillois, Keiserling... Con ellos tuve buenos contactos.

Status: Los traía Victoria Ocampo.

Saslavsky: No. Los traía Amigos del Arte, una entidad que estaba subvencionada por el gobierno del presidente Alvear. Después de Alvear entró en decadencia y en la época de los peronistas desapareció.130

Casi tres meses después del golpe de Uriburu, Claridad publica un artículo firmado por Eduardo Márquez Silva, cuyo título posiciona a la revista: “Los intelectuales al servicio de la mala política y el klan radical”. Los primeros párrafos muestran el estilo que predomina en toda la nota:

El señor Raúl González Tuñón, ex vocal de un comité de sirvientes de la causa, escritor del diario Crítica, autor de libros tipo nueva sensibilidad, apologista del tango y las compadradas de suburbio, que se cree, llama y denuncia “intelectual”, ha publicado en ese mismo diario, hace unos días, un suelto a propósito del tristemente célebre Comité de Intelectuales Yrigoyenistas.

Mediante ese mismo suelto, el señor González Tuñón se declara “francamente comunista”, sin pasar, por ello, de “izquierdista tipo Claridad”. Se ve precisado a declararlo porque en el último número de La Vida Literaria, se publica, sin comentarios, la historia documentada de aquel comité, cuyos componentes, terminada la influencia que podía brindarles la amistad de Binaghi y Bergalli131, y ante la evidente baja experimentada por las acciones radicales en el ambiente político y moral de la República, apresuran su salvación y buscan cómodo refugio en partidos, agrupaciones y círculos diversos.

Nos imaginamos la tragedia de este pobre muchacho sin ideas, dispuesto a defender cualquier cosa con hambre de recompensa y de halago personal, formado en las filas serviles de aquel comité que hizo su aparición al son de bombos y platillos, el día en que la publicación La Vida Literaria hizo desfilar por su memoria tantos recuerdos tristes –firmas, manifiesto denigrante, frustrada esperanza, errores de apreciación, sometimiento–.

Debió sudar frío, debió llorar mucho, y así, al contacto con tanta humedad (sudor, lágrimas) nació el hongo de su comunismo, comunismo de ocasión, de oportunidad, de aspaviento [...]132

El Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes, al que se refiere la nota, fue presidido por Borges y nació entre los escritores de Martín Fierro para apoyar al líder radical en las elecciones de 1928. El director de la revista, Evar Méndez, se opuso a la politización de su periódico y en el Nro. 44/45, del 31 de agosto al 15 de noviembre de 1927, publicó una “Aclaración”, en la que expresaba el “carácter absolutamente ‘no-político’, y mucho menos político-electoral o de comité: politiquero” de esas páginas.

A Méndez se le presentaba un problema. Las posiciones ideológicas de sus redactores se enfrentaban a sus preferencias antiyrigoyenistas y a su puesto estatal: encargado de la sección Biblioteca y Publicaciones de la Presidencia de la Nación. El número de Martín Fierro con el editorial aclaratorio fue el último que salió a la calle.

El Comité encabezado por Borges estaba integrado por los hermanos Tuñón, Leopoldo Marechal, Olivari, Petit de Murat, Arlt, Pondal Ríos, Francisco Luis Bernárdez y Macedonio Fernández, entre otros.

El autor de la nota de Claridad enfoca su encono en González Tuñón:

Cuesta creer que así, de la noche a la mañana, un literato del montón, forjado en el yunque de la obsecuencia y machacado al calor de una empresa comercial corrompida y corruptora que gira en esta plaza bajo el rubro de diario Crítica, un escritor que no tuvo vergüenza de rendir culto a un ente nulo e incapaz, fracasado como hombre, como político y como estadista, que mandó masacrar obreros en Santa Cruz, en Gualeguaychú, en la semana trágica de enero, que toleró el robo, el fraude y la coima, que se rodeó de caudillos ignorantes y vivillos aprovechados, que fomentó una política a base de la más evidente demagogia, que ayudó al clero, al ejército, que persiguió al obrero en toda forma y era conocido por diez mil distintos aspectos antes de su segunda cuspideación, cuesta creer –decimos– que pueda convertirse en un instante en soldado de la causa comunista.

La maniobra es demasiado burda y no ha de convencer a nadie: menos viniendo de un literato.

Crónicas de Villa Desocupación

El relato “La ciudad de hambre (cuento de Puerto Nuevo)”, incluido en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, sintetiza uno de los rostros más crueles de la “Década Infame”:

Buenos Aires, 1930-1933... También aquí había repercutido el desastre que conmovió a Wall Street, y al mundo, provocado, en gran parte, por las contradicciones del capitalismo en su etapa imperialista, el caos económico, la secuela de la guerra del 14-18. Y cundió la desocupación en todo el mundo, menos en un vasto país cuyos trabajadores ‘cantaban sobre el trigo’, entre el rumor de las maquinarias que el pueblo había hecho suyas aboliendo la explotación del hombre por el hombre, la diferencia de clases. Aquello fue terrible; la Argentina, de la cual ni siquiera entonces podía decirse que era un país subdesarrollado sino mal organizado, mal dirigido, mal aprovechado en sus infinitas posibilidades, no escapó. En la Capital Federal, un campamento de desocupados fue bautizado popularmente con el nombre de Villa Desocupación. Nació en la larga orilla del Puerto Nuevo, no muy lejos del Paseo de Julio, cuya tradición pintoresca se derrumbaba poco a poco, y continuó ensanchándose hacia el oeste.133

“Villa Desocupación” es el primer asentamiento de marginados de la Capital Federal y allí va González Tuñón: “A mí me encargaron un amplio reportaje, aconsejándome que fuera allá en zapatillas, mal vestido, sin afeitar, como un desocupado más. Así pude transitar libremente por el vasto y tortuoso campamento de Puerto Nuevo, donde habitaban el hambre, la incertidumbre, la desesperación, no faltando a veces las pinceladas risueñas o nostálgicas, el rasgo de ingenio”. Expresa su molestia por el cómico Pepe Arias que “los ridiculizaba en un monólogo cruel”134, en el Teatro Maipo, que sirvió de base para la película Puerto Nuevo (1936), dirigida por Mario Soffici y Luis Cesar Amadori. Allí, Arias, un habitante de la villa apodado “Dandy”, vive en una casilla con un compañero –el cantante de tangos Charlo–, que entona una marcha sobre el “barrio amigo”, que es “pobre pero sincero”, donde “lleno de sol,/ lejos de la febril ciudad,/ vive un girón/ de la doliente humanidad./ Indiferentes al dolor,/ sin esperanza, amor, ni fe,/ sin rencor, ni una ambición,/ vive cantando su canción”.

Ese mundo de pobreza está poblado por gente de la capital y de las primeras migraciones internas –menciona el caso de Juan Ernesto Argüello, un colono argentino despojado de su parcela en Santa Fe–, pero especialmente por polacos, checoslovacos y lituanos que no encuentran la tierra de prosperidad que les han prometido. Queda en las puertas de la ciudad, a la altura de las dársenas C y D de Puerto Nuevo, un territorio extendido desde la estación ferrociaria de Retiro hasta la calle Canning (hoy Avenida Scalabrini Ortiz). Con ese material, González Tuñón escribe una serie de notas en las que se mezclan los géneros periodísticos: crónicas, entrevistas, historias de vida, reportajes. Recuerda la labor como “una crónica densa, palpitante, que sobre todo, por la popularidad del diario, tuvo algo de impacto”. Cuando, tiempo después, regresa al lugar y revela su verdadera identidad, los habitantes de la villa lo reciben con agradecimiento y le plantean que marcharán al centro de la ciudad, al grito de “Pan, trabajo, tierra, libertad”. Sienten que su dolor es comprendido, al menos, por un trabajador de un diario masivo, y la difusión de su drama puede ayudar a salir de la miseria. El hombre sensible que escribe crónicas se conmueve con las historias de vida de estas gentes desplazadas, que son parte de los dos mil habitantes de esas tierras linderas a las vías del Ferrocarril Pacífico (hoy General San Martín), y los impulsa a seguir la lucha.135

En distintas entrevistas y notas evocativas, González Tuñón menciona que esa serie de notas se tituló “La ciudad del hambre”. En verdad, esa frase es la que figura en el índice del libro doble El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo para nombrar el relato “La ciudad de hambre (cuento de Puerto Nuevo)”, pero no en las notas periodísticas. “Como gitanos en su propia tierra” es el título con que Crítica inaugura las publicaciones el 5 de marzo de 1932, acompañado por una fotografía que muestra a seis hombres vestidos pobremente delante de varias casuchas de chapas y lonas, con el puerto como fondo. “Los desocupados han unido su desgracia para formar campamento cerca del colmenar de trabajo que es Puerto Nuevo. En una toldería, estos hombres, inmigrantes o criollos, viven de la cordialidad de los marineros, que les dan la comida que sobra a bordo. No por ello han perdido la dignidad. Diariamente hacen incursiones por la ciudad en busca del trabajo que desde hace mucho sueñan sin conseguir. Ayer les ha llegado una voz amiga”, es la síntesis que el vespertino elige para abrir el tema desde la portada. Así avisa a los lectores que el diario se pone del lado del que sufre: es su “voz amiga”. Y a vuelta de página, debajo de una fotografía que muestra a desocupados, anticipa: “Quieren trabajar, quieren abandonar la isla del hambre… ¿Lo conseguirán? Colabore en la campaña de Crítica con un puesto para estos hombres que ofrecen, a las puertas de la ciudad populosa, el espectáculo doloroso de su miseria y de su total desampararo”. La página 3 reúne distintos recuadros que exponen la problemática, englobados en el título general “En el puerto se ha formado la isla del hambre” (esa es la imagen que la memoria tuñoneana modifica). Los títulos de las otras piezas también impactan: “Con basuras los parias levantaron sus chozas”, “Nada práctico se hizo aún para ayudarlos”, “La piel de los ratones”, “El hombre de la horqueta”, “Soy del país de los estómagos”, “La decisión del Gobierno es el primer paso”. Ninguna de los artículos lleva firma.

Una semana más tarde, Crítica retoma la serie con “¡Loco de hambre!”, en la que cuenta la historia de un inmigrante checoslovaco, y da cuenta de la reacción del gobierno de Justo: la creación de una “Comisión de Asistencia a los Desocupados” y el planteo que realizarán los diputados socialistas independientes Bernardo Sierra y Roberto J. Noble.136 Días después suma otra nota sin firma – “A 500 desocupados les hicieron una broma cruel”137–, sobre un falso ofrecimiento de trabajo en Nueva Pompeya, y la historia de Basilio Misenko –“10 centavos para un plato de sopa”138–, que aparece bajo el cintillo “Vidas truncas”.

Recién en la entrega siguiente –“El desocupado que enloqueció de hambre”139– aparece la firma de González Tuñón, quien “escribe estas historias breves, dramáticas, hondas y actuales”, según afirma el vespertino, en las que “van desfilando los hombres arrojados por la desocupación en Puerto Nuevo”. Y tres días después llega “El inmenso valor de 12 pesos”, en la que retrata a Antonio Bartozeck, un mecánico desocupado, de 20 años, emigrado de Checoslovaquia.140 En la edición de Crítica del 3 de abril de 1932, González Tuñón presenta la historia del yugoeslavo Yure Radesich, “que no quiso ser mozo del restaurant de sus padres por amor a la tierra”.141 Esa nota, “Una medialuna para el yugoeslavo”, es la última de la serie firmada por el cronista. Luego, vendrán otros artículos anónimos que ponen el foco en la acción del gobierno del general Justo –amigo de Botana– para asistir a los emigrados.142

Tres años más tarde, González Tuñón rescata algunas de esas historias para Nueva Revista, con el título “Desocupación” e ilustraciones de Lino Eneas Spillimbergo.143 Este nuevo fenómeno social lo impresiona de tal manera que comienza a escribir una novela, El nacimiento de la miseria, anunciada por la editorial de la Federación Gráfica Bonaerense (Fegrabo), pero que nunca llega a la imprenta. En esta editorial obrera, publica La rosa blindada y 8 documentos de hoy, ambos en 1936. Es una experiencia novedosa –y de corta duración– por su inserción en la industria cultural en plena “Década Infame”: un sindicato decide emprender un proyecto político-cultural con la edición de libros.144

Un par de décadas más tarde, en el poema “Villa Amargura” (A la sombra de los barrios amados), retoma el tema de los asentamientos urbanos.145

González Tuñón siente el periodismo de una manera vital, estrecha un compromiso con los protagonistas de sus notas; es señal anticipatoria de lo que años más tarde se conocerá como “nuevo periodismo” y que tendrá como modelos las novelas de non fiction Operación Masacre (1957), de Rodolfo Walsh, y A sangre fría (1965), de Truman Capote.

La conversión de González Tuñón en un habitante más de Villa Desocupación tiene proyecciones en un trabajo de campo que varias décadas después realiza el periodista alemán Günter Wallraff, que en 1985 publica Cabeza de turco, una investigación sobre la explotación laboral de los inmigrantes turcos en la República Federal Alemana.

Más acá en el tiempo, el denominado periodismo gonzo se emparenta con la experiencia tuñoneana. Algunas claves pueden trastrearse en el involucramiento del periodista en los acontecimientos, su protagonismo en el relato –el yo-narrador y el yo-protagonista se mimetizan: la fórmula elegida es el “nosotros”– y el abordaje de los hechos y las personas desde sus vivencias y sus sensaciones.

Un año y medio después de que González Tuñón conviviera entre los habitantes de Villa Desocupación, Fermín Estrella Gutiérrez, un colega en el periodismo y la poesía, también se preocupa por este nuevo hecho social. Según relata en sus memorias, la escritora y colaboradora de La Nación Victoria Gukowsky se comunicó con él por teléfono en el otoño de 1933 para transmitirle que “había quedado horrorizada con el cuadro de miseria y abandono que había presenciado” al conocer el campamento de Puerto Nuevo. El mismo día del llamado, Estrella Gutiérrez y Gukowsky visitan Villa Desocupación. Pero no van solos. Los acompaña el comisario de la zona, Juan Bautista Sosa, quien –según Crítica– todos los días lleva alimentos a los desocupados, donados por distintas empresas.146

Estaba cerca del río, a la altura de la calle Canning. Lo integraban varios centenares de desocupados, hombres todos –la mayoría de ellos extranjeros y provincianos– los que habían improvisado sus habitáculos con cajones de madera de los que se usan para el embalaje de los automóviles, chapas de zinc, trozos de cartón o lona, con lo que habían podido. Llovía aquel día, y nos metimos en los vericuetos resbaladizos de barro, entre aquellas viviendas precarias, que hacía agua por todas partes. El día estaba oscuro, y en algunos sitios titilaba la luz de una vela o de un viejo farol a kerosene. Los habitantes de aquella lóbrega población estaban acurrucados en los rincones. Algunos, en los vanos de las puertas, apoyados en la boca del cajón o casilla, cubiertos de harapos y mojados hasta los huesos, veían llover. Otros jugaban en grupos en algún rincón sin goteras. Eran gente sin trabajo. Averiguamos. No tenían con qué abrigarse, y muchos pasaban hambre. Algo dantesco, el oscurecer de aquel día, entre aquellos rostros sin afeitar, que nos miraban pasar con indiferencia. La impresión que me produjo la visita la reflejé en un llamado a la opinión pública que, a toda página, y con el título de ‘Villa Desocupación bajo la lluvia’, publicó El Diario, de Manuel Láinez, el 18 de setiembre. Produjo sensación. Al día siguiente fueron a ver aquella tristísima primera Villa Miseria, los diputados socialistas Juan Antonio Solari y Héctor Iñigo Carreras. El llamado conmovió sobre todo a los estudiantes secundarios, y se organizaron rápidamente colectas en los colegios. Y días después, varios camiones llevaban al campamento frazadas, ropas de abrigo, velas para alumbrarse, alimentos. No era la solución del problema, pero aquellos pobres seres sintieron lo que era la solidaridad y atenuaron, por un tiempo, su hambre y su miseria. Muchos años después, multiplicadas por desgracia estas ‘favelas’ criollas en torno a Buenos Aires, Bernardo Verbitsky publicaría su excelente y difundida novela Villa Miseria también es América”.147

La guerra por el petróleo del Chaco Boreal

“Botana me llamó una mañana, presentándome al embajador de Paraguay, al cual le dijo: ‘Este es el hombre que va hacer crónica de guerra para Crítica. Irá en el avión del diario, piloteado por el sargento [Manuel] Mauriño. Espero que le faciliten su tarea’.”148 En septiembre de 1932, las tropas paraguayas y bolivianas se enfrentan por la posesión de la zona del Chaco Boreal, pero en realidad la disputa binacional –que se extiende hasta 1935– esconde la puja entre dos empresas petroleras multinacionales. Bolivia es el país invasor y por eso González Tuñón toma partido por Paraguay, la nación agredida, cuyos soldados “peleaban descalzos, casi sin armas, frente a un ejército que estaba bien aprovisionado”.149 El corresponsal permanece cerca de un mes en la zona de conflicto y sus crónicas se publican entre el 19 y el 28 de octubre de 1932.150

En 1935, reconoce su error de interpretación sobre los sucesos entre ambas naciones y publica “Sangre en el Chaco” en Nueva Revista, una nota en la que admite su confusión inicial, corregida “a medida que iba aprendiendo a ver todas las cosas desde un punto de vista marxista”. Seguramente, la camaradería entre Botana y el embajador paraguayo, Vicente Rivarola, también fomentó su favoritismo hacia uno de los bandos. Cuarenta años más tarde, González Tuñón reflexiona:

Estuve del lado de los paraguayos e hice una serie de notas que emocionaron al embajador que era un escritor, no me acuerdo cómo se llamaba. Las hice con mucha ternura, porque claro, el pueblo paraguayo fue el agredido. No por los bolivianos, sino por la Standard Oil. Pero detrás del pueblo paraguayo estaba, yo lo ignoraba entonces, la Royal Dutch. Así que fue una guerra infame entre dos empresas petroleras, una norteamericana y otra inglesa. Como Paraguay había sido invadido, yo sentía una simpatía natural ¿sabés? Estuve con los prisioneros bolivianos. No sabían hablar el español, sólo aymará, y hasta jugaban al fútbol con los soldados paraguayos que los custodiaban en el campo de concentración donde estaban recluidos. Fue una guerra siniestra, y para mí, el primer contacto con la muerte, la injusticia; mi primer contacto con la guerra en toda su crueldad.151

González Tuñón llega al frente de guerra cuando comienza la batalla de Boquerón, una contraofensiva paraguaya para recuperar ese fortín, que se extiende durante casi todo septiembre. En la nota en Nueva Revista, recuerda: “Hoy pienso en aquellos indiecitos bolivianos y en aquellos campesinos paraguayos que vi, mutilados, resecos, bajo el sol tremendo, bajo el vuelo de los moscardones inmundos, oliendo a carne quemada y podrida. ¡Cómo se habrán multiplicado!”.

El mayor Rafael Franco, a cargo de la recuperación de Boquerón, quien luego es presidente del país entre 1936 y 1937, detalla en su diario de guerra:

Durante todas estas acciones sobre estos fortines bolivianos últimamente tomados no hemos tenido sino unas cuarenta bajas, casi la totalidad heridos. A las 8 am llega a nuestro PC [Puesto de Comando] el corresponsal especial del diario Crítica de Buenos Aires señor González Tuñón. A la tarde le acompañé en una gira por los fortines bolivianos tomados en estos últimos días. En el trayecto a Yujra-Boquerón existen todavía innumerables cadáveres insepultos que el capellán con varios prisioneros está inhumando. Este espectáculo impresionó mal al señor Tuñón que desde ese momento quedó muy serio. En este trayecto fueron liquidados todos los contingentes bolivianos que venían en socorro de Boquerón. Hay esparcidos en el campo y en el bosque muchos cadáveres. Es un espectáculo bastante macabro.152

Aquella posición a favor de Paraguay es cuestionada por Setaro, su amigo y compañero de aventuras en La Rioja y colega en Crítica, que le recrimina no haberse dado cuenta del verdadero trasfondo político que envolvía a la guerra: “La guerra del Chaco ha arrojado también una cifra que la resume: 100.000 hombres muertos. Espero que Raúl González Tuñón, que vio morir a esos hombres en el Boquerón, haga también un poema. Es también lo menos que podemos hacer en América con esa cifra. Nosotros no intentaremos un poema. Nos proponemos sintetizar el horror del Chaco en la realidad bien limitada de los números”.153

Setaro, enviado por el vespertino, cubre la etapa final de la contienda y luego publica dos libros que retratan la crudeza de los combates y las vinculaciones políticas y económicas, Imágenes secretas de la Guerra del Chaco (1935) y Secretos de Estado Mayor (1936). En este último libro, Setaro escribe:

Acababa de librarse una de las batallas más significativas de la guerra. La prensa americana –la entusiasta prensa bélica americana– cantaba loas a los heroicos soldados paraguayos, que al mando de sus heroicos jefes habían conquistado Boquerón, el fortín considerado como inexpugnable. Esa misma prensa dejaba escapar algunos términos despectivos para los soldados bolivianos, e incluso en algunas entrelíneas, se dejaba ver que, con mejor material humano –cuando no se pertenece a la burguesía, el que muere en un campo de batalla es simplemente ‘material humano’– la oficialidad boliviana, los jefes bolivianos, instruidos en las viejas y gloriosas prácticas de los guerreros prusianos, adiestrados por la mente genial y la estricta disciplina del férreo Hans Kundt, general importado, perdedor en Alemania, pero glorioso en América, habrían resistido mucho más tiempo y hasta habrían derrotado a los bravos paraguayos.154

Aquel poema que Setaro reclama con ironía es incluido por González Tuñón en Todos bailan. En “La pequeña brigada”, firmado en “Chaco Boreal, 1932”, se pregunta: “¿Hemos oído la guerra, hermanos?/ ¿Hemos visto la guerra, hermanos?”. No hay preferencias por ningún bando. Todos padecen por igual: “Tenemos un hambre de perro./ Nos enloquece la fiebre roja./ Del otro lado, en la trinchera/ enemiga, también están/ la sed, el hambre, el sueño [...]”.

En el poema en prosa “El prisionero” evoca Boquerón y Fortín Arce, “cuando la sangre de los sacrificados por la intriga petrolera dibujaba sus hilos en la tierra reseca como la costra de un planeta muerto”. E Isla Poi, “donde los grillos sobrevivientes oradaban el silencio adornado por luciérnagas pedidas”. Había un “clima de idilios melancólicos y de polka guerrera que flotaba en las afueras de Asunción y el suave ‘mitin de mariposas’ azules y amarillas, y el hálito caliente del Gran Chaco profundo y desolado”.155 Y en “Los 3 señores de levita” recurre a la primera persona: “Cuando estuve en la guerra del Chaco Boreal grandes moscardones zumbaban entre los cadáveres, en Fortín Cabo Castillo. La Standard Oil y la Royal Ducht estaban peleadas”.156

El trabajo continuo

González Tuñón es un trabajador incansable. Necesita transitar por varias redacciones para sobrevivir y difundir su obra. Hasta incursiona con un radioteatro policial escrito en colaboración con su hermano Enrique y Olivari que se emite por El Mundo: “La aventura quebrada”157, un nombre que retomará años más tarde apara titular un poema de La veleta y la antena.

Estar delante de un micrófono ya lo había cautivado y continúa explorando las posibilidades de difusión que brinda el nuevo medio masivo: “Voy a aprovechar la oportunidad –anuncia a los lectores de Crítica– para hacer un poco de propaganda: Esta noche, con carácter experimental, hablarán por Radio LS8 [Radio Sarmiento] Arturo Mom, José Antonio Saldías, Concepción Ríos, Jacinto A. Figuerero, Pablo Rojas Paz y Raúl González Tuñón. Es posible que no gusten”.158

Además de escribir para Crítica y Jornada, y de colaborar ocasionalmente en otros medios con tiradas masivas como El Hogar y Mundo Argentino –ambas revistas de la editorial Haynes–, en los primeros años de la década del ’30 su firma aparece en Azul, a cargo de Bartolomé J. Ronco y Rojas Paz, donde publica “Blues de Limehouse”159, que luego incluye en El otro lado de la estrella como “Una vez en Río de Janeiro”; en Argentina, dirigida por Cayetano Córdova Iturburu, con “La bandera en el palo mayor”160, que también saldrá en aquel libro; en Poesía, de Pedro Juan Vignale161, y en Flecha, editada por Deodoro Roca.

Otra revista que lo cuenta como colaborador es Máscaras, de Enrique Gustavino. En el primer número (enero de 1931), el periódico resalta el “talento” del poeta, “que le hace innecesario el ‘bombo’ prodigado por clemencia” y anuncia que escribirá “sobre distintos temas de su predilección: literatura, cinematógrafo, cinematógrafo de vanguardia, circo y teatro de títeres”. Su primera nota está referida al mundo de los títeres: “La resurrección de Petrouhcka” [sic].162

En la segunda etapa de la Revista Multicolor de los Sábados, entre el 12 de agosto de 1933 y el 6 de octubre de 1934, dirigida por Borges y Petit de Murat, publica la mayoría de los relatos que luego incluye en El otro lado de la estrella.163

La tarea cotidiana en Crítica no le impide escribir notas de opinión con bastante asiduidad sobre los temas más diversos (el surrealismo, el Ratón Mickey, Charles Chaplin) y las secciones fijas “Así es” y “Parece mentira”, donde reflexiona sobre la actualidad política, económica y cultural nacional e internacional con frases breves y punzantes, o rescatando pensamientos ajenos.164 Algunos ejemplos:

Hablando de ingleses, éstos se las traen en materia de propaganda. El domingo tomé boleto en Don Torcuato para la estación del Central Córdoba. Y leí en el boleto esta leyenda en letras coloradas: “No olvide que Inglaterra compra carne y trigo a la Argentina. Defienda el ferrocarril”.165

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Hay gente que, por vocación de sacrificio, a pesar de la reacción cada día más cruda y la falta de medios, realiza, en parte, sus propósitos. ¿Imaginan ustedes cuántos esfuerzos cuestan las revistas proletarias y esos cuadernos de divulgación social que se venden por ahí?

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Aquel hombre era tan ingenuo que creía en el patriotismo de los abogados argentinos de las empresas extranjeras.

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Hay libros extranjeros baratos y libros extranjeros editados en la Argentina, también baratos. Pero estos últimos vienen, generalmente, con dos o tres capítulos menos.

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Cosas maravillosas echadas a perder por el mal gusto y la mala información: la radio.

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La mentalidad cavernícola de la mayoría de los intelectuales argentinos.

Además, participa en los proyectos de las agencias de noticias que son pioneras en Argentina: ANDI y Gente de Prensa. Por la primera, dirigida por Marcelino Aparicio, pasan Rojas Paz, Luis Clur y Tuka de Alvarado, entre otros periodistas. En la segunda, es compañero de Álvaro Yunque, Samuel Eichelbaum, Alfonsina Storni, Alberto Hidalgo y Guibourg, entre otros. En ambas experiencias, comparte redacción con su hermano Enrique.

La redacción y las oficinas de Gente de Prensa –su director es Carlos Peláez de Justo– funcionan en el Palacio Bencich, en Diagonal Norte y Florida. Además del envío del servicio periodístico y de la publicación de un “quincenario de crítica” del mismo nombre que la agencia, la empresa ofrece la redacción de libros de memorias, escritos legales, cartas, biografías, crónicas, discursos, conferencias, folletos, homenajes, prólogos, proyectos legislativos…

Entre sus doscientos diarios abonados se encuentra el cordobés Heraldo, de Villa María, que destaca la contratación del nuevo servicio afín de “vincular a la prensa del interior los más positivos valores del diarismo metropolitano en todos sus aspectos”.166 Y junto con el anuncio en la portada sobre las características del emprendimiento informativo aparecen biografías de los integrantes del “grupo de distinguidos periodistas porteños que se han incorporado al personal de Heraldo por intermedio de la entidad que los agrupa”.167

“El perfil de la semana” es el nombre de la columna que aporta Raúl González Tuñón, siempre acompañada por una fotografía suya, aunque no faltó la oportunidad en que su imagen fuera suplantada por error por una de su hermano Enrique.168 En esa sección habla de los escritores “caminadores”; recomienda libros o películas; elogia las conferencias del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros; cuestiona el premio que recibió el historiador Carlos Ibarguren; critica la censura en Buenos Aires de Carina, la obra del dramaturgo Fernand Crommelynck; publicita el próximo número de su revista Contra; analiza una premiación de acuarelas y aguafuertes; evoca el 25 de Mayo y alerta sobre la emigración de escritores alemanes perseguidos por el nazismo.

El trabajo continuo hace reflexionar a González Tuñón. A raíz de la presentación de un proyecto sobre jubilación para periodistas, el poeta publica en Crítica una nota de opinión en la que destaca la atracción que ejercen las redacciones en “los proletarios del pensamiento”. A pesar de ciertas miserias y oscuridades del oficio, exalta la “aventura” de la labor, siempre envuelta en la embriaguez que causa el “olor de la tinta de imprenta”. El texto completo es el siguiente:

Los amigos que uno no conoce. Aquellos que, atentos a la labor periódica nos envían, de vez en cuando, una palabra de aliento. Los amigos que desearíamos encontrar y a quienes quisiéramos decir: “Vamos a formar una rueda enorme, como en el poema de Paul Fort, con todos los amigos del mundo[”].

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¿La vida del periodista es movida, curiosa, inquieta? Un diario es una pantalla cambiante, por donde desfila el irremediable, el simple, el absurdo, el grotesco, el trágico cotidiano. El periodista[,] que tiene un sentido dramático de la vida, no escapa a la ley: es espectador por un instante, pues sabe que, a la larga, reintegrado a la muchedumbre, reintegrado a la ansiedad y a la desesperanza de cada día, él también es uno de los que desfilan, cargado va con su destino y su muerte, como todo lo que alienta en la vida, lleva en sí su destino y su muerte.

***

Uno siente nostalgia –cuando se aleja del diario– hasta “del olor de la tinta de imprenta”. De los compañeros desparramados por los rincones de la redacción, que apresuran los minutos, envejecen, mientras cada tornillo de la poderosa máquina del subsuelo realiza su función y la calle camina detrás de las vidrieras, llena también de prisa, de drama, de miedo y de pecado. De los papeles que duermen en los cajones, cartas de los amigos y de los enemigos, desvelos y desahogos. De los libros manoseados, devorados, entre un rumor de máquina y de hombre, selva, jungle [sic] moderna que manosea, a su vez, y devora lo mejor de nuestro espíritu.

***

Y uno disimula en el amor del diario su cansancio del trabajo y su anhelo de otras realizaciones. Todo, por suerte, permanece en aventura, gracias a un juego mental y emocional, en pureza de fervor.

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Ayer hemos leído el proyecto de jubilación a los periodistas.

Nos han venido a visitar algunos viejos recuerdos. Y, bien, los años pasan. En necesario convencerse de que, lo que a los veinte años parecía un medio, es realmente una finalidad. Estamos en el punto de partida. Somos los proletario[s] del pensamiento. La sociedad comienza a acordarse, un poco tarde, de nosotros. Ya no nos importa. Y estamos, también, al fin del camino. Una civilización se viene abajo. Somos la multitud que ha de cerrar una época. Algo que se pudre y se acaba. El espectral contertulio que, al decir de mi amigo Amado Villar, grita, en la lívida madrugada, golpeando la mesa: “¡Señores, basta de farsa!”.

Sólo permanece pura, en lo más hondo de nuestro espíritu, una vocación que nadie ha podido extraviar: nuestra vocación de aventura.169

De proletarios y burgueses

¿Qué soy yo, un periodista, sino un proletario? Trabajo para vivir. Gano un sueldo por lo que escribo y aunque trato siempre de escribir de acuerdo con lo que pienso (y lo he demostrado en esta página de Crítica tantas veces), soy un proletario. Pertenezco a la clase trabajadora. Además de todo eso, la vida, las andanzas por el mundo, las lecturas, la intuición, la sensibilidad, el sentido de la época, me han inclinado hacia la izquierda. Y desde mi puesto de proletario de la inteligencia he tratado de servir y trato de servir a los intereses de mis hermanos los trabajadores.170

González Tuñón escribe esta declaración de principios en respuesta al artículo del colega Manuel Seoane “Proletarios por voluntad”171, publicado en el vespertino de Botana, en el que afirma que “se está volviendo moda declarar: ‘Yo soy proletario’”. Allí, Seoane sostiene que “no se cambia de clase a voluntad” y subraya: “Un intelectual, que obtiene sus sueldos cobrando por los productos de su inteligencia, es ‘pequeño’ burgués y no proletario”, porque “proletario es aquel que sólo tiene sus brazos para vender”.

González Tuñón califica de error “lamentable” el análisis de Seoane porque “el mundo –y lo han dicho tantos grandes personajes– se divide en dos clases solamente: PROLETARIOS Y BURGUESES172”. Así, desde el inicio del artículo, se perfila el rumbo que van tomando sus definiciones sobre la profesión y sobre el mundo. Y más adelante remarca: “Ya dije antes que soy el que presiento. Que no tengo pretensiones de hombre de acción. Que soy uno de los que anuncian lo que vendrá. A la Argentina llegará más tarde. Tardará, sin duda, mucho tiempo, pero algo vendrá”.

La polémica entre González Tuñón y Seoane, un ex diputado peruano por la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), exiliado en Argentina, expone el camino ideológico emprendido por el poeta. En su juventud quedaron las simpatías por el socialismo y el anarquismo y la adhesión a la candidatura presidencial de Yrigoyen. Su lealtad al comunismo es militante y comprometida, y ese compromiso lo lleva a distanciarse de algunos compañeros de sus años de bohemia y a enfrentarse a los poderes establecidos, tanto políticos como culturales.

Esta exposición ideológica de González Tuñón, en la que propone “desconfiar de esa llamada clase media y de sus expresiones partidistas –radicales, demócratas, socialistas, apristas– que se empeñan en no ver la realidad”, sale publicada en un diario considerado “sensacionalista” y “amarillista”173 y no en un órgano de la llamada “prensa obrera” o “de izquierda”. Este resquicio de la prensa del sistema –en este caso Crítica– es el que aprovecha González Tuñón para difundir sus ideas, en tiempos en que los defensores de las expresiones de vanguardia pagaban con la persecución o la cárcel.

Contra

“Aparecerá el viernes una gran revista”, anuncia Crítica en su edición del martes 25 de abril de 1933. Contra, dirigida por González Tuñón, se proclama “la revista de los franco-tiradores”, que incluirá “todas las escuelas, todas las tendencias, todas las opiniones”. Tendrá 16 páginas, tamaño tabloide y su contratapa llevará por título general “Recontra”.174

En su libro La vida privada del periodismo, Setaro analiza el surgimiento de este nuevo medio, del que fue colaborador: “Raúl González Tuñón había practicado el periodismo durante muchos años. Pero un día comprendió que nunca llegaría a decir, por intermedio de la prensa llamada independiente, lo que él hubiera querido decir a sus lectores. Entonces Raúl González Tuñón se decidió a tener su propio periódico. Apareció Contra”.175

Más adelante, agrega: “Al llamado de Contra sólo respondieron los intelectuales de la izquierda y algunos del centro. El periódico se convirtió de ese modo en tribuna del pensamiento de lo que años más tarde iba a ser el Frente Popular. Como es de suponerse, siendo que Contra estaba íntegramente escrita por hombres de letras, por periodistas hábiles y escritores decididos, su aceptación fue enorme y al cuarto número la tirada llegaba a la extraordinaria cifra de 10.000 ejemplares”.

De manera algo enigmática, González Tuñón anticipa la aparición de Contra en su sección “Parece mentira” de Crítica, como una continuación de Martín Fierro: “La revista Sur –que aparece en el Barrio Norte– no es la expresión auténtica del moderno movimiento literario argentino. Esa expresión fue Martín Fierro. Y lo será pronto”.176

En su mayoría, los colaboradores de Contra son ex compañeros de Martín Fierro: Córdova Iturburu, Petit de Murat, Rojas Paz y Olivari. También publican Guibourg, Rodolfo Aráoz Alfaro, Vicente Barbieri, José Gabriel, Liborio Justo, Nydia Lamarque, Amparo Mom, Julio Payró, Luis Waisman y Bernardo Graiver, administrador de la revista. Una vez más, lo acompaña su hermano Enrique.

Como muestra de la superación de las rencillas entre los grupos de Boedo y Florida están Leónidas Barletta y Álvaro Yunque, porque, como explicará el propio González Tuñón en “Los escritores y la realidad”:

Nosotros, lejos ya de Martín Fierro, hemos dejado atrás a muchos escritores, por inactuales, por fríos, por no creadores, por indiferentes, y estamos otra vez metidos en el pueblo, sin Florida y sin Boedo, sin mirar hacia la aldea, como ellos, pero mirando hacia el mundo, hacia lo universal, hacia lo realmente importante que es el destino de todos los hombres, la total dignificación de la vida. Hombres de ochenta, de sesenta y cincuenta y tantos años, como Shaw, Rolland, Gide, Dreisse, Russell, miran, felizmente, hacia donde nosotros miramos.177

Y esa mirada de González Tuñón y sus compañeros de Contra supera las vanguardias proclamadas en Martín Fierro y las une al compromiso político, en este caso, no sólo vinculado al comunismo, sino también a todo un amplio sector de izquierda, que cree en la Revolución. Por eso es posible que en esta experiencia tengan cabida escritores con distintos matices ideológicos: Gabriel –desde el marxismo se vincula con sectores trotskistas y anarquista, para más tarde volcarse al peronismo–, Justo –trotskista–, Córdova Iturburu –comunista; más tarde rompe con el partido–, Olivari –en esa época considera que la palabra política es “puerca” y luego adhiere al peronismo– y Rojas Paz –radical yrigoyenista–.

Por entonces, González Tuñón adhiere al comunismo, pero descree de la necesidad de afiliarse para estar en la lucha política. En el artículo “Algunas opiniones que explican algunas actitudes”, defiende su posición en términos más o menos similares a la nota en que polemiza con Seoane, pero con una profundización mayor:

Triunfantes los partidos de la llamada clase media, alejarán la revolución. Por eso, los escritores jóvenes no debemos pertenecer a tales partidos. La posición ideal de un escritor valiente, es esta:

1. Si cree que vivimos en un país semicolonial, esperar a que la Revolución se extienda a Inglaterra, Francia, Alemania. Entonces será fácil ponerse en el ritmo. Mientras tanto, debe hacer propaganda desde el libro, el diario, la revista, la calle, para tratar de crear una conciencia colectiva revolucionaria.

2. Si cree que la Revolución es posible en Sud América, afiliarse al partido Comunista y luchar por la Revolución.

Yo estoy ahí, en donde los dos caminos se abren.

Confieso con honradez que me inclino a elegir el primero, a causa de haber leído lo que sigue, con lo que estoy perfectamente de acuerdo: “la insurrección armada es el único medio de derribar la dictadura del capital y su ‘comité ejecutivo’, el Estado Burgués, y de dar el poder al proletariado. No se debe jugar con la insurrección armada; para salir victoriosa debe ir precedida de una ‘situación revolucionaria’”. Ahora bien, el que esto escribe es D. S. Mirsky, y agrega: “Esta afirmación general puede que necesite ser modificada tan pronto como la Revolución haya transformado los principales Estados en Repúblicas Socialistas. Entonces y no antes, las naciones secundarias pueden convertirse sin violencia en Repúblicas proletarias”.178

Hay un planteo de unidad ante el fascismo que se cristalizará años después con las conformaciones de frentes populares en varios países, como España, Francia y Chile, y que en Argentina no logra consolidarse, a pesar de numerosos intentos (acciones parlamentarias comunes entre los bloques opositores al régimen conservador, acto del 1 de mayo de 1936, homenaje al expresidente Roque Sáenz Peña frente a su monumento ese mismo año, acciones en favor de la República Española). En un pequeño recuadro, la revista interpela al lector: “Contra es un periódico de izquierda, que admite la polémica. Conteste sus artículos. Discuta. Colabore...”.

Los tres primeros números de Contra tienen un formato tabloide y en los dos restantes se reduce su tamaño. La segunda página lleva por título “Los sucesos, los hombres” –su autor es González Tuñón– y está conformada por pequeños recuadros con reflexiones breves sobre la actualidad política y cultural nacional e internacional. Desde ese lugar, González Tuñón aprovecha para polemizar con sus adversarios o para resaltar sus coincidencias ideológicas.

La contratapa, “Recontra” (en el último número pierde ese nombre), presenta una diagramación similar, aunque con la inclusión de versos, ovillejos, “epitafios”, anuncios de libros de los escritores de la revista, textos un poco más extensos. Sólo en el primer número se publica la sección “Parece mentira”, que González Tuñón hacía en Crítica.

Los recursos poéticos hacen recordar a Martín Fierro. Por ejemplo, esta “Receta”, en el segundo número (mayo de 1933): “Cuando cursi quieras ser/ pon jarabe y limonada,/ pon desmayos de mujer,/ pon lunas y Ponferrada”.179

En el número siguiente (julio de 1933), aparece un ovillejo dedicado a Roberto J. Noble, legislador del socialismo independiente, partido aliado del oficialismo conservador-liberal:



Mediocre diputadito
Robertito
Almibarado y marmota
J.
Cráneo duro como el roble
Noble.
Escriba de paso-doble,
lo del ruso viene al caso.
Sirviente de di Tomasso.180
Robertito J. Noble.

El “epitafio” titulado “La fosa común” sale en el primer número: “Arturo Capdevila aquí reposa/ La tierra está demás en esta fosa./ Dejadla pues, que toda está de sobra/ para enterrarlo, basta con su obra”.

En su libro, Setaro plantea que “la policía empezó a preocuparse por este éxito periodístico. En especial empezó a preocuparse de él la Sección Especial de Represión del Comunismo. De esa preocupación se tuvieron prontas noticias. Un lector fue detenido en el momento en que adquiría un ejemplar de Contra. El sistema era novedoso. Ya no se trataba de encarcelar a los que escribían los periódicos, sino a sus lectores. Se comprenderá que no es posible encarcelar a todos cuantos leen un periódico, pero también debe comprenderse que basta encarcelar a algunos lectores para que la mayoría de ellos dejen de leerlo. De paso se atemorizó a los revendedores, se secuestraron partidas de ejemplares, y se cumplieron todos los procedimientos típicos de esta clase de atentados policiales contra la libertad de prensa”.181

El diario El Mundo publica en agosto de aquel año un suelto con el sugestivo título “Dejan escribir, pero prohíben la lectura”, en el que se relata qué le sucedió a “un antiguo empleado de una institución bancaria, donde goza de una sólida reputación por su conducta”:

Al salir ayer de su oficina y pasar frente a un puesto de revistas, advirtió una que le llamó la atención, y la adquirió. Inmediatamente, obedeciendo a una seña del pesquisante que se hallaba al acecho, un agente procedió a la detención de ese lector desprevenido, y sin explicaciones fue encerrado durante largas horas en un sucio calabozo de la comisaría 7ma. Mucho después fue llevado a la sección especial destinada a reprimir el comunismo, donde se le informó que esa revista era comunista, y que en virtud de esa circunstancia había sido detenido, y luego de identificársele, se le puso en libertad.182

El suelto no menciona el nombre de la publicación. Sin embargo, aclara que “este procedimiento es tanto más censurable, cuanto que en la revista que nos ocupa colabora el escritor Liborio Justo, hijo del primer magistrado, y otros conocidos escritores y periodistas porteños”. Sin dudas, se trata de Contra.

En el último número (septiembre de 1933), González Tuñón publica el artículo “La ofensiva contra Contra”, en el que destaca que la persecución alcanza difusión porque la policía detiene, sin saberlo, a un periodista del diario El Mundo que leía Contra. Y lanza un grito de alerta, desde el “copete” del artículo: “PARECE que ha llegado el momento –me dirijo a todos los camaradas, a todos los que deben comprender que el FRENTE UNICO es una necesidad– de no estar contra CONTRA, sino al lado de CONTRA. Intelectuales y policías han iniciado una ofensiva contra CONTRA. Parece entonces que nuestra voz no es un simple intento individual, o alarde literario, sino ‘la voz tonante de una generación’ que está encontrando su verdadero camino”. 183

Cuenta Setaro:

La Sección Especial remitió al fiscal Medina un ejemplar del número 4 de Contra en el que habían sido subrayados algunos párrafos. Se trataba de un fragmento del libro Darwinismo y Ciencias Sociales, de Eugene Schreider, una carta de la redacción de Les Nouvelles Sovietiques a Nydia Lamarque, un poema de Blanca Luz Brum, un artículo del autor, titulado La Pena de Muerte, El Socialismo y el Proletariado, el manifiesto de los estudiantes de Artes Plásticas de Buenos Aires, un breve aviso invitando a formar un ‘sindicato de escritores’ y el poema de Raúl González Tuñón titulado Las brigadas de choque. El poema de González Tuñón había merecido especial atención de los empleados de la Sección Especial. Tantas líneas aparecían subrayadas que hasta podía llegarse a la conclusión de que tales empleados debieron leer todo el poema...

El juez [federal Miguel] Jantus ordenó la prisión de González Tuñón. La Sección Especial lo detuvo. Su domicilio fue allanado y sus libros secuestrados. Quedó encarcelado durante varios días. Se le siguió proceso. El fiscal Medina, tío de la esposa de Raúl González Tuñón, pidió dos años de cárcel para el autor del poema. Una de las razones fundamentales eran estos versos:



¡Preparémonos para tirar!
Contra los museos, las universidades
la prensa paquidermo,
la radiotelefonía
la academia, el teatro y el deporte burgués.
¡Preparémonos para tirar
y acertar esta vez!184

Los doce cantos de “Las brigadas de choque” están impregnados del espíritu de “Frente Rojo”, el poema del surrealista francés Louis Aragon que aparece traducido en el segundo número de Contra y que había sido publicado por primera vez dos años antes en Literatura de la Revolución Mundial, órgano de la Unión Internacional de Escritores Revolucionarios (UIER). González Tuñón toma uno de sus versos y lo coloca como epígrafe: “...por el aniquilamiento total de esta burguesía”.

En Francia, la Justicia militar pide una condena de cinco años contra Aragon por la aparición de “Frente Rojo”, acusado del delito de “incitación al crimen”. Los intelectuales de aquel país organizan una campaña e impiden que se concrete el proceso. Sin embargo, la polémica provoca el alejamiento de Aragon del movimiento surrealista y su disciplinamiento al Partido Comunista francés.

En “Las brigadas de choque”, González Tuñón expresa su ardor combatiente en cada verso –años más tarde hablará de “sarampión revolucionario”185– y embiste contra el sistema capitalista. La prensa no escapa a su ira: “Lamento no haber sido lo que se dice un ‘subversivo auténtico’/ Lamento haber perdido tantos años en los periódicos/ aunque les agradezco a los aviones, los barcos y los trenes que me dieron”. En otros versos carga contra “la prensa paquidermo” y “la radiotelefonía”. Tres décadas más tarde relacionará uno de los versos con el diario La Prensa y una frase de Juan Domingo Perón: “Creo oportuno recordar que la noticia de mi detención fue consignada así en La Prensa: ‘Detuvieron al sujeto Raúl González Tuñón’. Pintoresca venganza: en ‘Las brigadas de choque’ aludía al coloso calificándolo de ‘el elefante enfermo de la Avenida de Mayo’. Por cierto que el general Perón me copió sin saberlo mucho más tarde al llamar paquidermo al diario de la farola”.186 En el poema lanza: “Nosotros contra la moral tipo La Prensa/ —el elefante enfermo de la Avenida de Mayo—/ y el largo bostezo de sus editoriales”.

Los sectores libertarios no dejan pasar las descalificaciones que el poeta incluye en el poema. “Contra el anarquismo sensiblero y claudicador”, dispara. En el primer número de Acción Libertaria, que se presenta como “Boletín del Comité Regional de Relaciones Anarquistas”, aparece un recuadro titulado “Petardos”, que arremete contra el escritor y muestra la virulencia de las disputas políticas a través de la prensa:

A los comunistas les ha salido un cantor. Raúl González Tuñón se llama. Así lo declara él mismo en un espeso derrame poético de dos páginas aparecido en la revista que dirige. Es la única pirueta de ese chico que se ha pasado la vida haciendo pininos literarios políticos. Antes le gustaba el circo; ahora le gusta el juguete del comunismo. En la poesía –de algún modo hay que llamarle– de referencia, se revela un furioso bolchevique, pierde la línea y dice “carajo” y todo. Clama –¡cuándo no!– entre otras cosas, contra el “anarquismo sentimental y claudicador”. El estribillo ya nos es familiar pues es una de las tantas viejas consignas bolcheviques. Pero ¿conocerá este sietemesino de Tuñón lo que es el anarquismo? ¿Conocerá todo lo que deben los obreros a los anarquistas? ¿Sabrá él, periodista a sueldo de Crítica, de la labor fecunda, práctica, sistemática de tantos heroicos peonadores de la propaganda, que lo han dado todo, lo han sacrificado todo, por la causa revolucionaria? ¡Qué ha de saber! Ni le interesa. Ahora está haciendo méritos dentro del campo rojo y presume que cuanto más grite más lo van a escuchar. Infeliz. Ni los propios comunistas lo toman en serio.187

Acción Libertaria se extiende en sus cuestionamientos:

Este malabarista fue hace pocos años uno de los campeones de la llamada “nueva sensibilidad”, que escribían en la revista Martín Fierro. Cuando los “neo-sensibles” se cansaron de torcerle el pescuezo al idioma y a la lógica, echaron el cerrojazo a la revista y se desparramaron. La poetisa Blanca Luz Brum los calificó, muy justamente, a Tuñón, Borges, Oliverio Girondo y otros “martinfierristas”, de “maricones de la metáfora”. Y ahora Tuñón –que firmó hace poco el libro de oro con que obsequiaron a Irigoyen sus aduladores, que está con un pie en Crítica y otro en [el] Partido Comunista, la trabaja de revolucionario y pretende juzgar a los anarquistas.

Es gracioso! ¡Mal defensor les ha salido a los rojos!

El número 5 es el último de Contra, porque Graiver, “que la financiaba, se asustó muchísimo”.188 Como anticipo, en ese ejemplar se anuncian los nombres de los colaboradores del frustrado número 6.

“Camarada periodista, camarada escritor, camarada artista: desconfíe del Círculo de la Prensa, de la Sociedad de Escritores, de la Corporación de Artistas Plásticos. ¡Forme en las filas de la unión de escritores y artistas revolucionarios! ¡Esté alerta al primer llamado!”, puede leerse en un pequeño recuadro, casi a modo de despedida.

El juez Jantus procesa a González Tuñón por la publicación de “Las brigadas de choque” en el cuarto número de Contra. El poeta pensaba incluir el poema en su próximo libro, Todos bailan, que sale a principios de 1935, pero el proceso judicial en su contra se lo impide. Es por eso que la obra presenta la siguiente aclaración:

En este libro no figura el poema ‘Las brigadas de choque’. No puede figurar por imposición del proceso que, a raíz de la publicación de ese poema en Contra, se me sigue. Después de permanecer cinco días detenido, recobré la libertad por no tener condena anterior ni antecedentes policiales de ninguna especie, como lo demuestra el documento cuya copia fotográfica exhibió en la Cámara el diputado Ramiconi189. El proceso sigue su curso.

En realidad, González Tuñón permanece detenido y aislado alrededor dos semanas en la Alcaidía de Tribunales –conocida como “La leonera”–, en una celda individual. El día en que recupera la libertad, Liborio Justo va a esperarlo en un auto:

–Vengo a buscar al gran poeta Raúl González Tuñón.

–¿Y usted quién es?

–Soy el hijo del Presidente de la Nación.190

Casi treinta años después, los versos de “Las brigadas de choque” son rescatados por la revista La Rosa Blindada, dirigida por Carlos Alberto Brocato y José Luis Mangieri (Raúl González Tuñón es el “director de honor” de esa publicación).

La versión publicada en 1965 presenta modificaciones con respecto a la original. Por ejemplo, el epígrafe de Aragon es reemplazado por los versos del poeta español del Siglo de Oro Francisco de Quevedo de su “Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita al Conde–Duque de Olivares”, que también usa para abrir Todos bailan: “¿No ha de haber un espíritu valiente?/ ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?/ ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.

En 1933, González Tuñón habla de estar “contra las visitas tipo Keyserling, Morand, Tagore”, en cambio en 1965 Tagore es reemplazado por “Ortega”, en referencia al filósofo español José Ortega y Gasset. En la reproducción faltan los versos iniciales del canto final, donde se mencionaba a Aragon, el chileno Vicente Huidobro y el estadounidense John dos Passos.

En un texto introductorio, el poeta hace un análisis de la época, recuerda los momentos posteriores a su detención en el subsuelo del Palacio de Tribunales y destaca el “raro privilegio” de que aquel canto que incitaba a la rebelión “¡en gran parte fue leído en la Cámara de Diputados por el conservador Videla Dorna!”191.

A mediados de junio de 1934, la detención del poeta y el fin de Contra son tratados en la Cámara de Diputados durante un debate sobre la censura y la persecución que el gobierno de Justo lleva adelante contra la oposición.

Al plantear el caso de González Tuñón, el diputado demócrata progresista Julio A. Noble lee el verso: “Pero reclamo de cada uno la actitud revolucionaria frente a la vida”. Y se dirige al ministro del Interior, Leopoldo Melo, presente en la sesión para aclararle: “No frente al Ejecutivo, señor ministro”. Noble sigue con la lectura del poema: “Formemos nosotros, cerca ya del alba motinera,/ las brigadas de choque de la Poesía. Demos a la dialéctica materialista el vuelo lírico/ de nuestra fantasía”. “Está justificada la prisión”, interviene entre risas el diputado conservador Francisco Uriburu.

En la sesión siguiente, el conservador Videla Dorna discute con Noble sobre el caso de González Tuñón y anticipa: “Voy a leer sólo algunas líneas porque para el resto, francamente, tendría que pedir sesión secreta, que no hubiera señoras, porque son tan obscenos, tan brutales que no se pueden leer en público”. Videla Dorna lee:



¡Contemos a los niños la historia de Lenin!
¡Contra la vedette!
Contra los mesías
y los héroes
y toda la roña burguesa:
agiotistas
rentistas
invertidos
especuladores
caudillos
musicantes
saineteros
plumíferos
gendarmes
jueces
abogados
intelectuales

Y luego ironiza: “No queda nada por agregar: estamos todos”. Noble, después de escuchar un poco más, le dice: “Le confieso que como declamadora prefiero a Berta Singerman”.192

La solidaridad

La condena a dos años de prisión condicional es dictada a mediados de 1935 cuando González Tuñón se encuentra en España: “Yo recordé entonces algo atribuido a Rodrigo Soriano, dirigente republicano expulsado de España, como Unamuno, por Primo de Rivera: Con un pie en la diligencia/ desterrado para Francia/ me cago en la Providencia/ del Juez de Primera Instancia/ del Distrito de la Audiencia”.193

Su hermano Enrique da la noticia en el diario El País, de Córdoba. Tras hacer un recorrido por la obra de Raúl, apunta: “Es a este poeta a quien el juez Jantus, por el delito de usar malas palabras en un poema –delito en que también incurrieron hace siglos sus ilustres colegas Cervantes, Quevedo y Rojas y el Arcipreste–, ha condenado a dos años de prisión”.194

En el mismo diario, César Tiempo expresa con ingenio:

Una revista porteña publica en su primera página una declaración de protesta contra la condena de un poeta. La firman los escritores más calificados y más representativos del país. ¿Qué ha hecho ese poeta? ¿Ha circulado moneda falsa? ¿Es agente de la lotería del Perú? ¿Ha puesto una bomba de dinamita en el zaguán de un sicofante? ¿Ha exterminado a un prójimo? ¿Es corredor de estupefacientes? ¿Se ha desacatado a las autoridades de la república? ¿Cultiva el gerundio? Nada de eso. En la tierra donde la libertad de pensamiento y de expresión es flor de almáciga, el poeta ha publicado un poema. Tal vez asomen sobre los versos las gorgonas libertarias de ese arte social que blande sobre la multitud los estandartes de todas las reivindicaciones.195

La prensa madrileña da amplia difusión a la pena impuesta al poeta argentino de visita en España. El diario Heraldo de Madrid 196 publica a los pocos días de conocerse el fallo una extensa “carta de un poeta condenado a dos años de prisión por un poema”, titulada “Realidad y esperanza de la América española”. En ella traza un panorama de la situación política, social y cultural de Argentina, critica al “Gobierno dictatorial” que preside Justo por la persecución a obreros e intelectuales y defiende la conformación de un “frente único” contra el fascismo. Se queja de que muchos intelectuales compatriotas “pidieron a gritos” su procesamiento y “estarán ahora felices con la condena”. Pero destaca:

[Existe un sector de] jóvenes, si no muy numeroso, responsable y valiente, [que] está agitando por su parte a la opinión. Toda una generación –aunque de edades distintas, deseosa de tener contenido social– está trabajando en ese sentido. Se han fundado revistas y se han publicado artículos de comentario económico y filosófico, de ubicación histórica, al tiempo que se anuncian novelas sobre los yerbales, el petróleo, la desocupación, y en las Asociaciones que se van formando, a pesar de todo, se discute, se pelea, se polemiza, mientras algunos poetas de voz decorosa y noble rompen con la travesura literaria y hunden sus raíces en la tierra para cantar la desventura y la esperanza de la hora.197

En la capital española, los intelectuales simpatizantes de la República firman en junio de 1935 un manifiesto de protesta contra la pena. Entre otros figuran Federico García Lorca, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre, León Felipe, Luis Cernuda y Maruja Mallo:

Acaba de conocerse en Madrid la sentencia del juez federal de Buenos Aires condenando al poeta argentino residente entre nosotros, Raúl González Tuñón, a dos años de prisión condicional por la publicación de un poema titulado “Las brigadas de choque”. Los abajo firmados [sic], escritores y artistas de diversas creencias e ideas políticas, señalamos a la atención general la crueldad e injusticia de esta condena recaída en nuestro compañero Raúl González Tuñón, y protestamos por este nuevo ultraje a la libertad de expresión que constituye nuestro más sagrado e inalienable derecho.198

Luego, González Tuñón viaja a París como delegado del Primer Congreso de Intelectuales para la Defensa de la Cultura y recibe otro documento de apoyo, redactado por César Vallejo y avalado por Aragon, Henri Barbusse, Waldo Frank, André Gide, André Malraux y Pablo Neruda, entre otros: “Escritores de muchos países y de diversas tendencias e ideas políticas, nosotros protestamos, en nombre de la dignidad del pensamiento y la libertad de expresión, contra la política de represión ejercida por ciertos gobiernos latinoamericanos que, como el de la Argentina, sostienen una policía especial dedicada a perseguir a los intelectuales y artistas y a fraguarles procesos desprovistos de toda base”.

Ese movimiento de apoyo también se da en Buenos Aires. En la asamblea fundacional de la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), el 28 de junio de 1935, se aprueba una declaración en reclamo de que quede sin efecto la medida judicial.

Borges rescata años más tarde, ya distanciado de su antiguo compañero de ruta en Martín Fierro y Crítica:

Puedo contar un rasgo personal de Raúl González Tuñón que lo honra. Raúl González Tuñón era..., bueno, comunista. Y fue arrestado. Tuvo que pasar algún tiempo en la cárcel. Entonces, algunos escritores resolvieron protestar y hablaron con Tuñón. Pero Raúl González Tuñón dijo: “No, el Estado ha obrado bien; yo soy enemigo del Estado, es muy justo que yo esté preso. Ha obrado con sensatez; yo no quiero protestar. Ha sido una medida justa, desde el punto de vista de ellos”. Y entonces, yo no sé cuánto tiempo pasó de condena. Y esto lo honra, desde luego.199

Meses después, la Cámara Federal revoca la sentencia del juez. La movilización de los intelectuales de Argentina y de todo el mundo sirve para hacer caer la causa. El poeta ya puede regresar a Buenos Aires con cierta tranquilidad.

El proceso sufrido también está reflejado en su poesía. En el último canto, el décimo, del poema “Saudade con nombres y fechas”, incluido en Hay alguien que está esperando, González Tuñón arremete con preguntas y finaliza con una esperanza:



¿Estará en mi prontuario? ¿En el archivo de la gente combatiente y cabal?
Porque un día oligárquico, un día fraudulento,
detienen y procesan al poeta, embadurnan las yemas de sus dedos
todavía calientes de las teclas heroicas de aquella maquinita que se llevó el empeño...;
lo arrojan a los sótanos del tribunal, lo llevan esposado ante el Juez,
y éste pide el balduque, una carpeta grande, repleta de recortes,
plena de poesía, de aventura, y de amor.
Luego allanan su casa y se llevan los libros y el barco en la botella.
¿Estaría entre esos documentos de una vida apasionada y armoniosa,
entre esas tristes cosas del poeta más pobre de la Argentina,
la foto que Juancito Caminador perdiera?
Si un día se viene abajo la estantería oscura,
tal vez ese retrato mío de aquellos tiempos
ruede sobre la tierra como una rosa pura.200

Pocos años después del cierre de Contra, González Tuñón ensaya una autocrítica sobre el contenido de la publicación en una entrevista con Seoane –aquel periodista con el que polemizó en Crítica y que aún lo recuerda como el “enfant gâté” de la redacción–, para la revista Hoy, de Chile. El poeta admite que Contra fue “un tanto confusionista como que era la expresión de un descontento que aún no tenía formas definidas. Vos sabés que en esa época la cuestión era estar más a la izquierda que nadie. Fue el sarampión. Pero considero que fue una experiencia saludable, un punto de partida que atrajo a mucha gente nueva y que significó el primer deseo concreto de los escritores argentinos por acercar el arte a la cuestión social”.201

Setaro hace también su evaluación: “Es innegable que desde aquellos años en que la juventud renovadora dio nacimiento a la revista Martín Fierro y a la tendencia señalada con la denominación de su vocero, nada había conmovido tanto los medios literarios y artísticos como la aparición y clausura luego de la revista Contra. Ni la fenecida Argentina, ni lo que se llamó novísima generación, ni el intento frustrado de Hoy Argentina significan nada al lado de esa expresión concretada en la revista Contra”. El escritor pondera el movimiento intelectual generado por la revista porque aportó “algo vital, dinámico, interpretativo de la hora que vivimos”, al traspasar los límites de “la órbita puramente literaria”. Y grafica el fenómeno con un ejemplo: “Frente a Martín Fierro, la revista Contra es lo que Malraux con respecto a Proust”. 202

Gracias al sacudón intelectual provocado, “la juventud se vio obligada a definirse y se vio, cómo, de un lado, sinceramente se colocaban valores netos, rotundos, como Raúl González Tuñón, Edmundo Guibourg, Pablo Rojas Paz, Rodolfo Aráoz Alfaro, Carlos Moog, Ulyses Petit de Murat, etc., y del otro quedaba los impreciso de nuestra intelectualidad: los Anzoátegui, los Palacio y tantos otros Gálvez”. “Mientras los lectores de Contra eran perseguidos por la policía especial de Buenos Aires –finaliza Setaro–, Monde, en París, abría sus puertas a los redactores de Contra. Convengamos en que es un significativo contraste...”.203

González Tuñón comienza a colaborar en el semanario Monde, fundado y dirigido por Henri Barbusse, y en Commune, de Aragon. El escritor Alfred Kurella, en representación de Monde, le envía una carta y Crítica la publica en diciembre de 1933, meses después de la desaparición de Contra. Para el vespertino de Botana, la actitud del periódico francés “representa una lección para los ‘snobs’ y los extranjerizantes”, como la mostrada por “‘Amigos del Arte’, Victoria Ocampo, etc.”:

Siendo que tenemos la intención de hacer conocer a nuestros lectores europeos las artes y las letras de América latina, estamos dispuestos a publicar con cierta regularidad, noticias, cuentos, reportajes y artículos que traten temas sociales, culturales y científicos de los países sudamericanos.

Si, en principio, usted acepta esta colaboración, nosotros le pedimos tenga a bien hacernos proposiciones e indicarnos las direcciones de otros colaboradores posibles.

Desearíamos, por otra parte, recibir la revista Contra, que usted dirige, por canje de Monde.204

Estado represivo

Los ataques a la libertad de prensa se suceden con la instauración de la dictadura de Uriburu y los distintos gobiernos del “fraude patriótico”. Sufren clausuras o suspensiones Crítica y El Mundo, y decenas de periódicos obreros o de izquierda.

Mundo Obrero no pudo ni aparecer –señala Setaro–, por prohibición policial. El abogado doctor Rodolfo Aráoz Alfaro denunció el hecho ante la justicia. Presentó ante el juez un documento irrefutable, probatorio del ejercicio de la censura previa, por parte de la policía. El documento exhibido en la Cámara de Diputados de la Nación por el diputado socialista Luis Ramiconi, era un comunicado de un funcionario policial en el que se expresaba al juez que Mundo Obrero no fue autorizado a publicarse por cuanto se lo consideraba continuación del diario Bandera Roja, que ya había sido clausurado por esa misma policía. La denuncia del Dr. Aráoz Alfaro no encontró eco en la justicia. En cambio sí encontró eco la denuncia policial y el pedido fiscal contra uno de los editores responsables de Mundo Obrero, Raúl González Tuñón.”205

Aquí Setaro se confunde con los nombres de los periódicos. González Tuñón y Luis Waismann206 hicieron una presentación ante el Jefe de Policía –y remitieron copias al ministro del Interior y al juez del crimen a cargo– para que no se ejerciera la censura previa contra Frente Obrero, un diario que ambos iban a editar desde el 1 de agosto de 1933. El subjefe de la Sección Orden Social había amenazado con secuestrar las ediciones. Los periodistas se amparan en la Constitución Nacional, pero Frente Obrero jamás sale.207

Al proceso contra el poeta por “Las brigadas de choque” le siguen el encarcelamiento del dirigente universitario comunista Héctor P. Agosti, acusado de desacato al Poder Ejecutivo e instigación a la rebelión; y el secuestro de las ediciones de Tumulto, libro de poemas de José Portogalo que había obtenido el primer premio del certamen organizado por la Municipalidad de Buenos Aires, y de los periódicos Señales, dirigido por Enrique Martínez del Castillo y en cuya orientación ideológica está Raúl Scalabrini Ortiz, y Defensa Popular, con un directorio formado por Arturo Orzábal Quintana, Augusto Bunge, Arturo Frondizi y Julio A. Noble.208

En el transcurso de la década de 1930 toman relevancia las campañas en pos de la liberación del brasileño Luís Carlos Prestes, el peruano Serafín Delmar y del boliviano Tristán Marof. González Tuñón integra el Comité Pro Retorno de Tristán Marof, un organismo que adhiere al Comité Pro Amnistía de Presos y Exiliados Políticos y Sociales de América. Marof, opositor a la guerra del Chaco, había sido deportado a Bolivia por las autoridades argentinas, en un antecedente lejano del Plan Cóndor que se expandió entre las dictaduras del continente durante las décadas de 1970 y 1980. La “ley de residencia” (conocida por su número, 4.144) es parte de la organización represiva del Estado.

Alrededor de 10 mil “presos sociales” (en su mayoría, obreros y estudiantes) son encarcelados durante los dos primeros años del gobierno de Justo, denuncia la filial argentina del Socorro Rojo Internacional, una entidad ligada al comunismo.209

Como parte del aparato represivo, el senador oficialista Matías Sánchez Sorondo presenta el 7 de junio de 1934 un proyecto de ley de “amparo de la prensa”, que contempla amplias restricciones a la libertad de difusión de ideas por medios gráficos y radiales.

Dos años más tarde, impulsa otra iniciativa reaccionaria sobre “represión del comunismo”. La Cámara alta debate durante 17 sesiones. La última empieza a las 14.30 del 30 de diciembre de 1936 y finaliza a las 6.30 del día siguiente.

“Declaro que la infiltración comunista en nuestro país es formidable. Llega a todas las capas sociales, hasta las más altas, hasta las más aristocráticas, a los bancos, a los cuarteles, hasta el Senado mismo”, ataca Sánchez Sorondo, admirador de Mussolini, Hitler y Franco. Y más adelante agrega: “¡Esta es una ley de reacción, sí; de reacción contra el delito, contra la barbarie, contra la destrucción de la sociedad cristiana!”.

Los socialistas Alfredo Palacios y Mario Bravo; los radicales Atanasio Eguiguren y Eduardo Laurencena; y el demócrata progresista Lisandro de la Torre son los senadores opositores que se encargan de combatir los argumentos oficialistas. La oposición es vencida y De la Torre renuncia a su banca y a la vida política. Dos años después, se suicida. 210

Son tiempos en que González Tuñón hace un llamado a los “intelectuales de todas las tendencias” a adherirse a la AIAPE “si coinciden con nosotros en este punto: La cultura está amenazada contra el fascismo”. Y traza un panorama “desolador” de lo que ocurre en el país:

Ya se han consumado atentados en todos los órdenes. Se ha puesto al margen de la ley en muchas provincias a ideas que en los países más civilizados son respetadas incluso por sus enemigos más notorios. Se ha impuesto en las escuelas de muchas provincias la enseñanza religiosa obligatoria. Se han clausurado periódicos de izquierda deteniendo a sus redactores, procesándolos, vejándolos, calumniándolos con el fin de desprestigiarlos ante el pueblo. Los secuestros de libros y revistas de avanzada están a la orden del día. Un senador fascista adherente a la junta de Burgos figura al frente de la Comisión Nacional de Cultura211. Alumnos distinguidos son expulsados de las escuelas por tener un apellido judío. En los salones de bellas artes son rechazados auténticos valores sospechados de profesar determinadas ideas. Se persigue a los intelectuales de izquierda hasta cercarlos por hambre. Se presiona a los directores de diarios y otras empresas para que expulsen a los intelectuales antifascistas. Así las cosas, ¿es que alguien puede creer que no hay tal peligro fascista en la Argentina?212

En este contexto, el escritor Carlos M. Silveyra se dedica a perseguir y denunciar a entidades y personas vinculadas con la izquierda. Funda y preside la Comisión Popular Argentina contra el Comunismo y dirige la revista Clarinada, cuyo primer número aparece en mayo de 1937, una publicación que sustenta los valores del nacionalismo antisemita y anticomunista. Un año antes, sale a la calle el libro El comunismo en la Argentina. Uno de los escritores perseguidos es González Tuñón, a quien se lo acusa de “comunista recalcitrante, diplomado por Crítica y Noticias Gráficas como ‘intelectual avanzado’” y se lo señala como “autor de infinidad de crímenes literarios, entre los que figura el más horrendo y espeluznante: un verso a la morfina, que desde luego, no es verso”.213

CAPÍTULO 3. A BLINDAR LA ROSA

[…] los poetas testimonian porque fundan una lengua con lo que sobrevive a la posibilidad o imposibilidad de hablar. El poeta, entonces, habla por los que no pueden hacerlo.

(Julia Miranda, “Prólogo”, en La muerte en Madrid-Las puertas del fuego-8 documentos de hoy)

Tiempo de definiciones

Argentina vive la falsa democracia de la “Década Infame”, bajo el control de un estado de sitio casi permanente, que en 1934 se levanta para las elecciones legislativas de mayo.

Aquel es un año de cambios para González Tuñón. El cierre de Contra y la cárcel no lo amedrentan. Una profundización de sus convicciones comunistas lo lleva a afiliarse al partido nacido en 1918. En esa decisión gravita el abogado comunista Faustino Jorge, amigo del poeta. De esta manera, deja de lado aquella postura manifestada en Contra sobre su descreimiento en la necesidad de afiliarse al PC como única alternativa para enfrentar al fascismo.

Otra decisión importante: González Tuñón se desvincula “amistosamente”, según escribe en su autobiografía inédita, del diario de Botana, al que seguirá unido con colaboraciones ocasionales. Según la versión de la familia del escritor, el alejamiento se debe a un enfrentamiento con Salvadora Medina Onrubia, la esposa del dueño del vespertino.

Y en el plano sentimental también se define: Amparo Mom, prima de Salvadora, a quien conoce a principios de 1932 cuando los Botana se instalan en Montevideo, antes de regresar a Argentina, es la mujer elegida. La pareja se une vía la capital uruguaya –ella está divorciada del autor, director teatral y cineasta Ricardo Hicken– y decide ir de viaje de bodas a España. Atrás había quedado su antigua novia uruguaya Silvia Mainero, amiga de Jébele Sand214, y su reticencia al matrimonio. “¿Se casó Raúl?”, pregunta Neruda a Sara Tornú, esposa de Rojas Paz, en una carta fechada en Madrid el 19 de septiembre de 1934.215 Norah Lange, esposa del poeta Oliverio Girondo, relata en forma burlona que González Tuñón “difamaba el registro civil” y cuenta que en cierta oportunidad Amparo Mom le gritó a su novio “mientras jugábamos a la mancha” en la mansión de la familia Lange –sede de fiestas y reuniones del mundillo literario y artístico, ubicada en Tronador y La Pampa–, que “el registro civil acorta los llamados de larga distancia”.216

En ese año sale El otro lado de la estrella, bajo el sello de la Sociedad Amigos del Libro Rioplatense, un emprendimiento conjunto de intelectuales argentinos y uruguayos. Allí, en el relato “El banjolele”, González Tuñón dispara:

Nosotros vivimos en la ciudad. Somos periodistas, es cierto, pero ya hemos visto claro, nos hemos salvado a tiempo. Sabemos que todos, todos los diarios son empresas, donde se explota a los periodistas como en las fábricas se explota a los obreros. Oh, profesión mísera y desconceptuada. De sueños tan limitados. Pero yo, que ni soy romántico, ni soy sirviente, ni soy ladrón, le doy más, mucha más importancia a este humilde trabajo del hombre: los barquitos dentro de las botellas.217

En “La Shell”, relata con crudeza:

Conozco desgraciados, trotacaminos, entes anacrónicos, cantos rodados, traídos y llevados hacia playas inexorables. El mundo de las ciudades pasa indiferente al lado de esos seres. Las ciudades se los tragan. Nadie ve sus lágrimas, ni oye su absurdo lenguaje, ni ve la sorda carcajada que contrae sus rostros cuando estalla la locura, ni lee la simple noticia policial que habla de cadáveres hallados en el río. Nuestra profesión, que es una de las más amargas, nos ha puesto siempre en contacto con esa gente. Recordamos muchos tipos y casos. Angustiosas llamadas telefónicas, urgentes reclamos, extraños suicidios, súbitas desapariciones, lacónicos avisos. Cuando a causa de nuestros frecuentes viajes perdíamos de vista a tantos desdichados, el balance, al llegar, resultaba trágico. El uno estaba en la cárcel y la otra se había tirado bajo un coche del subterráneo.218

Las situaciones en las que el periodista es protagonista se repiten. La redacción es el escenario de las aventuras. En “El enviado de Dios”, un hombre quería que el diario le consiguiera un permiso especial para predicar en Plaza Congreso; en “El devorador de agujas”, un tipo se presenta a los gritos: “¡Yo como de todo!”. “Ah, muy bien –le contesta el periodista–. Que Dios le conserve el apetito y no lo haga nunca periodista.” Después de varias pruebas exitosas lo recomiendan a un teatro de variedades.219

En una zona reflexiva, íntima, confiesa en “Blues de los adioses”:

Cuando voy a la vida literaria lo hago lleno de adioses.

Cuando voy al periodismo lo hago lleno de adioses.

Los malos poetas siguen reuniéndose en los rincones oscuros, administrando una pobre gloria de escaparate.

Los periodistas pasan irremediablemente, manchados de tinta de imprenta, exprimiendo una existencia amarga.

Pero yo sigo y seguiré siendo poeta.220

El narrador de “Dos novelas sintéticas” afirma: “También él quiso escapar al laberinto, y harto de la literatura y del periodismo prefirió acompañar a un amigo que hacía la pesca de ballenas en los mares del Sur”.221

De esta misma época son las reflexiones que Setaro recoge en su libro La vida privada del periodismo y que González Tuñón planea recopilar en un texto sobre la profesión.

El cansancio y el hartazgo que el periodismo a veces le provoca le hacen decir a Juancito Caminador: “Dejadme, las estaciones, los mercados incluso, la charla de la portera,/ hoy me fatigan,/ el periodismo, la leche, la oficina del Correo,/ los escritores reunidos a las 7”.222

Años más tarde, las miserias del periodismo le siguen resultando intolerables, pero focaliza sus cuestionamientos. En “Himno en las vísperas de Mayo”, de Primer canto argentino, apunta contra el “cagatinta”223 y, con mayor elocuencia, en “Poema del campo de los muertos vivientes”, del mismo libro, embiste:



Y vosotros, canallas
de la prensa vendida
que escribís con la punta del paraguas podrido,
¡mirad estos despojos!
Mirad las ruinas solas
y esos hombres que vuelven de la sombra,
y ahogaos
ahogaos en la tinta repugnante y oscura
con que escribís la calumnia y la infamia
contra la dignidad
y el patriotismo de los que hicieron la Victoria
y que asegurarán la Paz, un día próximo
una Paz duradera y penetrante
sin fascistas, sin Munich, sin traidores.224

En “La poesía me llama”, de Hay alguien que está esperando, apunta contra “el crítico que presume de no estar ‘al tanto de las novedades extranjeras’” y “el polvo de las máquinas de escribir en las abigarradas redacciones”.225

Para completar este panorama, en Todos los hombres del mundo son hermanos reflexiona:

Nosotros pensamos hasta qué punto se respeta y ama en estos países [China, la URSS y demás naciones comunistas] a los intelectuales, incluidos los noveles, a quienes se estimula y protege. Algo diferentes ocurre en nuestros países, donde todo son trabas; donde los editores tienen miedo de editar nuestros libros o bien orden de no hacerlo; donde no existen verdaderas revistas literarias y suplementos dominicales dignos para publicar nuestros trabajos, y no hay teatros que quieran o puedan representar nuestras obras; donde la crítica es reaccionaria, y se ejerce en forma anónima y el oficialismo controla todo el aparato cultural dándole –ahí está el caso de la enseñanza– un rumbo cavernícola; donde está abierto el mercado para la infecciosa literatura imperialista y franquista y donde... ¿para qué seguir?.226

Y finaliza con una afirmación nacida de su fe comunista:

En la Unión Soviética, en China, en las Democracias Populares, los intelectuales no tienen problema ninguno y pueden vivir de su trabajo. Por eso son más libres, son libres, aunque los falderillos del departamento de Estado digan lo contrario o: “Pero no tienen libertad”... ¡Majadería! Hemos comprobado –lo demostramos en páginas anteriores– que en este nuevo mundo existe la verdadera libertad de expresión y de crítica, pero existe además una institución que se llama ‘autocrítica’, que tanta falta les hace a muchos escritores burgueses.227

A pesar de todo, González Tuñón busca siempre motivaciones para seguir escribiendo. En 1934 sale Gaceta de Buenos Aires, un periódico de “letras, arte, ciencia, crítica” dirigido por Pedro Juan Vignale y Lisardo Zía, en el que colabora junto con Olivari, Rojas Paz, Barletta y Scalabrini Ortiz, entre otros.

Madrid, 1935

La experiencia de Contra –incluida la cárcel y el proceso judicial– produce en González Tuñón una profundización de su participación política y de su compromiso social, que no sólo están puestos en la realidad argentina, sino que trascienden y se enlazan a los acontecimientos que impactan en Latinoamérica y Europa. Su sangre española es vigorosa y lo empuja a regresar a la patria de sus padres –Remigio González y Consuelo Tuñón llegaron a Buenos Aires a los 14 años; él murió en un accidente de tránsito, en 1933; ella en 1913, de apendicitis– y sus abuelos.

La proclamación de la República Española en Éibar (Guipúzcoa), el 14 de abril de 1931, y el exilio del rey Alfonso XIII y su familia, provocan la atención mundial y, sobre todo, la simpatía de las fuerzas democráticas internacionales.

Para la izquierda –en todas sus expresiones– es un desafío, en especial tras la llegada al poder de Hitler, en 1933. En Italia, Mussolini gobierna desde hace una década. El fascismo y el nazismo, en sus expresiones españolas, que luego se encolumnarán tras Francisco Franco, socavan en forma permanente los cimientos de la flamante república.

En 1934 se producen dos hechos que anuncian la contienda que sobrevendrá con la guerra civil: la insurrección de los mineros en Asturias y el levantamiento separatista de Cataluña. Ambos movimientos son reprimidos con dureza por el gobierno de derechas.

González Tuñón parte hacia España al año siguiente con Amparo. El viaje de bodas se convierte en un golpe de realidad y un deslumbramiento permanente ante el clima político que se vive. Son tiempos del “Bienio Negro” (noviembre de 1933 - febrero de 1936), el gobierno reaccionario encabezado por Alejandro Lerroux y sostenido por José María Gil Robles.

En su doble condición de poeta y periodista, González Tuñón se conmueve ante los acontecimientos de España:

Aunque de extracción social obrera no tengo la pretensión de ser un poeta proletario. Por otra parte no hay poetas proletarios en los países burgueses. Tal vez no los haya todavía en Rusia porque como ya dijo Lenin el arte proletario deberá nacer de la cultura proletaria, y ésta a su vez, de la revolución en grado avanzado. Pero hay un arte revolucionario o que corresponde al período pre-revolucionario. Y si una pretensión tengo es la de ser un poeta revolucionario, la de haber abandonado esa especie de virtuosismo burgués decadente, no para caer en la vulgar crónica chabacana que pretende ser clara y directa y resulta ñoña, sino para vincular mi sensibilidad y mi conocimiento de la técnica del oficio a los hechos sociales que sacuden al mundo. Sin que lo político menoscabe a lo artístico o viceversa, confundiendo, más bien, ambas realidades en una.228

La revolución de Asturias lo impacta de manera decisiva y lo impulsa a escribir los poemas de La rosa blindada. Primero, esos versos son escuchados por obreros e intelectuales españoles. En septiembre de 1935, González Tuñón los lee en un acto en el Ateneo de Madrid, organizado por el poeta León Felipe. Al año siguiente, el poemario aparecerá en forma de libro en Buenos Aires.

La obra parte desde las raíces del poeta –“Recuerdo de Manuel Tuñón”– para trazar un perfil de su abuelo asturiano, nacido en Mieres; un inmigrante socialista que trabaja en la Antigua Casa Snokel de la capital argentina como “obrero del bronce”. Y de inmediato pasa a “Algunos secretos del levantamiento de Octubre”, un canto civil en homenaje a los mineros masacrados en 1934 en Asturias.

El recorrido es intenso: “La Libertaria”, “El pequeño cementerio fusilado”, “La muerte derramada”, “Cuidado, que viene el tercio”, “La muerte acompañada”, “El tren blindado de Mieres”, “La copla al servicio de la revolución”...

Durante la estadía en Madrid de 1935, Raúl y Amparo se instalan en una casa de la calle Mario Roso de Luna, donde también vive Delia del Carril, pareja de Pablo Neruda, cónsul de Chile en la capital española. Todos son “parroquianos” de la peña de la Cervecería de Correos, que encabeza Federico García Lorca y a la que también concurren, entre otros, León Felipe, Luis Cernuda, Miguel Hernández y Manuel Altolaguirre. También frecuentan las reuniones del Café de Pombo, presididas por Ramón Gómez de la Serna, y la taberna de Picazo, lugar de “barbudos arrieros”, donde comparten con Felipe el buen vino de Valdepeñas.

Los poemas van naciendo a la par que las crónicas periodísticas. González Tuñón publica en Leviatán, Civdad, Línea, Caballo Verde para la Poesía, Nueva Cultura y Hora de España.

Leviatán –“revista mensual de hechos e ideas”– está dirigida por el político y escritor Luis Araquistáin. El primer número aparece en junio de 1934 y el último, el 26, en julio de 1936.229 Allí aparece, por ejemplo, el artículo “Distintas expresiones del fascismo: una dictadura en la Argentina”.230

Civdad –“revista de Madrid para toda España”– es un semanario de vida breve (1934-1935), cuyo director es Víctor de la Serna y su redactor jefe José Blanco-Amor, que luego se exilia en Argentina.231 Allí trabaja el dibujante Ramón Billiken Muñiz Lavalle, que le da la bienvenida a su compatriota en un suelto.232 En la revista, González Tuñón publica el poema “Los nueve negros de Scottsboro”233 y las notas “La Carioca se ha evadido de un presidio”234 –sobre la danza brasileña y la vida en una “favela” de Río de Janeiro– y “Algunas tabernas de Madrid”235.

En una carta a Nalé Roxlo, le expresa su alegría porque “me he incorporado con un gran saludo de presentación, notas mías, volantes por las calles que hablan del ‘ilustre periodista’ y el ‘gran poeta argentino’ y otras mentiras amables. Yo les agradezco mucho porque Ciudad, además de refugio, será para mí un puente. No sé adónde llegaré. No sé si publicaré un libro, estrenaré una pieza teatral, etc., pero aunque no haga nada ni nunca llegue a interesar en Madrid, jamás olvidaré la acogida generosa de Ciudad”.236

La revista Línea –“publicación quincenal de hechos sociales”– es dirigida por Julio Just Gimeno y se edita entre octubre de 1935 y febrero de 1936. González Tuñón participa de una obra coral junto con otros seis escritores –una “novela picaresca de nuestros días, del tipo del Buscón”–, que sale a partir del segundo número. Ese estilo fue elegido “para burlar la censura” que imperaba durante el “Bienio Negro”. Su título: “Suma y sigue o el cuento de nunca acabar”. Durante seis entregas, a modo de folletín, el grupo –integrado por Just Gimeno, Francisco Cruz Salido, Alardo Prats, Miguel Pérez Ferrero, César Arconada, Ramón J. Sender y González Tuñón– arma una sátira política, ilustrada con grabados de Francisco Goya y Honoré Daumier.237

De Caballo Verde para la Poesía –dirigida por Neruda e impresa por Manuel Altolaguirre y su esposa, Concha Méndez– salen sólo cuatro números, entre octubre de 1935 y enero de 1936. En el primero, González Tuñón publica “Poema caminando”.

En Nueva Cultura –fundada por el muralista valenciano Josep Renau– aparecen “Saludo a los escritores y artistas españoles”238 y “Documentos: ‘El entierro del médico de la brigada’, ‘Espuma de siete mares’ y ‘La ciudad más hermosa del mundo’”.239

Y en Hora de España –la redacción inicial estaba integrada por Manuel Altolaguirre, Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo, Juan Gil-Albert y Ramón Gaya–, “Documentos: ‘Teoría de la guerra’, ‘El fascismo se alimenta de sangre (consigna de una noche de Madrid)’, ‘De la muerte en Madrid’ y ‘Sobre los obuses’.240

Al mismo tiempo que despliega poemas y notas periodísticas en medios españoles, González Tuñón aporta textos para la agencia ANDI, que distribuye sus despachos a 70 periódicos abonados en todo el país. En aquella misma carta a Nalé Roxlo le comenta, deslumbrado por la situación española: “Escribo unas notículas para la ANDI, pero me cuestan mucho trabajo. Tan distraído estoy con lo que me rodea”.241

“Al servicio del hombre nuevo”

En enero de 1936, Raúl y Amparo están de regreso en Buenos Aires. La AIAPE organiza una “gran comida en su honor”. En ese mismo mes sale el primer número de Unidad (por la defensa de la cultura), órgano de la entidad. Y en ese ejemplar hay un artículo del poeta: “Los escritores católicos en el Frente Popular”. En el texto vuelca impresiones de su estadía en París, el año anterior, donde –como ya se dijo– había participado del congreso de intelectuales antifascistas. Destaca la actitud de gran parte de la intelectualidad francesa, que se une en contra de “la chabacanería, el matonismo, la estulticia, la truhanería, el mercenarismo [que] se han puesto al servicio de la burguesía agresiva”. En esa diversidad, pondera la actitud de un escritor católico: “El pueblo de los balcones descubre ahora a Jacques Maritain y sus amigos que pasan en un automóvil haciendo hacia los costados, hacia las tribunas, hacia la muchedumbre, un nuevo saludo: se persignan primero y luego levantan el puño cerrado”. 242

En el número siguiente publica “El escamoteo de Martín Fierro”, donde rescata la obra de José Hernández porque “es la poesía más el drama del hombre del campo. El relato del hambre, la injusticia y la esperanza. Que informa, provoca, excita y entretiene. Porque está agarrada a la tierra. Porque también es la historia del hombre”. Y afirma: “Martín Fierro está vivo y no quiere asistir a las fiestas del casco de la estancia”.243

También hace crítica literaria, como en el número 3, en el que elogia Vivimos en una noche oscura, libro de poemas del escritor español César Arconada.

En mayo sale su nueva obra, La rosa blindada, y a fin de año da a conocer 8 documentos de hoy, que también edita la Federación Gráfica Bonaerense. El volumen reúne siete ensayos –la mayoría publicados en revistas, durante ese año– y cinco composiciones bajo el título “Poema en armas” –la última, “Noticia de una muerte (Pero yo no lo creo)”, es un homenaje a García Lorca–.

Los artículos exploran la situación española ­­–en febrero triunfa el Frente Popular que lleva al gobierno a Manuel Azaña– en el ámbito de la cultura en general, ante el avance de las posturas reaccionarias en sus distintas formas: “Mensaje a los escritores españoles”, “Con España y contra el fascismo” (publicado originalmente en La Nueva España, en agosto de 1936), “Sobre las ruinas de Toledo”, “Carta a Jacques Maritain” (en Dialéctica, Nro. 7, septiembre de 1936), “El Congreso de los PEN Clubs y la función social del escritor” (en Hoy, Nro. 1, 17 de septiembre de 1936), “Los escritores en la pelea” (discurso leído en un agasajo organizado por la AIAPE, en febrero de 1936, y publicado en Unidad, Nro. 3, abril de 1936); “Defensa de la cultura” (debate en la AIAPE, 27 de septiembre de 1936).

Durante 1936 despliega una intensa actividad a favor de aglutinar en un “frente intelectual” a escritores, periodistas, artistas y hombres de la cultura en general contra el fascismo. La AIAPE asume la tarea para oponerse a quienes defienden las dictaduras de Hitler y Mussolini y las acciones del sector “nacional” en España.

En el artículo “El Congreso de los PEN Clubs y la función social del escritor”, González Tuñón analiza las repercusiones que tuvo el XIV Congreso Internacional de los PEN Clubs, celebrado en Buenos Aires entre el 5 y el 15 de septiembre de 1936, y destaca el papel desempeñado por Victoria Ocampo y Aníbal Ponce en pos de que la filial local “deje de ser un refugio de reaccionarios y cumpla su verdadera función dentro de los estatutos de la central de Londres”, en alusión a Carlos Ibarguren, Juan Pablo Echagüe y Manuel Gálvez, entre otros.

Luego de diferenciar a “izquierdas y derechas” dentro del ámbito de la cultura, marca otro sector, integrado por los “emboscados”:

Ellos no se llaman así, ellos se llaman “angustiados”. En nombre del Espíritu, ese espíritu que no se atreven a defender cuando en Buenos Aires encarcelan a un poeta u ordenan el secuestro de un libro o presionan ante los directores de diarios para que despidan a escritores que se ganan la vida en el periodismo por haber esos escritores adherido simplemente al comunismo, como tantos otros escritores del mundo, en nombre de ese Espíritu tan manoseado por ellos, proclaman la no injerencia en la discusión política como si el escritor no fuera hombre o como si el mensaje del escritor no tuviera nada que ver con el destino del hombre, y proclaman también el arte puro, es decir, todo lo que es tan caro al fascismo porque supone dejar hacer al fascismo.

La reflexión sobre la profesión periodística en esa época clave se extiende en otro de los ensayos: “Los escritores en la pelea”. Allí vuelve al ataque contra los escritores consagrados, que reciben un apoyo oficial constante, y enumera a varios escritores-poetas-periodistas que murieron imprevistamente, acosados por la miseria, la enfermedad y la desesperanza:

Vemos vivos a estos muertos que se llaman Gálvez, Martínez Zuviría, Echagüe, Lugones, de Vedia, Obligado, Ibarguren, y nos dan ganas de gritar a las clases dirigentes: ¿Qué han hecho ustedes de Florencio Sánchez? ¿Qué han hecho de Emilio Becher? ¿Qué han hecho de Rafael Barret? ¿Qué han hecho de Evaristo Carriego? ¿Por qué los combatieron o los silenciaron o los trabaron o los malograron? ¿Por qué olvidan a Roberto Payró? ¿Acaso porque su obra magnífica tuvo contenido social? ¿Por qué permiten que Horacio Quiroga se anule en la lejana Misiones? ¿Por qué malograron las posibilidades de Quinquela Martín haciéndole creer que era un genio para demostrar una comprensión estúpida y un falso mecenismo? ¿Por qué malograron a Agustín Riganelli condenando su fuerza creadora en el comienzo de su carrera al negarle los medios para su cultura, para su perfeccionamiento? ¿Por qué postergan a los mejores hombres del teatro nacional? ¿Por qué asesinaron a Antonio Monteavaro, a Juan Palazzo, a Juan Pedro Calou? ¿Por qué extraviaron a tantos que debieron buscar refugio en el alcohol, olvido en el destierro, solución en el suicidio?244

Pero González Tuñón plantea una diferencia entre aquellos grandes olvidados y las nuevas generaciones. Los tiempos son distintos; las ilusiones son distintas: “Estamos agremiados, sabremos defendernos, sabremos no echarnos a perder en los diarios devoradores, en el romanticismo anárquico, en la amarga soledad de los sedicentes incomprendidos. Hemos puesto nuestro fervor y nuestra inteligencia al servicio del hombre nuevo”.

En ese “nosotros” aún perdura el espíritu de Contra. “Estamos en una ciudad de hombres fuertes, sanos, vivos. Estamos formando nosotros, escritores, artistas, poetas, periodistas, el frente intelectual popular. Somos ya la brigada de choque del pensamiento antifascista nosotros, de todas las tendencias, pero unidos en la lucha por la defensa de la cultura amenazada por los hachadores, por los incendiarios, por los estranguladores del lictor y la swástica. Por los que inhiben, censuran y matan”.

Poco después de la reunión del PEN Club en Buenos Aires, en noviembre de 1936, se celebra el Primer Congreso Argentino de Escritores, impulsado por la SADE. El secretario de la comisión organizadora es Pablo Rojas Paz, amigo y compañero de trabajo en Crítica de González Tuñón, quien firma sus crónicas futbolísticas como “El Negro de la Tribuna”. Su postura sobre la situación del escritor coincide con la línea trazada por su colega:

Salvo rarísimas excepciones, dos o tres, en nuestro país no es posible vivir de lo que se escribe. Todo el mundo tiende a explotar al escritor, desde la señorita que le pide un libro regalado con una dedicatoria, hasta el amigo que ha fundado una nueva revista y quiere un artículo gratis; desde el gran rotativo que nos pide una opinión gratis, hasta el amigo que tiene una sección de radio y que nos pide que vayamos a darle una “manito”.245

Rojas Paz reflexiona que “el periodismo era la única manera de ganarse el pan que los escritores argentinos hemos tenido en determinada época. Nos han explotado; pero qué le vamos a hacer; siempre ha sucedido lo mismo en las vinculaciones del capital con el trabajo”. A pesar de todo, reconoce que “amábamos nuestro oficio y lo cumplíamos con alegría”.246 Equipara la labor periodística con la literaria –“es una discusión un poco provinciana”– y expone su experiencia:

De mí, les sé decir que me adiestré en el periodismo como hubiera podido adiestrarme en la boletería de un cine. Lo tomé como un trabajo cualquiera, que debía cumplir con el máximo de eficiencia. Así advertí que lo principal era hallar la nota periodística y a ella me hice. […] Esto es, pues, lo esencial: ver la nota aun bajo la más espantosa falta de motivos. A mí me pasó esto: fui a una inofensiva exposición de tejidos y me encontré con el célebre discurso del Dr. [Manuel] Carlés, al que no hizo caso ninguno de mis colegas. Lo llevé al diario y se publicó en recuadro y en negrita. De ahí vino el bochinche: la acusación contra el presidente de la Liga Patriótica por sedicioso.247

Con el transcurso del tiempo, modifica aquella analogía entre periodista = boletero de cine y la convierte en periodista = empleado doméstico y periodista = explotado:

Cuando yo ingresé al periodismo ignoraba que era como entrar al servicio doméstico, que entrar en él era dejar establecido que lo mismo servía uno para un barrido que para un fregado, para un frito como para un cocido. Entré al periodismo para dejar los bofes en la máquina de escribir para que el director del diario pudiera comprarse una estancia en Río Negro o viajar a Europa con vaca propia en el barco para el café con leche. No se necesita estar mucho tiempo en un diario para caer en la cuenta [de] que uno está ahí para todo, para una crónica del congreso de los magos, el día de la flor o el mitin de los disbasoatáxicos [sic]. Esto explica un poco las razones, móviles y motivos que me indujeron y llevaron a hacer crónica deportiva. Debo advertir inmediatamente que nunca he tomado el periodismo muy en serio y que siempre me ha parecido una forma de negocio o explotación, mediante el cual se han enriquecido unos cuantos y no precisamente los periodistas. Comencemos por advertir que en los diarios hay que hacer de todo y no entender de nada.248

Como parte de la lucha internacional contra el fascismo, en noviembre de 1936, aparece la revista Los poetas del mundo defienden al pueblo español, dirigida por Pablo Neruda y la escritora inglesa Nancy Cunard. Allí se publican poemas en inglés, francés y español, y el dinero recolectado por las ventas –que se realizan en París y Londres– se destina a la causa de la República. Colaboran, además de González Tuñón, Tristán Tzara, Aragon, Nicolás Guillén, García Lorca, Rafael Alberti y Vicente Aleixandre, entre otros.

“Redescubrimiento de España”

La fascinación que González Tuñón experimenta por el momento político y social que vive España se manifiesta desde que descendió del barco en Gibraltar, la colonia inglesa en la entrada de la península ibérica. Allí comienza un recorrido que tiene como escalas Algeciras, Tarifa –“la muy noble y muy antigua”–, Vejer de la Frontera, Jerez, San Fernando, Chiclana de la Frontera, Sevilla ­–en especial recuerda el parque María Luisa y el barrio Santa Cruz–, varios pueblos castellanos, Toledo, Segovia y, finalmente, Madrid.

Su contacto con la realidad española queda plasmado en una serie de notas publicadas a partir del 15 de abril de 1936 en la revista El Suplemento –“Primer magazine argentino y de mayor difusión en el país”–, cuyo propietario, Miguel Sans, también es editor de La Novela Semanal. Son doce artículos sucesivos que llevan como título general “Redescubrimiento de España” y que están ilustrados por fotografías muy bien seleccionadas, que complementan con precisión los textos del poeta.

Dos semanas antes de la primera entrega, El Suplemento anuncia en un aviso de media página: “Un gran país que atrae la atención del mundo: España. Un escritor de acreditadísima valía literaria: Raúl González Tuñón. Resultado: La formidable serie de crónicas reunidas bajo el título de ‘Redescubrimiento de España’”.249

Los cuatro artículos inaugurales de la serie –“La verdad sobre la revolución de octubre”, “Sangre en la cuenca minera”, “La primera bomba en el corazón de la cuenca” y “Bajo el signo de la legión extranjera”– hacen foco en la situación política de España luego de las sublevaciones de los mineros asturianos y de los habitantes de Cataluña, duramente reprimidas por el gobierno del “Bienio Negro”.

Los tres siguientes –“El oscuro grito de la tierra”, “El Madrid del otro lado de la estrella” y “Donde los dedos han vuelto a presionar los gatillos”– ubican los problemas sociales que padece España, en especial, en las ciudades de Madrid y Barcelona.

En las tres notas posteriores –“¿Qué son y qué han hecho las Misiones Pedagógicas?”, ”Donde los muertos se entierran entre las piedras” y “Aventura en la Puebla de la Mujer Muerta”– describe y fundamenta el valor de las llamadas “misiones pedagógicas” en la transmisión de la educación y la cultura urbanas en las zonas más pobres del país.250

Las dos finales –“A la sombra de las peñas de Madrid” y “La Revolución española en la literatura”– analizan el ambiente cultural de la época.

En estas crónicas, González Tuñón demuestra una vez más su capacidad de combinar el estilo poético con la precisión periodística, una doble mirada que enriquece los textos y los torna de una vitalidad impresionante.

En la primera nota de la serie251, relata su ingreso a España, “desde Algeciras al Hotel Bristol de Madrid, observando y conversando a través de un espeso clima de guerra”. En ese ambiente aún resuena la tragedia de la represión obrera de octubre de 1935. Y esa tensión es la que capta González Tuñón, rescatando las voces del pueblo. Los testimonios que incluye no son las citas autorizadas de rigor, sino la palabra de un “viejo cochero”, el carabinero que lo revisa de arriba a abajo “por el contrabando”, un lustrabotas, el guía del Alcázar de Sevilla, un camarero, los vendedores de diarios, “una señora anciana” –madre de dos obreros presos–, un viajante de comercio, un campesino y un botones del hotel. A veces coincide con sus interlocutores, otras no, pero esa atención puesta en las voces de la calle le permite reconstruir la situación que viven los españoles.

Una de las fotografías muestra a González Tuñón en el momento en que es palpado por un carabinero en la frontera con Gibraltar, en una “severa” revisación para impedir el contrabando. La militarización de las ciudades lo impresiona: “En Madrid hacía bastante frío y lloviznaba. El espectáculo de los guardias de asalto me resultó más sombrío. El número de guardias era mucho mayor. Se veían camiones con ametralladoras por todas partes”.

Pero su yo poético no lo abandona, aunque tenga que hablar de la oscuridad bélica. “Por el peñón se despeñaba la luz de un día maravilloso”, inicia la nota, al referirse a la jornada de su arribo a Gibraltar, el 1 de abril de 1935, junto a su flamante esposa.

En “Sangre en la cuenca minera”252 hace un repaso de los acontecimientos en Asturias “la Roja”, donde los ríos “arrastran todavía el carbón y la sangre; el carbón de las minas y la sangre de los muertos”, que se calculan en más de diez mil, según detalla:

¿Fue un fracaso, puede considerarse fracasada, o terminada, una revolución que, al año y medio de su estallido, provoca la caída estrepitosa de las derechas? No voy a entrar en otras consideraciones que no sean las que exija un relato como el que inicio, que pretende ser puramente objetivo. Sé que, no sólo me he documentado en folletos, conversaciones con fugitivos y líderes, sino a lo largo de cerca de un año de estada en España. De mis inquisiciones, charlas, impresiones, tanto en el campo de la izquierda como en el de la derecha, he podido reunir el material que exhibiré modestamente a los lectores para ponerles al tanto de los antecedentes de la revolución, de su desarrollo, de sus consecuencias, de sus posibilidades, como algo latente todavía.

Sin tener en cuenta la pretendida objetividad en el relato a la que alude, González Tuñón responde aquella pregunta retórica del principio del párrafo a lo largo de su artículo. Para él, la revolución continúa, ahora a través del Frente Popular en el gobierno.253 En esa línea se ubica la ilustración de la tercera nota, “La primera bomba en el corazón de la cuenca”254, en la que describe el levantamiento en Asturias: un collage de fotografías contenidas dentro de los límites de un martillo cruzado por una hoz.

El programa mínimo del Frente Popular se ha cumplido: vuelta a la reforma agraria, incautación definitiva de los bienes de los jesuitas, amnistía para 30.000 presos y condenados, incautación definitiva de los bienes monárquicos, ilegalidad del fascismo, etc. Pero el Frente Popular debe cumplir otro programa. Votar nuevas leyes. Y las brigadas de choque del Frente Popular vigilan en el horizonte dramático de España...

Así finaliza “Bajo el signo de la Legión Extranjera”255, después de detallar el asesinato del periodista valenciano Luis de Sirval, que “no era comunista, ni socialista, ni anarquista. Era simplemente un periodista liberal, que se hallaba en Asturias en función de su profesión”. Y agrega: “Al parecer, tenía en su poder una importante documentación que constituía una pieza acusatoria categórica contra determinados individuos, entre ellos, el general López Ochoa”.256

“Otra página impresionante de la historia de la represión del movimiento fue escrita con la sangre de Javier Bueno, uno de los revolucionarios que más sufrieron las torturas: desde el martirio de la ‘rueda’ medioeval hasta los palos, desde las ‘tenazas’ candentes al suplicio de la sed”, detalla con crudeza González Tuñón, que relata el proceso judicial que sufre el colega, director por entonces del diario Avance, de Oviedo, condenado a treinta años de prisión. Un juez de Madrid, amigo del periodista, inventa una causa en su jurisdicción por un supuesto delito de prensa y argumenta que antes debe ser juzgado por ese tema. Salvado del juicio condenatorio, y con el triunfo del Frente Popular, Bueno retorna a Oviedo para seguir su labor en Avance.

Los miserables

Villa Desocupación, en las puertas de la ciudad de Buenos Aires, conmueve a González Tuñón de una manera implacable. Es el reconocimiento de la pobreza, en la entrada de la capital argentina, y el anuncio de la crisis social acrecentada por el golpe de Uriburu.

En Madrid, en Barcelona, el cronista percibe ahora esa misma degradación social, inaugurada durante la dictadura de José Antonio Primo de Rivera: mendigos, “parados”, prostitutas, hambrientos, tullidos recorren las calles en busca de unos céntimos o de un pedazo de pan. Y en el campo la situación es peor: “Antonio tenía un jornal de siete pesetas. Para cobrarlo trabajaba desde las dos y media o las tres de la mañana hasta las diez de la noche. Diecinueve horas y media de jornada, dos de taberna y dos y media de mujer y sueño”. El retrato es del poeta Miguel Hernández, que conoce muy bien la situación rural: él fue pastor de cabras en Orihuela (Murcia), su pueblo natal. En “El oscuro grito de la tierra”257, González Tuñón cita el testimonio de su amigo Hernández, que lo ayuda a graficar el padecimiento de este campesino de una aldea de Castilla:

El invierno es el verdugo del campo. Sus hombres lo ven llegar con el corazón encogido. Antonio es una de sus víctimas. Lo he vuelto a ver en este otoño. Estaba en la taberna, con ocho jornaleros más. Los nueve, parados. Con el puño en la barba y un cigarro de hojas secas en los labios, esperan ya varios días que alguien entre y diga: “tengo trabajo para ti”. Antonio está más flaco, su voz no es la misma de este verano, sus ojos se han puesto hondos y tristes. El invierno empieza su faena de hambre.

Las fotografías que acompañan las notas conmueven. “Un obrero ‘parado’, en Andalucía, contempla con mirada de desesperanza el paisaje que antaño fue emporio de actividad y que hoy es un desierto”, señala un epígrafe. Y otro: “Los desocupados leen los periódicos en que se habla de la crisis, ese mal misterioso para ellos, que lo sufren desde hace varios años”. Dos más: “Un terrible documento del drama: esta criatura, desnutrida horrorosamente, porque sus padres no tienen trabajo”; “El perro de este ciego, a la vez que sirve de lazarillo, contribuye a aumentar la compasión de los transeúntes y recoge las limosnas que le entregan. Esta enana encuentra en su deformidad una fuente de ingresos”.

En “El Madrid del otro lado de la estrella”258, González Tuñón destaca dos aspectos de la capital de la República: “uno se refiere a su intimidad, a su cordialidad, a su belleza, a la simpatía y la generosidad de sus gentes, a sus alegres muchachas, a sus bares ruidosos, a sus rincones tranquilos, a sus verbenas, a su gracia, a su pasión, al espectáculo de sus calles, tan humano. El otro, a su miseria”. Y agrega: “Con el verano se instalan en sus quioscos de las plazas y las esquinas populosas los valencianos que venden horchata helada, limón y agua de cebada. Con el verano, los pequeños gallegos vocean los sabrosos barquillos. Con el verano, los mendigos de Madrid aumentan extraordinariamente. Con el verano, los mendigos acosan a la gente. Vienen de todas partes, llenos de andrajos y llagas”. Está impresionado por “los alquiladores de niños” y cita de la prensa: “Existen en Vallecas familias que alquilan niños a los mendigos profesionales para que éstos impresionen más a la gente”.

La prostitución no aparece en su nota como en las evocaciones juveniles de sus primeros poemas, sino que irrumpe como un problema instalado en una sociedad empobrecida. Ya quedó atrás el adolescente deslumbrado por los piringundines del Paseo de Julio; ahora es un hombre de treinta años, con una conciencia militante que lo rebela ante las injusticias:

Lo que más me impresionó –y significaba otro sector de la prostitución, el más increíble, el más tremendo– fue el espectáculo de las verjas del Retiro, más allá del arco de Carlos III. Allí no hay busconas como las del centro, ni peseteras (que cobran una peseta), como en los barrios bajos. Se trata de mujeres viejas y feas, que repiten el tema de una de las más crudas estampas de Goya –que puede verse en el Museo del Prado–. Se las ha bautizado con una palabra infamante, que corresponde a su triste oficio... Son las prostitutas de la calle. Las que han ido descendiendo de cocottes a busconas, de busconas a peseteras y de peseteras a pobres ratas del Retiro, que sólo salen por la noche y no conocen nada más que los ángulos de sombra...

Lola, que ha vuelto de los puertos convertida en un espectro. Maya, que ha dejado el burdel, envejecida y enferma.

Amor de diez céntimos. Horrible, espantoso amor de diez céntimos.

La última nota de este grupo, “Donde los dedos han vuelto a presionar los gatillos”259, lleva un destacado: “El vicio y la miseria en Barcelona, la ciudad imponente y laboriosa...”. En ella traza un panorama político y social y se remonta a su primera estadía, en 1929-1930, durante aquel viaje iniciático por la tierra de sus padres y abuelos.

Y la poesía cruza el texto desde el comienzo: “Barcelona nunca está bona/ sino cuando la bomba sona”... Y explica:

Así decía Rubén Darío en un poema famoso. Pero ya los tiempos en que la bomba sonaba son lejanos. Están enterrados en los fosos de Monjuich o en la fosa común, junto con los restos del Noy del Sucre. Las semanas trágicas de Barcelona desaparecieron con el pistolerismo. La unidad obrera, las luchas científicamente organizadas, contribuyeron a acelerar el proceso, terminando, casi por completo, con el pistolerismo como expresión individual, anarquizante y romántica, de los anhelos populares. Sólo quedaban, después de Martínez Anido, los pistoleros de la Patronal, como se dijo, los pistoleros al servicio de la represión del movimiento obrero iniciada brutalmente durante la dictadura de Primo de Rivera.260

Desde el punto de vista político, hay un cuestionamiento de González Tuñón al anarquismo como ideología y, en particular, a las actitudes y decisiones de sus seguidores. Así como surge la crítica velada a Noy del Sucre, también dice que “pese a los jefes anarcosindicalistas, las masas se volcaron en el cartel único en las elecciones de febrero” de 1936, que dan el triunfo al Frente Popular. Habla de un “romanticismo anárquico” como etapa pasada. “Estoy seguro –afirma– de que el problema de la unidad obrera definitiva preocupa hoy más a las masas que el Estatuto Catalán y el recuerdo de las luchas, heroicas, pero estériles en su mayoría.”

Sobre este último punto, González Tuñón señala que “la cuestión de las minorías nacionales será resuelta así sin violencias, sin sangre y sin que España pierda su integridad como nación”. Este deseo se sostiene en su convicción de que “la tendencia separatista de los catalanes se ha superado. Quiero decir que la consigna Estado Libre de Cataluña dentro de la Federación Ibérica alienta cada día con más fuerza en la mayoría de los catalanes, como en la mayoría de los vascos, como en la mayoría de los gallegos”.

Las Misiones Pedagógicas

De la ciudad al campo. En el salón del Ayuntamiento, en la plaza o en las afueras del pueblo “se congregaba a la multitud para oír el fonógrafo, para ver cine, para admirar grabados de Goya o cuadros de Velázquez, para escuchar lecturas de romances o páginas del Quijote, para reír con los títeres y asustarse ante los experimentos”, relata González Tuñón en la primera nota de la serie sobre las Misiones Pedagógicas.261

Jóvenes graduados universitarios, escritores, pintores y técnicos en distintas disciplinas integran cada grupo, viajan en camiones y se instalan en aldeas que aún permanecen estancadas en el siglo XIX. Hacia 1935 un centenar de misiones visitó más de cuatrocientos pueblos de toda España. Entre aquellos voluntarios están Miguel Hernández, Luis Cernuda, Antonio Sánchez Barbudo, Arturo Serrano Plaja y Miguel Prieto. Los poetas Antonio Machado y Pedro Salinas trabajaron en el proyecto original de creación del Patronato.

“En algunas aldeas, la misión debe imponerse al alcalde, quien atemorizado por el caudillo (que teme a la misión, a la que suele considerar embajada política) o influenciado por el sacerdote del lugar que pone reparos al carácter laico de la misma, trata de obstaculizar de toda forma. En la mayoría de estas aldeas, sus habitantes viven en medio de una ignorancia tan tremenda que sólo respetan una única y todopoderosa autoridad: la del cura.” El testimonio pertenece a Serrano Plaja, que se apoya en una anécdota para mostrar cómo se sostiene una sociedad con el engaño y el miedo: “En cierto lugar de Castilla –y no muy lejos de Madrid, por cierto–, la misión tropezó con un cura que, además, era el médico del lugar. Curaba de una manera muy singular: daba al paciente un papel en donde antes había escrito dos palabras en latín, para que se lo comiera”. Y reflexiona: “Es fácil suponer el trabajo que cuesta a los misioneros hacer un poco de luz en el cerebro de esa gente desdichada, obsesionada por los cuentos de ánimas y la idea del infierno”.

Las voces recogidas por González Tuñón en estos artículos impresionan por su profundidad y su elocuencia y pueden leerse como una continuidad del documental de Luis Buñuel Las Hurdes (Tierra sin pan), filmado en 1933 con el fin de mostrar la miseria y el atraso de ese pueblo de Cáceres, en Extremadura, y que es prohibido por la censura impuesta durante el “Bienio Negro”.

González Tuñón enhebra pequeñas historias, como la referida por Miguel Hernández, en la que un chico que juega con sus amigos junto al cementerio del pueblo grita “¡Qué mal huele hoy el tío Paco!”, cuyo cajón está semienterrado entre las piedras, porque “los pocos pedazos de tierra” se aprovechan “malamente” para el “cultivo mísero”. O la que cuenta el escritor Enrique Azcoaga, otro integrante de la Generación del 27, sobre un muchacho de 22 años al que consideraban “loco” y con “extrañas pretensiones”, que sigue en silencio todas las actividades de la Misión. “¡Estoy sin trabajo y lo que me aflige es pensar que, si me coloco, no podré ‘saber’. ¡Y yo quiero saber!”, les dice ilusionado con irse con los visitantes.

Serrano Plaja relata sus impresiones de la Misión en Puebla de la Mujer Muerta, una aldea de Castilla a 1.161 metros de altura. “Vestidas de luto las mujeres (¡el duelo por la Mujer Muerta, acaso!); faldas largas las niñas que no conocen la infancia, como los niños que salen con el alba a trabajar; oscuros, silenciosos, desconfiados los hombres, la primera actitud de los habitantes de la Puebla fue de susto y recelo”, describe González Tuñón y señala con ternura y pena el “¡ah! unánime, mitad de asombro, mitad de susto” que los habitantes pronunciaron cuando uno de los misioneros encendió una lamparita.262

Los amigos de la Generación del 27 (y otros)

Madrid, como se sabe, es la ciudad de las “peñas”. Estas tertulias de café, que se inician a mediodía y a veces se prolongan hasta altas horas de la noche, son, en su mayoría, focos negativos de resentimiento o haraganería, lo que no quiere decir que dejen de tener interés como expresión de un pueblo lleno de complejos como es España y que, hasta la República, mejor dicho, hasta el triunfo del Frente Popular, sufrió la influencia desfavorable de una clase dirigente descompuesta y a contramano de la historia. Pero no todas las peñas de Madrid y otras ciudades españolas deben ser ubicadas en el plano del resentimiento y el ocio.263

González Tuñón ubica en el grupo de privilegio a la peña del café “Granja El Henar”, donde Ramón del Valle Inclán perdió un brazo tras el golpe de bastón que le dio su colega Manuel Bueno. Pero se detiene, en particular, en:

  • la cervecería de Correos –“fue para mí, en Madrid, el rincón más amable y alegre”–, dominada por los jóvenes de la nueva generación (García Lorca, Serrano Plaja, Miguel Hernández, León Felipe, Maruja Mallo, Concha Méndez, entre tantos otros) y los “extranjeros” (el matrimonio Pablo Neruda-Delia del Carril, Acario Cotapos, Isaías Cabezón, los hermanos Pita Rodríguez, etc.).

  • la “cripta” del café de Pombo, encabezada por Ramón Gómez de la Serna –las reuniones eran sólo los sábados, de 22 a 2 o 3 de la madrugada–.

  • “el famoso Ateneo de Madrid, que fue desde donde Azaña y sus amigos conspiraron antes del 14 de abril [de 1931], sigue siendo, además de la casa del estudio y el arte, la casa de la revolución”, cuenta el autor y precisa: “De las cien peñas del Ateneo, la del gran escritor César Arconada –siempre en plena exaltación poética y revolucionaria– tuvo para mí el interés de un acontecimiento”.

Para González Tuñón, los valores de la Generación del 27 representan lo nuevo, la República Española y el Frente Popular; de la Generación del 98 sólo rescata a Valle Inclán y a Antonio Machado y cuestiona, con mayor o menor dureza, a Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu y Ortega y Gasset, entre otros.

Hay una coincidencia plena con aquellos versos de Machado de “El mañana efímero”, escritos en 1913 y popularizados varias décadas más tarde por el cantautor Joan Manuel Serrat:



La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.264

Y en el final del poema, que no se incluye en la canción de Serrat:



Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
Con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Para González Tuñón, la Generación del 27 es la “Generación de Rafael Alberti”, porque el poeta gaditano “fue formándose una fuerte personalidad en la reacción contra el academicismo y el decadentismo literario, pero comprendió, poco después de 1930, como Aragon en Francia, que técnicamente se había conseguido dar un gran paso, pero al mismo tiempo, los problemas del hombre habían permanecido alejados del artista”. Como parte de su consolidación ideológica, Alberti funda en 1934 la revista Octubre, junto con su primera esposa, María Teresa León. Detrás de Alberti y León se agrupan César Arconada, Ramón J. Sender, Arturo Serrano Plaja, Miguel Hernández, Enrique Azcoaga, Emilio Padrós, García Lorca, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, León Felipe, Alberto Sánchez, Luis Lacasa, Miguel Prieto, Antonio Rodríguez Luna, Maruja Mallo, José Caballero y Ramón Pontones.

En la despedida de sus crónicas para El Suplemento, González Tuñón mantiene el asombro y la simplicidad de un niño que disfruta de un juguete nuevo, un estado espiritual que no perderá a lo largo de su vida: “Quiero confesar que de los regalos que traigo de España –una bota de vino, libros, cacharros–, ninguno me emocionó y me emociona tanto como el que me hizo Miguel Prieto. Se trata de un títere, un pequeño títere que recorrió en ‘La Tarumba’ todos los maravillosos y dramáticos caminos de nuestra querida y admirada España. Es el símbolo de una época. El documento de una aventura inolvidable”.265

Tras ese último artículo, González Tuñón retoma el tema de la situación política y social en “España en armas”266, a un mes del estallido de la Guerra Civil. La nota está encabezada por un copete en el que González Tuñón le recuerda al lector la serie ya publicada en la que “hablé de los peligros que acecharían al gobierno de Azaña si no se decidía a dar soluciones categóricas a los problemas planteados. Los sucesos que han estremecido y están estremeciendo al mundo prueban que, en ese sentido, no me equivoqué”. Y traza una síntesis que va más allá de la coyuntura, al plantear un escenario futuro desde una perspectiva que radicalizaba las posiciones más moderadas de algunos sectores republicanos:

Las fuerzas avanzadas del Frente Popular insistieron ante el gobierno de Azaña para que cumpliera, cien por cien, el pacto a raíz de la tardanza en los procesos, la evasión de capitales, los atentados de carácter reaccionario, las provocaciones de huelgas inconvenientes, etc. El mismo día, 18 de julio, atribuyeron a la tibieza del gobierno el estallido de la insurrección, aunque se apresuraron, como era lógico, a poner su hombro a la República en peligro. Quedaron definidos los bandos: por un lado, la revolución de los generales; por otro lado, la revolución del pueblo en su etapa defensiva. La liquidación del pleito –que puede tener, además, consecuencias internacionales– necesitará tiempo, y el tiempo dirá si un pueblo armado puede imponer su voluntad a la larga, y si esa voluntad consiste, no en regresar, no en volver a 1931, sino en avanzar superando la República.

“¡Madre España, mil veces querida!”

Con el levantamiento de la guarnición militar de Melilla, una de las colonias españolas en el norte de África, las acciones bélicas se suceden. A partir de ese momento, el país se quiebra en dos sectores. El general Francisco Franco, líder de los sublevados, es nombrado Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos en el bando “nacional”. El avance golpista sobre Madrid obliga al gobierno republicano a trasladar la capital a Valencia.

Impulsado por el desarrollo de los acontecimientos, González Tuñón regresa a España en 1937, esta vez como corresponsal de guerra del periódico republicano de Buenos Aires La Nueva España y de El Diario. Se embarca en el Florida, de bandera francesa, junto con su colega de Crítica y ex compañero de Martín Fierro Córdova Iturburu. También viaja el capitán argentino José María Frontera, que se integrará a las Brigadas Internacionales, creadas unos meses antes. Frontera será comandante del ejército leal a la República: “Daré lo que he bebido en las escuelas técnicas burguesas pasándolo por el tamiz de mi conciencia revolucionaria y el control de los auténticos jefes populares”.267 En el mismo barco, pero en primera clase, ocupa un camarote el poeta franco-uruguayo Jules Supervielle.

Nuestro colaborador, el poeta Raúl González Tuñón, invitado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas de España, se trasladó a Valencia a fin de recoger allí material informativo y documental sobre la guerra civil española. El talentoso poeta se proponía en esa forma contribuir al conocimiento popular de la verdad de lo que está ocurriendo en la lucha del fascismo contra la república Española. Hoy nos llegan las primeras colaboraciones sobre este tema, que ofrecemos a nuestros lectores como una verdadera primicia de La Nueva España.

En números siguientes iremos publicando nuevos artículos de Raúl González Tuñón, quien en el conjunto de sus crónicas se propone darnos una visión total de los problemas que la revuelta fascista ha creado al pueblo español.268

Este texto de presentación acompaña la nota inaugural, “El reloj de Gobernación”, fechada “a bordo del Florida, febrero 26” y publicada un mes más tarde en el periódico que dirige su amigo Setaro.269

El mismo dibujo de trazos infantiles que representa una trinchera y un cañón que dispara sobre un grupo de personas –algunas caídas– encabeza cada nota enviada desde España. Una pequeña fotografía del poeta, tipo carnet, vestido de saco, camisa y corbata, con la palabra “escribe”, en letra cursiva, aparece en el ángulo superior izquierdo de la página. Sobre la ilustración, en letras de imprenta mayúsculas, su nombre completo. Una placa, debajo a la derecha, anuncia: “Crónicas exclusivas para La Nueva España”.

El periódico, cuyo lema es “Defendemos la democracia y los derechos del pueblo”, sale dos veces a la semana – jueves y domingo–, con 8 páginas y una tirada semanal de 60 mil ejemplares, según un artículo editorial del 1 de agosto de 1937.

Fundado el 3 de julio de 1936, es el “órgano oficial del Comité de Ayuda al Gobierno español del Frente Popular, entidad controlada por la Embajada” de España, y cuenta con una “Junta Honoraria, para la defensa de los derechos del pueblo español”, integrada por los diputados nacionales Julio A. Noble, Ernesto Sanmartino, Eduardo Araujo, Avelino Sellarés y el abogado Aráoz Alfaro.270

El texto completo de “El reloj de Gobernación” es el siguiente:

En fin, es necesario pasar otra vez la línea del Ecuador. Todos los días el maitre adelanta el reloj del comedor de tercera cuando la sirena del barco anuncia el mediodía. ¡Muy bien esto de adelantar todos los días el reloj! ¿Acaso nosotros, desde algunos años a esta parte, no hemos tratado de poner todos los días nuestro reloj a buena hora? Que nunca atrase. Desgraciado aquél que no sabe adelantar su reloj a tiempo. Aunque, como nosotros, no use reloj... Y es que ir viviendo significa, más que agonía, transformación. Adelantar el reloj, ponerlo en hora, quiere decir ganar tiempo más que perderlo. Pierde tiempo aquel que se queda detrás en la marcha.

España ha impuesto un ritmo acelerado a nuestros sentimientos, a nuestros pensamientos, a nuestro corazón. España, la que da la hora en el Palacio de la Gobernación, en Madrid, no en la catedral de Burgos. Y es que este es tiempo de España, turno de España. Una catedral puede ser imponente pero no tanto como todo un pueblo levantado en armas contra los que le niegan el derecho a superarse.

Sí, camaradas del Cabo San Antonio, ya llegaremos allá. Donde marca la hora el reloj de Gobernación sobre la ilustre piedra cicatrizada de las jornadas de 1808.

A los cinco camaradas del Cabo San Antonio que viajan con nosotros, la policía de Montevideo les impidió bajar a puerto; la policía de Santos hizo lo mismo y la policía de Río de Janeiro los mantuvo presos hasta la salida del barco. Es que el reloj del palacio Catete, como el de la Bolsa de Café, como el del palacio Salvo, como el de los gobernantes argentinos, es un reloj atrasado que da la hora de Burgos. Pero no siempre las manecillas girarán con tanta lentitud. Ellas no tienen la culpa. La culpa es de los que dan la cuerda... Ay, cuando enloquezcan.

Pero, como nosotros, los cinco camaradas del Cabo San Antonio –y como los que vienen detrás nuestro y los que aguardan en Buenos Aires la hora de la partida, injustamente detenidos en una isla– no tienen mayor interés en pasear por los puertos de la ruta. Ellos quieren que el reloj adelante, que adelante siempre, que la máquina del barco apresure su ritmo, que detrás de Dakar, detrás del estrecho, aparezca la aurora española, grandiosa, ensangrentada, violenta, tal como lo exige el parto de un mundo nuevo.

Adelanta, buen maitre, el reloj de nuestro comedor de tercera. Todos los días unos minutos más. Así el pueblo español ha adelantado su reloj de Gobernación, día a día y tanto, que es posible que se acerque ya el momento en que el poderoso sonido de la campanada decisiva ponga de pronto en hora todos los relojes de la tierra.

Por la noche, esta noche, como todas las noches, vendrá a charlar con nosotros el tripulante francés –del mismo pueblo de Marty, como él dice con orgullo– y le pediremos que nos hable otra vez de las manifestaciones en las cuales formó, en Marsella y en París, porque se nos ocurre que también en Francia, de un momento a otro, el Frente Popular exigirá el adelanto de la hora.

Sobre cubierta, en popa, un camarada nos suele cantar “La Joven Guardia”271, “Ça Ira”272, y, en ruso, “La Caballería Roja” (“Guianos, Boudieny”273...) que naturalmente, no entendemos, pero cuyo ritmo lleno de alertas y galopes sacude nuestro corazón, nos infunde una confianza plena en lo que vendrá, mientras en el cielo enrojece la estrella más viva, esa que nos guía hacia ti, [¡]oh madre España, mil veces querida!274

Un poeta bajo la aviación fascista

González Tuñón entra a España por el túnel que une a la ciudad francesa de Cerbère con la catalana de Port Bou. Allí, un cartel de propaganda republicana le quedará marcado para toda la vida: un soldado moribundo se incorpora y clama “¿Qué has hecho tú por la victoria?”.

Ese mismo día, 11 de marzo, envía la primera nota a La Nueva España de una larga serie que lleva por título general “La ruta del coraje”, en la que cronica su estadía en esas tierras convulsionadas. Unos días después, ya instalado en Barcelona, habla por la radio a los españoles residentes en Argentina, pero, en especial, a los catalanes.

Una sirena angustiosa, prolongada, nos despertó. Nos vestimos apresuradamente y descendimos la escalera un tanto sobresaltados. ¿Cómo negar esa primera impresión, fuerte, física, en la que se mezclan cierto temor y cierta curiosidad anhelante? Los aviones han pasado ya. No tenemos sensación del pánico. Barcelona lo ha superado ya. Unas corridas, gente que busca los refugios de tiendas y bares, comentarios, miradas al cielo... Retornamos a nuestro cuarto y volvemos a la calle donde han formado diversos corrillos. Estoy algo agitado aún, sintiendo todavía la prolongada, angustiosa sirena. La gente sigue comentando. Han bombardeado, como siempre, lugares humildes, poblados por mujeres y niños de trabajadores... Acaso buscando también herir alguna parte vital en donde se trabaja para los hombres del frente. Son los aviones del fascismo italiano y alemán. Son los aviones de los masacradores de niños, violadores de mujeres, asesinos de miles de trabajadores en la zona tomada de sorpresa por los militares vendidos y el señoritismo alevoso y cobarde.275

Al final de la jornada, entre las 19 y las 21, “es bueno atravesar las ramblas de Barcelona”, porque son “días de pasión. Los altoparlantes dan las últimas noticias de los frentes del centro, matizadas por breves conferencias sobre los problemas, toda la infinidad de problemas, que la hora plantea”. Y por las ramblas, González Tuñón ve las banderas de los distintos partidos del Frente Popular; “de pronto, un herido, un inválido glorioso. Y de pronto un grupo de muchachas hermosas que pasa voceando el diario de la juventud comunista. Son hermosas, llevan insignias rojas con hoces y martillos y estrellas. Y todo unido al pregón del pequeño comercio, de los vendedores de retratos de Buenaventura Durruti, de La Pasionaria, de Francisco Ferrer276, de Lenin, de Stalin, de Ascaso277, de todos los héroes populares”. Pero la escena se quiebra cuando en el altoparlante suena: “Fulana de Tal y su hijo quieren saber el paradero de Fulano, compañero y padre”.

La intensidad con que González Tuñón vive estos momentos no le impide avanzar con su trabajo periodístico y poético. En una carta le cuenta a Amparo: “Estoy recogiendo un gran material para un libro que publicaré a mi llegada –a mi vuelta–, para poemas revolucionarios y para croniquillas para La Nueva España. Trataré de hacer los reportajes para El Diario –que ahora me parece tan lejano y tan inexistente–. Estoy tan conmovido y agitado que no sé qué decirte. Te extraño mucho, muchísimo, te adoro, querida mía. Rompí los anteojos –estoy esperando que me hagan otros– y es por eso que no escribo ahora más largamente y tampoco las crónicas, pero confío en tenerlos mañana”.278

Y al día siguiente vuelve a escribirle: “Tenemos ya un material espléndido para nuestras crónicas y empezaremos a trabajar en firme en Valencia, cuando nos hayamos serenado un poco... Visitamos el Batallón de la Muerte que parte para el frente. No te imaginas con qué alegría comprobamos la disciplina y el valor de los muchachos y hombres que lo componen. Testa, el comandante, envió un telegrama a L’Italia del Popolo anunciando nuestra llegada. Trataré de hacer para El Diario un reportaje a Companys hoy mismo y desde Valencia otros a Vayo279 y La Pasionaria...”.280

Las reflexiones ideológicas también se manifiestan en sus crónicas, en las que llama a “los intelectuales al servicio de la revolución” a producir un arte que “si bien no debe ser propaganda, DEBE SERVIR A LA PROPAGANDA281, cuando es auténtico, sobre todo en estos momentos en que neutralidad supone adhesión a la barbarie fascista”. Y su fe lo impulsa: “Quiero superarme y volver a mi país para decir a mis camaradas cuánto se ha andado ya en España por la ruta de la perfección y del coraje. [¡]Salud, compañeros!”.

El mundo en España

Los lazos entre la poesía y el periodismo son indisolubles en González Tuñón y esta característica perdurará a lo largo de su trayectoria. En una crónica breve titulada “Soldados”, exalta a los integrantes de las Brigadas Internacionales: “Nadie los llamó. Nadie los obligó a venir. Nadie los trajo. Vinieron solos. Mientras los alemanes, los italianos, los moros, los portugueses son arrancados de sus hogares por los agentes fascistas y llevados a la fuerza a la zona controlada por los generales traidores, estos otros alemanes, italianos y hombres de todos los países del mundo que vinieron a la España leal, lo hicieron voluntariamente, para unirse a los heroicos soldados de la república en su lucha tremenda contra el fascismo internacional”. Y nombra al alemán Ludwig Roland, al checoeslovaco Lohn Gustav, al austríaco Joseph Orlitsel, todos con heridas de guerra. “Tal vez nunca más (los) vuelva a ver”, se lamenta.282

En La muerte en Madrid, publicado en Buenos Aires en 1939, incluye el poema “Los voluntarios”, donde el verso inicial –“No preguntaron”– se repite cinco veces, como una sentencia, como una afirmación incuestionable:



Así vinieron,
nadie los llamó.
Un día llegaron a morir en los muros de la ciudad
sitiada
de la que sólo vieron sus orillas.

Y una ráfaga de preguntas conmueve sobre el final del poema:



Ellos,
los hombres de la primera columna voluntaria,
no preguntaron ¿cómo se va al museo?
¿dónde están las mujeres y las coplas?
¿cómo se come aquí? ¿dónde está la taberna?
¿cómo se va a la catedral? ¿dónde está el cementerio?
ni cualquier otra cosa que pregunta un viajero
que conoce la sed, el hambre, el mundo.283

En otras crónicas, González Tuñón menciona al mexicano Siqueiros, al alemán Ludwig Renn, a los estadounidenses Ernest Hemingway y John dos Passos, al yugoslavo Milan Jeranci. La admiración y la simpatía hacia los que llegan a España a defender la República284 se transforman en relatos breves, que son más que anécdotas simples, porque encierran reflexiones sobre una época dramática, la emoción de la cotidianeidad, la curiosidad ante todo, el espíritu lúdico como norte.

Estoy en el correo. Frente a mí, haciendo cola en la ventanilla de la venta de sellos, una mujer y un hombre. Ella tendrá unos cuarenta años. El treinta, o menos. Es un muchachote rubio y fornido y viste uniforme de soldado. Nos acercamos a la ventanilla. La mujer y el soldado hablan en francés. Comprendo, se trata de un voluntario de la Brigada Internacional. Sin duda. Ella alarga una tarjeta, paga la estampilla. Ambos ríen. Alcanzo a ver en la tarjeta una dirección cualquiera. Y luego en gruesas letras estas palabras:

SOUVENIR... TOTO.

Cuando se dan vuelta ella lo toma del brazo y él tropieza conmigo. Lo miro. Está ciego.285

Un puñado de líneas le alcanza para contar una historia de una intensidad conmovedora. Cada oración es brevísima, contundente. Toda experiencia es una invitación al asombro: “Mañana será un día de fiesta para mí. Saldré con las muchachas y los muchachos del Retablo Rojo –del Altavoz del Frente– por las calles de Valencia, por los mercados, por el puerto y por las plazas. Ellos y ellas cantarán y dirán poemas y consignas. Un pequeño tambor alborotará el aire dorado de Valencia. Y habremos cumplido una bella jornada. Yo os diré cuán bella es”.286

“¡No pasarán!”

“Certifico que Raúl González Tuñón está inscrito en el registro de Periodistas Extranjeros en esta Oficina, como corresponsal de El Diario, de Buenos Aires, y ruego a las Autoridades le presten facilidades para el cumplimiento de su misión. Valencia, 29 de marzo de 1937.”287 Una fotografía tipo carnet, con un González Tuñón de camisa y corbata y rostro serio, completa la documentación que le permite transitar por el frente de guerra. De Valencia a Madrid, una ciudad asediada por los sublevados. “Oscurece cuando llegamos. Canillejas unos kilómetros más y luego Ventas con su populacho y su plaza de toros. Estoy en Madrid. Amparito ¿te acuerdas? Aquí vivimos con nuestros amigos. Aquí descubrimos juntos la gracia del mundo. Hoy es Madrid la capital del mundo. ¡Qué bella está!”288

Este párrafo no pertenece a una carta, sino a una de sus crónicas para La Nueva España. Le importa poco que su vida privada, el diálogo con su esposa, esté a la vista de los lectores. Es su propia emoción la que surge: “Recorro los viejos lugares. Federico no viene ya a la cervecería de Correos. El viejo grupo se ha desparramado. Unos en el frente, otros en los puestos de la retaguardia, en la propaganda, en la polémica. Uno de los leones de la Cibeles se ha quedado sin nariz. Madrid está casi alegre y yo quiero llorar hoy, seis de abril”.289

Instalado en la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, le escribe ese mismo día a Amparo contándole sus planes inmediatos, en especial, su participación en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, que se hará en Valencia, en junio: “En Valencia escribiré muchas crónicas para La Nueva España y dos o tres reportajes para El Diario. Estoy abrumado de anotaciones e impresiones. En Ahora aparecerán trabajos míos y de Policho290. Todo el mundo nos trata con inmensa simpatía; nos siguen dando toda clase de facilidades. Esto es algo único, maravilloso –me refiero a la heroicidad de Madrid–, no te imaginas hasta qué extremo estoy asombrado de lo que veo y vivo”.291

Y lo privado y lo público vuelven a coincidir. El texto de la carta que le envía a Amparo es idéntico –salvo en los aspectos más íntimos– al que publica La Nueva España, que adjunta una aclaración:

Raúl González Tuñón está en Madrid. Desde allí, sin tiempo para redactar una crónica, en el afiebrado vivir de la inquietud de la guerra, no deja sin embargo de comunicarse con nosotros y nos envía, a título de amistad e información, unas apresuradas líneas que no podemos menos que publicar. Insistimos, con esta carta, en la autenticidad de un pensamiento vertido sin miras a la publicidad, a través del cual podrán los lectores de La Nueva España tener una certera impresión de cómo vibra la capital auténtica de la República Española.292

La carta publicada en el periódico se dirige a un “camarada”, al que le da “abrazos” de despedida, y no habla de “Policho”, sino de “Córdova Iturburu”. En el texto a su esposa –“mi Amparito querida”–, le manda saludos a “las chicas” –sus hermanas–, a Enrique y Oscar –sus hermanos– y “miles y miles de besos para ti”. Además, le pide: “Escríbeme a Valencia diciéndome qué harás; espero tus cartas con ansiedad”.

La consigna “¡No pasarán!” se multiplica entre los republicanos. González Tuñón va al frente: en Guadalajara, en el Jarama, en los alrededores de Madrid. “A sesenta metros –donde están los bárbaros– [¿]cómo imaginar a los fascistas en la misma actitud? Cordiales, camaradas, ávidos de beber, de enterarse, de tener nuevos amigos y seguros de luchar por una causa que es la causa del mundo sólo los soldados de España, sólo los soldados de este lado de España pueden hablar de ‘guerra fresca y alegre’, porque saben que en sus dedos que aprietan los gatillos y en sus manos que arrojan las bombas maduras está el destino del hombre, la dignidad del mundo.”293

El optimismo por el combate y la seguridad de un triunfo próximo no decaen en ninguna de las crónicas, desbordan en cada párrafo. Hay una misión: derrotar al fascismo y al nazismo apostados en España. Es un aliento permanente para que no se quiebre el espíritu de lucha. Estos textos pueden encerrar valoraciones políticas contradictorias y opiniones sesgadas, pero deben entenderse como producto de un tiempo de convulsión constante, con la pasión puesta en cada hecho, aunque sea mínimo, y la esperanza en un mundo justo. Un ejemplo:

Entrada la noche, descendemos. Dejamos atrás los últimos puestos. ¡Salud, camaradas!

En este momento la lucha arrecia. Casi debo decir: comienza. La artillería entra en juego y parece que los disparos de las ametralladoras nos fueran indicando el camino. [...] Me arrojo sobre las piedras. Allá abajo está aguardándonos el automóvil. El camino, ya recorrido, nos parece otro. Al suelo otra vez. Y esta vez comienzo a inquietarme. Las balas han pasado sobre nuestras cabezas, se han estrellado al lado nuestro. Otra vez al suelo. Seguimos andando en medio del estruendo. Los fascistas contestan a nuestros disparos, que sentimos más numerosos y frecuentes. ¡Ofensiva! En todos los frentes de España leal el ejército de la República pasa, está pasando, a la ofensiva. Unos metros más y ya estamos junto al coche.

De pronto, en medio de la fusilería, un rumor llega de lejos, se agranda, ya está aquí... es un canto.

Vemos bajar por otro camino, en fila india, a un centenar de soldados leales. ¿Dónde van? A relevar otra posición, a descansar, no sé... sólo sé que cantan. Y luego desaparecen en la sombra. Y luego otra vez el rumor, y se agranda, y es un canto... Es un himno.

Es “La Internacional”.

¡Son nuestros soldados que cantan!

Y porque los soldados cantan, y cuando los soldados cantan ¡la victoria es segura!294

En la mansión del conde

Las crónicas para La Nueva España y los reportajes para El Diario concentran sólo una parte del trabajo periodístico y literario de González Tuñón. Su vinculación con sus viejos amigos y escritores y artistas plásticos conocidos le facilita la entrada al mundo intelectual republicano, que pone al servicio de la causa su creatividad, su oficio y su tiempo en la producción de revistas y periódicos para testimoniar la lucha contra el fascismo.295

A las colaboraciones en las revistas Ahora y Ayuda, González Tuñón suma la publicación de poemas en uno de los periódicos literarios más representativos del momento: El Mono Azul. El periódico, a cargo de Rafel Alberti y que lleva el subtítulo “Hoja semanal de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura”, aparece el 27 de agosto de 1936 y su última entrega es en febrero de 1939. Durante los dos primeros años es semanal, y luego se convierte en mensual. Allí publica el poema “La copla al servicio de la revolución”296 y el relato “En una trinchera”297.

González Tuñón se las ingenia para que sus poemas también se incorporen a las crónicas. Incluye versos sobre la heroicidad de los combatientes en Madrid y los alterna con las canciones populares transformadas para el combate. Comenta que en una plaza un grupo de chicos hace una ronda mientras entona con la música de “Los cuatro muleros”:



Madrid que bien resistes,
Madrid que bien resistes,
Madrid que bien resistes,
mamita mía,
los bombardeos,
los bombardeos.
De la bombas se ríen,
De la bombas se ríen,
De la bombas se ríen,
mamita mía,
los madrileños,
los madrileños!298

Durante su estadía en Madrid, González Tuñón vive en la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, en la calle Marqués del Duero 7, junto a Córdova Iturburu, el corresponsal de Crítica. En una de sus crónicas cuenta la historia de esa mansión:

Esta casa de la Alianza de Intelectuales donde vivo pertenecía a un conde. Uno de los condes anteriores debió ser hombre avisado y culto. Hay huellas de ello. Pero también hay huellas del mal gusto, el jesuitismo y la frivolidad de sus descendientes. Hay tanta cosa espléndida, rara y cursi amontonada aquí, en los recovecos, en los pasillos, en las armaduras, en los cortinados, en los viejos óleos, en el retrato del Papa con dedicatoria, en ciertas tarjetas de visita, en las fotografías de otros tiempos –desde cuando el conde abuelo era niño–, en algunos arcones con trajes de ceremonia y trajes de toreros, en las panoplias, en los pianos muertos, en las pianolas donde se ha detenido de pronto el último fox banal –cerca de las sonatas desmayadas en los pianos muertos–, hay en todo esto, a ciertas horas, algo espectral. Pensé alguna noche que iba a aparecer la condesa acompañada por las dos armaduras del gran salón, vacías, sin caballeros, e iba a señalarme gritándome:

-¡Intruso!

Pero lo único intruso que hay aquí son las sombras de ellos, de ese mundo podrido y muerto.

(Esta casa ha vuelto al pueblo, al trabajo, a la cultura, de donde procedió).299

Y aquella pregunta que interrogaba desde los carteles republicanos en Port Bou vuelve a estar en su boca: “¿Qué has hecho tú?”. Pero ahora, 1 de mayo de 1937, se amplía: “¿Qué has hecho? ¿Qué hemos hecho? ¿Qué habéis hecho?”.300

No cabe en su ser el orgullo, el honor, que siente por estar en esa fecha reivindicativa en un Madrid que resiste: “Me acuerdo de la buena gente y casi lloro –confiesa–. Me acuerdo de la mala gente y sonrío”. Y enumera: “Pienso en tanta canalla de Buenos Aires, en los snobs, en los cobardes, en las señoras histéricas y los calumniadores al servicio de las policías especiales, en las ratas de café y biblioteca barata, en los cretinos metidos en redacciones, círculos literarios, academias. ¡Cómo se morirían de vergüenza y de miedo si estuvieran aquí! Pero sólo un instante pienso en todo lo que afea la vida de Buenos Aires”.301

Otra vez en París

Durante julio de 1937, González Tuñón asiste a las deliberaciones del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, que se celebra en Valencia, Madrid, Barcelona y París. Los representantes argentinos al encuentro son, además de González Tuñón, su compañero de ruta, Córdova Iturburu, y el ex colega de Crítica Rojas Paz.

El domingo 4, día de la inauguración, habla González Tuñón.302 José Bergamín, el escritor católico tan elogiado por el poeta porteño por sus convicciones antifascistas al igual que Maritain, está a cargo de la presidencia del congreso en ese momento. González Tuñón destaca que el encuentro comience en España, porque “quiere decir que el pensamiento vivo del mundo adhiere a la causa de la República y repudia al fascismo criminal”, y advierte sobre la imposibilidad de que el artista sea neutral. “Vengo de América, de la Argentina, a traer el mensaje de los escritores y los artistas dignos de Buenos Aires, la gran ciudad del Sur, en construcción, donde el habla española es su orgullo y su esperanza”, afirma y alerta que casi todos los países del continente están “gobernados por minorías reaccionarias y clericales, cómplices del imperialismo”.

Y sigue: “A pesar de esas minorías que manejan las radios y los grandes diarios y facilitan la tarea a los agentes del fascismo, el pueblo ha desbordado muchas veces las calles, legal o ilegalmente, para gritar su amor y su admiración a España”. Insta a la creación de una “cruzada intelectual” para que el problema español sea debatido en los países americanos y estimular así a los Comités de Ayuda para sostener la República. Con su corazón “ardiente”, “americano” y, a la vez “orgullosamente español, furiosamente español”, destaca “la vejez gloriosa” de Antonio Machado y “el recuerdo de Federico García Lorca”, asesinado el 18 de agosto del año anterior.303

El congreso se clausura el 17 de julio en París, también con la palabra de González Tuñón:

El escritor debe esgrimir el arma que mejor maneja: la pluma. Creo que la pluma del escritor digno no debe ser servil. Pero como hoy, más que en la tinta, es en la sangre donde el escritor moja su pluma, si esa pluma no está al servicio de España, contra el fascismo y por la defensa de la cultura (sin que esto quiera decir que deba hacerse simple propaganda a base de panfleto o affiche), si esa pluma no se parece más que nunca a un arma, es preferible dejar que se oxide. Preferiría ver alguna pluma magistral oxidada y no deshonrada. Una pluma, por más magistral que sea, se deshonra al atacar a la Unión Soviética porque, sin duda alguna, atacar a la Unión Soviética supone atacar a España y servir al fascismo internacional.304

La “pluma” como “arma”. Una vez más, González Tuñón ratifica sus convicciones en cuanto a la función del escritor en tiempos violentos. Su compromiso es disparar con palabras, desde una máquina de escribir. Y esos principios lo guiarán en los años venideros. El poeta retiene una imagen: el novelista Ludwig Renn escribía en su tienda de campaña a la espera de la batalla de Guadalajara. Cuando le avisan de improviso que debía prepararse para la acción, en lugar de ir por su fusil toma el lápiz –largo, como el usado por los carpinteros– con el que trabajaba en una nueva obra.

CAPÍTULO 4. LA EFERVESCENCIA DE LOS IDEALES

“[…] explíquenme por qué aquí en este país no hay una organización revolucionaria fuerte. No digo gorda, no digo llena de miles de afiliados, digo fuerte. Incrustada no sólo en la universidad, no sólo en la clase media, sino en lo que queda de la clase obrera argentina. No me vengan a hablar de pesimismo, es muy fácil eso. Cuando yo era joven y militaba en el PC con Raúl González Tuñón, Vittorio Codovilla era el representante en Argentina de la IV Internacional dominada por Stalin. Un día lo llamó a Raúl y le preguntó porqué él no era tan famoso como Pablo Neruda. La respuesta de Raúl fue contundente: ‘El día que me des una clase obrera como la chilena y un partido como el chileno, yo voy a ser tan famoso como Neruda’. Fin de la conversación acerca del pesimismo.”

(Entrevista a Andrés Rivera en el sitio digital La insignia, “Lo único que nos cambia la vida es la lucha de clases”, 17 de abril de 2001)

Entre Buenos Aires y Santiago de Chile

Raúl y Amparo se reencuentran en tierras europeas y junto con Neruda y Delia del Carril –nueva compañera del poeta chileno– embarcan en el buque carguero Arica, en el puerto belga de Amberes, con destino a Chile. Avistan las islas del Caribe, cruzan el canal de Panamá, reconocen el puerto de Arica. Otros nombres se suceden: Papudo, Zapallar, Viña del Mar. González Tuñón queda deslumbrado con esos “lugares que ni imaginamos en la etapa surrealista”.305 Desde el Arica, Neruda envía una carta al editor de la revista costarricense Repertorio Americano, Joaquín García Monge, en la que adjunta dos “poemas inéditos” –“Antitanquistas” y “Canto sobre unas ruinas”– y otros tres de González Tuñón, “magnífico poeta y hombre muy bien plantado” –“Los escombros”, “Epitafio para el primer voluntario muerto” y “El 5to. Regimiento”–.306 Tras desembarcar en Valparaíso, el grupo toma el tren hasta Santiago. En la Estación Mapocoho son recibidos por amigos del destituido cónsul en España. Es la medianoche del 10 de octubre de 1937.

Al mes siguiente, González Tuñón acompaña a Neruda en la fundación de la Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura, celebrada en el vigésimo aniversario de la Revolución Rusa y a un año del comienzo de la resistencia en Madrid ante el ataque fascista. Su discurso conserva el aliento de aquellas jornadas épicas. Luego, la Alianza publica su propio órgano de prensa, Aurora de Chile, que comienza a salir en agosto de 1938, bajo la dirección de Neruda y donde González Tuñón colabora.

Las parejas González Tuñón-Mom y Neruda-Del Carril conviven en Santiago. Primero, en el Hotel City, luego en un departamento frente al Parque Forestal, sobre la calle Merced, y más tarde alquilan una casona en la avenida Irarrázaval, ideal para que la recepción de amigos se convirtiera en una costumbre.307 González Tuñón siempre recuerda que le advirtió a Neruda que permanecería en Chile sólo quince días, pero ese lapso se extendió a más de cinco años. Atrás queda el deseo de recorrer otros países de Latinoamérica.

El país trasandino vive un clima de efervescencia política. Las pujas entre los diversos sectores del Frente Popular –integrado por los partidos Radical, Demócrata, Socialista y Comunista, y por la Confederación de Trabajadores de Chile– y la derecha se traducen en disputas y contiendas callejeras.

El candidato presidencial del Frente, el radical Pedro Aguirre Cerda, triunfa en las elecciones de octubre de 1938 por una diferencia de algo más de dos mil votos. El mandato se extiende hasta su muerte, en 1941, y es sucedido por su vice, Jerónimo Méndez. En los comicios de 1942, vence Juan Antonio Ríos y prolonga el gobierno frentista (esta vez bajo la denominación Alianza Democrática) hasta 1946, año en que debe renunciar por enfermedad.

González Tuñón se integra de inmediato a la vida cultural y política chilena. “Era tan inquieto que todos le decíamos ‘el cuete’”, grafica Lavinia Andrade, amiga de Delia del Carril, quien también lo destaca como “eximio bailarín de tango”.308 Esas dotes para el dos por cuatro –también para el charleston: “estábamos en todas las ondas”– ya las había demostrado en Buenos Aires frente a Marechal, otro habilidoso bailarín, en las pistas del Tabarís y de otros lugares.

Meses después de su llegada, la editorial Ercilla publica Las puertas del fuego, que lleva como subtítulo “Documentos de la Guerra en España”. El libro está integrado por gran parte de las crónicas periodísticas escritas el año anterior en España. Algunas son reelaboradas; otras quedan sin modificaciones. El propio autor lo explica: “Habría sido una irreverencia para España hacer literatura pura respecto a su guerra. Crónicas simples ya hice muchas, más de 60 para periódicos de Buenos Aires. En mi libro hay una combinación de la crónica y del poema. Por supuesto, no pretendo haber inventado nada nuevo. He procurado interpretar: trato los temas con una gran ternura, sin pretensiones de solucionar lo hondo del drama español, pero rozándolo, desde luego”.309

El poeta siente que en Chile “hay un evidente clima de libertad política y se respira bien... La gente es muy agradable, mucho más cordial que en Buenos Aires... Aquí me tuteo con más gente que en mi propio país”. Desbordado, hace partícipe a su entrevistador: “¡Y el vino, Manuel! Poné eso, por favor. ¡Qué vino el de esta tierra, che! Es un vínculo comunicante, anudador, fraterno. ¿No lo sentís?”.310

A fines de 1938, regresa a Argentina. En septiembre, se había estrenado Busco un marido para mi mujer, una película dirigida por su cuñado Arturo S. Mom, que incluye en la trama una versión musicalizada de “Canción para vagabundos”, un poema de González Tuñón que aparece por primera vez en Poemas de Juancito Caminador.311

“Neneo” Mom, uno de los pioneros de la crítica de cine en Argentina, está casado con la actriz Nedda Francy, protagonista de Busco un marido para mi mujer. La pareja comparte amistad y departamento con Raúl y Amparo: viven en Juncal 1034.

Son tiempos del presidente Roberto Ortiz, quien “gracias al cambio de frente” de su gobierno –que adopta una política legalista a pesar de haber llegado a la Casa Rosada en forma fraudulenta– devolvió a la libertad de prensa “su esplendor, por desgracia fugaz, para perderse definitivamente el 4 de junio del 43”.312

En 1939, González Tuñón participa de El Sol, un ambicioso emprendimiento de Botana, quien monta la redacción en Avenida de Mayo 654, a pocas cuadras de Crítica. El matutino –el primer ejemplar sale el sábado 28 de octubre de 1939– no logra imponerse en la gente y fracasa al poco tiempo.313 En el primer número ya se muestra el despliegue que intenta Botana: tres secciones y 48 páginas, con artículos de alta calidad intelectual. Su lema es “Inter Folia Fructus” (“Entre las hojas, el fruto”).

“Con ese diario no se podía subir al tranvía porque tenía 100 páginas y muchas secciones”, exagera Bernardo Ezequiel Koremblit, integrante de la redacción.314 El primer domingo llega a 68 páginas con el suplemento “El Sol de los Domingos”, una revista escrita por conocidos periodistas de Crítica –Córdova Iturburu, Guibourg, Petit de Murat, Ernesto Giudici, entre otros– y “El Sol Historietas”.

A seis meses de su aparición, el proyecto empieza a desvanecerse: “El 2 de mayo de 1940, El Sol anuncia que ‘Don Natalio Botana se ha desvinculado de la empresa y dirección [...] El Sol continuará dentro del mismo cauce liberal y democrático señalado por su fundador. A partir de la presente edición se hace cargo de la empresa una Sociedad Anónima en formación, siendo su director el Sr. Damonte Taborda’”.315 Periodista de Crítica y diputado radical, Raúl Damonte Taborda está casado con Georgina (“China”) Botana, la única hija del matrimonio Natalio-Salvadora.

En la redacción trabajan, entre otros, Homero Manzi, César Tiempo, Manuel Peyrou y varios exiliados españoles, adherentes a la República, como Manuel Fontdevila –ex director de Heraldo de Madrid y que más tarde se hará cargo del diario–, Clemente Cimorra, Mariano Perla, José Cañizares, Manuel Gurrea y Juan González Olmedilla.

La firma de González Tuñón aparece por primera vez en el suplemento dominical del 19 de noviembre por partida doble, pero con dos de los seudónimos que lo acompañan durante toda su trayectoria en las redacciones: “Hubo tiempos de magia en Hollywood”, por Ismael Bravo, y “Enrique Heine o el demonio de la libertad”, por Juancito Caminador.316

Algunos de los relatos que González Tuñón escribe para El Sol, luego aparecen en “Las calles y las islas”, uno de los capítulos de Canciones del Tercer Frente, publicado en 1941.

En febrero de 1940, Amparo muere de cáncer en Buenos Aires y él decide regresar a Chile al mes siguiente. Al parecer, la relación estaba en crisis desde hacía algún tiempo y hay quienes afirman que ya no eran pareja. A González Tuñón le atribuyen un romance con la chilena Blanca Mac Fadzen317 –hija de una familia de la clase alta santiaguina, que había ganado un concurso de belleza en 1928 y había sido Reina de Viña del Mar­–. Por su parte, Amparo había subyugado al pintor español Manuel Ángeles Ortiz, quien decide exiliarse en Argentina sólo para poder estar cerca de ella.318

La coyuntura política chilena impulsa al Partido Comunista a editar su propio diario. El 31 de agosto de 1940 nace El Siglo, en cuya fundación participa González Tuñón. La redacción está en pleno centro santiaguino –Moneda y Mac Iver–, a cien metros del cerro Santa Lucía. Un compañero de redacción y militancia, Volodia Teitelboim, traza un perfil que enfoca aquella época trasandina:

Como periodista era un experto que combinaba dos elementos en apariencia incompatibles: la garra y el gracejo. Escribía mordaces secciones diarias, una columna de primera página, “De sol a sol”, y otra en redacción, “El Diablo Cojuelo”, aquel duende que revolotea levantando los techos para dejar al descubierto lo que sucede en el secreto de las familias. Por esos días el poeta prolífico, alineado y sentimental, publicó un ancho Himno de pólvora. Su prosa tenía donaire. O sea, poseía el don del aire. Se leía de un tirón y se respiraba bien. Pero pobre de aquel en el cual clavara su aguijón. Importó a Chile la técnica rioplatense del brulote, barco cargado de materias inflamables, que embestía sobre las naves enemigas para incendiarlas. Dicha palabra no se empleaba antes por estos lados. Era el ataque con proyectil dirigido. No desde luego el exocet que muchos años después sería patentado como estrella de la TV en la Guerra del Golfo. Los de Raúl no mataban a nadie pero solían producir escozor, agrios rencores. Era periodísticamente pendenciero, hasta extremos infantiles. Se ganó unos cuantos adversarios, pero él seguía disparando.319

Entre los primeros adversarios que González Tuñón se ganó en tierras chilenas están los jóvenes surrealistas del grupo Mandrágora, fundado en 1938 por Teófilo Cid, Braulio Arenas y Enrique Gómez-Correa, al que se incorpora Jorge Cáceres. Un año más tarde, González Tuñón plantea sus diferencias con el movimiento liderado por Breton en la Universidad de Chile. Semanas después, en ese mismo espacio, Cid, Arenas y Gómez-Correa atacan a quienes consideran “mistificadores y envenenadores de la realidad” y “falsos revolucionarios” (en palabras de Gómez-Correa), y en la lista incluyen a González Tuñón, Neruda (Arenas lo llama “el conocido plagiario de Tagore”320), Tomás Lago, Diego Muñoz y Gerardo Següel, todos integrantes de la Alianza de Intelectuales, sobre la que sospechan por el manejo de los fondos recaudados en diferentes colectas en favor de los republicanos españoles.321

En su discurso, Arenas aporta más calificativos sobre el grupo: “liga internacional de canallas”, “hombrecitos de paja, de cartón y cocaína” y “servidores incondicionales de la burguesía”. González Tuñón es el que se lleva la peor parte:

El desenvolvimiento de la Poesía lleva aparejado el desenvolvimiento del odio de los mediocres. Ellos son quienes, por la boca de su mejor representante, Raúl González Tuñón, han tratado de negar la importancia de su aporte a la causa de la liberación del mundo, para empobrecer, empequeñecer o ensombrecer la más genial de todas las trayectorias del pensamiento. […]

¿Cuándo Swift, Walpole, Anne Radcliffe, Chatterton o Swinburne, o cuándo Lautréamont, Rimbaud, Jarry, Mallarmé o Rigaut estuvieron al alcance de un individuo como González Tuñón? ¿Cuándo él podrá jamás entender una palabra de Raymond Roussel, pongamos por caso? Él es de los que ha contribuido a encerrar a Sade, y quién ha contribuido a quemar vivo a todos los filósofos o poetas que, en algún modo, se han opuesto a que se siga perseverando en el error, tan conveniente a todos los González Tuñón del universo. Él, o individuos semejantes a él, ha sido quien ha entregado a la policía a todos los poetas que, a lo largo de la historia revolucionaria del presente, han estado siempre atentos a participar en ella. Él es de aquellos que malogran toda empresa legítima y pretenden anular todo intento lógico de renovación de la poesía.

Este mediocre, este calumniador de baja estofa, ha pretendido manchar con su baba inmunda de caracol la reputación de los más legítimos escritores del presente. En su cinismo ha llegado hasta pretender atacar a los surrealistas, y hacerse pasar como un surrealista disidente. Jamás, y estoy en condiciones de demostrarlo, jamás este pequeño individuo ha tenido nada que ver con el surrealismo; en primer lugar porque él no podrá entender nunca el menor de los postulados del surrealismo, y en segundo lugar porque que su solo contacto es tan repugnante, que los surrealistas, de haberlo conocido, le habrían escupido con la misma alegría con que lo escupimos nosotros. […]

Raúl González Tuñón no tiene, pues, autoridad moral para hablar de André Breton, de Paul Eluard, de Banjamin Péret o de Pablo Picasso, y atacarlos, como pretendió hacerlo en su conferencia pasada. Es en nombre de ellos que los [sic] desautorizamos aquí. La pintura de Salvador Dalí o la de Max Ernst es también demasiado alta para que él la pueda alcanzar, aun empinándose sobre sus talones de algodón.322

Por su parte, Cid se enfoca en su labor y lo califica de periodista “imbécil” e “inmundo”.323

Desde la derecha tampoco demoran las embestidas. El diario El Chileno lo elige como blanco. Y el periodista y escritor Ricardo Boizard, por entonces militante de Falange Nacional, lo califica de “polemista de monólogo, boxeador con la sombra y comunista por añadidura”.324

Un consuelo es la visita de Arlt a la redacción de El Siglo, que lo alegra y lo vincula con una amistad que había quedado del otro lado de la cordillera y con aquellos tiempos de la bohemia de Crítica. El autor de Los siete locos está en Chile enviado por El Mundo y en una carta a su madre le cuenta: “Aquí en Santiago vive Raúl González Tuñón con quien me veo frecuentemente y que es un muy grande amigo y muy buen muchacho”.325

“De sol a sol” y otras yerbas

La producción de González Tuñón en El Siglo asombra por su vastedad y su virulencia y está impregnada, en el plano internacional, por el devenir del pacto Ribbentrop-Molotov, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la invasión nazi a la Unión Soviética, la entrada de Estados Unidos en los combates y las secuelas de la caída de la República Española. Sin embargo, no es ajena a la realidad política y social de Chile y de Argentina –mientras reside en el país trasandino cruza varias veces la Cordillera–.

Su capacidad de trabajo le hace decir a Teitelboim que el diario estaba hecho casi todo por González Tuñón, incluso notas sin firma o aquellas firmadas por otros colegas.326 Muchos sueltos sin identificación tienen la impronta del poeta; otros aparecen bajo el seudónimo de Ismael Bravo.

Los acontecimientos nacionales e internacionales pasan por su máquina de escribir, apodada “la ametralladora”, a tono con la escritura punzante y los tiempos de guerra. Sus cáusticos comentarios tienen destinatarios directos e integran una larga lista. Cuestiones ideológicas, políticas y estéticas se combinan para polemizar con el dirigente socialista argentino Enrique Dickman (29 de septiembre y 5 de octubre de 1940), el ex presidente de la Generalitat de Cataluña Luis Companys (18 y 22 de octubre de 1940), Hemingway y Dos Passos (13 de enero de 1943), por nombrar los casos más notorios durante los primeros meses de El Siglo y sin mencionar los innumerables brulotes contra los políticos chilenos opositores al Frente Popular.

El asesinato de León Trotsky, el 21 de agosto de 1940, genera una polémica entre González Tuñón y Vicente Huidobro, quien repudió el hecho en una solicitada firmada, entre otros, por Samuel Glusberg, Manuel Rojas y José González Vera. En línea con su ideario comunista, González Tuñón cuestiona el posicionamiento de los mencionados escritores en en artículo “Cobardes de ayer, valentones de hoy”, publicado en El Siglo, el 3 de septiembre de 1940. Allí traza un perfil demoledor de Huidobro: “[…] es el fracasado típico, el mentiroso enfermizo que cablegrafió desde España diciendo que Lister lo había hecho comandante de una de las brigadas. Hoy es dueño de una gran fortuna, viñatero y explotador de los campesinos de su patria”. Al día siguiente, Huidobro le contesta con “Cobardes de ayer, cobardes de hoy”, en La Opinión. Y González Tuñón publica “Respuesta al cobarde Nro. 1” y “La última palabra”, ambas en el El Siglo, el 5 y 7 de septiembre de 1940, respectivamente.327

Al año siguiente, el 19 de julio, González Tuñón inicia una serie de crónicas tituladas “Tiempo del héroe”, que luego formarán parte del libro Himno de pólvora (DIAP, Santiago de Chile, 1943), en las que relata distintos aspectos de la vida en la Unión Soviética, pondera su intervención en la guerra y elogia a los líderes de la potencia comunista.

Desde el 19 de agosto de 1942 y bajo el título general “Los nuevos motivos del lobo”, publica las crónicas sobre la Segunda Guerra Mundial que también aparecerán en Himno de pólvora, con esa misma denominación. Entre el 2 y el 6 de noviembre de 1942 aparecen las cinco crónicas “Días de noviembre”, referidas a la Revolución Rusa, que también incluye en aquella obra. La mayor parte de la poesía de ese período será agrupada en el libro como “Nuevos poemas de la guerra”, entre ellas su “Canto a Stalin”.

Desde las páginas de El Siglo retoma los elogios hacia figuras intelectuales afines: Siqueiros (“El arte incomparable de Alfaro Siqueiros”, 2 de marzo; “La lección de Siqueiros”, 1 de junio; “No estamos solos”, 3 de junio –todas de 1942–; “Adiós a David Alfaro Siqueiros”, 15 de enero de 1943), Rubén Darío (24 de agosto de 1941), Machado (“Antonio Machado, el gran poeta del pueblo español”, 1 de marzo de 1942), Vladimir Maiakovski (15 de abril de 1944), Romain Rolland (“Elegía. En la muerte de Romain Rolland”, 3 de enero de 1945), García Lorca (“Madrid, 1935”, 5 de agosto de 1945), Hernández (“Miguel... Antonio, España...”, 1 de abril de 1945) y Alexis Tolstoi (“En la muerte de Alexis Tolstoi”, 25 de febrero de 1945). En 1940 inicia la campaña “Salvemos a Luis Carlos Prestes”, el militar comunista brasileño encarcelado en su país desde 1935.

Como recuerda Teitelboim, “De sol a sol” es una sección fija, que comienza a aparecer en la primera página de El Siglo y está estructurada como una serie de reflexiones, pensamientos y frases, propias y ajenas, al estilo de “Parece mentira” de Crítica, pero con un tono menos jocoso y literario, y más político. Un ejemplo:

Aumenta el terror en España. El pueblo no come y protesta ya airadamente. La represión es brutal. Las cárceles están llenas. Sólo se ven uniformes y sotanas por todas partes. El ejército verdadero, los militares de carrera, se ven menoscabados por las pandillas falangistas, que los desprecian públicamente. El Gobierno está a merced de las órdenes de Hitler y de Mussolini. Un requeté sincero –que los hay, por más brutos que sean– escribe en una carta: “¿Y para esto nos hemos peleado hermanos contra hermanos?”.328

Las opiniones también se inscriben dentro de la realidad chilena: “Meditación del 19 de septiembre: Y bien, ¿cuándo festejaremos el día de la Segunda Independencia de Chile?”. El 9 de octubre de 1940 afirma: “La Unión Soviética tiene y tendrá siempre razón porque es el país del socialismo, donde no existen los consorcios, los ‘compromisos’ y la explotación del hombre por el hombre”. “¿Desde cuándo no se puede criticar a los gobiernos extranjeros? ¿Por qué quieren limitar la libertad de opinión? Cuando se habla de Franco, de Hitler, de Mussolini o de Roosevelt, no se habla de los pueblos tales y cuales, sino de tales y cuales hombres, que representan tales y cuales teorías”, inquiere el 26 de octubre. El drama de la vida cotidiana también lo moviliza: “Un hombre murió de frío en una calle de Santiago, ayer. ¿Hay necesidad de agregar algo más? Un hombre murió de frío en una calle de Santiago. Nada más. Y nada menos...” (18 de junio de 1942).

Su labor periodística y literaria trasciende el ámbito chileno. La revista Conducta, de Buenos Aires, dirigida por Barletta, recibe sus poemas: “El general Flor Intrencherado” (Nro. 2, septiembre de 1938), “La señorita muerta” (Nro. 3, ocrubre de 1938), “La niña de moda”, (Nro. 6 Extra, abril de 1939), “La Señorita Ortopédica” (Nro. 10, abril de 1940), “Los niños abandonados” (Nro. 12, junio de 1940), “Retrato de Elena Andree y Marcelino Desboutin (E. H. G. Degas)” (Nro. 13, septiembre de 1940), “Retrato de la desaparecida. Mariette Lydis” (Nro. 14, noviembre-diciembre de 1940) y “En la muerte de Deodoro Roca” (Nro. 20, mayo-junio de 1942).

También escribe para Nueva Gaceta, el órgano de la AIAPE que reemplazó a Unidad. Sus artículos y poemas se reproducen en el semanario Orientación y en el diario La Hora, ambos del Partido Comunista argentino. Otro medio en el que colabora es Argentina Libre (luego rebautizado Antinazi), dirigido primero por Octavio González Roura y luego por Luis Koiffman.

“El Diablo Cojuelo”

Junto a “De sol a sol”, “El Diablo Cojuelo” es su otra sección fija en El Siglo. Toma el nombre de la obra homónima del español Luis Vélez de Guevara (1641), una novela satírica y picaresca sobre las costumbres en varias ciudades del reino ibérico.329

La silueta de un pequeño demonio montado en una escoba acompaña al texto: “... y El Diablo Cojuelo volvió otra vez a hacer de las suyas, colándose por las chimeneas, atisbando por las rendijas, escuchando desde los desvanes...”.

La sección está estructurada en forma de columna con no más de dos temas tratados por entrega, en tono burlón, referidos a la realidad chilena, argentina o internacional. También aparecen ovillejos y “epitafios”, al mejor estilo Martín Fierro y Contra. A modo de ejemplo, “¡Viva la democracia!... pero sin democracia”:

Hace poco estuve en Buenos Aires, la gran capital del Sur:

“Sus hazañas calle Roma,

calle Esparta su virtud.

¡Silencio! Que al mundo asoma

la Gran Capital del Sur”.

(Por lo menos, así lo creen nuestros queridos y modestos hermanos argentinos).

Me metí en el Jockey Club, especie de Club de la Unión, y allí me encontré con un viejo oligarca, político a la antigua, latifundista y partidario ferviente de los totalitarios y del Comité Dies330 (porque estas contradicciones suelen darse...).

–Ya ve usted –me dijo–, acabo de regresar de mi fundo y vengo a tomar un copetín a la salud de este Gobierno. No sé lo que ha ocurrido en estos días, pero he visto que el pueblo ha salido a la calle para gritar vivas a nuestro Presidente, el doctor Ortiz...

–Sí –dije yo– pero sucede que...

No me dejó terminar y se bebió de un sorbo el primer whisky.

–Usted sabe –continuó–, que nosotros hemos elegido a Ortiz. Sin nosotros, los conservadores, no hubieran podido ganarle a Alvear. Alvear tenía muchos votos, pero nosotros teníamos mucha plata. Eso es todo. El mocito Ortiz dicen que es un poco desagradecido. No lo creo. Es cierto que le mandó la intervención a Fresco, que era, dicho aquí entre nosotros, un verdadero fresco.

–Pero usted no sabe... –intenté decirle– que...

–Nada, no me diga nada –me interrumpió nuevamente–, lo sé todo.

Y se tomó el segundo whisky.

Cuando se tomó el tercero llegaron hasta nuestro salón unos gritos:

–¡Viva Ortiz! ¡Viva nuestro Presidente!

–¿No ve? –me dijo el oligarca– ¿No oye? Están vivando a nuestro Presidente. ¡Hombre hábil! Ha dado a los conservadores la popularidad perdida.

Pero siguen otros gritos:

–¡Viva la Democracia! ¡Viva la Libertad! ¡Abajo los fascistas y conservadores! ¡Mueran los falsos demócratas! ¡Abajo la guerra imperialista!

El oligarca palideció en el instante en que se iba a tomar el cuarto whisky. Se llevó las manos a la cabeza, exclamando:

–¡No puede ser! ¡Están dando vivas a la libertad y la democracia junto con Ortiz! ¡No puede ser! ¡Ortiz se ha convertido al comunismo! ¡Horror!

Yo aproveché, le quité la copa, y me bebí el whisky de un sorbo.331

Con este relato, González Tuñón muestra el nuevo escenario político argentino. Ortiz, un radical antiyrigoyenista que llega a la presidencia mediante el fraude, encara algunas leves reformas en su gestión (posición neutral del país frente a la guerra, pese a que gran parte de las Fuerzas Armadas simpatizan con el nazismo y el fascismo; intervención a la provincia de Buenos Aires, gobernada por el caudillo conservador Manuel Fresco; leves mejoras en la libertad de prensa). Al estallar el escándalo de la venta de tierras al Ejército en la localidad bonaerense de El Palomar, Ortiz presenta su renuncia ante el Congreso, pero es rechazada. La oposición le da su respaldo. Pero triunfa la conspiración nacionalista del vicepresidente Ramón Castillo. El jefe de Estado, gravemente enfermo, se aleja de la Casa de Gobierno.

En “De sol a sol”, tiempo después, González Tuñón analiza: “Chile sigue con ansiedad los acontecimientos de la Argentina. También el pueblo de Chile grita: ¡Ortiz a la Presidencia! Si por desgracia la operación a que será sometido el Presidente argentino, no resulta, el Vicepresidente Castillo, si no quiere provocar graves hechos en su patria, deberá ceder a la presión popular, entregando el gobierno a los que representan la voluntad de la mayoría del país”.332

“El Diablo Cojuelo” le permite a González Tuñón explotar una de sus vetas más interesantes: el humor.

¡LA GUAGUA333 TIENE DOS MESES!

EL SIGLO tiene ya dos meses de edad. Y ya camina. Y ya habla. Y ya se anotó gran parte del triunfo del 19 de octubre... pero dejemos esto, que podría herir la infinita modestia de nuestro querido director y de nuestro no menos querido jefe de crónica. Lo cierto es que EL SIGLO ha cumplido dos meses de edad, hace apenas tres días, y EL DIABLO COJUELO, habiendo recibido numerosas felicitaciones, no se resiste a publicar algunas de ellas:

DE LOS CORRECTORES DE PRUEBAS:

Señor Diavlo Coguelo: Nosotros, los “corruptores” de pruevas de este diario, lo saludamos muy cariñosamente, pese al trabajo que nos da cuando pone palabras en italiano, como ser “invisibile”, “coraggio”, “retrocedere”, etc. si alguna bez se ha dezlisado un herror, la culpa la tienen los kamaradas del tayer –dicho sea sin ofender a nadie– pero jamáz nozotros, que, como usted save, sabemos mucho más que usted de literatura, de obillejos y de epitafios– o sea de abisos fúnevres que tamvién tenemos que corregir...

DE LOS CAMARADAS DEL TALLER:

Querido Diablo Cojuelo: Si alguna vez se ha deslizado un error en tus formidables ovillejos y tus notables epitafios, la culpa la tienen los correctores de prueba. Cuenta siempre con nosotros, linógrafos, compaginadores y ayudantes.

DEL ADMINISTRADOR DEL DIARIO:

Al Diablo Cojuelo: Todo lo que usted escribe me gusta muchísimo, menos los vales que de vez en cuando me pide que le pague. Para eso, tiene usted poca imaginación y mala letra.334

“El Diablo Cojuelo” se sumerge en el tratamiento satírico de la política chilena. En “El Ilustrado está triste” muestra las polémicas que desde esa sección González Tuñón entabla con la prensa opositora al gobierno del Frente Popular.

Para El Ilustrado, todo es triste en Chile, desde el 25 de Octubre de 1938, día en que el Frente Popular llevó al poder a sus personeros, a fin de cumplir el programa prometido. Es triste el día y la noche. El pan les sabe amargo, y el vino les parece aceite de ricino (A pesar de lo cual beben bastante). Su misma alegría es melancólica y enlutada. Viven suspirando y añorando el pasado. La humanidad se divide para ellos en dos edades: antes del 25 de Octubre; después del 25 de Octubre. Antes todo era dicha, honestidad (“affaire” de las divisas, etc. etc. etc.); hoy todo es un despeñarse en el abismo, la catástrofe, el Juicio Final. [...]335

En “El cielo y tú”, González Tuñón toma en broma un conflicto interno en el frente político gobernante en Chile y, como el Dante Alighieri en La Divina Comedia, sitúa en el Infierno a sus adversarios ideológicos. San Pedro y el político socialista chileno Oscar Schnake Vergara, cuyo sector se había retirado del Frente Popular por un enfrentamiento con el comunismo, tras la firma del denominado “Pacto de Acero” entre Hitler y Stalin, mantienen un diálogo en las puertas del Cielo. San Pedro evalúa las virtudes de Schnake, “amante esposo, buen padre, mal peinado pero limpio, más o menos inteligente, etc., etc.”, y luego los defectos, que eran “pecados menores aunque muchos, sin interés, inherentes a casi todos los hombres”. Pero cuando San Pedro saca un folleto, “‘Por el rompimiento del Frente Popular’, discurso pronunciado en los teatros Caupolicán de Santiago y Coliseo de Valparaíso por el camarada (pero poco) Oscar Schnake Vergara”, la decisión es terminante: “Ah, este solo pecado tuyo vale mucho más que los otros y pesa más que tus pocas virtudes. Estás perdido, hijo mío. Que el Infierno te sea leve... Saluda en mi nombre a Scheidemann, a Noske, a Kausky, a Turatti, a Mac Donald, a Besteiro, a Trotsky y también a Mr. Chamberlain, que acaba de llegar”.336

“El drama argentino”

Desde la llegada a Chile, en octubre de 1937, hasta el regreso definitivo a Argentina, en setiembre de 1945, González Tuñón cruza la cordillera en varias oportunidades. Tras la muerte de Amparo, su residencia en Santiago de Chile se hace permanente, aunque retornará a su país en varias ocasiones. Una de ellas, cuando se agrava el estado de salud de su hermano Enrique, que fallece el 9 de mayo de 1943.337

Cada retorno es saludado por Orientación, donde publica muchos de los trabajos que aparecen en El Siglo: “Regresa a trabajar unos días entre nosotros el gran poeta argentino Raúl González Tuñón. Como se sabe durante los últimos tiempos ha residido en Santiago de Chile, entregando diariamente al diario El Siglo magníficas páginas sobre el heroísmo soviético, las que integrarán su próximo libro El tiempo del héroe. Bienvenido sea a esta ciudad que tanto ha cantado”.338

Casi un año más tarde, el periódico del comunismo argentino publica: “A propósito de Tuñón. Sabemos que ha resuelto volver a la Argentina dentro de pocas semanas, y que pasará algún tiempo trabajando junto a nosotros. Bajo el brazo se trae un nuevo libro, y acaso más. Bienvenido sea el poeta que puso gatillo a la luna”.339

El golpe de Estado de junio de 1943 lo sorprende en Buenos Aires. Había llegado un tiempo antes a la provincia de Mendoza, donde se encuentra con su hermano Enrique, para trabajar en el guión cinematográfico de Refugiados, “un testimonio antinazi”, según su calificación:340

No sé dónde habrá ido a parar, pues luego de entregarlo cayó mi hermano alcanzado, al fin, por la muerte, y se produjo el golpe militar del 4 de junio.

Por esos días los jefes aliados de los países que enfrentaban al delirio hitleriano comenzaban sus entrevistas. Enrique estaba esperándome en el aeródromo, y al descender yo del avión no perdió la oportunidad de decir algo que rompiera la tierna solemnidad del abrazo: “–Estamos como Roosevelt y Stalin”... Lo hallé febril, agotado. Varias veces había vencido su mal; viajaba a Buenos Aires, el mal reaparecía, y entonces regresaba a la paz de su luminosa casa de Cosquín, al aire puro.341

Al regresar a Chile escribe en El Siglo una serie de cinco notas, que publica entre el 6 de julio y el 10 de julio de ese año, con el título general “El drama argentino”342, en la que reconstruye y analiza la situación política del país tras el levantamiento cívico-militar. Desde ese momento, su estadía voluntaria se convierte en exilio.343

Como en todos sus textos, la reflexión política e ideológica se enlaza con la observación aguda y el estilo literario-poético. Desde los títulos particulares de cada crónica se puede apreciar una apelación a la complicidad e inteligencia del lector: “‘Respaldando al viejito’”, “El cuesco de aceituna”, “Donde desaparece la palabra ‘provisional’”, “Clima de comedia y tragedia” y “‘El pulmón del Eje’ en América”.

El 4 de junio a las 11 de la mañana atravesamos la Plaza Lavalle –trajinada, como siempre, por gente de los Tribunales– y nos dirigimos a una librería de lance cercana a la calle Talcahuano, en momentos en que el librero bajaba la cortina metálica.

–¿No sabe? –dijo al advertir nuestra sorpresa–: ¡Tenemos revolución! Los generales democráticos vienen de Campo de Mayo al frente de las tropas. ¡Al fin habrá elecciones libres y ruptura con el Eje!344

Esa esperanza inicial hizo que por la tarde grupos de manifestantes salieran a la calle “al grito de ‘¡Viva la Libertad!’ ‘¡Abajo el nazismo!’ ‘¡Argentinos sí, nazis no!’”.

Pero más tarde, cuando el general Rawson llegó a la Casa Rosada, la policía, que había casi fraternizado con el pueblo, permitiendo, por lo menos, que éste limpiara la calle de fascistas, recibió una orden terminante: despejar la calle. Fue así como los patriotas, que habían gritado su júbilo por la caída de Castillo, que había acorralado a los nazis y adoptaban en su mayoría una actitud vigilante de ansiosa expectativa, fueron corridos implacablemente por los gases lacrimógenos y los sables de la policía montada.345

En su segunda crónica, González Tuñón evalúa la situación con una recorrida por los periódicos porteños:

En medio del desconcierto, mientras diarios como Cabildo y El Pampero asignaban al movimiento un carácter nacionalista (léase nazi-onalista), diarios como Crítica y Noticias Gráficas saludaban a “los salvadores de la Constitución”, y adelantaban iniciativas democráticas. La Prensa se limitó a recordar la vigencia de la Constitución del 53. Fue La Hora, el diario de la unidad nacional, quien supo salir al paso de la incertidumbre y de cierta euforia que se advertía en algunas capas populares, insistiendo en que la única salida del drama argentino estaba en la unidad nacional, en el cumplimiento estricto de las leyes democráticas y de los pactos internacionales, sin tardanza ninguna, y caracterizando al movimiento como “militar reaccionario”.346

Más adelante se refiere a la clausura de La Hora, que al igual que Orientación, no volverá a editarse hasta 1945, durante la campaña para las elecciones. Cuando a las 2 de la tarde del 5 de junio González Tuñón se dirige al diario, un canillita le dice: “‘No vaya... Han allanado...’ Poco después supimos lo ocurrido: los policías ‘especiales’ habían irrumpido en el local deteniendo a catorce personas –del personal de Administración– y llevándose –como era de suponer– todas las máquinas de escribir y los objetos de algún valor que encontraron... Al mismo tiempo habían sido detenidos el eminente sabio Emilio Troise, director de La Hora, y el subdirector, Julio A. Notta, brillante universitario”.347

A pesar de la censura a la prensa y del encarcelamiento de dirigentes opositores, González Tuñón rescata “algunos hechos favorables”, como la “rebaja de ciertos productos de primera necesidad”, la “exoneración de jueces venales y corrompidos”, la “intervención al baluarte del fraude y el bandidaje politiquero, la provincia de Buenos Aires”, y los “nombramientos de ministros y altos funcionarios [...] considerados como proaliados”, entre otros aspectos.348

En esos primeros momentos, no existe claridad sobre el alcance del golpe y se desconoce la intervención de la logia nacionalista Grupo de Oficiales Unidos (GOU), entre cuyos integrantes está el coronel Juan Domingo Perón.

Sin embargo, González Tuñón observa preocupado que “volvíamos a los lugares comunes ‘uriburistas’: ‘La ruda franqueza del soldado’, ‘La dura vida del cuartel’, ‘Los intereses permanentes de la Patria’... Ni una sola vez la palabra libertad o la palabra democracia... Mucha patria y mucho patriotismo”.349

En la entrega siguiente, “Clima de comedia y tragedia”, reflexiona sobre la censura aplicada por la dictadura a la radiofonía. Si bien observa que la norma es recibida “con señales de aprobación que limitaban con el alborozo”, porque “desaparecerían ya el infame mercantilismo, la grosería, la ‘macchietta’ ofensiva, falsa, la burla a los italianos, los turcos, los gallegos, los polacos, toda esa porquería radiotelefónica de los comicastros sin escuela, y sin escrúpulos, de los cantores pegajosos, de los libretistas plagiarios e ignorantes”, “una curiosa aplicación del decreto nos reveló en seguida que la cosa tomaba rumbos más que peligrosos”. Apunta que “el decreto mal entendido, en manos de censores improvisados, incultos, desterró de la radio lo auténticamente popular. Ya no se podía usar el ‘che’ y el ‘vos’ (de ‘che’ y de ‘vos’ hablan en la Argentina desde el mismísimo Presidente Ramírez hasta el más solemne miembro de la Academia de la Lengua), y junto con la jerga grosera, sin sentido, sin gracia, sin belleza y sin interés, fueron desplazados todos los giros y modismos criollos y porteños, flor del lenguaje popular, incorporados al propio Diccionario de la Academia Española, en muchos casos. Esto fue el colmo del ridículo y la estupidez”. Y comenta que en un radioteatro de Radio Mitre el censor objetó la palabra “sabandija”, porque, según explicó, “cuando mi hijo se porta mal yo le digo ‘no seas sabandija’. ¡Es un insulto!”. O el caso del poema “Canto a la Argentina”, de Rubén Darío. Para el funcionario de turno le sobraban dos “que”.350

El cuestionamiento sufrido por la actriz Niní Marshall es de antología:

La famosa Catita –no es santa de nuestra devoción, pero debemos reconocer en ella una gracia especial y un singular talento para la caricatura de tipos de Buenos Aires– fue obligada a modificar fundamentalmente su lenguaje habitual. Era condenarla a perder todo su interés. Catita habló una noche en perfecto castellano, tan perfecto que los censores creyeron que les tomaba el pelo (así era, efectivamente...) y le aplicaron, según se dice, una multa de cinco mil nacionales. Catita ha desaparecido ya del ambiente radiotelefónico, y los propios censores y sus familias deben lamentarlo profundamente...351

Con el paso de los días, queda claro el perfil del nuevo gobierno: “la acentuación del tono ‘neutralista’ y en parte pronazi o por lo menos antidemocrático”. Argentina sigue siendo el “pulmón del Eje” en América, frase que es el título de la última nota de la serie, donde se observa un discurso político-partidario más evidente: “En Codovilla ven los nazis la expresión del indomable espíritu democrático de los argentinos, así como ven en el Partido Comunista la fuerza motora de la unidad nacional y de la lucha contra la infamia, contra los negociados turbios, por la defensa de la patria, por la ruptura con el Eje, por la libertad de prensa, por la libertad sindical, por el cumplimiento de los pactos internacionales”.352

González Tuñón recuerda que, además de Codovilla, Troise y Notta, están detenidos los dirigentes comunistas Rodolfo Ghioldi, Juan José Real, José Peter y Benito Marianetti, junto con otros “presos antifascistas de la Argentina –la lista es interminable–, intelectuales, obreros, periodistas, maestros, estudiantes, cuya vida peligra”.353 Avizora que “es posible que los ‘nacionalistas’ den su golpe”, pero advierte que “el pueblo argentino sabrá reaccionar y también los demás pueblos de América y no le será fácil a la pandilla nazi mantenerse por mucho tiempo en sus posiciones. Pero en su caída arrastraría a mucha gente a la muerte, y antes de su caída correría la sangre de los patriotas argentinos, se hundiría más y más el país en la desesperación, en la ruina, en el hambre, en la ignominia. El panorama es ahora desolador. Más que nunca la Argentina es el foco nazi de América, la matriz del espionaje nazifalangista, el centro de la provocación y de la intriga”. El planteo de “unidad nacional” levantado por el comunismo argentino es sostenido por González Tuñón, que apela a “una mayor solidaridad de los pueblos de América”.354

Perón y Eva, en prosa y en verso

El crecimiento de la figura del coronel Perón dentro de la dictadura instaurada en 1943 conmueve a la política en general y a los partidos en particular. Asociar a los integrantes del gobierno con el nazismo y el fascismo tiene una base real incuestionable, aunque muchas veces sobredimensionada al calor de interpretaciones de la realidad no siempre acertadas.

En ese contexto es que González Tuñón, apegado a la visión comunista, ve en Perón una continuidad no sólo de la dictadura militar sino también de los sistemas totalitarios que se despedazan en Europa a medida que finaliza la Segunda Guerra Mundial. Hablar de “naziperonismo” forma parte de esa concepción. Con el tiempo dirá: “[El peronismo] Es un movimiento discutible en sus raíces, pero el error consiste en aplicar el denominador común de naziperonistas, cuando el nazi era Perón”.355

En este contexto el 31 de octubre de 1944 se produce el intento de derrocamiento de la dictadura de Farrell organizado (y luego frenado) por el Partido Comunista, a partir del llamado a una “huelga revolucionaria”. El movimiento, denominado Patria Libre, cuenta con base en el país y en el exterior, pero con escaso apoyo obrero y militar.356 Desde Chile, González Tuñón publica algunos poemas que hacen referencia al alzamiento próximo. En “¡A las armas!” afirma:



Compatriotas, a la guerrilla
contra Hitler y contra Franco
y contra su lacayo Perón
y contra su oscura pandilla.
¡Hagamos blanco!
¡La Insurrección! ¡La Insurrección!

En Primer canto argentino sobreviven versos sobre el frustrado plan revolucionario. En “Canto a mi patria, y un sauce” sostiene:



Adhiero a ‘Patria Libre’. ¡Loor a sus precursores
inmortales de Mayo! Y ahora y en la hora
del mundo y de la Patria – la proa hacia la Aurora
les dice honra marcial y campana de flores,
la garganta civil, resonante y cantora.357

En sus textos periodísticos publicados en Chile, las menciones al secretario de Trabajo y Previsión surgen ya en los primeros meses del golpe de 1943. El 25 de noviembre de ese año publica “El verdadero rostro de la Argentina”, donde menciona al “brutal y ambicioso coronel Perón” y en “Esa bandera es nuestra”, del 13 de enero del año siguiente, habla del “Gobierno del G.O.U.A.H. (Grupo de oficiales unidos... a Hitler)”.

A medida que se afianza la figura de Perón, los embates contra él también crecen. En “Las vísperas argentinas” analiza: “El ex espía nazi en Chile, Perón,358 y el nuevo títere de turno, Farrel[l], significan un golpe de timón más hacia el nazismo y esto tampoco nadie –nadie que no esté ciego y sordo, nadie que no sea un nazi descarado o en potencia– lo pone en duda”. En “Matemos las ratas”, del 22 de marzo de 1944: “La rata Perón-Farrel[l] pertenece a la especie más peligrosa. ¡Fuego contra esa rata!”.

En “El Diablo Cojuelo” encara el tema con humor, ironía y prejuicios. Dos ejemplos:

CORONELES “MATERNALES”

La Prensa, de Buenos Aires, fue clausurada por cinco días por haber publicado una crítica contra el mal funcionamiento de los Hospitales municipales.

–¡Aló, aló!

–¡Hola!

–¿Dirección del Hospital Rawson? El coronel Perón y su comitiva salen para allá de visita.

Cuando el Director del Hospital Rawson de Buenos Aires colgó el fono, la mano le temblaba. Sus subalternos, empleados, enfermeras, el médico de turno y otras personas le rodearon. El susto se reflejó en sus semblantes cuando el Director dijo:

–Perón y su comitiva del GOU vienen para acá... ¡de visita! ¡Rápido! ¡Pongan a buen recaudo todos los objetos de valor, el instrumental quirúrgico, las cucharas de plata, todo, todo!

–¡Las langostas, las langostas!– gritaron los otros corriendo a cumplir la orden.

Los enfermeros, enterados, escondieron sus pobres efectos bajo el colchón. Luego, se hizo un gran silencio, que rompió el ruido de las bocinas de los autos de Perón y comitiva.

El coronel Perón extendió al Director del Hospital una mano escurridiza.

–Vengo a visitar este Hospital –dijo–, para imponerme de sus necesidades.

El Director no pudo ocultar una sonrisa burlona.

–¿Empezamos por la Maternidad?

–Como usted quiera.

Llegaron a la primera sala de la maternidad, a la sala de las guaguas recién nacidas. En un ángulo, en su cunita una guagua chillaba como diablo.

–¿Por qué llora tanto? –preguntó el coronel.

El Director interrogó a la enfermera con la mirada. Respondió la enfermera:

–Es que Josefa, la nodriza, se ha retrasado un poco, y a la niña le toca leche ahora.

El coronel frunció el ceño, continuando su visita de inspección, acompañado del Director. Durante algunos minutos recorrió todas las instalaciones del establecimiento con ese aire del hombre que quiere hacer creer que entiende lo que no entiende. Finalmente, dio por terminada la visita. Pero al llegar, en su camino hacia la puerta de salida, a la primera salita de la Maternidad, nuevamente llamaron su atención los chillidos de la guagua.

Volvióse el coronel y con gesto adusto preguntó a la enfermera:

–¿Por qué llora todavía esa criatura?

–Señor –balbuceó la enfermera–, es que Josefa se indispuso... Ya está bien, por suerte, y viene en camino...

–Grrrrr... –gruñó el coronel imitando la conocida manía de Hitler–. Deme papel y pluma...

Le trajeron recado de escribir. Al mojar la pluma preguntó el Coronel a la enfermera:

–¿Josefa qué?

–Josefa González, coronel.

Y la enfermera vio, por sobre el hombro del coronel, lo que éste escribía:

“Por orden del general Farrell queda exonerada de su cargo la nodriza Josefa González. Nómbrase en su lugar al capitán Pantaleón Domínguez”. Firmado, PERON, jefe del GOU.359

SIN OFENDER A LOS CABALLOS

Varios coroneles fascistas del GOU estaban reunidos en un saloncito de la Casa Rosada (de vergüenza) a la espera del general Edelmiro Farrel[l]. En eso golpearon a la puerta.

–¡Adelante!

Era Perón... pero no era Perón. Era la amante de Perón, Eva Duarte, la dictadora de la Radiofonía controlada por el GOU.

Los coroneles fascistas se apresuraron a saludar con inclinaciones serviles a la protagonista del affaire del abrigo de cien mil nacionales.

Poco después hizo su entrada el general pero poco Edelmiro Farrel[l], quien tomó asiento al lado de la Eminencia Gris o Petit Gris.

Cuando el garzón hubo llenado los vasos con el vino preferido por el general pero poco desde la época en que gustaba tocar la guitarra en más que alegres compañías, llegó Perón y ésta fue la señal para el brindis.

De pie, y al tiempo que saludaba a Madame, reverentemente, dijo el general pero poco:

Festejamos una de las gratas fechas de nuestra Revolución: el día aniversario del nacimiento de Evita. ¡Señores, por ella, levantemos los vasos!

Y los coroneles del GOU, apartando un poco la mesa, levantaron... las patas.360

En la poesía de González Tuñón, lo lúdico desaparece. Gran parte de los poemas publicados en El Siglo entre 1944 y 1945 contiene ataques directos y violentos contra Perón. Sin embargo, esos desbordes son eliminados en las versiones que integran el libro Primer canto argentino, publicado en Buenos Aires en 1945 como “edición del autor”. Según figura en la última página, la obra se termina de imprimir el 10 de noviembre de ese año, es decir a menos de un mes de la movilización popular del 17 de octubre. ¿Por qué esas exclusiones? ¿Para evitar la censura dictatorial? ¿Para eludir un posible proceso judicial, como el que enfrentó por “Las brigadas de choque”?

En Primer canto argentino incluye sólo un poema –“Canto al General San Martín”– en el que alude con mucha sutileza al entonces vicepresidente:



Ven a ver en la próxima aurora, compañero
General, Comandante de América, a un pequeño
Coronel que se irá sin paz, gloria ni sueño,
General San Martín.

Sin embargo, en el poema publicado en El Siglo el 9 de julio de 1944 se lee:



Ven a ver en la próxima aurora, compañero
General, Comandante de América, a un pequeño
Perón que morirá sin paz, gloria ni sueño,
General San Martín.

Con ese mismo mecanismo, la alusión al GOU como “avanzada de Hitler alevosa” contenida en la versión del diario chileno es suprimida en el libro y sólo queda la referencia al líder nazi.

En ningún otro poema de Primer canto argentino menciona o alude a Perón. En las versiones de El Siglo, no sucede lo mismo. En “Mensaje a las mujeres patriotas presas en la Argentina”, publicado el 4 de octubre de 1944, asegura:



Sabed, amigas mías adorables, hermanas,
que los Magnani361 y los Perón
pronto serán ahorcados donde a Martín de Álzaga
el pueblo de Mayo colgó.

En “Canto de la prensa ilegal”, publicado el 22 de noviembre de 1944, incluye una “letrilla para cantar: con música de ‘Bandiera Rossa’”, el himno del socialismo y luego del comunismo italiano conocido también como “Avanti popolo”:



¡Arriba el pueblo,
demos batalla
a la canalla,
a la canalla!



¡Arriba el pueblo,
a la batalla
que a la canalla
exterminará!



¡Que a la canalla exterminará
–a la canalla de Farrell Perón–
que a la canalla exterminará...
...¡Viva la Libertad
y la Constitución!



Abajo Farrell,
Abajo Perón.
[…]
¡Abajo Perón
y muerte al GOU!

En este poema destaca a la “imprenta clandestina” y la “prensa insurrecta”, que eluden la “brutal censura” del gobierno dictatorial. Y traza un paralelismo entre quienes son perseguidos por difundir las ideas comunistas con Mariano Moreno, Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría y Domingo Faustino Sarmiento, porque



sus sombras dejan hoy el monumento,
avanzan en la bruma
de la noche argentina
descienden a la imprenta clandestina,
piden la pluma, la Libertad los ilumina [...].

Y en “A las armas”, publicado el 29 de octubre de 1944, que no es incluido en el libro, alienta:



Compatriotas, a la guerrilla
Venga el soldado y el maquí
contra Perón y su pandilla
¡Muerte al traidor!
dice el tambor
de Tacuarí.

Con el levantamiento del estado de sitio en Argentina se suceden las manifestaciones opositoras, que coinciden con la victoria final de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. En una de esas marchas matan al joven universitario Enrique Blaisten. González Tuñón, atento a lo que ocurre en su país, transforma ese hecho en una “Oración civil en la tumba del estudiante asesinado”, poema publicado en El Siglo, el 17 de agosto de 1945, cuyos primeros versos son:

Hoy quiero entregar al aire de mi patria y de América una oración civil por Blanstein [sic], estudiante.

¡Un muerto más que elijo entre los muertos a cargar en la cuenta de Perón y sus bandas, sus policías criminales a quienes hace vestir el traje del soldado!

En la memoria de este muchacho de raíz judaica –¡y argentino por eso!– rindo homenaje a todos nuestros muertos, y digo que esta sangre no ha sido inútilmente derramada...

El joven muerto es hermano mayor del por entonces adolescente Isidoro Blaisten, que se consagrará como escritor a partir de la década de 1960 con La felicidad, El mago y Dublín al sur, entre otras obras. En una entrevista, Isidoro Blaisten habla de su infancia en la casa de Lavalle 5431 –hoy Estado de Israel– y cuenta:

El 15 de agosto de 1945 lo mataron a mi hermano Enrique. Recuerdo el orificio en el pómulo izquierdo, recuerdo los espejos tapados con sábanas y los discursos desde la garita del vigilante que estaba en Ángel Gallardo y Corrientes. Recuerdo que habló Leónidas Barletta y que tiraban volantes. Recuerdo uno de los volantes: “Enrique Blaisten, muerto por los nazis en el día de la paz”.362

Varios años después, González Tuñón rescata ese episodio y lo incluye en “Cantata para nuestros muertos”:



–Yo era Enrique Blanstein [sic], estudiante y estaba
en la edad del asombro; la calle lo sabía.
Me balearon de atrás, yo iba cantando
(así como a Sandino lo balearon de atrás).
¿Aún estará la silla esperando en mi casa,
mi cubierto en la mesa, la novia y el domingo?363

Gruñón, Turrón, Riñón, Tuñonoff

La estadía de González Tuñón en Chile no pasa inadvertida para el ambiente político y periodístico trasandino. El perfil delineado por Teitelboim páginas atrás es certero. Para sostener ese punto de vista puede señalarse como ejemplo las menciones sobre González Tuñón plasmadas en el semanario humorístico Topaze, la publicación satírica más importante de la época en ese país, que ubica al poeta argentino a la misma altura que los máximos dirigentes del PC chileno. La revista emplea su habitual tono sarcástico para enlazar las actividades política, periodística y poética del cronista.364

La transformación del apellido en “González Gruñón”, que se repite en varios artículos, es una de las operaciones realizadas por Topaze para destacar una supuesta característica del personaje burlado. Y los calificativos se suceden, desde un irónico “glorioso poeta González Gruñón”365 hasta la clasificación de “poeta marxista-leninista-stalinista”366. También le endilgan “espantoso”367 y “repudiento”368 [sic].

En el artículo “La fiesta del tovarich chileno”, se menciona que una de las actividades realizadas en las “fiestas del Roto Chileno” es el recitado de una “podesida [sic] del pallador chilote che González Gruñón” titulada “Oh, Vladimir Illitch, tú abriste la puerta en Brest Litovsk”, en alusión a la ciudad polaca donde en 1939 se desarrolla un combate en el que fuerzas locales resisten un ataque alemán, hecho que permite el posterior ingreso de las tropas soviéticas.369

En otra nota, se anota una poesía de “González Gruñón” en honor a Stalin: “Los recios bigotes de nuestra divinidad divinamente con la hoz y el martillo os hacen, os hacen merecedor, ¡oh, José Pepe!, del merecimiento que merece la vuestra grandeza”.370

“Voy a hacerme dueño de Chile…”, le hacen decir a Stalin, “el supremo dictador de 160 millones de eslavos, tunguses, caucasianos, georgianos, etc., etc.”, y, entre los argumentos para sostener ese deseo, Topaze enumera: “[Stalin] Hizo senador al camarada Lafferte, hizo diputado al camarada Contreras Labarca, inundó al país de libros y folletos de propaganda, le mandó películas soviéticas al camarada Pairoa, instaló una radio, mandó un poeta: González Gruñón, envió un técnico: Rabinez, paseó al camarada Chamúdez por las boîtes y los casinos y por fin fundó un diario [El Siglo]”.371

La ubicación de González Tuñón al mismo nivel que los principales referentes del comunismo chileno puede verse, desde el humor, en el artículo “En la exposición de animales”, en el que “Kontreroff (es decir, Contreras Labarca), del Criadero Antinipohiponazifaci”, obtiene el primer premio, seguido por “González Gruñón, del Criadero El Siglo” y “La Fertte (Lafertte), del Criadero Marx”.372

En la elección de “Su personaje favorito”, “Sintreras ni Barca” (otra vez un juego con el apellido del secretario general del PC chileno) confiesa: “Hasta la firma del pacto germano-ruso, en 1939, mi personaje favorito era el revolucionario argentino González Gruñón. ¡Cuán me habría gustado parecerme a él por lo antiburgués que era! Pero ahora último que el comunismo se ha acaballerado, ahora que Inglaterra es el modelo por el cual se guía la Rusia del Mariscal Stalin, mi ideal humano es el Hermoso Brummel, el elegante británico de comienzos del siglo XIX”.373

“González Riñón” es otra de las deformaciones que Topaze utiliza para satirizar al periodista, a quien le completan la semblanza con las construcciones “podeta [sic] ruso-argentino” y “Diablo Cojuelo”.374

En “Un hábil interrogatorio”, Topaze ironiza sobre el empastelamiento de las rotativas sufrido por el diario La Opinión, identificado con un sector del socialismo, y sobre su presunto ejecutor, el director de la Policía de Investigaciones, Jorge Garretón Garretón. El acusado es amenazado: “Si no confiesas ser el autor del empastelamiento, te voy a hacer leer un artículo de González Riñón…”.375

Y los juegos con el apellido se suceden: “Gonzaloff Tuñonoff” le pregunta a Stalin: “¿Querés que te cante un tango ché José Pepe?”.376 En una nota referida a una supuesta información falsa difundida por “el diario ruso ‘El Sigloff’”, sobre el embajador chileno en Buenos Aires, Conrado Ríos Gallardo, la fuente que se menciona es la agencia “Gonzáleztuñónpress”.377

Y en “Estuvo regio el orden-party comunisto”, aparece otra variante:

Luego, el poeta González Turrón perpetró su poema “Un día tres de agosto”, en que habla de una niñita que pasó frente al teatro con unas ramas de cerezo entre las manos.

–¡Qué cursi! –dijo mister Churchill, entusiasmado.

–¿Este poema es contra nosotros o contra los nazis?– le preguntó mister Roosevelt.

Cuando el poeta González Turrón se fue con su poema y con la niñita que llevaba ramitas de cerezo, el señor de Contreras y Labarca comenzó a leer su informe.378

En “Comienzos de estación”, la revista satiriza mediante el cambio de género:

Madame González Tugnón escupe despreciativamente a usted y toda su parentela, y después de llamarlo gusano y krumiro, tiene el agrado de invitarlo a una exposición de trajes huelguísticos recién llegados de la URSS, que se llevará mucho en esta temporada de otoño.

Local de la exposición: Casa de la Ursula, Kopec con Timoshenko, o sea, Moneda con Mac Iver.379

Pero González Tuñón aparece también sin retoques en sus apellidos. A raíz de la “ley Olavarría”, que otorga a las Fuerzas Armadas chilenas el control de los comicios para evitar alteraciones, Topaze incluye entre las disposiciones de la nueva norma: “Se expulsará a González Tuñón, si perpetra poemas subversivos en el diario de don José Stalin (Hermandad de don Hermelo Arabena Williams y de don Préndez Sadrías)”.380

En “Cartas de mujeres…”, una muchacha comunista de clase alta le escribe a otra de Falange Nacional: “Si tú supieras todas las chiquillas y los chiquillos que habemos ahora en el Partido Comunista. No te quiero nombrar a nadie, pero tú sabes que es así, y que siendo comunista una puede ser amiga de Pablo Neruda, y eso que no está aquí, y también de González Tuñón, que se parece a Charlo, pero no canta tangos”.381

Otro ejemplo en el que González Tuñón aparece al mismo nivel que los principales referentes del PC chileno: el “Mariscal José Pepe Stalintreras” le envía una carta al ministro del Interior Osvaldo Hiriart para felicitarlo por el desempeño del director de la Policía de Investigaciones, Jorge Garretón Garretón: “En nombre de la gloriosa Urssula, del glorioso González Tuñón y del glorioso Contreroff, felicito a ese gobierno por el hecho de contar con un funcionario como el tovarich Carretelovna Carretelovna, que es el único que puede eliminar la acción de los quintacolumnistas, saboteadores y pronazis de Chile”.382

El estilo de la poesía de González Tuñón es también ridiculizado en Topaze. Al cumplirse el cuarto centenario de la fundación de Santiago de Chile, la revista edita una edición especial en la que ironiza sobre el acontecimiento histórico. En la nota principal, el nombre original de la ciudad, Santiago de la Nueva Extremadura, es suplantado por “Santiago del Nuevo Extremismo”, en alusión a la supuesta influencia del comunismo.

Topaze inventa una poesía de González Tuñón que celebra la edición especial, acompañada por un dibujo de un poeta recitando, según el estereotipo de la época:

“Topaze”… “TOPAZE”… “Topaze”…

Escupitajos de fuego sobre las entrañas del insaciable devorador de esqueletos.

Escupitajos… ESCUPITAJOS… Escupitajos… ESCUPITAJOS.

Cachimbas moradas en rictus de sangre, de tripas, de mollejas, de larvas imperialistas, de angostos hígados proletarios.

Cachimbas, cachimbas, CACHIMBAS.

El destino se vistió de chaqué con lámparas inconexas, con sudor de frutas claveteadas, sonrientes.

Los muertos se han sentado encima del intestino grueso de las doncellas pálidas.

Muertos, muertos, MUERTOS…, muertos… MUERTOS.

Banderolas de carne mechada, burguesa, burguesa, mechada, MECHADA, BURGUESA…

Trajes milenarios de galletas mordidas… MORDIDAS… MORDIDAS.383

Con la misma intencionalidad de ridiculizar el estilo poético de González Tuñón, Topaze inventa una solicitada firmada por Neruda en la que se queja del poema que el argentino publicó en el diario El Siglo a raíz de la candidatura a senador del chileno.384 Como respuesta, el texto va acompañado por un poema atribuido a Neruda y dedicado a González Tuñón:



Tuñón.
Tachuelas iría metiéndote en el riñón.
Cebadilla en el esternón,
Tuñón, con alma de bandoneón.
Tuñón, González Tuñón. ¡TUÑON!



Para ti algodones usados de hospitales.
Para ti las goteras de las casas con lluvia.
Para ti las facturas, los pisotones en micros
[y] un clavo feroz en una silla
[y] el dolor de muelas salvaje y vengativo.
Tuñón. Te grito Tuñón. Te aúllo Tuñón,
[pa]riente sin pepas del melón.



Oh!, Tuñón,
Que rimas con panteón, con Celedón,
Con bastón, con formón, con salchichón,
Con veramón, con luz neón,
[y] otras cosas indecibles terminadas en on.
[Y] te repito: ¡TUÑON!, Tuñón, Tuñón.
Tócame la oreja si te atreves, Tuñón.
Sale a pelear afuera si eres valiente, Tuñón.
Escríbeme otro poema si eres hombre, Tuñón,
con orejas de Tuñón,
con cara y encéfalo de Tuñón,
con vértebras y píloro y lira de Tuñón.
¡Pedazo de Tuñón!385

En una oportunidad, el propio director de Topaze, Jorge Délano (“Coke”) carga contra González Tuñón (aunque sin mencionarlo), a raíz de una crítica que el poeta-periodista realiza en “El Diablo Cojuelo” sobre la película Hollywood es así, filmada por el dibujante chileno. González Tuñón arma un texto provocador, en forma de diálogo, en el que uno de los participantes le pregunta al otro en varias oportunidades si vio el film y las respuestas siempre son negativas: “¡No! ¿Cómo se le ocurre? El ‘ingenioso’ Coke me ha hecho bostezar mucho en su inmunda Topaze, revista que hoy recibe las caricias áureas de la oficina de Goebbels, revista maloliente, vendida a los traidores de Chile, cloaca de chistes trasnochados, válvula de escape de un oscuro resentimiento aldeano…”386 Y desde Topaze, Coke se molesta porque esa crítica negativa contrasta con otra en favor del film que había salido días atrás en El Siglo. Y luego de reproducir la imagen del recorte en que aparece el diálogo en cuestión, Coke afirma: “No recibo yo, ni recibe Topaze, las caricias áureas de la oficia de Goebbels, ni las caricias áureas de la oficina de Stalin, ni las caricias áureas de los obreros chilenos a quienes periódicamente se les extrae su dinero en colectas de variado y sospechoso destino”.387

Despedida chilena

Con el anuncio de convocatoria a elecciones generales en Argentina, en julio de 1945, las fuerzas políticas intensifican su actividad y empiezan a definirse los bandos que llegarán a los comicios del 24 de febrero del año siguiente. Mientras Perón comienza a armar una serie de alianzas con sectores diversos –desde socialistas hasta nacionalistas, pasando por radicales y conservadores­–, los partidos tradicionales, incluido el comunismo, acuerdan un frente, respaldado por el embajador estadounidense en el país, Spruille Braden: la Unión Democrática.

González Tuñón decide regresar al país, al igual que el resto de los exiliados, para participar del proceso hacia el restablecimiento de la democracia. Al mismo tiempo, los presos políticos de la dictadura empiezan a ser liberados y la censura a los medios opositores levantada. Los sectores liberales y de izquierda se entusiasman con la derrota de Hitler y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Por ese entonces, está unido sentimentalmente con la chilena Irma Falcón (había sido esposa del escritor Tomás Lago, amigo de Neruda), con quien tiene una hija, Aurora Amparo, que nace en 1946 en Buenos Aires. Luego de un año y medio de residir en Argentina, la pareja se separa y madre e hija se radican en el país trasandino.

“De nuevo entre nosotros González Tuñón” es el título de la foto-epígrafe que publica el semanario Orientación:

De nuevo se encuentra entre nosotros el gran poeta argentino. Como lo fuera a su llegada a Chile, fue recibido a su retorno a la patria por destacadas figuras de la intelectualidad y las letras del país, quienes le testimoniaron el cariño de su pueblo. En la foto Neruda, D’Holmar [sic], Chuchaga [sic] Santa María y calificados poetas, escritores y artistas chilenos, así como representantes de la intelectualidad española, brasileña y ecuatoriana, rodean a González Tuñón en el homenaje de despedida organizado por la Alianza de Intelectuales en el Casino de la Escuela de Bellas Artes de Santiago; fue un acto de resonante contenido político. Por nuestra parte, saludamos dichosos su retorno, y nos felicitamos de contarlo entre nuestros colaboradores.388

La imagen es una típica fotografía grupal, en la que casi medio centenar de personas rodea a un González Tuñón sentado en el centro. En esa misma página de la sección literaria, se publica el poema “Despedida a Raúl González Tuñón”, del chileno Julio Moncada.

A la semana siguiente, Orientación difunde un suelto con el título “Saludo a Tuñón”, en el que señala:

En el número anterior saludábamos el retorno de Tuñón a la patria, y nos llamábamos dichosos por poderlo contar entre nuestros colaboradores. Y bien, aquí lo tenemos escribiendo en nuestras páginas. Esta certeza de contarlo en lo sucesivo entre nuestros colaboradores regulares, nos llena de satisfacción, como, no dudamos, ocurrirá en todos nuestros lectores.389

Después de más de cinco años en Chile, se despide de sus compañeros y lectores de El Siglo con un texto, “La máquina de escribir”, en el que mezcla la pasión por el oficio periodístico, los sentimientos, la poesía y sus seres más amados, que ya no están. Es un poeta-periodista-militante maduro –acaba de cumplir 40 años–, convencido de que está participando de un momento histórico de Argentina y del mundo.

El artículo, que aquí se transcribe en forma completa, es reproducido por Orientación a un mes de su reapertura, tras la clausura impuesta desde el comienzo de la dictadura.

Mi hermano Enrique descubrió el alma de las cosas inanimadas. Y así se titula su primer libro, que es una joya de la literatura argentina y un modelo de la literatura fantástica. Recuerdo que Gorki decía: “Lo difícil es saber percibir lo que la realidad tiene de fabuloso”...

Yo hablo de una máquina de escribir como de un ser humano. Y de ella me despido solemnemente desde estas páginas de EL SIGLO en su día onomástico, diciéndole, como a todos los queridos compañeros con quienes he compartido inolvidables horas: hasta luego, camarada.

Yo tuve distintas máquinas de escribir. La primera, en Crítica, de Buenos Aires, donde la fatigué durante diez años transmitiéndole apasionados mensajes de las calles porteñas, la vibración de la urbe poderosa, su formidable crecimiento en medio de júbilos y miserias, en el alba de una formación literaria que tanto debe al contacto con la vida, con el “reportaje”...

Tuve una máquina viajera que anduvo por el Chaco boreal y el Brasil adorable, por las nieves del Sur y entre las vidalas y los dulces del Tucumán. Y otra, inolvidable, en la calle Pío Nono390, de donde salieron muchas páginas de EL SIGLO y muchos de los libros aún inéditos.

Y otra viajera, más viajera, extraviada en Europa, perdida en alguna casa de empeño...

Un día, en París, me lamenté por falta de una máquina. Estábamos con varios amigos –entre ellos nuestra grande y admirada amiga Gabriela Mistral!– en la Gloserie [sic] des Lilas, el rincón de Montparnasse poblado de sombras de nombres familiares: Verlaine, Lenin, Rubén Darío...

Al día siguiente, Gabriela nos citó en el mismo lugar, con Neruda. La vimos venir, con su “cabellera de cacique araucano” (como decía Amparito) bajo la llovizna, portando una máquina de escribir que puso en mis manos. Nunca olvidaré este regalo, que hoy está entre muebles, papeles y cosas íntimas, en un depósito, en Buenos Aires, allá iré a rescatarla...391

Ahora me refiero a una maquinita de EL SIGLO. A una y a todas. Porque en todas trabajé desde hace cinco años –con intervalos de escapadas a Buenos Aires– y en forma permanente desde el golpe militar. Elijo a la más gastada, a la más antigua, a la más humilde...

Maquinita heroica... Con cuánto fervor y qué apuro copiabas mi pensamiento... Ahí está, en la colección del diario, el fruto de aquel trabajo fervoroso e infatigable donde no desmayó jamás tu teclado, tu música civil... ¡Maquinita comunista!

Centenares de artículos, crónicas, brulotes, poemas, transcurrieron desde la cabeza al corazón y desde el corazón a las yemas de los dedos hasta tocar tu sensible prodigio... ¡Camarada! Yo te saludo ahora.

Un libro que tú hiciste conmigo, Himno de pólvora, testimonia tus largos desvelos... Tres libros inéditos que me llevo a la patria, salieron del constante golpear de tus moldes celestes en la virginidad del papel... Y ahora te dejo aquí, en la redacción bulliciosa, al servicio del cronista que trae los rumores de la calle o prestada a las caras nuevas que ahora veo en el diario, a los periodistas que se formarán a tu lado, oh laboriosa, oh inmortal, desgarrándote cinta tras cinta, casi como la estrella, sin pausa, pero con la prisa del eterno acontecer...

Entre todas las cosas que aquí dejo, los días y los rostros, los años y los hechos... un pedazo tan grande de mi vida, tan hondo, tan alegre y tan triste... tú estás ahí... Ahí te dejo, en vigilia permanente, ¡oh creadora, oh mía!

Musset quiso que plantaran un sauce en su tumba. Y ahora, imitando la divina ironía de mi hermano muerto, pido a mis amigos que, cuando yo muera, planten en mi tumba una máquina de escribir.

¡Para que ella crezca y siga escribiendo, resonante, palpitando como un corazón, siempre al servicio de la conciencia libre!392

En el poema “Canto del regreso a la patria”, de Primer canto argentino, González Tuñón sintetiza ese mismo recuerdo en una estrofa:



Dije adiós a la máquina de escribir que en el Diario
fue en mis manos constante transmisor implacable
y también a otra, heroica, la Remington portable
que alborotó a un tranquilo y cordial vecindario
con su música clara, como un trino adorable.

Entre la militancia y la escritura

González Tuñón encuentra una Argentina envuelta en un proceso electoral violento y vertiginoso, que tiene en el 17 de octubre de 1945 un hito definitorio. En las páginas del diario comunista La Hora afirma: “Los tenebrosos 17 y 18 de octubre dejaron una cola de hordas lanzadas por las calles insultadoras, sucias y cobardes, que hoy son afrontadas valientemente por las vanguardias democráticas, vanguardias que deben organizarse mejor y proceder con más energía contra el enemigo”.393 Atenuado el fervor partidario, décadas después reflexionará:

Vi pasar cerca de mi casa una multitud camino a Plaza de Mayo. Advertí que la mayoría eran obreros, pero advertí también la presencia de personas de clase media y de algunos jóvenes nacionalistas, como pude ver por lo que decían y por la forma apitucada de vestir, y también marchaban algunos elementos visiblemente desclasados, el lumpen, ¿sabés? Y algo me chocó enormemente: un grito que jamás había oído, ni en mi infancia, en las grandes manifestaciones obreras que partían desde la plaza Once, ni mucho después; un grito que en los últimos tiempos nadie oyó jamás, en verdad, sobre todo durante los gobiernos dictatoriales y desde luego no hubiera podido oírse durante la Semana Trágica, ni en la Patagonia de los fusilamientos: los más exaltados gritaban al pasar por donde se veía, sin intervenir para nada, a los agentes y oficiales policiales: “Viva la Policía”. Te repito Horacio, esos gritos me desconcertaron. Luego supe que la marcha a la Plaza de Mayo no fue espontánea sino planeada y organizada por el coronel Mercante después de la supuesta caída en desgracia del coronel Perón. [...] Pienso que no puede absolutamente celebrarse como un día de victoria, porque las masas trabajadoras peronistas que intervinieron en la marcha fueron a la larga defraudadas; la verdadera revolución nunca se hizo. No se respondió plenamente al mandato, aunque un tanto vago, confuso de aquel día, a la gran ilusión de aquel día.394

Aquel día, a las 19.30, el poeta tenía previsto participar de un acto del Partido Comunista en la Federación de Box, junto con los dirigentes José Sorbello, José España y Aída P. de Marischi. La movilización popular da vuelta la historia.395

Dos meses después, el PC aprueba la lista de candidatos a senadores y diputados nacionales por la Capital Federal. Benito Marianetti y Emilio Troise aspiran a ocupar las bancas de la Cámara alta, mientras que Rodolfo Ghioldi encabeza la lista de 22 postulantes para la Cámara baja. En el último lugar, figura González Tuñón. El acuerdo que el comunismo concreta con la democracia progresista y un sector de independientes, “Lista de Unidad y de la Resistencia”, deja al poeta afuera de la nómina.

En tanto, se incorpora al trabajo en Orientación, donde comienza a publicar algunos artículos ya difundidos en las páginas de El Siglo, como la serie “La poesía es una e indivisible” o “Los recuerdos”, que evoca a algunos de sus escritores predilectos, como Zola, Galdós, Gorki y Machado. Esas semblanzas aparecerán en el libro póstumo La literatura resplandeciente.

Además, escribe comentarios de libros –El viento en la bandera, de Córdova Iturburu– o difunde los poemas que aparecerán en Hay alguien que está esperando, en 1952 –“Las mariposas mueren jóvenes”, “También morí con ellos”, “Elegía que compuso Juancito Caminador a la muerte del padre de José Portogalo”, entre otros– y A la sombra de los barrios amados, en 1957 –“La vieja librería de Gleizer”, entre otros–.

Conocedor del francés, realiza dos traducciones al castellano: “El chincol de Chile”, poema de Louis Aragon dedicado a Neruda (Nro.437, 7 de abril de 1948) y “Diálogo”, de Paul Eluard para el poeta trasandino (Nro. 439, 21 de abril de 1948).

En sus libros Todos teníamos veinte años y El hombre de la rosa blindada –una biografía sobre Raúl González Tuñón–, el escritor Pedro Orgambide –su nombre completo es Pedro Isaac Gdansky Orgambide– recuerda que el poeta le ofrece trabajar con él en la página literaria de Orientación y publicar allí uno de sus poemas, “Blues del negro que no cree en Dios”. Como en el periódico comunista también está empleado su padre, González Tuñón o alguno de sus colegas le sugiere: “¿Por qué no te ponés Orgambide?”. Así se evitarían confusiones. A partir de entonces, firmará sus obras como “Pedro G. Orgambide”.396

La primera vez que lo vi [a Raúl González Tuñón] fue en 1945, al final de una tumultuosa manifestación, en una cálida lechería, cercana al Congreso. Estaba con otro querido amigo, el poeta José Portogalo. Él nos presentó. Me sentía bastante incómodo con mi cuerpo apaleado, la ropa en desorden y mis dieciséis años, con un volante en un bolsillo y el manuscrito de un poema en el otro. Allí estaba Raúl González Tuñón “en persona”. Sabía sus versos de memoria, versos que hablan del mar y la aventura, y esos otros del poeta que, como decía Neruda, “fue el primero en blindar la rosa”. Yo quería ser como él, escribir a los veinte años un libro hermoso como El violín del diablo. Al rato ya éramos amigos. Raúl nos contaba anécdotas de Carlos de la Púa, el poeta que compartió con él su amor por los barrios humildes, por el tango, por las señoritas de las orquestas de señoritas y las victroleras que todavía, en esa época, adornaban la melancolía del palco del café. También recuerdo que ese día Raúl me habló de su hermano Enrique, el escritor muerto en 1943. Me acuerdo de la nota que escribió Raúl en el diario La Hora, la despedida fraternal a Enrique, ese demorarse por las calles que deambularon juntos, donde estaba el frutero, el buhonero serio, la muchacha que baldea la vereda, los niños indiferentes a la muerte, los vagos, los ganapanes, los pillos, los diareros, toda esa gente que Enrique había llevado a su prosa y Raúl a sus versos. Portogalo evocó a Enrique como profundo conocedor de tangos, que había sumado a su mitología algunos personajes. “Pero el bailarín sos vos”, dijo Raúl y me contó que Portogalo, después de trabajar de albañil, se había ganado la vida como bailarín profesional. Cuando la calle quedó despejada de carros policiales y otras molestias, nos fuimos caminando hacia el centro. Raúl recordó otras manifestaciones, las primeras que vio de niño, en los hombros de su abuelo Manuel Tuñón. “Parecen las mismas; dejan olor a pólvora y voces en el aire ¿no? Y las voces se quedan en la lluvia”, dijo, mientras avanzábamos por la calle húmeda, bajo una garúa mansa, una llovizna como de tango. Algunas horas después, frente al vaso de vino, le leí los versos que llevaba en el papel arrugado. Me dijo que los iba a publicar en la página literaria del periódico Orientación y me preguntó si quería trabajar con él. Claro que quería, era lo que más quería en el mundo. [...]

Raúl amaba el olor a tinta de las imprentas, el ágil movimiento del tipógrafo que coloca las líneas de metal o las saca con algo de prestidigitador, de enloquecido jugador de dominó a la hora del cierre del periódico. A la madrugada, bajo el polvo amarillo, el olor de los ácidos de los fotograbadores, entre esos linotipistas tan cultos y polémicos, que siempre saben más gramática que uno, solíamos encontrarnos con Raúl en el viejo local de Noticias Gráficas, en la calle Riobamba, donde yo trabajaba como corrector suplente. Los domingos subía al taller Pablo Rojas Paz, el delicado poeta tucumano que escribía sus crónicas de fútbol con el seudónimo “El Negro de la Tribuna”. El seudónimo le venía bien al poeta, tan moreno, con su boca de mulato y los ojos tristes y burlones a la vez. “El Negro” (que fue uno de los grandes cronistas deportivos de la Argentina y sin duda el mejor de su época) escribía por aquel tiempo relatos bellísimos de su lejano Tucumán y conversaba la poesía de Mallarmé. Otro de los que llegaban era el poeta González Carbalho, uno de los mejores cronistas policiales de aquellos tiempos. Su éxito consistía, creo, en que siempre estaba del lado del ladrón. Una noche, con Raúl, improvisaron, a la manera de los payadores, un memorable contrapunto acerca de la poesía de Francois Villon, de la afición a la taberna y la aventura. Dejamos el diario y echamos a caminar por esas calles que Raúl conocía palmo a palmo. Fuimos a comer a un fondín, frente al mercado de Abasto. Los camiones rebosantes de verduras y de frutas llenaban la calle. El puchero y el vino fueron generosos. Era una hermosa noche, empañada, en parte, por un compañero muy sectario, que recitaba, sin fervor, su catecismo político. Mi extrema juventud hizo que me violentase inútilmente. Raúl se interpuso. El otro se fue. Al salir de la fonda, ya con la luz del día, Raúl me dijo:

–Lo que ocurre, Pedro, es que la madrugada y la Revolución cada vez tienen peores compañías.397

González Tuñón se suma a la campaña contra el peronismo desde las páginas de La Hora y Orientación. El domingo 24 de febrero de 1946, día de las elecciones presidenciales, publica en la primera plana del diario del PC un texto que funciona como editorial:

Hay que votar contra el peronismo en cuyas filas se encuentran los traidores y espías, los verdaderos vende patrias denunciados por el pueblo argentino antes que el libro azul lo pusiera en la picota pública internacional. Contra el peronismo insultador de las mujeres y apañador de niños, contra el peronismo que dejó desnudas las arcas y las bibliotecas de los sindicatos asaltados. Contra el peronismo que ofendió la cultura y a la tradición nacional llevando al Consejo de Educación y a las aulas y direcciones escolares a los Genta, Marechal y otros malvados y atropellando a los estudiantes que en la historia de la resistencia tendrán un puesto de honor junto a la combatiente clase obrera auténtica que a través de su vanguardia, el Partido Comunista, llevó el peso de la lucha contra la dictadura en los años más atroces. Contra el peronismo que arrancó de los bajos fondos sociales a los peores elementos lúmpen, desclasados y mujerzuelas, delirantes que han participado en los candombes mazorqueros de la avenida 9 de julio, de plaza Once y de Luján dejando en los ojos la indignación y el estupor a los argentinos verdaderos, una visión infernal de estampas calcadas de la época del tirano Rosas. El candombe y la muerte, he aquí otra clara definición del nazi peronismo. Y porque el nazi peronismo es el candombe y la muerte y significaría la reconstrucción absoluta de la mazorca, la entrega del país a las supervivencias nazi fascistas o las grandes empresas imperialistas, hoy votamos contra el nazi peronismo. Hoy votamos contra el candombe y la muerte. Vamos a aniquilar el nazi peronismo.398

Meses después, en Orientación –“La voz que no calla”–, retoma las líneas generales de sus argumentaciones para denunciar que “todos los serviles del nazifascismo-falangismo” y “todas las ‘viudas inconsolables de Goebbels’” emprenden ahora “una repugnante y cobarde campaña de intimidación, cargada de espíritu turbiamente vengativo y de incitación abierta al crimen contra la dignidad, la libertad y la inteligencia”. “Y otra vez vuelven a resonar los típicos gritos: ‘¡Abajo la cultura!’, ‘¡Muera la inteligencia!’, ‘¡Viva Rosas!’”. Y asume la primera persona:

A mí, particularmente, no me asutan las amenazas de los plumíferos de la Dictadura y el continuismo. Mi voz no ha callado ni callará. ¡Quieren resucitar la ‘vendetta’ de las vandas sicilianas y hacernos olvidar que fueron justamente denunciados por espías y traidores y que algún día tendrán que responder ante la justicia por su crimen de lesa patria!399

Poco después, aparece un pequeño recuadro, sin firma, en la página literaria del semanario –“Desagravio al escritor Jorge Luis Borges”–, que da cuenta de un banquete en homenaje al escritor en el restaurante Marconi, en el Once, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), por entonces presidida por Barletta. La comida, a la que asiste el socialista Alfredo Palacios, se convierte en una reunión opositora.400 El nuevo gobierno de la Municipalidad porteña había “ascendido” a Borges de su puesto de auxiliar primero en la Biblioteca Miguel Cané ­–Carlos Calvo 4319, en el barrio de Almagro–, a inspector de aves en los mercados comunales.

Al finalizar la reunión, Borges, Petit de Murat, Adolfo Bioy Casares y Lysandro Galtier salen juntos. En el grupo está González Tuñón: “Me acuerdo perfectamente. Como viejo amigo mío de tantos almuerzos en su casa a donde [...] íbamos con Enrique, Borges me tomó cariñosamente del brazo; hacía siglos que no nos veíamos y me dijo: ‘¿Cómo te va Rául? ¿Qué hacés? Mirá, voy a sacar una revista, Gaceta de Buenos Aires [sic], ¿por qué no me mandás un poema?’ Bueno, le mandé dos: uno se llamaba ‘Poema a Valparaíso’ [sic] y el otro ‘La polka de la tarjeta de cartón’ [sic]. Los publicaron, y además me los pagaron. Una revista que tuvo una vida fugaz, pagada por una señora amiga de Borges.”401

En realidad, González Tuñón se confunde: la revista en cuestión es Los Anales de Buenos Aires, donde Borges publica por primera vez el cuento “Casa tomada”, del escritor treintañero Julio Cortázar. “Polka de la tarjeta de cartón” y “Poema de Valparaíso” –así son sus títulos correctos– aparecen en el Nro. 9 (septiembre de 1946) y en volumen conjunto 15-16 (mayo-junio de 1947). Los versos que González Tuñón dedica al puerto chileno ya habían sido publicados en el segundo número de Expresión, en enero de 1947, una revista dirigida por Héctor P. Agosti.

“Por las rutas del norte argentino”

González Tuñón agradece siempre al periodismo porque los viajes realizados para distintas coberturas le permitieron conocer los rincones más alejados del país y algunas naciones americanas y europeas. La juvenil aventura por La Rioja, la labor como corresponsal de guerra en la España republicana, la categoría de “corresponsal viajero” en Crítica y la residencia-exilio en Chile nutrieron al poeta de vivencias con otras gentes, otras costumbres, otros ámbitos.

Últimos meses de 1949. González Tuñón transita “por las rutas del norte argentino”. Y ese será el nombre de una serie de notas publicadas por Orientación entre octubre y noviembre, en forma consecutiva.402 La primera aparece el 19 de octubre: “Entrada a la realidad tucumana”. La crónica está acompañada por el poema “El éxodo”, que integrará su libro Hay alguien que está esperando.

En un recuadro de presentación con el nombre y un dibujo del rostro de González Tuñón, el semanario afirma que “no duda que estas notas o impresiones del poeta de nuestro partido, han de servir a la faena común de los argentinos en esta encrucijada nacional que requiere la unidad de todos para romper la costra del latifundio que ahoga al país, expulsar a los succionadores del imperialismo y levantar una patria libre y progresista”.403

En el comienzo del artículo, González Tuñón reflexiona sobre el periodista que fue y sobre el que es. Ayer, para Crítica, “sólo nos interesó el lado puramente objetivo, pintoresco y sensacionalista” de Tucumán, donde fue a cubrir un conflicto entre los ingenios y los trabajadores. Hoy, para Orientación, “vamos con otros ojos que han visto leguas y leguas de mares y cielos, y los caminos, los sucesos, los hombres, las guerras, los triunfos y las derrotas, los júbilos y las angustias de muchos países, en los días ansiosos, en años memorables... Por eso, nuestro compromiso de ahora es diferente, más profundo, mayor”.

En la actualidad, es un hombre que se acerca a los 45 años, con una militancia completa, con un compromiso poético maduro y alejado –sin que en ello exista un reniego o un arrepentimiento– del vértigo juvenil. Su escritura tiene un estilo claro, directo, con marcas de lo que tiempo después se conocerá como “nuevo periodismo” –presencia importante del autor en las notas, aunque su inclusión es a través del “nosotros”; subjetividades puestas al servicio del relato, entre otras características–, como ya lo había anticipado en los artículos sobre Villa Desocupación publicados en Crítica en la década anterior. Las consideraciones políticas se enlazan con las referencias literarias, que no trasuntan pedantería.

En Tucumán, reconoce las mismas maravillas de la naturaleza y de la geografía que en su viaje anterior, “pero todo eso no puede ocultarnos la otra cara de la realidad, el otro lado de la estrella y aquí mismo, a media hora de tren de la capital de esta provincia privilegiada, vemos los mismos ranchos, las mismas casas miserables de los campesinos y de los obreros del surco, las mismas viviendas sórdidas e insalubres de hace más de veinte años”. Su comprobación de la pobreza se traduce en bronca:

No son casas, no, son chozas. Ni tanto. A veces son cuevas. Algunas recuerdan las desaparecidas tolderías. ¡Y eso a escasos kilómetros de la capital del imperio azucarero!”. Pero también lo subleva el maltrato hacia el más débil y la crueldad de la miseria: “El tren se ha detenido un instante en la estación sin nombre. Cuando reanuda lentamente su marcha alcanzamos a oír el piropo procaz que un guarango le dirige, desde el estribo, a la muchacha flaca, descalza y sucia, detenida con ojos asombrados ante el tren, quizás soñando con ir un día a la remota Buenos Aires, oh, “bichito tusado”, y alcanzamos a ver al chiquillo igualmente flaco, descalzo y sucio disputando al perro los restos de comida en su escudilla.404

Cerca de la estación Ranchillos, a la espera de la reanudación del viaje, da una vuelta por el lugar y se detiene “ante una de esas increíbles viviendas”:

[…] una estrecha habitación en la que milagrosamente caben dos catres sobre los cuales deberá dormir toda una familia y una cocinita... Podemos ver, en el fondo de esa covacha, colgado en la pared, sobre uno de los catres, un retrato del entonces coronel Perón en su gesto habitual durante la campaña electoral previa al 24 de febrero... El anciano que está sentado sobre un tronco, junto a la puerta, nos pregunta de súbito:

–¿Qué está mirando, mozo?

–El retrato... –le decimos.

Sonríe el viejo.

–Ah... Entonces era cuando nos prometió vivienda y tierras... Todavía estamos esperando...

Y no dice más nada. Se encierra en un mutismo elocuente...405

Y pone versos de Atahualpa Yupanqui –“tan querido por los trabajadores del Norte argentino, y hoy ausente”– en boca de un muchacho que ayuda a su padre con las tareas del campo: “Las penas y las vaquitas/ se van por la misma senda./ Las penas son de nosotros,/ Las vaquitas son ajenas...”

Al llegar a San Miguel de Tucumán, observa la ciudad, se lamenta porque “prevalece cierta chatura” y lo atribuye a que “una oligarquía increadora, voraz, ociosa e indiferente, algunos de cuyos miembros conocieron París antes que Buenos Aires (de eso se jactaban ante nosotros, hace tiempo, durante nuestro reportaje para Crítica), y que sólo se preocupa de sus villas y de sus residencias lujosísimas, es culpable de este atraso, de este estancamiento”. “Los industriales no progresistas, tipificados en su negocio de fabulosas plusvalías, se han detenido en la explotación de la caña para azúcar casi exclusivamente, sin crear o impulsar las industrias que podrían derivarse de este generoso producto”, subraya y cita un documento del Partido Comunista tucumano que hace hincapié en la necesidad de “una reforma agraria profunda” y en “la expropiación y nacionalización de las fábricas azucareras”, entre otras propuestas.

La crítica al Gobierno y a su líder se desprende de inmediato: “Después de leer este patriótico llamado del Partido Comunista, pienso en el retrato descolorido del coronel Perón, colgado allá, en aquella choza, como un reproche mudo, mientras en los oídos del anciano trabajador del surco tal vez resuenan todavía aquellas palabras: ‘la tierra no debe ser un bien de renta, sino un bien de trabajo’, dichas en vehementes vísperas...”

En la segunda nota, “Visita a un ingenio”, González Tuñón describe su recorrida por el San Pablo, “uno de los 29” que existen en la provincia, aunque “en un tiempo funcionaron 84”. Si bien esa disminución no es “un índice de decadencia”, ya que “la producción es mayor, más intensa”, la situación se caracteriza por “el monopolio, el típico zarpazo imperialista, [que] trajo consigo el apaciguamiento de la competencia y su secuela. La explotación de las fábricas quedó en pocas manos, los ingenios más pequeños fueron devorados por los más grandes”.406

En su recorrida confronta con las desigualdades sociales que están a pocos metros de distancia. Las casas miserables de los trabajadores y las carpas de los “inmigrantes” santiagueños y catamarqueños, frente a la residencia rodeada de jardines de las autoridades de la fábrica. Con humor negro, los trabajadores les pusieron a sus barrios los nombres de las prisiones: “Ushuaia”, “Sierra Chica”, “Villa Devoto”, “Martín García”, “Tierra del Fuego”. El dolor y la muerte conviven con los obreros, donde las medidas de seguridad laboral casi no existen: “Aquí, una vez, cayó un obrero, los dientes de acero lo trituraron, lo deshicieron... Desapareció prácticamente mezclado con la caña”.

De regreso a la ancha avenida de tierra que nos lleva a la fábrica observamos que frente al Hospital del Ingenio (San Pablo es uno de los pocos que cuentan con hospitales), se está construyendo una iglesia que promete ser grande y magnífica. Es visible la trágica paradoja: ¿Por qué no agrandar y modernizar este triste, viejo y estrecho hospital que no alcanza a cubrir las necesidades de quienes precisan más los cuidados de la ciencia que los supuestos consuelos espirituales?407

El poema “Zafra”, que también incluirá en Hay alguien que está esperando, acompaña la nota.

En “Ni tierras ni viviendas”, González Tuñón plantea el drama del “trabajador del surco”, el obrero que corta la caña para proveer a los ingenios, que “son casi siempre engañados por los patronos que desde tiempo inmemorial se distinguen por la burla a las leyes y aún ahora, pese a ciertas mejoras obtenidas y a la sindicalización, se las arreglan para seguir burlándose, ante la indiferencia o con la complicidad de algunos jerarcas sindicales que empiezan a ser rotundamente repudiados por los trabajadores, como ocurre en todo el país”.408

La desocupación que crece cuando el ingenio no opera y el incumplimiento de las leyes laborales “es el ‘paisaje’ que no ven los turistas y los ‘huéspedes distinguidos’ del Ingenio y han olvidado, al parecer los diputados ‘obreros’ y los jerarcas sindicales”.

[...] Bajo el sol que empieza a entibiar la mañana que había apuntado sombría, conversan tres trabajadores del surco. Son tucumanos. Alguien muestra un recorte y comentan. Se trata de lo que dijo el diputado Lema.

–Cosas de los diputados De y Para –exclama uno–. Y nuestros dirigentes, que se las traen... ¿Ven lo que les dice Fulgencio Bildoza? Fueron a Buenos Aires a conseguir el aumento de los salarios, y volvieron con el aumento, sí, pero del precio del azúcar...

De y Para bautizó Fulgencio Bildoza a los diputados Lema y Villacorta, porque constantemente la crónica social de La Gaceta consigna los viajes de estos señores. De y Para Buenos Aires, etc...409

De Tucumán se traslada a Salta y escribe “En el pago de Güemes”, que publica junto al poema “Epitafio. Aquí yacen cuatro obreros peronistas asesinados por el escuadrón de seguridad del gobierno peronista de Salta”. Otra vez se encuentra con un panorama signado por la pobreza y la desigualdad:

[…] aún existen restos de feudalismo, más que en el campo tucumano, siendo parecidas las condiciones de vida y de trabajo de las clases laboriosas, obreras y campesinas y, en parte, peor.

Unos pocos señores de horca y cuchillo son los dueños de la tierra. Encabézalos el tristemente célebre latifundista, explotador, fraudulento y cavernícola Robustiano Patrón Costas, que posee innumerables territorios y es, como es sabido, propietario del Ingenio San Martín del Tabacal que, según me dicen, vale por tres ingenios tucumanos, o más, y no tiene competencia en Salta, ya que sólo funciona el San Isidro, lejos de allí.410

González Tuñón evalúa que las condiciones sociales y políticas de la provincia, al igual que Tucumán y Jujuy, son similares: “la misma amenaza de crisis, idéntico descontento en el pueblo por la creciente carestía de la vida, el mismo gran despliegue de propaganda oficialista, las mismas trabas y, particularmente en la clase obrera y campesina, idéntico, vehemente repudio a los jerarcas sindicales y desilusión por el incumplimiento de las promesas”.

En el ingenio San Isidro, “propiedad de la familia Cornejo, uno de cuyos miembros es don Lucio Cornejo, el que fuera gobernador ‘descamisado’ de la provincia hasta hace poco”, están empleados trabajadores salteños y bolivianos. “Bajo su gobierno –señala– ocurrieron los trágicos sucesos del 18 de abril”, a los que se refiere el poema “Epitafio”.

El “Escuadrón de Seguridad” y el Ejército reprimieron a la gente que reclamaba por la baja de los precios de los artículos de primera necesidad: cuatro obreros murieron. González Tuñón va a la casa de una de las viudas, que vive en Villa Cristina, un asentamiento de los alrededores de la capital. “Hemos hecho gestiones –dice la mujer– para que se castigara a los culpables, pero fue en vano. También hemos reclamado que se nos asignara una pensión, pues quedamos en la miseria. Pero es inútil, hasta ahora no nos han respondido ni los senadores ni los diputados.”411

“Jujuy: la del éxodo”. La descripción de los paisajes y las gentes no es ingenua. Bajo el subtítulo “Hombres como bestias”, González Tuñón recurre a una prosa descarnada para adentrarse en la realidad de la provincia, en la que “el tren de los coyas” se transforma en “el tren de los esclavos”, un convoy repleto de argentinos y “hermano bolivianos” “oscuro, chirriante, sucio, caluroso, maloliente, espantoso tren... cargando destinos anónimos y dolor, dolor que dice de las peores condiciones de vida y de trabajo”.412

En esta nota reaparece la preocupación del periodista por el crecimiento de las villas miseria, en este caso en Jujuy, y las “consignas de la campaña electoral” del peronismo sobre “tierra y viviendas” que no ve cumplidas.

En la capital de Santiago del Estero, recorre el matadero municipal, donde “se faena en pésimas condiciones en medio de la humedad y los olores penetrantes” y se usa un “sistema tan rudimentario que, según se nos dice, exige un triple de esfuerzo”.

El barrio de los alrededores está compuesto por “casas miserables” y con calles que son “verdaderos basurales, depósitos de toda clase de desperdicios”, en donde juegan los “niños descalzos”, en medio de cerdos que entran y salen de las habitaciones. Junto al matadero hay un baldío donde entierran a los animales muertos por enfermedad. Están “a flor de tierra. Los chanchos meten allí sus hocicos y los chiquillos juegan con las osamentas”. Dice una mujer del barrio: “Aquí nunca ha venido el Gobernador... Y hace poco, por jugar con las carroñas, murió un chico atacado de carbunclo...”.

Luego, González Tuñón va a los Talleres Metalúrgicos de Santiago. “Dentro de ese enorme esqueleto de madera podrida y hierros oxidados –describe–, bajo los techos de cinc agujereados y roñosos, máquinas y hombres se rozan en increíble amontonamiento y tropiezan entre el estruendo, el humo y las chispas. El patrón, que ha acumulado ganancias fabulosas a lo largo de los años, insiste en explotar esa ruina, sin que se haya tomado ninguna medida para expropiar y modernizar semejante fuente de riqueza.”

La nota se llama “En tierras de Pablo Henríquez”. ¿Por qué? Con este título, González Tuñón homenajea a Pablo Enríquez –sin hache en su grafía correcta–, fundador del Partido Comunista en Santiago del Estero.413

Si se dejan a un costado algunos clichés de la prensa partidaria en general presentes en las notas de González Tuñón –tanto en El Siglo como, en este caso, en Orientación– y se aprecia la integralidad del trabajo periodístico, hay una valoración positiva de los textos como instrumentos de información, divulgación y concientización sobre los problemas que sufre el país.

En la década de 1930 su labor periodística en Crítica y en otros medios menos masivos, posibilitó que la sociedad conociera el surgimiento de Villa Desocupación, el primer asentamiento de ese tipo en Argentina, a un puñado de metros del centro de la ciudad; casi veinte años después su máquina de escribir construye estas crónicas de las miserias y las injusticias de las provincias del norte argentino.

Orientación sale por última vez el 21 de diciembre de 1949, con su número 520. Una ley para honrar la figura de José de San Martín, en el centenario de su muerte, se convierte en un instrumento de persecución para la prensa gráfica opositora, que debe imprimir en su portada la frase “Año del Libertador General San Martín”. Una comisión parlamentaria bicameral, presidida por el diputado José Emilio Visca, es la encargada de controlar la norma, una excusa para cumplir con una función censora que se despliega por todo el país. Un centenar de publicaciones son clausuradas, entre ellas Orientación y La Hora.

En Clarín

Por esos años empieza a colaborar en el flamante diario Clarín, fundado el 28 de agosto de 1945 por Roberto. J. Noble, aquel político al que el poeta había dirigido alguno de sus brulotes desde Contra. Entre sus primeros trabajos figuran el cuento “La muerte del Fantoccino” (3 de noviembre de 1946), que luego incluirá en Crónicas del País de Nunca Jamás; el poema en prosa “La canción de los perros de Trineo” (22 de diciembre de 1946) y “El viejo puente” (9 de febrero de 1947). “Breve historia del circo criollo” (19 de octubre de 1947) aparece firmada por “Juancito Caminador” en la primera página de la Segunda Sección del diario, “Literatura, Cines, Teatro, Modas y Pasatiempos”. Y así lo presenta el matutino:

Con Juancito Caminador, ha llegado a CLARIN la creación de un poeta auténtico. Personaje de magia, fábula, cuento y lirismo, Juancito Caminador conoce los rincones más pintorescos de nuestra ciudad. Y también la historia de sus calles, sus tabernas, el puerto, los barrios y las fabulosas madrugadas de las esquinas de Corrientes. Y si bien Juancito Caminador es porteño de nacimiento, anduvo otros caminos del mundo. Materia de sueños alucinantes, este delicioso duende cantor nos relata para los lectores de CLARIN, los días antiguos de la lona del circo criollo. En otra oportunidad Juancito Caminador nos dirá... ¿Qué nos dirá Juancito Caminador?... Bueno, los secretos de la magia no se anticipan, porque Juancito Caminador, como todos los personajes de sueño, gusta de la sorpresa...

En 1948, González Tuñón entra en forma efectiva al matutino y vuelve a compartir una redacción con viejos amigos: Córdova Iturburu, Nalé Roxlo, Portogalo, Agosti, Guibourg, Santiago Ganduglia, Luis Cané, Lisardo Zía, entre tantos otros. Ese grupo de periodistas y escritores veteranos quedaría relegado a tareas consideradas secundarias o de menor significación entro del diario. Un entonces joven cronista dirá que “en su mayoría [estaban] ubicados en una larga mesa a la que se llamaba en la Redacción ‘craneoteca de los genios’”, en alusión a un famoso programa radial de la década de 1950.414

González Tuñón da su versión de su ingreso a Clarín:

Después de la muerte de su director415, el diario Crítica estaba en permanente conflicto y Roberto Noble aprovechó para llevarse a su diario a dibujantes, diagramadores y ex secretarios de redacción. A mí me encargaron la crónica de los teatros independientes; había muchos, varios de ellos extraordinarios, en la capital y en el Gran Buenos Aires.

Durante muchos años fue una tarea muy grata estimular a ese gran movimiento que dio tantos excelentes actores, actrices, directores y hasta autores a la escena nacional. El movimiento terminó principalmente por razones económicas, cuando perdió sentido la consigna “Cuatro tablas, una cortina y una pasión”.416

Al año siguiente, el dramaturgo Carlos Gorostiza estrena El puente en el Teatro La Máscara. Luego, Narciso Ibáñez Menta dirige una obra del joven autor, El fabricante de piolín, en El Nacional. Gorostiza recuerda:

[…] me llaman por teléfono del diario Clarín y me piden una entrevista. Arreglamos cita en un café que no existe más, Pedigrí. Y el hombre me dice, para que lo reconozca, que va a estar con el sombrero puesto y el diario Clarín sobre la mesa. Entro y veo un flaco con esas características. Hablamos un rato y de pronto empezamos a charlar de poesía. Entonces le pregunto si se dedicaba al periodismo o hacía algo más y el tipo me responde “Bueno, en realidad yo soy poeta”. ¿Y quién era? Raúl González Tuñón. Se me cayeron las medias, los calzoncillos. Le dije “Estoy avergonzado. Cómo usted me va a hacer un reportaje a mí”.417

Y, sin salir de su asombro, Gorostiza le cuenta que cuando tenía 16 años trabajaba en la empresa Bunge & Born como apuntador. Cierta vez se detuvo en una librería de viejo de la zona del Bajo y un título le llamó la atención: La calle del Agujero en la Media. Lo compró con la intención de divertirse con sus amigos. Pero cuando empezó a leer los poemas no pudo despegarse. Ese había sido su primer contacto con el poeta-periodista.418

Los vínculos de González Tuñón con el teatro independiente se remontan a los tiempos en que Barletta funda el Teatro del Pueblo, en 1930 (aunque el acta formal se firma al año siguiente). En ese escenario estrena, entre 1934 y 1936, El desconocido (La calle donde yace el corazón), un drama en un acto; Reunión a medianoche (La casa de remate), una fantasía dramática en un acto y dos cuadros; y La cueva caliente, farsa en tres actos.

En colaboración con Nicolás Olivari, escribe el drama en tres actos Dan tres vueltas y luego se van, publicado en 1934 por la editorial Tor, pero estrenado en 1958 en La Máscara, con dirección de Carlos Gandolfo.

Otro vínculo importante es su relación con el Núcleo de Escritores y Actores (NEA), bajo la dirección general de Augusto Guibourg, que dan a conocer un programa para la temporada de 1935 del Teatro de la Comedia, en el que González Tuñón tenía previsto participar con la obra Los últimos reyes del mundo.

CAPÍTULO 5. LA MADUREZ APASIONADA

– ¿Qué pensás de la muerte?

– La veo como algo que tiene que ver con la vida, con el otro lado de la vida. Con un pie en la dialéctica y otro en el panteísmo, creo que “nada se pierde y todo se transforma.

– ¿Le tenés miedo?

– No, en principio, pero sí cuando pienso que me va a apartar de los seres queridos, de todo lo que amo en el país y en el mundo, de esta hora de renacimiento de los pueblos africanos y latinoamericanos.

– ¿A qué cosa le tenés miedo?

– A que gobierne la Argentina un gobierno militar.

(Fragmento de la entrevista de Horacio Salas a Raúl González Tuñón, realizada entre enero y junio de 1973, reunida en Conversaciones con Raúl González Tuñón)

De Continente a Cuadernos de Cultura

En forma simultánea con la tarea diaria en Clarín, González Tuñón continúa su labor periodística en otros medios, como las revistas Continente –nacida en 1947 por impulso de Oscar Lomuto y Joaquín F. Dávila[419]–; Propósitos –1952, Barletta–, Nuestra Palabra –1950, Mario Damiani–; Cuadernos de Cultura –1950, Agosti y otros– y Gaceta Literaria –1956, Pedro Orgambide y Roberto Hosne–.

También colabora en distintas publicaciones de la editorial Abril. Onofre Lovero, que trabajaba en la empresa y llegó a coordinador gráfico del taller, recuerda a González Tuñón llegar al edificio con sus aportes: unos textos breves de “relleno” para diversas revistas.420 Un día, González Tuñón se entera de que la editorial estaba en busca de nuevas tiras de historietas. Decide que quiere probar suerte como guionista y se presenta junto con el joven dibujante Julio Álvarez Cao. Pero es rechazado; en cambio su compañero consigue trabajo –aunque durará poco tiempo– y empezará una ascendente carrera, con creaciones como “El cabo Savino”, entre otras.421

En el segundo número de Continente, González Tuñón hace su aporte inaugural en ese “mensuario de arte, letras, ciencias, humor, curiosidades e interés general”, con “La muerte del prestidigitador”, en la sección “El mejor poema del mes”. “Sentido y hermoso verso de Raúl González Tuñón, que ha paseado su musa por todos los caminos del mundo. Su cuerda poética resuena como una de las más valiosas de nuestra lírica por su dignidad de inspiración y su hondo acento emocional”, señala un texto en castellano y en inglés que acompaña al poema.422

Continente es una publicación impulsada por el peronismo, un intento por contrarrestar la influencia de Selecciones del Reader's Digest en el ámbito americano. En algunos de sus artículos y en las producciones fotográficas resalta ese sesgo ideológico –las imágenes de Perón y Evita se multiplican en cada número, como las de otros funcionarios del gobierno–. Pero esa línea no impide que González Tuñón aporte artículos evocativos en los primeros números. Seguramente, su amigo César Tiempo, cercano al peronismo y que colabora desde el primer número, lleva a González Tuñón a colaborar en el mensuario.

Ya en ese primer número se percibe un ambiente tuñoneano: una nota sobre Enrique González Tuñón, firmada por Alberto Sánchez Elía, y otra sobre el bodegón El Puchero Misterioso –en la que se menciona a los hermanos Tuñón–, sin firma.

Tras el debut en el número 2, aparecen los textos en prosa “Las estatuas ausentes” (Nro. 3, junio de 1947), “Radiografía de la Cortada de Carabelas” (Nro. 4, julio de 1947), “La mudanza” (Nro. 5, agosto de 1947)423, “El lavadero chino” (Nro. 6, septiembre de 1947), “El recuerdo de Ernesto Ponzio” (Nro. 7, octubre de 1947), “Santa Fe, canasta del pan” (Nro. 8, noviembre de 1947), “La provincia ondulada” (Nro. 9, diciembre de 1947) y “Cada loco con su tema” (Nro. 10, enero de 1948).

En el número 9, además de la nota mencionada –una semblanza de la provincia de Entre Ríos–, aparece el relato “El vendedor honrado”, pero sin firma, que se repite en número 15 (junio de 1948) y que ya había sido publicado en El otro lado de la estrella.

En el número 6, el relato “La niña de moda” no lleva firma, pero pertenece a González Tuñón que, una vez más, se esconde en el anonimato. Con algunas modificaciones, el texto aparece publicado en su libro póstumo El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo. Y en Canciones del Tercer Frente un poema con el mismo nombre anuncia parte de la historia que luego será ampliada en la versión narrada.

Otra curiosidad: en el número 4 de Continente, bajo el título “Cataplasmas de buen humor”, se reúne una serie de frases cortas con pretensiones graciosas, firmadas por “Juancito Caminador”. No parecen haber sido creadas por el poeta: son de un estilo diferente. Un ejemplo: “Mucho más que esa cruz de brillantes colgando del busto sumamente descotado de una dama, nosotros admiramos el calvario”. La firma se mantiene en varios números hasta que es cambiada por “Juancito Qualunque”.

El escritor y periodista Lubrano Zas recuerda una nota del poeta a raíz del discurso de asunción de Arturo Capdevila como miembro de la Academia Argentina de Letras. Capdevila “en su discurso de recepción académica, de corte típicamente reaccionario, ignora el sentido y la importancia de la saludable guerrilla literaria del 22”.424 En Continente, no hay ninguna nota firmada por González Tuñón sobre este tema. Sin embargo, un artículo sin nombre de autor, reúne las características que Zas evoca a la distancia y confiado en su memoria:

Evar Méndez fue el promotor y animador de lo que ahora puede justamente llamarse saludable y magnífica aventura que renovó el aire de nuestra ciudad. Muy pronto Oliverio Girondo, recién llegado de Europa, pone su hombro con entusiasmo singular y generosidad amplia y Martín Fierro se defiende, para ser, durante años, el vocero de una inquietud literaria y artística de tipo nacional y proyección continental.

El mérito de Martín Fierro no fue solamente el dar a conocer nuevos valores. También tiene el honor de haber promovido la polémica más resonante y positiva en nuestro medio. Se trata de la pugna entre “Florida” y “Boedo”. […] Algunos de la animada generación han muerto, otros se han callado, los más permanecen en una renovada inquietud y varios participan en ardientes militancias. Tanto los de Boedo como los de Florida exageraron y fueron injustos al tratar figuras del pasado y del pasado inmediato. Ello se debió, sin duda, al calor de la pelea. Hoy, hecho estético y hecho social son una sola cosa. El equilibrio.425

¿Por qué habían molestado tanto las palabras de Capdevila a González Tuñón? En aquella oportunidad, el nuevo integrante de la Academia había afirmado que con los jóvenes escritores “nos fue rotundamente mal”, a pesar de que los de su generación “los esperábamos sonrientes”:

No valió la actitud amistosa. Eran iconoclastas. Rendían culto a la violencia. Traían la guerra. Nos acusaban desde sus veinte años, de algo que juzgaban afrentoso: de que hubiéramos cumplido los treinta... Como si se tratara de la formación de una milicia de choque, lo que más importaba era la edad juvenil y el gesto desenfadado. Fue una hora trabajosa. Hubo trincheras y torres armadas desde Florida hasta Boedo. ¡A bien que los grandes diarios –ciudadelas para el caso– quedaron tan libres como correspondía en medio de la descomunal contienda!

La negación era la divisa de las nuevas brigadas; la negación de todo o de casi todo lo que se había hecho antes. Era la negación su divisa y la partida de defunción el procedimiento inmediato. El ambiente local se llenó de epigramáticos, más o menos reveladores e intencionados epitafios. Casi todos los que estamos aquí debimos fallecer muchas veces...426

En Propósitos, González Tuñón colabora habitualmente. Por ejemplo, en la edición del 12 de noviembre de 1953 sale “Volveremos cantando, volveremos”, dedicado “a las bases de Albacete, Ávila, Barcelona, Bilbao, Cádiz, Coruña, Islas Baleares, Islas Canarias, León, Lugo, Madrid, Murcia y Sevilla, entregadas por el franquismo a los imperialistas yanquis” (en La veleta y la antena lleva el título “La sombra sobre el mapa”). El periódico funciona en el subsuelo de Diagonal Norte 943, sede del Teatro del Pueblo, dirigido también por Barletta.

El periodista Norberto Vilar aporta una anécdota risueña sobre este “poeta de la ciudad que vive poéticamente”: “Un día, cruzando la plazoleta que tenía el Obelisco, lo veo a Raúl que daba vueltas y miraba. Estaba en esa pose típica de él con el dedo en el labio. Siempre parecía que ya volaba –¿volverá de esto que está pensando?–. Y le digo ‘Raúl, ¿cómo te va?’. ‘Ah, cómo te va, Norberto. Sabés, tengo que verlo a Barletta. ¿Dónde queda la Diagonal?’. Era un jueves. Los jueves iba Rodolfo Ghioldi a verlo a Barletta, no a hablar de política. Hablaban de cualquier cosa, menos de política. Y se habrá quedado este trío, personajes...”.427

Nuestra Palabra comienza a circular el 6 de marzo de 1950 de manera muy precaria –hasta el número 4, un solo pliego, en formato similar al tabloide­­– y se convierte en el único medio gráfico partidario ante la clausura de Orientación y La Hora. “Periódico bonaerense: antioligárquico, antiimperialista, por la paz” es su lema en los primeros números, hasta que en el 12 ­(9 de agosto de 1950) cambia por “Órgano del Partido Comunista”.

Aquí, González Tuñón publica por primera vez los poemas “¡Fuera esas manos tintas en sangre de Corea!” (Nro. 12), conocido como “Coral Corea 1” desde su inclusión en Hay alguien que está esperando, y “Coral Corea” (Nro. 95, 27 de febrero de 1952), “Coral Corea 2” en el mismo libro.

Cuadernos de Cultura es la expresión de mayor peso intelectual del comunismo hasta la década del ’60 cuando surgen otras publicaciones que toman distancia de la conducción partidaria. El primer número sale en agosto de 1950 en medio de una persecución contra la prensa opositora por parte del gobierno justicialista, que tuvo como máximo exponente el accionar de la denominada “Comisión Visca” y el retaceo del sumistro de papel para las publicaciones no oficialistas. Esa situación hace que el ejemplar inicial aparezca mimeografiado y los siguientes salgan a la calle de manera espaciada.428

Las colaboraciones de González Tuñón en Cuadernos de Cultura, aunque esporádicas, dejan ver un itinerario claro de sus preocupaciones estéticas y políticas, en un momento de su vida donde los jóvenes empiezan a frecuentarlo como los discípulos a un maestro. Comienzan en el cuarto número, de diciembre de 1951, con “El caso de Madame Victoria Ocampo”. Allí cuestiona la trayectoria de la escritora, a quien califica de “propagandista del Departamento de Estado” de EE.UU.

Desde que su nombre empieza a ser conocido en el ambiente cultural, el poeta critica a la fundadora de Sur, a excepción del breve período de la Segunda Guerra Mundial cuando la causa contra el fascismo es común. Una muestra de ello es “Carta a Victoria Ocampo y otros amigos de Francia”, en Canciones del Tercer Frente.

En esta nueva nota deja en claro: “V. O. trajo, además, al país, a valores internacionales, como Tagore y Ansermet, pero trajo también la plaga Ortega y Gasset, el verborreico filosofante de espalda flexible que ayer llorara en la amansadora de Oliveira Salazar y hoy en uno de los falderillos de Franco, y a Keyserling, que fuera otro de los ‘consoladores de la burguesía’, como tan justamente calificara el gran Gorki a esta laya de simuladores de talento –que aquí se llaman ahora Ernesto Sabato y otros por el estilo–”.429

El número 11 está dedicado íntegramente a Stalin, que acaba de fallecer. Luego de un texto editorial sobre el líder soviético, sigue una “Declaración”, firmada por un grupo de “intelectuales comunistas argentinos”, en la que resaltan la doctrina soviética. Entre ellos está González Tuñón, que contribuye, además, con “Mi último poema a Stalin”.430

En el siguiente, se reproduce “La batalla del espíritu”, discurso que González Tuñón pronuncia en el Congreso Continental de la Cultura, realizado en Santiago de Chile, del 26 de abril al 2 de mayo de 1953.431

Un año después, (Nro. 17, agosto de 1954), publica el artículo “Neruda”, en homenaje a los 50 años del poeta chileno y en el ejemplar siguiente, (Nro. 18, octubre de 1954), aparece el poema “Alguien viene: cantemos (Bienvenida a Ilya Erenburg)”.

Después de una réplica de González Tuñón a una nota crítica de Roberto Salama sobre Güiraldes y Don Segundo Sombra (Nro. 23, diciembre de 1955), pasará más de un año hasta que vuelva a publicar.432 En el número 28, de marzo de 1957, aparece “En el día de Rodolfo Ghioldi”, un texto homenaje al cumplirse sesenta años del nacimiento del dirigente comunista.

En el número siguiente, mayo de 1957, se anticipan algunos poemas de su próximo libro, A la sombra de los barrios amados, con una nota introductoria firmada con las iniciales JCP: se trata de Juan Carlos Portantiero, años más tarde expulsado del PC junto con otros jóvenes militantes.

A partir de entonces, la presencia de González Tuñón en la revista es cada vez más esporádica. Con “Maicovski de nuevo entre nosotros” retoma el análisis de la obra del poeta ruso, en el número 34, de marzo de 1958. Participa en un debate sobre poesía junto a Juan Gelman, Julio Huasi y Héctor Negro, entre otros (Nro. 49, septiembre-octubre de 1960); hace un balance de las artes plásticas del año anterior en “Plástica 1960” (Nro. 51, enero-febrero de 1961); en el número siguiente (marzo-abril de 1961), paradójicamente, publica dos notas con temas de su interés: “Ubicación de Evaristo Carriego” y “Siqueiros en la cárcel”; y con el ejemplar 54 (noviembre-diciembre de 1961) hace su última colaboración de esta etapa: “Castagnino: conducta y vocación insobornables”.

Si bien su nombre volverá a aparecer en comentarios de sus libros o en semblanzas sobre su figura, su palabra no regresará hasta el número 85, de septiembre-octubre de 1967433 con su participación en el debate “Alcances y límites del realismo en la plástica”, junto con Juan Carlos Castagnino, Helio Casal y Luis Falcini, entre otros.

Sus poemas retornan en el número 91, de septiembre-octubre de 1968 (Nueva Época Nro.7), cuando se anticipan varios textos de El rumbo de las islas perdidas, y en el número 100, marzo-abril de 1970 (Nueva Época Nro.16), con “Esbozo para un canto a Lenin”, dentro de la antología “Lenin en la literatura”, que también incluye poemas y textos de Álvaro Yunque y Vicente Huidobro, entre otros.

Para el número 102, julio-agosto de 1970 (Nueva Época Nro.18), escribe “Veinte años de Cuadernos de Cultura en las artes plásticas” y al número siguiente aporta “Réquiem para un pintor ingenuo” e “In memoriam Ana Frank”, dentro de la selección “La literatura militante”.

En el número 111, enero-febrero de 1972 (Nueva Época Nro.27), hace el comentario del libro Historia crítica de los judíos, de Alfredo Bauer. Su firma retorna varios meses después para recordar a un amigo cercano, en “Portogalo: el lirismo de la emoción fraterna”, en el número 121, septiembre-octubre de 1973 (Nueva Época Nro. 37), y a un amigo lejano, en “Datos para una imagen de Pablo Neruda y su tiempo”, en el ejemplar siguiente.

Esa es su última colaboración en la revista. En el número 126, de septiembre-octubre de 1974 (Nueva Época Nro. 42), se publica un recuadro con el anuncio de su muerte, ocurrida en agosto de ese año y dos números más tarde, marzo-abril de 1975 (Nueva Época Nro. 44), un tercio de la revista está dedicada a recordar al poeta, con textos de Elvio Romero, Barletta, Guillén, Yunque, Juan José Manauta, Hamlet Lima Quintana, Lubrano Zas, Daniel Freidemberg, Marcelo Cohen y Juan Alberto Núñez.

Las discontinuidades de González Tuñón en Cuadernos de Cultura pueden interpretarse dentro de las tiranteces que el poeta mantiene, en especial en los años 60, con algunas autoridades partidarias y su acercamiento a los jóvenes poetas comunistas que comienzan a discrepar –con intensidades diferentes–con las directivas culturales del partido. Es así que encontramos a González Tuñón como “colaborador permanente” de Hoy en la Cultura y, el caso más emblemático, como “director de honor” de La Rosa Blindada.

Amor, trabajo y política

González Tuñón conoce a Nélida Rodríguez Marqués de la Matta en 1951. Se citan en la confitería “La Meca”. Ella le pide una colaboración para el boletín del Consejo Argentino por la Paz, una publicación vinculada al PC en la que trabaja. “Al mes ya habíamos decidido casarnos. Todo nos unía, empezando por la Guerra Civil Española. Yo había estudiado en el Liceo Nro. 1, uno de los dos que había entonces para chicas. Con guardapolvo, constituí entonces un núcleo de ‘Jóvenes Amigos del Bando Leal’ republicano. Con mamá recortábamos todo sobre España y allí tenía los poemas y los artículos de Raúl como corresponsal de guerra. Sí, conocía toda su poesía, pero era muy seriota a los 31 años, y él muy vívido y encantador a los 46”.434 Se casan en noviembre de 1952 y en enero de 1955 nace su único hijo, Adolfo Enrique.

A principios de noviembre de 1953, González Tuñón parte por primera vez hacia la Unión Soviética, invitado por el Instituto de Relaciones Culturales Argentina-URSS (IRCAU), a ocho meses de la muerte de Stalin. La delegación está encabezada por el presidente del Instituto, Manuel Armengol, e integrada por Héctor Agosti, Luis Gudiño Kramer, Ricardo Passano y Berta Perelstein de Bravslavsky, entre otros.

Durante el tiempo en que está de viaje, González Tuñón no recibe sueldo del diario y Nélida se pone a hacer algunos trabajos para llegar a fin de mes. La situación del matrimonio es ajustada. Vive en una casita alquilada en Amenábar 135, departamento 3, en el barrio porteño de Colegiales. Atrás, pasan las vías del ferrocarril Mitre. Al lado, habita la familia del actor Pepe Soriano.

El poeta pasa el Año Nuevo en China, donde tiene que ser internado por un problema de úlcera. Además de la Unión Soviética y China conoce Polonia (Varsovia) y Checoslovaquia (Praga). Regresa a principios de 1954 deslumbrado por los logros de los países socialistas. Como testimonio publica en septiembre de ese año Todos los hombres del mundo son hermanos y la crónica “Elogio de la vida soviética”, contenida en el volumen colectivo Al encuentro de dos culturas, también aparecido ese año.435

Al regreso, se reintegra a trabajar a Clarín. Está sin un peso, pero recibe una carta de felicitaciones y un “regalo”. Noble lo insta a ir a Casa Taw, ubicada en la Galería Güemes, y que elija la ropa masculina que deseara. Todo iba a la cuenta de Clarín. Modesto y tímido, el poeta sólo saca dos trajes y desoye a sus compañeros de trabajo que le insisten en que aprovechara la oportunidad para llevarse más ropa.436

Amor, trabajo y política. El Partido Comunista lo designa como candidato a diputado nacional por la Capital Federal para las elecciones del 25 de abril de 1954. Sus posibilidades de entrar al Congreso son nulas: está en el puesto 11. En los comicios se elige vicepresidente, ante el fallecimiento de Hortensio Quijano –vence Alberto Teissaire, el postulante peronista, y se renuevan ambas cámaras legislativas–.

Durante la campaña electoral, González Tuñón recita su “Poema al carnet del Partido”, en un acto en Plaza Italia437 una demostración de su fe incondicional al ideario comunista:



Humilde cosa de cartón florido,
pegado al corazón, donde palpita
y arde su hermosa llamarada escrita
con la rúbrica ilustre del Partido.



Quien lleva este carnet de militante
sabe morir con él; con él murieron
millones de soldados que cayeron
ascendiendo a la gloria en ese instante.

Y finaliza:



Parece poca cosa y es un grito...
Si llega el fin, o caigo en la pelea,
voy a llevar conmigo, adónde sea,
el querido carnet....¡tan pequeñito!

Por esos años planea publicar Crónicas de guerra, un libro con sus trabajos sobre la contienda entre Bolivia y Paraguay por el Chaco Boreal, la insurrección de los mineros en Asturias y la Guerra Civil Española, pero el proyecto no prospera.

“2 a 1”

En 1956 entra a trabajar a Clarín un muchacho de 21 años que “recién salía de la colimba”. Es su primera experiencia periodística. “Iba a hacer otras cosas, se suponía que tenía que ser médico, qué sé yo, pero en mi casa había relación con el subdirector de Clarín. Se había muerto mi viejo y yo quería laburar, tenía que laburar. Y entonces entré en Clarín”, recuerda Roberto Cossa. Había leído algo de la poesía de González Tuñón, pero en el diario lo conoce personalmente:

Sabía de él, pero como todos, típico de los pendejos... “eh, bueno, el viejo, está ahí, es poeta...” De todas maneras yo llegué a tener una relación, pero no le llegué a sacar todo el jugo. Si dijera “uy, si lo llego a encontrar ahora...”. Pero charlábamos mucho. Estuve un tiempo a la tarde hasta que me pasaron al turno de mañana. Yo era el che pibe, un aprendiz. Con otro compañero hacíamos un panorama de información de la mañana, todo lo que iba ocurriendo. En esa época el diario empezaba a funcionar después de las 3, 4 de la tarde. Llegaban los jefes... Nosotros ya teníamos preparado un memo con toda la información hasta ese momento. Él iba todas la mañanas a hacer sus crónicas de teatro independiente. Ahí lo conocí y hablábamos. Me acuerdo de un tipo hermoso, entrañable y su voz siempre... y su humildad, pero también con ciertas firmezas y ciertas posturas muy rígidas. Era muy comunista, muy prosoviético y muy estalineano. Era un admirador de Stalin. No lo quería nada a Khrushchev. Me acuerdo frases como “ese campesino bruto al lado de Stalin” y se atusaba –hacía así con la mano–, se atusaba el bigote y esa sonrisa...438

“Tito” Cossa recuerda el día en que los estadounidenses logran poner en órbita su primer satélite, el Explorer I, a principios de 1958: “Los rusos habían tirado dos sputniks y los yanquis no pegaban una, le fallaban. Hasta que un día lograron también poner en el espacio un satélite. Y entró Raúl, me miró y me dijo: ‘estamos 2 a 1’”. Días después del segundo lanzamiento soviético, González Tuñón había publicado en la prensa comunista el poema “La alegre canción del Camarada ‘Sputnik’”, luego recogido en Demanda contra el olvido.

El autor de La nona regresa a aquellos años juveniles, cuando Clarín estaba en la calle Moreno 840. En esa redacción “no había despachos. Era al estilo antiguo. Toda la cuadra. Había una oficinita donde estaba el secretario general, después entrabas y ya era toda la cuadra y había una mesa larga, donde estaban los secretarios de cada sección, y después cada periodista tenía mesa, una al lado de la otra. A la mañana éramos tres: mi compañero, yo y Raúl un poquito más allá, en el primer escritorio, entrando se sentaba ahí”.

Al trazar un perfil del poeta, destaca “su acento irónico. Dentro de esa cosa bonachona tenía sus palos, sus ironías. Me acuerdo la cara, esa sonrisa que a veces tenía. Tenía cierta picardía. Había un periodista que escribía teatro comercial, comercial no… es decir, era muy cuadrado, y siempre deslizaba alguna ironía”.

“Hablábamos todo el tiempo de la realidad, por supuesto con una preocupación política [...]. Era la época en que la política te invadía, la Unión Soviética parecía que avanzaba para siempre y en todo el mundo. Todavía no estaba la Revolución Cubana [...]”, rememora. Tras el triunfo de Fidel Castro y su ejército rebelde, Cossa deja Clarín y se suma a la experiencia de la agencia Prensa Latina.

Él lo quería mucho a Julio Huasi y nosotros no lo queríamos a Julio, por problemas de pendejos. Y él siempre me decía “por qué ustedes no lo quieren a Julio Huasi, es buen poeta”. Y es cierto, es buen poeta. Hablábamos de teatro [...]. Me comentaba los estrenos. Hablábamos de lo que se veía [...]. Él me preguntaba... es decir, yo lo escuchaba. Él tenía muy buena leche con los teatros independientes, tenía un especial cariño. Una vez se fue de viaje, creo que a la Unión Soviética439, se fue 15 días, y entonces me dejó la página a mí. En esos 15 días creo que hubo un solo estreno que escribí yo en la página de Raúl. Y me acuerdo que me dijo –porque yo como pibe era más duro, rígido–, me dijo “tratá de ser condescendiente”, que fuera generoso.440

Ese estreno es “Las nueve tías de Apolo”, de Juan Carlos Ferrari, en el Nuevo Teatro, que “debe ser la única cosa que firmé en Clarín”, recuerda.

“Era un hombre de una generosidad, de una humildad... Su ropa, su bonhomía, yo nunca lo oí gritar. Era un tipo muy respetado también, no tenía tampoco por qué gritar, me refiero que era un tipo así muy noble, muy humilde, muy honesto, muy transparente, realmente era muy querible Raúl.” Cossa destaca una característica de González Tuñón: escribir y enviar respuestas sobre artículos publicados con los que no coincidía: “Se la pasaba... No había día.... Protestaba por todo... Leía algo que no le gustaba y mandaba una carta. Me acuerdo que decía ‘yo esto lo voy a contestar’. Porque tenía una cosa muy vital”.

Por aquellos años, González Tuñón mantiene varias polémicas a través de la prensa vinculada al PC. En diciembre de 1955, Cuadernos de Cultura (Nro. 23) publica una respuesta del poeta a un artículo aparecido en el número anterior, en que uno de los directores de la revista, Roberto Salama, ataca a la novela Don Segundo Sombra y a su autor, Ricardo Güiraldes. La nota de Salama impulsa una rápida respuesta del poeta, cuyo título da una idea del tenor del contenido, “Inconsistencia y extremismo de una crítica sectaria”.

A través de su vida, González Tuñón mantuvo un respeto muy especial por aquellas personas que, de alguna manera, lo apadrinaron en alguna circunstancia: Evar Méndez, Güiraldes, Botana. Es por eso que se lanza en la defensa del escritor, para contrarrestar a quienes señalan que Don Segundo Sombra es el libro de la Pampa “vista por los ojos del hijo del patrón” –Ramón Doll y Elías Castelnuovo–, es decir “a los detractores del gran escritor, a los críticos reaccionarios, a los ‘exigentes’ superficiales que consideran retrógrada esa novela”. Y con una demostración de independencia intelectual frente a los defensores del “realismo socialista” cuestiona “los ataques de otros que parecen sufrir una aguda ‘desviación de izquierda’, que se erigen de la noche a la mañana en los ‘Júpiter tonante’ de la ortodoxia marxista, confundiendo y tratando de pulverizar a todo aquel que no comulgue con sus predilecciones y sus ideas artísticas del tiempo de ‘Ñaupa’, dando la impresión de tener la mentalidad de los viejos prebostes de la época en que las hogueras devoraban los libros ‘herejes’”. Lo que está en juego es la manera de entender los fenómenos artísticos desde la izquierda marxista.

Al hablar del “realismo”, González Tuñón señala que existe “cierta comprensión sectaria del fenómeno literario, que en nuestro país había llegado a disminuir el mérito de escritores que integran nuestra herencia cultural, como Roberto Arlt o Ricardo Güiraldes”. Prefiere tomar distancia del “realismo socialista” y sus seguidores obsecuentes y encolumnarse en lo que denomina “realismo romántico”:

El realismo es algo siempre en marcha, porque vive, porque sabe nutrirse en cada época con lo mejor que aportan los movimientos renovadores. El realismo socialista –que aun para los soviéticos sigue presentando problemas a resolver, según ellos mismos me dijeron– no puede tomarse superficialmente. No comprendemos su aplicación mecánica en nuestros países. El héroe soviético es distinto en gran medida al nuestro. Por eso, en nuestros países –dije resumiendo– debemos saber aplicar ese método realista de acuerdo con nuestras características y de acuerdo a condiciones históricas diferentes. Podemos hablar entonces de nuevo realismo, de realismo crítico o romántico, como era el de Gorki antes de 1917.441

González Tuñón protagoniza otra polémica en junio de 1958, esta vez con el dramaturgo e investigador teatral Luiz Ordaz. Una crítica a la obra Dan tres vueltas y luego se van, publicada en la revista Gaceta Literaria, motiva una dura respuesta de González Tuñón, “Expresionismo y realismo”, en el diario comunista La Hora. Ordaz le contesta en ese mismo diario con el artículo “¡Cuánto lo siento, Raúl González Tuñón!”.

Cuando el enojo pasa, González Tuñón se reencuentra con sus eternos amores literarios y escribe en Clarín la serie “Los poetas de Buenos Aires”, entre abril y mayo de 1959, con el seudónimo de Ismael Bravo. En esas notas rescata y define a sus colegas preferidos: Carriego (“El precursor”), Baldomero Fernández Moreno (“El sencillista”), Carlos de la Púa (“El popular”), el “primer” Borges (“El imaginero”)442, Olivari (“El desenfadado”), César Tiempo (“Otro barrio en la poesía”), los poetas de Boedo, Portogalo (“Y la ‘Luz liberada’”), Blomberg (“El poeta del puerto”) y un combinado de “viejos” –Horacio Rega Molina, Oliverio Girondo– y “nuevos” –el grupo “El Pan Duro”, con Gelman, Héctor Negro y Julio César Silvain, entre otros­– (“La ciudad sigue llamando a sus poetas”).

La evocación que finaliza la serie la firma Portogalo, bajo el seudónimo F. Díaz de Bustamante, y está dedicada al autor: “Raúl González Tuñón, realismo mágico” (12 de mayo de 1959). La acompaña el poema “Eche veinte centavos en la ranura”.

Su compromiso político sigue intacto. Para las elecciones de convencionales constituyentes de 1957, González Tuñón ocupa el lugar 17 en la lista de aspirantes por el distrito porteño. Dos puestos más arriba está ubicado el pianista y compositor Osvaldo Pugliese. Ninguno cuenta con chances, pero sus ideales los llevan a aceptar ese gesto de militancia.

La Rosa Blindada

A fines de 1961, aparece Hoy en la Cultura, bajo la dirección de Orgambide, Raúl Larra y David Viñas. En el número 10, de septiembre de 1963, la conducción es asumida por un “Consejo de Redacción”, integrado por Orgambide, Larra, Ordaz (el de la polémica por Dan tres vueltas y luego se van), Rubén Benítez, Fernando Birri, María Fux, Francisco J. Herrera y Javier Villafañe. Tres ediciones más tarde, en marzo-abril de 1964, figura Juan José Manauta como director; el “Consejo de Redacción” se reduce a Benítez, Birri, Fux, Larra, Ordaz y Villafañe; y entre los colaboradores permanentes está González Tuñón.

En el número 6, de octubre de 1962, Héctor Yánover publica “La poesía blindada. Raúl González Tuñón”, luego de la reedición de La rosa blindada y casi en simultáneo con la publicación de la antología realizada por el poeta cordobés para Ediciones Culturales Argentinas.

En la edición siguiente, aparecen dos notas dedicadas a José Hernández y a su obra máxima, Martín Fierro. González Tuñón aporta “Martín Fierro ilustrado por Juan C. Castagnino. A un libro cabal, un cabal dibujante”, mientras que Portantiero escribe “Una novedad centenaria”.

En el número 12, de enero-febrero de 1964, una nota firmada por Emma Barrandeguy[443] sobre González Tuñón lleva como título “Todo se ha ido, todo, menos lo que vendrá”, donde traza una semblanza personal del poeta.

Dos ejemplares después, en junio de ese año, el poeta publica “La pasión de Tristán Tzara”, una extensa nota a raíz de la muerte de uno de los fundadores del dadaísmo y el surrealismo.

Entre otros artículos, también escribe “Crónica de César Vallejo y su tiempo” (Nro. 24, octubre de 1965), un profundo análisis de la vida y la obra del poeta peruano, que motiva una polémica con Alfredo Varela, quien le replicará dos números después. González Tuñón no se calla y le contesta en la edición siguiente (“Las cosas en su punto”, Nro. 27, abril-mayo de 1966).

En “Raúl González Tuñón. Sesenta abriles gloriosos” (Nro. 19, marzo-abril de 1965) la revista anuncia en tapa el homenaje de cumpleaños y reúne un texto de Petit de Murat –“Raúl, en la aventura del tiempo”– , seis poesías de Poemas para el atril de una pianola, publicado ese año, y un texto en prosa.

Hoy en la Cultura edita también la antología Diálogo de un hombre con su tiempo. Selección de poemas 1925/1964, con prólogo de Alfredo Varela e ilustraciones de Enrique Aguirre Zabala, Oscar Anadón, Helio Casal, Hugo Manzón, Bartolomé Mirabelli, Hugo Griffol, Norberto Onofrio y Enrique Policastro.

Varios meses antes, en octubre de 1964, aparece el primer número de la revista mensual La Rosa Blindada, dirigida por Carlos Alberto Brocato y José Luis Mangieri, y con Raúl González Tuñón como “director de honor”. En ese ejemplar figura el siguiente texto editorial:

Como cuando allá por los años 30 fue condenado a la cárcel por su poema “Contra” [sic], con el mismo juvenil asombro y entusiasmo, Raúl González Tuñón, el autor de La calle del Agujero en la Media y La rosa blindada está hoy junto a nosotros. Los escritores de una generación posterior, con su mano afectuosa y su palabra experimentada. Pintores y escritores sabemos cuánto es lo que se le debe y sabemos también que es a nosotros a quienes toca retribuir. Por eso es nuestro director de honor, por eso uno de sus libros nos nombró para siempre, por eso le damos públicamente las gracias hoy, que al filo de sus sesenta años es el más joven de nosotros.

Esta defensa del poeta consagrado viene de parte de un grupo de jóvenes comunistas que empiezan a expresar su disconformidad con la dirección partidaria, tanto en lo político como en lo cultural.

González Tuñón está “relegado”, “encajonado”, “congelado”, “ninguneado” dentro del PC y en el ambiente cultural en general. La censura implícita sobre su obra comienza a levantarse con la antología que Yánover publica para Ediciones Culturales Argentinas, del Ministerio de Educación y Justicia. Aunque dos años antes, en 1960, un breve artículo suyo aparece en una publicación oficial: “Ahora vivimos días de contradicciones, de alta tensión y expectativa”.444

Pero en su Partido aún recibe rechazos y objeciones. Cuando en 1963 sale Demanda contra el olvido –un libro modesto, de formato pequeño, publicado por Ediciones Horizonte, en la colección de poesía La Rosa Blindada, a cargo de Brocato y Mangieri–, el dirigente Orestes Ghioldi le envía una carta a González Tuñón y le recrimina que el libro tiene “demasiados muertos”, que “nosotros no olvidamos a nuestros muertos” y que el poema que abre el libro, “Cantata para nuestros muertos”, espanta a los jóvenes que quieren incorporarse al Partido.445

En el número 4 de la revista La Rosa Blindada, dedicado a González Tuñón, los jóvenes impulsores del proyecto publican la nota editorial “Por qué nuestro homenaje”, en la que destacan la figura del poeta y de otros “viejos” que los apoyan, frente a “quienes nos acusan de ultraizquierdistas y generacionales”:

Por supuesto que además somos revolucionarios –afirman–, pero sin declamaciones ni retórica. Justamente por serlo Tuñón es pobre y quisieron arrinconar su nombre. Por serlo jamás las editoriales burguesas que publicaron a Neruda y Alberti, por ejemplo, se animaron con sus libros aun los de la veta lírica. Por serlo Demanda contra el olvido durmió durante años el polvo del archivo porque “tenía muchos muertos”, como si a los que eligen el camino revolucionario les asustara esa posibilidad final en que puede culminar la lucha. Por serlo lo editamos nosotros y por serlo levantamos, muy firmes, su alta condición de Poeta al servicio de la Revolución.

Años después, Mangieri analiza:

Raúl –hoy que estamos todos luchando contra el olvido por los desaparecidos de la dictadura genocida del ‘76– fue el primero que demandó al olvido, hablando de los muertos del Partido y hablando de un montón de amigos poetas, escritores, recordándolos [...] Es un libro que de entrada nomás tuvo esa dificultad y queda ahí, medio perdido, no porque no tenga valores literarios, que sí los tiene, sino que no se lo consideró nunca un gran libro de Raúl y es un excelente libro.446

Esas interferencias con el Partido se van sumando. Algunas se ubican en el plano ideológico –apoyo a Cuba y a China– y otras transitan por el complejo camino de las relaciones personales y las lealtades. En 1964, cuando Codovilla cumple 70 años, el Partido le pide que escriba un poema en homenaje del secretario general: “Yo no escribo por encargo”, contesta sin vueltas. Alfredo Varela es quien hace, finalmente, esos versos: “Brindis con copa de suburbio y pampa”.447 Más allá de fidelidad partidaria de otros tiempos, Codovilla nunca fue de su simpatía; su cercanía ideológica se ubica junto a Rodolfo Ghioldi.448

En ese clima conflictivo dentro del PC y de González Tuñón con algunos dirigentes –“me molesta el humo”, dice para evitar las reuniones partidarias449–, Brocato, Mangieri y Gelman le ofrecen ser “director de honor” de La Rosa Blindada. “Era muy modesto, no quería, le pareció un exceso. Y nosotros le dijimos ‘pero, por favor, Raulito’ –no lo tuteaba pero le decía Raulito–”, señala Mangieri.

“No era un tipo sectario, fue un fiel afiliado al Partido Comunista, pero no era nada sectario, siempre digo que fue el eterno desobediente, el que no acató. Era muy rusófilo, era muy estalino. Pero tenía sus razones: la Unión Soviética fue la que derrotó al nazismo –no fue el general Eisenhower o el general Montgomery– con el Ejército Rojo y el pueblo soviético, que perdió 22 millones de personas en esa guerra.”450

El número 4 de La Rosa Blindada (marzo de 1965) está, como se dijo, dedicado al poeta: la mencionada nota editorial –“Por qué nuestro homenaje”–, una semblanza de Marcelo Ravoni donde reproduce parte de una nota publicada en Cuadernos de Cultura –“Sesenta años y una vocación insobornable”–, dos ensayos de González Tuñón publicados en 8 documentos de hoy –“El Congreso de los PEN Clubs y la función social del escritor” y ”Los escritores en la pelea”– y el poema que origina el cierre de Contra –“Las brigadas de choque”– con un texto introductorio escrito para la ocasión , en el que polemiza con Agosti sobre Vallejo.451 Ese comentario preliminar es lo único que escribe para la revista.452

“Las brigadas de choque” se publica en forma completa –salvo los cambios en algunos versos ya comentados en esta investigación–. Sin embargo, en el último verso del canto cuarto hay una palabra que está tapada con un pequeño rectángulo negro. Sólo se lee “Contras las --- espías del Orden Político”.

Mangieri explica lo ocurrido: “Brocato trabajaba de linotipista en una imprenta y componía la revista, amparado por el capataz. En ‘Las brigadas de choque’ dice ‘las putas [espías] del Orden Político’ y la palabra ‘putas’ está tapada. ¿Sabés por qué? ¿Sabés de quién era esa imprenta? De López Rega [...] él tachó... lo hizo tachar... le aplicó un lingote [de plomo] [...] Cuando López Rega vio las pruebas de la revista eso lo sacó [...] Pobre Raulito, siempre fue censurado, por izquierda y por derecha”.453

En el número 6 de La Rosa Blindada (septiembre-octubre de 1965) desaparece el nombre de González Tuñón como “director de honor”. Néstor Kohan, en su estudio ya mencionado, afirma que esa situación se da “en medio de una fuerte polémica por la amenaza de expulsión de Tuñón del Partido Comunista [...] con el reparo de Brocato que pretendía explicar las razones de esa notoria ausencia en la revista, frente a lo que se negó Mangieri para no exponer a Tuñón”.

El dirigente comunista Fernando Nadra da su visión de los hechos:

Pasado un tiempo, se cuestionó también en la Dirección la actitud de Raúl González Tuñón, nuestro gran poeta. Resulta que Raúl, con su bonhomía de fiel amigo de sus amigos, más si son poetas, había establecido una relación personal y literaria muy cordial con los jóvenes de La Rosa Blindada (grupo editorial dirigido por José L. Mangieri), algunos de ellos discípulos suyos, disidentes con el Partido, pero luchadores que comprendían, quizás mejor que nosotros, a Cuba.

La intemperancia del estalinismo casi provoca una ruptura con Raúl. Algunos irresponsables y mediocres llegaron a pedir sanciones contra él, lo que a muchos de nosotros nos provocó un sobresalto, y nos dejó una sensación de amargura por mucho tiempo. Es que el hecho no podía encararse de ese modo autoritario, y además, el poeta tenía más razón que los políticos. Felizmente, logramos hacer que primara la reflexión e impedir las lamentables consecuencias de una medida de esa naturaleza. Raúl siguió siendo nuestro Raúl.454

¿Por qué ya no aparece su nombre en La Rosa Blindada? El historiador Luis Paso, que dirige el Frente Cultural del PC, convoca a González Tuñón a una reunión y el poeta no va. La dirigencia partidaria cambia la estrategia y lo cita a otro encuentro, pero esta vez con dos de sus amigos, Benito Marianetti y Rodolfo Ghioldi, para que lo convencieran de abandonar la revista. La fidelidad de González Tuñón hacia el Partido lo lleva a aceptar el retiro de su nombre de la publicación. Sin embargo, más allá de la formalidad, su amistad sigue intacta hacia aquellos jóvenes expulsados o alejados: Gelman, Mangieri, Brocato, Cossa, entre otros.455

Gelman comprende la postura asumida por el poeta: “A Raúl lo queríamos mucho. Él me prologó mi primer libro.456 Lo íbamos a ver con Portantiero e íbamos juntos a cenar. Él nos contaba de sus andanzas en las épocas de la bohemia, de sus aventuras, nos divertíamos mucho con aquellas anécdotas... Yo lo entiendo a Raúl que no se haya ido con nosotros. Aunque él era pro-chino. Y además se peleaba personalmente con Codovilla. Se lo decía. Pero claro, él había vivido la década del ’30. El partido era el único que tenía muertos y torturados. Era la fuerza política, dirigía luchas obreras, grandes huelgas. Yo lo entiendo a Raúl...”.457

Para Gelman, González Tuñón es “un verdadero iconoclasta dentro del Partido Comunista”.458 Esa permanencia dentro de la estructura partidaria la comprende y la sintetiza en seis palabras: “Los muertos de Raúl estaban ahí...”.459

La Rosa Blindada prolonga su existencia tres números más, hasta septiembre de 1966, luego de un debate en el equipo editorial en torno a “la relación entre la lucha armada y la lucha política”, a poco de comenzada la dictadura del general Juan Carlos Onganía.460

Especialista en artes plásticas

En su sección en Clarín “Por las galerías de arte”, González Tuñón desarrolla otra de sus pasiones: el universo de la plástica. Allí recorre caminos que le fascinan desde joven. En general, firma con sus iniciales (“R.G.T.”). “No se trata de explicar la pintura, el [sic] complejo sutil del arte, sino de sentirla y, si se quiere, de considerarla a la luz de la época en que se produce”, precisa en “Pintura de nuestro tiempo”.461

Puede hablar sobre la pintura de Picasso, el “arte abstracto”, la “nueva figuración” o el “nuevo realismo”, pero siempre aparecen los protagonistas de la literatura: Johann Wolfgang Goethe, Paul Valéry, Rainer Maria Rilke, Anatole France…

En “La pintura violenta”462 recorre los cuadros de Peter Brueghel y Francisco Goya, quienes “reflejaron de algún modo en sus obras y cada cual en su estilo determinadas realidades en gran parte referidas a aberraciones de su tiempo, con sentido crítico implícito o explícito: sin piedad”, para desembocar en “Destrucción de Guernica”, de Picasso, un símbolo de cómo “el arte, la literatura, significan el diálogo del hombre con su tiempo”.

Al analizar “lo agresivo en nuestro medio”, se pregunta: “¿Qué hay de legítimo y qué de postura literaria o infantil deseo de sorprender, cuando ya nadie se sorprende y lo novedoso es un mito, en la actitud de varios de nuestros artistas plásticos, maduros o jóvenes, que en un país donde sólo llegaron apenas los ecos de aquellas contiendas mundiales se han lanzado a un arte agresivo, violento, ultraconvencional?”. Y, de inmediato, afirma que ese tipo de arte es “característico de un disconformismo muy discutible, pues casi nunca se precisa el destinatario y los puntos de referencia son inexistentes o muy vagos, vaguísimos”.

Luego de enumerar a varios artistas, algunos expositores en el Instituto Di Tella, ubica a “los jóvenes integrantes del notable Grupo Espartaco” –Ricardo Carpani, Juana Elena Diz, Mario Mollari, Juan Manuel Sánchez y Carlos Sessano, entre otros– que “continuaron afrontando gallardamente, como pudo comprobarse en la galería Van Riel, un arte enraizado en nuestro tiempo, atentos al destino de su país y de los demás países americanos”.463 Y culmina su crónica con una referencia cinematográfica: “Si hay un lado sombrío aberrante de la realidad, también hay un lado luminoso. La vibrante expresión crítica, que indica un inconformismo auténtico, se justifica, mas como dijo el inefable personaje de Mistress Miniver, que de día cultivaba rosales selectos y de noche integraba una de las brigadas de la defensa civil de Londres: ‘Siempre habrá rosas’. Siempre habrá lugar para la luz y el sueño”.464

“No seas sectario, Leonor Vassena es una gran pintora”, le advierte en una oportunidad a Mangieri ante los reparos que le explicita por la relación entre el apellido de la artista y los propietarios de los Talleres Vasena, ubicados en Cochabamba y la Rioja, en la Capital Federal, donde comienza el conflicto que deriva en la matanza de obreros conocida como la “Semana Trágica”, en 1919.465

En “El Muro Sensible”466, comenta una experiencia ocurrida en París. Las paredes de la galería estaban “desnudas, aunque muy limpias y bien pintadas”. No había muestra. Este “mero afán de novedad”, unido a “la falta de auténtica imaginación”, lo lleva a reflexionar: “Cuando la aventura estética es legítima, se llama impresionismo, fauvismo, expresionismo, cubismo, surrealismo; declina un día o acaba lógicamente como escuela, mas deja ricas enseñanzas y grandes obras al acervo cultural universal. Cuando no es más que una simple aventura, la simulación, la superchería, un pueril anhelo de sorprender, no queda de ella ni el recuerdo”.

A continuación, critica una prueba similar: la “pintura a cuatro manos”. Tres artistas se juntan de a dos, en sus distintas combinaciones, “mezclando sus impulsos estéticos, colores y formas, gestos y líneas, para llegar a la conclusión de que puede haber una especie de contrapunto en pintura”, según el cable citado por González Tuñón. Los cuadros “fueron la comidilla de ciertos círculos frívolos parisienses que poco tienen que ver con la actividad artística seria”, en su opinión. El “muro sensible” o la “pintura a cuatro manos” son “retóricas tan espectaculares como inconsistentes”, enjuicia.

El muro, la columna y el escritorio

Por esa época, Osvaldo Bayer es el jefe de las secciones Política y Fuerzas Armadas de Clarín, donde ingresa en 1959, luego de una experiencia periodística en Esquel. Se va expulsado porque el periódico que editaba, La Chispa, desagradaba a la Gendarmería de esa ciudad patagónica. En 1963, permanece preso dos meses en la ex cárcel de mujeres de la calle Riobamba, luego de proponer que el partido bonaerense de Rauch cambiara su nombre por el de Arbolito, el aborigen que mató, en 1829, al general prusiano Friedrich Rauch, traído por Bernardino Rivadavia para exterminar malones. El ministro del Interior del presidente José María Guido, general Enrique Rauch, bisnieto del militar homenajeado, había dispuesto detenciones masivas de sindicalistas, políticos e intelectuales vinculados con distintos sectores de izquierda, peronistas y frondicistas.

Bayer se desempeña aún como cronista y, a la vez, es secretario general del Sindicato de Prensa. Cuando regresa al diario, no le dan trabajo durante la primera semana:

Entendía que era una manera de decirme que era una persona non grata. De ahí mi enorme sorpresa en el encuentro con el director del diario. Sí, Noble tenía la costumbre de pasearse los lunes, a eso del atardecer, por la redacción. Tenía la pose de un estanciero paternalista. De pronto se paraba ante un escritorio y conversaba con algún periodista. Le hacía preguntas profesionales o también sobre su familia. Esa vez, oh sorpresa, se paró frente a mí, el recién salido de la cárcel. Me señaló con el dedo y, seguro de sí mismo, me dijo: “Osvaldo Bayer”. En ese momento, cuando le respondí “sí, señor” pensé que me iba a dar el despido. Pero no. Continuó: “Usted va a ir ascendido a la mesa de redacción, donde están los jefes”. Creí que era un chiste y le respondí: “No, doctor, usted sabe que yo soy de izquierda”. “Por eso mismo”, me respondió rápidamente, “porque por ahí están diciendo que este diario tiene una mesa de redacción de derecha, y desde ahora voy a poder decir, no, si ahí está Osvaldo Bayer”.

Y me hizo acompañarlo hasta la mesa donde dio la nueva a los secretarios de redacción, quienes no podían creer la noticia.467

¿Y Cómo recuerda Bayer a González Tuñón?

Fue uno de los compañeros que más aprecié en aquella redacción. Tenía una enorme bondad... Era un hombre sabio, pero absolutamente sencillo y humilde. Él tenía un horario que iba de las tres de la tarde a las ocho de la noche, no era nocturno como nosotros, pero de cualquier manera había tres horas donde estábamos juntos en la redacción. Él hacía artes plásticas y lo hacía muy bien. Cuando había grandes despelotes en el país, un golpe militar o la renuncia de un Presidente, la redacción hervía. Entonces, el secretario de Redacción, que era Luis Clur, despachaba a toda la redacción a los diversos lugares, Casa de Gobierno, cuartel tal... Ahí teníamos que ponernos todos [a trabajar]. También la gente que hacía otras cosas. Entonces, cuando él veía ese quilombo, que lo iban a mandar a algún lado, se escondía –la redacción de Clarín tiene columnas gruesas– se colocaba detrás de una columna gruesa y, sonriente, nos guiñaba el ojo. Para que no lo viera Clur y no tener que salir. Era muy pícaro. Siempre hacía chistes [...] En las redacciones hay que esconderse porque si no te vuelven loco, por lo menos en las redacciones de antes, no sé ahora cómo será.468

Bayer afirma que González Tuñón “nunca se sintió superior” y lo describe como “un hombre absolutamente humilde con todos, un tipo muy apreciado, muy querido. Casi no existía, no se hacía ver, ni era charlatán, ni gritón, ni nada, un hombre silencioso, absolutamente humilde. Vestía no pobremente pero... como un empleado de correo, digamos. Aunque tenía un escritorito ahí, no de los más importantes, siempre estaba ocupado, recibiendo a gente, jóvenes poetas”.

La Guerra Civil Española es un tema de conversación. Para Bayer “tenía una gran atracción, porque comenzó cuando yo tenía nueve años y repercutió muchísimo en la Argentina”. De esas charlas recuerda “la tristeza” de su interlocutor porque “no podía aguantar esa gran injusticia, el triunfo de Franco”.

Bayer, anarquista; González Tuñón, comunista. Diferencias insalvables que no los privaban de la reflexión:

Nunca hablamos de su comunismo, no hablaba él de eso. Pero por lo que sé era realmente un hombre muy disciplinado dentro del partido, tanto es así que creo que nunca abjuró de Stalin. Sorprendente, porque era un hombre de sentimientos muy cariñosos, que tiene que haberle jorobado el estalinismo.

Era un típico intelectual de izquierda de antes. Yo diría –sin querer meterme con los comunistas que tienen sus cualidades también, había de todo, en las redacciones había siempre– que tenía como una extracción anarquista por su forma de hablar, lo mismo que José Portogalo. Creo que tuvieron un origen anarquista. Por lo menos cuando hablaba conmigo me trataba con mucha simpatía, discutíamos a veces, sin meternos en la política profunda, sobre algunas costumbres, de los sindicatos...

Bayer conoce a González Tuñón, en realidad, antes de entrar a Clarín. Lo había visto en alguna de las reuniones habituales de periodistas: “Yo trabajaba en el diario Noticias Gráficas. Antes los periodistas se visitaban en los diarios y en Noticias Gráficas estaba parte de la que había sido la gloriosa redacción de Crítica. [González Tuñón] Venía a verse con el novelista Bernardo Verbitsky, que también fue muy amigo mío”.

Cuando Bayer habla de González Tuñón, la conversación se puebla de otros poetas periodistas, como Portogalo y José González Carbalho, y también aparece Enrique González Tuñón, a quien no conoció personalmente, pero aprendió a apreciarlo por sus notas, en especial por la crónica que publica en Crítica cuando ejecutan al anarquista Severino di Giovanni, en 1931. “Él [Raúl] se entusiasmó mucho cuando leyó [mi libro] Severino. Quería saber todo, la investigación, cómo fue, porque el hermano estuvo en el fusilamiento. Es muy buena la crónica del hermano, pero para mí la mejor es la de Roberto Arlt”, que publica en El Mundo.

Bayer y Portogalo comparten la redacción de Noticias Gráficas por la mañana y de Clarín por la tarde: “Antes se trabajaba en dos diarios porque con lo que se ganaba en un diario no se podía vivir. Los periodistas de antes eran todos intelectuales, escritores –porque no había escuela de periodismo– o se formaron en las redacciones como los dos hermanos Tuñón”.

En los años 60, Bayer vive en la localidad bonaerense de Martínez y tiene que tomar dos colectivos –uno local y el 60– para llegar al diario, que ya estaba instalado en la calle Piedras, a pocas cuadras de Plaza Constitución. González Tuñón parte desde su casa en el barrio de Colegiales, se sube a la Línea D del subte en Palermo, hace combinación con la C y llega a Constitución. En ocasiones se encuentran allí y caminan juntos hacia la redacción, como un padre con su hijo. Los casi 22 años de diferencia son sólo un capricho del tiempo. También ambos se encuentran en las luchas por reclamos gremiales.

En cierta oportunidad, un joven periodista que hacía poco estaba en el diario se acerca a Bayer y le dice: “Discúlpeme, yo me voy a casar el sábado y quisiera que usted y Raúl fueran los testigos de la boda”. Ambos, sorprendidos, aceptan y van al Registro Civil, por primera y única vez en sus vidas cumpliendo con ese tipo de formalidades. González Tuñón le regala La veleta y la antena y Bayer, Severino di Giovanni, el idealista de la violencia.469 “Se perdió ese muchacho, completamente –continúa–. Era un tipo magnífico y después lo vi que colaboraba con la dictadura. Vaya a saber qué le pasó. Y terminó la dictadura y se perdió. Se ve que se ha ido al extranjero. Pero qué dolor, porque realmente un tipo así que tanto creyó en nosotros que quiso que fuéramos testigos de su boda...”.470

Cuando González Tuñón muere, es velado en la sede de la SADE, Uruguay 1371. Bayer rememora su despedida:

Yo voy, pero ya estaba perseguido por las Tres A. Entonces –esas cosas que hacía uno–, me digo “voy a ir a las tres de la mañana que ahí se duermen hasta los alcahuetes”. Y me fui. La familia se había ido a tomar algún refresco, estaba solo, el cajón en ese momento a las tres de la mañana estaba solo. Y estuve con él ahí, solo, conversando con él. Fue una gran tristeza porque uno veía que ya se venía la persecución. Y dije “bueno, dentro de todo tal vez hizo bien en morirse ahora y no sufrir todo lo de la dictadura”. Bah, uno no sabía todavía lo de la dictadura, pero era tan brutal la cosa de López Rega y todo eso, era tan bestial, capaz que le hubiera tocado a él.

El 30 de octubre de 1983, día de las elecciones que marcan el retorno a la democracia, Bayer vuelve a la redacción de Clarín, pero esa vez no para trabajar, sino en una visita evocativa de aquellos años de periodista para el documental de la televisión alemana Cuarentena. Exilio y regreso, de Carlos Echeverría: “Me arrastraba toda la nostalgia. Quería ver esas paredes, esos escritorios, esos sonidos. Pero en el film se ve: todo fue decepción. Me recibió el vacío. Nadie se paró para el abrazo. Pasé como un forastero. Me quedé parado ante el escritorio que había sido de Raúl González Tuñón. Se hallaba sentado allí alguien que escribía noticias de la Bolsa. Era suficiente para dar el adiós”.471

Su “oficina” en Clarín

En diciembre de 1950, un muchacho cordobés llega a Buenos Aires con algunos poemas. Acaba de terminar el servicio militar. Una de las primeras cosas que hace es buscar en las librerías Canciones del Tercer Frente. En su niñez había leído aquellos poemas de Juancito Caminador dedicados a las “señoritas”. Su padre, un comunista que “tenía una moral de cuáquero”, hizo desaparecer el libro de la casa. Aquellos versos –“las señoritas tan putitas/ cuando termine la función/ se acostarán con los soldados/ en sucios lechos alquilados/ de turbias casas de pensión”– no eran aconsejables para un chico. Por eso, cuando pisa la capital, ese veinteañero se propone conseguir el libro. Y lo logra. Héctor Yánover lo logra. Poco tiempo después va a Clarín y se atreve a dejarle algunos de sus poemas a González Tuñón:

Él me contesta con una carta donde me dice que yo escribo con faltas de ortografía y bueno... me hace una serie de críticas. Y yo lo fui a ver, porque yo no lo conocía. Fuimos a tomar un café en la esquina de Clarín y terminamos muy amigos, porque yo era un admirador furibundo, me sabía todos sus poemas de memoria. Él estaba asombrado, no aguantaba mucho el elogio. Yo después lo descubrí: es mucho más fácil aguantar la crítica que el elogio. La crítica te enriquece, mientras que el elogio te aplasta. Y cuando uno empezaba a elogiarlo, cambiaba de tema.472

Al encuentro del café, González Tuñón “llegó sonriendo. Me dijo –él es bueno– que ahora sí le gustaban; que yo los había modificado. Negué. Después asentí y los dos –mintiendo ingenuamente– quedamos contentos”.473

Yánover es uno de los primeros poetas en acercarse hasta su escritorio en la redacción para llevarle sus versos iniciales en busca de una palabra de aliento. Pero también las tareas profesionales provocan encuentros. En 1959, Norberto Vilar trabaja en Democracia y tiene que “resolver el tema de una nota de una conferencia de prensa que se había hecho y a la que no había llegado a tiempo, porque me zarandeaban como simple cronista. Y me pegué una corrida hasta Clarín, en el turno de la mañana, a ver quiénes estaban en la mesa de noticias, y estaba este muchacho don Raúl González Tuñón. Cuando me lo crucé lo que menos hice fue preguntar si la habían cubierto y me puse a hablar con él. Me contó la historia del buen corazón de don Roberto Noble, al tirarle un cable a un hombre marginado políticamente [...]”.474

“¿Quién de la generación del ’60 no pasó por su escritorio en Clarín con los versitos iniciales para pedir su consejo? Juana Bignozzi, Héctor Negro, Julio Huasi, Juan Gelman y tantos otros que nos deslumbrábamos con sus vivencias de la Guerra Civil” española, recuerda Mangieri, a treinta años de la muerte de González Tuñón.475

El músico Juan “Tata” Cedrón recorre el mismo camino: “Yo lo conocí cuando quise hacerle escuchar dos canciones sobre poemas suyos, ‘Las fogatas de San Juan’ y ‘Los ladrones’. Lo fui a ver a la redacción de Clarín, donde estaba por la mañana. Yo tenía 25 o 26 años y ahí estaba Tuñón en la oficina vacía, en medio de esos enormes armarios grises de metal”.476 El “Tata” Cedrón amplía esa semblanza de aquel hombre que “tenía esa cosa del buen porteño de una época, era un atorrante delicado. Un tipo que deslumbraba, porque había estado en tenidas fuleras en su juventud, recorriendo el mundo, trenzándose en lugares sórdidos”:

Él había laburado en el diario como crítico de arte pero ya estaba jubilado y le prestaban una oficina. Me citó ahí y estaba emocionado con “Los ladrones”, me dijo que el tango había perdido su frescura en las letras, que antes era alegre, juguetón. En el disco Cuarteto Cedrón canta a Raúl González Tuñón cuenta unas historias fantásticas.477

El poeta Hugo Ditaranto, integrante del grupo El Pan Duro, se remonta a su juventud:

Ya en esos años yo andaba a la búsqueda de libros que me probaran que Dios no existía, había dejado de creer, pero quería justificarlo, y ahí me agarró el sarampión Maiakovski, y empecé a ver el problema de la injusticia desde otro ángulo, hasta que conocí a Raúl González Tuñón. Yo lo iba a buscar a Clarín, en la calle Piedras, lo esperaba, él daba el presente y nos íbamos a un café, él se tomaba un mate cocido y yo también. Lo había conocido en mi casa cuando tenía catorce, quince años. Nunca lo pude tutear. Yo le leía mis poemas que eran sectarios, aburridos.478

– Huguito, ¿tenés novia?

– Sí, la Baby, vive al lado de casa.

– ¿Y por qué no le escribís un poema a tu novia?

Ditaranto intentó justificar el tono de sus poemas y cuando empezaba a argumentar su postura en torno a la “injusticia”, González Tuñón le recordó que “siempre iba a haber rosas”. “Con los años me fui dando cuenta de que efectivamente lo que me dijo Raúl era una premisa para llevar y ejecutar toda la vida”, reflexiona.

La sucesión de anécdotas es inevitable. Cada una encierra una historia de lazos de amistad, compromisos éticos y favores pedidos. En este último caso se inscribe el relato del español Arturo Cuadrado, fundador de la editorial Botella al Mar:

La redacción de Clarín era durante el día su casa propia. Casa en la que colaboraba desde su fundación. Allí tenía establecida su oficina. Allí recibía y dialogaba con la gente. Fui a verte con un nuevo poeta; un poeta desconocido español, Eladio López Ferro. Pedíamos que te encargases de su presentación. Aceptaste con esa generosidad proverbial en ti y nos invitaste a almorzar. Fuimos a un pequeño bar que está en la esquina frente al periódico.479

El poeta Rubén Derlis, jefe de Correctores de Clarín y editor del poemario El rumbo de las islas perdidas con su sello Edicionel del Alto Sol, reflexiona sobre los vínculos entre González Tuñón y la juventud:

La relación de Raúl con los jóvenes siempre fue abierta. Él sabía que estos nuevos y por el momento poetas con futuro incierto, ya que casi todos estaban haciendo sus primeras armas, lo admiraban y respetaban. Era frecuente que repitiera lo mismo que decía Darío –citándolo, no plagiándolo– que no imitaran a nadie, y menos a él. Cada uno tiene su propia voz y hay que trabajar hasta encontrarla. Y no se equivocó. Muchos, con tanteos y grandes esfuerzos la encontraron; su poesía puede gustar o no, pero no puede negarse que imprimen a su poesía su personal manera de decir; otros, menos laboriosos, creyeron equivocadamente que la forma de poetizar de Gelman no revestía dificultades, que era “fácil de hacer”, lo imitaron burdamente. Otras de las características de Raúl era su buena predisposición para leer a los jóvenes que borroneaban sus primeros papeles, y había que estar dotado de una paciencia muy especial, pues eran muchos los que se llegaban con sus originales a su humilde departamento de la calle Amenábar para que él les diera su opinión. Tanto la del 60 como la de la primera “horneada” de los 70 fueron las que tuvieron en R.G.T. un indicador válido a la vez que intransigente del camino a seguir, si de poesía hecha de lirismo, verdad y comunión con los iguales se trata.480

Aroma a redacción y a imprenta

Un chico solo en una redacción, un domingo cualquiera, por la mañana, en los primeros años de la década del 60. González Tuñón va al diario los siete días de la semana, entre las 10, 10.30, y las 13, 13.30. Pero los domingos es un día especial, es un día de excursión con su hijo, Adolfo, para “jugar” en el diario.

Era muy impresionante porque la redacción estaba totalmente vacía, había cuatro o cinco personas nada más. Tenía unos escritorios verdes, muy lindos, donde la máquina de escribir se empotraba. A mí eso me fascinaba de pibe. Y después me llevaba mucho a las máquinas. Me daban barras de plomo que yo doblaba.

Era un paseo extraordinario. Ahí él escribía muchos poemas y los pasaba en limpio, sobre todo. Le gustaba el olor de la redacción. Yo lo he visto mucho en viejos periodistas, muy ligados a toda la factura del diario, a todo el clima que se respiraba. Eso hoy cambió totalmente [...] La Mergenthaler, la máquina para componer, era absolutamente maravillosa. Estaba llena de palanquitas y de pedales. Iban cayendo una a una las líneas de plomo, se agarraban 20, 30 líneas, se sujetaban y se hacía la galera famosa, se entintaban y se hacía la prueba para corregir. [Los linotipistas] Eran como una extensión de la máquina, una cosa muy extraña.

Siempre me llevaba a ver las máquinas. Las máquinas de Clarín eran fabulosas –en esa época la rotativa estaba en [la calle] Piedras–. Entonces el clima, la tinta, el olor, todo el ruido... Los tipos siempre me daban como unos sobrantes de plomo, unas barras de 20, 30 centímetros, y las torcía, las llevaba a casa, se las regalaba a mis amigos.

Luego íbamos a un bar famoso, que era el bar Clarín, el que estaba enfrente [...] e íbamos mucho a la calesita del Parque Lezama. Era un paseo completo y a mí me encantaba.481

Cuando viaja a la Unión Soviética por primera vez visita al “cronista número uno de la última gran guerra mundial”, Ilya Erenburg, a quien ya conocía de los tiempos de la República Española. El escritor ruso le confiesa: “¿Sabe, Tuñón? Me encanta el olor de la tinta de imprenta”. Una respuesta que el poeta comparte.

Aquel chico que se divierte con las barras de plomo se fascina de igual manera cuando el padre lo sorprende con un juguete nuevo, para preocupación de la madre. El hombre que ama los circos, los barquitos en las botellas y los títeres puede gastar sin darse cuenta una parte importante del sueldo recién cobrado en un negocio cercano a la estación Palermo del subterráneo, donde se baja de regreso a su casa después del diario. Para ese nene, todo pertenece al mundo de los juegos, menos los escritos de su padre. “No me revuelvas la ropa sucia”, es la advertencia cariñosa del poeta.

“A pesar de la diferencia de edad, fuimos muy amigos”, asegura Nélida, la esposa del poeta: “Raúl era mi hijo. Era un niño en permanente estado de asombro, y el lo sabía, o lo intuía. Un amigo psiquiatra, Julio Peluffo, cada vez que me veía me preguntaba: ¿Cómo están tus chicos? Uno crece, el otro no, le respondía”.482

“Ese que está ahí”

“Yo alternaba la crónica [sobre teatro independiente] con la de las artes plásticas. Aquí también lo hacía con toda libertad e imparcialidad. Al fin, enfermo el doctor Noble, un secretario que ya no está en la empresa, siempre con miedo, siempre tratando de evitar que salieran en el diario nombres de escritores o artistas de izquierda, me acusó de tendencioso. Lo mismo había hecho un pseudocrítico teatral, cuando el maestro Guibourg ya no estaba. Ese secretario me sugirió pasar a redacción general. Yo ya no estaba para redacción general, prácticamente nunca la hice. No acepté; no me echaron, pero decidí jubilarme.”483 Esta es la versión que González Tuñón da a Horacio Salas sobre su desvinculación de Clarín. Quizás, para no entrar en una nueva polémica, pasa por alto el verdadero comienzo del conflicto.

Ernesto Sabato mantiene una afinidad ideológica y de amistad con varios hombres del desarrollismo, en especial con Rogelio Frigerio. Sabato, que había sido director de Relaciones Culturales de la Cancillería en tiempos de Frondizi, posee un acceso directo con quienes conducen el diario –Oscar Camilión, secretario de redacción entre 1965 y 1972, es un importante dirigente del frondicismo–. Por entonces, la esposa de Sabato, Matilde Kusminsky, dirige una galería de arte en el centro porteño.484 González Tuñón recibe la orden de cubrir una exposición organizada por ella. Y en este punto las versiones se ramifican. O la crítica fue devastadora, o insignificante o, simplemente, no cumplió la decisión jerárquica. Lo concreto es que los Sabato mueven sus influencias en el diario para quejarse por la actitud de González Tuñón y la medida editorial es inmediata: apartarlo de la sección de artes plásticas y llevarlo a la redacción general, incluso con mejor sueldo. Pero el poeta se niega, siente un maltrato profesional que a los sesenta años no está dispuesto a tolerar.

A González Tuñón no le cae bien Sabato ni por su personalidad ni por su obra ni por los cambios ideológicos que experimenta tras su paso juvenil por el comunismo. Ya en una nota de 1951 –citada anteriormente–, había calificado al autor de El túnel de “consolador de la burguesía” y “simulador de talento”. Tiempo después lo llamará “el de los refritos, el de los patiches”.485

El incidente por la cobertura de la exposición promovida por Matilde Kusminsky motiva un explosivo cruce epistolar (cuatro cartas mecanografiadas) entre Sabato y González Tuñón.486 La primera, enviada por el novelista, está fechada el 3 de marzo de 1967:487

En tiempos de Perón, cuando debí trabajar hasta en los trabajos más penosos para simplemente sobrevivir, usted afirmó en una casa de Tucumán que yo recibía dinero de la Embajada Norteamericana. Siguiendo el procedimiento de cierto género de comunistas, no vaciló en proferir una acusación tan calumniosa por el solo hecho de combatir yo a Stalin mientras usted le escribía odas. Durante años, sin que yo le diera ningún motivo personal, prosiguió infamando mi nombre. Y ahora ha lanzado una infamia tan grande como aquella inicial, afirmando que yo le he hecho despedir de no sé qué cargo en la editorial. La verdad es muy otra, como usted sabe pero ignoran los destinatarios de su mentira.

Desde que mi señora se hizo cargo de la Galería de las Artes, contra su específica obligación profesional usted ignoró y hasta tergiversó las actividades de ese centro, con el agravante de que allí se han desarrollado actividades de profunda trascendencia nacional, que exceden cualitativamente y cuantitativamente la labor de una galería meramente comercial. Como hubiese hecho cualquier director de galería, mi señora expresó su extrañeza por ese irregular procedimiento ante el Secretario y el Jefe de Redacción. A pesar de lo cual usted insistió en su actitud inicial. Si ha sido sancionado (hecho que ignoraba y que desde luego es completamente ajeno a mi voluntad) debe ello considerarse como la normal consecuencia de una seria irregularidad profesional en un diario responsable. Los superiores de su empresa sabrán aclarar esto debidamente si insiste usted en sus falsedades.

Copia de esta carta se hará llegar a cada una de las ­personas que de un modo u otro estén relacionadas a este desagradable incidente.

Ocho días más tarde, González Tuñón le contesta:

Su retorcida y calumniosa carta es típica de un enfermo de vanidad infinita y de rencor. Puede volverse contra usted como un boomerang. Le irrita saber que mientras sus libros se traducen y la promoción, el aparato de propaganda, funcionan todavía, hay entre nosotros quienes no lo consideran un escritor representativo, original y sí en cierta medida un caso de simulación del talento. Asegura que infamo su nombre desde hace años. ¡Qué pretensión! Apenas me he ocupado dos o tres veces de usted, al pasar y con mi firma. Dice que en una casa de Tucumán lo acusé de recibir dinero de la Embajada Norteamericana. No es así: manifesté y sostengo que con su enconado antisovietismo lleva agua al molino yanqui. Si su informante lo interpretó a su manera, allá él, no me interesa. Los años han pasado y es usted quien viene arrastrando un oscuro desde el día en que fue expulsado del P.C. y desde la noche de nuestra vehemente discusión en casa de Córdoba Iturburu, de la cual no salió muy bien parado, según recuerdo. A partir de entonces coqueteó con la derecha, la izquierda, el centro, la seudoizquierda, mezclándose ahora entre las ráfagas de macarthysmo que enturbian la atmósfera del país. En cambio yo sigo en el mismo sitio, sin arrepentirme de mis loas a Stalin, si es esto lo que usted sinuosamente quería hacerme confesar.

Entre otras cosas agrega que ignoré y hasta tergiversé las actividades de la Librería y Galería de las Artes. Si ignoré, ¿cómo tergiversé? Miente: fui una vez a esa galería conociendo ya el vínculo de ustedes con la misma. Y fui una sola vez teniendo en cuenta que al encargarme la sección me recomendaron dar prioridad a las galerías de arte propiamente dichas, considerando en segundo término a las dependientes de teatros y librerías. Durante esa temporada hubo exposiciones dignas de mayor atención en otras salas y al visitar la de las Artes lo hice entendiendo que los integrantes de un grupo de La Plata merecían el comentario. De modo que cuando su señora protestó contra mí diciendo a un secretario “González Tuñón ignora la Galería de las Artes porque odia a mi marido, que es anticomunista” (!) la doble intención era evidente. Y así entra usted en el cuadro, en la maniobra.

La actitud de su señora, sus reiteradas llamadas telefónicas, su apelación ante el Secretario y el Jefe de redacción –usted lo reconoce– pasando por encima de la autoridad del redactor responsable, no significan un procedimiento habitual; es muy mal visto en el gremio periodístico. Y eso trascendió, era lógico. Siempre hubo reclamos, pedidos. Cuatro o cinco comentarios semanales no alcanzaban a reflejar en absoluto la intensa actividad en ese terreno, pero los reclamantes venían a verme a mí, llamaban por teléfono o me escribían, y la mayoría de los artistas y marchands conocen el problema de la falta de espacio. En este caso, es sugestivo, se me ignoró. Al fin quedé al margen de la sección y ello no ocurrió “por la normal consecuencia de una seria irregularidad profesional en un diario responsable” (!) sino por un juego de intrigas, acusaciones falsas, determinadas influencias, camarillas. (Conservo copias de mis comentarios de los últimos diez años, demostrativos de lo absurdo de sus acusaciones).

Usted afirma en su innoble carta: “Los superiores de la empresa sabrán aclarar esto debidamente si usted insiste en sus falsedades”. Parece estar seguro de que así será… Agrega: “Copia de esta carta se hará llegar a cada una de las personas que de un modo u otro estén relacionadas a este desagradable incidente”. Tales párrafos amenazantes despiden un inconfundible tufillo a baja provocación, a sórdidos métodos extorsivos. Si me quedaba alguna duda acerca de su interferencia directa o indirecta en este asunto, se ha disipado. Insisto, pues. Podría valerme de testigos si fuera necesario (personas muy responsables de la empresa conocen los hechos y no han ocultado su perplejidad) pero no complicaré la vida a nadie rebajándome al nivel de usted. Si mi sola convicción carece de validez como prueba es posible que usted obtenga lo que ahora se propone, pero en el ambiente periodístico, artístico y literario ninguno le envidiaría su triste victoria.

La respuesta de Sabato llega cinco días después:

Lo único que distingue su carta de un anónimo es la firma. No pienso mantener este género de correspondencia con usted y cualquier otra carta que me envíe será arrojada sin leerla al tacho de la basura, que es el lugar que le corresponde. Guardaré sin embargo ésta que me ha mandado porque, entre tanta inmundicia que nada tiene que hacer con el problema en juego (sus referencias a mi valor literario, por ejemplo, que únicamente sirven para demostrar que a usted lo mueve el resentimiento) usted afirma que soy macartista. Los que todavía pudieron tener alguna duda sobre el tipo de infamias que usted es capaz de proferir ahora tendrán una prueba irrefutable: no sólo firmé la protesta cuando la invasión de Cuba sino que posteriormente firmé declaraciones contra la invasión del Vietnam, en favor de los guerrilleros de Salta (el Dr. Frontini488 tiene la constancia) y en favor, recientemente, de la vida de Hugo Blanco489, en Perú. Como ve, su odio y su resentimiento han sido más poderosos que su astucia.

El 23 de marzo, González Tuñón escribe la última carta:

Usted ha iniciado una especie de agresiones postales y ahora pretende en actitud olímpica que no conteste su último desahogo de enfermo de infinita vanidad, como he dicho. Desciende a insultos cada vez más groseros, pero quien trató de extorsionarme con amenazas no puede hablar de inmundicia. Y resulta muy cómodo anunciar que arrojará a la basura una nueva carta eludiendo el cargo fundamental que le hacía en la primera.

Mis palabras: “…mezclándose ahora en las ráfagas de macarthysmo que enturbian la atmósfera del país”. Se justifican, pues la base de la intriga consistió en hacer resaltar mi condición de comunista y la suya de notorio anticomunista, razones por las cuales yo habría ignorado la dichosa galería de arte. Su firma por lo de Cuba y las que siguieron no explican su ya indudable intervención en ese incidente del quehacer periodístico; una de aquellas ráfagas flotó sobre el insólito episodio, y están para mí en juego principios elementales que tienen que ver con la dignidad profesional. Esto es lo que usted soslaya y yo no olvido.

Para terminar: resentimiento es otra palabra que se vuelve en su contra. La novela no es mi género, soy sobre todo poeta y aun sabiendo que un libro no es mejor porque se vende más y el tiempo devora la mayoría de los best-seller, no sólo no me molestaron los éxitos –puros, auténticos, no “cocinados”– de otros poetas, sino que los he saludado en su hora con entusiasmo y en todo caso no me preocuparían los éxitos de un novelista. Y menos los de un novelista sofisticado.

Por aquella época un viejo padecimiento de úlcera –una enfermedad típica de los periodistas– lo lleva al quirófano. Todo se suma para tomar la determinación de jubilarse. Cuando se recupera de la operación, pasa por el diario y en la entrada, un poco desconcertados, preguntan si González Tuñón puede pasar. La respuesta es contundente: “Sí, Tuñón es hombre de la casa”.

El subdirector del diario, Roberto Caminos, “le dio la llave del cuarto donde escribía y le dijo [a González Tuñón]: ‘De hoy en más este cuarto es tuyo para que hagas lo que quieras’”.490 Un intento por reparar el maltrato al que fue sometido el poeta.

A partir de ese momento, va a la redacción a media mañana y se queda hasta después del mediodía. Sigue escribiendo colaboraciones, recibe a sus amigos, poetas jóvenes, pasa en limpio sus memorias –que nunca publica– a instancias de una idea de Nalé Roxlo.

El incidente con Sabato se enlaza con una opinión del poeta: “Siempre decía Federico [García Lorca]: ‘El peor gremio es el de los toreros, no hay más que asomarse a uno de los cafés en que se reúnen; le sigue el de los cómicos y luego el de los escritores, donde basta con oír lo que dicen de los demás’. Yo agregaría en nuestro medio, querido Horacio, el de los artistas plásticos y el de los periodistas. ¡Y no hablemos de los políticos!”.491

Horacio Salas, que desde 1967 es colaborador permanente del suplemento cultural, ve siempre a González Tuñón en la redacción. Pero ese no es su lugar de encuentro. El mundo de la poesía los cruza en otros ámbitos, por ejemplo, en la librería Norte, de Yánover, donde se conocieron a fines de la década de 1950.

Cora Cané también comparte sus primeras horas de trabajo con González Tuñón, mientras hace la sección “Clarín Porteño”, pero se conocen desde que ella entra al diario, en 1957. La poesía es el eje de las charlas. “Raúl, el día que te mueras se morirá la poesía”, le dice al pasar por su escritorio y la respuesta es siempre la misma: “La poesía nunca morirá”. La amistad entre ambos es una prolongación del vínculo que unía al poeta con Luis Cané, esposo de Cora y compañero en la pasión por los versos desde los tiempos de Martín Fierro y Crítica. Ella también recibe el apoyo que González Tuñón da los creadores: le escribe un texto elogioso para la contratapa del libro Después de Clarisa, publicado en 1968.492

En una de esas mañanas, Félix Luna, que trabaja en el diario y que acaba de fundar la revista Todo es Historia, se encuentra con González Tuñón. La conversación rápidamente deriva en los recuerdos de los años míticos de Crítica. Ante el apasionamiento del poeta por aquellos temas, Luna lo insta a escribir una nota para su revista. Es así como nace “‘Crítica’ y los años 20”, publicada en diciembre de 1969.493

“Necesito rodearme del clima de una redacción, a pesar de que ­–con los años– muchas cosas han cambiado”, reflexiona González Tuñón y esa relación constante que entabla con el lugar de trabajo, por donde transcurren las alegrías y las tristezas, los triunfos y los fracasos, los amores y los desencantos, lo muestra despojado de cualquier grandilocuencia o actitud de soberbia. Es un trabajador que pudo ocupar cualquier puesto de jerarquía en la escala de una redacción, pero que sabe que ese no es su lugar: “Si me nombran jefe, no duro ni dos horas”.

Bayer, que en su última etapa en el diario dirige el suplemento cultural, al que bautiza “Cultura y Nación”, recibe las colaboraciones de González Tuñón: “Lo que él me traía lo publicaba. No quería pedirle cosas, porque era desviarlo de su línea. Pero, por ejemplo, cuando había algún amigo muerto, esos poetas de antes, le pedía a él” que escribiera.494

Su trabajo a contraturno del resto de la redacción lo hace pasar inadvertido para algunos colegas, que desconocen que por la mañana y hasta las primeras horas de la tarde suele estar en esa cuadra solitaria un periodista-poeta con una trayectoria que va a cumplir medio siglo. Armando Vidal entra en 1966 como teletipista y luego pasa a la sección Interior. González Tuñón se sienta a unos pocos metros de él, escritorio de por medio con el de Luis Soler Cañas. Le hubiera gustado haber podido intimar más con el creador de La rosa blindada:

Lo que tengo de él es la presencia física de un señor que transmitía seriedad con solo verlo. Bajo, siempre peinado, muy prolijo en su aspecto y callado. Nos cruzábamos unos minutos, porque llegaba a eso de las dos y media de la tarde y él estaba preparando la salida. Se iría a las 3 de la tarde. No hablaba mucho, muy reservado, muy señor… Imponía no distancia, porque si yo me hubiera acercado, hubiera sido un tipo extraordinario. Pero había factores de intimidad natural que yo tenía respecto de cualquier periodista y mucha más cuando se trataba de alguien que yo sabía que era un tipo importante. En esos años, hablar con los mayores era toda una… especialmente en ese diario.495

Blanca Rébori tiene mejor suerte. Ingresa en 1967 a hacer colaboraciones en el suplemento literario, gracias a un parentesco lejano con Camilión y pese a la oposición de Noble para que ingresara una mujer. Recuerda que en ese entonces González Tuñón estaba “en la Siberia total, cortaba cables… iba temprano y se iba temprano”.496 Rébori también va temprano a la redacción para poder conseguir una máquina de escribir. No tiene escritorio propio y por la tarde, cuando los periodistas empiezan a llegar y ocupan sus lugares, ella deambula entre los escritorios. “Era divino ese tipo –enfatiza– y yo charlaba mucho con él porque a veces estábamos los dos solos en la redacción tan temprano. Él me hablaba de… ¿de qué me podía hablar? De la España de Lorca, de sus amigos, de Neruda… y yo decía ‘este tipo conoció a toda esta gente, por Dios, y está acá arrumbado’. No me animaba ni decírselo a él”. Y confiesa: “Fueron momentos tristes, los recuerdo con melancolía, porque de repente no estaba más Tuñón para charlar. Esos ratos…”.

Cuando entró a Clarín, Rébori ya sabía quién era González Tuñón. Conocía su obra desde su juventud en Paraná, en el Magisterio, donde tuvo una sólida formación, especialmente en literatura. Nunca se olvidará de la vez que aquel hombre la “retó”. El director del suplemento literario, Fernando Alonso, le había encargado el comentario de un libro de Bernardo Verbitsky, La neurosis monta su espectáculo, y lo destroza. “Una chiquilinada”, reconoce:

Verbitsky viene al diario y me dice de todo, me grita… Yo no le contestaba, quería medio sonreír y… “no le permito que se sonría, usted es una mocosa atrevida, no entiende nada de nada…” Después, con los años, me di cuenta de que Verbitsky tenía razón. A los dos o tres días, viene González Tuñón y me lo plantea, pero me lo plantea al estilo de él, suavemente: “no era para tanto, me parece…”. Yo tenía una vergüenza que no me la iban a sacar hasta el día que me muera, esas vergüenzas que te dan por cosas que hacés en el periodismo...

Aquella obra tuvo el mismo destino que las otras que le tocó comentar, muy lejos de su incipiente biblioteca de Buenos Aires. “En Clarín me obligaban a devolver los libros que comentaba. Nunca podía quedarme con uno. Así que me fui comprando de a poco. Había un tipo que venía al diario y vivía de la venta de libros, y yo le compraba por mes.”

Al conocerse que González Tuñón gana el Premio Sixto Pondal Ríos, en 1970, otorgado por la Fundación Odol, Clarín publica el siguiente artículo sin firma:

–¿Quién ganó el premio?

Ese... ese que está ahí.

Y es verdad. Raúl González Tuñón está ahí. En un escritorio de la redacción de Clarín. Hace muchos años que está ahí. En ese escritorio que ni siquiera tiene la poesía de ser “uno de los del fondo”, ni la importancia de ser uno “de los de adelante”. Un escritorio en el medio. Para muchos muchachos habrá que actualizarse la imagen de “Ese hombre” que nunca dice lo que es, ni lo que hace. Que lleva en su aspecto la medalla de la modestia. Que no se escucha. Y apenas si se le ve. Que hasta aparece aplastado ante “las hazañas” de otros, en este mundo altisonante que se mueve en la redacción de un diario. Que no tiene nada que ver con el “ratting” [sic], ni con los golpes de la publicidad, aunque sea casera.

Está siempre ahí. Preferentemente, a la incierta hora del mediodía. Teclea sus colaboraciones. O “haciendo su costura”, como le decía José Portogalo, otro poeta típico de las redacciones porteñas.

Estamos tan acostumbrados a él, que hasta los “más viejos” deben apelar al archivo para hablar de su obra “fuera de la redacción”. Es que González Tuñón nunca habla de él ni de lo que está haciendo, de lo que hizo y lo que hará. Es uno más. Que levanta un dedo felicitando al autor de una buena nota o que pregunta despacito “¿quién hizo esto?” para hacerle llegar su aliento de maestro. Pero todo en voz baja. Sin estridencias. Nos enteramos de éste, su último premio, “porque lo dijo la televisión”. Y lo felicitamos sin alarmar a nadie a la manera que lo hacemos con el triunfador de la “polla del fútbol” de los domingos. Mañana estará otra vez en su “escritorio del medio”. Y adivinamos su sorpresa cuando lea todo esto, que no ha escrito uno de sus antiguos amigos de redacción, sino alguien que lo saluda tibiamente cuando de vez en cuando coinciden los horarios de ese mediodía en que González Tuñón acostumbra trabajar.

El archivo nos descubre dos sobres llenos con trabajos periodísticos de González Tuñón. Que para un “hombre que piensa” es una barbaridad. Por supuesto que un par de sobres de un archivo periodístico son completados por “Ringo” Bonavena en un mes. Pero esto es harina de otro costal. La culpa no la tiene ni “Ringo” ni González Tuñón.

Y allí ante dos sobres llenos de recortes, nos sorprendemos. Lo hacíamos más joven, quizá demostrando que la juventud, es como la poesía, una manera de vivir [...]

A los pocos días de la entrega del premio, sus amigos le ofrecen una comida en una cantina del barrio porteño de Monserrat. Dos viejos conocidos de Clarín se encargan de los discursos: Edmundo Guibourg y Diego Lucero. “No sé qué hacer con el millón de pesos del premio”, confiesa González Tuñón.

En una de las tantas evocaciones publicadas en homenaje al poeta, el periodista Jorge Göttling apunta que “cuando remontaba sus últimas mañanas en la redacción de Clarín, siempre habló de los puertos, de barquitos de botellas, de cuadros ilustrados y de libros. Jamás se refirió a su obra o a su larga epopeya”.497

En 1972, la SADE lo reconoce con el “Gran Premio de Honor”. César Tiempo celebra poco después: “La vieja entidad fundada por Leopoldo Lugones consagraba a un poeta callejeador e insumiso, es decir, a un poeta proscripto de la prensa almidonada, un hombre que rescató para la poesía los bienes de la música y luego se convirtió en heraldo de un mundo nuevo repristinando imágenes y palabras con sabor a pueblo”.498

Los adioses

Los compañeros de la redacción acuerdan en que González Tuñón merece una despedida, un encuentro de amigos para celebrar al periodista-poeta que convivió con ellos durante más de veinte años. El “bodegón de la esquina”, aquel en el que padre e hijo iban a completar su paseo de los domingos, es el lugar elegido por el homenajeado. Es el “Lugo”, ubicado en Tacuarí e Ituzaingó, pero que todos conocen como “El Vómito”.

Bayer será el encargado de decir unas palabras en la cena. Unos sesenta periodistas, gráficos y administrativos del matutino se juntan para despedirlo. El bar se cierra y queda sólo para ellos. “Él dijo tres o cuatro palabras, nada más, estaba muy emocionado. Era la terminación de una vida de periodista”, recuerda Bayer.499

Por fin lo tenemos entre nosotros a Raúl González Tuñón. Digo por fin porque lo tuvimos mucho tiempo entre nosotros en esa enorme redacción que parece un reloj del tiempo con sus ruidos, con sus gritos, con sus apuros, y lo dejábamos escapar.

Y él se nos escapaba con su humildad, sus eternas ganas de pasar desapercibido. Se nos escapaba con su paso silencioso, su cabeza poblada de sueños, y se tomaba alguna nube allí en Barracas –por supuesto sacaba su boleto obrero– y se sentaba a la ventanilla del tiempo a observar y amar una vez más a las gentes, a las casas, a las ilusiones y las esperanzas de esta ciudad.

Porque como el mismo Raúl dice en uno de sus versos:

‘El poeta lo es en sus libros y en la calle’

Pero hoy lo hemos atrapado y lo hemos traído aquí con nosotros, este puñado de amigos que después de mucho tiempo ve tenderse el mantel familiar para darle las gracias a uno de los suyos por su hacer y para expresarle la alegría que sentimos por su último libro La veleta y la antena, verdadera síntesis de dos épocas, verdadera simbiosis del pensamiento de Raúl, que vive añorando lo pasado pero que siempre está en lo nuevo.500

En su discurso, Bayer recorre los años 20 y aquella nota que el entonces joven periodista de Crítica escribe conmovido por la muerte de un pequeño obrero al que se le cae del bolsillo un sándwich de milanesa. Y lo define como un “poeta revolucionario” que “en su épica no se olvida del detalle de la vida diaria, del ser sin importancia, del boliche, de la noche, de los personajes de esta ciudad tan antirrevolucionaria”.

En esa línea, repasa algunos de sus poemas: “La huelga de las costureras”, “4144”501, “Epitafio para cuatro tumbas”, “La mujer que lleva comida a los presos”, “El poetango del boliche”, “Muerte y entierro de Gardel”, entre otros. Y finaliza:

Así es Raúl. Al hombre que hoy no dejamos que tomara su nube en Barracas y lo obligamos a estar entre nosotros, sus amigos.

Total mañana tiene tiempo de enderezar de nuevo por la calle Piedras hacia el centro a la espera de su nube donde volverá a sacar boleto obrero y donde tal vez converse de tanto en tanto con su hermano Enrique y acaricie la cabeza mojada de aquel chico que murió con un sándwich de milanesa en el bolsillo.

El retiro de la actividad laboral no lo aleja de la pasión por la escritura, los viajes, el aliento a jóvenes poetas y artistas plásticos, las polémicas, las entrevistas… Es así que continúa con sus colaboraciones en Clarín y otros medios; escribe el prólogo para el libro de memorias de Carlos Marambio Catán, 60 años de tango; dialoga durante varias jornadas con Horacio Salas en su casa de la calle Amenábar, material reunido en Conversaciones con Raúl González Tuñón, obra publicada después de su muerte; embiste contra Jorge Luis Borges, Elías Castelnuovo y Jorge Abelardo Ramos en la revista Cuestionario502; presenta en La Pampa La veleta y la antena, a instancias de los jóvenes escritores nucleados en el Grupo Alpataco. Durante el encuentro, un hecho acorde a los tiempos represivos, salpicado de un toque tuñoneano, sorprende a todos:

En el acto cultural del sábado, a pesar de la numerosa concurrencia no pasó inadvertida la presencia de tres funcionarios policiales. Uno de ellos, perteneciente a la delegación de la Policía Federal, se ubicó en la extrema derecha de la última fila de butacas. Sus colegas de la policía provincial, en contraposición, eligieron la extrema izquierda.

Un detalle curioso fue que los policías fueron los que más estruendosamente aplaudieron las palabras vertidas y las poesías y cuentos leídos durante el acto, tal vez para demostrar que su concurrencia era espontánea y que no consistía en una tarea de vigilancia ordenada desde arriba.503

González Tuñón es un hombre avezado en sufrir persecuciones, vigilancia y censura. A mediados de la década de 1960, la organización fascista Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas (FAEDA) lo incluye en una lista de intelectuales y escritores que integran “la infiltración marxista en el campo artístico cultural”. En la solicitada Número 8, publicada en varios diarios porteños en octubre de 1965, su nombre aparece junto con Rodolfo Walsh, David Viñas, Gregorio Selser, Ernesto Laclau, Jorge Abelardo Ramos, Silvio y Risieri Frondizi, entre otros.504

Además, tanto él como Nélida, su esposa, cuentan con legajos en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), bajo la numeración 3891 y 5315, respectivamente.505 Quizás ese clima macartista lo lleva a reflotar el seudónimo Ismael Bravo para figurar en los créditos del filme documental Carlos Gardel. Historia de un ídolo (1964).

En 1973, el presidente Raúl Lastiri firma el decreto 1774 que establece disposiciones aduaneras para la exportación de libros, un andamiaje legal que esconde la censura no solo en el ingreso, sino también en la exportación de literatura. Si bien la norma no explicita una lista de material cuestionado, las prohibiciones de exportación empiezan a circular e incluye al poemario La calle del Agujero en la Media. También figuran Antología de un asco en la Argentina, de Augusto Bonardo; Espionaje en América latina, de Gregorio Selser; China o la revolución para siempre, de Bernardo Kordon; y obras de Eduardo Galeano, Osvaldo Bayer, Armando Tejada Gómez, Leónidas Lamborghini, Álvaro Yunque y Octavio Getino, entre otros.506

Un par de meses antes de su muerte, la prensa anuncia que González Tuñón será el encargado de presentar la muestra “30 poetas y 1 fotógrafo”, que reúne imágenes de Jorge Rocardo Salto con versos de Fernando Alonso, Juana Bignozzi, Rodolfo Braceli, Humberto Constantini, Hugo Ditaranto, Héctor Negro, Marcelo Pichòn Riviere, Horacio Salas, Roberto Santoro, Marcos Silber, Alberto Szpunmberg, Héctor Yánover, entre otros.507

González Tuñón muere el 14 de agosto de 1974, a los 69 años. Acababa de terminar un poema dedicado al cantor Víctor Jara, asesinado un año atrás por la dictadura de Augusto Pinochet. Al día siguiente del fallecimiento del poeta, los diarios porteños no eluden la noticia. Desde los informativos “González Tuñón, poeta de la ciudad, murió ayer” (Clarín) y “Murió Raúl González Tuñón” (Noticias), hasta el formal “Raúl González Tuñón. Su fallecimiento” (La Nación y La Prensa) y el comentativo “Raúl González Tuñón perpetuó en veinte libros su amor a la Argentina y a las epopeyas de nuestro tiempo” (La Opinión). La portada del suplemento Clarín Cultura y Nación de ese jueves ofrece el poema “La Luna de Barranca Yaco”, “en homenaje al cantor maravilloso de los pueblos y del pueblo, nuestro querido colaborador”.

El 16 de agosto la prensa continúa con las notas evocativas, algunas no exentas de críticas a su estilo poético, que “se entrampará más tarde en el formulismo repetidor de una literatura de circunstancias”, según el anónimo redactor de Noticias. “El final de Juancito Caminador”, destaca el matutino de Montoneros como titular y agrega en la bajada: “Fue sepultado el poeta Raúl González Tuñón, creador de una imagen de la ciudad”. Desde otra vertiente del peronismo, Mayoría informa que “Sepultaron los restos del poeta Raúl González Tuñón” ante medio millar de personas que acompañan la marcha hasta el cementerio de la Chacarita y, con la firma de Horacio Salas, revela una anécdota:

Hace pocas semanas, cuando regresaba a su casa, dos ladrones jóvenes y temblorosos lo encañonaron. “Se equivocaron, muchachos. Justo a mí que tengo solo dos lucas”, les respondió sonriente, sorprendido por la confusión, sin advertir que tenía una 45 apretándole las costillas. “Entréguenos las joyas, entonces”, le gritaron. “No, muchachos, no ven que no tengo ni reloj”.508

Seis días después de la muerte, los talleres de Américalee terminan de imprimir ocho mil ejemplares de la Antología poética que publica Losada, con una semblanza introductoria escrita por el poeta paraguayo Elvio Romero, exiliado en Argentina. Por primera vez el prestigioso sello le abría las puertas a Raúl González Tuñón. Las diferencias entre Gonzalo Losada y Raúl González Tuñón habían sido insalvables. Otros poetas comunistas –como Neruda, Guillén y Alberti– se habían consagrado con las publicaciones en ese sello, pero el argentino no gozaba de ese privilegio. “Es que rojo”, es la respuesta de Losada ante las recriminaciones de Neruda y Guillén para que el editor español publicara al poeta argentino, según contó Julio Huasi. Su condición de argentino le cerraba las puertas, “y si lo publico tal como está escribiendo –argumentaba Losada– tendré problemas con la policía”.509

Finalmente, el acercamiento entre Losada y González Tuñón se produjo gracias a la mediación de Romero, amigo de González Tuñón, y del crítico literario Jorge Lafforgue, quien visitó al poeta en su casa de Colegiales. Losada, por su parte, invitó a González Tuñón a su casa-quinta en el Gran Buenos Aires –un gesto poco habitual– y allí acordaron la publicación de la antología y del libro doble El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, que salió en 1977.510

Tiempo después de la muerte de González Tuñón, su esposa y su hijo van a la redacción de Clarín a buscar las pertenencias del poeta guardadas en un armario de metal. Papeles, recortes, textos para libros en preparación llenan los estantes. Cora Cané se pone al frente de los compañeros de trabajo que ayudan a Nélida y Adolfo en el duro momento de desarmar parte de una vida contenida entre esas paredes enchapadas. De ese rescate nacen La literatura resplandeciente y El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo.

Aquel armario metálico no puede contener cincuenta años de diálogos con el periodismo, pero atesora un material que sobrevive a la muerte de su autor. Es un símbolo de la permanencia de una obra extensa, inabarcable. Como la máquina de escribir: la empeñada, la perdida, la regalada, la inamovible. Aún hay muchos armarios de metal por abrir para encontrar páginas valiosas, cada día más amarillentas y deshechas; aún hay muchas máquinas de escribir –o teclados, da lo mismo– para rescatar del olvido a quienes ayudaron a construir la alborotada historia del periodismo argentino. A González Tuñón le corresponde un lugar de privilegio en esa historia.

Banfield, abril - octubre de 2005

Barracas, noviembre de 2015 - marzo de 2020

SEGUNDA PARTE. UN VIAJE CONSTANTE ENTRE LA POESÍA Y EL PERIODISMO

CAPÍTULO 1. ESPACIOS

Raúl González Tuñón, autor de tres libros de poemas: El violín del Diablo, Miércoles de Ceniza y La calle del Agujero en la Media. Escribió series de notas acerca de la Guerra del Chaco, de la fisonomía del Sur, etc. Ha colaborado en los principales diarios y revistas de América. Recientemente fue invitado a colaborar en Monde, la revista que dirige Henri Barbusse.

Ha recorrido casi todo el interior del país, el Uruguay, Brasil, Paraguay, Francia y España. Posiblemente es el periodista argentino que tiene más horas de vuelo en avión. Ha obtenido un premio municipal de literatura en 1928. Es porteño. Nació en 1905.

(“Nuestros colaboradores”, en Revista Multicolor de los Sábados, Crítica, Nro. 21, 30 de diciembre de 1933)

Buenos Aires: comienzo de la aventura

En la dedicatoria de su primer libro, El violín del diablo, González Tuñón recuerda los “frecuentes cambios de domicilio” vividos hasta sus dieciocho años. Esas mudanzas lo llevan a conocer los barrios porteños de Once y Constitución, y el partido de Morón, en el oeste del conurbano bonaerense. Pero no sólo los cambios de casa lo incitan a descubrir la calle y las aventuras tentadoras que se le ofrecían a sus sentidos. Es más interesante el mundo del Paseo de Julio y sus alrededores, con sus bares, marineros, prostitutas, ladrones y consumidores de droga, que las clases del Colegio Nacional. Esa ciudad que se descubre a los ojos del Raúl adolescente, aprendiz de poeta, es la reflejada en sus poemas de El violín del diablo. La fascinación que ejerce el bajo fondo está en cada poema de su primera obra. Es un rincón de la ciudad cosmopolita, poblada de bares para todos los gustos: White Corner (“Sinfonía en rojo y negro”); New Cross (“Bar de camareras”, “New Gross Boston Bar”511); Café de la Marina; Bar de la Costa (“Ursulina”); Maipú Pigall; Café Central y Avon Bar (“Impresiones de madrugada”).512

Estar en contacto con marineros es una manera de acercarse a países lejanos, ciudades cercanas sólo en los libros: Bagdad, Pekín, Brujas… En “Nocturno”, el poeta juega con los nombres de estas “tierras desconocidas” y los cambia de orden. Lo mismo da el lugar en que estén situados en el verso. Y se suceden las imágenes portuarias (“Barcos en reparación”, “Andanza”, “La barca costera”, “Lobos de mar”, “Muelle de pescadores”, “Música de los puertos”, “Puente Alsina”).

La recorrida se extiende en “Villas” a otras zonas de la ciudad, un poco alejadas del centro –Villa Ortúzar, Belgrano y “Palermo al Sud”–, mientras que en “Impresiones de madrugada” convive con los restos de la noche porteña.

En “Aguafuerte I” se instala en uno de sus barrios predilectos, La Boca:



Calle Pedro Mendoza. Bodegones sombríos,
gente que viene de lejanos mares
y de lejanos ríos
y oficia en los altares del alcoholismo y de los desvaríos.



La Parda y Juan Malevo
con las últimas quejas del bandoneón
han huido hacia un nuevo
rincón, a un ex refugio de Barracas.
(En la Boca, las últimas facas
abrieron paso a otra legión).

La producción periodística de González Tuñón en el vespertino Crítica muestra esos mismos ambientes a un público lector de la prensa “amarilla” o “sensacionalista”, en la que trabajan los mejores escritores de la nueva generación. Al mismo tiempo que da a conocer El violín del diablo publica un artículo sobre el Barrio Chino de La Boca.513 “Es el barrio del miedo y de la persecución. [¡]Fumaderos de opio! Cajas de sorpresa, ojos de buey de la desesperanza, siniestros cuchitriles subterráneos que recogen a los tristes ahogados de la vida... En los bars [sic] de camareras, el humo de las pipas se corta con un cuchillo. Y a la orquesta que desparrama en el ambiente todas las imprecaciones internacionales, alguien le da cuerda desde abajo”, sintetiza la bajada.

González Tuñón retrata las miserias que se entrecruzan en no más de doscientos metros. Lo pintoresco se desvanece y surge la preocupación social: “las camareras visten traje negro y blanco. No parecen prostitutas. Atadas a la coyunda de un burgués brutal, ensoberbecido, ganan un mísero jornal, sirven las mesas, soportan un castigo de insultos y hacia la media noche tienen un número de amueblada en la frente”.

Ellas conviven con la florista del White Corner, “tuerta y vieja”, y las busconas, “enemigas de las floristas y de las camareras, creyéndose en un plano social superior, son las que más pronto darán el salto al hospital”. Como la Rubia, “bella y triste como una estampa religiosa. Y, a veces, –¡pobre rusita!– suele dar el vuelto en espiroquetas”, en una transacción sexual donde intervienen el dinero y la sífilis.

Ahora, es el periodista quien se sitúa en la calle Pedro Mendoza y señala que en el lugar debería “levantarse un monumento: Un canto rodado sobre un montón de tablones. La gentuza que desemboca en el Riachuelo tiene la forma de todas las orillas del mundo. En cada puerto adquirió una característica. El que se asoma un instante a la Boca del Riachuelo podrá ver todos los bajos puertos de la tierra”.

La nota está acompañada por un poema, “En todos los puertos del mundo”, que oficia de cierre del texto principal. La poesía es la misma que publicará, con algunas modificaciones, en su segundo libro, Miércoles de Ceniza, como “Escrito sobre una trastienda”. En ambas se mantiene el estribillo “en todos los puertos del mundo/ hay alguien que está esperando”. Este último verso se convierte en el título de la obra que González Tuñón da a conocer en 1952. La tapa está ilustrada con un dibujo de líneas sencillas que representa un cruce de calles de una zona portuaria, con casas de dos plantas y ropa tendida en sus techos, y dos barcazas amarradas a la costa. Como parte de ese ambiente, la editorial que publica la obra es Carabelas, un sello que sólo tiene registrado un título: ese poemario de González Tuñón.514

La mítica calle Colorado reaparece en el poema “Títeres en la Boca del Riachuelo”, de A la sombra de los barrios amados, y en el relato “El hombre y el espejo”, publicado en la Revista Multicolor de los Sábados de Crítica, y tres décadas después incluido en el libro Crónicas del País de Nunca Jamás como “El hombre que desapareció en el espejo”.515

El narrador cuenta la historia de Jerónimo Laberinto, un tipo empeñado en prolongar la juventud mediante cualquier método, protagonista también de “El famoso prestidigitador O’Hara”, incluido en El otro lado de la estrella, y que había aparecido por primera vez en “Bar”, en Miércoles de Ceniza. “Nos encontramos una vez –relata el autor– en el mismo fumadero de la calle Colorado, en la Boca del Riachuelo. Me sorprendió, no sabía que era afecto al opio.” Ahora su experimentación pasaba por esa droga. Este personaje ya había ingresado en la producción tuñoneana en el relato “Bar”, en Miércoles de Ceniza, donde lo presenta como a uno de los parroquianos del “Cosmopolita” que habla “mal del ciclismo y las conferencias”.

En el poema “Adiós a Buenos Aires”, incluido en El violín del diablo, vuelve a identificar a La Boca con los “cafés de camareras”.

Años después, escribir sobre Buenos Aires o sobre alguno de sus barrios es una excusa para hablar del mundo. El periodista empuja las fronteras hacia otros territorios. En una nota publicada en 1931 cuenta: “La Boca del Riachuelo no es el suburbio en ruinas, ni el suburbio aristocratizante, ni el suburbio ahumado y rencoroso. Es, como la Barceloneta, como el puerto de Génova, como tantos otros barrios portuarios del mundo –Nueva York y Marsella, Vigo y Hamburgo–, el barrio internacional adonde atracan todos los hombres del mundo, y que, hacia adentro, hacia atrás, alberga a un pueblo de trabajadores pacíficos, de reducidas ambiciones”.516

Y sobre el final retoma la descripción moralizante: “Por la noche, la Boca del Riachuelo tiene una calle infame que podemos encontrar en todos los puertos del mundo –el Barrio Chino de Barcelona, los muelles de San Francisco, el Bowery de Nueva York, los muelles de Marsella–, y es la calle Pedro Mendoza, maloliente, sacudida de brutales deseos, cruzada de vicio bajo, enardecida de músicas pegajosas y groseras, iluminada de estampas pornográficas”.517

Uno de los libros preferidos de González Tuñón es Judíos sin dinero, una “hermosa y desgarrada novela inolvidable”518 del escritor estadounidense Michael Gold, publicada en 1930, en la que el autor describe de manera autobiográfica la vida de los inmigrantes judíos en el Bowery, en el East Side neoyorkino, en el paso del siglo XIX al XX.

En “Barrio judío pobre”, González Tuñón recorre las zonas israelitas de Buenos Aires:



Y yo amo estos sectores que forman un sub-barrio,
que a veces desparrama olor a guisos ácidos,
a miel, a especias fuertes, a horizontes fantásticos,
a luna de azoteas populares,
a fondines en cuyas vidrieras de colores
se exhiben raros peces y panes aromáticos.
[...]
Oh, calles, de repente un laberinto,
por donde me conduce mi amigo extravagante,
cantor del Bar nocturno y periodista,
con quien bebemos vodka en la trastienda
de un almacén amontonado y vehemente,
entre amables pellejos y barricas
de pepinos y ajíes, y de arenques ahumados [...].



Calles que tienen algo de aislada ciudadela.
Sus gentes viven, aman, luchan, sueñan,
y en el fondo, su ambiente, un poco sórdido,
es tibio y fraternal.

Las menciones a los bares porteños se agolpan en sus poemas. En Miércoles de Ceniza evoca al “Nelson Bar” del Paseo de Julio en el poema “El violín de la figuranta”. Aquel comercio del Bajo reaparecerá en “Responso por el alma de una figuranta”, en A la sombra de los barrios amados. En este libro, el poema “El Puchero Misterioso” evoca el nombre del “curioso fondín que funcionaba en el despacho de bebidas del almacén de Cangallo y Talcahuano, hoy desaparecido”.

Este local es uno de los más evocados por el poeta. En el relato “Un loco de la vida” explica que su amigo Nalé Roxlo fue quien lo bautizó así porque “daban un puchero robusto, abundante y sabroso, por sólo veinte centavos”, que los cocineros entregaban a los mozos a través de un agujero en la pared que dividía el salón del lugar en el que se preparaban los alimentos. En el cuento, relata la historia de dos de sus personajes “Lenin” y “La Sombra”.519

En “Réquiem para un caricaturista de café” lo califica de “mágico” y evoca a otro lugar típico, el “humoso” La Puñalada, en la esquina de Libertad y Rivadavia, que “reunía a los amigos de las albas equívocas”.520

Otro de los relatos publicados en la Revista Multicolor de los Sábados es “Las dos personalidades”. Allí cuenta que “el Café de la Puñalada durante el día era inofensivo rincón de empleadillos. Durante la noche se convertía en una cueva de foragidos [sic], viciosos, prostitutas, vendedores de alcaloides, vagos y –lo que para un burgués sería una redundancia–, literatos”.521

Esos boliches, al igual que varios otros, son mencionados en las notas evocativas de aquella época que González Tuñón escribió en su madurez para medios tan diversos como una revista de divulgación histórica y otra del Centro de Profesionales de la Cocina.522

Dentro de esta línea también están los poemas, por sólo citar algunos, “Primero y último”, “Saudade de los antiguos estaños” y “El boliche de la Luna”, en A la sombra de los barrios amados; en Poemas para el atril de una pianola se incluyen “Despacho de bebidas y cancha de bochas”, “Cuando clausuraron el café”, “Mission to seamen”, “Íntimo Bar Viena” y “La pianola del café”; y en La veleta y la antena, “Poetango del boliche”.

González Tuñón sale de Buenos Aires y viaja al figón de la Mere Catherine en París (“La Mere Catherine”), al ventorrillo de Rafael en Cádiz (“La Sopa del Cuarto de Hora”) y a los bares Chino e Internacional del “Bajo fondo de Barcelona”.523 En la ciudad catalana, más específicamente en la Calle Nueva de San Francisco, en 1929-1930 se encuentra con un mundo sórdido, similar al del Buenos Aires de los alrededores del puerto. Allí, “el viento me empuja, como la mano helada de un policía”. Hay prostitutas, “invertidos”, “un manco, un cojo, un ladrón y un maqueraux”, y un marinero inglés, en una calle convertida en un “urinario público, [que] se hace más estrecha en el mal olor y la sombra”.

Cinco años después, González Tuñón regresa a España. En las notas publicadas en El Suplemento –“Redescubrimiento de España”–, describe su experiencia en aquel país convulsionado por la represión a los mineros asturianos que se habían levantado contra el poder, en noviembre de 1934: “Barcelona ofreció a mi vista dos aspectos hacia fines de 1935: por un lado, la ciudad seguía el ritmo violento de siempre, con sus ramblas bulliciosas y sus barrios industriales; y, por otro, la descomposición de la sociedad, el espectáculo de la miseria y el vicio, decretaban un contraste que no ofrecían, de manera tan viva, otras ciudades de España”.524

Para contextualizar la realidad catalana, González Tuñón repasa los últimos acontecimientos políticos y, entre ellos, menciona el asesinato del dirigente sindical anarquista conocido como el Noy del Sucre, a quien le había dedicado un poema, con el mismo nombre, en Todos bailan:



A la salida de la mazmorra diez escopetas
hicieron fuego sobre el angélico pistolero.
¡Oh, Noy del Sucre, ya está dormido bajo la tierra!
Pero perduran los resplandores del tiroteo.
Son sus hermanos solapa arriba, visera abajo,
en los talleres, en las esquinas, en las tabernas de
Barcelona.
El Noy del Sucre ya está hace tiempo seco en su saco [...].

En su primera visita a Madrid, en 1935, descubre el “itinerario de un bebedor de vino” por las tabernas de la capital española y deja su testimonio periodístico en una revista de aquella ciudad.525 La nota comienza con una cuarteta de su amigo el poeta Luis Cané: “De tanto andar por tabernas,/ que es andar siempre de bronca,/ se me ha puesto la voz ronca/ para decir cosas tiernas”.

No es reciente nuestro descubrimiento de la taberna, pero tal vez nunca nos atrapará hasta ese extremo, porque también amamos la calle. En otras ciudades la calle queda lejos de la taberna. En Madrid, París, Montevideo, calle y taberna se saludan. En Buenos Aires la taberna tiene, o bien algo de “speakeasy”526, o bien algo de bar Automático: está unas veces lejos de la calle y otras sobre la calle misma, vulgar y urgente.

Se ruega no confundir. La taberna es algo más que un despacho de vino. [...] hay que tener bien presente la frase de Horacio: “No perdurarán los poemas escritos por bebedores de agua”527. Pero no hay que ir por cálculo, fríamente, a la taberna. Son necesarias la inspiración y la gracia... Como en poesía. El poeta, anclado en la taberna, estará perdido. La fórmula ideal es ésta: Pasar por el fuego sin quemarse, como la salamandra. De lo contrario, aguarda la bohemia estúpida, sucia, pasatista, y se habrá perdido para siempre la calle y la llave de la calle.

En ese artículo destaca uno de los lugares que con el tiempo permanecieron en su memoria, la Taberna de Pascual, en la Calle de la Luna, donde “hay un muestrario de jamones y chorizos, gambas y percebes, y una cocina madura, donde madura el humo maduro, el olor maduro, donde maduran las cazuelas de barro maduro donde se cuecen las judías y la cebolla, el tomate y la ternera. Donde madura el mundo antiguo y maduro”.

En el poema “El reloj de la Gobernación”, del libro La rosa blindada, rememora que “todas la fuentes, todos los andamios, todas las primaveras son diferentes/ y únicamente los chanchitos con una lechuga en el trasero,/ los dulces cochinillos de Pascual son delicadamente iguales”.528

Casi diez años después, en un artículo publicado en El Siglo, recuerda un encuentro fraternal en ese restaurante con García Lorca y el poeta francés Robert Desnos, a quien agasajaron con “el celeste lechoncillo que era el secreto de la taberna de Pascual, y el vino de la Peña, espeso, oscuro como las callejuelas de ese Madrid de antiguas boticas y derramadas ferias verduleras”.529 A Desnos, que murió en 1935, el mismo año de aquellas reuniones, le dedica un poema en Demanda contra el olvido:



Robert Desnos, cric y crac.
La muerte corre sin saber
adónde va.
Pero él lo sabía. No conozco
a nadie tan amante de la vida y el mundo.
(¿Recordará Madrid, la Calle de la Luna,
los ricos cochinillos y el oloroso Valdepeñas
de la Taberna de Pascual?)



–“¡Muera la inteligencia!”... Y lo mataron.530

La ciudad que atrae y espanta

Aquella dedicatoria de Borges a su amigo González Tuñón en el poemario Luna de enfrente (1925) –“Al otro poeta suburbano”– marca una pertenencia juvenil a un espacio cuyas fronteras se corren a través de los años hasta que desaparecen por completo. Cualquier lugar es el suburbio.

Como caminador incansable de las diversas geografías, poco le importa a González Tuñón transitar calles y barrios o caminos de tierra y pueblos. El territorio se amplía a toda la ciudad, a toda Argentina, a todo el mundo: “Los que preferimos a las ruinas románticas, las grandes moles de piedra, las enormes, casi fantásticas estaciones de ferrocarril, el puerto, las grúas, los puentes, el camino huidizo del asfalto reluciente, las canchas y hasta las peluquerías modernas; los que nacimos en Buenos Aires, centro de todas las razas, encrucijada del mundo, aceptamos, en la intimidad de nuestra esperanza, el aliento del mundo”.531 Con distintas palabras, González Tuñón reitera esta declaración de principios a través de los años en sus poemas y en sus escritos periodísticos.

La incorporación de maquinaria más moderna para la impresión de Crítica lo lleva a escribir el “Poema a la Hoe”, en el que resalta los avances tecnológicos y los equipara a la modernización de la ciudad:



El diario ha florecido grandes plantas de hierro.
La Hoe es el corazón de Buenos Aires.
La Hoe es el corazón del tiempo.
La Hoe es el domingo del maquinismo, una canción de acero, fiesta de los tornillos aceitados, alegría de la velocidad.
Ruedas ligeras, tuercas como ideas en el gran cerebro de acero.
Somos la juventud de hoy, la de ayer, y la de mañana,
somos los que nos emocionamos ante los caminos de hierro más que ante los crepúsculos de bambalinas baratas.
Somos los que nos emocionamos ante los blancos rascacielos
más que ante las reliquias y polvorosas estampas.
Todo el rumor de la ciudad, todo el aliento de la pampa.
Somos los hombres nuevos recién llegados al mundo.
Tenemos las manos firmes y el corazón cantando.
Nos rodean las casas altas y la miseria y el dolor
y la injusticia y la fatiga –y vivimos en esperanza.
En la casa de los poetas hay un gran stock de alegría.532

Con esa misma exaltación canta:



Hay que abrir más ventanas, hay que abrir más ventanas
en la ciudad, al cielo;
las ventanas cordiales de paisajes distintos;
decir, abrir palabras como se abren caminos...
y llamear en el puerto banderas generosas
y empapelar las lunas, símbolos del pasado,
blanquear las chimeneas, vibrar los rascacielos
escalando con gritos como el sol los tejados...
¡Recién venidos al mundo somos los hombres nuevos!
¡Hemos llegado ahora con las manos abiertas
y el corazón cantando!533

Sus observaciones sobre la ciudad también alertan sobre fallas, complicaciones, psicologías y credos político-sociales que afectan el espíritu de la urbe. “No existe en Buenos Aires un buen camino que conduzca a un buen balneario, a una verdadera playa que podría estar cerca de La Plata, a una playa de mar”, se queja en 1932534 y en el mismo artículo apunta contra la calle Florida, “la más provinciana, la más aldeana de las calles porteñas”.535 Es la misma calle que en el poema “Adiós a Buenos Aires” mencionaba por su “frivolidad amena”.

El malestar hacia la ciudad alcanza su punto máximo en el poema “Las brigadas de choque”, publicado en Contra, en agosto de 1933, y que –como ya se dijo en la primera parte de este trabajo– generó una reacción gubernamental que finalizó con el cierre de la revista y le ocasionó un proceso judicial por “incitación a la rebelión”. En el canto octavo descarga su “sarampión revolucionario”:

Hablemos de esta ciudad sucia como su río.

Aquí todo está prohibido.

Y a la vuelta de cada esquina nos deja solos

y en su cuadrilátero estúpido y aburrido

prevalece la absurda confitura del Pasaje Barolo

y la mentalidad seminarista de José Luis Cantilo.536

Buenos Aires no vale la pena de que le cante

ni siquiera con versos airados.

Siempre se quedará con los Echagüe,

los Capdevila y los Obligado.537

Esta ciudad me ha llamado canallita y vicioso,

porque quise darle color

porque anduve por ahí desparramando mi indudable fervor,

porque bajé la luna hasta sus calles monótonas

para alumbrarlas mejor,

porque a la compañía de los horteras

preferí la de vagos y bandidos,

porque a veces anduve con un traje rotoso

y estragué mi estómago en el sórdido Puchero Misterioso.

Esta ciudad de ¡siempre alegría! en el lánguido carnaval,

esta ciudad fustigada en sus flancos

por la Legión Cívica y el Klan Radical.

Esta ciudad de Irigoyen y Uriburu

super calamidad de la semicolonia South América

que nunca ha dado un bandido perfecto

ni un gran poeta.

Esta ciudad cuyos cines apestan

a escribanos públicos, a prostitutas viejas,

y a mujeres que ni tienen capacidad de pecado.

Esta ciudad que todavía respeta un título de abogado.

Ciudad de bebedores de agua [...]

En esta misma línea crítica continúa González Tuñón al publicar “Poema que compuso Juancito Caminador despidiéndose de Buenos Aires” en Canciones del Tercer Frente. La muerte de Amparo Mom, en 1940, y la situación política complicada que atravesaba Argentina, entre otras causas, impulsan su radicación en Chile. En los versos de aquel poema ratifica su distanciamiento de esa “ciudad de maldicientes bebedores de agua” –así comienza su composición–, aunque con dolor asegura que “en cada una de sus calles queda algo mío,/ un canto, una sonrisa, una mentira dicha con gracia”.

Pide permiso al lector para tener “un desahogo”, un “adiós un poco agrio, anguloso”, y aclara que no es de “resentimiento”, sino “una sonrisa que se destroza”, porque está en “contra de lo que afea la ciudad”:



[...] adiós, adiós a los Cretinos Iluminados,
a los freudianos filosofantes,
a los poetas artificiosos,
a los dramaturgos sin ángel,
y también a las adorables muchachas y a los cabales amigos [...]

Y anticipa que “como la marioneta más implacable y pura” dará “tres vueltas y después me iré”538, e invita a sus amigos a ir con él “hacia la aurora”. Ese rumbo nuevo, marcado por el cambio, también lo vaticina para el porvenir: “¡la ciudad me será revuelta [sic]539, al fin!”.

Las modificaciones en la situación argentina y en su vida personal lo reconcilian con su ciudad de regreso al país, a mitad de la década del ‘40. Es así que encontramos alusiones afectivas sobre Buenos Aires en toda su producción poética posterior, aunque es interesante destacar los poemas de Primer canto argentino, escritos durante su estadía-exilio en Chile, porque marcan ese quiebre sentimental y por el carácter épico que adquieren, en especial “Primer canto argentino”, “Amargo intermedio” y “Mensaje a Buenos Aires”. De este último, y a modo de ejemplo, elegimos dos estrofas, en las que sobrevuela el intento fallido de levantamiento comunista contra la dictadura de Farrell:



¡Buenos Aires! Recibe de este poeta tuyo
que no olvidó tus piedras aunque haya recorrido
tanto mundo y gozado y luchado y sufrido
de tempestad en tempestad,



el mensaje civil que envío a tu prodigio
desde el cajón del Maipo, nombre caro a tu historia,
y va a golpear las puertas del fuego de la gloria
para tus sienes coronar.

Y años más tarde es la evocación la que le permite observar el pasado sin la bronca provocada por los acontecimientos del momento. Allí están “Poetango de la belle époque”, en La veleta y la antena, y “Regreso a Buenos Aires”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, para ajustar los lazos cordiales. Luego de la enumeración de recuerdos, podemos leer en el primer poema:



Buenos Aires yo amo tu aire impuro y puro
que inspiró largamente mi verso impuro y puro
a la luz de la estrella del bosque de ladrillo.
Te caminé, te olí, te bebí, te canté:
(dejada la bohemia, su lado oscuro y áspero,
nunca maté al bohemio ni al francotirador
que vigila en mi sangre).
En las cosas que nombro está la poesía
y aún crece en mi duende tu aventura
y se asoma a mis ojos reflejando al destino
de esa magia plural de ciudades que forman
el país argentino, imán de las bitácoras,
en cuyo azul transfondo [sic] transcurre la esperanza.
Y ese perfil de niebla de ciudades que anduve
–laboriosas, angélicas o canallas y absurdas–
y el resplandor de las belles époques
en los mapas sutiles de soñados países
que me están esperando en el futuro.

El segundo poema, que cierra el libro, está marcado por un verso que se repite al comienzo de tres de las cinco estrofas que sentencia un destino ineludible: “Porque siempre al final regresamos a ella”, es decir a Buenos Aires.

En dos de sus libros de la década del ´50, Hay alguien que está esperando y A la sombra de los barrios amados, la ciudad, el barrio, los distintos espacios del mundo, irrumpen desde la mirada del hombre maduro que regresa al pasado para rescatar los años perdidos, no con la nostalgia conservadora que enarbola como máxima “todo tiempo pasado fue mejor”, sino con la mirada cariñosa de quien retrocede al territorio de la infancia y la adolescencia para luego volver al presente y proyectarse en el porvenir. El resultado poético es dispar.

La primera obra lleva por subtítulo “El penúltimo viaje de Juancito Caminador”, frase que también le sirve para englobar los poemas de los tres primeros capítulos. Su personaje, Juancito Caminador, tiene la cualidad de amar los viajes, disfrutar los puertos, sorprenderse con los lugares cotidianos y con los extraños. Hablar de Juancito Caminador remite a un viajero andador, a pie, en barco o en avión. Por eso, no es casual que el libro abra con el poema “Saudade de los puertos” y con el epígrafe: “Juancito Caminador/ dijo en el alba del canto:/ en todos los puertos del mundo/ hay alguien que está esperando”. El recorrido abarca desde “Puerto Nuevo, Dársenas, Riachuelo” hasta los “Puertos olvidados”. El viaje comienza en la entrada-salida de Argentina, pero rápidamente continúa en Montevideo, Río Gallegos, Punta Arenas, Pernambuco, Dakar, Barcelona, Marsella, Amberes, Arica y Valparaíso, entre otros.540

Esa mirada hacia atrás se descubre en “Puerto Nuevo, Dársenas, Riachuelo”:



Ya no tiene el encanto terrible
que a la altura de las viejas recovas,
en el Paseo de Julio, pobló mi adolescencia
–el joven corazón tumultuoso y valiente–
de inolvidables hechos, rostros, voces, poemas
y el caminar constante por los muelles
hasta el celeste límite de la Vuelta de Rocha,
en las claras mañanas color napolitano
o en esas largas noches turbulentas y ásperas.
Pero esta ciudad errante y orillera
que va de Puerto Nuevo a las ilustres chimeneas del sur,
junto a su contenido social, tan palpitante,
tiene aún su pequeña magia y su misterio
para los ojos siempre viajeros del poeta.541

Aunque González Tuñón prefiere los territorios abiertos, amplios, también se detiene en los espacios interiores, donde lo íntimo y cotidiano tiene el valor de lo “auténtico cursi”. En “Saudade de la vieja casa de Flores” ejercita el paso desde la calle Carabobo que “parecía el pórtico florido de la pampa” a la casa con “clima de lámparas antiguas y de telas de adorables bordados” en el que surgen “los espejos que saben; las lilas; el domingo./ La hamaca entre la fronda, a la orilla del patio/ donde como otro árbol creció el viejo molino”.542

Con una mirada más nostálgica volverá sobre este tema en “La casa que habitaron mis primos los García”, en Poemas para el atril de una pianola, que lleva como epígrafe una dirección precisa: “Carabobo al 800. Barrio Flores”:



¡Qué lejos estamos, qué viejos,
la quinta, el molino, el otoño!
El Juzgado de Paz, el grillo de la floresta,
el tranvía 2 con su desvelo
y el rumor siestero de la canaleta
y un rizo rubio en el retrato,
la antigua luna del espejo
y aquel mueble querido con su lámpara muerta.



Y flotante flotando en la tormenta
un olor de heliotropos penetrando la noche.543

Pero también el viaje puede ser un recorrido por la vida del poeta-periodista, como en “Saudade con nombres y fechas”, una profundización de su “Historia de veinte años”, publicado dos décadas antes en Todos bailan: “En la estación de las hojas vacías y los muelles desiertos,/ delante de la lluvia, heme aquí de regreso de los lúcidos viajes./ Soy Juancito Caminador y vuelvo, preguntando:/ ¿Dónde estará el retrato mío de aquel tiempo?”.544

En los barrios, como en Villa Ortúzar, puede haber un sepelio (“Elegía en la muerte del padre de José Portogalo”), o en el Bajo un cantor (“Polka de la tarjeta de cartón”). Pero es en A la sombra de los barrios amados donde aparecen en toda su intensidad las distintas geografías urbanas que se descubren desde los títulos: “Arrabal de niebla”, “La ‘Vuelta de Rocha’”, “La cortada de Carabelas”, “Barrio judío pobre”, “Canción de primavera en el suburbio”, “Villa Amargura”, “El fugitivo”, “Luna de suburbio”. En otros casos el título está acompañado de una localización precisa: “La casa frente al muro del asilo. (Calle Saavedra, esquina Méjico)”, “El cementerio de los tranvías (Loria y Carlos Calvo)”, “Clínica de muñecas (Villa Crespo)”, “Títeres en la Boca del Riachuelo (Calle Colorado)”, “Shilly Simphony (Rincón de Barracas)”, “Poema en la muerte de una librería de lance y un librero (“La Incógnita” – Sarmiento 1400)”, “La torre de San Carlos (Barrio de Almagro)”.

Uno de los lugares predilectos de González Tuñón es la Cortada Carabelas545, ubicada a metros de donde se emplazó el Obelisco en 1936. En el poema dedicado al dibujante de Crítica Diógenes Taborda que publica en el vespertino tras su fallecimiento y por el que Botana decide integrarlo a la redacción de manera permanente, conecta a dos enamorados de la ciudad: “La Cortada registra tus risas todavía/ como guarda la pena de Evaristo Carriego”.546

El anuncio de demolición del Mercado del Plata lo motiva a escribir un pequeño artículo, “Radiografía de la Cortada de Carabelas”, en el que evoca la historia de ese pequeño tramo de calle, que no llega a los 150 metros:

¿Quién dio más fama a quién? ¿El Mercado a la Cortada o la Cortada al Mercado? Nos parece que ambas cosas se consustancian en el tiempo y en el espacio. Siempre hubo allí un clima de subido color popular y culto de la amistad. En el mismo boliche se encontraban y en la misma mesa se sentaban no sólo las gentes del lugar sino también otras venidas de todos los barrios. Y eran de distintas clases y tendencias. Carniceros, verduleros, puesteros y peones del Mercado; cocheros, canillitas, periodistas, poetas, pintores, trabajadores y bohemios... unidos por la cordialidad tendida del blanco mantel –mejor dicho, del blanco papel–, el truco florido, el grueso y saludable vino de las cantinas, el ingenio, el chascarrillo, la polémica fraternal y hasta la eventual pelea criolla, sin consecuencias.547

Una de las personas mencionadas en el artículo es Tulio Vitelio Rosso, a quien le dedica, “en la fraternidad de la Cortada de Carabelas”, el poema “Canto a los Mercados”, incluido en Hay alguien que está esperando. Y en A la sombra de los barrios amados profundiza la evocación en “La cortada de Carabelas”, donde regresa una década después, aunque el paisaje haya cambiado y muchos de los parroquianos hayan muerto, como Rosso, aquel “que le dio un nuevo acento a la palabra amigos”:



Extraño símbolo, imagen para Chaplin
o Victorio de Sica.
Caía el último ladrillo
del Mercado del Plata, cuando murió Pepín, un italiano de barba nazarena,
–huésped de los umbrales y de los recovecos
de la tibia Cortada–
que vino de los barcos, que trabajó en los muelles,
que amó, que fue querido [...]548

El poeta se permite la duda, aunque intuyamos su posición: “No sé si gana o pierde Buenos Aires/ ni qué daño le hacían los chatos bodegones/ de nuestra callejuela [...]”. Y hay una añoranza por aquellas fondas de la zona –San Bernardo, Café Lunch, Restaurant Peña– donde se multiplicaban



[...] las largas sobremesas al filo de la aurora,
la intensidad del sueño, la órbita del vino,
tantas ansias de ver y vivir, prodigándose,
tanta ilusión gastada, tanta luz, tanta noche,
y el corazón no ha podido saciarse.549

Como cierre del homenaje, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo se incluye el poema “Réquiem para el viejo Mercado del Plata” y se lo dedica “a nuestro amigo el carnicero Bimbo, que cuando transformaron al Plata en Super Market regresó a Italia, después de tantos años...”:



Cuando cayó el último ladrillo del Mercado del Plata
–en el cual la Cortada de Carabelas tuvo
el testigo de un tiempo de amistad y cantina
como nunca lo hubo–
murió Pepín, el musicante retirado que dormía
bajos las marquesinas del invierno
en los rincones de la clara y turbia callejuela:
un dulce vagabundo que conoció a Carriego
y oyó a Gardel cantar de madrugada.
Con esqueleto nuevo sobrevivió el Mercado
hasta que le borraron la estructura y el nombre.
¿Dónde andará su alma, en busca de qué estaños,
de qué boliches tauras?550

Un artículo de reivindicación a la figura de Carriego le permite mostrar una vez más la importancia que tienen los espacios urbanos para su producción poético-periodística. Comienza:

Hay rincones de Palermo, manzanas enteras, pequeños sub-barrios dentro del barrio grande, que, como sucede con la Boca del Riachuelo, Flores, Barracas, Belgrano, etc., no han cambiado o han cambiado poco. Nos referimos a los costados modestos, a las calles en donde viven gentes trabajadoras, en general, y no hay cines, ni grandes tiendas, confiterías y bazares. Hoy [sic] un rincón de Palermo donde hoy podría pasearse la musa espectral de Carriego.551

Y avanza con una observación de cronista minucioso, repleta de imágenes:

En los alrededores de la calle Honduras al 3700, donde vivió y murió Evaristo Carriego, pueden verse esquinas, casas, boliches, paisajes urbanos, en fin, que no deben haber cambiado mucho desde aquel tiempo. Vemos muros grises que parecen de hospitales o lóbregos conventos y cuya sordidez se adorna a veces con la magnolia gigante y fragante o el jacarandá florido, o la madreselva saudosa, o el penetrante y delicioso jazmín del país. Calles hondas y arboladas con paraísos que la lluvia torna aromáticos y en cuya profundidad cae a veces, como una piedra en un pozo de agua, el lejano sonido de las campanas crepusculares. Calles de arbolado espeso, bajo, y tan discreto y tan popular... y de súbito el bostezo de la gran fábrica curtida por el tiempo pone una mancha de humo proletario en su antigua y odiosa silueta de cárcel.

Aquí, a unos pasos de la casa de los Carriego, en las esquinas donde se juntan Coronel Díaz, Sadi Carnot, Soler, vemos el viejo almacén con su balaustradita desgarrada, amarillenta y llovida; la Tienda y Mercería El Español, con su descolorida insignia; el bar Lepanto, de naipes manoseados y vaho de tabaco y fritos; la chapa en la casa de la Modista; el modesto Club Deportivo, como aquel “Glorias a Jorge Newbery” que cantara el inolvidable Carlos de la Púa; la placa descolorida en la casa del médico y en la de la partera; la casita vieja, con su escalera de caracol inverosímil en fuga hacia el cielo, asomando la intimidad de la bohardilla y el canario.

Algo, y en algunos aspectos mucho, desde luego, ha cambiado en la zona, pero los tres o cuatro rincones típicos del barrio propiamente dicho, de Carriego, parece que se conservan casi intactos. Al antiguo, heroico y melancólico organito ha sucedido la radio escandalosa y vulgar, pero sus sones han quedado registrados en el aire de suburbio, que aún tiene alma. En el número 3784 –antes 84– está la casa donde él vivió y murió. El zaguán, con su enlozado de color; la puerta cancel con su visillo de encaje. Se adivina un interior modesto, limpio, sobrio y tranquilo. El patio, la enredadera, el silencio.

Es la hora de la siesta y es domingo.

La calle está más sola. Permanecemos un instante mirando la casa. Desde la esquina nos observa un vigilante aburrido, sin duda con extrañeza, pues nosotros estamos copiando la leyenda de la placa de bronce que el aire de varios años ha patinado sobre el muro: “Aquí vivió y murió Evaristo Carriego. La Sociedad Argentina de Escritores rinde homenaje, en el 25º aniversario de su muerte, al poeta que enalteció el dolor de las gentes humildes. 13 de octubre de 1937”.552

Un mapa es la primera aproximación que un niño tiene con el mundo, lejanos países de nombres extraños, puertos perdidos junto a ríos y mares. El viaje imaginario se transforma en realidad para González Tuñón. En una nota en Crítica considera que “un mapa, si se piensa, es verdaderamente emocionante, minuciosamente emocionante. Yo he volado sobre la Patagonia y he visto golfos, ríos, bahías, valles. Llevaba un pequeño mapa y más me alegraba el estudio de éste que la contemplación de la tierra, grandota para mi mirada, fugaz, en el vértigo del avión. En todo, lo más interesante es el límite”.553

En el poema “Pequeña teoría”, profundiza en detalles:



Un mapa es como un viaje, como un sueño pintado.
Aquí los sueños hablan,
discurren desde el alba a la sombra, se duermen,
despiertan, nacen, mueren y son dos avenidas
–el recuerdo, el olvido–
sus enconados límites.
El barrio es como un mapa.554

Con la llave de la calle en la mano

Gran parte de la producción literaria de González Tuñón tiene una primera aparición en los medios gráficos –diarios y revistas masivas, periódicos culturales, prensa comunista–, que luego, en buena medida, sufrirá alguna reescritura ante una nueva publicación en la prensa o en formato libro. La diversidad de públicos y de soportes gráficos facilita que la difusión de la palabra del poeta-periodista alcance a distintos sectores de la sociedad.

En diciembre de 1939, González Tuñón publica una trilogía de crónicas tituladas “La llave de la calle”, con el seudónimo de Ismael Bravo, en el flamante diario El Sol, un emprendimiento de Botana que –como ya se mencionó– tiene corta vida al no lograr un lugar en el mercado de los matutinos.

La primera entrega se compone de seis relatos: “El regreso”, “La calle”, “La ciudad, las ciudades”, “Observado en pocos minutos”, “Los ruidos” y “El restaurante”.555 El texto que abre la serie es breve y nos ubica en el territorio que transitará el autor:

He vuelto a la calle. Lo hice con desenvoltura, despojado de antiguos venenos literarios, y porque, como Dickens –lo digo sin pretensión ninguna– tengo la llave de la calle. Porque en la calle está la vida. Porque la vida es mucho más interesante que la muerte. Porque amo a este mundo que tiene, sin embargo, su buena parte (real) de Brueghel y Bosco. Y porque la realidad y mi romanticismo –depurado, distinto en sus formas, acaso– se mezclan y hacen la realidad, todo el aparato fabuloso de la realidad más terrible a veces adorable. Según sea lo que muestre y lo que haga sentir.556

La segunda entrega ofrece los siguientes relatos: “Los mercados”, “El embalsamador”, “El domingo”, “Los fulleros”, “La mudanza” y “Los ladrones”.557 Y la tercera, “La sopa a medianoche”, “La casa de música”, “El barco”, “La pobreza y su importancia”, “El farol” y “El cementerio”.558

El escritor británico Gilbert Keith Chesterton decía que su compatriota Charles Dickens poseía “la llave de la calle”. Ese concepto es retomado por González Tuñón en el poema “La aventura que tiene la llave de la calle”, incluido en El rumbo de las islas perdidas. El poeta rescata una idea central en su producción –el afuera como espacio de creación– y sintetiza una postura que lo acompaña a lo largo de su vida:



Como el artista adolescente de Dublín que a la aventura
iba a buscarla fuera de su casa
yo alabo a aquellos que contemplan el mundo
y como Dickens tienen la llave de la calle.



Si el gabinete es fascinante para los alquimistas,
los investigadores de la muerte y los duendes minúsculos
que habitan las botellas,
el constructor de sueños –libros, cuadros, naciones–
debe tomar primero contacto con la calle,
penetrar en el mundo para salir de allí
con su expresión ideal, con sus diáfanos cielos
y sus oscuros fondos que alimentan diamantes.
Y quizá el gran secreto de su geometría:
el lejano y sutil origen del poema.

Tras la publicación en El Sol, la mayoría de los textos vuelve a editarse más tarde en otros medios, con algunas modificaciones. Dos años después, sale a la venta Canciones del Tercer Frente. Al final del libro, González Tuñón aclara: “Algunos de los trabajos que integran ‘Las calles y las islas’559 aparecieron, con seudónimo, en el suplemento de El Sol, de Buenos Aires”. Al público lector le habrá resultado complicado asociar los textos del libro con las apariciones en el matutino. ¿Quién iba a recordar al ignoto Ismael Bravo?

El autor considera que la vigencia de los relatos no se ha perdido y en 1946 los publica en el semanario comunista Orientación como “Prosa de Juancito Caminador”.560 Bajo este título aparecen “La llave” (que figura como “El regreso” en la primera publicación), “Las ciudades” (antes “La ciudad, las ciudades”), “La mudanza”, “El barco” y “El cementerio”.

Casi un año y medio después hace una nueva publicación de algunos de los textos, pero esta vez en un diario de circulación masiva, Clarín, y los firma como Juancito Caminador.561 Bajo el título general “Visto en una calle en pocos minutos” agrupa, sin subtítulo, al relato antes publicado como “Observado...”, “La mudanza”, “Mediodía de domingo” (antes “El domingo”), “El mercado” (“Los mercados”), “El barco” y “La ciudad, en fin...” (“La ciudad, las ciudades”).

El lugar en donde transcurren los relatos no siempre se explicita. Hay presencias de Buenos Aires, de Madrid, de París. Ese territorio urbano indiferenciado se trasluce en “La ciudad, las ciudades”: “La ciudad nace porque a la calle se le ocurre, al carpintero, al albañil, al arquitecto, al contratista, al ebanista, al electricista, al picapedrero, al zapatero [...] y, principalmente, al poeta”.

Lo mismo ocurre con otros espacios. En “El embalsamador” expresa su posición: “¿Una calle es triste? Y bien, las hay alegres. Yo no prefiero, las prefiero a todas, las comprendo, como a los oficios. Nadie ha podido arrebatarme la calle, jamás me la arrebatarán. Ni siquiera ésta, probablemente siniestra, con negocios grises con colgaduras negras, fotografías de entierros célebres, adornos de ébano y marfil, y en cuyo fondo se adivina el fúnebre muestrario para todos los tamaños de la muerte”.

Desde el plano poético, la calle tuñoneana alcanza su mayor significación al transformarse en título de libro. La calle del Agujero en la Media es una y todas las calles. Es París, pero también es cualquier territorio donde se confunden realidad y fantasía, vigilia y sueño. En ese poemario de 1930, producto de su viaje a Francia, González Tuñón pasa del territorio porteño al territorio francés. Crea una calle surrealista, donde “a esta hora los mochuelos chillan en las ventanas” (“La Antigua Canción de la Marina Mercante”), pero se encuentra con otras: la calle del Paso de la Mula; el Boulevard Saint Michel –el Bul Mich–; la rue de la Paix; la rue de Fevres en la Normandía y la calle donde “yace el corazón”. También pasea por ferias, como la de Aubervilliers, y plazas, como la Place du Tertre.

Uno de los cuentos de El otro lado de la estrella, “El famoso prestidigitador O’Hara”, transcurre en la calle del Agujero en la Media, donde hay un fumadero de opio. Los protagonistas son el narrador, Jerónimo Laberinto (el personaje de “El hombre y el espejo” y de “El hombre que desapareció en el espejo”) y Jacqueline.562

Me llevaron a través de la noche. Nos han visto los mendigos a la puerta del Boston y del New Gross. Pero los mendigos del Riachuelo no comprenden nada, no dicen nada.

Fuimos a La calle del Agujero en la Media, que sólo nosotros tres conocemos. Descendimos al olor del opio, pasando por el olor del viento, por el olor del agua, por el olor del fuego, catorce pisos bajo tierra.563

González Tuñón juega una vez más con elementos de la realidad y de la fantasía, en un contexto verosímil. En este cuento, la calle protagonista pertenece al mundo del sueño; en los otros dos es verdadera, está en la Boca del Riachuelo y se llama Colorado. En otro malabarismo surrealista, dirá en “Canto inconcluso a Chaplin”:



¡Oh calle de la media agujereada!
Allí iremos en busca del sujeto notable
como tú y como yo, a compartir el vino.
En la calle burguesa la mula nos asedia,
aunque tus zapatones de la celeste andanza
en cualquier horizonte pueden hacer camino,
pueden hacer posada en cualquier esperanza.564

Otra de las vías míticas de París es la denominada “Calle donde Yace el Corazón”:

“La plus ancienne auberge du Quartier Latin”... ¿Conoce usted la más antigua posada del Barrio Latino, en la rue Saint André des Arts, esquinada en la rue Git le Coeur...? ¡Qué lindo nombre para una calle de posada antigua, este ‘yace el corazón’! La calle donde Yace el Corazón, es vieja, como París y como la Posada de la Campana.565

En la nota remitida por González Tuñón desde Francia durante el viaje que realiza a fines de la década de 1920 junto con Sixto Pondal Ríos, aporta algunos datos históricos, atravesados por un ambiente festivo: “Hasta la calle donde Yace el Corazón llegaban los trovadores antiguos. Entraban al ‘Auberge de la Cloche’ y, sobre el tonel, improvisaban canciones que, primero se burlaban del Gran Condestable, luego del señor feudal, luego del Delfín y más tarde de la peluca del ciudadano Robespierre...”.

En su recorrido por las calles y los bares de París, en su contacto permanente con gente de todo tipo, franceses, argentinos y extranjeros, González Tuñón exalta el “alma encantadora” de esta vía, donde no falta el matiz fantástico: “¡Qué sugestión –¡cuánta!– en sus faroles retorcidos, en sus recodos, en sus piedras, en la silueta severa pero cordial de sus caserones y, al fondo, duendes enanos con linternas verdes y rojas”.

Al año siguiente de escribir esta crónica publica La calle del Agujero en la Media, que incluye el poema en prosa “El Albergue de la Campana”, que está “en la calle donde ‘yace el corazón’, en la calle que da a todos los azules caminos de Francia”. El epígrafe –la frase atribuida a Horacio “no perdurarán los poemas escritos por bebedores de agua”– está ligado al comienzo del texto: “Mientras los estudiantes japoneses aprenden a bailar el tango en las ‘boites’ y al entrar más tarde a la Sorbona pliegan su sonrisa como una servilleta, aquí en la antigua taberna, dos árabes especialmente contratados por la Wagon Lits divierten a los comerciantes de Chicago y nosotros, nosotros bebemos el cálido vino de Francia”.566

En julio de 1934 estrena en el Teatro del Pueblo El desconocido, un “drama realista en un acto” que lleva como nombre alternativo “La calle donde Yace el Corazón”. Esta obra, su primera incursión en el género, aparece publicada varias décadas después en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo.

En el artículo “El perfil del viejo Montmartre”, también enviado a Crítica desde Francia, se interna por los callejones de ese barrio parisino y se detiene en las iglesias de Sacre Coeur y Notre Dame, en la Ile de la Cité, en la Torre Eiffel y, en especial, en la Place du Tertre y en el restaurante de la Mère Catherine: “¡Restaurant de la Mere Khaterine [sic], cuántos almuerzos fueron pagados con obras de arte que hoy el figón ostenta orgullosamente en sus paredes, decoradas también con ingenio por cuanto artista pasó por aquí! ¡Con qué emoción se entra a la Mere Khaterine templo del vino, de la buena mesa, y la buena canción, que data de 1793!”.567 Y rescata varias consignas de aquellos tiempos fundacionales –“¡Vive la bonne chanson!”, “¡Vive la bonne table!”, “¡Vive l’amour!... Vive le vin... Vive Khaterine!”– que luego incluye en el poema en prosa en homenaje a la antigua dueña del lugar, en La calle del Agujero en la Media: “He aquí que la vida es diferente: he aquí que hay un sol y un vino distintos y yo soy el hombre triste de los hoteles que acaba de encontrar un amable refugio y un rostro amado, y una voz que ya estuvo en otra mujer, y una mujer que ya estuvo en otra tarde, cualquier día, en una ciudad de paso, en una de esas ciudades llenas de despedidas”.568

Las vivencias parisinas del autor pueden rastrearse también en varios de los relatos de El otro lado de la estrella: “Está nevando sobre la ciudad”, “Doce pesos cincuenta”, “La feria de Menilmontant”.569

Como complemento de las producciones periodísticas y literarias, González Tuñón publica en Orientación, en 1946, una carta que le envió a su hermano Enrique desde París, en noviembre de 1929, al poco tiempo de llegar.570 El poeta decide compartir con los lectores del semanario una parte de su intimidad y les anticipa ya tiene planeado incorporarla a su libro La literatura resplandeciente.571

Desde el comienzo muestra un deslumbramiento por la novedad permanente, las nuevas experiencias, aunque no es una fascinación embobada o esnob, sino una exaltación propia de un muchacho de 25 años ante el encuentro con una sociedad en ebullición:

Puede hablar de París quien ha sabido pulsar su vida multiforme, quien vive como simple y oscuro ciudadano en esta ciudad adorable. Creo que, a mi regreso, llevaré una lección de entusiasmo y de modestia. Al contrario de ciertos literatoides latinoamericanos que vuelven a su país hablando de todo, sin haber salido del gran boulevard o el bullicio elegante de alguna boite –que a mí también me gusta, aunque prefiero los barrios proletarios como Menilmontant, el bal mussette de la plazuela de Contrescarpe, las tabernas y las carnicerías de la rue Mouffetard, la plaza du Tertre, y la plaza Blanche– donde es ‘toujours dimanche’, las ferias ambulantes y el camión-cocina donde, siguiéndolo barrio tras barrio, como apenas por dos francos y me queda para un buen ‘coup de rouge’, un tinto francés maravilloso...572

Y más adelante amplía sus impresiones:

Con la misma emoción que experimenté al entrar al museo Jacquemart-André, atravesé el mundo abigarrado, pintoresco y dramático de los Mercados, el bassin de la Villete, los Mataderos, que me recordaron a Zola...

He salido poco de París. Fui a Deauville, Lisieux, Chartres (ya leerás mi libro La calle del Agujero en la Media, que estoy terminando).573

La narración de González Tuñón se asemeja a algunos de sus poemas, cuentos o relatos en los que utiliza el recurso de la enumeración. Extensos listados –a veces amarrados a la coherencia; otras, atravesados por un estilo repentista, en apariencia incoherente– se suceden como ráfagas interminables:

Guibourg y Daniel Schweitzer me hicieron conocer casi todos los barrios de las ‘Puertas’ de París. Nos cansábamos de andar y después, en tabernas simpatiquísimas, comíamos queso o salchichón, bebiendo densas garrafas de buen vino, el mismo que tomaba Villon y ahora bebe Utrillo...

Me acuerdo del Bul Mich, que así llaman al Boluvard Saint Michel; del ‘Lapin Agille’ en la Colina de Montmartre; del trencito de la puerta de la Chapelle; del Mercado de las Pulgas de Glignancourt; de las paredes húmedas y grises del Picpus; de las colinas Chaumont, el Bois de Boulogne proletario; de los circos trashumantes; de la taberna de la rue Asselin, la calle de los asesinos; de las muchachitas de boina azul de la rue Lappe... ¡Oh!574

Y estos lugares aparecen en los poemas desde sus títulos: “Poema del Boulevard Saint Michel” (La calle del Agujero en la Media) y “El Mercado de las Pulgas” (Todos bailan).

Sus sentimientos se sintetizan en uno de los poemas más famosos y mejor logrados de La calle del Agujero en la Media, “Escrito sobre una mesa de Montparnasse”, en el que las distancias y las comparaciones se diluyen:



Vengo de Buenos Aires, digo a mis amigos
desconocidos,
de Buenos Aires que es tres veces más grande que
París
y tres veces más pequeña.

La geografía de la pobreza

La pasión por los viajes atrapó a González Tuñón desde la adolescencia. El joven aprendiz de poeta conoció las provincias de Santa Fe, Córdoba y La Rioja y también cruzó el Río de la Plata para descubrir Montevideo. De esas experiencias juveniles hay registro en sus poesías, no sólo las que figuran en sus primeros libros, sino también en sus obras de madurez.

Más allá de las excursiones aventureras, el periodismo le permitirá conocer diferentes realidades de Argentina y del mundo. De manera inevitable, la cobertura profesional de un hecho lo llevará a la composición poética.

Como se dijo en la primera parte, su primer viaje para Crítica lo realizó a Tucumán, para cubrir una huelga de cañeros. La bajada de la nota afirma: “La huelga de cañeros amenaza convertirse en un serio movimiento de resistencia contra los dueños de ingenios. De esos conflictos, tendrá días de luto algún día el país”. La crónica está acompañada por una fotografía cuyo epígrafe es elocuente: “Uno de los ingenios tucumanos que algún día darán un disgusto al capitalismo prepotente”.575

El texto no lleva firma, como era costumbre en la época, pero podemos deducir que en ese anonimato se esconde el joven periodista González Tuñón, a menos de un año de ingresar al diario en forma efectiva.

Una actitud de insospechada violencia han tomado los cañeros de Tucumán, lanzándose en actitud hostil por los campos para pregonar su odio contra los ingenios. Los cañeros no son obreros, propiamente dicho. Son pequeños propietarios de terrenos en los que poseen plantaciones de caña de azúcar y que luego venden a los ingenios. Su vida económica depende, pues, de los ingenios, único mercado visible donde venderán su caña. Sucede ahora, en Tucumán, en las relaciones entre contratante y contratado, ingenio y cañero, el fenómeno siguiente: los ingenios han ido, poco a poco efectuando ese trust vertical que enseñó el tiburón Hugo Stinnes en el falso florecimiento económico de post guerra de su patria, o sea que una industria comienza por la propia explotación de la materia prima y en vertical de producción llega a la manufactura de su último producto. Por eso los ingenios han ido extendiendo el cultivo de la materia prima, la caña de azúcar, en sus propios terrenos, prescindiendo de la producción local poco a poco. [...] Una huelga de ese carácter, auspiciada y sostenida por propietarios plantadores, pequeños burgueses rebajados a obreros simples de golpe y porrazo, tenía necesariamente que adquirir un carácter de inusitada violencia.576

Luego enumera los hechos de violencia cometidos en distintas zonas de la provincia por esos “pequeños propietarios [que] se han convertido en feroces e inexorables huelguistas”.

Su producción poética rescata un Tucumán más amable y romántico, sin la conflictividad social reflejada en la nota periodística. En el poema “Escrito sobre una mesa de Montparnasse” recuerda:



¿Y Tucumán? En Tucumán sólo puede buscarse la
noche en los ojos de sus mujeres
y las guitarras de sonoras y floridas parecen patios.

Veinte años después de aquella nota en Crítica regresa a la provincia y realiza una serie de artículos para Orientación, agrupados bajo el título general “Por las rutas del norte argentino”.577 En la primera entrega, retoma aquella situación vivida en los comienzos de su carrera periodística y hace una autocrítica:

Los porteños ¿somos un poco ingratos y un tanto olvidadizos? Algunos creen que la patria termina en la Avenida General Paz o en las fronteras del gran Buenos Aires. ¡Nuestro histórico Norte queda tan lejos! Y hacia ese pedazo del país de los argentinos, en el cual ciertos turistas cuando llegan tienen la impresión de estar pisando tierra extranjera, vamos ahora, después de haberlo perdido de vista durante cerca de un cuarto de siglo. Por aquel tiempo fuimos a mirarlo con los ojos del reporter de Crítica y sólo nos interesó el lado puramente objetivo, pintoresco y sensacionalista. Pero hoy vamos con otros ojos que han visto leguas y leguas de mares y cielos, y los caminos, los sucesos, los hombres, las guerras, los triunfos y las derrotas, los júbilos y las angustias de muchos países, en los días ansiosos, en años memorables... Por eso, nuestro compromiso de ahora es diferente, más profundo, mayor.578

El que escribe en 1949 es un González Tuñón politizado, comprometido con su militancia comunista, que dista de aquel muchacho aventurero de 1927 que aún estaba en pleno descubrimiento del mundo y de los problemas de la sociedad.

Esa preocupación por lo social se ve reflejada en el poema “El éxodo”, que acompaña a la nota de Orientación y que luego incluirá en Hay alguien que está esperando. Los versos retratan el sufrimiento de los habitantes de muchas provincias argentinas al abandonar su tierra con la esperanza de un futuro mejor en la Capital Federal.

La versión publicada en el libro tiene algunas diferencias con la que apareció en el periódico del PC. Una vez más el poeta trabaja con la reescritura y las conjeturas al respecto pueden centrarse en aspectos estilísticos, pero también en cuestiones de la realidad política del país. Veamos algunos ejemplos. En la versión de Orientación se lee: “Hacia donde partieron los hermanos y en/ donde dicen que están esperándoles las casas/ lindas y el buen trabajo...”. En Hay alguien que está esperando se transforma en: “Hacia donde partieron los hermanos y en donde dicen que están esperándoles el bienestar y la prosperidad”.

En otro caso, aparece una modificación al aludir en forma despectiva al gobierno de Perón. En la versión original: “Hasta ellos no llegó la fugaz limosna de la/ ayuda social ni la solución ‘justicialista’”. En la publicada un par de años después: “Hasta ellos no llegó la fugaz limosna de la ayuda social ni la prometida, verdadera reforma agraria”.

En la misma tónica: “Y llegarán, y a su vez serán llamados cabecitas negras y no encontrarán casa y no será el trabajo su soñado esplendor”. Luego: “Y llegarán un día y a su vez serán llamados cabecitas negras y no encontrarán casa y acabarán hacinados en los sórdidos fondines o inquilinatos, y el trabajo no responderá como esperaban a sus anhelos y a sus afanes”.

Los finales también sufren modificaciones. La esperanza que se manifiesta en la versión del periódico comunista se torna en pesimismo en la del libro. Los públicos son diferentes; las relaciones entre el peronismo y el comunismo sufren las tensiones propias de la época. En Orientación: “Es el éxodo./ Se habrá apagado el farolito verde./ Un día, el triunfo de los pueblos lo encenderá de nuevo./ ¡Es el éxodo!”. Y en Hay alguien que está esperando: “Es el éxodo./ Se habrá apagado el farolito verde./ Es el éxodo./ Y ya no verán la luna, como en el campo, allá lejos.../ Es el éxodo”.

En la segunda nota de la serie, González Tuñón recorre el Ingenio San Pablo y comprueba la vida de explotación que sufren los trabajadores, la misma que había percibido dos décadas antes.579 El poema “Zafra” refuerza el texto periodístico y recoge el sufrimiento de los peones. Aquí las primeras cuatro estrofas:



Algunos han nacido aquí, brotaron
como la caña, oscuramente, de la tierra.
Otros vinieron de vecinas provincias castigadas
dejando en los humildes ranchos vacíos el jilguero,
el retrato del finadito, un espejo quebrado,
la guitarra muerta,
los ratones y el diario leído varias veces.



Hermanos con hermanos,
de súbito los cañaverales se pueblan de estos hombres
sin botas, sin equipo, sin cantos, sin pasado,
a no ser esa historia que se dice en voz baja
en los velorios y en los casamientos de los pobres.



Desgárranse, atropellan la sombra, chapalean,
silba el machete al aire
y la intemperie lanza todas sus furias contra ellos.



A veces los de aquí cultivaron la tierra poderosa
que da el fruto que ellos mismos degüellan,
pelan, apilan, cargan.
A veces a unos y otros la mujer los ayuda,
entidad única con el hombre,
el individuo humano es el anónimo prontuario de la zafra...
Es su otro brazo y pela, apila y carga.580

El drama que anticipa en el poema está contenido en la tercera nota, “Ni tierras ni viviendas”, en la que se pregunta: “¿En qué condiciones trabajan y viven los obreros del surco?”. Y se responde:

El Ingenio es el primer latifundista. Hay industriales que poseen inmensos cañaverales que surten sus fábricas.

El segundo latifundista es el cañero grande. Son pocos los cañeros grandes y en realidad a veces hacen una sola familia con el Ingenio.

El cañero chico, explotado, pero explotador a su vez, generalmente, del trabajador del surco, posee pequeñas propiedades. Cultiva de cincuenta a cien surcos más o menos. A veces hace solo el trabajo, ayudado por miembros de su familia. Los cañeros chicos tienen su problema. Como hemos dicho, son explotados también y a veces hasta robados en el peso. Pero la víctima mayor es el trabajador del surco, el obrero de fábrica y el de la tierra, particularmente los que la cultivan, cuidan los cultivos y después realizan todas las duras faenas de la zafra: cortar, pelar, apilar y cargar. Estos sí que son casi siempre engañados por los patronos [...].581

Su viaje por el norte argentino continúa en Salta y escribe la cuarta nota de la serie, “En el pago de Güemes”, y el poema “Epitafio. Aquí yacen cuatro obreros peronistas asesinados por el escuadrón de seguridad del gobierno peronista de Salta”.582 Este poema será publicado veinte años más tarde en La veleta y la antena, donde es rebautizado como “Epitafio para cuatro tumbas” y lleva dos epígrafes. El primero, “Aquí yacen cuatro obreros asesinados por el Escuadrón de Seguridad del Gobierno de Salta (1948)”, guarda una relación directa con el hecho social que impulsó el poema; el segundo es un agregado que establece conexiones con la realidad que vivía el país en 1969 (dictadura de Onganía, represión del “Cordobazo”): “‘Ha sonado la hora de la espada.’ Palabras de Leopoldo Lugones, profeta del nefasto 6 de setiembre de 1930, fecha que marca un grave retroceso en la historia del país.”

El final de cada poema sufre la reescritura del autor. La versión de Orientación cierra “Aquí yace el 4 de junio”, en referencia a la fecha del golpe de Estado de 1943, que impulsó a Perón a la vida política; en La veleta y la antena termina “Aquí yace la Hora de la Espada”.

En la quinta nota de la serie “Por las rutas del norte argentino”, recorre la provincia de Jujuy y describe la pobreza de esos “hombres como bestias” –es el subtítulo que usa para graficar la situación– que viajan en trenes en condiciones infrahumanas y que están condenados al atraso:

Una hora y pico después tenemos tiempo para ver más de cerca a los coyas trashumantes... Otro tren que va o viene de San Pedro, con más vagones que el que vimos en Maquinista Verón. Subimos y atravesamos varios coches. Hace mucho calor adentro... Es la calefacción humana, el terrible amontonamiento, el olor de la ropa largamente usada y los paquetes de pobre comida fría... Ah, el folklore, la comisión nacional... Las danzas y las músicas nativas son hermosas, sin duda, pero este otro “folklore”, la patética realidad de estos argentinos y estos hermanos bolivianos viajeros del tren de los coyas, ¡qué lejos está de aquellos que nos pinta la euforia oficial, el conformismo de los “nativistas”! Quisiéramos ver aquí a algunos de esos investigadores para que comprueben que en la Argentina hay una estación que se llama Perico, hoy a esta hora, en este hermoso día jujeño y en la estación un tren detenido por unos instantes, un tren de coyas, oscuro, chirriante, sucio, caluroso, maloliente, espantoso tren... cargando destinos anónimos y dolor, dolor que dice de las peores condiciones de vida y de trabajo. Y esto ocurre en la puerta chica de la patria, cerca de la tacita de plata, cara a los turistas, que sólo ven el lado pintoresco, las siete enaguas de las mujeres coyas, sus trenzas, sus sombreros masculinos y las amplias bombachas y el ponchito multicolor de los hombres coyas, y compran una quena y una filigrana de plata y se van sin saber que han visto allí parado en la estación de Perico, no sólo a un tren cargado de trabajadores del surco y sus familias, sino a un tren de coyas, el tren de los coyas, vale decir, el tren de los esclavos... Y éste también parte. ¡Adiós!583

Esta experiencia también es reflejada en el poema en prosa “El tren detenido en Perico”, publicado en Hay alguien que está esperando con el mismo estilo en primera persona: “Mis ojos han sido arrebatados por la visión de este monstruo que lenta, pesadamente, acaba de atracar, cargado de destinos. Es el tren de los coyas...”.584 E interpela al guarda de la estación, porque “malhumorado a ratos, les hablas bruscamente e ignoras que ellos son a su vez personajes del drama que tú vives, el jornal que no alcanza, las huelgas ilegales”. También al vigilante, porque “fastidiado, los increpas con gestos duros y ásperas palabras”, y a la “seca turista yanqui que contemplas riendo [a] esa muchacha india de siete faldas y curioso sobrero”. Sin embargo, sobrevuela el mensaje esperanzador de un cambio social en un futuro indeterminado cuando “el día menos pensado arrojarán [la metralla] contra los amos y los verdugos verdaderos”.585

CAPÍTULO 2. AFECTOS

“...mi hermano Enrique, el hombre que tuteaba al Destino [...]”

(Raúl González Tuñón, “Poetango del boliche”, La veleta y la antena)

“Amparo Mom era tan hermosa como buena [...]”

(Raúl González Tuñón, testimonio en Conversaciones con Raúl González Tuñón)

“[…] es cierto que leí a los Gigantes, a todos, a los selváticos y a los refinados, acaso en ediciones sobadas, en fondas, incómodamente, hasta en malas traducciones, pero leí a los Gigantes y me gustaría poseer las mejores ediciones de sus obras, guardarlas cuidadosamente y no volver a leerlas. Pero me gustaría volver a leer otras maravillas, ay, muy conocidas y poco conocidas, menos gigantescas y más deliciosas, no olvidadas, puesto que tú y yo las recordamos”

(“La carta –Los poetas muertos–”, de Juancito Caminador para González Tuñón, en Canciones del Tercer Frente)

“Mi hermano Enrique”

Los sentimientos estallan y ahí está la poesía para recoger los afectos esparcidos y darlos a conocer al mundo. Las otras expresiones de la literatura también juntan, a su manera, los recuerdos de amores que se resisten al olvido. ¿Y el periodismo? ¿Qué ocurre cuando ese hijo rebelde que juega con las palabras se encarga de mostrar lo que no debería? ¿El periodismo y los afectos? González Tuñón, uno de los poetas crecidos bajo la protección de la “nueva sensibilidad”, se aventura a ensamblar ambientes en apariencia disímiles o, por lo menos, no aceptados como combinables por las normas tradicionales.

En el capítulo anterior veíamos cómo una carta desde París a su hermano Enrique se convertía en un texto periodístico publicado en un medio gráfico de circulación limitada –el semanario comunista Orientación–: el mundo privado troca en público. El poeta considera que hasta sus compañeros de militancia pueden conocer su intimidad. Ese fragmento de su vida también es él, le pertenece y no tiene por qué arrinconarlo dentro del cajón de los recuerdos. Su hermano Enrique y su primera compañera, Amparo Mom, serán las dos personas que dentro del universo de los afectos se imponen en sus producciones (poesías, ensayos, textos periodísticos, relatos).

En un recorrido cronológico, la figura de Enrique sobrevuela su literatura desde antes de su primer libro, El violín del diablo, hasta una de su obra póstuma, La literatura resplandeciente, en la que le dedica un capítulo. En el poema “Año Nuevo”, publicado en Martín Fierro y nunca recogido en libro, se ríe de la flacura de Enrique: “Mi hermano/ va a fundar un periódico humorístico/ como él: EL ESPÁRRAGO”.586 En “Carta a la barra de Flores”, fechado en 1927 en Totoral, provincia de Córdoba, pero publicado casi veinticinco años después en Hay alguien que está esperando, considera que uno de los compañeros de aventuras es “más flaco que mi hermano”.

El violín del diablo está dedicado “a mis hermanos Oscar y Enrique –los más indulgentes espectadores de mis primeros versos, versos algo alejados del Buenos Aires manso y cordial y claro como un patio–”. Estas líneas son, además, una manifestación de inquietudes juveniles que se convertirán en marcas de su personalidad: el interés por los espacios menos visibles de la ciudad y la gratitud hacia aquellos que le brindan su cariño.

El grado de complicidad fraterna y amistosa también surge en un comentario de El otro lado de la estrella, al señalar los cuestionamientos que los “literatos neutrales”, “esos pillastres de la literatura que viven del asalto a las enciclopedias, a los libros olvidados, a las historias y a las sugestiones de los otros”, hacen a los jóvenes escritores de la generación del 22, que encuentran en Güiraldes a su padrino-defensor-mecenas (“Arlt, Enrique y yo lo sabemos”), a pesar de marcarles que tenían los ojos “llenos de Rusia”.587 No es un detalle menor la mención de su hermano sólo por su nombre de pila, que contrasta con el apellido del autor de El juguete rabioso.

En “Epitafio para la tumba de un obrero”, en Todos bailan, González Tuñón se lamenta porque pertenece “a un organismo podrido” y todavía está “plantado en la burguesía”, con un corazón “hecho pedazos” por el recuerdo del “obrero caído”, aunque antes “era intacto y crédulo” como el de su hermano.588

Pero es a partir de la desaparición temprana de Enrique cuando esa presencia fraterna se expande por la obra de Raúl, en un intento por preservarlo del olvido literario y por mantener vivo su recuerdo humano. El primer empeño en esa tarea lo hará desde las páginas del diario comunista La Hora, en una nota necrológica que rompe con el estilo que podía encontrarse en los periódicos tradicionales de esa época: “La corona del Partido”. Allí, la efusividad militante se enlaza con la figura del escritor, que al momento de la muerte es un hombre común que abandona la vida. Luego, a casi diez años de la muerte, Raúl incluye el texto en Hay alguien que está esperando, pero con un título menos politizado, “Un día de mayo”, en alusión al mes del fallecimiento. Además de la diferencia en el título, hay pequeñas modificaciones entre ambas versiones.589

El relato se detiene en el momento del entierro y, al estar escrito en presente, reconstruye esos minutos presentándolos con la intensidad de un acontecimiento que transcurre en un tiempo mítico. Desde el comienzo esa impresión se impone:

Desde donde vamos, silenciosos, o hablando de cosas corrientes que ahora parecen mágicas, vemos el féretro que lleva a Enrique bajo una catarata de flores. Allí se empieza a deshacer y mientras su memoria se agranda y permanece, el día es hermoso y las hojas que aún se resisten a morir y las que mueren lánguidamente con su mejor color y las ventanas que se abren hacia la luz, dicen: Ahí va... y los grandes edificios con sus palomas frías y las pequeñas casas sin historia dicen: Es él... ahí va...590

Aunque hay una vida que termina, perdura el anhelo de “triunfo del hombre”, la “Revolución” y “el rescate de la conciencia libre”, simbolizados en “la corona del Partido”, porque “no ha muerto vencido. Ha muerto triunfador”. González Tuñón enlaza esos dos amores, su hermano Enrique y el comunismo, con una naturalidad que en una lectura distante descoloca al lector por ese derroche de optimismo en la victoria ideológica.

Esa evocación también se observa en su poesía. En “Canto de despedida”, incluido en Primer canto argentino, evoca a sus dos afectos más fuertes –Enrique y Amparo–, ambos desaparecidos en un breve lapso591:



A veces, cuando antiguos fantasmas que visito
por solitarias calles caminan a mi lado,
los hechos y los días de un intenso pasado,
los rostros adorables de Enrique y Amparito,
los más bellos recuerdos, me hieren el costado.592

Como ya se mencionó en la primera parte, cuando en 1945 decide regresar a Argentina, se despide de Chile y de sus compañeros de redacción de El Siglo con el artículo “La máquina de escribir”, que días después difundirá Orientación en Buenos Aires. Dentro de esa ebullición de sentimientos por la partida y el retorno a su patria, también hay lugar para la evocación de su compañera muerta con el familiar diminutivo “Amparito”, para uno de sus escritores preferidos, el ruso Máximo Gorki593, y para su hermano. El artículo comienza: “Mi hermano Enrique descubrió el alma de las cosas inanimadas. Y así se titula su primer libro, que es una joya de la literatura argentina y un modelo de la literatura fantástica. Recuerdo que Gorki decía: “Lo difícil es saber percibir lo que la realidad tiene de fabuloso”. Y como cierre, rescata que Enrique decía con “divina ironía” que cuando muriera quería que “plantaran” una máquina de escribir en su tumba, en un homenaje a su amor a la literatura y al periodismo.594

En las páginas de Orientación, González Tuñón publica bajo el título general de “Las muertes” tres poemas para evocar a Amparo, a Enrique y a Gorki.595 Allí aparecen “Entierro de Gorki”, “Amparo Mom. Febrero de 1940” y “Enrique González Tuñón. Fue en mayo de 1943”, que luego incluirá en Hay alguien que está esperando con la denominación “También morí con ellos”. En el poema dedicado a su hermano, las evocaciones de la niñez, los viajes compartidos y la familia se entrecruzan en un clima de nostalgia:



Enrique, ¿ahora le oyes? Este es Raúl, tu hermano,
dice la flor que crece de tus huesos transidos.
Mas no soy yo, tan sólo, somos los dos unidos
los dos te recordamos, fugitivo y cabal.



Enrique, por los muelles vas conmigo en la noche,
La de Montevideo, ¿te acuerdas?, la de Río.
Allá suelta la jarcia un pájaro sombrío,
aquí ancla la nube su barco de cristal.



A través tuyo veo un retrato de infancia
con un árbol, la lámpara de tubo oscurecido,
los turcos que vendía madapolán, el ruido
que hace en los almacenes la gente popular.



[...]



Un patio, un tren, un barco, un avión... Despedidas
y retornos, unidos siempre los dos destinos,
él y yo caminamos todavía en caminos
de ver y de soñar, de amar y de luchar.



¿Veis, hermanas? Él llega. ¡Pronto, tended la mesa!
No, no se ha ido, no. ¿No es eterna la espuma?
¿Las gaviotas perdidas, el otoño, la bruma?
He aquí, precisamente, a Enrique que regresa.596

Pocas semanas después de la aparición del poema, publica un pequeño texto recordatorio, sin firma, también en Orientación, en un nuevo aniversario de la muerte de Enrique, junto a un relato del escritor –“Varelita”– y a un poema que le dedica al Vizconde de Lascano Tegui, incluido en Las sombras y la lombriz solitaria (1933).

En el breve artículo sin firma puede rastrearse la impronta de Raúl González Tuñón: “Una calle de Buenos Aires debería llevar ya su nombre. Fue el escritor típico de su ciudad amada. Todos sus libros perdurarán. Las nuevas generaciones tendrán que recoger su mensaje, agrandado por la perspectiva histórica”. Y más adelante afirma que “Enrique era todo un hombre. Un gran artista, un magnífico poeta en su vida y en su obra”.597

La muerte, pero tomada en broma, atraviesa un poema de juventud, “Palabras a Ricardo Güiraldes”, en Hay alguien que está esperando, que había sido publicado en Proa en 1925: “Mi hermano Enrique es una carcajada/ dentro de un ataúd”.598

Las continuidades entre los poemas marcan una ampliación de los contenidos y de las temáticas. Desde aquel “Enrique González Tuñón. Fue en mayo de 1943” a “Una suave, lejana sombra, como un país...”, incluido en A la sombra de los barrios amados, encontramos una profundización del universo tuñoneano. Es el dolor por la desaparición del hermano, la evocación de los tiempos compartidos, pero también un futuro encuentro en los dominios de la muerte:



Con Enrique solíamos volver al barrio amado
cuando yo regresaba de algún viaje fantástico.
Era casi ritual, la visita a los sitios
donde unos murieron, donde otros nacimos.
Un día volví solo. Mi hermano ya no estaba.
(Siento que su memoria me roza como un ala.)
Y me veo con él por la magia de Río
y antes, siendo muchachos, en la banda oriental,
esa primera etapa de aventura y de sueño,
camaradas queridos y el país de las playas.
Pero a veces cayó sobre nosotros
–puro fervor errante–
esa madrina atroz de los poetas pobres
y de los atorrantes:
el hambre, los insomnios,
la bohemia de amargos momentos inqueridos,
como un alud de sombra sobre el sueño de un niño.
Ah, pero finalmente vencedores
de la niebla implacable y el destino perverso,
le contestábamos con cantos,
la combatíamos con versos.
[...]
Y allí donde esté Enrique, en ese territorio
ideal, devuelto al sueño
–que es el remoto origen del poema–
donde discurren las antiguas voces,
donde resuenan conocidos pasos,
sabe que un día llegaré
así como de vuelta de mi último viaje,
como yo sé que él me está esperando,
para cambiar las mismas remembranzas
y oír que tararean allá lejos
el mismo himno popular, la misma canzoneta,
el mismo vals de antaño.599

El recuerdo de una librería porteña que ya no existe ­–“La Incógnita”, en Sarmiento al 1400– le sirve para homenajear al comercio, a su dueño y a los visitantes –escritores y periodistas– que tampoco están y a quienes el poeta les demuestra su afecto, entre ellos, su hermano:



Y lo veo acordándose de gentes que pasaron,
se marchaban, volvían, y un día no volvieron.
Novión, Emilio Becher, Luis Góngora, Taborda,
Pacheco, Isaac Morales, Enrique, de la Púa...
–Cuando yo regresé, con las sienes plateadas,
Don Constantino preguntó quién era.600

En “La casa de la esquina de San Juan y Oruro”, de Poemas para el atril de una pianola, González Tuñón retorna a uno de sus barrios preferidos y se enfrenta al paso del tiempo: “Todavía está de pie, quizás espera/ que alguien la pinte antes de morir”. Y de inmediato la interpelación a su hermano, en busca de una respuesta que no encontrará: “Enrique: ¿dónde están los rostros/ del Café Japonés sobre cuyos escombros/ se alza un frío edificio sin memoria?”.601

El recuerdo de su hermano le sirve para exaltar la necesidad de la memoria. Dos de los relatos de Crónicas del País de Nunca Jamás tienen como protagonista a Enrique. En el primero, “Sonata del viernes”, Raúl describe que ese día de la semana es el de los “buscones”, es decir, quienes tratan de ganarse un peso con cualquier tipo de maniobra, siempre al límite de la ilegalidad y el engaño. Entre los episodios, decide cerrar el aguafuerte con uno en especial:

Mi hermano Enrique y yo conocimos a un personaje cordial, inteligente y generoso, que había alternado su fallida vocación por las letras con cierto vago anarquismo teórico. Por falsificador, pasó luego varios años en el lejano presidio de Tierra del Fuego. Salió, volviendo a las andadas. Nosotros lo encontramos un día en Tucumán, vestido de cura. Nos explicó: vendía rifas de María Auxiliadora. Al cabo, viejo y cansado, fue detenido en Buenos Aires. Mientras se substanciaba el proceso y sabiendo que iban a refundirlo, se ahorcó en el retrete de la cárcel. Nos gusta imaginarlo allá arriba, en uno de los círculos celestes, rifando nubes.602

En el otro relato, “Sonata del sábado”, el protagonismo de su hermano es absoluto hacia el final:

Enrique González Tuñón, autor de ese libro sin par en la novelística porteña, que se llama Camas desde $1, preguntóle al primer ayunador que se exhibió en Buenos Aires en una jaula de vidrio, en plena Diagonal Norte:

–Señor, ¿por qué ayuna usted?

El joven rubio, alto y flaco, languideciendo sobre el catre, respondió sombríamente:

–Señor: ¡ayuno para comer!

A esos hombres desesperados, desocupados, que trabajan de ayunantes para poder desayunar, hay quienes los explotan, y son los increíbles empresarios, los que ponen la guita para montar el espectáculo, los vividores del hambre.603

En 1969, Raúl González Tuñón publica en la revista ARTiempo “Mi hermano Enrique”, una extensa semblanza del cuentista y novelista, que luego integrará La literatura resplandeciente. En el texto entrelaza la infancia y la juventud vividas en común para luego abundar en un perfil que recorre la trayectoria periodística y literaria de su hermano. En el cierre del artículo, propone una frase para que sea grabada en una placa de bronce y colocada “en el muro de la casa del barrio donde nacimos, mejor dicho, en la pared de un feo edificio sin historia, sin el patio, sin el níspero, que ahora se alza allí”, en Saavedra 614, en Once: “En este sitio estaba situada la casa de la infancia de Enrique González Tuñón, el más porteño de los cronistas de Buenos Aires. Partió a una zona desconocida el 9 de mayo de 1943. No era un general, no era un primer ministro, pero era un artista, era un poeta, tenía la llave de la calle. ¡Salúdenlo!”.604

A modo de coda, agrega entre paréntesis unas palabras dirigidas a Enrique: “Tanto embromar, hermano, y un día los astronautas soviéticos y norteamericanos y el inquieto francés Custeau [sic], en su aventura submarina, se van a encontrar de golpe como el personaje de H. G. Wells, con una zona desconocida. Y habrá un arrabal, y un Café, y vos estarás escribiendo la historia más hermosa del mundo”.605

En un tono reflexivo, donde las imágenes sentimentales se imponen por sobre las evocaciones descriptivas, “Réquiem para Enrique González Tuñón”, de El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, resume la pasión de Raúl por su hermano:

I

Los Tuñón eran uno, un solo ímpetu,
uno e indivisible como la poesía,
Enrique estaba en mí, yo en él, vivíamos
una misma mañana, el mismo asombro
ante las cosas mágicas y vulgares del mundo;
una aventura apenas diferente
en sus matices. Apartados por la muerte una tarde
de mayo sin banderas, él continuó en mí
y continúa cada vez más adentro
en los finos canales de la sangre que viene
de imagineros y mineros trashumantes y obreros.
Los Tuñón eran uno y así podría decirse
que es Enrique quien vive y yo quien está muerto.

II

Este que era un enlace de ironía y piedad
y de humor urticante y ternura severa
(Dickens, Chejov y Heine lo hubieran comprendido
y Charles Louis Philippe pudo llamarlo hermano)
nos legó testimonios de la ciudad y el hombre,
enriqueció la castellana prosa y la jerga porteña
y hurgó en el barro y gala fue en el vuelo.
Rechazaba al que ofende la vida, estimulando
a aquellos para quienes el cielo estaba lejos...



Los Tuñón eran uno y son uno.
Cuando él regrese yo iré a conocer
el lugar donde ahora divaga con el Tiempo
y con los parroquianos del Café Japonés
y el Puchero Misterioso y las nobles cantinas
fraternales de la Cortada, que como él se fueron
y que ahora en los puertos de un círculo celeste
viven la realidad de un claro sueño extraño.
Final y verdadero.606

Amparito

En 1935 Raúl González Tuñón llega a España por segunda vez. Viaje de bodas y viaje intelectual: Amparo Mom lo acompaña en sus actividades. Escribe para la agencia de noticias ANDI y colabora con medios gráficos españoles. Además, participa del Primer Congreso de Intelectuales para la Defensa de la Cultura. Poco antes se conoce su quinto libro, Todos bailan. Pero no es en Buenos Aires donde se difunde su obra. El pie de imprenta es de una ignota editorial Don Quijote, de una ciudad bonaerense, Azul. Su Buenos Aires amada le da la espalda. La represión del gobierno de Justo aumenta y el poeta sufre las consecuencias: es sentenciado a dos años de prisión en suspenso por incitar a la rebelión con su poema “Las brigadas de choque”.607

Todos bailan lleva una dedicatoria: “A Amparo Mom”. Pero es el poema “Lluvia” el que expresa sus sentimientos hacia su compañera:



Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor.
No sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
[...]
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la furia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
[...]
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.608

Los momentos compartidos durante aquella estadía española lo acompañan a lo largo de su vida. A pocos meses de la muerte de Amparo, que descansa “bajo la tierra de su Buenos Aires”, la evoca “con su amplia sonrisa inolvidable” junto a los escritores, pintores y poetas que conoció en la efervescente capital de la flamante república.609 “Madrid... Madrid querido y deslumbrante... La Plaza de la Villa es lo más armonioso que he visto... Con Pablo, Delia, Amparo, caminamos las calles, nos llenamos de Madrid y en la Taberna de Pascual, Federico”, dirá en otro de sus artículos en los que recuerda aquellos tiempos. Pablo es Neruda; Delia, Delia del Carril, esposa del chileno; y Federico, García Lorca.610

Por la misma época de esas evocaciones se conoce su libro Primer canto argentino, que incluye el poema “Canto de despedida”, en el que su partida de Santiago de Chile se une al recuerdo permanente de quienes ya no están, “los rostros adorables de Enrique y Amparito”.

El cariño que demuestra el uso del diminutivo se repite en sus notas periodísticas. Un ejemplo: al recordar que Gabriela Mistral le regaló en París una máquina de escribir para que pudiera hacer sus crónicas, apunta que “Amparito” decía que la poeta chilena tenía una “cabellera de cacique araucano”.611

Con estos guiños al lector, González Tuñón establece lazos de familiaridad en el que los elementos de la intimidad ya no son propiedad exclusiva del poeta-periodista, sino que pasan a formar parte del material imprescindible para comunicar: un libro editado por un sello desconocido o por el propio autor, un artículo o un poema publicados en la prensa partidaria.

A este último caso, pertenece el poema “Amparo Mom. Febrero de 1940”, de la serie “Las muertes”, publicada en Orientación612 y luego en “También morí con ellos”, en Hay alguien que está esperando613, y del que ya vimos los versos dedicados a su hermano Enrique:



Ya está dormida bajo tanto cielo
y sobre tanta tierra enamorada.
Rosa cabal, cumplida llamarada.
Sin guitarra, sin luz y sin desvelo.



Tan presente en el fuego, tan presente
en el aire, en la tierra, en la distancia
que va de la raíz a la fragancia.
Muerta para nosotros, por ausente.



Tendida en su aparente muerte, espuma,
Ceniza en lenta carne desgarrada,
muerta para nosotros por callada,
en un silencio de apretada bruma.



Dormida no, pero desparramada,
tan generosa como fue su vida.
Deshecha ya, pero jamás perdida.
Dormida sí, más nunca desmayada.



Su muerte crecerá. Seremos viejos
y todo será sombras en la casa
cuando regrese con sus pies de gasa
del fondo de los últimos espejos.



Perdida no, que la alta margarita
crecerá de su muerte. No lloremos.
Perdida sí, pero jamás marchita.

Ella vendrá. Nosotros nos iremos.

En otros dos poemas de Hay alguien que está esperando aparece como parte de una estructura donde lo lúdico se compenetra de lirismo (“Y me iré por la calle del recuerdo./ Amparo blanca soledad amparo”614) y dentro de una evocación (“Estoy alegre porque estoy triste, decía aquel guitarrero borracho de Totoral, provincia de Córdoba, casa de Rodolfo Aráoz. Amparo vivía, ay, el tiempo que, de todas maneras, fue tan bellamente vivido y en cuyo recuerdo queremos vivir más bellamente aún, si eso es posible”615).

González Tuñón no oculta los recuerdos, aunque, al parecer la relación con Amparo había terminado o, al menos, estaba en crisis. Sin embargo, se abraza a un pasado grato, idealizado por momentos, en que ambos compartieron amor y aventuras. Nunca habló ni siquiera insinuó que la relación estuviera deteriorada o rota, pero los testimonios convergen en esa dirección.

Sobre el final de su vida, le brinda a Horacio Salas el testimonio quizás más detallado que haya hecho sobre la muerte de Amparo y la relación entre ambos:

Fue un mal con altibajos. Cuando ella se empeñó en viajar a Francia con Neruda y otros amigos encargados de organizar allá la venida del barco Winnipeg con refugiados españoles republicanos rumbo a Chile, consulté a los médicos, quienes me aseguraron que el mal, gracias a las aplicaciones de rayos, estaba detenido y no había peligro. Por desagracia, se equivocaron. De Francia pasó a Italia para encontrarse con su hermano Arturo y volver con él a la Argentina. Arturo la encontró muy decaída. Cuando llegaron a Buenos Aires, en febrero de 1940, donde yo los esperaba, el mal se agravó. Sin embargo, y pese a que ahora los médicos sí estaban alarmados y como dos días antes del fin ella en un momento dado pidió una guitarra y tocó y cantó algo que le había enseñado su hermano Galleta (Mario Mom), yo tuve esperanzas e incluso me disponía a alquilar un departamento. No hubo nada que hacer. Se fue en el sueño, ignorando el terrible mal que padecía.616

El testimonio de González Tuñón ofrece una lectura entrelíneas: él la esperó en Buenos Aires (por entonces residía en Chile) y tenía planeado regresar a su país para vivir juntos. Del relato, no se desprende una situación de ruptura, pero sí de un alejamiento temporario. Sin embargo, la esposa del poeta Rafael Alberti, María Teresa León, aporta en sus memorias una visión cargada de señales, centrada en el entierro de Amparo:

Hoy vuelvo a mirarla. ¡Me duele tanto! No baja la escalera según era su costumbre, esbelta, morena y alta. Va tendida en un ataúd a hombros de sus amigos. Reconozco a su hermano, Neneo Mom, y a Rodolfo Aráoz Alfaro y a Manuel Ángeles Ortiz. Nosotros no llegamos a tiempo. Todo sucedió mientras navegábamos. Y no debió de haber sido así, porque nos esperaba y dio órdenes para que nos recibiesen, para alojarnos, para que fuese más dulce nuestro destierro. Habló hasta el último instante de lo que debía hacerse con aquellos españoles que iban a llegar a Buenos Aires. María Carmen Portela, tan hermosa, tan alta, nos lo contó después y nos aseguró que éramos la última imagen que quedó en los ojos fijos de Amparo, muerta. […]

¿Y Amparito?, volví a preguntar varias veces a Marta Brunet, mientras enseñaba en la Aduana de Buenos Aires los cuatro libros y los tres trajes viejos. No me contestó directamente. Dijo: su hermano Arturo Mom os está esperando. ¿Por qué adiviné? ¿Por qué no habían respondido a las voces que dio desde la borda Rafael preguntando por ella? De pronto sentí que me abrazaban. Era Manolo Ángeles Ortiz, el pintor español. ¿Por qué lloraba? Arturo Mom apretó mi cabeza contra su pecho ancho para que yo no le viera las lágrimas. Para qué preguntar más. ¡Adiós amable llegada a la orilla nueva! ¡Adiós alegría de sentirse seguros! ¡Adiós felicidad de ver tantos amigos levantando el puño, saludándonos! Amparito no podría venir… estaba muerta. ¿Por qué Rafael me había dicho al señalarme el muelle: Mira, Amparo Mom está allí, y la había saludado con la mano? Pero no estaba. Tres días antes la muerte la había dejado inmóvil, llevándonos con ella, ya que nos nombró instantes antes de cerrar sus hermosos ojos oscuros.

Por eso entramos en Buenos Aires de su mano. Nos alojaron en su casa, como ella había querido. Todo tenía que suceder según su previsión. Manuel Ángeles nos dio la fotografía última de Amparo. La bajaban hacia la tierra. Llegamos tarde… Demasiado tarde.617

¿González Tuñón no participó del entierro de Amparo? Al menos así lo plasma León. De hecho, no es mencionado en ninguna parte de sus memorias, salvo en un pasaje circunstancial. Y el protagonismo en el relato del pintor Manuel Ángeles Ortiz es clave. “¿Por qué lloraba?”, se pregunta León y deja abierto el interrogante a respuestas que van más allá de la desaparición de un ser querido. Nunca aclara cuál es la relación entre ambos. En el párrafo final, la escena de “la fotografía última de Amparo” es parte de esas respuestas sugeridas.

Volodia Teitelboim le confía a Pedro Orgambide que González Tuñón “era algo más que enamoradizo. Creía en el amor, se comprometía hasta el tuétano, por un tiempo. No faltaban los incentivos”.618 Y al evocar los tiempos compartidos en Chile, se refiere a la separación con sutileza: “Poco después, esa giganta bondadosa llamada Amparo Mom dejó de ampararlo. Raúl siempre necesitó amparo. Y las mujeres lo acogían en su seno. Cortejaba al estilo de un trovador caballeresco. Se apasionaba y lo hacía de palabra y por escrito. También con las manos y los ojos. Y los sollozos. Amó a una bella famosa, Blanca Macfadzen [sic].619 A su paso no sólo sonaban campanillas por las calles. Tenía un cerebro abierto a las solicitaciones intelectuales, un espíritu sensible a la poesía y a lo que acontecía en el mundo. Iba yo a menudo a su casa de Pío Nono. Raúl tuvo entonces contento en el corazón”.620

El escritor Fernando Sáez se aleja de las sutilezas de Teitelboim y afirma que Amparo sentía “el dolor del abandono de su marido Raúl González Tuñón, enamorado perdidamente de una de las bellezas del grupo santiaguino, Blanca Macfadzen [sic]”.621

La escritora Antonina Rodrigo, biógrafa de Ortiz, sostiene que el pintor español pudo haber conocido a Amparo en 1935, durante el viaje realizado junto con González Tuñón, o dos años después, en París, a raíz del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. “Manolo conoció y se enamoró locamente de Amparo Mom, argentina de gran belleza, amiga de los Alberti y los Neruda”, afirma Rodrigo. Y agrega: “Pero cuando Manolo la encuentra es un ser condenado por la enfermedad. […] Manolo quería emigrar a México, pero el descubrimiento de Amparo cambió su rumbo y decidió seguirla a la Argentina. Cuando el pintor llega a Buenos Aires tiene el tiempo justo para asistir a su entierro. La mujer se había ido durante el sueño, como si el pájaro encendido de su corazón enamorado emigrara a otras latitudes”.622

Y el testimonio del propio Ortiz, recogido en el libro de Rodrigo, es decisivo:

Para mí fue un trauma, porque durante mucho tiempo estuve obsesionado con la idea fija de que me perseguía un maleficio, que sacrificaba a la mujer auténticamente amada623. Me hundí en la desesperación; yo me fui allí por ella. No es que tuviera problemas, pues todo fueron facilidades a mi llegada. Amparo lo había arreglado todo. Era una mujer de eficacia y gran poder. Al desembarcar no sólo tenía el permiso de residencia en regla, sino un lugar donde vivir y dinero. Natalio Botana, director de Crítica, organizó durante la guerra de España la ayuda a los intelectuales. Pero ocurrió que el mismo día de la llegada de mi barco624 ganó una importante suma de pesos en las carreas de caballos y tuvo el gesto de repartirla íntegra entre los refugiados españoles, con lo cual yo tuve para vivir cuatro o cinco meses. Lo más importante fue que yo pude ponerme a trabajar en seguida. Gonzalo Losada, fundador de la gran editorial que lleva su nombre, me pidió ilustraciones para libros. Además, desde mi llegada me encontré rodeado de escritores argentinos.625

Dos días después de su muerte, un aviso fúnebre en La Nación anoticia que “Amparo Mom de González Tuñón” falleció “confortada con los auxilios de la santa religión y la bendición papal”. Allí figuran tanto los parientes directos de ella como los del poeta.626

Quizás una escena de la intimidad hogareña sirva para demostrar la devoción mantenida hacia aquella mujer por los González Tuñón: cuando Nélida, la última compañera del poeta, fue por primera vez a la casa que habitaban las hermanas del autor de La calle del Agujero en la Media en el barrio porteño de Versailles, se sorprendió de que un retrato de Amparo estuviera a la vista de todos, junto a un jarrón con flores. Las dueñas de casa se preguntaban unas a otras: “¿Las pusiste vos?”. Ellas la estimaban como a una hermana más; era “tía Amparo”.627

Para González Tuñón, la poesía es también un vehículo de homenaje a sus hijos. A la primera, Aurora Amparo, fruto de su relación con la chilena Irma Falcón, le dedica un poema que publica en Orientación y luego incluye en Hay alguien que está esperando.628 Para el segundo, Adolfo Enrique, escribe “Poema para un niño que habla con las cosas”, que inaugura A la sombra de los barrios amados.629 Los dos hijos cobijan en sus nombres la necesidad de trascendencia de aquellas personas que marcaron la vida del poeta: su hermano y su primera esposa.

La dedicatoria de Poemas para el atril de una pianola incluye a su hijo y a su segunda esposa, Nélida Rodríguez Marqués, quien lo acompañará hasta su muerte: “A Nélida. A Adolfo Enrique. Para que ellos iluminen los momentos melancólicos de este libro”.

Sus padres, tíos y abuelos son parte de ese mundo de sentimientos expresados en verso. La evocación de su abuelo materno surge en “El abuelito”630, “Epitafio para la tumba de un obrero”631, “Recuerdo de Manuel Tuñón”632 y “La antigua Casa Snokel”633; de su abuelo paterno, Estanislao González, en “Taller de escultura religiosa”634; de sus padres en “Una suave, lejana sombra, como un país...”635 y en “Remigio González”636; y de su tío en “Adolfo Tuñón”637, donde también recuerda a su abuelo materno.

“Creo que yo lo quería más que a mi madre, a la cual perdí siendo muy niño, a mi abuela, a mi padre, a mis hermanos”, confiesa al referirse a Manuel Tuñón en el cuento “El reloj de cobre”, que alude a la “herencia” que le dejó su abuelo, broncero de la Antigua Casa Snokel. Más adelante agrega: “Tenía ya más de setenta años y continuaba trabajando. Dejó de ir un día al trabajo y se murió. Fueron sus primeras vacaciones... Yo iba a cumplir los veinte años y regresaba de una de mis escapadas de Buenos Aires. Con mi hermano le llevamos un ramo de claveles, su flor preferida. Ahora está silencioso –¡quién sabe!–, pero su reloj, su gran reloj, siguió latiendo”.638

A los amigos

Páginas atrás mencionábamos a Güiraldes por su papel de impulsor y protector de los jóvenes poetas y escritores. González Tuñón lo conoció en el Hotel Majestic, donde estaba con su esposa, Adelina del Carril. Fue en esa oportunidad que escuchó de su boca, por primera vez, algunos poemas de Larbaud. A partir de ese momento comenzó un cariño mutuo que González Tuñón conservó a pesar de la muerte temprana del autor de Don Segundo Sombra.

Poco tiempo después de ese encuentro propiciado por quien sería el futuro director de Martín Fierro, Evar Méndez639, nació Proa, que reunió a varios escritores que luego formarían parte del mítico periódico del grupo de Florida.

En Proa, González Tuñón publica “Palabras a Ricardo Güiraldes (Post-crepúsculo en la ventana de un hotel minúsculo)”, que más tarde incorpora en Hay alguien que está esperando junto a otros “poemas hallados en una maleta extraviada”. Unos versos bastan para mostrar la devoción hacia él y su obra:



Tengo tus palabras de aliento,
un empuje de viento,
la voluntad de mi brazo,
el equipaje ágil de mi optimismo.
Soy de la tierra de San Martín, de Facundo y Sarmiento
y heredé un entusiasmo machazo
y un desordenado lirismo.
[...]
¿Qué dice mi querido don Segundo
Sombra, tu hombre magistral?
¡Ah, cuántos surcos voy a abrir
en las almas para sembrar
tu fe en el porvenir
de tu pueblo y tu amor al arte de cantar!640

El tono alegre y despreocupado del poema tiene que ver con una escapada juvenil a Montevideo, que se complementa con la dedicatoria de “Maipú Pigall”, en El violín del diablo, en el que describe el ambiente de ese rincón de “París falsificado” con prostitutas y drogas, donde “el tango es un cabaret”.641 Y, por razones obvias, contrasta con el dolor de “Poema de Ricardo Güiraldes”, publicado tras su muerte, en Miércoles de Ceniza. Allí se centra en su figura y despliega elogios:



Eras tan sabio que contigo
nació y murió la palabra.
Eras tan bueno que contigo
nació y murió la ternura.
[...]
Ayer ha muerto don Segundo Sombra.
Los arados están a media asta,
a medio horizonte el cielo
y a media vidalita la guitarra.
[...]
Inútil que pronuncien tu nombre los imbéciles,
los que ayer vapulearon tu talento.
[...]
Yo, poeta de Buenos Aires,
ordeno que se haga el ocaso
sobre la ciudad y que nadie
pretenda modular un canto.
Al canto lo llevó a la muerte
el gaucho Ricardo Güiraldes.
Inútil que volvamos a golpear en tu pecho luminoso.642

La defensa de Güiraldes y de su obra, en especial de Don Segundo Sombra, también la practica desde el ensayo. En Cuadernos de Cultura, la revista vinculada al Partido Comunista, debate con uno de sus directores, Roberto Salama, en “Inconsistencia y extremismo de una crítica sectaria”.643

Unos años antes, en Todos los hombres del mundo son hermanos, menciona la traducción al ruso de Don Segundo Sombra y elogia la obra en “respuesta al fascista Ramón Doll y al oficialista Elías Castelnuovo, quienes dijeron que esa novela era la Pampa ‘vista por los ojos del hijo del patrón’”.644

González Tuñón incorpora a sus amigos en diversas producciones poéticas y periodísticas como parte de un juego en que la escritura se enlaza con el homenaje fraternal. El ejemplo más significativo es Nicolás Olivari, a quien conoció en los tiempos de Martín Fierro y con quien luego compartió la redacción de Crítica, en el comienzo de un vínculo que perduró con el tiempo más allá de las diferencias políticas y estéticas.

De aquellos años juveniles es el poema conjunto “Canto a Filadelfia”, publicado en la revista dirigida por Evar Méndez.645

En la década siguiente Olivari escribe “Media suela para Juancito Caminador”, el prólogo al libro de González Tuñón El otro lado de la estrella, donde asegura que “es, indiscutiblemente, el más veraz poeta de la urbe. Irreflexivo, impetuoso, ingenuo, vive en estado de gracia y exaltación, viéndolo todo, probándolo todo, sabiendo todo y resurgiendo de los más terribles pozos de ese conocimiento, con toda la pureza intacta de sus sueños antiguos”.646 Y más adelante dice:

Este muchacho que sé me quiere un poco, aunque maldito lo que le importarán mis versos, vino a buscarme un día y me dijo, tímidamente: –¿Quieres hacer un prólogo para mi libro El otro lado de la estrella? Una dulce ternura de hermano mayor me conmovió. –¿Un prólogo? No, algo mejor, querido Raúl, algo más para ti. Estas líneas que te escribo, no para presentarte, sino para decirte de mi constante admiración.

Que un hombre de letras diga esto, es extraño. Jamás lo habrían dicho los viejos gotosos de nuestro Parnaso. Pero yo lo digo. Lo admiro por su franqueza de niño mal educado, por su alegre desesperación de hambriento, por su tierna tiernísima sinceridad hacia todos los que sufren, que se oculta, única e indivisible, en todos sus poemas.647

También en 1934 aparece Dan tres vueltas y luego se van. En el prefacio, los autores se quejan de la imposibilidad de estrenar la obra en los escenarios oficiales y anuncian que lo harán en el Teatro del Pueblo. Esos intentos los impulsaron a editar la obra antes de que fuera llevada a las tablas.

“El teatro nacional está regido por gente bastante cordial –cuando necesitan del elogio periodístico en los diarios en que trabajamos–. Pero cuando se trata de corresponder a sus proclamadas intenciones de elevar el nivel artístico de su teatro, cierran los cordones de su bolsa y dicen: ‘Por aquí no’”, argumentan González Tuñón y Olivari y advierten que parte de la “agonía de ese teatro putrefacto” se debe a la supremacía del cine en los últimos años.648

En el poema “Los ladrones”, una variante del texto en prosa del mismo nombre, ambos en Canciones del Tercer Frente, hay una mención a su amigo: “Del Parque Goal los versolaris/ humedecerán sus mejillas/ cantando sombrías coplillas/ a la manera de Olivari”.649

Desde la nota periodística, González Tuñón lo evoca en la serie “Los poetas de Buenos Aires”, aparecida en Clarín entre abril y mayo de 1959, y luego recogida en La literatura resplandeciente. “Nicolás Olivari. El desenfadado” es el quinto artículo y está acompañado del poema “Saludo a François Villon”, de El gato escaldado.650 “Sus versos –afirma–, ricos en metáforas, de desenvuelta instrumentación, eran libres por la forma, pues, y aunque intensamente, fuertemente humanos, a veces descarnados, en su contenido realista, no excluían los arrebatos de la fantasía.”651

Los recuerdos de González Tuñón están ubicados en la década de 1920 y de esa época recupera la poesía de Olivari, quien, señala, varias veces “amenazó con no escribir más versos. [...] Y es que quienes no aprendieron a escribir versos en las preceptivas literarias, en los manuales, sino en la vida, no pueden decir: ‘No escribiré más versos’. Llevan la poesía adentro y ella pugna por salir, y sale, a la calle, al anonimato... a la gloria”.652 En el poema “Poetango del boliche” lo evoca “con su traje ruidoso y con su andar felino”.653

Otro de los amigos de los tiempos de Crítica es Carlos de la Púa. En las diferentes notas que recuerdan al Buenos Aires de la década del ’20 escritas por González Tuñón, la figura de “El Malevo” Muñoz aparece junto con Olivari y otros colegas periodistas y escritores. Entre las más destacadas, escogemos la de la serie “Los poetas de Buenos Aires”: “Carlos de la Púa. El popular”. En esta tercera entrega ubica a La crencha engrasada (1928), único libro del poeta, en dos planos: en uno, agrupa a los “poemas decididamente lunfardos, como ‘Línea número 9’, o con elementos de lunfardía, auténticos, no postizos”, y, en el otro, sobresalen aquellos con “una tónica de estirpe carrieguista, y aun de más intenso contenido social, como en ‘Los bueyes’, vigorosa estampa [...]” de la condición trabajadora de la inmigración italiana. El poema “Barrio Once”, uno de los más conocidos del libro, acompaña la nota de Clarín. 654

Una de las dedicatorias de La crencha engrasada demuestra el grado de camaradería entre los amigos de aquellos tiempos bohemios, que en algunos casos se mantuvo a pesar del tiempo: “A mis rivales en el cariño a Buenos Aires, Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón y Jorge Luis Borges”.

La evocación poética de González Tuñón la encontramos en “Los ladrones”: “A la noche, con la mamúa,/ irán de pura recalada/ a besar la crencha engrasada/ que cantó Carlos de la Púa”.655

Y su recuerdo permanece en otros poemas como “La Cortada de Carabelas”, “Poemas en la muerte de una librería de lance y un librero”, ambos de A la sombra de los barrios amados, y “Muerte y entierro de Gardel”, de Poemas para el atril de una pianola. Este último es recitado en las escenas finales del documental Carlos Gardel. Historia de un ídolo. “Ahora está con Arolas, con Celedonio Flores,/ Discepolín, Paquita y el Malevo Muñoz/ divagando en la calle Carabelas del cielo,/ donde, entre copa y tango, lo tutean a Dios...”, dice su última cuarteta.656

Para finalizar incluiremos en esta lista a José Portogalo, amigo y compañero de militancia política y de trabajo de González Tuñón, quien recuerda en este fragmento cómo lo conoció:

En una revista cuyo nombre no recuerdo, criticó unos poemas míos, tildándolos de afrancesados. La crítica tenía sus gramos de sátira y mordacidad, pero nada desagradable.

Por ese tiempo me encargaron una antología de poetas sociales –yo siempre digo que no existe poesía social ni antisocial, sino poderosos elementos sociales que, a veces, sin que el poeta se lo proponga, se introducen en su conciencia de hombre–. Esa antología nunca salió. Pero lo cité a Portogalo en un café, y al él le pareció muy raro que, después de la crítica que me había hecho, yo tuviera interés en conocerlo. Desde ese momento se estableció entre los dos una amistad entrañable.

Luego me llevó a su casa, me presentó a su padre, que era un hombre maravilloso, a quien él nombra en sus poemas –cuando murió yo le escribí un poema que a Pepe le emocionó muchísimo– y a su madre, que amasaba unos tallarines fabulosos. Vivían entonces en Villa Ortúzar, y por muchos años Portogalo vivió en Villa Ortúzar.657

González Tuñón menciona la “Elegía que compuso Juancito Caminador a la muerte del padre de José Portogalo”, publicada en Orientación y luego incluida en Hay alguien que está esperando, y que lleva el epígrafe siguiente:

En el entierro de Verlaine: una mujer se acerca al féretro y murmura:

–Verlaine... los amigos están ahí...

En el entierro del padre de José Portogalo, un compatriota dice a su oído yacente:

–No te veremos más en la cantina...

Pero yo sé lo que en ambos casos dijo el lucero del alba: “Yo te veré siempre”.658

En la serie ya mencionada “Los poetas de Buenos Aires”, González Tuñón homenajea a su compañero de tareas en Clarín con la nota “José Portogalo y la ‘Luz liberada’”, en la que rescata en el título el poemario aparecido en 1947.659 El poema “Imagen de la amistad” acompaña el texto.

González Tuñón es uno de los amigos que despide los restos de su colega con unas palabras en el cementerio de la Chacarita. El testimonio lo recoge Cuadernos de Cultura en “Portogalo: el lirismo de la emoción fraterna”: “Pepe, ahora estás allí tendido, ya te vas y contigo se va la imagen de la amistad. ¡Nos la roban! Se la llevan los muertos queridos. Jean Cocteau dijo: ‘La muerte sólo interesa a los muertos’. Pero que no se hagan ilusiones. Nosotros quedamos aquí y tu imagen en nuestros corazones. ¿Qué es el recuerdo sino una demanda contra el olvido?”.660

El país de los creadores

*Villon, Rimbaud y Dickens

La producción literaria y periodística de González Tuñón está repleta de menciones, homenajes y reconocimientos a escritores, poetas y pintores que en sus obras mostraron las preocupaciones, las transformaciones, las alegrías y las tristezas de la sociedad de su tiempo. Existe una necesidad en González Tuñón de agradecer no sólo a sus “maestros” en las letras, sino también a sus colegas contemporáneos, por haberlo iniciado en el descubrimiento de un mundo que estaba a puertas abiertas, en la intemperie de la vida. Citas, epígrafes, poemas, notas alusivas, artículos necrológicos se sucederán en sus escritos en un contrato de lectura especial que establecerá con el público: es el poeta-periodista que se relaciona con el lector de una manera que no es privativa del medio gráfico que utiliza.

El relato “Elogio del prestidigitador”, aparecido en Crítica Magazine y luego en Miércoles de Ceniza como “Cosas que le ocurrieron a Juancito Caminador”, es un texto inaugural por dos razones. La primera, y bastante conocida, es la irrupción de ese alter ego como protagonista que lo acompañará hasta sus trabajos finales: “¿Sabés quién soy? ¡Soy el prestidigitador! Mi nombre surge de una caja de sorpresas y no asusta a los niños porque ellos saben que mi corazón también es de resorte y puede alcanzar al último de la platea como la serpentina multicolor. Sí señores, mi pájaro preferido es el chingolo y mi bebida el gin del viejo Tom”.661

Juancito Caminador asegura que la “prestidigitación triunfa en el arte y en la vida” porque es “síntesis, sorpresa, fantasía”, y tiene como amistades a los ángeles, los duendes, los “grandes empresarios yanquis”, los poetas, los “niños mentirosos”, “un ratoncito que es la buena suerte ¡Cuidado! No vaya a esconderse en el hoyuelo de una sonrisa. Un conejito de la India. Una maravillosa miniatura de Chaplin hecha con miga de pan y escarbadientes. Un naipe nunca visto. Un laboratorio parecido a las cámaras fotográficas de los balnearios, y serpentinas, puñales, armarios, calaveras, sombreros, plumas, vajillas, bastones y un botón de chaleco”.662

La segunda razón es que allí congrega a tres de sus escritores preferidos: François Villon, Arthur Rimbaud y Charles Dickens. Ellos sintetizan, de alguna manera, las predilecciones juveniles de un muchacho que, mediante ediciones baratas, se acercaba a los malditos y a los consagrados de la literatura mundial.

Con los juegos de prestidigitación llega Villon, “un antiguo amigo” de Juancito Caminador, ya nombrado en El violín del diablo. “Yo soy François Villon” finaliza el poema “Bajo fondo”.663

El poeta francés reaparece en La calle del Agujero en la Media: “¿Y mi amigo François Villon?” se pregunta en uno de los versos de “Tres poemas de algún país”.664 Y en “Evelyn Brent”, también de ese libro, dice el protagonista: “Conocí a una duquesa que amó a François Villon/ y un día, en una gresca, le alcanzó su pañuelo”.665

Villon es el símbolo del poeta irreverente y trotamundos, que resurge en los poemas de González Tuñón de distintas épocas. Estos versos pertenecen a “Poema con Londres”, en Hay alguien que está esperando: “Por el Soho florido de tabernas,/ donde François Villon anda exilado [sic]/ con un puñal bajo la blusa oscura,/ me encontraré mañana divagando”.666

O le hace decir al protagonista de “Títeres en la Boca del Riachuelo”, en A la sombra de los barrios amados: “De la horca salvé a Villon”.667 El dato pertenece a la biografía de este personaje que en su juventud huyó de París luego de matar a un clérigo en una pelea. Fue ladrón y se dedicó a recorrer burdeles. El verso anterior alude a la condena sufrida por participar por enésima vez en una pelea. La pena fue conmutada a diez años de destierro y desde ese momento nada más se supo de él.

En Demanda contra el olvido, González Tuñón le dedica un poema breve dentro de la serie “Sólo unos cuantos nombres de la larga memoria”, que también será reproducida en La literatura resplandeciente:



Un nuevo acento, una manera, un modo de tutear a Dios
y el primer contacto que tuvo la poesía con el hombre.
Salvó su alma por el canto quien amaba a la Grosse Margot.
Atrás quedaban cárcel, hambre, hijas de los largos inviernos.
Cuando murió las catedrales y las tabernas le lloraron
y un trabuco, una rosa, una estrella, bajo su blusa se encontró.668

“Encuentro en la Taberna del Ángel”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, ofrece un diálogo entre Villon y el dramaturgo inglés Ben Jonson en el que repasan sus vidas. En la mesa también están acompañados por Alfonso Corti, biógrafo del francés, y Byron Stell, del británico.669

Entre las amistades de Juancito Caminador enumeradas en aquel texto inaugural, encontramos “un libro de poemas de Arturo Rimbaud”. Así, simplemente, con el nombre castellanizado, sin ninguna especificación, como en “Juancito Caminador”, en Todos bailan, la figura del “poeta maldito” francés se entrelaza con el adolescente porteño que empieza a descubrir los placeres de la vida:

Me parecía imposible que alguien se muriera mientras yo, ah,

mientras Juancito Caminador amaba las muchachas del verano,

los vinos ácidos, los versos de Rimbaud,

las bombas, las orejas de las mujeres tuberculosas, los expresos

y los ventiladores enloquecidos en los ángulos de las amuebladas.670

Una frase del francés es tomada por González Tuñón como ideal a seguir por los intelectuales comprometidos con su tiempo. En “A nosotros la poesía”, el prólogo a la primera edición de La rosa blindada, desarrolla su postura ideológico-literaria frente al avance del fascismo y el nazismo, que cierra de esta manera: “Arturo Rimbaud fue la poesía, la gran aventura poética, pero en cierto momento gritó: ‘¡Cambiad la vida!’”.671

Ese lema lo incluye en uno de los relatos de Las puertas del fuego al citar una discusión que tuvo con un colega sobre la oportunidad de continuar con el arte en tiempos de guerra. “El poeta es el primero en sentir el acontecimiento”, dice para afirmar su idea.672

En el artículo “Los bardos que cantaron a la libertad”, aparecido en El Sol, rescata la participación de Rimbaud en los hechos revolucionarios de la Comuna de París, cuando “gritó un día: ‘¡Cambiad la vida!’”.673

Otro ejemplo. En la introducción al primer tomo de la antología La luna con gatillo asegura: “Vivo en constante estado de exaltación lírica. Pero no me interesa tan sólo este delicado y a veces duro oficio de poeta: La poesía no tendría mayor sentido para mí en este momento sin la lucha por ‘cambiar la vida’, como quería Rimbaud [...]”.674

Esa identificación fraternal no impide a González Tuñón cuestionarle algunas actitudes frente a la vida y la literatura. Así lo expresaba en una opinión publicada en la década de 1940:



Volvemos a leer a Rimbaud y pensamos: Algo falta...
¿Qué?
La varita mágica que TOQUE el caos y lo organice.
La armonía ¡en fin!
Imágenes inesperadas, como relámpagos, el hallazgo, la “trouvaille”, eso es él.
Lástima, su pueril obsesión religiosa, el no haber superado sus complejos femeninos.
¡Genial inválido!
Su temor pequeño burgués a las multitudes y a los acontecimientos.675

Pero años después escribe en el poema “El filósofo del boliche”:



Sé que una Voz vendrá –cómo una súbita ráfaga de futuro
por el hilo de luz de las estrellas muertas
que aún alumbran al mundo y su mudanza,
sorteando las lunas que dejó atrás el tiempo–
para ordenar el caos, la mañana, la pólvora y las rosas,
y traernos saludos de Jean Arthur Rimbaud.676

En un relato incluido en la serie “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando, González Tuñón rescata una cita de Rimbaud en la que se preguntaba: “¿Cuándo iremos más allá de las playas y de los montes para saludar el nacimiento del trabajo nuevo, de la sabiduría nueva, la huida de los tiranos y de los demonios, el fin de la superstición, a adorar ¡los primeros! la Navidad sobre la tierra? ¡El canto de los cielos, la marcha de los pueblos esclavos! ¡No maldigamos la vida!”.677 De inmediato González Tuñón reflexiona:

Y pienso en los “poetas malditos” y creo que, en adelante, cuando se les nombre tendrá que decirse, en lugar de maldito, moderno [...]. Poetas modernos, sí, no “malditos” sino en el sentido en que fueron incomprendidos, atacados, ignorados o violentamente calumniados y en algún momento procesados y encarcelados por la sociedad reaccionaria de su tiempo. Poetas modernos, por la audacia y el valor de su mensaje, que el genio ha hecho perdurable.678

En Demanda contra el olvido le dedica un poema breve dentro de la serie “Sólo unos cuantos nombres de la larga memoria”:



¿...Pero por qué murió allá en Marsella,
tan cerca de la luz atrevida del muelle,
la Canabière, la sopa de pescado,
las robustas mujeres de la feria
y el viejo olor que viene de los barcos,
sin confesar dónde enterró a la poesía
–como a un pájaro loco–, en qué baldío,
en qué lámpara pura, en qué ventana,
en que lluvia crecida con violetas?
Donde el futuro está esperando.679

Su hermano Enrique le acercó los primeros libros de Dickens David Copperfield y Oliver Twist, cuando abandonaba la niñez y se convertía en un compinche de aventuras de los personajes literarios: “Me veo a mí leyendo David Copperfield/ y a mi padre, Remigio González, que venía/ del fondo de la tarde, claro como un domingo.680

En “Cosas que le ocurrieron a Juancito Caminador”, menciona al escritor en el relato como parte de las peripecias de su alter ego: “Dejó su pasado allí como el cupé que rodó alguna vez por las páginas de Carlos Dickens”.681

Al hablar de lo mágico, que para González Tuñón es “una mayor jerarquía y la sorpresa”, asegura que “quien no ve lo mágico en Dickens [...] no sabe nada”. Y como cierre avanza en su teoría: “un personaje de Dickens, un escribiente, un tendero, es más sorprendente, si se quiere, que un personaje de Franz Kafka convirtiéndose en escarabajo”.682 Esa misma magia le hace decir del escritor inglés en su homenaje en Demanda contra el olvido: “No me busquen aquí, vivo en mis libros/ como otro personaje”.683

De Dickens también le atrajo su carácter de pionero en abrir “el camino a los grandes demoledores de la alta clase media inglesa”, entre quienes ubica a la novelista Mary Webb con La casa del bosque de Dormer.684

*Carriego, Darío y Baudelaire

Un trazo literario une a Carriego, Fernández Moreno y Héctor Pedro Blomberg con Borges y González Tuñón, una manera simplificada de rotular a los “poetas de Buenos Aires” de las primeras décadas del siglo XX. Como ya se dijo al comienzo de este libro, cuando un adolescente González Tuñón presentó sus primeros poemas a Juan Pedro Calou, escuchó los gritos del encargado de la página literaria de La Mañana que le recriminó –con razón, según confesó décadas más tarde– que su estilo imitaba a Carriego, Rubén Darío y Baudelaire, además de Blomberg.

Esas lecturas adolescentes impregnaron los versos iniciales de González Tuñón, pero también formaron un conocimiento poético y un respeto por la obra de esos creadores.

En Miércoles de Ceniza, González Tuñón homenajea por primera vez a Carriego al mencionarlo con nombre y apellido en el poema “Tango”:



Ahora sobre este ómnibus grotesco órgano
de la ciudad
pienso en el bocinear del tiempo nuevo
y en mi querida y el ocaso flamante
que tengo enfrente
y en que tú y el pobre flaco
Evaristo Carriego
cumplieron en la vida su misión
honradamente.685

Si bien en esos versos se desliza una distinción entre el pasado y el presente, con una mirada piadosa hacia lo viejo, la reivindicación de aquel “pobre flaco”, un silencioso impulsor de la cultura popular porteña, fue una preocupación temprana de González Tuñón, que en la revista Martín Fierro ya había adherido, en nombre del periódico, a la “bella idea” de homenajear al poeta fallecido con un suelto sobre el tema:

Evaristo Carriego merece un gran homenaje. El Evaristo Carriego de La Canción del Barrio cantó sencillamente, y su canción humilde como los árboles y el musgo del suburbio, encontró eco hasta en los organillos reumáticos que andan a lo largo de las calles mansas arrastrando filas de chicuelos sucios y melodiosos, empapados de sol, y miradas húmedas, sentimentales, de obreritas y de malevos inofensivos.

Bien venga el homenaje al poeta del barrio. Nos encuentra en una hora agitada de lucha intensa y de intensidad creadora. MARTIN FIERRO abre sus puertas a todos aquellos que quieran traer una joya de reconocimiento, para colocar sobre el recuerdo del muerto, como una estrella que temblará en la sombra, diciéndole al poeta que será perpetua su canción.

Bien venga el homenaje a Carriego. Por un momento dejaremos de alzar nuestras banderas jóvenes al viento de la incomprensión y volveremos los ojos hacia aquel buen muchacho, que marca una etapa en nuestra literatura y que con veinte canciones se conquistó un lugar en el corazón de una época.686

En el poema “Las brigadas de choque”, habla de un “Carriego empequeñecido” por el poder. Años después, en un artículo de la revista Continente opina que debería construirse una estatua que lo recordara en algún paseo público de la ciudad, al igual que a otras personalidades, tan diferentes y alejadas algunas de sus preferencias literarias o ideológicas, como Florentino Ameghino, Roberto J. Payró, Juan B. Justo, Leopoldo Lugones, José Ingenieros y Lisandro de la Torre.687

La postergación de Carriego dentro del canon oficial de la poesía argentina lo impulsa a continuar con su tarea de reivindicación del poeta. Entre abril y mayo de 1959, publica en Clarín la serie “Los poetas de Buenos Aires” en las que destaca la trascendencia de algunos de los exponentes más importantes del género según su criterio. No es casual que esa antología comience con “Evaristo Carriego (el precursor)”, acompañada por el poema “Has vuelto”, de La canción del barrio.688

En el capítulo anterior citamos un texto de González Tuñón en el que describía el barrio de Carriego.689 Esos párrafos introductorios le permitían al poeta-periodista recorrer distintos aspectos biográficos de la vida del autor de Misas herejes, no como mera enumeración de anécdotas, sino para destacar que “sus versos, aun los más desgarrados, llevan implícito el deseo de acabar con todo lo que afea la vida de la gente del pueblo y a veces constituyen una tácita denuncia”.690

En el artículo, González Tuñón defiende a Carriego de la “crítica pazguata” y de la “opinión despectiva de algunos pedantes poetas culteranos”, porque, a su criterio, es un “cantor” que abreva en el “realismo romántico”, y no un “fabricante de versos, de los que hoy abundan entre los ‘verseadores’ del sonsonete y entre los del truco y la evasión”. Y de inmediato profundiza: “A ciertos críticos les provocó y les provoca siempre alergia todo aquello que refiera algo palpitante, desagradable, digamos, perturbador de la buena digestión; la crónica del dolor humano. Les molesta ‘Residuo de fábrica’, porque existe, como ‘Mamboretá’; de ambos tipos puede hablarse hoy mismo. Allí están las fábricas, los frigoríficos y sus víctimas. Y Mamboretá, esa pequeña cabecita negra de ahora, a quien vemos paseando el perrito de casa rica [...]”.

Cuestiona, además, el calificativo de “sensiblero” con que se quiso minimizar su obra y rescata una opinión de Borges en Carriego, el ensayo publicado en 1930. Allí señala que el poeta fue “el primer espectador de nuestros barrios pobres y para la historia de la poesía eso cuenta. El primero, es decir, el descubridor, el inventor”.

Este texto aparecido en Cuadernos de Cultura será recogido por González Tuñón para una conferencia en el Colegio de Escribanos de Rosario, en 1972, y luego incluido en La literatura resplandeciente bajo el título de “Crónica del campo y la ciudad en la poesía”. La primera parte está dedicada a evocar la figura de José Hernández y su obra máxima, Martín Fierro, en el centenario de su publicación, mientras que la segunda está referida a Carriego y su tiempo.691

En la extensa nómina de homenajeados en Demanda contra el olvido también está Carriego, acompañado por otros creadores de su predilección:



Desde que él volviose indiferente
el suburbio es más gris; no hay organitos.
Unos cuantos poemas, los del barrio
–como estampas, como patios, como hojas
de un álbum familiar que se ha extraviado–,
velan su eternidad. Yo haría
un gran friso con él y Charles Louis Philippe,
Nerval, Murger, Carlos Pezoa Véliz,
Eduardo Arolas, la melancolía.692

González Tuñón arma un seleccionado de creadores signados por la “melancolía”. Pero más que la melancolía es la vida bohemia y la miseria lo que agrupa a estos escritores –salvo Arolas que era compositor y bandoneonista– y la muerte temprana –con excepción de Nerval que pasaba los 45 años cuando falleció–.

Todos ellos recibieron algún elogio o fueron citados en algunas de las obras de González Tuñón. La novela de Charles-Louis Philippe La madre y el hijo mereció la recomendación del poeta en una nota periodística sobre la niñez.693

La muerte de Gérard de Nerval, “el inconformista que se ahorcó en un farol de la Calle de la Vieja Linterna”694 de París, es recordada en varios poemas como “Canto a las vísperas argentinas”, en Primer canto argentino, y “A los restos de un farol a gas”, en A la sombra de los barrios amados.

En La literatura resplandeciente, González Tuñón evoca cómo había “devorado” en su adolescencia el libro más famoso de Henri Murger, Escenas de la vida bohemia, a la vez que recomienda su lectura durante esa etapa de la vida. Sin dudas, también llegó a sus manos la traducción de otra de las obras de Murger, Los bebedores de agua.695

La obra poética del chileno Carlos Pezoa Véliz fue reunida en libro después de su muerte. Sólo había podido difundir sus versos a través de la prensa gráfica. En un artículo González Tuñón lo llama “el Carriego chileno” por retratar a los “peones infelices”.696

Por último, Eduardo Arolas, que murió en París luego de una turbulenta vida amorosa, es uno de los representantes de la “vieja guardia” del tango, un “gran precursor”, a quien González Tuñón considera un imprescindible de la música porteña por su “jerarquía instrumental y la calidad de matices” en sus composiones.697 Un homenaje a su figura queda plasmado en el poema “La casa de Eduardo Arolas”.698

La postura de González Tuñón es clara frente a quien considera “padre y maestro indiscutido” de la Generación del ’98 en España, Rubén Darío:

En nuestra lírica [...] Darío es todo un acontecimiento. Entendido que un joven de ahora no escribirá en su estilo... (Ya lo dijimos, lo malo en Darío fueron sus imitadores, y en Hugo, y en García Lorca, en todo creador personalísimo) Rubén está lejos de nosotros, pero ocupando un sitio de honor en la historia de la poesía, después de haber dado elementos inapreciables, UTILÍSIMOS, a las nuevas generaciones. A nosotros no nos interesa que se imite la factura y el contenido de Azul o cualquier libro de Darío. Nosotros lo ubicamos y lo valorizamos. Sabemos que de Darío arranca la nueva poesía castellana. Sabemos que en Azul asoma el aliento poderoso del Darío posterior, del Darío del “Canto a la Argentina”, la “Oda a Roosevelt”, “Lo fatal”. Sabemos que Darío, pese a todo, y pese a quien pese, con sus faunos, sus princesas y su consulado de Nicaragua y sus borracheras en el bar de la esquina de La Nación, supone técnicamente el acontecimiento más importante después de Góngora en la poesía de habla española. Y repetimos que, como todo gran poeta, tuvo algo de vidente, de profeta, y fue el más bueno, el más generoso. Mientras otros hombres de América descubrían a los europeos encerrándolos en seguida en sus gabinetes para luego imitar (los Lugones, por ejemplo), Darío publicaba Los raros y hacía conocer a todos los jóvenes de América y de España, los más grandes y curiosos valores del fin del siglo.699

Este fragmento pertenece a una de las dos notas publicadas en Orientación y luego reproducidas en El Siglo como parte de una polémica mantenida con un crítico en el semanario argentino que cuestionaba el valor de Azul y de su autor para las letras castellanas. González Tuñón afirma que el aporte de Darío es “revolucionario” para enfrentar “al academismo de la época”, al romper con el “enfatismo de los últimos románticos españoles; lacrimógenos, efectistas y vacuos, asimilando, en cambio, lo que de bueno hay en ellos [...], así como el empalagoso amaneramiento, también ‘cliché’ de la hojarasca romántica francesa, de los poetas de toda América, con su buena dosis de tropicalismo enervante”.700

En el terreno de una discusión ideológica, se apoya en Lenin para cuestionar a los “beatomarxistas” por la “ligereza con que aplicaban el lente de la investigación social a los problemas del arte, la falta de respeto por los creadores de cultura, el desconocimiento del valor técnico y de la herencia cultural, la negación de la forma, el oficio, el don, en el artista”.701 Esa defensa de Darío le sirve para hacer una reivindicación de algunos de sus escritores predilectos: Baudelaire, Rimbaud, Heine y Zola.

En la poesía de González Tuñón encontramos reiterados homenajes a Darío. El último verso de “El Noy del Sucre”, dice: “¡y todavía, Rubén Darío, en Barcelona la bomba sona!”.702 Alude al poema de Darío “Agencia”, en El canto errante, cuyos versos son “Barcelona ya no está bona/ sino cuando la bomba sona”. González Tuñón los usa para encabezar el artículo “Donde los dedos han vuelto a presionar los gatillos”, publicado en El Suplemento, en el que realiza una crónica histórico-social de la ciudad de Barcelona durante el primer lustro de la década de 1930.703

En Primer canto argentino, dos de los poemas lo mencionan. En “Mensaje a Buenos Aires”: “Martín Fierro te alienta, Rubén Darío te adora/ desde su agreste tumba, desde la sombra grita/ su amor incalculable a tu cosmopolita/ fervor de enjambre fraternal”. Y en “Canción florida a la patria florida”: “Oigo el trueno Moreno y el rugido Sarmiento,/ oigo el zorzal Hernández, oigo la voz florida,/ veo a Rubén Darío bajar del monumento/ y caminar sombrío por la calle florida”.704

Como a tantos otros escritores admirados, le dedica unos versos en Demanda contra el olvido, dentro de la serie “Sólo unos cuantos nombres de la larga memoria”:



Del que innovó, de aquel que trajo
otra instrumentación, un nuevo acento
y el alejandrino francés y escribió nobles versos
atravesados por vientos civiles,
don Antonio Machado, que hoy reposa en Colliure,
–él, que no compartía el nuevo gay cantar–
dijo en el día amargo:
–“Nadie esta lira taña si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta toque si no es el mismo Pan”.705

Durante su estadía-exilio en Chile, González Tuñón publica una serie de notas en El Siglo con el título general “La poesía es una e indivisible”, en la que reflexiona de manera muy breve y cáustica sobre distintos aspectos de la literatura, la cultura y sus creadores. Los textos se anuncian como pertenecientes al “segundo cuaderno de apuntes de Juancito Caminador”.706 Al cuestionar a los “poetas funcionarios” –“nada más lamentable que el poeta que disputa desesperadamente premios, viajes (el verdadero poeta ha viajado siempre, cuando ha querido, aun imitando a los linyeras) y puestos en la administración”–, rescata la decisión del nicaragüense de abandonar el cargo de embajador de Nicaragua en España: “Una actitud salvó a Rubén Darío: el día en que empeñó, en París su casaca diplomática”.707

La vida y la obra de Baudelaire fueron siempre un atractivo para González Tuñón, aunque tuviera en claro que su tiempo era otro. En uno de sus primeros poemas, “Eche veinte centavos en la ranura”, en El violín del diablo, aparece “la giganta de Baudelaire” y una “sala sombría” de esos locales del viejo Paseo de Julio lleva el nombre de “Paraísos artificiales” como una de las obras del francés.708

El deleite al leer “El albatros” –“poema inmortal”709– o “El mal vidriero” –“maravilloso poema en prosa, es un grito contra los que afean la vida de las gentes humildes”710– no cambia con el transcurso del tiempo. De este último afirma en “La aventura”: “dije con Baudelaire mi repudio al vidriero que al barrio de los pobres traían vidrios grises./ (por lo menos que vean vidrios rojos, azules, amarillos,/ los ojos del desvelo de los tristes)”.711

En una de sus estadías en París, González Tuñón visita el cementerio de Montparnasse, donde el poeta francés está enterrado, y fija sus ojos, perplejos, en las inscripciones de la lápida:



“Aquí yace
el general Aupick,
caballero condecorado,
miembro de la Legión de Honor,
ex embajador en Constantinopla
y en Madrid”.
“Aquí yace
Charles Baudelaire,
su hijastro,
muerto en París
el 30 de agosto de 1867”.712

Tan impresionado queda González Tuñón con esa imagen que varias décadas después publica “Leyenda para una tumba prestada”, en El rumbo de las islas perdidas:



No me promocionaron, nunca di un best seller.
El buen Teophile Gautier713 me aplastaba con su éxito
cuando yo pedía dinero a mi madre.
Poco queda de él y su chaleco rojo
se lo pone hoy el olvido.



Me prestaron la tumba, me enterraron
en donde yace el capitán Aupick
–mi padrastro–
ex Embajador en Constantinopla
y Caballero Condecorado.
Soy Charles Baudelaire, soy el padre
de la poesía moderna.714

En los textos reunidos bajo el título “La poesía es una e indivisible”, González Tuñón ubica a Baudelaire en su tiempo, lo contextualiza, y rescata sus embestidas transgresoras, irrepetibles en la actualidad en su mayoría. En la misma clave, sostiene en “Tal clima, tal época”:

El clima de mujeres condenadas, de paraísos artificiales, de crepúsculos envenenados de absintio, en Baudelaire, es auténtico. Sintió e hizo con genio esa parte de su obra estupenda.

Lo “baudeleriano”, ahora, sólo puede calificarse con una expresiva palabra francesa: “Pompier”. Pasatista.

Yo adoro ciertos cielorrasos con angelitos.

Pero no viviría bajo semejante techo. [...]715

El mismo fin persigue en “Epater le bourgeois”:

En un tiempo los burgueses se asustaban.

Cuando Baudelaire decía: “Cuando yo comía sesos de niños...”

Baudelaire, el grande –y despreciado por la burguesía– tenía una idea equivocada acerca del “burgués”.

Para él era burgués –en el sentido chato, mezquino, de “ce lui que ne comprends pas”– tanto su padrastro, el general Aupick, como el obrero de la fábrica, tanto el especiero como el albañil...

Nosotros ya sabemos establecer la diferencia.716

Su rechazo a cualquier convencionalismo o aceptación de prebendas lo sitúa en un espacio de dignidad. Con ironía González Tuñón se pregunta en “Los poetas funcionarios” si Baudelaire hubiera aceptado trabajar como “agente de tal Compañía”, como contraposición a otros escritores sin escrúpulos.717 En Demanda contra el olvido lo homenajea con unos pocos versos:



Fue profeta: vislumbraba el siglo
en que la acción fuera “hermana del sueño”
y reinventó la poesía; una manera
de recordar que el poeta es un hombre
al que a veces agobian la incomprensión, el barro,
el alquiler, la luna.
Pero él fue poeta, inmenso como un río.
Un río puro impuro
que arrastró légamo y estrellas.718

La huella de Baudelaire también está en algunos epígrafes elegidos por González Tuñón. “Embriagaos, de vino, de poesía o de amor, pero ¡embriagaos!”, es el escogido para “Escrito para la etiqueta de una botella”, en El rumbo de las islas perdidas, y “Soledad, multitud, términos iguales para el poeta activo y fecundo”, en “Nostalgia-devenir-soledad- multitud”, en el mismo libro. Esta última frase, de “Las multitudes”, incluido en El spleen de París, también la usó el poeta argentino para abrir la serie “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando.719

*Whitman, Heine y Bertrand

“El poeta murió al amanecer” es uno de los poemas más conocidos de González Tuñón, incluido en Canciones del Tercer Frente, y de los tantos que contienen elementos autobiográficos. El legado literario que esboza ayuda a continuar completando su universo afectivo:



Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,
un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,
un Shiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,
versos de un ser querido que se fue antes que él,
muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta
y una antigua fragata dentro de una botella.

Ya nos referimos a Darío, Rimbaud y Baudelaire; sobre Antonio Machado nos detendremos más adelante. Francisco de Quevedo representa para González Tuñón la figura destacada del Siglo de Oro español y de quien toma prestados tres versos en forma de preguntas de la “Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita al Conde-Duque de Olivares” para uno de los epígrafes iniciales de Todos bailan: “¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.

Años después usará estos versos como epígrafe de la publicación de “Las brigadas de choque” en la revista La Rosa Blindada.720 La versión original llevaba un verso de “Frente rojo”, de Aragon: “Por el aniquilamiento total de esta burguesía”.

En Friedrich von Schiller, González Tuñón elogia la unión entre el poeta y la preocupación por la realidad que le toca vivir: “Schiller, el genial amigo y colaborador de Goethe, fue el primero en saludar a la Revolución Francesa. La Asamblea lo hizo ciudadano de honor de la República en los albores del Año Terrible”.721 Y advierte su sagacidad: “Un espía del tiempo es el destino/ –no el poeta, que éste es el gran espiado/ y es, dijo Schiller, el que llegó tarde/ a la Repartición de la Tierra”.722

“Si Schiller no hubiera escrito nada más que un poema (“La repartición de la tierra”), tendría su estatua asegurada”, afirma.723

Más allá de las diferencias poéticas que los separan, González Tuñón reivindica la autenticidad que tiene el romanticismo poético de Gustavo Adolfo Bécquer en diversas notas de reflexión teórica, que si bien no están dedicadas al español, destacan su importancia.724 Además, sostiene que Rimas es uno de los libros de lectura ineludible durante la adolescencia.725 Como homenaje de dos etapas diferentes de su producción figuran “Poema que compuso Juancito Caminador en homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer”, publicado en Canciones del Tercer Frente, y “Bécquer”, en Demanda contra el olvido. Transcribimos este último:



Todo habrá terminado, señores, un buen día,
en nuestra andante y derramada tierra.
La veleta, los pinos, la baraja, el oporto,
la Secretaría de Cultura, el crepúsculo.
Callarán las cigarras de todos los veranos
y el grillo del hogar de todos los inviernos
y él va a sobrevivir a los helados mundos
porque siempre, “siempre habrá poesía”.726

Entre los escritores mencionados en “El poeta murió al amanecer”, sobresalen por su presencia permanente en la producción tuñoneana Walt Whitman, Heinrich Heine y Aloysius Bertrand. Los dos primeros, ligados al compromiso político y social que reflejan sus poemas; el tercero, a su única obra, Gaspar de la noche.

No sólo en los textos en que González Tuñón analiza distintos aspectos poéticos o literarios sino también en sus poemas y relatos, la referencia a un novelista o a un poeta lleva de inmediato al nombre de otro y de otro más, en una cadena de significación que configura la elaboración de un canon propio de las letras.

En páginas anteriores pudimos observar esta hermandad artística. En “Epitafio para la tumba de un obrero”, en Todos bailan, también: “Estaba pensando cuando recordé a mis poetas queridos,/ que habían cantado para ellos, los obreros, a Whitman/ y a Heine, por ejemplo”.727

Ya citamos en varias oportunidades el artículo “Los bardos que cantaron a la libertad” y lo haremos una vez más porque ambos poetas son incluidos por González Tuñón en este listado de románticos que estuvieron “al servicio de las causas de los pueblos oprimidos, de las minorías sojuzgadas, de los bandos liberales en los grandes países, de las causas norte y sud americana, de la Revolución Francesa o de la aventura napoleónica [...]”.728

A Whitman lo bautiza como “el primer poeta civil” y lo instala en el papel de iniciador del “ciclo de los poetas de la Democracia”. Y luego es contundente: “Nadie hasta ahora ha superado a este poeta-profeta –que también cantó a España–, y la poesía, por suerte, y por lógico proceso, tiende a ganar ese ancho acento revolucionario del Canto de Mí Mismo [sic]. Me refiero a la poesía auténtica”.729

De Heine, a quien denomina “el demonio de la libertad” y destaca su amistad con Karl Marx, señala que “participó en las logias libertarias de París y conspiró, con los más grandes románticos de la época, desde los sótanos de la gran ciudad, contra todas las tiranías”. Como síntesis afirma: “El ejemplo de los románticos debe avergonzar a quienes creen todavía en la torre de marfil. Yo veo a Heine, en París, deslizando en sus maravillosas páginas la burla feroz a la tiranía y a la demagogia. Veo a Chopin improvisando en la sala de París, ante Hugo y Heine, ante Balzac y Musset, la ardiente ‘polonesa’ de la libertad soñada”.730

Años después los volverá a reunir en el poema “Incitación al canto civil”: “La poesía es todo más el poeta, dije,/ temprano, casi solo, aún vaga la teoría./ Y ahora me dice el tiempo la razón que tenía./ Heine, Shelley, Whitman, me la dan”.731

Algunos de los versos que Whitman le dedicó a España aparecen en el comienzo de La muerte en Madrid, publicado en el mismo año que cae la República en manos de Franco:



¡Mirad! He aquí que aparecen las rejuvenecidas facciones de la libertad.
He aquí que aparece el mismo rostro inmortal.
(Una visión rápida como el rostro de tu madre. ¡Oh, América!
Un relámpago significativo, como el de una espada.
Luce hacia ti)
No creas que te olvidamos, madre nuestra;
¿Has quedado largo tiempo atrás?
¿Las nubes van a cerrarse de nuevo sobre ti?
¡Ah! Pero ya te has mostrado a nosotros, en persona.
Ahora te conocemos.
Dejándote entrever nos has dado una prueba infalible.
¡De que allí, como en todos lados, aguardas tu hora!

Whitman simboliza la contracara del Estados Unidos aliado del capitalismo, el imperialismo y el racismo y que González Tuñón exalta para ponerlo al mismo nivel de los presidentes Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Franklin Delano Roosevelt, y de los escritores Edgar Allan Poe, Bret Harte, O. Henry y Jack London, entre otros. Como ejemplos de ese otro lado de la potencia, pueden citarse los poemas “Canto a los Estados Unidos de América del Norte”732; “Canto guerrero de Manhattan”733; “Mensaje al mensajero de Manhattan”734; “Canto en la muerte de un gran ciudadano”735; “Coral Corea 1”736; “Jack London”737; “El otro rostro”738, por mencionar los más significativos.

González Tuñón ubica a Whitman en un plano estético y aparta los elementos que no aprueba de su concepción:

Maravillosa es la poesía de Whitman (no aquella en que, en su afán de amar poderosamente todo lo que sea vida, exalta tipos, cosas, ideas que el proceso de perfección del hombre rechaza, lo que afea la vida a cambio de un interés anguloso y amargo, cierta hojarasca suya).

Nos gusta su obra alegre, pero no bonachona; enaltecedora, muchas veces, de hechos que ha empequeñecido la perspectiva, pero no conformista.

¡El Libertador de palabras, imágenes y ritmos!

No el que habla con Dios.

El que habla con los hombres.739

Cuando reescribe este texto para La literatura resplandeciente, agrega una cita de Cebrià de Montoliu, biógrafo de Whitman, en la que sostiene: “Las personas que conoció mejor y las que apreció más y a su vez lo conocieron y apreciaron a él fueron los hombres honrados de las clases trabajadoras, labradores, albañiles, carpinteros, pilotos, tipógrafos, cocheros, marineros, carreteros, herreros, boyeros, etcétera”.740 Por eso, en otro texto se pregunta si alguien podría imaginarse a Whitman como “consejero de Estado”.741 Y en línea con su postura ideológica, González Tuñón exalta que en el norteamericano “hay grandes chispazos de dialéctica”.742

Al profundizar las reflexiones sobre la poesía, descarta denominarla “social” o “política”, porque genera “confusión”, y se inclina por llamarla “auténtica”, y pone como ejemplo “el terrible ‘1861’ de Whitman”743, publicado en Hojas de hierba744 y que alude al año en que comienza la Guerra de Secesión de Estados Unidos, durante la que trabajó como voluntario en un hospital. En un artículo en el que defiende el “arte de guerra”, en El Siglo, precisa su idea: “[...] Walt Whitman, padre de los verdaderos poetas civiles de hoy, no de los charlatanes aldeanos, hizo arte de guerra (durante la de Secesión, en su patria), animando a las huestes del Norte, exaltando el ideario progresista de Lincoln, componiendo canciones que los soldados cantaban en el frente, difundiendo el espíritu de la libertad y las hazañas de los antiesclavistas”.745

Dos versos de “Canto a mí mismo” abren Primer canto argentino: “¡Desarrollo de las palabras en los tiempos!/ La mía es una palabra moderna: la palabra ¡MULTITUD746!” Y como a otros creadores lo saluda en Demanda contra el olvido: “Aquí yace el buen viejo Walt./ El gran amante de la tierra./ ¡No hagan caso!/ Fue una fanfarronada más/ del hijo inmortal de Manhattan”.747

Al igual que con Dickens, es su hermano Enrique quien lo inicia en la lectura de Heine. En La calle del Agujero en la Media confiesa: “Yo volvería a leer, no sé por qué, ‘Mi hermano Ives’./ O ‘El tambor Legrand’”.748 Esta última, escrita con los recuerdos del pequeño Heinrich que vio la entrada de las tropas de Napoleón a su país, es considerada por González Tuñón como “una de las más hermosas obras que se hayan escrito en todos los tiempos [...], magistral, conmovedor(a)”.749

En el artículo publicado en El Sol “Enrique Heine o el demonio de la libertad”, traza un perfil de este escritor “inconformista”, judío de nacimiento pero convertido al cristianismo por necesidad, aunque “su religión era la de la poesía y la de la libertad”.750

González Tuñón exalta “Los tejedores de Silesia”, uno de sus poemas más recordados, como símbolo de compromiso con la realidad de su país y porque denuncia las injusticias de su tiempo: “Maldito sea el Dios de los dichosos”, “maldito sea el rey, el rey del rico”, “y que maldita nuestra patria sea,/ nuestra patria alemana donde el cielo/ cubre tan solo oprobios [...]”.751

En la nota justifica la furia de su protesta porque fue “un terrible enemigo de la reacción que ahogaba a su patria como la ahoga hoy decretando la fulminante actualidad del poeta, un enemigo de terratenientes y militares, de príncipes y de sirvientes, de diplomáticos turbios y de banqueros bandidos, cristianos o judíos”. Comenta que “muchos años después, al advenimiento de Hitler, ensangrentadas las manos de bandidos nazis borraron el nombre de la lápida. Luego destrozaron los humildes adornos de la sepultura”.752

A principios de 1942, una huelga en una mina de cobre chilena impulsa a González Tuñón a escribir:

Enrique Heine, de vivir aún, de ser chileno, de conocer y sentir la tragedia de los mineros de Sewell, escribiría un poema comparable a “Los tejedores de Silesia”, que bien podría titular “Los Mineros de Sewell”.

Pero hay poetas que ante estos acontecimientos, tan ligados al destino del hombre y al porvenir de la cultura, reaccionan de un modo distinto. Se encierran en su torre ideal, se tapan los oídos y bajan los ojos. Son cobardes, o no son poetas del todo auténticos. Niegan la “política”, para justificarse, y caen en la política más vulgar, la de la insensibilidad, la del egoísmo, la del menor o el ningún riesgo, la política del conformismo, tan cara a los explotadores. Y hay otros poetas –de cuya autenticidad tenemos que dudar por más razones– que descienden al camino, no para decir su profecía, no para interpretar los hechos sociales fundamentales, no para explicar su significación histórica, no –como Heine– para sentir y exaltar la causa de la dignidad y de la libertad del hombre, sino para adular a los poderosos. Son los “literatus domésticus”.753

Para justificar esa relación indisoluble entre poesía y política enumera situaciones similares a las que Heine seguramente vivió en su momento –“Querido Heine: usted se está metiendo en política. ‘Los Tejedores de Silesia’ es un poema circunstancial”– y menciona, además, a Dante Alighieri con La Divina Comedia y al pintor Brueghel “El Viejo” por “El triunfo de la muerte”.754

En otro artículo publicado en El Siglo, rememora su estadía en la convulsionada España de la Guerra Civil y refiere el siguiente hecho ocurrido en un café del centro de Valencia, en 1937:

En la mesilla vecina a la nuestra bebían su chop de cerveza dos soldados de las Brigadas Internacionales, curtidos por el sol del frente de batalla a uno de ellos se le abrió de repente el macuto. Un libro rodó por el suelo. Córdova Iturburu, que se hallaba con nosotros, recogió el libro y antes de entregárselo vio, y vimos, con sorpresa, que era un libro de Enrique Heine... Inmediatamente trabamos relación con esos soldados. Eran yugoeslavos, de la división yugoeslava que operaba entonces en el Jarama. Tenían permiso para visitar Valencia. Uno de ellos estaba herido en una mano. ¡Eran hombres de Chopic y del hoy famoso Mariscal Tito! Eran los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Dos antifascistas que habían venido a España a ofrecer sus vidas y que, en el macuto, junto a la cuchara de la sopa y a los cartuchos de dinamita, llevaban un libro de Enrique Heine.755

En el último libro de González Tuñón publicado en vida, La veleta y la antena, incluye el poema “La aventura quebrada”, que lleva una epígrafe de Heine: “Arreglemos primero las cosas en la Tierra; el cielo se lo dejamos a los ángeles y a los gorriones”.756

El tercer poeta de este grupo, Aloysius Bertrand, muere a los 34 años, en 1841. Su única obra, Gaspar de la noche, fue publicada un año después de su desaparición. “El hecho de que un Aloysius Bertrand haya pasado a la historia con un solo libro, no justifica a los infecundos”, ironiza González Tuñón.757



En un tiempo hablamos de Aloysius Bertrand.
Cuando casi todos lo ignoraban.
¡El maravilloso autor de “Gaspar de la Noche”!
(“Caprichos a la manera de Rembrandt y Callot”)
¡Un libro que arrojo al rostro de los trasnochados artepuristas sudamericanos!
¿Qué no hicimos, gritando la admiración de Baudelaire por el genial desgraciado?
Pertenece a una época. A cierto ángulo de una época. Hay que leerlo.
Pero les decimos a quienes recién ahora lo descubren:
Una fórmula de Bertrand ha envejecido: “Bailemos y cantemos, nosotros que nada tenemos que perder”.758,759

Con estos versos, González Tuñón expresaba su admiración por el libro de Bertrand, una admiración permanente y reflejada de varias maneras. En el relato “Palacio vacío” se lamenta: “Oh, Aloysius Bertand, ¿por qué no tengo ahora tu libro, el que tanto amo?”.760 En La literatura resplandeciente incluye una crónica biográfica sobre el malogrado escritor, donde aprovecha para cuestionar a los falsos creadores:

En un género ciertamente difícil –como ocurre con el cuento frente a la novela, en el plano de la síntesis expresiva– Aloysius fue precursor en un estilo en el cual se tutean la fantasía, la realidad, el sueño, la aventura. Sus poemas, como los que luego escribió Baudelaire (Pequeños poemas en prosa) contienen a veces ciertos rasgos sutiles de relato o glosan una anécdota sugestiva y cautivante. Diremos que en la Argentina existen quienes ignoran o subestiman ese género, y quienes lo deforman presentando prosa en forma de verso; son los falsificadores.761

El artículo está acompañado por el poema “Por los caminos de Gaspar de la Noche”, aparecido un año antes en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, aunque con pequeñas modificaciones, y que finaliza con estos versos:



Ah, Gaspar de la Noche, cerca de allí está Haarlem,
yo iré en tu busca; allí estarás con tu jarra de vino
y la nostalgia, y el perfil de una época colorida y dramática
y contigo, La Fantasía, novia absurda del sueño y la
distancia,
escondiendo un puñal bajo la blusa.762

Además, González Tuñón cita en varias oportunidades a Bertrand-Gaspar de la noche en el pequeño ensayo “Crónica del arenque ahumado”, también en La literatura resplandeciente. Elegimos una:

Nadie está obligado a reflejar su tiempo y hay incluso maneras sutiles de hacerlo (ya sabemos que, en su fantasía, un Julio Verne lo desbordó). Hay quienes lo han reflejado a su modo y sin proponérselo y quienes, como el citado Bertrand, se vinculan a su hora por la recóndita e intensa humanidad que trasciende la pureza de su lirismo, el vuelo de su imaginación, y en este caso, en la evocación de tipos y ambientes de una época clave, la de Rembrandt y Jacobo Callot.763

La relación Bertrand-Gaspar de la noche es idéntica a la que ofrece con Alain-Fournier y la novela El gran Meaulnes, publicada en 1913, un año antes de la muerte de su autor. González Tuñón se identifica con Gaspar en sus andanzas por distintas ciudades europeas y con Augustin Meaulnes, el muchacho que emprende una búsqueda desesperada de su amor y cuando lo encuentra se debate en torno de si realmente alcanzó la felicidad. “El delicado realismo de Alain Fournier es tan mágico como una historia extraordinaria de Poe”, afirma en uno de los textos de la serie “La poesía es una e indivisible”.764

El relato “Palacio vacío” comienza: “Ayer, mientras reposaba, un pájaro entró a mi cuarto por la ventana y dio unos saltitos sobre El Gran Meaulnes, este libro tan maravilloso, que se hallaba en el velador, y partió, veloz, hacia las nubes”.765 El nombre del autor se pierde y la obra es la que perdura y permanece esa identificación entre el protagonista y González Tuñón. En “Los fabricantes de sueños”: “Como el Gran Meaulnes veía trabajar al herrero, así, con ese aire de niño soñador, yo me emocionaba viendo trabajar a los hombres de cuyas manos salen las muñecas, los soldaditos, los trompos, los títeres, las cajitas de música, las botellas con barquitos adentro”.766

Al evocar a su hermano Enrique cuenta una anécdota que sirve para ilustrar, por un lado, una relación fraternal-literaria y, por otro, la importancia de la obra del escritor francés:

Manteníamos una permanente comunicación postal, y otra suerte de comunicación misteriosa. A veces, por ejemplo, yo escribía en Río de Janeiro determinado poema o poema en prosa, y él al mismo tiempo, en Buenos Aires, una página de acento lírico, tratando ambos un tema casi idéntico, muy parecido en su estilo. O bien, yo le escribía recomendándole la lectura de El Gran Meaulnes, el maravilloso libro de Alain Fournier, recién descubierto por mí, y una carta de él se cruzaba, con la misma recomendación.767

En la ya mencionada “Crónica del arenque ahumado”, destaca: “Más cerca de nuestros días, otra forma de testimonio es aquella que configuró con su maravillosa novela El gran Meaulnes, Alain Fournier, reiteradamente recordado por mí, que nos llega con la honda y dramática sugestión lírica, la grave y rara ternura trascendida por momentos de su atmósfera cautivante”.768

Algunas características similares pueden rastrearse en la relación entre González Tuñón y el escritor estadounidense Michael Gold, cuya obra principal, Judíos sin dinero, impresionó al poeta argentino. El carácter autobiográfico de la novela –el niño Mike relata la vida de su familia de inmigrantes judíos en la Nueva York de fines del siglo XIX y principios del XX– lo atrapa de tal forma que es uno de sus libros predilectos.

Las dos primeras apariciones de Gold en la obra de González Tuñón se dan en forma de epígrafes. En el cuento “Los tres niños vagabundos”, en El otro lado de la estrella, utiliza una frase de Judíos sin dinero para plantear una cuestión de fe: “¿Ha puesto Él también dolor y pobreza en el mundo? ¡Cómo! Un caballo como mi pobre Ganuf no hubiera hecho nunca semejante cosa”.769

Esa pregunta de un niño ante su madre encierra una postura ante lo religioso que González Tuñón rescata para su propia existencia, en pleno momento de una definición ideológica que lo vuelca de lleno al comunismo. ¿Cómo Dios iba a permitir el dolor y la pobreza en el mundo?

En la obra de teatro Dan tres vueltas y luego se van, una frase de Gold –“Uno odia a los bandidos, como tiene que odiar a todos los mercenarios. Sin embargo, muchos de ellos son unos desgraciados, malos bichos engendrados por el mal bicho del mundo”– aparece a continuación de otra de Pío Baroja –“En general, al escritor que no es retórico ni pomposo no se le toma en serio. Yo tampoco he tomado en serio a mucha gente”–, ambas como epígrafes.

Aquella perplejidad de niño que interroga a su madre reaparece en “Continuación de la aventura”: “[...] y con mi amigo Mike Gold pregunto:/ –‘¿es que hizo Dios las chinches?’”.770

La muerte del poeta francés René Crevel conduce al narrador a la amargura: “Nadie me vio, acaso nadie supo nada de mí./ Sólo Michael Gold, un marinero,/ yo, un marinero,/ tú, un marinero muerto con una flor de gas en la solapa”.771

En “Barrio judío pobre”, González Tuñón une su experiencia porteña a la del niño que descubre la vida en el East Side neoyorquino:



Querido Mike Gold, aquí también hay setas,
en un equivalente del Bronx Park,
pero no en estas calles que parecen salidas
de una página tuya de “Judíos sin dinero”,
tu hermosa y desgarrada novela inolvidable.772

Al hablar de Whitman señalamos que González Tuñón reivindica su figura para contraponerla al Estados Unidos imperialista y xenófobo. Con Gold, a quien conoció en la España Republicana y con quien compartió la militancia comunista, practica un ejercicio similar en “La aventura quebrada”:



No es la ilustre bandera severa y fraternal
de Jefferson el lúcido y Abraham Lincoln el puro
y el bienamado abuelo de Manhattan, Walt Whitman;
la misma que el poeta del Bronx Park, Mike Gold,
arrió entre los tambores del Extraño Entierro Americano:
“¡Escuchad los tambores del Extraño Entierro Americano!”.773

El caso Mayakovsky

La consolidación de las convicciones ideológicas comunistas en González Tuñón encuentra en el plano poético un aliado en la figura del poeta ruso Vladimir Mayakovsky, que se transforma en el símbolo del escritor al servicio de la revolución. Su suicidio –en 1930–, atravesado por las internas políticas del comunismo soviético de la época, es tomado por el argentino no como una abdicación al proceso desarrollado en la URSS, sino como una consecuencia trágica de la vida desgarrada de un poeta inmerso en la realidad de su tiempo. Para González Tuñón, Mayakovsky representa la síntesis entre la poesía y la revolución, es el ideal al que todo escritor debería aspirar para contribuir a cambiar el mundo.

En una nota periodística, al esbozar algunos de estos elementos, dirá que Mayakovsky “se metió en las profundidades de los acontecimientos que le tocó vivir, saliendo de allí cubierto de raíces y de sangre, grandioso, patético, con el secreto del hombre y de la historia, de la gracia y su destino”.774

Y más adelante: “Y en nuestros días... Leonidas Andreiev huyendo de la revolución rusa con un pan reseco en el maletín, es lamentable. Mayakowsky [sic], desafiando las pequeñeces de Kamenev y la incomprensión de los burócratas y metiéndose entre el viento y las banderas de la Revolución, es grandioso”.775

En Canciones del Tercer Frente, González Tuñón incluye “Canto a Wladimiro Mayakovsky”, un poema en el que la semblanza del poeta homenajeado se enlaza con la vida, los anhelos y los sentimientos del escritor argentino, que se asoma a los versos con un “yo” escondido:



Querido Raúl,
cuéntanos algo de Vladimiro.
Él os dirá, seguramente,
deliciosas mentiras.
Dirá que lo conoció.
¡No le creáis!
Dirá que sabe todos sus versos.
¡No le creáis!
Dirá que Vladimiro pensaba en él
cuando escribía para los poetas del futuro.
¡No le creáis!
Dirá que él tiene su mejor retrato
(con dedicatoria).
¡No le creáis!
Dirá que él es el legítimo heredero
de la blusa,
del traje a cuadros,
del violín,
de la novia de madera.
¡No le creáis!
Al fin, riendo desesperado,
tomará una pistola,
y se disparará un balazo en la sien,
en medio de la pena y el asombro
de los vecinos y los ángeles.
Entonces,
¡creedle!
Verdaderamente,
¡creedle!776

A 14 años de la muerte de Mayakovsky, González Tuñón escribe una nota evocativa, acompañada por el poema “El boletín”. En el texto periodístico destaca la figura del poeta ruso, “incomprendida en un momento por los que no entendían que ‘a nuevo contenido corresponden nuevas formas’, atacada por los artepuristas a outrance y por los extremistas infantiles y ‘terre a terre’”. Y refuerza su evaluación con una frase atribuida a Stalin: “Mayakovsky ha sido y sigue siendo el mejor y más talentoso de los poetas de la era soviética”.777

Además, aprovecha para convertirlo en un modelo para “algunos poetas de nuestros días, que, como el grande y querido Rafael Alberti, están regresando, por razones que desconocemos, al tono menor y a la intrascendencia artepurista, siendo que nuestro tiempo exige la ancha voz civil, el épico acento revolucionario, la voz incitadora, promovedora, exaltadora, desentrañadora y profética...”.778 Y en otra evocación explica los motivos por los que, a su juicio, el poeta fue “víctima de dos extremos: Trotzki y la ‘Prolekult’ [sic]”:

El primero sabía por qué criticaba al gran poeta que exaltaba la Revolución, pues él, como es notorio, la traicionó finalmente y su teoría era entonces retrógrada y pequeño-burguesa; quería una poesía ajena a los acontecimientos. En cuanto a los sectarios de la “Prolekult”, le exigían lo que ellos entendían por proletario, por revolucionario, una poesía epidérmica, de simple propaganda. Pero Mayakovsky, consubstanciado con la Revolución, no podía refugiarse en la zona ebúrnea ni descender a la simple propaganda, a la baja calidad. Él era revolucionario políticamente y poéticamente...779

La publicación de una antología del poeta ruso, a cargo de Lila Guerrero, le sirve para revalorizar su figura. En la nota, que comienza con la frase del escritor desaparecido “Soy todo corazón, conmigo se ha vuelto loca la anatomía”, establece una continuidad entre la poética de Whitman y la de Mayakovsky por el “acento civil y las ráfagas de tono bíblico que atraviesan sus Hojas de hierba” que se corresponden con el tono del autor de 150 millones.780

También remarca las diferencias que mantuvo con Trotsky y con los funcionarios culturales soviéticos: “[...] se cuenta que una vez, cuando le preguntaron burlonamente los sectarios de la Prolekult [sic]: ‘¿Vivirán mucho sus poemas?’, Vladimiro contestó: ‘Vivirán eternamente. La Gran Revolución de Octubre es eterna y yo soy su poeta’. Y lo era”.781

En el artículo, González Tuñón se permite polemizar con un ensayo de su admirado poeta, “Cómo se hacen los versos”, que acompaña a la antología, al considerar que “en algunos aspectos ahora resulta discutible, un poco ingenuo y marca una contradicción, porque un poeta libre como Mayakovsky aparece dando normas de preceptiva, sabiendo, como sabía, que un poema configura casi siempre un estado de ánimo y brota, en general, de fuentes recónditas, inalienables, y todas las formas son válidas: lo importante es lo que ‘se pone adentro’...”.782

Para cerrar el comentario, toma otra frase de Mayakovsky –“Ahora tiene la palabra el Camarada máuser”–, para reflexionar sobre el uso de la violencia en el proceso revolucionario y afirma: “Sí, sólo que él no olvidó, aun en la hora de los fragores y las intensas vigilias, poner una rosa en la boca del caño de su máuser... Un día ya no habrá necesidad de máuser, en todo el mundo, pero –como dijo el viejecito James Ballard, de Mistress Miniver–: ¡Siempre habrá rosas!”.783

“Crónica de Mayakovsky y otros poetas vinculados a la revolución rusa” es un ensayo que amplía el artículo anterior. Además de agregar comentarios referidos a Alekxandr Blok, Sergueï Essenine y Boris Pasternak, entre otros, desarrolla algunos conceptos ya esbozados.784

En tal sentido, sobresale la inclusión de los cuestionamientos de Lenin a Mayakovsky y hasta se permite disentir con el líder soviético: “Este gigante no advirtió plenamente, sin embargo, el ímpetu saludable en cuanto a las innovaciones formales”.785 Y más adelante se extiende en la reflexión:

El genial jefe de la Revolución formuló algunos juicios contrarios a los impacientes y apasionados escritores y artistas de la vanguardia de entonces, desconociendo la calidad de revulsivo –por lo menos– de esas tendencias modernas que se enfrentaban a los seguidores de recetas transitadas, de fórmulas conformistas. De sobrevivir, el maestro hubiera revisado algunas de esas críticas, no lo dudamos. Mas era lógico que les pidiera a algunos miembros de la Prolekult [sic], que enarbolaran una vaga definición de la cultura proletaria, como si ésta pudiera surgir de la noche a la mañana, una comprensión mayor y más directa del fenómeno revolucionario en esas etapas, más respeto por la herencia cultural auténtica.786

Para marcar aún más las diferencias, cita un testimonio de Lenin sobre Mayakovsky tomado del libro de Gorki sobre el líder revolucionario: “Chilla, inventa palabras torcidas y a mi juicio todo lo que escribe no acaba de convencer, no, lo que escribe es poco comprensible. Todo deslavazado, se lee con dificultad. ¿Qué tiene de talento? Hum! Ya veremos...”. Esa opinión tajante, según González Tuñón, sería modificada luego.787

Al abordar el tema del suicidio lo hace de una manera enigmática. Compara la decisión de Mayakovsky con la de Essenine y sostiene que en este último “fue la rúbrica a una vida desorientada, a un alma desgarrada y a una conciencia que no pudo ver claro, hacia adelante”, mientras que en el primero “fue un acto obligado por hechos inapelables, de otra esencia dramática”.788

En el artículo rescata un pensamiento que incluyó en su “Canto a Wladimiro Mayakovsky” y que con el tiempo se convirtió en una de las frases que lo identifican: “Un poeta es como cualquier hombre,/ pero cualquier hombre no es un poeta”.789

*Shelley, Victor Hugo, Zola y Gorki

En el citado artículo “Los bardos que cantaron a la libertad”, González Tuñón elabora un listado de escritores que, cada uno a su manera, según su criterio, se comprometieron con la realidad política de su país y de su tiempo. Entre ellos figuran Shelley, a quien llama “el ángel de la libertad”, que “compuso su ‘Oda a España’790, en tiempos de la lucha contra el absolutismo, oda que parece escrita en nuestros días”, decía en 1939; y Victor Hugo, “o el delirio de la libertad, fue la voz del siglo, la garganta del siglo”.791

Del romántico británico toma la siguiente reflexión: “Fue Shelley quien dijo que los poetas representan la verdadera historia de un pueblo. Sí, los más auténticos están vinculados a la verdadera historia de sus pueblos. No colocamos al poeta por encima de todo. Pero sí EN TODO”.792 Y para marcar las contradicciones entre la poesía y la función pública ironiza: “¿Imagináis a Shelley Jefe de Negociado?”.793

González Tuñón prologa el primer libro de Juan Gelman, Violín y otras cuestiones, publicado en 1956, con un estudio en el que pide prestada la palabra a Shelley para el epígrafe: “Los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo”.

En Demanda contra el olvido sintetiza los valores del poeta, entre ellos, el compromiso político:



Amaba todo aquello que era digno de amar:
el amor, la poesía, el hombre, el vino viejo,
la desgarrada túnica de la libertad.
Por tan puro, a él lo amó la impureza
y el mar lo transformó en algo “raro y triste”.
El Flotante Jardín de los Sargazos
perfuma hoy su espectro sin medida.



Carlos Marx lo admiraba.794

En “La última voluntad”, un poema en prosa incluído en Hay alguien que está esperando, reaparece lo autobiográfico y unos versos del poeta británico le sirven para enlazar sus vidas:



Si muero en el mar –lo que yo quisiera– que al mar me arrojen.
Si muero en tierra, que me entierren en tierra y que la madera del cajón sea liviana, para que la penetren más pronto los jugos vegetales y yo me ponga en contacto con mi dios, vale decir, Pan, quien es, además de síntesis de toda idea, el padre de los poetas pobres.



“Nada de él se perderá,
sino que el mar lo ha de tornar en algo
rico y raro”. SHELLEY795

En cuanto a Victor Hugo, su presencia en la vida de González Tuñón se remonta a los años juveniles, cuando descubre Los miserables y encuentra el placer en las drogas (aún de venta legal). En “Juancito Caminador” afirma: “Cuando era adolescente me gustaban la cocaína y Victor Hugo”.796 Y en “Canto a las vísperas argentinas” un elemento cotidiano le permite enlazar recuerdos: “¿Descubro hoy la ventana que perdí, adolescente,/ cuando leí a Hugo y a Verlaine?/ He andado tanto mundo y he visto tanta gente.../ ¡Ventana! Vuelvo a ti recién”.797

La frase de Victor Hugo “Conquista el mundo” se sumará a “Cambia la vida” de Rimbaud y a “Contempla el mundo” del sabio inglés Roger Bacon, para conformar una trilogía que llenará de sentido la vida de González Tuñón. Aquel lema del novelista francés lo encontramos, por ejemplo, en “Incitación al canto civil”, en Primer canto argentino.

El escritor, de quien González Tuñón rescata la reflexión “es el poeta quien tiene la facultad de elevar los acontecimientos políticos, cuando éstos lo merecen, a la dignidad de acontecimientos históricos”798, también integra la serie de homenajeados en Demanda contra el olvido:



... Más quedan Jean Valjean y Gavroche y Eljondras799
y la batalla precursora; una selva
poblada de jardines y futuro.
“Los Miserables” son un vrai poeme,
dijo Rimbaud, una novela-río.
Aparte la hojarasca retórica, el barroco,
¡qué materia más rica!
La simbiosis realista-romántica, la actitud,
que desde Zola a Ilya Erenburg800,
desde Galdós801 a García Lorca
y desde Gorki a Vasco Pratolini
alentó a tanta gente que aún cree en el hombre...802

Un niño observa cómo los distintos objetos que guarda su casa son cargados en un camión. Entre vajilla, muebles, fotografías y demás enseres aparecen “tres libros gruesos”: La Biblia, Los Miserables y Germinal, esta última una de las grandes novelas de Émile Zola. La escena, con varias marcas autobiográficas, fue reflejada por el González Tuñón en un relato que publicó en cinco medios diferentes, con el mismo título –“La mudanza”–, en menos de diez años.803

Una situación similar ocurre con una semblanza de Zola que publica en El Siglo dentro de la serie de artículos “Sobre un arte de guerra”; luego republica en Orientación en una antología temática denominada “Los recuerdos”; y años después, con varias modificaciones, la incorpora en La literatura resplandeciente.804

En ese perfil, González Tuñón enlaza el pasado con el presente, la vida del escritor francés y su trascendencia literaria y política con su Yo acuso, atravesados por las alternativas de la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades de Hitler:

Medán... La reacción que se ensañó con Zola –clericales, racistas, “artepuristas” militaristas de fin de siglo y los críticos pazguatos de la “gran prensa”– había soñado eso: la destrucción de Medán. Y pueden estar tranquilos (¡no mucho!) los herederos de aquellos reaccionarios, hoy cavernícolas o fascistas: Medán no existe ya (¡aunque existe Zola, lo mejor, lo grandioso que de él ha quedado y quedará!). Medán no existe porque los nazis lo destruyeron –como destruyeron el otro santuario, el de Tolstoi en Yasnaia Poliana–... La noticia de hace dos años se ha confirmado: los bárbaros invasores arrasaron con la vieja casa de Zola, cercana a la aldea de Medán, asomada al Sena entre los árboles.805

El escritor ruso Máximo Gorki es exaltado por González Tuñón en su condición de intelectual que adhirió a la revolución bolchevique, un compromiso que le servirá al poeta argentino para teorizar sobre la responsabilidad del creador. En un artículo publicado durante la Segunda Guerra Mundial en El Siglo en el que traza un perfil de Gorki, afirma:

Alguien dijo que descartar a la política –bien entendida– de la literatura era como pretender descartar el amor de la vida, y por lo mismo el arte está tocado de la política, como ciencia del vivir común, como lucha, y aun los negadores de lo “político” caen en su órbita, sólo que al revés.

He aquí a un hombre que a su hora fue acusado de “descender” a lo “político”; a un escritor que vence los tiempos y los mitos y ganó inmortalidad. Porque Gorki fue un escritor completo, en su doble valor de creador y de luchador cuyo aporte directo o indirecto fue precioso –lo sigue siendo– para la causa revolucionaria y para la causa Universal del hombre; porque él desbordó, como todos los grandes escritores, el puro marco localista y sin dejar de ser eminentemente ruso fue eminentemente internacional. Hoy su nombre brilla junto a los de Balzac, Hugo, Sthendal, Dickens, Zola, Tolstoi, Galdós y el mismo Dostowieski [sic], que este, pese a los teóricos “artepuristas” y quieras o no, tampoco escapó a la influencia de hechos históricos y costumbres de su época, fundamental y maravillosamente superada, eso sí, por la Revolución socialista victoriosa.806

González Tuñón le otorga a Gorki una importancia central en su vida, no sólo en el plano literario sino también en el afectivo, a tal punto que lo ubica junto a su hermano Enrique y a su primera esposa, Amparo Mom, en un homenaje poético que publica en Orientación bajo el título general “Las muertes”. Con la aparición de los poemas en Hay alguien que está esperando, donde suma al líder de la Reforma Universitaria de 1918 Deodoro Roca, esa cercanía cobra intensidad al titular a la serie “También morí con ellos”. Ese mismo sentimiento se refleja en el nombre que elige para el escritor ruso en cada versión del poema: “Entierro de Gorki” en el semanario comunista y “Máximo Amargo (1936)” en el libro (en ruso, “gorki” significa “amargo”).807

CAPÍTULO 3. IDEALES

“Le hubiera llevado siemprevivas a Federico, en Granada.”

(Raúl González Tuñón, Las puertas del fuego)

“Viva el poeta... Antonio Machado.”

(Raúl González Tuñón, Las puertas del fuego)

“Yo entrego el nombre de Miguel Hernández a los poetas que le sobreviven, para que lo recojan y lo enaltezcan y lo reverencien y lo exhiban... Aquí va, aquí va un hombre, señores poetas de Chile y Argentina... ¡Saludadlo! El hombre que lo llevaba era un poeta completo: un poeta en su vida y en su obra.

Miguelito: Nosotros no olvidaremos.”

(Raúl González Tuñón, “La muerte de Miguel Hernández”)

“Los poetas mártires”

*García Lorca, Machado, Hernández

Primer hito: la simpatía juvenil de González Tuñón por el socialismo y el anarquismo se manifiesta en el poema “Señor Jesucristo”, en el que “Mussolini y Lenin blanden la dictadura...” y son exaltados Mahatma Gandhi, Errico Malatesta, Romain Rolland y Mijail Bakunin808; y en el artículo periodístico “Carta abierta a Mister Hoover”, en el que clama por “salvar al mundo de su caos definitivo. Esa calle del mundo, erizada de rencores, que va de Mussolini a Stalin, de Baldwin a Chang-Kai-Shek”.809

Segundo hito: la publicación de varias notas en Crítica, en especial en 1933, en las que manifiesta su adhesión al comunismo810; la aparición de Contra, “la revista de los franco-tiradores”, bajo su dirección, en abril de ese año, y la edición en 1934 de El otro lado de la estrella, el primero de sus libros con planteos ideológicos explícitos en varios de los relatos. En el primer número de Contra hace público su descubrimiento ideológico:

Cuando tenía catorce años comencé a leer a Marx y a Engels. A los veinte años los olvidé, alucinado por la obra y la vida literarias. Después de viajar por Europa, y de vuelta a mi país, hace tres años, me entregué con fervor a la tarea de recordar lo leído, y comprenderlo mejor; a la tarea de leer a los nuevos maestros y a la de hacer propaganda, desde Crítica y algunas revistas, a favor de Rusia y del leninismo, que es el marxismo aumentado y corregido. Hablé, y hablo, desde el punto de vista de un intelectual joven. En mis veinte últimos artículos he demostrado que, más o menos, estoy dentro de la realidad.811

De mediados de la década del ’30 son estas declaraciones a la revista Leoplán:

[...] nos encontramos en un camino de perfección. La lucha por la conquista de la dignidad humana en que estamos empeñados nos hace más angulosos pero más fraternales, más agresivos pero más solidarios. Falta un trecho largo para el equilibrio, pero de cualquier manera algún día podrá decirse de nosotros: Supieron interpretar el sentido de los acontecimientos de su época.

Opino de mí mismo mal y bien, pero mejor de lo que opino del ministro que insinúa, del policía que persigue y del juez que condena a los que incurrimos en el delito de manifestar libremente nuestro pensamiento.

Literariamente me arrepiento de todo lo malo que he hecho, pero no del proceso, lógico, que he seguido, aunque trato ahora de dar a mi obra un profundo contenido social que nunca tuvo.812

Tercer hito: sus viajes a España de 1935 y 1937 consolidan sus convicciones ideológicas e influyen de manera decisiva en su obra literaria y periodística. Ningún otro hecho político-social afectó tanto a González Tuñón como el proceso que vivió la República española, en sus dos momentos máximos de tensión con la Revolución de Asturias y la Guerra Civil. De ese período son La rosa blindada, 8 documentos de hoy, Las puertas del fuego y La muerte en Madrid.

En cuanto a la producción periodística de esa etapa, se hace imposible contabilizar la cantidad de crónicas, artículos y reportajes publicados en diarios y revistas de Argentina y España. Entre los trabajos más destacados podemos enumerar las notas para la agencia de noticias ANDI, los artículos publicados al año siguiente en El Suplemento, bajo el título general “Redescubrimiento de España”, y los artículos como corresponsal de guerra de El Diario y de La Nueva República, en 1937. A su retorno, declara en la revista chilena Ercilla:

Regreso de España dispuesto a seguir trabajando por la causa de su pueblo admirable con toda mi alma. Fui uno de los delegados argentinos al Congreso Internacional de Escritores. En seis meses de estada, visité algunos frentes de Madrid, talleres, casas de cultura de algunas ciudades de la retaguardia. No soy dirigente político como se sabe, ni organizador, ni técnico. Quede esto para los más capaces, los más duros, los de mayor voluntad de sacrificio y conocimiento. Yo soy simplemente escritor. Pero un escritor al servicio de mi tiempo. Y como tal, he ido a España y como tal vuelvo para decir en América la verdad española, uno más que diga esa verdad sin mayor pretensión que la de ser un escritor militante en las organizaciones intelectuales antifascistas.813

Y más adelante completa su reflexión:

Vuelvo de España convencido de que, a pesar de todas las tendencias, los matices, las diferencias, el escritor y el artista auténticos no pueden hoy como nunca, permanecer ajenos a la pelea. Yo no sé si seguiré escribiendo sobre asuntos de la guerra española. Pero sé que, si lo hago bien, no traiciono mi condición de escritor. Pero, eso sí, estoy seguro de que, como hombre, seguiré luchando por la causa leal, dónde y cómo sea. Si escribo sobre España es porque España es lo QUE MAS ME IMPRESIONA EN MI TIEMPO.814

La España republicana será para González Tuñón un tema recurrente, más allá de la victoria de los insurrectos. Su labor poética y periodística se teñirá de los recuerdos, las reivindicaciones, los anhelos de libertad y las preocupaciones por la tierra de sus ancestros.

En ese desvelo por el futuro español se funden los conceptos que manejamos en los dos capítulos anteriores, “espacios” y “afectos”, y se incorpora un tercero, los “ideales”, entendida esta palabra en su acepción vinculada a las concepciones utópicas o propias del pensamiento, pero también en su costado que roza al compromiso ideológico, político, social y cultural.

Para González Tuñón, la España republicana y la Guerra Civil se convierten en el paradigma de la lucha por un mundo nuevo, de la revolución comunista, en un proceso histórico que parecía no detenerse hasta alcanzar un cambio radical.

Esta trilogía de “espacios”, “afectos” e “ideales” que conviven en la obra de González Tuñón confluye en tres nombres que se transforman en ineludibles para entender esa multiplicidad de intereses que conforman al escritor-periodista: Federico García Lorca, Antonio Machado y Miguel Hernández. O, como los llamó alguna vez, “los poetas mártires”.

“Cuando la guerra terminó en España, ya no había poetas allá. García Lorca había muerto asesinado por las balas falangistas. Antonio Machado había caído asesinado por la No Intervención. Miguel Hernández, encarcelado, moría algún tiempo después, asesinado lentamente. Otros andaban ya por el mundo [...]”, dirá en un artículo a mediados de la década de 1940.815

A García Lorca lo conoce en Buenos Aires en octubre de 1933, pocos días después de la llegada del poeta andaluz a Argentina, durante una reunión de bienvenida celebrada en la casa de los escritores Oliverio Girondo y Norah Lange. González Tuñón recuerda que el homenajeado tocó el piano y recitó el poema de Neruda “Oda con un lamento”. A partir de ese momento entablan una relación de amistad que se afianza cuando el argentino viaja a España dos años después.

En un artículo incluido en La literatura resplandeciente evoca aquel reencuentro:

Yo fui uno de los asiduos parroquianos de la Cervecería de Correos, donde él presidía con su luminoso ingenio una peña de escritores y artistas ciertamente singular [...] Casi a diario le vimos hasta el día en que organizó para nosotros un banquete memorable de despedida en la calle de la Luna. [¡]Federico García! (“[¡]Qué raro que me llame Federico!”, escribió él). No sospechábamos que estábamos viviendo entonces las vísperas de la gran tragedia española que trajo la gran tragedia mundial. Las vísperas de la muerte del querido amigo.816

Cuando en 1936 las agencias informativas internacionales anuncian el asesinato de García Lorca, González Tuñón está de regreso en Buenos Aires y al enterarse de la tragedia escribe el poema “Noticia de una muerte”, que incluye en 8 documentos de hoy, publicado a fines de ese mismo año.

“Noticia de una muerte”, que cierra el libro, integra el último “documento”, anunciado con el título genérico de “Poema en armas por España”. Entre paréntesis lleva el subtítulo “Pero yo no lo creo” y tiene como epígrafe la frase “¡Qué raro que me llame Federico!”, que repite modificada como cierre de algunas estrofas:



Caído, solo, lentas destrucciones
afuera, adentro, en su cabeza, donde
murió la poesía.



Bajo guitarras húmedas, acaso
Rodeado de palomas y cuchillos,
con el pelo crecido con violetas
¡qué raro que se llame Federico!817

En La rosa blindada, le había dedicado el poema “La leyenda negra enterrada bajo el viaducto muerto”818. Y en “Muerte del poeta”, de La muerte en Madrid, retoma el tema de la desaparición de su amigo, que otra vez vuelve a estar presente en los versos sólo con su nombre de pila. Así comienza:



¡Qué muerte enamorada de su muerte!
¡Qué fusilado corazón tan vivo!
¡Qué luna de Ceniza tan ardiente
en donde se desploma Federico!



Los menudos rumores de la muerte
alrededor del esqueleto niño
cuando suben y bajan las mareas
en donde se desploma Federico. 819

La caída de la República, la consolidación de la dictadura franquista y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial coinciden con la permanencia de González Tuñón en Chile, que desde las páginas de El Siglo seguirá estos acontecimientos con atención de periodista, de poeta y de militante antifascista y comunista.

En el plano periodístico, las referencias a España suelen estar acompañadas de menciones a su admirado Federico y al resto de los poetas muertos, perseguidos o exiliados por el régimen. En “Romeo y Aparicio”, rememora al poeta que “está enterrado en Granada, ‘viendo crecer las rosas desde la raíz’”, aunque también lo recuerda en sus encuentros, “con sus historias andaluzas y su gracia maravillosa”.820

En otro artículo escribe: “Allí está Federico García Lorca, acribillado por las balas de Falange contra un muro del cementerio de Granada”.821

Con tono evocativo, rescata los tiempos en que ambos andaban por las calles de la capital española en “Madrid, 1935...”. Las apelaciones a la muerte del poeta quedan marginadas ante el anecdotario, rico en situaciones graciosas por las “encantadoras mentiras” de García Lorca.822

González Tuñón aporta un relato protagonizado por García Lorca, Neruda y Robert Desnos, que era agasajado en la Taberna de Pascual y no paraba de elogiar, con sinceridad, la obra del granadino: “Federico no sabía pizca de francés, [...] y queriendo expresar a Desnos su gratitud y su amor a Francia le dijo al oído a Neruda: ‘Oye, Pablo, dile a Desnos que mi madre, que es, después de Azaña, la persona más inteligente de España, dice que yo tengo influencia de Victor Hugo’”.823

Varios años después, y dentro de un artículo sobre el poeta peruano César Vallejo, en una nota al pie de página, cuestiona a quienes le niegan compromiso político y social a García Lorca y, de paso, polemiza con otros colegas:

Al término de la guerra mundial el escurridizo y asustado general Franco declaró a un periodista norteamericano que García Lorca había “muerto en una refriega de gitanos”. Pasaron los años y ya con bases norteamericanas en la península y mejor aconsejado, dijo: “Lo mataron por error”... Neruda, en su comentario al premio Lenin otorgado a Alberti, [...] lleva sin querer agua al molino de los agregados culturales franquistas que últimamente vienen repitiendo la segunda de las dos bárbaras mentiras, al afirmar que el hachazo que lo abatió lo tenían reservado a Alberti. ¡El hachazo era también para Federico!, [¡]y nos negamos a que se le quiera presentar como inofensivo, planchado!824

Este pensamiento se repite, aunque con nuevos detalles, en la semblanza que publica en La literatura resplandeciente: “Agregaba Pablo que, al contrario de Rafael Alberti, el granadino ‘guardó siempre su predilección por los soleados jardines del arte’. Aparte el hecho de que cualquier poeta puede pasearse por esos jardines –un tanto cursis...– hay una seria laguna en la memoria del notable creador de Residencia en la tierra, quien no podrá negar la serie de circunstancias que acabo de señalar”. Y para afirmar su postura, destaca: “Mataron a Federico porque él era uno de los símbolos de la España popular, del espíritu progresista. Porque aun no siendo militante decidido, no era indiferente. Estaba en todo, en el canto y en la vida, en la copla y en el poema civil, de pie sobre la tormenta, en medio de los hechos sociales de su tiempo, clamando por la transformación de la vida. En el agua que desemboca y en el agua que no desemboca”.825

Al extenderse sobre el tema, González Tuñón detalla que García Lorca “no tenía pasta de organizador, no le seducía la disciplina partidaria, pero todos los que frecuentábamos la Cervecería de Correos conocíamos sus opiniones políticas. Estaba con la causa republicana, con todas las causas populares”. A la vez, destaca los valores de transformación social que contienen sus obras Mariana Pineda, La casa de Bernarda Alba, Romancero gitano y Poeta en Nueva York.826

En cierta forma, González Tuñón reconoce en García Lorca algunos rasgos propios en cuanto a su relación con la política. Si bien no hay dudas de las convicciones ideológicas del poeta argentino, que se reforzarán con el paso de los años –hasta extremos que hoy pueden ser discutidos, como su defensa de Stalin–, su relación con las estructuras partidarias no es la de un militante que aspira a ser dirigente, sino la de un intelectual que adhiere a una causa pero que se siente más cómodo desde su tarea cultural, alejado de las intrigas propias de la vida interna de las organizaciones.

La figura de Antonio Machado es reivindicada por González Tuñón como símbolo del poeta maduro que abraza la causa republicana y apoya con un gesto patriarcal a la generación que está abriéndose camino en la literatura. Esa influencia se asemeja a la que en su momento tuvieron Güiraldes, Evar Méndez o Botana, cada uno en su estilo y con su particularidad.

Cuando yo tenía doce años, la maestra de 5º grado, que se llamaba señorita Marcelina, nos pidió durante una de las lecciones de castellano que hiciéramos una composición singular: se trataba de convertir, en prosa, el poema de Antonio Machado “Orillas del Duero”. No se crea que resultaba tarea fácil para niños de diez a doce años poner en prosa un poema. No se crea tampoco que todas las maestras argentinas de hace veinte años eran capaces de una idea tan excelente o conocían al poeta de Castilla. Tal vez ni la misma señorita Marcelina había oído hablar de él hasta el momento en que alguien –inspector, director, aunque lo dudo– le sugirió tal idea. Pero, en fin, el ejercicio fue saludable y confieso que la señorita Marcelina felicitó a tres o cuatro muchachos del grado (yo entre ellos). ¡Querida señorita Marcelina! ¡Gracias, señorita Marcelina! Cuando vi a Castilla por primera vez recordé inmediatamente aquel suceso.827

La remembranza infantil se enlaza con el verso de Machado “...creo en la libertad y en la esperanza”, de su poema “Desde mi rincón”, que González Tuñón incorpora al texto, primero como epígrafe, y luego como cierre del relato, donde hace suyo ese pensamiento.

En otro artículo periodístico celebra a Machado y a Ramón del Valle Inclán por ser los “auténticos” representantes de la Generación del 98. Del autor de Campos de Castilla reivindica que “se declaraba antifascista y antiguerrero y movía comprensivamente la cabeza, desde su metafísica soledad, ante la impetuosidad de la vanguardia”.828

En otra oportunidad reflexiona sobre el legado poético de Machado que “escribió algunos de sus mejores poemas ‘entre olores de pólvora y romero’”. Dirá:

[…] en plena gloria y en su espléndido otoño compuso hermosos poemas y prosas de rica sustancia, inspirado por la guerra civil. Una manera de ser consecuente con su poesía anterior, luminosa y transparente, plena de contenido humanista. Fue el gran lírico que llegó al poema civil cuando era necesario, y cuando algunos maduros asustados y algunos jóvenes de mentalidad vieja se refugiaban en la torre de marfil (resultó una torre de alfeñique) temiendo que su poesía se manchara en la sangre y en el barro.829

González Tuñón conoció a Machado en la inauguración del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en Valencia, en 1937. El poeta español abrió las sesiones en la ciudad republicana con una evocación a García Lorca.

Evoco a don Antonio descendiendo del coche que lo traía de su casa campestre; allí frente a la plaza principal de Valencia, aquel día no olvidado. Manolo Altolaguirre lo acompañaba cuando nos acercamos a saludarlo. Al decir Manolo: “amigos argentinos”, él nos miró con una amplia sonrisa, cruzada por esa luz que se hace en el rostro de quien ve de pronto a unos amigos lejanos. Y la pampa que nosotros traíamos en nuestros ojos, muchísimo más extensa que Castilla, se hizo apenas un llano pequeñito dentro de la inmensidad de Castilla que se perdía en el fondo de los ojos del querido maestro. Días después nos hizo llegar cordiales palabras, a propósito de unas prosas poéticas nuestras aparecidas en la revista Hora de España 830, luego incluidas en mi libro Las puertas del fuego.831

En 1939, la muerte de Machado lo impulsa a escribir un poema en su homenaje, que incluye en La muerte en Madrid como cierre del libro publicado ese mismo año:



Ya está en la tumba que le abrió la guerra,
Tajuñas, Tajos, Turias, Ebros, Dueros,
tuercen sus milenarios derroteros
y hacia él van, encima de la tierra.



Y hacia él van debajo de la Historia
y arriba de la Historia navegando,
solemnes ríos que navegan cuando
tan breve vida vale tanta gloria.



Y hacia él van llorando los caminos
la brisa niña de los olivares
y las acequias y los tajamares
y la paloma azul de los molinos.832

“Allí está Antonio Machado, enterrado en un pueblecito francés, después del éxodo trágico”, evoca años después en una nota de El Siglo al referirse a la muerte del poeta, ocurrida en Collioure.833

Varios meses pasaron hasta que se corroboró la muerte de Miguel Hernández, ocurrida en marzo de 1942. González Tuñón, de inmediato, escribe un artículo que da cuenta del suceso:

Miguel Hernández ha muerto. Se confirma, por desgracia, una noticia que corría últimamente. Cayó víctima de las torturas, el hambre, la fiebre, en una cárcel de España el 28 de marzo. Los enemigos de la libertad y de la poesía se anotan una víctima más. García Lorca murió en Granada acribillado por las balas de los asesinos falangistas. Antonio Machado murió en el exilio, después de una marcha angustiosa, castigada por los bombardeos y las privaciones. Miguel Hernández murió en una cárcel, habiéndosele negado toda atención médica. He aquí un nuevo crimen del fascismo. Tampoco lo olvidaremos.834

En esta semblanza revive su primer encuentro con Hernández, en 1935, en la casa madrileña de Neruda:

Venía de Orihuela, donde había quedado su rebaño y el traje de monaguillo de los domingos. Todavía lo veo, con su cabeza rapada, fea y hermosa, con su traje de pana y su manera apresurada de hablar preguntándolo todo, como los niños, y prodigando simpatía y salud. Desde el primer momento dijimos: “Aquí está, latente, el sucesor de Machado en el primer puesto de la poesía de habla castellana”... Por ese entonces Miguel nos escuchaba atentamente cuando discutíamos con nuestros amigos en casa de Neruda o en la Cervecería de Correos, acerca de la doble función de la poesía en épocas de ruptura, de transición, en épocas REVOLUCIONARIAS. Un día, Miguel Hernández se puso, resueltamente, de nuestra parte. (Muchos de los amigos que nos contradecían fueron arrastrados después a la verdad por los acontecimientos): Miguel sabía, como nosotros, que ya estábamos en medio de la tempestad.835

Más adelante nos detendremos en esta discusión de la que participan González Tuñón y Neruda. Por ahora quedémonos con Hernández como espectador. ¿Por qué? El poeta argentino afirma en otra nota publicada en El Siglo que el joven español iba a esas reuniones “con los bolsillos llenos de poemas fatalistas, místicos, dramas religiosos y muchas ambiciones”. Y más adelante agrega: “Tengo el honor de haber sido el primer confidente y alentador suyo en esta nueva etapa, la fundamental, de su tránsito a la poesía civil. Y sentí orgullo cuando llegaron a Buenos Aires sus grandes estupendos poemas de guerra”.836

Ese orgullo también está expresado en el prólogo a la segunda edición de La rosa blindada, “El inolvidable año 35”, donde señala que Hernández “comprendió definitivamente [...] por qué a veces la poesía deviene un arma” durante un recital que González Tuñón dio en el Ateneo de Madrid a fines de aquel año, en el que leyó varios de los poemas de su libro en homenaje a la insurrección de Asturias.837

En la semblanza sobre Hernández publicada en La literatura resplandeciente, González Tuñón confiesa que durante aquellos años “estaba en pleno sarampión revolucionario” y ahonda un poco más en la determinación del poeta español de abandonar aquella “tónica elegíaca” y apartarse de la “línea tradicional”. Y detalla: “Miguel me hacía muchas preguntas. Nadie sospechaba que en el ex pastor de cabras se estaba operando un proceso hacia nuevas visiones. [...] Como en Correos era difícil dialogar, Miguel descubrió cerca de allí una taberna, y como a mí me gustaba el vino de la tierra, varias veces fuimos juntos. Me hacía preguntas, como he dicho; tenía dudas”.838

González Tuñón afirma en varias oportunidades que ese cambio comienza a gestarse con el poema que le dedicó, antes de su regreso a Argentina:



Raúl, si el cielo azul se constelara
sobre sus cinco cielos de raúles
a la revolución sus cinco azules
como cinco banderas entregara.



Hombres como tú eres pido para
amontonar la muerte de gandules,
cuando tú, como el rayo gesticules,
como el rayo al rayo des la cara.



Enarbolado estás como el martillo,
enarbolado truenas y protestas,
enarbolado te alzas a diario,



y a los obreros de metal sencillo
invitas a estampar en turbias testas
relámpagos de fuego sanguinario.839

En 1936, ya en Buenos Aires, González Tuñón da a conocer La rosa blindada, que contiene el poema “La copla al servicio de la revolución”, dedicado a su amigo. En ese mismo año aparece publicado en El Mono Azul.

En las notas ya mencionadas que publica en El Suplemento ese mismo año sobre su experiencia en la España republicana, menciona a Hernández en varias oportunidades. Señala su labor en las “Misiones Pedagógicas”, durante las cuales “observó de cerca la tragedia campesina en momentos en que la desocupación aumentaba”.840 Más adelante transcribe el fragmento de una carta –“un poco amarga”, pero que “revelaba, sin embargo, un firme deseo de lucha”– que le enviara el poeta español para graficar la situación: “En una de mis andanzas por campos de Castilla fui detenido por una pareja de guardias civiles y apaleado alevosamente en el cuartelillo, ¡por no llevar documentos!”.

Esa estrecha relación entre González Tuñón y Hernández trasciende el plano de la intimidad: “Mi padre trabajaba en imprentas y alguna vez me tocó ayudarle llevando paquetes de El Mono Azul y así me conocí a casi todos los que hoy llaman Generación del 27. Y Miguel y vuestro Raúl andaban siempre juntos, a veces con Federico (García Lorca). Ambos se buscaban por tascas y cafés. Miguel que ‘¿habéis visto a Raúl?’ y el otro con que ‘¿Lo vieron a Miguel?’ Joder, que mi padre los llamaba Lo Habéis Visto y Lo Vieron. A mi padre lo fusilaron en el ’39, en el viejo estadio de Vallecas. Yo era un chaval de catorce años”.841

Un año después de la desaparición del autor de El rayo que no cesa, González Tuñón publica Himno de pólvora, en el que incluye “Elegía en la muerte de Miguel Hernández”. Como epígrafe, toma un verso del poeta español Garcilaso de la Vega, el estribillo “Salid sin duelo, lágrimas, corriendo” de la “Égloga I”842, para expresar su dolor profundo ante la desgracia. Sin embargo, el optimismo se mezcla en las alusiones a una victoria final en la guerra mundial comenzada en 1939 y sobre el régimen franquista:



Para su corazón que vio nacer la guerra
dadle un lecho de piedra que riegue un blando río,



canten los labradores y los mineros canten
en donde su fantasma se alimenta de trigo.



Más yo sé que él está más vivo que el recuerdo
cuando a sus asesinos los devora la sombra.



Él está en la guitarra sin manos que lo busca
para que a Stalingrado venga a cantar ahora.



Él está en la proeza diaria de sus hermanos
que en exilio o en cárcel o en tumba o en guerrilla



levantan la bandera que ilumina el camino
por donde ha de volver la División Perdida...843

En el extenso poema “Nuestra Rosa, Rosa de América”, escrito en junio de 1953, y publicado ese mismo año en formato de libro844, recuerda la última vez que vio a Hernández, “en aquel día gris de otoño sin violetas” de 1937, en la estación de trenes de Barcelona rumbo al frente de combate en Córdoba. Estaba junto al yugoslavo Milan Jeranci, que también partía para alistarse, a quien se dirige en estos versos: “Agitando la boina me despidió Miguel/ y tú me saludaste levantando la cuchara de palo/ desde el tren con perfume de pólvoras ansiosas./ Fue Teruel, fue Belchite. No hago más que acordarme”.

Este soldado voluntario, a quien conoce por casualidad en un bar de Valencia en 1937, deslumbra a González Tuñón por su sensibilidad y su compromiso político –“escribía en francés versos llenos de su tiempo, de su delicadeza, y de su fervor”–. Los dos aman la poesía, pero el yugoslavo decide que debe combatir con las armas. Y en ese punto se plantean las diferencias que no se prolongan en una polémica sino en una exposición de ambas opiniones que el argentino se encargará de desplegar en su obra. En uno de los relatos de Las puertas del fuego, expone:

A sesenta metros están los fascistas. Sus jefes aman la guerra, seguramente. Yo no amo la guerra. Estos soldados leales de España, tampoco. Pero saben que en sus dedos que aprietan los gatillos y en sus manos que arrojan las bombas maduras se juega el destino del hombre. (Milan Jeranci, del sector del Jarama, me escribió después: “¿Qué hacéis vosotros por nosotros?” ¡Mi pequeño Milan! Sin duda no me hacía un reproche a mí. Él sabe que nuestra pluma está siempre despierta por él, por ellos).845

El episodio también es mencionado años después en una nota para El Siglo. Allí señala que Jeranci “estallaba en una exclamación de profundo resentimiento” con su pregunta. Su molestia no le impide reconocer:

Tenía razón. ¿Qué hacíamos nosotros? Algo, en verdad, crónicas, folletos, discursos, libros, propagandas. ¿Eso es todo? Aún no era suficiente. Milan peleaba en el Jarama cuando nosotros discutíamos en el Hotel Victoria. Una cosa no está reñida con la otra. Hay siempre dos frentes. Pero Milan estaba en el más arriesgado, en el más peligroso de los frentes.846

Es por eso que siente que debe tratar de “pagar una deuda contraída” con Jeranci. Aquella pregunta le resuena desde su llegada a España, cuando por las calles de Barcelona vio un afiche de propaganda republicana en el que un soldado herido en la frente, con su cabeza levantada y su dedo índice derecho hacia el observador, reclama desde el suelo: “I Tú? Que has fet per la victòria?” (“¿Y tú? ¿Qué has hecho por la victoria?”).847

A más de quince años de aquel suceso, González Tuñón lo vuelca en “Nuestra Rosa, Rosa de América”:



Una vez me escribió Milan Jeranci,
un poeta soldado de las Brigadas Internacionales,
y mientras él tuteaba al peligro en el Frente,
yo en Madrid con mis versos soñando y esperando.
–“¿Qué hacéis vosotros por nosotros?”, me escribía.
Yo me ruboricé; no supe contestarle.
Yo cantaba los hechos pero él los vivía
y aunque yo los vivía también a mi manera
y mi verso incitaba y excitaba cantando
y a su modo también hacía la guerra,
me persiguió su voz como un pájaro triste
de trino desvelado.



Y aún hoy, como si fuera reproche de una época
que engendró tanta ausencia y destrucción y exilio,
voces flotantes entre lámparas ebrias
que agonizan en medio de los grandes naufragios,
rostros donde el olvido puso pálidas máscaras,
–amargos, largos rostros–
¿Qué hacéis vosotros –vuelvo a oír– por nosotros?



Nunca supe qué fue de aquel extraño eslavo
que en su pobre macuto llevaba un libro (Heine)
una medalla, un rizo y un retrato.
¿Dónde estará Milan Jeranci ahora?
¿Desde qué espejo o caído en qué foso,
desde qué luna me estará mirando?
¿O dormido en qué sueño, en qué amapola
recuesta su nostalgia? ¿Con qué novia
comparte su secreto de raíces?
¿En qué nube se esfuma divagando?
[...]
Pude escribirle, caro Milan Jeranci, amigo,
los cachorros lejanos no abandonan España.
Allí hay gentes que juntan las monedas hurtadas
al precario puchero cotidiano,
ropas que cosen los ojos del desvelo
y lágrimas y canto
y con su corazón van hacia España en guerra [...]848

Forma, color y contenido

*Neruda, Siqueiros y Picasso

En varias oportunidades mencionamos a Neruda como compañero de ruta de González Tuñón en su compromiso comunista y por algunas diferencias poéticas acrecentadas con el tiempo. A pesar de sus personalidades tan distintas, mantuvieron una relación de amistad de más de cuarenta años. Se conocen en Buenos Aires, en 1934, en aquella reunión de bienvenida a García Lorca en casa de Girondo-Lange. “De entrada –recuerda González Tuñón– me pareció algo solemne, distante. ¡Qué equivocado estaba! Al correr los minutos y las copas, la solemnidad y la frialdad desaparecieron para dar lugar a las bromas y los cantos [...].”849

Páginas atrás, apuntábamos que González Tuñón se atribuye con orgullo el cambio poético-ideológico experimentado por Hernández. Ahora veamos esa reivindicación pero vinculada a Neruda:

Pablo era decididamente antifascista, claro está, y simpatizó profundamente con los mineros astures y los obreros madrileños durante aquellos días de “Octubre rojo”. Sonreía cuando yo le insté a reflejar en algún poema esos sentimientos. (En su revista puramente lírica, Caballo Verde, publicó, sin embargo, mis versos a los 9 Negros de Scotsboro [sic].) 850 Estaba encerrado en el clima ciertamente cautivante de su Residencia en la tierra, obra que, técnicamente, en plenitud, y luego de grandes aciertos parciales, creemos que no ha superado el notable poeta, quien hoy se repite, envuelto en las redes de reiteradas retóricas. Pero, poeta y hombre auténtico, si Asturias estaba lejos y él necesitaba ser testigo directo, el Cuartel de la Montaña quedaba a poca distancia de su “Casa de las flores” y una mañana de julio del 36 vio a los milicianos marchar al asalto de aquella fortaleza y abatirla. Fue cuando escribió el primer poema distinto, “Canto a las madres de los milicianos muertos”. Y como nosotros habíamos blindado la rosa, él “blindó el viento” (“...como una cortina de viento blindado”).851

González Tuñón ubica la situación: primero se difunden sus versos sobre la insurrección de Asturias de 1934, recogidos en el libro La rosa blindada (recordar las palabras atribuidas a Neruda: “Raúl fue el primero que blindó la rosa”) y luego, el chileno escribe “Canto a las madres de los milicianos muertos”, que en su verso sexto habla de “una cortina de viento blindado”.

La amistad entre ambos comienza a consolidarse por esa época. En aquel libro, González Tuñón le dedica el poema “Asalto nocturno a la Plaza de la Villa” y en La muerte en Madrid lo incorpora en el homenaje a García Lorca: “Lloronas de pasión y velatorio,/ rizos de niños mágicos dormidos,/ poemas de Darío y de Neruda/ en donde se desploma Federico”.852

Aquellos días madrileños son evocados por Neruda en su poema “Explico algunas cosas”, en España en el corazón, en el que recuerda a sus amigos –González Tuñón, Alberti y García Lorca– y a su residencia, en el barrio de Argüelles:



Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!853

El establecimiento de González Tuñón en Chile se concreta a instancias de Neruda, quien lo invita a colaborar en la fundación de la Alianza de Intelectuales del país trasandino, en cuya sesión inaugural pronuncia el discurso “Estuve en Madrid en 1935. Estuve en Madrid en 1937”.854 Luego, con la labor cotidiana en El Siglo, empezarán a aparecer artículos –y poemas– en los que irrumpe el poeta chileno, “con su cara de duende americano”.855

En el artículo “Sobre un arte de guerra II”, González Tuñón reclama que haya más jóvenes poetas comprometidos con su tiempo y asegura que “faltan en Chile los imitadores de Neruda”. Se lamenta de que existan “imitadores tardíos” que sigan a un “Neruda pasado, el de los ‘Veinte poemas’, y aun del Neruda sombrío de ‘Residencia en la tierra’ (de una parte de esta poesía)”, pero faltan quienes tengan la influencia del “Neruda grandioso de ‘España en el corazón’, de la ‘Oda a un día de Victorias’ del ‘Canto General de Chile’, del Neruda revolucionario, militante, humanista”.856

Y en el poema “Neruda, Senador” expresa los anhelos de su amigo poeta y compañero de militancia, durante la campaña electoral de los comicios de marzo de 1945 que consagran al chileno con una banca en el Congreso. Dos estrofas, la primera y la octava, sirven para reconocer el estilo épico y el cruce de referencias históricas:



El Continente dice con su voz Aconcagua,
con su voz Amazonas, con su voz Tronador,
con su voz Uruguay, con su voz Nicaragua,
en la tierra, en el aire, en el fuego, en el agua,
Neruda, Senador.
[...]
Salud, Pablo Neruda, antiguo camarada,
dicen sombra del Ebro y Madrid vencedor,
desde la Rusia Roja, la Madre Llamarada,
parece resonar el clarín de avanzada:
Neruda, Senador.857

La ofensiva que el gobierno del presidente chileno Gabriel González Videla lanza contra los comunistas, sus antiguos aliados, desencadena el alejamiento de Neruda del Senado, su persecución y pase a la clandestinidad, y el exilio. En los primeros meses de 1948, Orientación refleja la situación que sufre el poeta trasandino y le dedica varias páginas de homenaje. González Tuñón interviene con la publicación de “El último poema a Neruda” y con la traducción al castellano de dos poesías de los franceses Aragon y Eluard.858

Al cumplir Neruda cincuenta años, Cuadernos de Cultura lo homenajea y González Tuñón publica un texto en el que evoca su relación con quien “es hoy uno de los amigos más queridos”, desde el primer contacto con sus versos de Veinte poemas de amor y una canción desesperada hasta los días en Madrid en 1935, el viaje en barco hacia Chile en 1937 –“a bordo Pablo terminó de escribir su España en el Corazón y yo Las puertas del fuego, crónicas poéticas de la guerra española y los versos de La muerte en Madrid”– y la estadía-exilio en el país vecino.

Algunos años pasé junto a Pablo en Chile. Vivimos en la misma casa, antes de la muerte de Amparo. Luego, muchas veces me refugié en su mágica residencia de Los Guindos. De regreso a Buenos Aires, en 1945, él me despidió recordando los bellos y dramáticos días que vivimos juntos a lo largo del tiempo y del mundo. Y hoy pienso en Pablo Neruda y recuerdo aquella mañana de su ingreso público al Partido Comunista de Chile, cuando dijo:

“–Doy al Partido todo lo que tengo; mi vida y mi poesía”.859

Veinte años después, a pocos meses del comienzo de la dictadura en Chile comandada por Augusto Pinochet y de la muerte de Neruda, Cuadernos de Cultura dedica varias páginas a ambos hechos. Entre ellas, González Tuñón incluye una semblanza del poeta fallecido en la que otra vez entrelaza recuerdos y los une con la situación política en el país trasandino.860

En cuanto a las discrepancias poéticas entre González Tuñón y Neruda durante las dos últimas décadas de vida de ambos, puede señalarse como momento clave la develación de la autoría de Los versos del Capitán. El argentino comienza a deslizar críticas a quienes ejercen el “nerudismo”, al tomar “lo que en el propio Neruda ya es saturación, nueva retórica”.861

Años después, en una polémica entablada con el poeta Alfredo Varela desde la revista Hoy en la Cultura a raíz de un artículo de González Tuñón sobre César Vallejo, el autor de La calle del Agujero en la Media precisa un poco más su postura:

Estimo la poesía de Pablo pero no es audacia manifestar que a mi entender no ha superado el clima fascinante de Residencia en la Tierra, pese a grandes aciertos parciales que siguieron; se repite y es sensible a las influencias, mas no sólo en las primeras etapas, sino hasta hoy, como puede probarse. Y existe, sí, la declamatoria nerudiana; ha llegado a la saturación.862

Así como va tejiendo un entramado de relaciones entre la literatura y las preocupaciones políticas y sociales a lo largo de su vida, y en especial sobre el momento que vive España previo a la caída de la República, González Tuñón incorpora también a dos pintores con estilos diferentes para ahondar en sus convicciones: Siqueiros y Picasso. Aquella manera personalísima de concebir las artes plásticas también se traducirá en una forma diferente de comprometerse con la causa antifascista: el mexicano abandona su oficio y se convierte en un soldado republicano durante la Guerra Civil; el español pone su arte al servicio del tiempo nuevo, con el “Guernica” como símbolo.

González Tuñón conoce a Siqueiros en Buenos Aires en 1929, cuando el muralista asiste al Congreso Continental de Partidos Comunistas como delegado de los mineros de su país. Luego, en 1933, el artista rergresa a Argentina y es convocado por Botana para realizar un trabajo pictórico en el sótano de su quinta “Los Granados”, en Don Torcuato. Para ese “Ejercicio plástico”, reúne a los argentinos Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino –por entonces estudiante de arquitectura– y al escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro, para operar aparatos eléctricos y aerógrafos. Su musa es Blanca Luz Brum, su compañera, a quien un desbordado González Tuñón le había dedicado los versos finales de “Escrito sobre una mesa de Montparnasse”: “[…] para que venga Blanca Luz y me ame”.863

Desde la páginas de Contra, González Tuñón destaca la figura de Siqueiros ante los ataques sufridos en Argentina por sus ideas políticas y estéticas, y saluda “la llegada de ese hombre a nuestra ciudad atrasada, mal informada y mojigata” que incita a que “salgamos a la calle, veamos los mástiles, las chimeneas, las usinas, el puerto, los elevadores de granos, los altos muros de la ciudad que trabaja y sufre”, para que “abandonemos la inútil y egoísta obra individual, entreguemos al pueblo, al pueblo de la calle, nuestra obra, una obra que tenga relación con la realidad social, que interprete el anhelo de los trabajadores, que son los que construyen el mundo y que son los que más derecho tienen a disponer del mundo”.864

El artículo ubica la postura estética de González Tuñón, enmarcada en la línea general de la revista, desde la bajada: “A esta altura del tiempo, creemos que el arte puro, el arte-abstracción, el arte-curiosidad, el arte-entretenimiento, sólo será posible en una sociedad sin clases, posible y justo, y lógico. Hoy, el arte no puede estar ajeno al drama del mundo. Los que no lo crean así, sólo serán sirvientes o aliados de una clase, minoritaria, explotadora, mediocre y en descomposición, que es la clase burguesa”.865

Ambos se reencuentran en Valencia, en 1937, en tiempos de la Guerra Civil. “No nos separamos desde ese momento”, cuenta el poeta, cuando “en la calle, entre la multitud, alguien me llamó”.

Compartió conmigo el pan y el vino y esa alegría revolucionaria, esa alegría de la guerra, cuyo fin no puede ser otro que la victoria.

David Alfaro Siqueiros es uno de los más grandes pintores del mundo.

David Alfaro Siqueiros partirá uno de estos días para el frente como teniente coronel del ejército de la república.866

Pasada la agitación de la contienda, González Tuñón resalta en El Siglo y en Orientación los valores de Siqueiros como ejemplo del artista consustanciado con los problemas políticos y sociales que proclama: “A nuevos tiempos, nueva técnica; a nueva técnica, nuevos elementos”.867

En 1960, cuando Siqueiros es encarcelado en su país por sumarse a una manifestación de trabajadores de la educación y estudiantes, González Tuñón reclama su libertad en un pequeño artículo publicado en Cuadernos de Cultura, en el que recuerda algunos momentos en que sus vidas coincidieron por distintos lugares del mundo.868

Al comenzar este apartado, mencionamos que el nombre de Picasso está ligado a la España en armas a través del “Guernica”. Y, en varias oportunidades, el poeta argentino se refirió a su condición de privilegiado por haber contemplado cuando se descorrió la tela que lo cubría en la Exposición Internacional de París de 1937, en el pabellón de la República Española: “Y vi cómo esos obreros franceses captaron el símbolo, el sentido que el panel trascendía y, como si previamente se hubieran puesto de acuerdo, se quitaron sus gorras”.869

Las referencias al artista malagueño superan la cuestión política y se vinculan a la reflexión artística. Como ejemplo están sus notas en Clarín sobre artes plásticas, que sucedieron a reflexiones ya planteadas: 870

Si Picasso no hubiera pintado la destrucción de Guernica, ¿habría que rechazar de plano su obra por estar ajena al drama del mundo? Suponiendo que estuviera del todo ajena –lo que es dudoso–, ¿y la técnica? ¿Y los caminos que descubrió y reveló? ¿El Ejercicio Técnico? Esto es también fundamental.

El contenido, sí... Pero no olvidemos el lenguaje, el oficio.871

Desde la poesía, González Tuñón homenajea al artista en “La primavera 80 de Picasso”, publicado primero en Clarín y luego en Demanda contra el olvido. Así comienza:



Toda la luz de Málaga
–la que aman las gaviotas, los toreros,
los turistas ingleses, los poetas,
el último cuplé...–
y el color de París, la ciudad hecha
“a medida del hombre”
–la luz de los dos puntos cardinales
de un arte universal y trashumante–
se derrumba en tu honor, maestro Picasso,
invade tu taller, la estatura del día,
la pared del recuerdo, las lámparas del vino
y el otoño. 872

CAPÍTULO 4. INFANCIAS

Porque el niño conserva todos los libres bríos

de la invención, baraja sus monstruos increíbles

y sus enloquecidos ángeles.

La bárbara inocencia sin prejuicios de la primera pureza

y el espléndido caos, el delirio de la razón, la fantasía.

El niño es el primer surrealista.

Y crece, es hombre, y sigue viviendo mas no sabe

y quien lo lleva adentro así lo ignora.

A veces, de manera sutil, eso supongo,

en cada acto adulto la infancia nos vigila

–una voz, un suceso rotundo, familiar, una lámpara,

una paloma herida con un mensaje–.

Todo hombre en el final minuto de su invierno

piensa en algo lejano cuando muere.

Y la muerte es el último país que el niño inventa.

(“Los sueños de los niños inventando países”, en El rumbo de las islas perdidas)

“Tiemblo como un niño”

Entre los múltiples ejes de temáticas compartidas en la poesía y el periodismo de González Tuñón hay uno que es fundamental para comprender el paradigma en el que el poeta-periodista se sitúa para dialogar con su tiempo y su pueblo: el universo de la infancia, con todos sus habitantes, personajes, juegos y palabras. “Amamos el cinematógrafo, el circo, las marionetas, no porque las demás artes estén en decadencia, sino porque no hay nada más bello y noble que el cinematógrafo, el circo y las marionetas”, afirma en su sección “Parece mentira” de Crítica.873

Pero el escritor no indaga sobre la niñez en forma superficial, almibarada y ajena a los atravesamientos políticos y sociales, sino que la mayoría de las veces su propia experiencia se convierte en el estímulo para ahondar y reflexionar, en un ejercicio permanente de la memoria y en una apelación desbordante a los recuerdos. Hay un regreso constante a su niñez sin su madre, a las escapadas a las plazas Once y Constitución, los baldíos, los circos y las funciones de títeres, y a la primera adolescencia, cuando trabaja de claque en los teatros Variedades y San Martín y descubre a Chaplin en el cine La Armonía:

[...] la credulidad puede ser una expresión de inconformismo. El niño es la etapa del hombre más imaginativa y creadora. ¿Por qué? Porque el niño es un inconforme. No se contenta con el mundo que ve y se crea otro. Prefiere al muñeco mecánico, el muñeco de su propia fabricación. Juega con un alambre que encuentra en la calle, con una tuerca o con un carozo de durazno. Creer en los duendes, en los gnomos, en los trasgos y en las hadas, es mejorar el mundo, enriquecerlo, fantasearlo, rodearlo de posibilidades y de aventuras.874

En un poema de su etapa madura dirá:



Desnudo nace el niño, desnudo y sin un céntimo.
El porvenir es un niño desnudo.
Vienen después los años, las leyes, los prejuicios, el alquiler,
los primeros ministros, y todo se complica.
Vienen los que se oponen a que la historia crezca,
las brújulas se inquieten y se apasionen los relojes,
y están los que se sientan en la piedra [...].875

Sus dos primeros libros, El violín del diablo y Miércoles de Ceniza, anticipan esa presencia que será constante en su obra. Transitar por su etapa inaugural significa convivir con pierrots, gnomos, payasos, polichinelas, volatines, circos, clowns y cajas de música, en ambientes colmados de situaciones propias de un espectáculo de feria, como en el poema “Humo”: “...tu alma cuelga/ como un muñeco grotesco/ de la tarima. Granguiñolesco/ suena el alerta de la ronda”.876

En “Candiles moribundos” utiliza una imagen similar, pero en un contexto diferente: “La aurora hirió el postigo, alevosa y cruel./ Con ella entró una rota risa de cascabel/ y un fracaso de sol en los labios resecos.../ Los ojos de la Turca se apagaron y como/ un grotesco muñeco con cabeza de plomo/ salí por los pasillos, me di a los recovecos”.877

Los ámbitos de las historias pueden ser dominios de los adultos, que concurren a los bares de camareras, entran y salen de los puertos o gozan con prostitutas, pero los chicos irrumpen una y otra vez en esos territorios prohibidos, en su condición de “niño buscador” o de “niño vagabundo”, como en “Aguafuerte I”:



Calle Pedro Mendoza. Bodegones sombríos.
El niño buscador, triste, fogoso,
saldrá tal vez mañana en un navío
rumbo a un país lejano y misterioso
abandonando el patio luminoso
de la ciudad, sonoro y encendido.



Nadie sabrá su suerte,
nadie sabrá del niño vagabundo.
Solo yo sé que pasó por el mundo
como un personaje de aguafuerte.878

Las referencias infantiles y lúdicas se suceden y abarcan distintos ámbitos. En “Andanza”: “Yo, con mis ilusiones, andando por el puerto/ cual si llevara un niño de la mano. En el ir/ y venir de los barcos, anda y viene ese niño”.879

El protagonista de “Una de esas noches” se muestra indefenso ante una muchacha, aunque ya haya abandonado la infancia: “Ella es hermosa. Tiemblo como un niño; estoy ciego”. O como en “Eche veinte centavos en la ranura”, donde añora: “Lamparillas de la kermesse./ Títeres y titiriteros./ Volver a ser niño otra vez/ y andar entre los marineros/ de Liverpool y de Suez”.880

En “El Marqués Giovanni”, González Tuñón introduce dos conceptos que amplían las fronteras de las tierras infantiles. Dice que a este personaje los chicos lo bautizaron “Chincha poroto” y que para él es un “súbdito de la Isla de Ensueño”. Por un lado, comienzan a aparecer frases de los juegos de los primeros años; por otro, aquel “país lejano y misterioso” de “Aguafuerte” ahora tiene un nombre propio.

Esos “niños de los barrios turbios”, que son “sucios y melodiosos” como los “pájaros del suburbio” (en “Calandria, chingolito, jilguero”), abandonan de a poco esa primera etapa de la vida y pueden ser los protagonistas de “Poemas del conventillo”, donde plantea una problemática social, antes reflejada en la producción de Carriego:



Reminiscencias de “Sangre romañola”
que escuchaste en tu único año de escuela
hacen que una palabra sola
haga que cuides a tu abuela.
Canillita de doce años
quiero cantarle [sic] a ti también.
Huérfano. Días muy extraños.
El otro. Ella. El almacén.
Alcohol. Un crimen pasional.
Y tú con la viejecita
a la luz de la lamparita
espectral,
rezando por la bendita
madre que se alejó del bien y del mal
y por el que se fue a la cárcel glacial.
¿Qué te deparará el destino?
¿Qué será de ti canillita
por el doloroso camino?881

El espacio de las lecturas infantiles que inaugura con “Sangre romañola”, cuento del escritor italiano Edmundo de Amicis incluido en la novela Corazón (1886), se completa con los relatos tradicionales de Caperucita Roja y Alí Baba y los cuarenta ladrones, apuntados en “A Las Tres Bolas”.882

“Mocosos sin calzones”

En el poema juvenil “A los veteranos del circo”, dedicado al payaso Frank Brown e incluido en El violín del diablo, González Tuñón entabla un diálogo en el que expresa su devoción por ese “duende de Buenos Aires y dueño de las risas de mi generación” y apela al recuerdo:



Yo que he probado tus chocolatines
y que te he visto por los trapecios y los trampolines
dibujando desafíos pirotécnicos,
carcajadas elásticas
y pirueteos técnicos.



Rey de las Cabriolas fantásticas,
yo te diré que has sido mi Padre-nuestro,
mi mejor libro y mi mejor maestro
y clown
y mis primeras emociones plásticas.883

Y más adelante afirma de manera rotunda que “el circo es el mayor espectáculo”, una opinión que mantiene en la madurez –con algunas modificaciones, propias de su aprendizaje en la vida–, aunque “San Frank Brown” ya haya muerto y reaparezca en otros poemas como “El Puchero Misterioso”, en A la sombra de los barrios amados.

Además de las menciones reiteradas a personajes circenses, González Tuñón decide que tres de los poemas de El violín del diablo se titulen, simplemente, “Circo”. En el primero, el protagonista es un pierrot ebrio; en el siguiente, Max, “el enano John Tachuela”; y en el último, una domadora suicida.

El interés por esos espectáculos se reafirma con la publicación de una nota de opinión en Crítica, cuyo título es elocuente: “Se necesita un circo”:

Flamantes, nuevas ciudades de nuevas tierras, pueblos de la América del Norte, por donde desfilaron las carretas de los Keaton Trouppe, de donde salió Buster884 con su sombrerito chato y su cara seria como la luna.

En donde debutó Carlitos Chaplin en la desopilante pantomima del Tingel-Tangel.

¡Todos los pueblos del mundo tienen su circo!

Y Buenos Aires, no.

Como si Buenos Aires fuera un hospital, al que de vez en cuando llegan artistas caritativos, para realizar funciones de beneficencia –así llegan a Buenos Aires los circos. Como si fuéramos una ciudadela hostil, maldita, sucia y aislada del mundo por una bandera infamante como la de los barcos en cuarentena. Como si fuéramos una leprosería.

Como si no tuviéramos niños ni poetas ni soldados ni escuelas ni árboles ni lluvia ni sol ni luna.

Nunca hemos tenido un circo. ¡Un circo permanente, un circo de veras, con carpa y picadero y Biby la ecuyere [sic] y Max el enano y el payaso que rueda el mundo sobre la pista como una luna de latón y recibe las bofetadas!

Se necesita un circo para esta ciudad huérfana de alegría. Que va a perder sus niños, que va a olvidar a sus poetas.885

Casi viente años después, escribe para Clarín “Breve historia del circo criollo”, nota en la que repasa los primeros espectáculos en suelo argentino, desde las corridas de toros hasta las actuaciones de los circos pioneros de Pablo Rafetto y Miguel Anselmi, sin olvidarse de su querido Frank Brown:

Entre todos los nombres que hoy evocamos, la figura del genial Frank Brown resalta también con relieves propios. Hasta no hace mucho, en el circo Hipodrome, donde ahora se levanta el obelisco, vimos a él y a Rosita de la Plata, su esposa, cuando éramos niños. Otros niños como nosotros habían reído a lo largo de muchos años ante la gracia inimitable del gran payaso, también cantado por Rubén Darío.

Hoy está, junto a sus colegas finados, en el cielo reservado a las gentes del circo, de ese circo que antes del cine, del hablado y el mudo, antes de Walt Disney, divertía a chicos y grandes y todavía sigue llevando a numerosos públicos de todos los países, su singular espectáculo, pintoresco y varonil, su extraña, deliciosa, maravillosa magia...886

Más adelante, al hablar del circo Medrano de París, le dedica un recuerdo a Buster Keaton, que por entonces actuaba allí como payaso, ya alejado del cine y de la fama. Su interés por el cómico estadounidense ya se había manifestado en el artículo “Historia de Buster Keaton, el vendedor de su risa”, publicado en Crítica Magazine, en 1927, donde exaltaba sus condiciones artísticas y humanas.887

Sobre el final de su vida, González Tuñón retoma el tema del circo en una extensa nota para la revista Lyra. La presentación anticipa el tono del artículo:

Muchas cosas que amamos se han ido en el tiempo, por el río amarillo de tantos almanaques; otras sobreviven. En el caso del circo, ni el nuevo teatro primero, ni el cine en seguida, y últimamente la TV, pudieron decretarle la muerte definitiva que algunos habían anunciado. Esta parece imposible, tendría que desaparecer una edad del hombre, la infancia, y tendría que acabar la pequeña magia de los ocasionales terrenos baldíos, porque la carpa errante y heroica está muy vinculada a ese baldío que fue tan entrañablemente familiar en el pasado, y lo es en el presente, aunque en otra medida. Y tendrían que desaparecer los animadores del arte circense, los que en su mayoría lo llevan en la sangre.888

La nota es una ampliación de la aparecida en Clarín, con mayor cantidad de datos históricos, y nuevas reflexiones. Allí señala: “[...] ya en la época actual, alcanzó a actuar en el Medrano aquel formidable cómico del cine mudo que nunca sonreía, Buster Keaton, en calidad de mimo, obteniendo un suceso cuando se anunciaba su total decadencia”.

En cuanto a la evocación a Frank Brown, más completa en este artículo, tiene algunas diferencias en comparación con el texto del diario de Noble:

Él partió primero a esa zona ideal reservada para los “fabricantes de magia”, allá lejos. Hoy figuran en el friso de los grandes, en la historia universal del circo, de ese arte encantador, rico en matices, que mucho antes del nuevo teatro y del cine, antes de Chaplin (el cual habíase formado asimismo junto a sus padres, en una troupe de cómicos de la legua, en la Rubia Albión), y mucho antes de la fantasmagoría de Walt Disney, digamos fascinaba a chicos y adultos. Por cierto que actualmente su gracia sigue concitando masas de público en todas partes, aunque su gran auge haya pasado, con su espectáculo pintoresco y vibrante, varonil y delicado, emocionante y poético siempre.889

En este texto el final es distinto. Luego de apuntar el surgimiento de compañías internacionales que montan espectáculos más modernos, producto de las “leyes dialécticas inevitables”, cierra la nota con un tono evocativo: “Alguna vez dijimos que hay algo más triste que un viejo actor retirado –ese viejo actor empolvado, exangüe y pálido como el aparecido de Verlaine– imagen del fracaso, en busca del banco de la plaza solitaria y otoñal: es cuando el circo se va. Y es más, es el hueco que deja cuando se va, es la marca de la carpa errante y heroica; su huella fugaz en la tierra del baldío”.890

En El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo recupera un texto firmado en 1940, “El circo pobre”, el espectáculo de artistas trashumantes montado por “míster Felton” en el baldío de su barrio. Su esposa era écuyère y “Patricia, hija de ambos, de nuestra edad, bailarina, andaba sobre una tensa cuerda, con una sombrilla roja en la mano. Todos estábamos enamorados de Patricia”.891

El narrador –el propio González Tuñón– y un amigo, Mingo, aprendieron a redoblar con el tambor gracias a las enseñanzas de Felton y mostraban sus habilidades en la entrada del circo, antes de cada función: “El pago consistía en chocolatines, y a veces, unas cuantas chirolas. Éramos importantes. (Después, nunca lo fuimos)”.892

Aquella “huella fugaz” de la despedida reaparece en el cierre: “Al fin el circo se fue. Siempre se va el circo. Primero se llevaron los animales en un gran camión. Aún veo a la señora Felton haciendo las valijas y a Patricia, con un vestido blanco y un sombrerito rojo. Al otro día volvimos al baldío (con la gran marca que había dejado la carpa) y lo vimos desolado, desamparado y gris, como la muerte”.893

Miércoles de Ceniza completa el programa inaugural que González Tuñón despliega con una amplitud infinita de imágenes vinculadas a la infancia y a sus características más ricas. Desde el título juega con una fecha cristiana que marca el fin del carnaval y el comienzo de la cuaresma, el término de la diversión y el principio de un tiempo de recogimiento. Sin embargo, esa contraposición se desvanece en el libro y brotan elementos lejanos a la solemnidad religiosa. Hay zancos, globos, un barquito en una botella e imágenes inseparables de esos elementos –“mi corazón es tierno como un niño dormido”, “travieso chiquilín de mi ciudad”–. En el desfile de personajes de fantasía marchan Poquita Cosa894, Pancho Palotes, Cenicienta, Chaplin, Alí Baba y su otro yo, Juancito Caminador. Y otra vez hay circos. Aparece el Hagenbeck en “El violín de la figuranta”: “Por suerte que las muchachas no saben nada/ y yo soy un hombre risueño y escéptico/ que olvida la solemnidad al borde del cocktail o junto/ a los felices osos del circo Haenbck”.895

El payaso del poema “El país detrás del horizonte” exhibe un bando en su “espalda de lentejuela”:



“Prohibida la entrada a los boticarios y a los comerciantes,
a los profesores, a los socialistas y a los teosofistas.
Entrada libre para los niños, los marinos y los poetas.
Carlitos Duggan y sus amistades repartirán
escarapelas del País del Nunca Nunca Jamás”.896

A las zonas mágicas de la “Isla de Ensueño” o el “país lejano y misterioso”, el mundo tuñoneano suma otras naciones: “el lejano país que está detrás del horizonte” y “el País de Nunca Nunca Jamás”, la tierra visitada por Peter Pan, el niño que no quería crecer, personaje creado por el escritor escocés James M. Barrie.

En el relato poético “La calle con un fusil al hombro”, el protagonista –el “yo” del narrador confundido con el “yo” de González Tuñón– convierte aquella nación de cuento en un espacio real de su niñez y dirige sus palabras a una muchacha:

Recordaríamos los tiempos felices que pasaron. La tapia del sol que escalaban tus risas. El tambor que me trajeron los Reyes Magos, para repicar mi orgullo de militar frente a tu casa, a la una de la tarde, cuando pasaban los trabajadores de vuelta del almuerzo, y se oían los pitos de las fábricas. Los turcos pregonaban sus mercancías desde la sombra, y la tarde tenía olor a cinta de hilera. Me gustaba oír el canto lejano de la herrería, país fabuloso para mí, país de Nunca, Nunca Jamás para mis primeras inquietudes. Nada como el canto de la herrería en la siesta del barrio. Y aún llegaban organitos hasta nuestra orilla. Y ostentaban un cartel: Rinaldi Hnos.897

Allí está la infancia del poeta, su abuela, que “usaba una pañoleta amplia, tan amplia, tan amplia como su corazón, donde tú y yo cabíamos, cuando los gnomos de las burbujas que hacía la lluvia, la lluvia que jamás ha vuelto a caer sobre el mundo, daban no sé qué extraño prestigio a las baldosas rojas del patio, las baldosas que jamás volvieron a pisar mis pies”. Y más adelante las imágenes se ensombrecen:

¡Calle Saavedra, calle Chile, con un fusil al hombro! Me vistieron de luto y detrás de la vieja puerta, 6 1 4 –ese era el número– quedó 6 1 4, cuando chillaron los goznes como ahogando un sollozo de hierro mordido por el tiempo– mi infancia, el polichinela de nuestra infancia, con su corbatón de pintas azules, sobre el sofá de la sala.

Como quien da la espalda al cuarto de juguetes para cuya cerradura ya nadie podrá darnos la llave. Renunciamiento definitivo al País de Nunca Jamás.898

Lejos de la contundencia de la frase final, lo que representa aquel territorio para González Tuñón tendrá un significado perdurable. En 1965 aparece uno de los mejores libros de su etapa madura, Crónicas del País de Nunca Jamás. En el primer relato de esa obra, “Los fabricantes de sueños”, ubica y define a ese “país perdido de la infancia”, que está “detrás del horizonte”:

[…] la tierra entrevista desde las ventanas cuando llueve y las burbujas semejan fugaces duendes sobre las tejas y el agua tamborilea en los techos de cinc o corre por las canaletas y las calles haciendo cantar a los grillos; la tierra entrevista en los almanaques de colores o al abrir la puerta de la noche y ver a la luna conversando en el jardín con la sombra y al gallito de la veleta dibujando su apostura sobre el techo, recortando su silueta quimérica en el telón de fondo del cielo; la tierra entrevista en los libros de cuentos, en los libros de historias mágicas.899

Y más adelante transcribe un texto compuesto por Juancito Caminador: “Elogio desmesurado del País de Nunca Jamás”. Consideramos que es valioso reproducirlo en forma completa porque despliega las constelaciones preferidas en el universo literario de González Tuñón. Los elementos de la infancia se confunden con los elementos de la adultez:

En el país que está más allá del horizonte, en el País de Nunca Jamás, la soledad es una palabra desconocida y bella.

En el País de Nunca Jamás hay casas, montañas y crepúsculos desmontables.

En el País de Nunca Jamás no hay académicos ni procuradores.

En el País de Nunca Jamás hasta la tristeza es agradable.

En el País de Nunca Jamás no hay relojes, con excepción de aquellos cuyo motor es de cajita de música.

El fondo abollado de la luna dibuja a un niño remontando un barrilete. (Advertencia a quien traduzca al español académico está crónica: remontando un barrilete equivale a elevando una cometa...)

La estrella baja al río a lavar sus pies ligeros sin temor.

En el País de Nunca Jamás el aire, la tierra, el agua y el viento son los cuatro amigos del hombre. Hay alegría porque hay libertad y hay libertad porque hay igualdad y justicia verdaderas.

En los brazos abiertos del viento el fuego enclava su aspiración de cielo y construye así la cruz de los caminos, como quería don Ramón del Valle Inclán.

En el País de Nunca Jamás no está prohibido fijar carteles ni bajarse de los coches en movimiento ni estornudar en la Biblioteca.

En el País de Nunca Jamás el buen vino no paga impuesto.

Por el País de Nunca Jamás se pasean libremente Hamlet y Don Quijote, el Tambor Legrand y Mister Pickwick900, Gavroche y el célebre jugador Oarkust901, el Gran Meaulnes y Marianela902, Andy Tucker903 y Jeferson Peter, Tom Sawyer904 y Bola de Sebo905, Poquita Cosa y Crainqueville.906

En el País de Nunca Jamás no hay notarios.

Está más allá, más allá, más allá del horizonte.907

Otro relato poético, “El ciego al pie de la carreta”, cierra Miércoles de Ceniza. Allí hay una nueva referencia autobiográfica: “Fue un día mía la pequeña felicidad de la rayuela. Jugaba con el sol y con las cuentas del rosario de mi madre. Eran rojas. Todo era rojo y feliz, hasta que me pusieron un guardapolvo negro”.908

Hacia mediados de la década de 1920 –como ya se dijo–, González Tuñón viaja durante varios meses por algunas provincias argentinas. En La Rioja, donde permanece más tiempo, pierde los originales del libro Vidrios de colores. Sin embargo, recupera uno de los poemas de esa colección, “Árbol de Navidad”, y lo publica en Proa. “Dentro de poco volverán los Reyes,/ pero no tengo estrella”, dice en uno de los versos y dialoga con un personaje ya conocido, Juan Palotes. La primera parte del poema finaliza:



¡Alegría de luz en las vidrieras!
Yo soy un niño...
¿Y para mí no hay fiestas?
Yo soy un niño
que ha perdido el balero
del equilibrio, en un pantano.
¿Y para mí no hay fiestas ni tambores?
Digo: y la lluvia es el mejor regalo.909

Más adelante, retorna al universo de la infancia, con la utilización de sus recursos preferidos y el aporte de nuevos elementos:



Corazón, corazón: estoy temblando.
Corazón, corazón: hazte vidriera.
Dame un malabarismo de colores
en mil casacas de Polichinelas.
Mira que yo fui niño y tuve madre.
Mira que me besaron en la escuela.
Me siento David Copperfield,
solo en una ciudad que no me encuentra.
Yo quiero un panecillo de cariño.910

La calle del Agujero en la Media recoge las impresiones del joven poeta en el París de entreguerras. Allí también hay enanitos, gnomos, trasgos, duendes, circos y barquitos en botellas. En esa acumulación de personajes y elementos infantiles propuestos por el poeta aparecen dos fenómenos novedosos de la comunicación de masas: la publicidad y el cine, como en “La calle del Paso de la Mula”: “El afiche del jabón Cadum, ¿sabes?/ –el niño que posó tiene ahora cincuenta y dos años/ y Toribio, Toribio Sánchez que nos hizo reír allá abajo,/ se emborracha con él todas las noches”.911

Las referencias a niños y a la infancia componen un amplio catálogo de imágenes que hacen a la construcción de un universo simbólico potente. En “Lavadero”, hay un doble uso de esta estrategia discursiva. Por un lado, dentro de una enumeración; por otro, como zona de un pasado que revive:



Esas paredes
con las que sueñan los forzados, los buscadores de oro,
los exiliados, los marineros y los niños perdidos.
Esas paredes que en la infancia fueron
calcomanía de todas las travesuras,
pizarra de todas las rebeldías,
frontera de todas las aventuras.912

Esas travesuras están ejemplificadas en “Riachuelo de la Villete”:



Boliches para obreros y ladrones
que al mediodía comen carne de buey y hablan
de cosas importantes.
Mostradores maduros de puñetazos y de canciones
moscas aplastadas contra los vidrios por los mocosos sin
calzones.913

En uno de los mejores y más conocidos poemas de este libro, “Escrito sobre una mesa de Montparnasse”, el narrador-autor afirma que “en Mendoza los niños saben cantar porque han nacido al borde de las acequias”. Y en el que le da nombre al libro, recuerda que “tenía unos pocos sueños iguales a los sueños/ que acarician de noche a los niños dormidos”.914

Esa conformación de un imaginario infantil mágico continúa en “Imágenes en las ventanas”, donde el protagonista no duda de que “un niño, lo primero que ve, lo primero que siente y descubre, lo que le trae vibración de sonido y de color, revelación de luz, es una ventana”.915

Y filtra el humor: “Porque la ventana escandinava tiene dobles cristales perpetuamente húmedos y jamás un niño escribe con el dedo el nombre de su maestra o el de un duende conocido”. O la opinión antojadiza: “pero la ventana de Francia es alegre y cordial y en ella quedan bien, ya el rostro de una mujer, ya la naricita de un niño apretada contra el cristal, ya el perfil de un hombre de bien que fuma tranquilamente su pipa después de haber arreglado la cuenta al especiero”.916

En “Poemas de la vidriera de una juguetería” cuentan sus historias disparatadas “el dueño del ferry-boat”, “el pequeño deshollinador”, “el domador de la cebra celeste” y “la muñeca pintada”. El epígrafe del poema pertenece al escritor estadounidense John Dos Passos, a quien González Tuñón le reconocía su calidad literaria, aunque años después le recriminará su actitud durante la Guerra Civil Española: “Uangnaan, nainainai, hacían las gaitas entre el centeno. El hombre del banco tiene un parche en el ojo”.917 Este último personaje no tiene parlamento, aunque el autor advierte que “Jimmy Herf escribió estos versos” inexistentes. De esta manera alude a uno de los protagonistas de Manhattan Transfer (1925), una de las mejores novelas de Dos Passos. Y aquel domador nos remite nuevamente a las naciones utópicas exaltadas por González Tuñón: “Mr. Arturo Gordon Pim918 tenía/ un viejo libro de misterio, un libro/ que señalaba rutas escondidas/ en el País en donde da lo mismo”. Y es a ese país donde quiere ir a vivir “la muñeca pintada”.

“Dan tres vueltas y después se van”

La fascinación de González Tuñón por el mundo de los títeres fue esbozada en el análisis de las dos primeras obras del poeta, pero es en La calle del Agujero en la Media donde se profundiza esa pasión que perdurará más allá de los años. En “La piedra alexandrita” despliega sus emociones:

Uno de mis muñecos se llama Fan Fan y otro Claudinet.

Amo los teatros de títeres de los callejones de extramuros en donde siempre habrá tres cosas lindas: la iglesia traída de París con trinos especiales que musicaron la conversión del ciudadano Guy Tabarie919, la casa del tallador de brillantes y el teatro de títeres.

Mi carreta es vieja pero fabrica el musgo del suburbio y los niños se cuelgan de ella como del cuello de un abuelo.

Yo tengo la amistad de los niños como un reloj nuevo.

Yo tengo la amistad de los niños y el corazón cuadrado.920

“El hombrecillo que viene del país de las casas bajas, de donde salen los poetas, los titiriteros, los dictadores y las midinettes”, robó a Fan Fan y Claudinet a un “coleccionador de estampas” del barrio de Santa Genoveva y los hizo “bailar en la plazuela de Contrescarpe”.921 Y en “Para grabar un disco”, el protagonista evoca una barraca de títeres “en la calle Necochea” a cargo de un florentino “y en los tejados de enfrente la luna solía enredarse en las ropas blancas, amarillas y rojas”.922 A veces, como manifiesta en “Restaurant de La Salamadra”, se siente un “pobre muchacho inútil, hasta para ganarme la vida con los titiriteros”.923

“Marionnettes” funciona como una síntesis del pensamiento de González Tuñón sobre el arte del títere y su preocupación por los sucesos internacionales, en el que elabora una metáfora sobre la vida contemporánea:



Conozco más de un barracón
de titiriteros, inmundo.
Oí muchas veces la canción
de la alcantarilla del mundo.
Conozco burgueses tranquilos
que van a hacer la digestión
mirando los dorados hilos
que maneja el operador.
Mas prefiero la soledad
por la que, libres, los fantoches
van discurriendo por las noches
bajo lunas de corta edad.924

Y aparecen estos muñecos con “alma de trapo”, que son “vagabundos, merodeadores y fulleros y trotaocasos, mentirosos y bebedores, aventureros y sonámbulos”:



Al anciano Punch de Inglaterra
que compró Suez por un doblón.
Petrouchka, terror de la tierra
que hizo una revolución.
Guignol que es apache y poeta
y pendenciero fanfarrón



Kasperle, amigo de la guerra
y Kasparek el gran bribón
que se divierte a su manera
y echó abajo a un emperador.925

Y más adelante continúa con la enumeración de acciones disparatadas:



Punch en Peticoat Lane
tiene casa de compra y venta.
Y en Nápoles hace fortuna
por las calles Polichinela.



Petrouchka en Rusia incendia granjas
y en Nuremberg, en Nuremberg
Kasperle manda un batallón
y Kasparek se ríe en Praga
de su orgullo y su presunción. [...]



Pero Guignol bebe cerveza
y en el estrecho bal musette926
junto a la pícara canción
baila la java927. Afuera, afuera
el vigilante de facción.928

Y en el final reflexiona:



La vida es breve, el tiempo corre.
Hombres, los hombres pasarán. [...]
Y todo es eso mi querida.
Pasar, la única función,
función de muerte, función de vida,
pobre aserrín el corazón
pobre máscara desteñida
nuestra ilusión.
Los que ayer estaban no están
–cuántos rostros se han esfumado–.
Sobre la lona del tinglado
las marionnettes dan, dan
tres vueltas y después se van.929

Los últimos dos versos, repetidos a lo largo del poema, serán retomados por González Tuñón para titular la obra de teatro escrita junto con Olivari, Dan tres vueltas y luego se van.930

Durante la estadía de González Tuñón en París, entre 1929 y 1930, se celebra en la capital francesa un congreso internacional de titiriteros. El poeta sigue el desarrollo de la reunión a través de la prensa y, al poco tiempo de regresar a Buenos Aires, publica un artículo, “La resurrección de Petrouhcka”[sic], en el número inaugural de la revista Máscaras.

He aquí algo pocas veces visto: mientras se reunían los miembros de la Conferencia Naval, de la Conferencia del Desarme, de la Liga de las Naciones, y los choriceros de Chicago –esas farsas burguesas, de pésimo gusto, pesadas y vulgares–, un grupo de hombres, de titiriteros, de fabricantes de muñecos, de animadores del teatro de títeres –delicioso entretenimiento–, trataban en París temas maravillosos:

–¿Es verdad que la marionnette italiana está en decadencia?

–¿Es cierto que las marionnettes rusa, alemana, checoeslovaka, prevalecen?

–Cómo deben moverse los fantoches: ¿a mano o a hilo?

–Cuál es el actual pelele simbólico: ¿y el mecánico, alemán o yanqui, o el ruso?

–La marionnette, ¿decretará la muerte del teatro?931

González Tuñón se sorprende porque Jan Skupa dirige en Praga un teatro de títeres con “cuatrocientas y tantas piezas, 3.500 muñecos, 5.000 trajes, qué sé yo cuántos telones...”, y explica que “Spejel, Kaspareck y Hurvinek representan a ese pueblo de la Europa Central –Austria, Hungría, Checoslovaquia, Yugoeslavia– que ríe de todo. Que ríe de los reyes sin corona, de los primeros ministros, de las deudas de la guerra, de la guerra y la post-guerra. Pero sin embargo esas marionnetes [sic] son personajes de un drama, de un drama tremendo”.932

Luego reflexiona acerca de la declinación del teatro frente a los títeres y teoriza al respecto:

La idea mecánica de los muñecos está más de acuerdo con el personaje creado por el autor, que el actor-hombre. Este, con sus vanidades, sus resfriados, su manera personal de ver al personaje imaginado por el autor, lo traiciona. El argumento me parece incontestable. Y hay otro: volver al teatro de títeres, superado, sería una manera de volver a la antigua máscara griega...

La ternura, por otra parte, la extraordinaria simpatía que nos provoca un pelele, es superior a la emoción que puede comunicarnos un actor, hombre como nosotros, exactamente. Además, un muñeco es siempre una cosa inventada, y el arte es eso: INVENTO.933

Para el autor, las marionetas italianas, con sus personajes típicos, Pierrot, Arlequín, Polichinela, Colombina, “ya no interesan, pero sí interesan la marionnette rusa, la francesa, la yanqui, la alemana”, aunque señala que estas dos últimas “están ciertamente condenadas”. La exaltación de este arte en Francia está impregnada de sus vivencias por las calles de París y de otras ciudades de aquella nación. En cuanto a la relevancia que le otorga al espectáculo en la Unión Soviética, tiene una significación política e ideológica inocultable:

Pero he aquí al muñeco actual, al muñeco de nuestra época, al muñeco de mañana, al simbólico muñeco de Nicolás Lenin: PETROUHCKA [sic].

Hemos asistido a su cambio, a su resurrección increíble. Estamos asistiendo a su esperanza.

Ese [sic] marionnette comunista, incendiaria de tiendas avaras, sacudida por la estridencia de los motores. Esa marionnette que hizo una revolución formidable y actualmente sorprende a los pueblos burgueses con su inteligencia poderosa, con su audacia y su vitalidad, e invade Chicago y Berlín, hace temer a los burgueses del Eliseo y desafía a Henry Ford para mejorar la vida humana. Esa marionnete [sic] rebelde y laboriosa que traza el plan de los cinco años con Stalin y prepara nuevas escenografías con Lunacharski, se ha redimido, ha dejado de lado danzas y prejuicios. Mientras ella abre caminos de prosperidad a Rusia, la marionnette fascista hunde a Italia en la ruina económica.934

Luego de la reivindicación del títere soviético, finaliza el artículo con aquellos versos “las marionnettes dan, dan/ tres vueltas y después se van” y de inmediato interpela al lector: “... pero no te irás. Hay mucho camino que andar, los hombres esperan un milagro y no se han arrepentido de soñar. Tres vueltas, [¿]tres vueltas solamente? No es posible. Tienes que dar la vuelta al mundo...”. 935

Con tono surrealista insiste con su idea sobre las marionetas en “El general Flor Intrencherado”: “La barraca de titiritero –cuyo arte singular es superior a todo arte– no es una barraca”.936

González Tuñón confraternizó con el pintor Miguel Prieto en su estadía en España en 1935. Además de sus labores de artista plástico, Prieto fundó durante esa época el teatro de títeres La Tarumba.937 En un artículo publicado en El Suplemento, González Tuñón cuenta una anécdota que esclarece la interrelación de sus pasiones lúdicas y políticas: “Quiero confesar que de los regalos que traigo de España –una bota de vino, libros, cacharros–, ninguno me emocionó ni me emociona tanto como el que me hizo Miguel Prieto. Se trata de un títere, un pequeño títere que recorrió en ‘La Tarumba’ todos los maravillosos y dramáticos caminos de nuestra querida y admirada España. Es el símbolo de una época. El documento de una aventura inolvidable”.938

Diez años después de esa nota, González Tuñón publica el cuento “La muerte del Fantoccino” en Clarín. Ese relato será incluido con el mismo título en Crónicas del País de Nunca Jamás, aunque con algunas pequeñas modificaciones. La historia plantea las diferencias entre dos muñecos: Burattino, manejado a mano, y Fantoccino, accionado a hilos. En esa dualidad se establecen dos concepciones diferentes del mundo y del arte. Burattino copia las facciones de un viejo actor de Florencia y monta su espectáculo en las ferias de las plazas: “Sus burlas eran temidas. Conocía las costumbres de cada pueblo y ridiculizaba a los tontos, a los cobardes, a los vanidosos, a los perversos y a los injustos”.939 Fantoccino es el “muñeco moderno, de acuerdo con las nuevas leyes económicas”, que se presenta en los teatros y que con el tiempo “había mejorado notablemente la presentación y el juego escénico”.940

Esa tensión estalla cuando el dueño de Fantoccino le ofrece a su colega pasar a formar parte de su compañía, pero como un “simple ayudante”, al coincidir con sus obras en una misma plaza. El dueño de Burattino se humilla y acepta, pero el títere se rebela.

El autor es el narrador de la historia, de la que fue “testigo presencial”, aunque advierte que se negó “a declarar por temor a los enredos judiciales”. Y agrega: “Por otra parte, el asesino contaba con todas mis simpatías”. El poeta retoma una reflexión plasmada en “La resurrección de Petrouhcka [sic]”, al señalar que “nunca un actor de carne y hueso –que puede ser vanidoso y resfriarse– podrá igualar siquiera a una marioneta”.

Con ese mismo espíritu, le hace decir a uno de los protagonistas del relato “Está nevando sobre la ciudad”, en El otro lado de la estrella: “Algún día estos muñecos suplantarán definitivamente a los actores de carne y hueso. Esos actores son ridículos, jamás realizan a la perfección el personaje creado por el autor. Sus ambiciones, sus resfríos, sus vanidades. ¡Bah!... La idea mecánica de los peleles está más de acuerdo. Y después de todo será una manera de volver a la antigua máscara griega”.941

Sin embargo, la saga de Fantoccino y Burattino comienza unos años antes de la aparición en Clarín. Con un título periodístico, “Dos muñecos pelearon furiosamente”, González Tuñón publica en Canciones del Tercer Frente el desenlace de la historia de los dos muñecos. En pocas líneas plantea las diferencias entre ambos y qué representa cada uno. El texto completo es el siguiente:

¡Llegaron demasiado tarde al camarín del teatro! El Fantocini, el muñeco a hilo, burlón, insolente, avaro, taimado Fantocini –imitador servil de los actores de carne y hueso que siempre se resfrían–, había envilecido la profesión, y el Fantocini burlón, insolente, avaro, taimado Fantocini, yacía en un sillón con la cabeza reventada a palos. (Una profunda cuchillada dejaba ver el sucio aserrín de sus tripas.) El matador, el Burratini, el muñeco a mano, amable, bondadoso, sin pretensiones, había quedado exhausto después de la lucha desigual, cuerpo a cuerpo, con su enemigo tradicional, y se entregó a la policía de los muñecos sin decir nada, gacha la cabeza, muy colorada la nariz, a causa del vino, y apretando entre sus manos desgarradas un pequeño corazón de trapo.942

Las referencias autobiográficas reaparecen en el relato “Blues de los adioses”, incluido en El otro lado de la estrella: “Alrededor de las ocho de la noche los pistoleros fueron acorralados en una finca de las afueras. Quedaron colgados en las paredes al pretender huir y yo pensé en aquel teatro de fantoches en donde había trabajado en el año 22. Cómo me llenaban de horror las marionetas colgadas en los camarinos [sic]. Las marionetas que habían cantado, danzado y peleado y ahora, amontonadas, alargadas las piernas, los pechos vacíos, las cabezas a un lado, los brazos en alto, morían otra vez, otra noche, para resucitar al día siguiente”.943

“El País de los Muñecos Pintados” es el nombre de uno de los relatos de viaje que González Tuñón incluye en Todos los hombres del mundo son hermanos, en el que comenta sus impresiones luego de recorrer algunas ciudades de la Unión Soviética y de varios países del Este europeo entre fines de 1953 y principios de 1954. En aquel texto cuenta su agrado ante la función de títeres que presenció en el teatro de Jan Skupa, aquel “maestro” checoslovaco con su tablado en la ciudad de Praga. Desde uno de los palcos, se deslumbra con el espectáculo al igual que los chicos de 4 a 12 años que estaban en el lugar y recuerda el “número más sensacional”: una “notabilísima orquesta”. “En el intervalo –cuenta– miro a los niños de ambos sexos. Tienen el rostro radiante y esperan, con los ojos ávidos, bien abiertos, que se levante otra vez el telón. Son los amigos felices de la nueva Checoslovaquia, son los amigos de Hurvinek y Spejel.” Y, de pronto, irrumpe el mensaje político: “Sin duda los padres de algunos de ellos murieron a manos de los nazis. Y yo digo, con toda mi alma: ¡No, ya no habrá más guerras! ¡No volverán los nazis! ¡No vendrán los imperialistas yanquis! ¡No, no, no vendrán! Nunca jamás”.944

En la despedida, recupera el tono lúdico con un “adiós Hurvinek, adiós Spejel. Me ha gustado mucho el País de los Títeres, el País de los Muñecos Pintados, el País de Nunca Jamás.”945

Las marionetas reaparecen en la poesía en “Títeres en la Boca del Riachuelo” (A la sombra de los barrios amados), “Buenos días, señora Luna” (Demanda contra el olvido), “Pequeña teoría” (Poemas para el atril de una pianola) y “El entierro del títere” (El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo). Este último poema cierra el ciclo vital de los muñecos:



Allí quedó el fantoche
al fondo del baldío
entre salvajes rosas
y juguetes perdidos.
Lloverá por la noche y al alba habrá un charquito
de agua junto a él,
bordeando la fosa.
Vendrá un niño y pondrá
su barco de papel.
Rosas: ¡Lloren por él!946

“La edad mágica del séptimo arte”

A cuatro años del nacimiento de Mickey Mouse, la creación del dibujante estadounidense Walt Disney es un éxito que comienza a extenderse por el mundo. Desde Crítica, González Tuñón comparte con los lectores su inquietud: “Estoy ansioso por saber qué es lo que va a ocurrirle ahora al ratón Mickey”.947

Días después analiza la irrupción de este personaje y lo relaciona con la actualidad política y social: “Mickey cree en la bondad. Gobernaría un país sin leyes. [...] Mickey será un tipo verdaderamente perfecto cuando se convierta a la revolución”.948

El autor considera que el dibujo es un “personaje real” que ya “andaba por el mundo y alguien lo atrapó llevándolo a la pantalla. Él pertenece a otra realidad. Tal vez a la otra dimensión. Y tal vez posea el sexto sentido”. Y traza un paralelismo: “Carlitos Chaplin no es la caricatura de lo humano sino lo humano mismo, su esencia, su estilización, su símbolo. Así, en las historietas, como señala [Arturo] Mom, Mickey es Carlitos. Y la caricatura es Timoteo, Codeguín, Martingala, Gil a Cuadros, Don Jacobo”.949

En su figura se condensa “el optimismo, la aventura, el sacrificio, la ingenuidad, el candor, la poesía, el heroísmo y el fervor. La vida del ratoncito Mickey transcurre como ‘la vida’. Y como la vida está llena de personajes, de acción, de novelas, de barcos, de injusticias, de compensación, de casas, de farsa, de crímenes, de robos, de misterios y de dudas”.950

Y en el final establece un lazo entre la infancia y la madurez, mediante el personaje de Disney, una “obra maestra”. Por eso llama al lector a “seguirlo y comprenderlo”: “Si Dios hizo al hombre, lo trató al principio como se trata a un niño y le dio un mundo para que se entretuviera. Un mundo que está evidentemente emparentado, en un todo, con el hombre. Ratón Mickey, historieta creada para los niños, ha pasado la frontera. Tiene, por fuerza, que interesar a los hombres”.951

En el primer número de Contra retoma su fascinación por Mickey y el mundo de los dibujos animados en su sección “Los sucesos, los hombres”:

Son maravillosos los dibujos animados en colores, de Walt Disney, presentados por el célebre ratón Mickey. Hay que creer que los niños de hoy nacieron con suerte. Nosotros teníamos que leer o escuchar los cuentos mágicos y hacer un esfuerzo de imaginación. Los niños de hoy encuentran todo servido: fábula, color, movimiento, música, paisaje, tipos, debido al laboratorio prodigioso de mister Disney. Una bruja montada en una escoba no es, además, una cosa muy extraordinaria. Pero si la escoba comienza a dar vueltas como una hélice y aterriza con la perfección de un aeroplano, eso es la gracia, la fantasía emparentada con la realidad, lo “concreto irracional”, que diría Salvador Dalí.952

Es necesario, a esta altura, señalar la importancia que adquiere Charles Chaplin y su personaje para González Tuñón, como parte de ese universo de la fantasía que no sólo, a juicio del poeta, es patrimonio de la infancia. Tanto en su poesía como en el resto de su obra las menciones a Chaplin adquieren un significado que excede la pasión por lo que representa para el cine como creador de un estilo cómico inigualable. Ese deslumbramiento por la obra y el personaje de Chaplin lo llevan a anunciar en 1929 que desea abandonar la literatura, viajar a Estados Unidos, trabajar en un circo y contactarse con Chaplin, de quien se “sentiría enormemente feliz como partiquino”. “¡Hay cosas que están dentro de uno y que no se explican!”, reflexiona sin dejar de lado la broma y la fantasía, e insiste: “No olviden que dejaré de escribir para dedicarme a otra aventura. Con eso ganarán las letras y yo”.953

Así, en “Canto inconcluso a Chaplin” recrea una escena de su famosa película de la etapa muda La quimera del oro:



Yo haría contigo y con Buster Keaton
el País de Nunca Jamás,
donde fueran todos los hombres del mundo
a vivir en paz.
Mi pobre Carlitos, no puede triunfar.
Adiós Jim Mac Kay, tu enorme figura.
Georgia, Georgia, ha vuelto a bailar
Borracha de gin del brazo de Jack.954

O cuando en “La canción de los perros de trineo” relata:



[...] Nunca tuvo
ni un ademán, ni una palabra amiga,
para los perros proletarios.
Tan sólo el látigo infamante.
Pero el gigante Jim Mac Kay solía acariciarlos
al pie de las colinas o en la puerta del dancing.
Y Carlitos Chaplin los hizo eternos.955

También se interesa por las observaciones de Chaplin sobre el oficio. En la nota “La resurrección de Petrouhcka [sic]”, González Tuñón se pregunta: “¿Quién decretará esa muerte [la del teatro]? ¿El cinematógrafo? No, el cinematógrafo, si no acata la fórmula de Carlitos Chaplin, irá al fracaso. He aquí lo dicho por Carlitos, que Arturo Mom ha recogido en una crónica magnífica: UN BUEN FILM HABLADO ES SIEMPRE INFERIOR AL ORIGINAL, PERO UNA BUENA VERSION SILENCIOSA PUEDE SER SUPERIOR”.956

La atracción que el cine mudo ejerce sobre González Tuñón –“si la infancia es la edad mágica del hombre, el cine mudo fue la edad mágica del séptimo arte”[957]– se anticipa en el poema “El séptimo cielo”, de Miércoles de Ceniza, dedicado a la actriz estadounidense Janet Gaynor, protagonista del film del mismo nombre, estrenado en 1927. En “Para grabar un disco”, de La calle del Agujero en la Media, esbozará el cambio tecnológico con las primeras experiencias sonoras: “Si yo no conociera el color de la voz de Janet Gaynor/ diría:/ Janet Gaynor debe tener una voz parecida a la tuya”.958

En “Poema de la Cenicienta ciudadana” compara a la protagonista con el personaje interpretado por Mary Pickford en Little Annie Rooney (1925): “Bien podías, pequeña Anita Ronnie,/ acaparar pilletes al pie del pizarrón improvisado,/ que tus manos nunca demasiado alabadas/ garabatearan de palotes grotescos”. De inmediato recurre a otra imagen cinematográfica para describir a la “Cenicienta ciudadana”: “Centavito de una lágrima que te dio un sitio en el cielo/ cuando te detenías en la puerta del cine/ cuando andaban tus ojos por Richard Barthelmess,/ que rompía los affiches con su blanca varita/ de policemen”.959

Hasta en los lugares más alejados de las grandes urbes observa que las personas se parecen a los artistas del cine. En “La vieja ciudad de Chilecito”, donde hace una pintura de esa región de la provincia de La Rioja, se encuentra con “un telegrafista gordo como Roscoe Arbucle”.960

Como parte de esa fascinación por el cine, en La calle del Agujero en la Media incluye “Quisiera hacer contigo una película hablada” –la muchacha protagonista tiene un “novio plomero parecido a Nils Asther”961– y tres poemas titulados con los nombres de tres figuras de Hollywood: “George Bancroft”962 –“Tengo una nueva risa grande hasta la corbata/ y una mujer que ama sin miedo y que me sigue./ No acuso nunca el gesto del hombre que delata/ ni del que huye ni del que persigue”–; “Evelyn Brent”963 –“[...] amiga de los ladrones y las prostitutas./ Carne viva del alma, luminosa y desnuda”– y “William Powell”964 –“Fue jugador, su vida fue una partida brava,/ el pocker, el amor, el contrabando y tuvo/ la impasibilidad de un filósofo escéptico/ que conoce lo inútil y pequeño del mundo”–.

Powell es uno de los actores más mencionados por González Tuñón. Aparece también en “La piedra alexandrita” –“un guapo, William Powell creo, de una sola trompada dobló el farol esquinero y para siempre el callejón quedó torcido como el alma de sus habitantes”965– y en “Los poemas de algún país” –al hablar del “fullero” Christophen, dice que es “para William Powell perfecto modelo, conoció en prisiones a O. Henry y Bret Harte”.966 Y en “Blues de los baldíos”, de Todos bailan, rescata a una heroína del cine mudo: “A la orilla/ pasaba Perla White en una camilla”.967

Casi cuarenta años después de publicar estos poemas hace un balance sobre el fin de la época pionera del cine:

El piano desapareció, pues. Alcanzamos a ver alguno arrumbado en el sórdido rincón de una abigarrada compraventa. Y al fin desaparecieron las orquestas. Llegaba el cine sonoro, el hablado, de los cuales surgió el actual con sus grandes hallazgos técnicos y su chamuchina. (Pensamos en la verdad de la frase de Chaplin, el insuperado creador de La quimera del oro: “Una película hablada puede ser igual al original; una película muda puede ser superior”. Por eso mismo tenemos presente la intensa sugestión del auténtico cine mudo).968

Sobre el final de la década de 1930, en momentos en que comenzaba la Segunda Guerra Mundial, González Tuñón escribe para El Sol un artículo que condensa su pensamiento sobre estos temas: “Hubo tiempos de magia en Hollywood...”. Allí sostiene que “nos quejamos porque al cine le han arrebatado la magia, la magia que debemos buscar tan sólo en el circo y en las marionnettes”.969

¿Cómo define magia? “Usamos esta palabra en el sentido más poético. Magia, que no es solo el juego, lo misterioso, lo desconocido, las capas invisibles, las zonas no descubiertas aún en el hombre y en la tierra que el hombre pisa. Magia, que quiere decir muchas cosas”.970

El tono autobiográfico se hace imprescindible para evocar “ese ruido de mariposa mecánica en la cámara del operador [...]. Cuando teníamos siete, ocho, diez años. Diez centavos la entrada, cinco de bizcochos, una tremenda emoción si el pianista nos saludaba moviendo la cabeza y el pianito, el pianito arrinconado, empolvado, reumático. Una cascadita de sonidos rodando, rodando en la oscuridad y la tela encendida, Almas que vagan, La mano que aprieta, Carlitos Patinador”. Y de inmediato da sus motivos para defender la época anterior al cine sonoro:

Ni chismes de Hollywood, ni críticos pretenciosos e ignorantes, ni grandes sueldos, sin duda, ni “vedettismo” llevado al extremo, ni teatro, ni insoportables tiradas. Entonces el cine, que no era sonoro, que no era hablado, se parecía más a la realidad, tenía más que ver con lo real ([¡]y por eso con lo mágico!) Mucho más que ahora. Era “lo fabuloso de lo real”.

Los niños de antes lo sabemos.

Los niños de antes no teníamos Walt Disney –excelente, desde luego–, pero teníamos Sánchez, Carlitos, Ben Turpin, Harry Langdon, Toribio, Larry Semon...

Teníamos casas que se desplomaban, teníamos Wallace Beery traidor y ojos de Clara Kimball Young, chalecos anticuados de Carlyle Brackwell y juventud de Paulina Frederik. [...] Teníamos vergüenza o menos centavos, más audacia, más alegría, más fervor, una angustia llena de felicidad... Y entrábamos a los cines, que eran mejores que los actuales porque eran barracones llenos de sombras, de misterio, de poesía, casi siempre sin pagar. Conservábamos las entradas que recogíamos, las guardábamos cuidadosamente, previo planchado. Había un color para cada día, el azul los lunes, el rosado los martes, el verde los miércoles, el blanco los jueves, el amarillo los viernes, el violeta los sábados, el colorado los domingos. Engañábamos fácilmente al portero y al acomodador.

¡Cómo sufríamos y cómo nos alegrábamos sufriendo! Igual que los poetas románticos. Como Espronceda, por ejemplo. (“Estoy alegre porque estoy triste”, que dijo alguien). Sufríamos como no se sufre ahora por el cine. Y gozábamos como ahora no se goza. ¿Por qué era todo más convencional, más falso? A lo mejor. Y a lo mejor ese es el secreto. El naturalismo es muy discutible...971

Así como en el artículo en que exalta a petrushka apela a la “ternura” que transmiten los títeres, en esta nota vincula ese sentimiento con la fantasía encarnada en una época pasada. Para ello, como otras veces, se dirige con complicidad al lector: “Es verdad que en la técnica moderna existe lo prodigioso, lo mágico. Pero ustedes me entienden. La magia de que yo hablo era verdaderamente mágica. Y nadie me negará su infinita ternura”.972

En la nota “El pianito del viejo cine mudo” ­–cuya volanta es “Junto al biógrafo Radium había un baldío”– reflexiona sobre estos temas con la distancia que le dan los años e incorpora otro componente característico de su mirada sobre la niñez, el baldío, “otro lugar de gran atracción, vinculado a extraños y dramáticos sucesos, a la leyenda popular. Todavía podía verse algún tiempo después, cuando el Radium, que de tan humilde parecía ya viejo, se convirtió a su vez en baldío, alzándose allí muy luego una fea casa de comercio, más para nuestros ojos infantiles ese Biógrafo [sic] era un palacio, la sede mágica del ángel y el duende”. Y tiene un recuerdo cariñoso para quien interpretaba las melodías en el piano, “la joven profesora de música que tocaba en el Radium de la calle Rivadavia, frente a la plaza Once”.973

En esa época, el cine era el “biógrafo” y las películas, “vistas”, protagonizadas por Monroe Salisbury si eran de vaqueros; “de señoritas alegres”, con Marguerite Clark; “de amor”, con June Caprice, George Walsh, Dorothy Dalton, Gladys Cooper; “de diversa índole”, con los hermanos Dustin, William y Franklyn Farnum; “en serie”, con Eddie Polo y Ethel Clayton, entre otros. Luego llegaron a “la cortina” Douglas Fairbanks, Rodolfo Valentino, Max Linder, Mary Pickford, John Barrymore, Barbara La Marr.

Los recuerdos del poeta están repletos de los actores y actrices que contribuyeron a forjar la industria cultural estadounidense. Así evoca a Maurice Costello con su pipa; a David Griffiths con sus “manos huesudas”; a Wallace Reid consumido por las drogas; William S. Hart, que “acabó sus días en su rancho californiano”; a “la transparente” Corinne Griffith; “al perfil idéntico de las hermanas Gish”974; al “increíble” Harold Lloyd; y a “esas largas y ardientes italianas que después engordaron y cuyas figuras adornaban tarjetas postales de entonces, felicitaciones de Año Nuevo, verdaderamente inefables.”975

[...] ir al cine era una aventura. Generalmente nos colábamos con facilidad. Cuando la proyección se cortaba pateábamos. El operador se desesperaba, la pianista tocaba con más fuerza el aporreado instrumento. Cuando el traidor iba a matar al héroe, gritábamos: –¡Cuidado!, y aplaudíamos la llegada del comisario, aunque en la calle, en el juego del vigilante y ladrón, todos queríamos ser ladrones...976

A modo de confesión, admite que “es cautivante, y un poco triste, volver a ver películas auténticas del lejano cine silencioso” y cierra el artículo con un dejo de nostalgia:

Trastos viejos los oscuros pianitos del cine mudo. Podrían estar ahora junto a un guante olvidado, de señora, o la caja que guarda los zapatos de María Pavlova977. Trastos viejos, recuerdos. Las partituras amarillentas en el atril, la señorita profesora, y la máquina de proyección, eso que ahora es polvo, debe ser polvo. Todo lo perdido o no perdido en el País de Nunca Jamás de la infancia. Todo lo extraviado y olvidado o no olvidado. La máquina proyectora del tiempo no para jamás, y el destino, operador misterioso, dale que dale a la manivela, hasta la eternidad.978

En la lista de actores y actrices recordados aparece Betty Bronson, a quien “esperamos un día a la puerta del Biógrafo, ay, inútilmente, luego de haberla visto en la cortina”.979 Esa anécdota, atravesada por la realidad y la fantasía, ya había sido incluida en los versos iniciales de “Poema de la Cenicienta ciudadana”, en Miércoles de Ceniza: “No eres ni Betty Bronson ni Collen Moore/ a quienes tantas veces esperé/ a la puerta del cine de mi barrio”.980

Esa acción onírica de esperar a unas actrices de cine a la salida del “biógrafo” como si fuera el teatro es parte del mundo tuñoneano en el que la niñez y la primera juventud quedan asociadas a un estadio signado por lo maravilloso y donde lo absurdo está permitido, en especial si tenemos en cuenta que Moore comienza a ser conocida después de su primer trabajo protagónico, en 1918, cuando González Tuñón rondaba los trece años, y Bronson saltó a la fama en 1924, cuando el poeta era ya un veinteañero. Ese deslumbramiento le hace decir a Juancito Caminador que “junto con las películas de mi adorada Betty Bronson y las peleas de peso pluma, no hay arte tan superior y armonioso, tan asombroso y sutil como el arte de la prestidigitación”.981

Pero por encima de todas, su actriz preferida, la “incomparable” y “única” Greta Garbo, aquella de quien conservaba una fotografía junto a otras de sus antiguas novias, en su “maletita querida”, según el recuerdo de Nélida Rodríguez Marqués, un descubrimiento de cuando se fueron a vivir juntos.982

En “Petrouchka”, uno de los poemas de La calle del Agujero en la Media, el enamorado confiesa: “prefiero tu carne verde y brutal, de Greta Garbo”.983 La actriz sueca también aparece en Todos bailan (“Carol estaba imposible y casi se agarra a las trompadas. Pero en ese momento llegó en avión la reina de Rumania y todos dijeron: Qué hermosa. Y el rey Gustavo dijo: Greta Garbo es más hermosa”984) y en Hay alguien que está esperando (“Al rato hizo su entrada Greta Garbo, con todos los leones de la Metro, vestida de Greta Garbo. Bárbara la Marr se unió a ella diciendo: –Gracias por haberme llevado orquídeas a mi tumba”985).

Esta última imagen será recordada años más tarde en la nota “El pianito del viejo cine mudo”, en la que destaca el gesto de la “incomparable” protagonista de Mata Hari, “cuyo rostro delicioso e inquietante apareció por primera vez en la pantalla muda”, al homenajear a Barbara la Marr, fallecida a los 29 años, consumida por una “anemia” que la transformó en “ángel”.986

Y en el cuento “El hombre de la tarjeta postal antigua” reaparece la evocación a Garbo: “‘¡Dolce amore!’, exclamó. Su voz era sugestiva, un poco oscura, como la de la inolvidable Greta Garbo”.987

El homenaje a actores y actrices de Hollywood de la época muda es permanente. En “La canción de los perros de trineo” se remonta a los años de su juventud para evocar una de sus películas preferidas:



Acaso allí estará todavía el retrato
de Gladys Brackwell988, la de “Almas que vagan”,
que enamoró al aventurero del silencio
desde la tela remendada
del viejo cine y bar
donde corrían el vino y la baraja
y relucía a veces el relámpago
súbito del bufoso o la navaja.989

Otro de los cómicos recordados es Harpo, el integrante mudo, que toca el arpa, del clan de los hermanos Marx. En este caso, al poco tiempo de su muerte: “Y yo busco a un deshollinador para preguntarle si sabe dónde está ahora Harpo Marx o dónde la chimenea por la cual se escapó de la vida para volver al sueño”.990 Su figura le sirve para reflexionar sobre otros temas desde el verso: “Y desde qué clavel del aire/ o qué alga marina, o qué arpa de Harpo Marx/ apareciendo en un desván, de súbito,/ el porvenir –que es poeta– nos mira.991

Como síntesis evocativa funciona el poema “El cine vacío”, de Poemas para el atril de una pianola, que tiene como epígrafe la reiterada frase de Chaplin sobre las ventajas del cine mudo sobre el sonoro:



...y es ahora cuando los artistas
que animaron el film y ya murieron
se acomodan en las frías butacas
y miran la cortina aún caliente
de la vida copiada.
Y entonces el silencio
es el extraño réquiem para un Biógrafo
que se llamaba Radium. Para todos
los Biógrafos caídos de la pantalla muda,
ya polvo muerte magia adiós olvido.
Y la señora que tocaba el piano.992

Un quiebre en ese tono se produce con “Surprise party en Hollywood”. El humor negro, la burla y la ironía desarticulan el relato: “los magnates del cine, de pie sobre los cadáveres de miles de ‘extras’, presidían la fiesta en el palacio de los Siniestros Censores”; “cuando todo estuvo listo trajeron en una camilla a Rodolfo Valentino, recién operado. Hacía tiempo que estaba enterrado, sin embargo. Me acuerdo de su entierro. Fue solemne. Llovía”; “en seguida entró Buster Keaton pidiendo ayuda para las víctimas de la persecución racial. Los magnates del cine lloriquearon, pero no dieron un céntimo”.993

“Chiquilines que alegran los barrios”

González Tuñón considera que los oficios de poeta y de periodista deben ligarse al ejercicio cotidiano de la sorpresa. Es por ello que viajar es una filosofía de vida, que expande los sentidos y los pone a disposición de tres lemas ya mencionados: “Contempla el mundo” (Bacon), “Cambia la vida” (Rimbaud) y “Conquista el mundo” (Victor Hugo).

A los 30 años ya había estado en varias provincias argentinas y en Uruguay, Brasil, Francia y España. Sus poesías, sus relatos y sus trabajos de prensa nacían de ese contacto con la gente, las ciudades y los pueblos.

En El otro lado de la estrella hay tres cuentos que reúnen esas ansias por descubrir otros ámbitos con la observación de hechos muy distintos relacionados con el mundo de la infancia. “Los tres niños vagabundos” transcurre en la provincia de Córdoba; “Menina morta”, en Brasil; y “La feria de Menilmontant”, en los suburbios de París.

El primero narra los padecimientos de tres chicos pobres que llegan al pueblo cordobés de Totoral, en 1933. Por las noches roban gallinas o frutas para alimentarse, son atrapados, exhibidos en la plaza como “escarmiento” y luego entregados a la Justicia. Como contraste, González Tuñón comienza la historia con la situación de los niños sin hogar en la Unión Soviética, que también difiere de la que se vive en Estados Unidos.

Al referirse a los chicos del incidente en Totoral, comenta: “Una persona de buena voluntad dijo que debía dárseles trabajo o enviarlos a sus hogares sin más trámite. Esta persona no era, como es de esperar, ni el cura del lugar que, al domingo siguiente, atacó con furia a los niños desde el púlpito, ni el Jefe Político, buen esposo y buen padre, ni el Comisario, buen esposo y buen padre, ni un representante de las cinco o seis familias tradicionales en las que abundan tantos niños. Era el borracho del pueblo...”.994

“Menina morta”, prosa poética fechada en Río de Janeiro en 1931, comienza con una contundencia conmovedora:

Ha muerto una niña. ¿Fue en Un País de Lluvia o en la Isla de las Orquídeas Salvajes o en un pueblo de nombres tan bellos como Bello Horizonte, Belém, Manaos?

¿Fue en la encrucijada de los grillos, al borde de las vías abandonadas, en la ruta de las riquezas agotadas o en la punta de los nuevos caminos en donde se enamoran de los faros los atajacaminos?995

Es una pequeña sin nombre, virgen aún:

[…] todo lo que habrá soñado antes en la frescura de catarata de esas piedras gigantes que hay casi junto al cielo con geográficos nombres. [...] Todo lo que habrá soñado antes en su andanza alerta de quince años, oyendo el cuerno de fuego de los días y el sordo tamboril de las noches, en las duras llanuras impresionantes o al borde de los ríos espesos y tremendos. [...] Todo lo que habrá soñado oyendo en las navidades, en las ferias, en los carnavales y en las revoluciones el dramático y feroz chocalho996 de los negros y la quejosa guitarra viajera de los blancos y los clarines y las voces de los pregoneros y los oradores. [...] Ha muerto una niña, y yo pienso: ¿De qué país vendría el fuerte muchacho esperado a ceñir su cintura y empujarla hasta el recodo propicio?997

En Francia, por último, González Tuñón recorre la feria de Ménilmontant que “no se parece a ninguna. Es más callejera, más confianzuda de los árboles y de las plazas, más alegre, tierna y ruidosa que las otras. Y también más triste”. Allí se mezclan los espectáculos de variedades para grandes y chicos, donde se divierte

una multitud ingenua que cree o no cree en el león con cabeza de hombre; en la serpiente con cabeza de mujer, en la infabilidad [sic] de la echadora de cartas. Y se emociona o no ante la canasta sangrienta de Rigaudin, expuesta en el barracón de las penas de muerte [...]. Y las estampas pornográficas vistas a través de gruesos lentes mientras del agujero del techo cae el riel helado de un reflector. [...] Y el júbilo de la libra de chocolate de papel dorado, de la botella de vino de sospechoso nombre, del ventrudo fetiche chino, del muñequito de aserrín, ganados al paso. Y el circo de pulgas del Dr. Orloff. Y “La comida de las fieras”. Y el teatro de títeres, delicioso, antiguo y noble, muy superior al teatro de los hombres. Esos títeres que, como los habitantes de la feria, dan tres vueltas y después se van.998

González Tuñón, que caminó por aquella feria en su viaje a Francia, entre 1929 y 1930, rescata que su amigo Guibourg, por entonces corresponsal en Europa de Crítica, compra un boleto de acceso a uno de los juegos y se lo regala a un chico sin dinero.999

Otros niños le llaman la atención al poeta-periodista: los seis integrantes de la banda musical del “viejo papá Becquelin”, que “no hacen treinta años entre todos”.

¡Habitantes del Agujero en la Media! Son esos mismos chiquilines que alegran los barrios más lindos y más pobres de París. Los chiquilines de Contrescarpe, de Santa Genoveva, de la plaza de la Alegría, del barrio de las latas de la Puerta de la Chapelle, de la calle de la Paloma, de la calle de los Ositos, de los portalones musgosos de la Isla de San Luis, de los negocios de traperos de la calle Le Regrettier, de las carpinterías del Pasaje de la Mano de Oro, del jardincito franciscano de la iglesia de Saint Germain des Pres.1000

De entre los pequeños músicos posa su mirada en Chifonnette, que tiene “la boina caída a un costado y las mejillas tiznadas”, como una muñeca apache, y luego de tocar el bombo es la encargada de pasar el platillo, donde caen unas pocas monedas y “tachuelas, carreteles sin hilo, tornillos, trozos de alambre, trompos sin punta, muñequitos de barro sin nariz, soldaditos de plomo mutilados en las guerras de las calzadas. [...] Y Chifonnette sueña con cajitas de música, con muñecas que hablan, con enanitos y troikas y grandes bollos rellenos de dulce, y con dormir, dormir, junto a un arroyo, o sobre el puente de Avignón, con el viejo bombo de almohada”.1001

Después de El violín del diablo, González Tuñón tenía previsto publicar un segundo poemario, Don Juan de las Casas Blancas, según relata en la breve autobiografía escrita para Exposición de la actual poesía argentina (1922-1927), una antología de nuevos poetas compilada por Pedro Juan Vignale y César Tiempo.1002 Ese libro no llega a publicarse, al menos con ese nombre que remite a un juego infantil de las primeras décadas del siglo XX, al que se refiere en “Canción para el hijo de Mónica Ananía”. En ese poema, incluido en La veleta y la antena, utiliza como estribillo la frase con que comienza el juego: “Don Juan de las Casas Blancas, ¿cuántos panes hay en el horno?”.1003

Las canciones y las frases de los juegos infantiles empiezan a aparecer en sus primeros libros. En uno de los cuentos de El otro lado de la estrella incluye el popular “A la lata,/ al latero,/ a la hija del chocolatero”.1004 El poema “La Niña de Moda”, en Canciones del Tercer Frente, está compuesto según la estructura del tradicional “Lobo, ¿está?”. Así comienza: “Está la Niña de Moda/ vistiéndose para la/ boda./ Niña de Moda, ¿está?”.1005

En “Carta a la barra de Flores”, publicado en Hay alguien que está esperando pero fechado en 1927, incorpora otra diversión de la niñez: “Oh Primo, Primo, Primo con su voz de falsete,/ y el ir a la kermesse [sic] como quien va a la infancia/ a pasarse la vida jugando al Gran Bonete./ Lindo es mirar la luna de oro a la distancia”.1006

La tradicional canción “Mambrú se fue a la guerra” y su protagonista están en “El regreso de Mambrú” (Canciones del Tercer Frente), “Poema caminando” (A la sombra de los barrios amados) y “El día del regreso de Mambrú” (Crónicas del País de Nunca Jamás).

La calesita, un típico divertimento infantil, tiene su poema propio en Todos bailan: “Tío Vivo”. Allí, González Tuñón emplea el término usado en España para nombrar al juego con sus “caballitos [...] lustrados, alrededor del organillo”, que reaparece en el estribillo musical “los fantoches del Tío Vivo todos bailan, todos bailan”. Y entre los giros y las imágenes golpea con la realidad: “Y suena la música, la deliciosa,/ qué hermosa es la música del organillo./ Yo creo en Dios y eso que soy comunista./ También me gusta el organillo y eso que reconozco/ la poca calidad de toda música”.1007

Con el tiempo, las calesitas “que se mueren de a poco en los baldíos” fueron apartadas y entraron en los territorios del olvido, como los “encajes de Bruselas o de Brujas la Muerta”, “abanicos de otros días”, “medallas de perfiles ya borrados”, evoca en “Blues de las cosas viejas”.1008

En el cuento “El ladrón de la calesita”, un chico pide a gritos que detengan a quien se llevó “el alma”, la música de la “Magia Que Da Vueltas”. Él vio que alguien cargaba “un bulto grande al hombro”, pero el narrador de la historia –el propio González Tuñón– se incomoda por esa situación en la que el alarido incitaba “a la caza del hombre en el gran bosque de cemento” y aprovecha para contar:

[…] cuando jugábamos al vigilante y ladrón se presentaba un problema pues nadie quería hacer de policía, aunque ya nos habían dicho que, como otros, desgraciadamente en este mundo, la policía es un mal necesario...

Pero además sabíamos por instinto que en general los ladrones son fruto del medio ambiente, determinados por la sociedad dividida en clases y su secuela, la desigualdad, la injusticia, a veces la desocupación, la miseria, en fin. Y que el vigilante, aunque en el fondo sea un hombre como todos, y los haya buenos y malos, como ocurre con los ricos y, ay, también con los pobres, es un instrumento de clase, una pieza en el engranaje del aparato estatal.1009

Después de expresar su postura ideológica, evoca su mundo infantil:

Volví a ver las modestas calesitas de los baldíos, de las plazoletas. Con su forma de carpa, imitación en miniatura del típico circo, con un vaivén, con su sube y baja al ritmo de la música, la calesita sigue siendo uno de los mejores poemas de la ciudad. Es digna de verse una de las que funcionan todavía en el jardín Zoológico de Buenos Aires. Tiene un nombre grabado: Carrusel. Tiene ángel, tiene duende, se mueve con la música de un organito.1010

Aquella imagen metafórica –“Magia Que Da Vueltas”– se convierte en el título de un poema1011 en el que arma una estructura donde el juego es sinónimo de frío, llovizna, noche, muerte, una visión prenunciada en los versos de “La barrera escondida”, donde detrás de la barrera “hay una calesita asomada allá lejos,/ sola como un testigo”.1012

Un estribillo de un viejo foxtrot le sirve a González Tuñón para reflexionar sobre la infancia: “la calesita se rompió, lari-lari-lará...”. Esta frase, recogida en un relato del mismo nombre publicado en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, lo lleva a su niñez y aunque haya quedado “arrumbada junto a otras cosas de la época de la revista PBT y el Tit-Bits; los cigarrillos Vuelta Abajo, la tienda A la ciudad de Londres, el carnaval, el fonógrafo”, la memoria será la encargada de mantener en tiempo presente aquellas “calesitas antiguas” que sobreviven en “ciertos barrios apartados” y en “determinados rincones del Gran Buenos Aires”.

Mientras exista un niño, un cuaderno San Martín, un balero, una muñeca, un barrilete, una cajita de música, una pelota de trapo, una botella con un barquito adentro, la rayuela, la rabona, la kermese, el circo trashumante, el Zoológico, el Himno a Sarmiento, Navidad, Año Nuevo, Reyes, la noche de San Juan, el baldío, habrá calesita. No se romperá jamás, porque el niño tendría que dar un salto, quemar etapas, convertirse de súbito en hombre.1013

En esta enumeración encontramos muchos de los elementos preferidos de González Tuñón. Algunos ya los hemos analizado o mencionado. Con el resto, podemos hacer un repaso:

  • balero: “Árbol de Navidad” (Proa)

  • muñeca: “La fábrica de sueños clausurada” (La veleta y la antena), “Clínica de muñecas” (A la sombra de los barrios amados)

  • barrilete: “El barrilete en forma de estrella” (El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo), “Poema figurativo con luz oeste” (Poemas para el atril de una pianola)

  • cajita de música: “El Mercado de Pulgas” (Todos bailan), “Motivo para una cajita de música” (A la sombra de los barrios amados), “El visitante” (Poemas para el atril de una pianola)

  • barquitos en botellas: “Poema figurativo con luz oeste” (Poemas para el atril de una pianola), “La calle del Agujero en la Media” (La calle del Agujero en la Media), “El barquito dentro de la botella” (Miércoles de Ceniza)

  • rayuela “El ciego al pie de la carreta” (Miércoles de Ceniza)

  • rabona: “Sonata de domingo” (Crónicas del País de Nunca Jamás)

  • kermese: “Eche veinte centavos en la ranura” (El violín del diablo)

  • zoológico: “Réquiem para un jardín zoológico” (El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo), “Sonata de domingo” (Crónicas del País de Nunca Jamás)

  • Navidad: “Árbol de Navidad” (Proa)

  • Año Nuevo: “Año Nuevo” (Martín Fierro)

  • Reyes: “Árbol de Navidad” (Proa)

  • noche de San Juan: “La casa frente al muro del asilo” (A la sombra de los barrios amados), “La fogata de San Juan” (A la sombra de los barrios amados)

Una frase del antiguo libro de lectura infantil Veo y leo, de Ernestina A. López de Nelson, le quedó grabada a González Tuñón. En el relato “El banjolele”, de El otro lado de la estrella, desliza la oración de aquel “primer libro de escuela” –“Sofá, cama, sopa, la bola va sola, cada nabo soso, mamá, papá”­– que reaparece en el poema “Cosas que ocurrieron el 17 de octubre”, de Todos bailan.1014

“Me dan uva”

La niñez es percibida por González Tuñón no sólo en su aspecto tierno y lúdico, sino también cuando se encuentra con una situación que rompe la armonía y la felicidad pretendidas para esa etapa de la vida. En poemas y notas se conmueve, cuestiona, denuncia, se compadece, acusa.

Ya mencionamos unos versos de “El conventillo” (El violín del diablo) donde el autor se detiene en un niño huérfano que sólo tuvo un año de escuela y que para mantener a su abuela trabaja como vendedor de diarios. También aludimos al relato “Los tres niños vagabundos” (El otro lado de la estrella) en el que narra una experiencia presenciada en el pueblo cordobés de Totoral.

El drama del levantamiento de Asturias y de la Guerra Civil española contiene algunos hechos desdichados protagonizados por chicos. En La rosa blindada, el poema “Dos historias de niños” se ocupa de los pequeños “buscadores de oro negro”: “La camioneta arranca con rumbo a la voz baja de las cocinas desoladas, y ruedan las cabezas de los niños sin sueños, bajos las viejas lunas del carbón, oh, rayos muertos”. Esa camioneta “enloquecida” lleva a seis niños muertos, “armados de fusiles y canciones”, y sus madres los recibieron: “Y la fusilería las alcanzó a la entrada del cañón y los niños sangrientos con las manos cortadas, con los ojos caídos a la altura del sexo quedaron adheridos a las madres de senos desgarrados”.1015

Ambientado en esa época, el cuento “Los asesinos de la callejuela” relata la historia de un grupo de chiquilines que tiene como pasatiempo preferido cazar mariposas y que inesperadamente forman parte de la convulsión social de aquellos días de octubre de 1934, con levantamientos populares en distintas ciudades españolas.1016

Dos poemas de La muerte en Madrid reflejan los terribles días de la guerra donde “de pronto un niño solo entre el acero/ por el viento cortado de una calle de obuses;/ y una desolación de letreros sin puerta,/ de muñeca con barro mutilada, olvidada,/ de balcones vacíos colgando manos muertas./ A veces los escombros cubren niñas dormidas,/ empolvadas, desiertas entre la primavera”.1017

En esa misma línea se encuentra “Los niños muertos”. “Murieron como todos los niños sin preguntar de qué y por qué morían”, comienza el poema que describe un bombardeo nocturno sobre la ciudad donde los pequeños fallecieron “asesinados por grandes mecanos armados, con los que ellos soñaban cada noche”.1018

Así como de su estadía en España en 1935 González Tuñón conserva un títere como uno de los mejores regalos recibidos, de su viaje en 1937 guarda una mascota antifascista catalana. “El más pequeño de todos” (o en catalán, “el més petit de tots”, nombre tomado de un verso de la canción popular “Els tres tambors”) es una figura creada por la dibujante Lola Anglada (1896-1985) en el comienzo de la Guerra Civil como parte de la campaña en favor de la República, que luego se corporiza gracias al escultor Miquel Paredes Fonollà (1901-1980). Es un niño vestido con un overol y un gorro frigio y en su mano derecha lleva la “senyera” (bandera catalana) –también había con insignias republicanas– y tiene el puño izquierdo en alto. Esa figura tierna y de incitación a la lucha despierta en el poeta un relato que recoge en Las puertas del fuego.1019

La relación entrañable con la mascota le permite reflexionar a González Tuñón sobre distintas situaciones de la contienda en las que los protagonistas son chicos. “El más pequeño de todos es el que, vivo o muerto, me ha impresionado más en España”, confiesa. “En Barcelona sólo quedó en el muro de la casa un bodegón, un cuadro de colores chillones, en el que fuera humilde comedor del último departamento. Detrás del cuadro hallaron noventa céntimos en una cajetilla. El niño de la casa, el más pequeño de todos, los había ido reuniendo, perra por perra. Quise ir al entierro del niño, pero ya era tarde”. Y cuenta otra anécdota:

Después del último bombardeo de Valencia, en la Covachita, una taberna que frecuentábamos, el pequeño hijo del dueño, el más pequeño de todos, le dijo a una muchacha amiga que solía besarlo cada vez que entraba:

–¿Cuándo vas a llevarme a la plaza de Castelar?

–Un día de estos –contestó la muchacha.

–¿Y también a tu casa?

–No, a mi casa no.

–Ah –dijo entonces el niño, el más pequeño de todos– tu casa... ¿está rota?

Él ya había visto una casa rota cerca de la suya.1020

“Los niños”, también de Las puertas del fuego, sigue la misma línea que el texto anterior y recopila diferentes situaciones protagonizadas por chiquilines. En una de ellas cuenta que en la evacuación de un edificio en Valencia durante un bombardeo, el músico chileno Acario Cotapos estaba reunido con el resto de los ocupantes, entre ellos, una mujer con un bebé en brazos que “abría sus ojos con sueño”. De inmediato, “lo acarició haciéndole gestos y bromas. ¡Tan de Cotapos! El bebé lo observó un instante seriamente y luego alzó el dedito índice al cielo –al tiempo que los ojos– queriendo decir, sin duda: ‘¡Cómo para bromas!’”.1021

Las historias que agrupa introducen a una reflexión personal que sirve de remate del relato: “[...] Adoro a los niños. Es la edad más fina, más imaginativa, más creadora, más audaz y, posiblemente, más seria del hombre. Siempre que hablo de España recuerdo, en primer término, a los niños. Un niño es un verdadero héroe. Sí, es el padre del hombre, pero también el Hijo del Hombre. ¡Qué responsabilidad!”.1022 “El niño es el padre del hombre” es otra de las frases preferidas de González Tuñón y la emplea de diversas maneras, por ejemplo, como cita en un texto periodístico o la incorpora en el verso de un poema.1023

Como ya dijimos, González Tuñón escribe durante la Segunda Guerra Mundial crónicas sobre diversos hechos de la contienda que publica en El Siglo de Chile y en La Hora de Argentina, ambos diarios pertenecientes al Partido Comunista de cada país.

En “El martirio de Herschel Grynszpan” cuenta la historia de ese “niño, sí, apenas un adolescente”, que mató al secretario de la embajada alemana en París, Ernst vom Rath, al no tener respuesta sobre la deportación de su familia al igual que la de otros miles de polacos de origen judío que fueron expulsados de Alemania y llevados a campos de concentración. El asesinato del jerarca alemán fue la excusa que usó el régimen de Hitler para desencadenar la denominada “Noche de los cristales rotos”, entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938.1024

González Tuñón se nutre de la información periodística y luego le incorpora un estilo ficcional para elaborar un relato con elementos poéticos:

¡Pobre, pobre niño Herschel, que va camino de Alemania, en un coche blindado, bajo la feroz mirada de los S.A.!

¿Vuelves a la primavera de tu pueblo, infeliz?

¿Vuelves a los abigarrados ghettos para comer semillas de girasol?

¿Vuelves a divisar las cigüeñas que en el crepúsculo se refugian en las altas torres sonoras?

¡Vuelve Herschel, el pequeño Herschel!, dijeron las cigüeñas.

Las viejas canciones del Rin dijeron: ¡Vuelve el pobre niño Herschel!

¿Qué ha sido de tu vida, Herschel? – preguntaron las vacas y las palomas.1025

Y el manejo de elementos fantásticos también se observa con la incorporación de Pepe Grillo, el personaje que se convierte en la voz de la conciencia de Pinocho, el muñeco de madera creado por el escritor italiano Carlo Collodi. En el relato, Pepe Grillo le dice al protagonista: “Hiciste mal, mi pequeño Herschel, pero no tienes la culpa. Mal hicieron los nazis primero, mal hicieron después los traidores de Francia, mal hacen los nazis ahora, castigándote sin piedad... Mañana, al alba, morirás, pequeño Herschel, pero ¡no dejes de sonreír!”.1026

Entre los artículos publicados en los diarios comunistas y luego reunidos en Himno de pólvora están “El niño enclenque”, en el que cuestiona el poema del mismo nombre del francés Paul Claudel porque reivindica la resignación cristiana ante el sufrimiento; “Niño muerto con una paloma”, que narra en forma de cuento el fusilamiento del pequeño Vitya a manos de los nazis porque creyeron que el ave era usada para enviar mensajes en la ciudad soviética de Rostov del Don; “El camión del alba”, donde una huérfana de 14 años se deja violar por guardias civiles madrileños ante la promesa de que si lo hacía su abuelo, condenado a muerte “por rojo”, iba a salvarse; “Chacales”, en el que una abuela judía ve cómo se llevan a su nieta a un campo de concentración; “Jovencita muerta”, una crónica cargada de sentimientos que lleva como epígrafe una frase “del diario de un oficial nazi”: “Ni las más jovencitas lloran cuando se las fusila”.1027

En un artículo publicado en El Siglo en 1943 opina que “uno de los crímenes que habrá que cargar a cuenta de la sociedad capitalista es el hecho de que ésta, creadora de la miseria, obliga a los padres pobres a hacer trabajar a sus hijos. ¡Y la burguesía convirtió en ley esa aberración!”.1028 Luego de ponderar el tratamiento que recibe la infancia en la Unión Soviética y de recomendar varios libros cuyos protagonistas son chicos, relata sobre el cierre una anécdota ocurrida en Chile. Durante una visita a ese país, y tras visitar una estancia, el vicepresidente estadounidense Henry Wallace “hizo detener el automóvil en el camino y llamó a un niño que pasaba, un ‘huasito’”.

–¿Cuánto ganas?– le preguntó

–Me dan uva...– respondió el niño.1029

Su conmoción ante el abuso y la desprotección infantil también es retratada en los versos de “Los niños abandonados” (Canciones del Tercer Frente), “Epitafio para la tumba del niño muerto de frío” (Primer canto argentino) y “Versos a una fotografía” (Hay alguien que está esperando). Aquí no hay una situación de combate sino una conjunción de pobreza, miseria y marginalidad como elementos comunes, aunque padecidos en geografías diferentes. Si el primer caso puede mostrar un panorama de exclusión de cualquier ciudad, sin ninguna referencia específica, los otros dos están situados con precisión: Santiago de Chile y Valle de Calamuchita, en Córdoba.

El último poema es publicado por primera vez en Orientación y está ilustrado con una foto de una nena vestida con harapos:



Mirad ese retrato. Lo arrojo como un grito
al rostro de la patria. Oh niña campesina
que posas con temor, como un animalito,
en un lugar de Córdoba. Sucede en la Argentina.
[...]
Cuando cayó Spartacus pronunciaron su nombre.
Desde hace dos mil años Jesús muere por ella.
Es la hija del padre y la madre del hombre.
Y por ella suspiran la paloma y la estrella.1030

“Cuando mataron la sonrisa” es un relato incluido en su libro de viaje por los países comunistas, a partir de una visita a un hogar de niños que habían sufrido los campos de concentración nazis. Sus padres no sobrevivieron.1031

Jamás el olvido pasará su mano de ceniza sobre esta fecha en mi cuaderno de viaje: 22 de noviembre de 1953. Quizás la emoción más fuerte, y conmovedoramente delicada, de nuestra visita a la Unión Soviética.

Son las 11 de la mañana en el Hogar de Huérfanos Nro. 13 de Kiev, rodeado de árboles y jardines que evocan numerosos mitines de abejas y mariposas.1032

Durante aquel periplo, González Tuñón recibe un pañuelo rojo de pionera como regalo y promete que, en retribución, les obsequiará un poema:



Lo llevaré siempre conmigo,
como una medalla,
como una bandera,
como un juramento,
como una canción,
como un compromiso de lucha por la paz.
Y cuando yo me muera
quiero que lo coloquen
[...]
sobre mi corazón.1033

Durante ese viaje también queda impactado por las guarderías infantiles soviéticas y esa impresión la recoge en otra crónica del libro, recargada de exaltaciones al sistema comunista de Moscú y del resto de las naciones del Este visitadas.1034

A través de los años, retoma la temática de las consecuencias terribles de la Segunda Guerra Mundial al recordar en dos poemas la historia de Ana Frank, la jovencita de origen judío que murió en un campo de concentración y que dejó escrito un diario, encontrado en la casa que habitaba junto a su familia en Ámsterdam.1035

Pero las continuas disputas bélicas le proporcionan tema para nuevos poemas. Así nace “Los niños perdidos” con la guerra de Vietnam de fondo. A partir de imágenes fotográficas de pequeños inmersos en el drama de los pueblos devastados arma sus versos y los une a su experiencia directa:



Porque yo vi a un niño contemplando
al filo de una aurora áspera
el chubasco feroz de la batida
policial, en la Villa de la Desesperanza:
¡No habrá sosiego, no habrá rosas,
no habrá belleza hasta que no se acabe
la fealdad sobre la tierra!1036

Los testimonios poéticos abarcan además las penurias cotidianas como en “La huelga de las costureras”, donde la pobreza se enlaza con el conflicto social y se genera una situación en la que hay un “niño que crece solo, náufrago del hogar”; o como en “Réquiem para un muchacho ahogado”, un homenaje al adolescente que vivía en una villa miseria y que murió en un arroyo por salvar a un amigo más pequeño.1037

PALABRAS FINALES

En la primera parte de este libro intentamos demostrar que los lazos entre el periodismo y la poesía significaban un rasgo ineludible a la hora de analizar la producción tuñoneana. De ahí el propósito de abordar ese acercamiento entre ambos universos. A medida que avanzábamos en la búsqueda, esos cruces se multiplicaron: un poema acompañaba a una nota como una suerte de recuadro, un artículo aparecía atravesado por referencias poéticas y/o literarias, un breve ensayo reflejaba la vida de un vate o los pliegues de la creación poética. Para mostrar de manera más cabal esos procedimientos, consideramos que era necesario sumarle a la biografía periodística una segunda parte en la que nos detuviéramos en una serie de temáticas relevantes que aparecían en ambos registros.

El estudio de los cuatro tópicos elegidos –“Espacios”, “Afectos”, “Ideales” e “Infancias”– complementa algunos aspectos de la vida y la obra de González Tuñón que en las páginas biográficas solo fueron esbozados. A esa lista podría haberse sumado “Tangos”, un eje para ahondar en la relación de González Tuñón con el género musical rioplatense. El desafío de transitar por esa línea de investigación queda abierto para que algún curioso –de acuerdo con el consejo recibido por uno de los protagonistas de la película Jules et Jim– se adentre en esa veta inexplorada.

“El periodismo me cambió la vida, me definió”, enfatizaba González Tuñón pocas semanas antes de morir ante un cronista que lo reporteó en su casa de la calle Amenábar, recostada sobre las vías del ferrocarril.1038 Sin lugar a dudas, ese cambio rotundo fue el ingreso a la Crítica de Botana. Y es la poesía la que le permitió ingresar definitivamente al mundo del periodismo profesional: un poema dedicado al dibujante Mono Taborda impactó al dueño y director del vespertino. La pasión surgida en la infancia y fomentada por sus maestras de primaria, sus hermanos Tita y Enrique y su curiosidad arrolladora se potenció en las redacciones, las coberturas, la bohemia y los pormenores de la cotidianeidad de los trabajadores de prensa. Y así, las máquinas de escribir y las lunas con gatillo configuraron el universo simbólico tuñoneano.

El trabajo periodístico le aportó a González Tuñón lo que consideraba la “savia nutricia” para sus poemas. Sus sentidos quedaban impregnados de elementos que se desprendían de los hechos en que participaba como reportero y que luego eran retomados bajo el código poético.

Esa coexistencia amorosa entre el periodismo y la poesía no puede acotarse a un período determinado de la vida profesional de González Tuñón. A través de medio siglo de transitar entre ambos territorios, los vínculos se fortalecieron, a pesar de momentos de cuestionamientos por culpa de “la tiranía de la Oficina de Publicidad”, una eterna amenzaza para los trabajadores de diarios y revista. La necesidad de hacer periodismo no era solo una manera de asegurarse la subsistencia de él y su familia; era una necesidad vital que no podía desprenderse de la condición innata de poeta.

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NOTAS

1 Salas, Horacio, Conversaciones con Raúl González Tuñón, Ediciones La Bastilla, Buenos Aires, 1975, pp. 23-26, y “Un soldado de la poesía”, en Así, 23 de julio de 1974.

2 Ibidem. En el texto en prosa “La calle con un fusil al hombro”, incluido en su segundo libro, Miércoles de Ceniza (1928), aparece la dirección de la casa. Elementos de la vida privada volcados en la producción artística constituyen una faceta que se repite en la obra tuñoneana. En esta investigación analizaremos varias manifestaciones de este mecanismo. La expresión “Once proletario” se encuentra en el poema “Calles y muros”, incluido en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, Buenos Aires, Losada, 1977, p. 18.

3 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 24.

4 González Tuñón, Raúl, “Presentación”, en El violín del diablo–Miércoles de Ceniza, La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1973, p. 8.

5 Ibidem, p. 7.

6 González Tuñón, Raúl, “Crítica y los años 20”, en Todo es Historia, Nro. 32, diciembre de 1969, p. 56.

7 Ibidem. González Tuñón recuerda la sorpresa que le causó un episodio que lo tuvo como protagonista: “En un atardecer de otoño de 1924, salió de la Casa Rosada un hombre elegante, pintón. Caminando lentamente por la Avenida de Mayo llegó hasta el café Tortoni, donde había un letrero anunciando un recital de poetas jóvenes. Descendió al subsuelo, en el cual funcionaba La Peña, sentóse frente al tinglado, le sirvieron una bebida, y se dispuso a escuchar a Nicolás Olivari, a Carlos de la Púa y a mí, desconocidos por él, sin duda, ya que aún no habíamos publicado libros, soportando luego una regadera de poemas inspirados por ambientes y tipos de un Buenos Aires sombrío y pintoresco, versos que hoy se llamarían de protesta... El señor elegante se acercó a la tarima al finalizar el acto estrechándonos las manos y felicitándonos cálidamente. Era un porteño típico, era el presidente de la República, Marcelo T. de Alvear y era cuando los presidentes andaban solos por la calle”. En su libro La literatura resplandeciente, precisa que el encuentro fue “a fines de 1926”. Esta fecha coincide con la inauguración de la peña del Tortoni, el 25 de mayo de ese año. En cualquiera de los dos casos, Olivari ya había publicado su primer libro: Carne al sol es de 1922. Luego le siguieron La amada infiel (1924) y La musa de la mala pata (1926).

8 Para profundizar en un análisis más amplio sobre Inicial, consultar el estudio preliminar realizado por Fernando Diego Rodríguez en Inicial: Revista de la nueva generación (1923-1927), Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2004.

9 Estos poemas integran su primer libro, El violín del diablo, publicado en 1926 por el editor Manuel Gleizer, al igual que sus dos obras siguientes, Miércoles de Ceniza y La calle del Agujero en la Media.

10 Archivo de la familia González Tuñón.

11 En la actualidad, Colegio Nacional de Buenos Aires.

12 “El cantor Raúl González Tuñón”, en el suplemento La Opinión Cultural, 6 de mayo de 1973, p. 3.

13 Suplemento Semanal de La Protesta, Nro. 127, 23 de junio de 1924, p. 5. El poema ya había sido publicado en abril de ese año en el número 5 de Inicial.

14 Martín Fierro, Nro. 17, 17 de mayo de 1925. Esta nota, sin firma, es una rareza dentro de la producción de González Tuñón para esa revista.

15 El Diccionario de la Real Academia Española define “greguería”, en su segunda acepción, como “agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a veces humorística, de algún aspecto de la realidad, y que fue lanzada y así denominada por el escritor Ramón Gómez de la Serna”.

16 Para profundizar en los lazos establecidos por González Tuñón con Boedo puede consultarse Candiano, Leonardo y Peralta, Lucas, Boedo: Orígenes de una literatura militante, Buenos Aires, Ediciones del CCC, 2007.

17 Martín Fierro, Nro. 17, 17 de mayo de 1925.

18 El payaso Frank Brown (1858-1943) llegó a Buenos Aires en 1884 con el circo de los hermanos Carlo, donde trabajó varios años. Luego viajó por todo el mundo con su espectáculo y años después se radicó en forma definitiva en Argentina. En 1924 se retiró de la actividad y vivió en el barrio porteño de Colegiales hasta su muerte.

19 Ver, por ejemplo, “Raúl González Tuñón. El oficio de vivir para espiar a Dios”, en Tiempo Argentino, suplemento Cultura, 23 de septiembre de 1984; Salas, Horacio, Coversaciones…, pp. 38-39; Stratta, Isabel. “González Tuñón: del violín del diablo al Tercer Frente”, en Viñas, David (director) y Montaldo, Graciela (compiladora), Yrigoyen entre Borges y Arlt: (1916-1930), Buenos Aires, Paradiso - Fundación Crónica General, 2006, p. 156; y Orgambide, Pedro, El hombre de la rosa blindada, Rosario, Ameghino Editora, 1998, p. 40.

20 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 29. La intervención de Mora y Araujo se extiende entre marzo de 1925 y mayo de 1926.

21 El Látigo, identificado como “periódico comunista”, sale por primera vez el 2 de octubre de 1920. Cuesta 10 centavos y aparece dos veces por mes, con 4 páginas. “Somos pocos, es verdad, pero buenos”, señala en su primer número, donde adhiere a una particular línea histórica: “Cristo, Kropotkin, Marx, Lenin, Alberdi, Sarmiento, Darwin y demás locos”. El director es Oscar Roberto de la Fuente y el editor responsable, Cirilo Antonio de la Fuente. A la semana de salir ya sufre una “suspensión”. (Ver Rojo, Roberto, Historia del periodismo riojano, La Rioja, Coopegraf Limitada, 2003). Según Héctor Yánover, su amigo González Tuñón dirige el periódico junto con Setaro (en Raúl González Tuñón, Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación y Justicia, Buenos Aires, 1962).

22 En “Un monólogo de González Tuñón”, diario El Independiente, La Rioja, 29 de junio de 1969, Suplemento “Mundo hogareño”, p. 2.

23 Crítica, 6 de julio de 1925, p. 6.

24 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 29.

25 Huberman, Silvio, Hasta el alba con Ulyses Petit de Murat, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1979, p. 30.

26 Ibidem, pp. 28-29.

27 Ibidem, p. 29.

28 Publicado por primera vez en Caras y Caretas, Nro. 1.445, 12 de junio de 1926, con ilustración de Arístides Rechain.

29 Publicado por primera vez en Caras y Caretas, Nro. 1.569, 27 de octubre de 1928.

30 Testimonio de Enrique Setaro, hijo de Ricardo Setaro, vía correo electrónico, 22 de abril de 2005 y siguientes.

31 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 30.

32 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 30.

33 Revista Multicolor de los Sábados, Nro. 13, 4 de noviembre de 1933.

34 El texto, titulado “Raúl González Tuñón”, es publicado en El Látigo, en 1926. Esas son las únicas referencias que constan en el archivo familiar del poeta. Un intento por revisar la colección del periódico fue infructuoso. En el Archivo Histórico de la provincia de La Rioja sólo existen algunos números sueltos, que no pudieron ser consultados porque el edificio de la repartición oficial –una casa que perteneció a Joaquín V. González– se encontraba en remodelación.

35 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón, 23 de septiembre de 2005.

36 Revista Multicolor de los Sábados, Nro. 11, 21 de octubre de 1933.

37 Ver Bravo Tedín, Miguel, “1924: la revolución de bolsillo del ‘principismo’ riojano”, en Todo es Historia, Nro. 214, febrero de 1983, pp. 47-55.

38 Nalé Roxlo, Conrado, Borrador de memorias, Buenos Aires, Plus Ultra, 1978, pp. 200-202.

39 Tangos, Buenos Aires, Gleizer, 1926.

40 La nota aparece publicada el 12 de diciembre de 1924.

41 En esa época, la firma es un privilegio reservado para las notas de opinión y los artículos de personalidades, enviados especiales o periodistas con trayectoria destacada. Las crónicas cotidianas y los textos generales no llevan la marca del autor.

42 “Poema de Diógenes Taborda”, 7 de junio de 1926, p. 4. Tres décadas más tarde, González Tuñón lo incluye en A la sombra de los barrios amados, con pequeñas modificaciones ya desde el título (“Poema para Diógenes Taborda”, Buenos Aires, Editorial Lautaro, 1957, pp. 100-101).

43 Orgambide, Pedro, El hombre de la rosa blindada, p. 47. El escritor y periodista Edmundo Guibourg asegura que fue él quien llevó a los hermanos González Tuñón a trabajar a Crítica. Ver Moncalvillo, Mona, El último bohemio. Conversaciones con Edmundo Guibourg, Editorial Celtia, 1981, y Guibourg, Edmundo, Al pasar por el tiempo, Fundación Banco de la Provincia de Buenos Aires, 1985.

44 González Tuñón, Raúl, “Crítica y los años 20”, p. 56.

45 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 63.

46 Ibidem, p. 58. La identificación con el diario y su director llevan a González Tuñón a participar del festejo que organiza Botana tras el golpe de Estado de 1930. Ver “El alma de Crítica vibró en el banquete de anoche”, en Crítica, 10 de septiembre de 1930, p. 10, y Tálice, Roberto, 100.000 ejemplares por hora, Buenos Aires, Corregidor, 1989, pp. 533-534.

47 González Tuñón, Raúl, “Crítica y los años 20”, p. 60. El subdirector de Crítica era Eduardo Bedoya, que comienza en el vespertino en el Departamento de Publicidad y llega a secundar a Botana. En la conversación con Salas, el poeta lo recuerda como “el que cuidaba el dinero de Crítica”, “el administrador”. El relato de González Tuñón que se transcribe coincide con el que hace en la entrevista con Salas. Ricardo Setaro, aquel compañero de andanzas por tierras riojanas y compañero en Crítica, publica La vida privada del periodismo (Buenos Aires, Federación Gráfica Bonaerense, 1936). Allí, menciona el incidente, al que señala como una “honrosa excepción” dentro de los “anales del periodismo” por la actitud de Botana frente a la empresa, y destaca que en el artículo González Tuñón compara a Ford con Al Capone. Luego, Setaro se pregunta: “Pero, ¿cuántos escritores, cuántos periodistas no se han visto ‘en medio de la calle, buscando otro oficio’, por llevar opiniones honradas a su periódico? El mismo Raúl González Tuñón, con el andar del tiempo, a fuerza de llevar opiniones honradas a los periódicos en que escribía, se ha visto en medio de la calle ‘buscando otro oficio’” (pp. 110-111).

48 Citado en Setaro, Ricardo, La vida privada..., pp. 71-72. En El otro lado de la estrella se anuncian tres libros de González Tuñón para una “segunda época”, luego de mencionar las obras ya publicadas: “Las brigadas de choque, poemas (en prosa); El Aprendiz de la Revolución, ensayos; Historia de Periodistas, novela”. Ninguna de ellas fue editada.

49 Mangieri contó la anécdota durante un homenaje a González Tuñón en el Centro Cultural Rojas, Buenos Aires, 11 de agosto de 2004.

50 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 54. La dirección correcta del diario es Sarmiento 1546.

51 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 53.

52 Citado en González Tuñón, Raúl, La literatura resplandeciente, Buenos Aires, Boedo-Silbalba, 1976, p. 82.

53 Ver el capítulo “Afectos”, en la segunda parte de este libro.

54 Petit de Murat, Ulyses, La noche de mi ciudad, Emecé, Buenos Aires, 1979, p. 166.

55 González Tuñón sale segundo, detrás de Rafael Jijena Sánchez, que se consagra con Achalay. En ese mismo año, pero en el rubro Prosa, su hermano Enrique saca el tercer premio por La rueda del molino mal pintado, detrás de Roberto Gache y Jorge Luis Borges. La importancia de la palabra escrita y la credibilidad del periodismo son dos valores instalados en la sociedad de aquel entonces. Remigio González, padre del poeta, es lector del diario La Prensa, porque “traía todas las informaciones de las últimas aldeas de España, Italia o Polonia”, le cuenta González Tuñón a Salas. Cuando se anuncian los premios “vio los retratos de Enrique y el mío y creo que se sorprendió, porque había quedado un poco amoscado con nosotros, porque habíamos fracasado, no éramos ni médicos ni abogados, ni nada de eso. Y volvió al quiosco y compró quince ejemplares de La Prensa para repartir entre sus amigos de la fábrica” (en Conversaciones…, p. 15).

56 Salas, Horacio, Conversaciones..., p. 57.

57 En mayúscula en el original.

58 “Media suela para Juancito Caminador”, en El otro lado de la estrella, Buenos Aires-Montevideo, Sociedad Amigos del Libro Rioplatense, 1934, pp. 12-13.

59 Salas, Horacio, Conversaciones..., pp. 48-49.

60 En un principio, la novela iba a llamarse La vida puerca.

61 Ibidem, pp.78 y 80.

62 Ibidem, p. 52. En el libro Crónicas del País de Nunca Jamás (Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1965), González Tuñón reúne siete “sonatas” —una por cada día de la semana—, bajo el título general “Los gremios extravagantes”. Es posible que esos textos en prosa sean reescrituras de aquellos señalados como sus notas iniciales.

63 Citado en “Periodismo ardiente”, en Noticias, 26 de septiembre de 1993.

64 Senén González, Santiago, “El primer multimedio argentino”, en http://www.elarcadigital.com.ar/papi.asp?archivo=/65/suplemento.asp (página consultada el 4 de abril de 2005).

65 Ibidem.

66 En sus memorias inéditas Contempla el mundo. Periodismo vital, le atribuye la frase a Armando Di Tella, prosecretario de redacción del vespertino. Petit de Murat es más preciso al perfilar las ansias de libertad de su amigo: lo llama “gorrión de Buenos Aires”, “pajarito de la poesía” y “encantador gorrión de la ciudad” (en La noche de mi ciudad, pp. 95 y 166).

67 Salas, Horacio, Conversaciones..., pp. 52-53.

68 Salas, Horacio, Conversaciones..., pp. 63.

69 Orgambide, Pedro, El hombre de la rosa blindada, p. 60.

70 Saítta, Sylvia, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998.

71 Crítica Magazine, Nro. 17, 7 de marzo de 1927, citado en Saítta, Sylvia, “Crítica en la constitución del periodismo moderno (1913-1932)”, volumen III, 1996, p. 763 (tesis de doctorado disponible online en el Repositorio Institucional de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA).

72 Crítica Magazine”, en Martín Fierro, Nro. 41, 28 de mayo de 1927.

73 González Tuñón, Raúl, Contempla el mundo. Periodismo vital (inédito). La revista Lezama (Nro. 15, julio de 2005, pp. 50-54) reproduce el capítulo VI, del que se toma la cita.

74 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 66.

75 Crítica, 9 de junio de 1928, p. 13. Sobre las relaciones entre González Tuñón y el fútbol ver Ferrari, Germán, “El poeta de la zurda”, en Un Caño, Nro. 25, mayo de 2010, p. 39.

76 “Algo menos sobre el Tango”, Pulso, Nro. 1, julio de 1928, p. 15.

77 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 66.

78 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón.

79 “Poema de la Cenicienta ciudadana”, en Miércoles de Ceniza, pp. 111-112.

80 Para crear a Juancito Caminador, González Tuñón se inspira también en A. O. Barnabooth, el personaje del escritor francés Valéry Larbaud (1881-1857), a quien conoció a través de la lectura que Ricardo Güiraldes hizo de algunos de sus textos. Además, le dedica un poema en Todos bailan: “Recuerdo de A. O. Barnabooth”. Pero también tiene reminiscencias familiares. Su abuelo Estanislao González era imaginero en España. Un día –según cuenta González Tuñón– se despidió de su esposa, Ramona, y regresó a los seis años, luego de recorrer el país (Salas, Horacio, Conversaciones…, pp. 16-17).

81 “Elogio del prestidigitador”, en Crítica Magazine, Nro. 27, 16 de mayo de 1927, p. 3. En adelante, seguiremos la versión publicada en Miércoles de Ceniza.

82 González Tuñón, Raúl, Contempla el mundo. Periodismo vital (inédito), citado en Lezama, Nro. 15, julio de 2005.

83 El poema es reproducido por Tálice, Roberto, 100.000…, pp. 131-132, y Saítta, Sylvia, Regueros..., pp. 80-81.

84 Tálice, Roberto, 100.000…, p. 84.

85 Tálice, Roberto, 100.000…, pp. 64-65. La nota sale el 14 de julio de 1925 (p. 7) con el título “Carlos de Soussens, el último bohemio, nos cuenta su vida, en un lecho de hospital”. El poeta Charles de Soussens (1865-1927) es uno de los principales protagonistas de la bohemia porteña de finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. En realidad, su apodo es “el cisne de Friburgo”, por su ciudad natal, en Suiza, y no “el cisne de Turingia”.

86 Tálice, Toberto, 100.000…, pp. 295-296. Las notas aparecieron en Crítica el 18 de junio y el 9 de julio de 1928, respectivamente.

87 Tálice, Roberto, 100.000…, p. 304. Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti son ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927 en una cárcel de Boston. El encargado de hacer cumplir la pena es Robert Elliot. El gobernador de Massachusetts, Alvan Tufts Fuller, se negó a conmutar las penas.

88 Crítica, 22 de junio de 1928, p. 4.

89 Barril, Jorge, “Periodismo de pura sangre”, La Razón, Buenos Aires, 21 de agosto de 1996.

90 Ver Huberman, Silvio. Hasta el alba..., p. 56, y Tálice, Roberto, 100.000…, pp. 134-137 y 152-153.

91 Testimonio de González Tuñón citado por Francisco Urondo en la nota “Raúl González Tuñón. Todos los caminos”, en La Opinión, 25 de julio de 1971, y reproducida en Orgambide, Pedro (compilador), Recordando a Tuñón. Testimonios, ensayos y poemas, Desde la Gente, Ediciones Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Buenos Aires, 1997.

92 Claridad, Nro. 131, marzo de 1927. Para profundizar sobre la relación entre Crítica y la vanguardia, ver Saítta, Sylvia, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, y “Polémicas ideológicas y debates literarios en Contra. La revista de los franco-tiradores”, en Contra. La revista de los franco-tiradores, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2005.

93 Tálice, Roberto, 100.000…, pp. 143-144. Alberto Cordone, jefe de redacción. Luego asciende a subdirector periodístico.

94 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, Montevideo-Buenos Aures, Ediciones de la Sociedad Amigos del Libro Rioplatense, 1934, pp. 29-35.

95 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, p. 166.

96 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, p. 167.

97 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, p. 89.

98 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, p. 152.

99 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, pp. 159-160. Este mismo texto es publicado varios años después, pero sin firma, en dos oportunidades en la revista Continente (Nro. 9, diciembre de 1947, y Nro. 15, junio de 1948). Las versiones presentan leves modificaciones. Las más salientes: “cocainómano” es reemplazado por “toxicómano” y “Crítica” por “Última Hora”.

100 La Literatura Argentina, Nro. 10, junio de 1929, p. 16.

101 Crítica, 13 de julio de 1929, pp. 2-3.

102 Crítica, 21 de septiembre de 1929, p. 8.

103 Crítica, 28 de septiembre de 1929, pp. 16-17.

104 Crítica, 8 de enero de 1930.

105 Crítica, 1 de enero de 1930, p. 19.

106 La Nación, Revista Semanal, 12 de enero de 1930.

107 La Nación, Revista Semanal, 9 de marzo de 1930, p. 12.

108 La Nación, Revista Semanal, 5 de octubre de 1930.

109 “Algunos poetas jóvenes”, en la sección Literaria de La Nación, 16 de septiembre de 1928, p. 6.

110 “Poema cruzado por un trencito rural”, La Nación, 19 de mayo de 1929. Este poema no figura en ninguno de sus libros.

111 Carta de Enrique Amorim a Raúl González Tuñón, octubre de 1930 (archivo de la familia González Tuñón).

112 “La literatura resplandeciente IV - Carta de París”, en Orientación, Nro. 361, 16 de octubre de 1946, p. 7. La carta es reproducida en Salas, Horacio, Conversaciones…, pp. 172-176.

113 Ibidem.

114 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 62. En su libro 100.000… (p. 489), Tálice afirma que entre los periodistas destacados en el Riachuelo –a quienes no menciona– se encontraba “un nuevo redactor, bonachón e ingenuo, con pujos de poeta y desmedidas pretensiones intelectuales. Procedente de otros medios periodísticos, más solemnes y menos festivos, aterriza entre nosotros como un paracaidista venido de otro planeta”. No da su nombre, pero lo llama “M”. Recuerda que al volver a la redacción después de la tragedia, “M” recibió una andanada de cargadas de sus colegas al decir que vio que de las ropas de uno de los obreros ahogados se deslizó “una milanesa todavía humeante”.

115 Es evidente que la escena del sandwich de milanesa perduró en la memoria popular. El escritor Bernardo Kordon rescata esa imagen en el cuento “La desconocida” (Domingo en el río, 1960). Clara, la protagonista, se incomoda cuando el tren en el que viaja atraviesa el Riachuelo. Su padre había muerto en el accidente del tranvía. En cierta ocasión, Mario, el esposo de Clara, encuentra un “papel amarillento por los años”, en el que “sonreía un rostro joven y huesudo: el retrato del padre de Clara”. El recorte pertenecía a “un diario de la tarde que se vendía principalmente en las barriadas obreras”. Allí lee que “en los bolsillos del mameluco del obrero que había dejado tres huérfanos (Clara era la mayor), sólo habían encontrado su almuerzo (un sándwich de milanesa) y un boleto obrero de ida y vuelta”. El narrador detalla que el periodista que escribió la nota “le dedicaba al hecho un recuadro henchido de consideraciones sociales y sentimentales”, en el que destacaba “la pobreza del obrero y el desamparo en que quedaban los huérfanos”.

116 “Crónica de Medio Siglo”, Fascículo 1, Año 1930, Buenos Aires, Ediciones Medio Siglo, s/f.

117 Salas, Horacio, Conversaciones..., pp. 70-71.

118 Salas, Horacio, Conversaciones..., p. 69. “Soy comunista y amo la aventura”, afirma en noviembre de 1930 en el primer número de la revista Argentina, en el apartado “Henry Ford”, que forma parte del artículo “Las cinco partes de la aventura” (p. 6). Pero un año antes, en noviembre de 1929, ya le había confesado a su hermano Enrique en carta desde París: “No me faltarán deseos de ir a Rusia antes de volver a mi país. Me atrae más que nunca lo mismo que el comunismo. Aquí se discute mucho sobre esto, y también sobre Italia fascista, pero a Mussolini no lo traga nadie. En cambio se mira a Rusia con gran simpatía” (Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 173).

119 Recorte de un periódico brasileño sin especificación de otros datos, perteneciente al archivo de la familia González Tuñón.

120 Salas, Horacio, Conversaciones…, pp. 31-32.

121 El texto es recuperado en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, pp. 90-102.

122 “Una carta de Raúl González Tuñón”, Jornada, 11 de enero de 1932, p. 2. También se incluye una carta de otro periodista exiliado en Montevideo, Enrique Gustavino.

123 Ibidem.

124 El 26 de febrero de 1932 González Tuñón publica en Crítica una nota titulada “Prestigiada por el destierro y la cárcel, ha vuelto una valiente mujer: Salvadora Medina Onrubia”.

125 Citado en Orgambide, Pedro, El hombre..., pp. 78-79.

126 González Tuñón, Raúl, “Crítica y los años 20”, p. 58.

127 El escritor Juan-Jacobo Bajarlía, en el artículo “La enigmática novela de Borges” –suplemento Cultura de La Nación, 13 de julio de 1997– comete algunas imprecisiones con respecto al folletín, al que nombra como “Los cortadores de manos”, publicado durante “cuatro meses”, “entre los años 1930 y 1931”, por “Jaime Mellors”. Bajarlía es quien identifica a los cautro escritores que se esconden bajo el seudónimo común. Damos por cierto este dato ante la ausencia de otra información que corrobore o desacredite esa afirmación.

128 Crítica, 10 de diciembre de 1932, p. 10.

129 Ver Saítta, Sylvia, Regueros…, pp. 218-219.

130 En “Luis Saslavsky: en la década del 30 Buenos Aires era una ciudad triste con muy pocas mujeres”, en Status, Nro. 49, octubre de 1981, p. 102.

131 Héctor Bergalli y Ambrosio Binaghi son diputados radicales.

132 Márquez Silva, Eduardo, “Los intelectuales al servicio de la mala política y el klan radical”, en Claridad, Nro. 219, 22 de noviembre de 1930, en “Testimonios. 6 de septiembre de 1930. La caída de las vacas y la conciencia de los escritores”, Crisis, Nro. 29, septiembre de 1975, pp. 66-67. La selección de los textos del artículo pertenece a Rogelio García Lupo.

133 González Tuñón, Raúl, El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, p. 112.

134 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 72.

135 Salas, Horacio, Conversaciones…, pp. 77-78.

136 Crítica, 12 de marzo de 1932, pp. 1-2, y 13 de marzo de 1932, p. 7.

137 Crítica, 19 de marzo de 1932, p. 6.

138 Crítica, 23 de marzo de 1932, p. 9.

139 Crítica, 25 de marzo de 1932, p. 9.

140 Crítica, 28 de marzo de 1932, p. 9.

141 Crítica, 3 de abril de 1932, p. 15.

142 “Se dio almuerzo en Puerto Nuevo a más de 2.500 desocupados”, en Crítica, 4 de abril de 1932, p. 8, y “Los desocupados recibieron una ayuda eficaz”, en Crítica, 10 de abril de 1932, p. 11. Un año y medio más tarde, aparece “La ciudad que los dioses olvidaron: Villa Desocupación” (Crítica, 25 de octubre de 1933, p. 9), una crónica sin firma con ilustraciones de Ricardo Parpagnoli, que la investigadora Valeria Laura Snitcofsky atribuye a Raúl González Tuñón en “Villas de Buenos Aires. Historia, experiencia y prácticas reivindicativas de sus habitantes (1958-1983)” (tesis de doctorado disponible online en el Repositorio Institucional de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA).

143 Nueva Revista, Nro. 4, mayo de 1935. Los nombres y los apellidos de algunos protagonistas sufren modificaciones si se comparan las notas de Crítica con el artículo de Nueva Revista, el relato incluido en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo y la entrevista de Horacio Salas en Conversaciones… Por ejemplo, Misenko (Crítica) pasa a ser Milenko (Nueva Revista, El banco… y Conversaciones… –p. 73–); Antonio Bartozeck y Yure Radesich (Crítica) se transforman en Yure Bartozeck y Esteban Radesich (Nueva Revista, El banco… y Conversaciones… –pp. 72-73–). Algo similar ocurre con las nacionalidades.

144 Para ampliar sobre la experiencia de Fegrabo, ver Ferrari, Germán “Alpargatas y libros”, en La lucha continúa… 200 años de historia sindical en la Argentina, Buenos Aires, Vergara, 2012, pp. 126-138.

145 “Villa Amrgura”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 81-83.

146 Crítica, 5 de marzo de 1932, p. 3.

147 Estrella Gutiérrez, Fermín, Recuerdos de la vida literaria, Buenos Aires, Losada, 1966, pp.172-173. Para una mayor comprensión del surgimiento y el desarrollo de Villa Desocupación, pueden consultarse los trabajos de Valeria Snitcofsky “‘Villa Desocupación’ en la década de 1930: impresiones literarias y expresiones políticas”, XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013, e “Impactos urbanos de la Gran Depresión: el caso de Villa Desocupación en la Ciudad de Buenos Aires (1932-1935)”, en Cuaderno Urbano, Nro. 15, diciembre de 2013, pp. 93-109 (ambos disponibles en versión online).

148 Salas, Horacio, Conversaciones..., p. 86. El avión de Crítica se llamaba “El Tábano”. Este insecto era el símbolo del diario: “Dios me puso sobre vuestra ciudad como a un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto”, decía su lema en la primera página, una frase atribuida a Sócrates y que, al parecer, fue invención de Botana.

149 Ibidem.

150 Para un análisis académico de las notas pueden consultarse los trabajos de Laura Juárez “Raúl González Tuñón ‘en las alas de Crítica’: crímenes y ‘aventuras’ heroicas en la Guerra del Chaco” y “Entre el corresponsal viajero y el escritor comprometido. Raúl González Tuñón en la Guerra del Chaco” (ambos disponibles en Internet).

151 Salas, Horacio, Conversaciones..., p. 86.

152 El Diario de guerra de la batalla de Boquerón del coronel Rafael Franco, con introducción de Arturo Rahi, puede verse en http://www.portalguarani.com/1824_rafael_franco/14997_diario_de_guerra_de_la_batalla_de_boqueron_del_coronel_rafael_franco_arturo_rahi_.html (página consultada el 13 de marzo de 2016).

153 Setaro, Ricardo, Imágenes secretas de la Guerra del Chaco, Buenos Aires, Editorial Fegrabo, 1935. El párrafo es citado por Guillermo Korn en su artículo “Ricardo M. Setaro, develador de secretos”, en El Ojo Mocho, Nro. 18/19, primavera/verano de 2004, p. 78.

154 Setaro, Ricardo, Secretos de Estado Mayor, Buenos Aires, Claridad, 1936, pp. 51-52.

155 González Tuñón, Raúl, La veleta y la antena, Buenos Aires, Buenos Aires Leyendo, 1969. p. 71.

156 González Tuñón, Raúl, Crónicas del País de Nunca Jamás, p. 67.

157 Libro de oro del espectáculo argentino, Buenos Aires, Fundación Konex, 1982, p. 183.

158 “Parece mentira”, en Crítica, 12 de diciembre de 1932.

159 Azul, Nro, 10, junio de 1931.

160 Argentina, Nro. 3, agosto de 1931, p.1.

161 Poesía, Nro. 1-2, junio, 1933.

162 Ver capítulo “Infancias”, en la segunda parte de este libro.

163 Detalle de los artículos publicados por González Tuñón en la Revista Multicolor de los Sábados:
“Aventuras de Morgan el Viejo”, Nro. 1, 12 de agosto de 1933.
“El otro lado de la estrella”: “Mimí”, “El enviado de Dios”, “El devorador de agujas”, “El profesor Adams”, “El desaparecido en Rusia” (en el libro El otro... “Mimí” se llama “La Shell” y el comienzo está modificado; no está “El desaparecido en Rusia”), Nro. 3, 26 de agosto de 1933.
“El otro lado de la estrella”: “El piadoso fullero”, “El vendedor honrado”, “Un loco de la vida”, “El hombre y el conejo” (en el libro no está este último relato), Nro. 7, 23 de septiembre de 1933.
“El otro lado de la estrella”: texto sin título, “El millonario de mil besos”, “Las dos personalidades”, “El hombre de goma” (el texto sin título aparece en el libro como “La corbata roja”, en una versión abreviada), Nro. 11, 21 de octubre de 1933.
“El otro lado de la estrella”: “La muerte viva”, “Historia de un lituano”, “El hombre y el espejo”, “El hombre y el teléfono” (los dos últimos no están incluidos en el libro), Nro. 17, 2 de diciembre de 1933.
“Dos novelas sintéticas” (ambas en el libro), Nro. 21, 30 de diciembre de 1933.

164 Para más detalles sobre la labor de González Tuñón en los primeros meses de 1933, ver Ferrari, Germán, “Raúl González Tuñón, una pluma proletaria”, en Todo es Historia, Nro. 446, septiembre de 2004, pp. 24-38.

165 Poco tiempo después de publicado ese comentario, el 2 de mayo de 1933, Argentina firma con Gran Bretaña el Pacto Roca-Runciman.

166 Heraldo, 26 de mayo de 1933.

167 Heraldo, 28 de abril de 1933.

168 Heraldo, 26 de junio de 1933.

169 Nosotros, los periodistas “, en Crítica, 28 de agosto de 1932, p. 16.

170 “Lugares comunes”, en Crítica, 22 de enero de 1933.

171 “Proletarios por voluntad”, en Crítica, 20 de enero de 1933.

172 En mayúscula en el original.

173 La revista de izquierda Claridad y el semanario católico Criterio coinciden en llamar a Crítica “el diario del hampa”.

174 Para un análisis general de Contra y su relación con los proyectos político-culturales de la época, ver Sarlo, Beatriz, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, pp. 138-150; Saítta, Sylvia, “Política, masividad y vanguardia en Contra. La revista de los francotiradores de Raúl González Tuñón”, en Sosnowski, Saúl (editor), La cultura de un siglo. América latina en sus revistas, Madrid–Buenos Aires, Alianza, 1999, pp. 201-215; Saítta, Sylvia, “Polémicas ideológicas y debates literarios en Contra. La revista de los franco-tiradores”, en Contra. La revista de los franco-tiradores, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2005, pp. 13-33; Croce, Marcela, “Contra y Recontra: la ortodoxia de los francotiradores”, en El Matadero, Buenos Aires, Corregidor, Segunda Época, Nro. 4, s/f, pp. 139-174.

175 Setaro, Ricardo, La vida privada..., p. 144. Setaro participa en la escritura del guión de la película Hombres a precio (1949), dirigida por Bernardo Spoliansky y protagonizada por Carlos Cores y Yeya Duciel, que plantea las dificultades y los dilemas atravesados por un periodista en el ejercicio de la profesión. En los créditos, Setaro figura con el seudónimo de Leonidas Labanca. Para una biografía completa de Setaro, ver Korn, Guillermo, “Ricardo M. Setaro, develador de secretos”, en El Ojo Mocho, Nro. 18/19, primavera/verano 2004, pp. 74-82.

176 Crítica, 11 de enero de 1933.

177 El otro lado de la estrella, Montevideo-Buenos Aires, Sociedad Amigos del Libro Rioplatense, 1934, pp. 23-24.

178 Contra, Nro.1, abril de 1933. El eclecticismo planteado por Gobzález Tuñón contrasta con la ortodoxia manifestada por Carlos Moog en las páginas de la misma revista. Para un análisis de la polémica ver los trabajos de Víctor Piemonte (“La política cultural del Partido Comunista de la Argentina durante el tercer período y el problema de su autonomía respecto del Partido Comunista de la Unión Soviética”) y María Fernanda Alle (“Imágenes de escritor de Raúl González Tuñón –1930-1970–: vínculos entre literatura y política partidaria”), ambos en versión digital.

179 Se refiere al poeta catamarqueño Juan Oscar Ponferrada.

180 Alude a Antonio de Tomaso, diputado y ministro de Agricultura del presidente Justo, uno de los fundadores del socialismo independiente, que se suma al golpe contra Yrigoyen en 1930.

181 Setaro, Ricardo, La vida privada..., p. 145.

182 Archivo de la familia González Tuñón.

183 Contra, Nro. 5, septiembre de 1933. Se respetaron las palabras en mayúscula del texto original.

184 Setaro, Ricardo, La vida privada..., pp. 146-147.

185 “Considerando a la distancia los agresivos versos, su iracundia, no gratuita, como la de algunos jóvenes en la actualidad, que no precisan el destinatario de su inconformismo, y algo de profético, los convierten en un documento más o menos curioso. Son visibles sus defectos formales y de fondo, exageraciones, injusticias. Debe disculparse lo que tiene de sarampión revolucionario, de extremismo, esa enfermedad infantil del comunismo señalada por Lenín” (en La Rosa Blindada, Nro. 4, marzo de 1965, p. 9.).

186 González Tuñón, Raúl, “Las brigadas de choque”, en La Rosa Blindada, Nro. 4, marzo de 1965, p. 9.

187 Acción Libertaria, Nro. 1, 1 de septiembre de 1933.

188 Testimonio de González Tuñón en el texto introductorio al poema “Las brigadas de choque”, publicado en la revista La rosa blindada, Nro. 4, marzo de 1965, p. 9.

189 Se refiere al diputado socialista Luis Ramiconi.

190 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón. Durante la misma conversación, Eduardo Álvarez Tuñón, sobrino nieto del poeta, recuerda que Tita (María Consuelo), la hermana mayor de Raúl, hablaba de “seis días”. Es posible que esa diferencia sea producto de un “cuidado” hacia las hermanas por parte del resto de la familia. “[El presidente] Justo, que era un tipo muy culto, acusaba a mi viejo de haber convertido en marxista a su hijo. Tenía como una locura con mi viejo”, asegura Adolfo. Luego, Raúl y Liborio comienzan a distanciarse por sus posicionamientos políticos. La disputa comunismo/stalinismo versus trotskismo sobrevuela en los cruces, aunque se tiña con descalificaciones personales. En el Nro. 12 de Columna (abril de 1938), dirigida por César Tiempo, Justo ataca a González Tuñón a partir de la publicación de Las puertas del fuego: “Digamos directamente que en toda la obra de González Tuñón es fácil advertir al pequeño burgués idealista, de un sentimentalismo trasnochado, cuya cultura, escasa y superficial, se trasluce en sus escritos, dándoles, en general, un carácter de puerilidad lamentable” (pp. 71-72). González Tuñón responde desde Orientación en “Tiempo del desprecio. 1. Los escritores de la Quinta Columna” y Justo le retruca en la edición siguiente de Columna (Nro. 13-14, mayo-junio de 1938) con una “carta pública” dirigida al director de la revista. Un análisis sobre la polémica aparece en Binns, Niall, “¿Por un arte independiente y revolucionario? Raúl González Tuñón y Liborio Justo”, en Rovira, José Carlos y Sanchis, Víctor Manuel (eds.), Literatura de la Independencia e Independencia de la literatura en el mundo latinoamericano, Lleida, Asociación Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos (AEELH), 2012 (edición digital).

191 Daniel Videla Dorna, diputado entre 1934 y 1942 por el Partido Demócrata Nacional.

192 Las citas sobre el debate parlamentario pertenecen al Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados.

193 Salas, Horacio, Conversaciones..., p. 103.

194 Archivo de la familia González Tuñón.

195 Tiempo, César, “¿Por qué se encuentra en libertad el director de la Biblioteca Nacional?”, en Rumbo, Nro. 1, septiembre de 195, p. 6.

196 Su director, Manuel Fontdevila, es corresponsal permanente de Crítica en la capital española. Heraldo de Madrid es cerrado en 1936 con el inicio de la Guerra Civil.

197 González Tuñón, Raúl, “Realidad y esperanza de la América española”, en Heraldo de Madrid, 5 de junio de 1935, p. 8.

198 Archivo de la familia González Tuñón.

199 Carrizo, Antonio, Borges el memorioso, México–Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1982, y http://archive.org/details/JorgeLuisBorgesyAntonioCarrizo. El libro recopila una serie de entrevistas grabadas que Carrizo le hizo a Borges entre julio y agosto de 1979, emitidas en el programa del locutor “La vida y el canto”, en Radio Rivadavia, durante ese mismo agosto. En la décima jornada de encuentros, la última, Carrizo le pregunta a Borges por González Tuñón, luego de consultarlo sobre varios poetas argentinos. Borges sólo menciona la anécdota comentada, y cuando Carrizo le pregunta si recuerda la obra de González Tuñón, el “memorioso” Borges hace agua: “No. Realmente, no”. La versión impresa difiere de la entrevista radial: en la primera, la cosulta está referida a La Calle del Agujero en la Media, mientras que en la segunda a la obra en general. Una década antes, en 1968, la memoria de Borges se manifestaba en una reflexión repleta de elogios ante su entrevistador: “Sí, fuimos muya amigos en cierta época. Creo que Tuñón fue el más poeta de nosotros no sé si por persistencia o por incandescencia. Vivía poéticamente hasta sus desatinos políticos, que obviamente no comparto. Yo tengo algunos poemas perdonables, y alguno perdurable […]. Raúl tiene los perdonables de rigor, pero muchos perdurables. Se tomó la poesía con pasión, yo con ironía” (Huasi, Julio, “Raúl González Tuñón. La poesía silenciada que truena”, en El Periodista, Nro. 101, 15 al 21 de agosto de 1986, p. 25). Cuando González Tuñón es encarcelado, Borges acaba de asumir la dirección de la Revista Multicolor de los Sábados junto a Petit de Murat, en la que Raúl publicará varias colaboraciones. Desde lo ideológico, Borges aún mantiene sus simpatías yrigoyenistas. En 1934 prologa el poema en estilo gauchesco “El Paso de los Libres”, escrito desde la cárcel por Arturo Jauretche en homenaje a la “patriada” –palabra de Borges­– cívico-militar de un grupo de radicales contra el gobierno. Jauretche participa del levantamiento y permanece detenido varios meses en la provincia de Corrientes.

200 González Tuñón, Raúl, “Saudade con nombres y fechas”, en Hay alguien que está esperando (El penúltimo viaje de Juancito Caminador), Buenos Aires, Carabelas, s/f [1952], p. 51. Estos versos de González Tuñón guardan algunas similitudes con el texto que escribió años más tarde el cantor uruguayo Alfredo Zitarrosa para su “poema por milonga” Guitarra Negra. En el fragmento titulado “Allanamiento”, Zitarrosa relata: “Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del café Montevideo, las encomienda por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejía, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie. Ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo...”.

201 Seoane, Manuel, “Una conversación sobre España”, en Hoy, Santiago de Chile, Nro. 325, 10 de febrero de 1938, p. 49.

202 “Un nuevo movimiento de ideas sacude el ambiente literario y artístico de la Capital Federal”, en Los Andes (Mendoza), 20 de marzo de 1934.

203 Ibidem.

204 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, pp. 223-224.

205 Setaro, Ricardo, La vida privada…, p. 143.

206 El pintor Luis Waismann traduce el poema de Aragon “Front Rouge” que Contra publica en su segundo número.

207 El diario comunista Mundo Obrero, dirigido por Rodolfo Ghioldi, también es clausurado.

208 Para profundizar sobre el tema, consultar: Setaro, Ricardo, La vida...; Galasso, Norberto (coordinador), Los malditos, Volumen I, Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2005; Bravo, Mario; De la Torre, Lisandro y Laurencena, Eduardo, La democracia contra el fascismo, Buenos Aires, Fegrabo, 1937.

209 Bajo el terror de Justo, Socorro Rojo, s/f.

210 Los datos son aportados por Ramón Columba en su libro El Congreso que yo he visto, Buenos Aires, Editorial Columba, 1983, pp. 176-177. El autor es dibujante y por entonces se desempeña como director de Taquígrafos del Senado.

211 Se refiere a Matías G. Sánchez Sorondo, también miembro de la Academia Argentina de Letras.

212 González Tuñón, Raúl, “Defensa de la Cultura”, en 8 documentos de hoy, Buenos Aires, Federación Gráfica Bonaerense, 1936, pp. 54-55.

213 Silveyra, Carlos M., El comunismo en la Argentina, Buenos Aires, Patria, 1936, p. 345.

214 Pellegrino, Guillermo, Jébele. El cálido blues de los mediodías, Montevideo, Estuario, 2009, pp. 17 y 20 y ss. González Tuñón se inspira en Sand y le dedica el poema “Blues de las adolescentes”, publicado en Todos bailan: “Me habrá encontrado muy adolescente, fresca, bonita…. no lo sé. El siempre decía que yo era el espejo de la adolescencia.” (p. 21). Más tarde, Sand formará pareja con Faustino Jorge.

215 Quezada Vergara, Abraham, Pablo Neruda. Epistolario viajero 1927-1973, Santiago de Chile, RIL Editores, 2004, p. 99.

216 Lange, Norah, Estimados congéneres, Buenos Aires, Losada, 1968, pp. 30 y 80.

217 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, pp. 79-80.

218 Ibidem, p. 151.

219 Ibidem, pp. 153-154 y 156-157.

220 Ibidem, pp. 32-33.

221 Ibidem, p. 55.

222 “Poema que compuso Juancito Caminador cerca de los profundos cementerios”, incluido en “Los caprichos de Juancito Caminador (1933-1939)”, cuarta parte de Canciones del Tercer Frente, Buenos Aires, Problemas, 1941, p. 201.

223 Primer canto argentino, p. 34.

224 Ibidem, pp. 185-186.

225 Hay alguien que está esperando, pp. 62-63.

226 Todos los hombres del mundo son hermanos, p. 261. La referencia al “oficialismo” apunta hacia el peronismo.

227 Ibidem, p. 261.

228 González Tuñón, Raúl, “A nosotros la poesía”, prólogo a la primera edición de La rosa blindada. Homenaje a la insurrección de Asturias y otros poemas revolucionarios, Buenos Aires, Federación Gráfica Bonaerense, 1936, reeditada en 1962 por el Ediciones Horizonte.

229 Preston, Paul, Leviatán (antología), Madrid, Turner, 1976.

230 Leviatán, Nro. 16, agosto de 1935, p. 26.

231 Osuna, Rafael, Las revistas españolas entre dos dictaduras: 1931-1939, Valencia, Pre-Textos, 1986.

232 “Raúl González Tuñón, poeta y argentino, ha llegado a Madrid”, en Civdad, Nro. 16, 10 de abril de 1935.

233 Civdad, Nro. 16, 10 de abril de 1935.

234 Civdad, Nro. 17, 17 de abril de 1935.

235 Civdad, Nro. 18, 24 de abril de 1935.

236 En Fleischer, Ariel, “Una carta de Raúl González Tuñón a Conrado Nalé Roxlo”, en Esperando a Godot, Nro 5, 2007.

237 González Tuñón aporta algunos datos en el artículo “La revolución española en la literatura”, en El Suplemento, Buenos Aires, 1 de julio de 1936. Tambuén puede verse la colección de los cinco primeros número de Línea –en total son siete– en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España.

238 Nueva Cultura, Nro. 2, abril de 1937, p. 19.

239 Nueva Cultura, Nro. 4-5, junio de 1937, p. 37.

240 Hora de España, Nro. 6, junio de 1937, pp. 53-58.

241 En Fleischer, Ariel, “Una carta de Raúl González Tuñón a Conrado Nalé Roxlo”, en Esperando a Godot, Nro. 5, 2007.

242 Unidad, Nro. 1, enero de 1936, p. 14.

243 Unidad, Nro. 2, febrero de 1936, pp. 6-7.

244 En La vida privada del periodismo, Setaro clasifica a los periodistas en cuatro clases: bohemios, románticos, caften (término incorporado al lunfardo del turco, que significa rufián) y aquellos para quienes la profesión no es una finalidad sino un medio de vivir. Grafica al primer grupo con palabras de González Tuñón: “Eran personas bien dotadas pero absorbidos por el alcohol, que quemaron sus alas en el fuego innoble de las mesillas de los bares. Dejaron una que otra página admirable y anónima que, como ellos, está ahora enterrada en la fosa común de las grandes notas anónimas del ingrato periodismo sudamericano. El brulote a Franklin, de Becher, es la expresión suprema de esa época, así como alguna página de Antonio Monteavaro y los versos de Evaristo Carriego. Estos bohemios que contribuyeron a la grandeza de los diarios en que trabajaban sólo recibieron a la hora de la muerte, el suelto de despedida. A las viudas, a los hijos, nada. Y esos periodistas también se llamaron Luis García. A la larga, sus huesos son arrojados a las zanjas, como en el caso de Antonio Monteavaro” (pp. 130-131).

245 Rojas Paz, Pablo, “El Primer Congreso Argentino de Escritores”, en Pan, Nro. 84, 11 de noviembre de 1936, pp. 4-5.

246 Rojas Paz, Pablo; “Recuerdos de un cronista deportivo”, en Historia del fútbol argentino, Tomo II, Eiffel, Buenos Aires, 1955, pp. 77-78.

247 “En concepto de Pablo Rojas Paz, el género literario del ensayo carece de bibliografía en el país”, en La Literatura Argentina, Nro. 15, noviembre de 1929, p. 76.

248 Rojas Paz, Pablo; “Recuerdos de un cronista deportivo”, en Historia del fútbol argentino, Tomo II, Eiffel, Buenos Aires, 1955, p. 77.

249 El Suplemento, Nro. 663, 1 de abril de 1936.

250 El Patronato de las Misiones Pedagógicas, creado con la llegada de la República, en 1931, y presidido por el pedagogo e historiador Manuel Bartolomé Cossío, despliega su labor hasta que Francisco Franco toma el poder.

251 El Suplemento, Nro. 665, 15 de abril de 1936.

252 El Suplemento, Nro. 666, 22 de abril de 1936.

253 En el artículo, González Tuñón cuestiona la actitud del presidente de la Generalitat de Catalunya, Luis Companys, en octubre de 1934, “al declarar la República Catalana, fuera de los Estatutos españoles”, y porque “se negó a armar al pueblo” ante el avance del ejército.

254 El Suplemento, Nro. 667, 29 de abril de 1936.

255 El Suplemento, Nro. 668, 6 de mayo de 1936.

256 El general Eduardo López Ochoa encabeza la represión en Asturias. Es enjuiciado por el fusilamiento de obreros y el maltrato a los detenidos.

257 El Suplemento, Nro. 669, 13 de mayo de 1936.

258 El Suplemento, Nro. 670, 20 de mayo de 1936.

259 El Suplemento, Nro. 671, 27 de mayo de 1936.

260 El poema de Rubén Darío es “Agencia”, del libro El canto errante. El sindicalista revolucionario conocido como Noy del Sucre –Salvador Seguí y Rubinat– muere asesinado en la calle de un barrio obrero barcelonés en 1923, al parecer a manos de agentes rompehuelgas. En Todos bailan, González Tuñón le dedica un poema, titulado con su sobrenombre. El general Severiano Martínez Anido se desempeña como gobernador civil de Barcelona entre 1920 y 1922 y ejerce la represión contra el anarquismo.

261 El Suplemento, Nro. 672, 3 de junio de 1936.

262 Para profundizar sobre el tema, ver Azcoaga, Enrique, “Las Misiones Pedagógicas” y Krane Paucker, Eleanor, “Cinco años de misiones”, en Revista de Occidente, Extraordinario I, Nro. 7-8, Madrid, noviembre de 1981.

263 González Tuñón, Raúl, “A la sombra de las peñas de Madrid”, en El Suplemento, 24 de junio de 1936.

264 Salvador Sánchez Povedano, conocido como Frascuelo, fue un torero español muy popular en las últimas décadas del siglo XIX.

265 “La Tarumba” es el teatro de títeres dirigido por Miguel Prieto, bautizado con ese nombre por Pablo Neruda. González Tuñón publica una crónica de su actividad en "La Tarumba (los títeres al servicio de la guerra)", en Ahora, Madrid, 12 de mayo de 1937, pp. 7-8.

266 El Suplemento, Nro. 683, 19 de agosto de 1936.

267 Declaraciones al periódico Nueva Galicia, citado por el periodista Rogelio García Lupo en “Los derrotados del golpe del 30”, suplemento Zona, en Clarín, 3 de septiembre de 2000. En el artículo, García Lupo reconstruye la historia de la logia Corda Frates (Corazones Hermanos), integrada por militares radicales que intentaron rebelarse contra los gobiernos de Uriburu y Justo. Frontera es uno de los integrantes de este grupo.

268 La Nueva España, 28 de marzo de 1937, p. 5.

269 En una carta a su esposa, fechada en Barcelona el 12 de marzo de 1937, González Tuñón escribe: “Amparito, habla con todos los amigos, que se entusiasmen más, que trabajen por España y su causa, organicen el Comité Hispano-Americano, traten de llevar mejor gente a los comités de ayuda, sobre todo a La Nueva España –Setaro debía dirigirla para que saliera mejor–, etc., etc. Todo lo que se hace es poco, todo lo que se haga será poco. Querida mía, te mando miles de abrazos, estoy orgulloso de mi raza española. Hasta pronto! Raúl” (carta perteneciente al archivo de la familia González Tuñón). Setaro, como secretario de la Federación de Organizaciones de Ayuda a la República Española (FOARE) de la Argentina –vinculada al Partido Comunista–, es designado para ocupar la dirección de La Nueva España. Luego viaja a España como corresponsal de guerra (datos aportados por Enrique Setaro, vía correo electrónico al autor, 26 de abril de 2005).

270 Ernesto Sanmartino y Eduardo Araujo pertenecen a la Unión Cívica Radical; Julio A. Noble y Avelino Sellarés, al Partido Demócrata Progresista; Rodolfo Aráoz Alfaro –el único que no es diputado–, al Partido Comunista.

271 Himno de las juventudes comunistas.

272 Canción popular durante la Revolución Francesa.

273 Semión Mijáilovich Budionni, héroe militar soviético, creador de la Caballería Roja durante la Revolución Rusa.

274 “El reloj de Gobernación”, La Nueva España, 28 de marzo de 1937, p. 5.

275 La Nueva España, 1 de abril de 1937, p. 5. Las citas posteriores que no indican fuente pertenecen a los artículos publicados en La Nueva España.

276 El político y pedagogo español Francisco Ferrer Guardia es fusilado en 1909, durante la “Semana Trágica” que conmovió a Barcelona y otras ciudades catalanas por los levantamientos populares contra el envío de tropas a Marruecos.

277 El dirigente anarquista español Francisco Ascaso muere en el frente al comienzo de la Guerra Civil.

278 Archivo de la familia González Tuñón.

279 El político y escritor español Julio Álvarez del Vayo es diputado, ministro y comisario general de guerra durante la República.

280 Archivo de la familia González Tuñón.

281 En mayúscula en el original.

282 La Nueva España, 11 de abril de 1937, p. 5.

283 “Los voluntarios”, en La muerte en Madrid, Buenos Aires, Feria, 1939, pp. 71-72.

284 En “Los poetas del mundo defienden al pueblo español”, recitado en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, Rafael Alberti hace una extensa enumeración de colegas y amigos, muy disímiles entre sí, que se dan cita en el encuentro para defender la República: García Lorca, Tristán Tzara, Rabindranath Tagore, Octavio Paz, Neruda, Vicente Huidobro, Nicolás Guillén y César Vallejo. González Tuñón, incluido en la lista, reproduce los versos siguientes como comienzo de su libro Las puertas del fuego, Santiago de Chile, Ediciones Ercilla, 1938:

Amigo por mi Madrid

Amigo por mi Madrid

viviendo entre el cañoneo

dices a tu pampa el canto

firme de nuestro deseo,

la República Argentina

nos dio en la guerra tu aliento,

Raúl González Tuñón,

Voz del Plata madrileño.


285 La Nueva España, 15 de abril de 1937, p. 5. El destacado en mayúscula pertenece al original. González Tuñón retoma la anécdota en el relato “El hospital”, publicado en Las puertas del fuego (pp. 151-153).

286 La Nueva España, 15 de abril de 1937, p. 5.

287 Archivo de la familia González Tuñón.

288 La Nueva España, 25 de abril de 1937, p. 5.

289 Ibidem.

290 Sobrenombre de Córdova Iturburu.

291 La carta se reproduce completa en Orgambide, Pedro, El hombre de la rosa blindada, p. 242.

292 La Nueva España, 18 de abril de 1937, p. 5.

293 La Nueva España, 29 de abril de 1937, p. 5.

294 Ibidem.

295 La periodista María Luisa Carnelli, pareja de Enrique González Tuñón, también comparte con Raúl González Tuñón y Córdova Iturburu las labores periodísticas en tierras españolas. La divulgación a través del libro se une al trabajo cotidiano para la prensa: Carnelli publica UHP: mineros de Asturias (1936) y Córdova Iturburu, España bajo el comando del pueblo (1938).

296 El Mono Azul, Nro. 7, 8 de octubre de 1936, p. 3.

297 El Mono Azul, Nro. 16, 1 de mayo de 1937, p. 4.

298 La Nueva España, 13 de mayo de 1937, p. 2.

299 La Nueva España, 20 de mayo de 1937, p. 2.

300 La Nueva España, 25 de mayo de 1937, p. 2.

301 Ibidem.

302 El discurso completo está publicado en Las puertas del fuego, bajo el título “España en América”, pp. 193-197.

303 Ibidem.

304 También publicado en Las puertas... como “Los escritores y España”, pp. 199-202.

305 Semblanzas de aquellos lugares quedan plasmados en su poema “Saudade de los puertos”, en Hay alguien que está esperando, pp. 9-21.

306 Repertorio Americano, San José de Costa Rica, Nro. 823, 16 de octubre de 1937, pp. 226-227.

307 Sáez, Fernando, Todo debe ser demasiado. Biografía de Delia del Carril, La Hormiga, Santiago de Chile, Sudamericana, 1997, pp. 123-124.

308 “Testimonios sobre Delia del Carril”, Boletín Primavera 1991, Fundación Pablo Neruda, pp. 33-37, en http://www.neruda.uchile.cl/delia.htm (página consultada el 7 de enero de 2016).

309 Entrevista a Raúl González Tuñón por Manuel Seoane, en Hoy, Santiago de Chile, Nro. 325, 10 de febrero de 1938, p. 52. Para ahondar en la relación entre las crónicas publicadas en La Nueva España y los textos de Las puertas del fuego, puede consultarse Cano Reyes, Jesús, “Fiebre y épica: Raúl González Tuñón, corresponsal de la Guerra Civil Española”, en Anales de Literatura Hispanoamericana 46, Madrid (España), Ediciones Complutense, 2017, pp. 237-258 (disponible en versión online).

310 Ibidem, p. 52.

311 Poemas de Juancito Caminador, Buenos Aires, Problemas, 1941, p.149.

312 González Tuñón, Raúl, “Crítica y los años 20”, p. 58.

313 Con El Sol, Botana incursiona en el mercado de los matutinos y, por lo tanto, saca números cero con periodistas ajenos a las prácticas de los diarios de la tarde. “Pero cuando se hizo el tercer número de prueba –faltaban diez días para su aparición– no tuvo más remedio que acudir a todos los secretarios de redacción que había en Crítica. A todos, menos a mí, que a los 28 años pasé a ser el único secretario y ‘ayudante’ a la vez de las cuatro ediciones de Crítica. Botana mismo me puso en posesión del cargo”, cuenta Francisco Luis Llano en su libro La aventura del periodismo (Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1978, p. 48).

314 Citado por Senén González, Santiago, en “El primer multimedio argentino”.

315 Citado por Saítta, Silvia, Regueros..., p. 290.

316 Con menor frecuencia también usó los seudónimos Juan B. Irigoyen –nombre de uno de sus cuñados, esposo de su hermana Irma– y Don Juan el Zorro, un sobrenombre colectivo con que firman en forma alternada en Crítica Horacio Rega Molina, Manuel Alcobre, Eduardo M. Almira y Eliseo Montaine, entre otros.

317 González Tuñón le dedica el poema “El cementerio de los pioneers” (Hay alguien que está esperando).

318 En el capítulo “Afectos”, en la segunda parte de este libro, profundizaremos sobre el tema.

319 Teitelboim, Volodia, Los dos Borges, Santiago de Chile, Sudamericana, 1996, p. 72.

320 Arenas hace referencia al escándalo que estalla en el ambiente literario chileno al divulgarse las similitudes entre el poema 16 de 20 poemas de amor y una canción desesperada, el libro más famoso de Neruda, publicado una década atrás, con el poema 30 de El jardinero, una de las obras más difundidas de Tagore, traducida al español en 1917.

321 Gómez, Enrique, “Problemas del Intelectual frente a los falsos intelectuales”, en Arenas, Braulio; Cid, Teófilo y Gómez, Enrique, Defensa de la poesía. Tres conferencias leídas en la Universidad de Chile, el 7 de junio de 1939, Santiago de Chile, Mandrágora, 1939.

322 Arenas, Braulio, “Defensa de la poesía”, en Arenas, Braulio; Cid, Teófilo y Gómez, Enrique, Defensa de la poesía. Tres conferencias leídas en la Universidad de Chile, el 7 de junio de 1939, Santiago de Chile, Mandrágora, 1939.

323 Cid, Teófilo, “Poesía, Revolución”, en Arenas, Braulio; Cid, Teófilo y Gómez, Enrique, Defensa de la poesía. Tres conferencias leídas en la Universidad de Chile, el 7 de junio de 1939, Santiago de Chile, Mandrágora, 1939. Para ver más detalles sobre la disputa ver el volante “Defensa de la Mandrágora”, publicado en De Mussy Roa, Luis y Aránguiz Pinto, Santiago (compilación, estudio y edición), Teófilo Cid. Soy leyenda, Obras Completas, Volumen 1, Santiago de Chile, Cuarto Propio, 2004, p. 379 y ss.

324 Boizard, Ricardo, Historia de una derrota (25 de octubre de 1938), Santiago de Chile, Orbe, 1941, p. 133.

325 Borré, Omar, Roberto Arlt y la crítica (1926-1990), Buenos Aires, América Libre, 1996, pp. 159-160.

326 Conversación del autor con Nélida Rodríguez Marqués, septiembre de 2004 y ss.

327 Ver también la nota necrológica de González Tuñón “Sobre el cadáver de León Trotzki”, incluida en Canciones del Tercer Frente (pp. 67-69). El comienzo es elocuente: “En Coyoacán, palacete campestre pagado por el dinero norteamericano, ha muerto León Trotzki, literato notable, hombre pequeño y traidor del Partido Comunista y de la Unión Soviética”.

328 El Siglo, 19 de septiembre de 1940.

329 Hay una versión francesa posterior (1707), escrita por Alain-René Lesage.

330 La Comisión de Actividades Antiamericanas (House Un-American Activities Committee) es creada en 1938 y presidida por el senador demócrata Martin Dies y luego por John E. Rankin y J. Parnell Thomas, quienes la impulsan como cuerpo permanente de la Cámara de Representantes. Su objetivo: perseguir a organizaciones políticas y culturales de izquierda, en especial, comunistas. El “Comité Dies” es un antecedente directo de la comisión que encabeza el senador Joseph McCarthy y funciona entre 1947 y 1953.

331 El Siglo, 2 de septiembre de 1940.

332 El Siglo, 14 de mayo de 1942.

333 En Chile, se usa guagua en forma coloquial como sinónimo de bebé.

334 El Siglo, 3 de noviembre de 1940.

335 El Siglo, 23 de mayo de 1941.

336 El Siglo, 22 de diciembre de 1940. Philipp Scheidemann es un político socialdemócrata alemán, que muere en el exilio en 1939. Gustav Noske, también socialdemócrata, ordena la represión del levantamiento espartaquista en 1919 como gobernador de Berlín. Karl Kautsky, que había sido secretario de Engels, vira de la socialdemocracia al anticomunismo. El socialista Filippo Turati, crítico de la Revolución Rusa, debe exiliarse tras la consolidación del fascismo. James Ramsay Mac Donaldes es uno de los máximos dirigentes del laborismo británico durante las cuatro primeras décadas del siglo XX. El socialista español Julián Besteiro hace gestiones en Londres para negociar una salida durante la Guerra Civil. El primer ministro británico Neville Chamberlain firma con Hitler un pacto en 1938, en un intento fallido por mantener la paz en Europa.

337 Ese mismo año, sufre un infarto en Santiago de Chile y es atendido por el médico Salvador Allende, luego presidente del país por la Unidad Popular.

338 Orientación, Nro. 259, 2 de julio de 1942. En realidad, “Tiempo del héroe” es el título general de la primera parte del libro Himno de pólvora, publicado en 1943.

339 Orientación, Nro. 290, 11 de marzo de 1943. El nuevo libro, Himno de pólvora, sale en noviembre de 1943 y desde meses antes circula Primer canto argentino, un folleto de 31 páginas con poemas que tendrá forma de libro dos años después, editado por el Comité de Residentes Argentinos Pro-Libertad de Presos Políticos, fundado en Chile.

340 El interés de González Tuñón por participar en el mundo del cine ya se había manifestado con la inclusión del poema “Canción para vagabundos” en Busco un marido para mi mujer. También había trabajado en los diálogos de una película de “ambiente marítimo” que no llega a filmarse.

341 González Tuñón, Raúl, La literatura resplandeciente, p. 88.

342 Un año antes, había empleado un título similar –“El drama de los argentinos”– en una nota de opinión sobre la persecución anticomunista del gobierno de Castillo (El Siglo, 9 de abril de 1942, p. 5).

343 Para profundizar sobre la persecución al comunismo durante la dictadura implementada entre 1943 y 1946, ver Sommi, Luis Víctor, Neuquén. Vida de los presos políticos, Buenos Aires, Partenón, 1946.

344 El Siglo, 6 de julio de 1943.

345 Ibidem.

346 El Siglo, 7 de julio de 1943.

347 Ibidem.

348 Ibidem.

349 El Siglo, 8 de julio de 1943.

350 El Siglo, 9 de julio de 1943.

351 Ibidem.

352 El Siglo, 10 de julio de 1943. Victorio Codovilla, máximo dirigente del Partido Comunista, preso en la cárcel de Río Gallegos.

353 Entre los presos comunistas que González Tuñón no menciona está Sommi, el autor de Neuquén. Vida de los presos políticos. Allí, Sommi cuenta que antes de ser trasladado a la cárcel patagónica permanece detenido en Villa Devoto. En el piso de su calabozo, encuentra un montón de hojas de diarios, entre ellas un recorte de Orientación con el poema de González Tuñón “Himno en las vísperas de Mayo” (p. 11). También recuerda que a las celdas llegaban de forma ilegal “algunos de sus poemas publicados en su fecundo exilio. Más de una fiestita fue animada con la lectura de algunos de sus apasionados y valientes versos (p. 162).

354 Ibidem.

355 Salas, Horacio, Conversaciones..., p. 126. Para profundizar sobre el tema, puede consultarse la ponencia “‘El nazi era Perón’”: la versión del peronismo en las intervenciones poéticas y políticas de Raúl González Tuñón”, de María Fernanda Alle, presentada en el VIII Congreso Internacional de Teoría y Crítica Literaria Orbis Tertius, Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria - IdIHCS/CONICET, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, mayo de 2012 (disponible en versión online).

356 Sobre el movimiento Patria Libre puede consultarse Mochkofsky, Graciela, Tío Borís, Buenos Aires, Sudamericana, 2006, p.91 y ss.; Gilbert, Isidoro, La Fede, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, p. 211 y ss. y Alle, María Fernanda, “Primer canto argentino de Raúl González Tuñón en 1943 y en 1945: la eficacia política de la poesía”, en Orbis Tertius, vol. XIX, Nro. 20, 2014, pp. 76-84 (disponible en versión online).

357 “Canto a mi patria, y un sauce”, en Primer canto argentino, Buenos Aires, Edición del autor, 1945, pp. 110-112.

358 Entre 1936 y 1938, Perón se desempeña como agregado militar en la embajada argentina en Chile. Su misión estaba centrada en recabar información sobre las fuerzas armadas del país trasandino, en especial, documentos militares reservados sobre posibles acciones armadas de Chile contra Argentina. Ver Pignatelli, Adrián, “Misión de espionaje de Perón en Chile”, en Todo es Historia, Nro. 560, marzo de 2014, pp. 26-34.

359 El Siglo, 5 de mayo de 1944.

360 El Siglo, 2 de febrero de 1945.

361 Se refiere al comisario Rómulo Magnani, jefe de la Sección Especial.

362 La entrevista figura en “Capítulo 136. La historia de la literatura argentina”, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982, pp. 207-209.

363 González Tuñón, Raúl, “Cantata para nuestros muertos”, en Demanda contra el olvido, Buenos Aires, Ediciones Horizonte, 1963, p. 10.

364 Para profundizar sobre la relevancia de la publicación en el contexto político y social chileno, se recomienda consultar Salinas Campos, Maximiliano, “¿Una risa jerárquica? La revista Topaze: características y límites de la sátira política en Chile”, en Revista Ciencias Sociales, Nro. 20, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Arturo Prat, Iquique (Chile), primer semestre de 2008, pp. 95-105 (disponible en versión online); Salinas, Maximiliano; Rueda, Jorge; Cornejo, Tomás y Silva, Judith, El Chile de Juan Verdejo. El humor político de Topaze 1931-1970, Santiago de Chile, Universidad de Santiago de Chile, 2011, y Velásquez Díaz, Gabriela Andrea, “Un Chile para la risa. La política chilena entre los años 1958 a 1970 a través de la sátira política de la revista Topaze”, tesis para optar al Título de Profesor de Historia y Ciencias Sociales y los grados de Licenciado en Educación y Licenciado en Historia por la Universidad Austral de Chile, 2015 (disponible en versión online).

365 Topaze, Nro. 493, 6 de febrero de 1942.

366 Topaze, Nro. 501, 3 de abril de 1942.

367 Topaze, Nro. 508, 22 de mayo de 1942.

368 Topaze, Nro. 575, 3 de septiembre de 1943.

369 Topaze, Nro. 439, 24 de enero de 1941. El “Día del Roto Chileno’’ (“roto” significa pobre) se celebra cada 20 de enero en homenaje a los soldados trasandinos que participaron en la batalla de Yungay (1839), frente a las tropas peruanas y bolivianas.

370 Topaze, Nro. 582, 22 de octubre de 1943.

371 Topaze, Nro. 441, 7 de febrero de 1941. Elías Lafertte: dirigente comunista chileno de extracción obrera. Senador entre 1937 y 1945. Carlos Contreras Labarca: secretario general del Partido Comunista de Chile. Electo diputado en 1937 y senador en 1941. Amador Pairoa Trujillo: militante comunista vinculado a los medios de comunicación. Director de Chile Sono Film y fundador de los diarios Frente Popular y El Siglo. Eudocio Ravines: comunista peruano que llega a Chile en 1935 enviado por Moscú para reorganizar al PC chileno y encarar la nueva política del “frente popular”, con la que una alianza de centroizquierda llegaría al gobierno dos años más tarde. Marcos Chamúdez (o Chamudes): diputado comunista, expulsado del partido en 1940, acusado de llevar una “vida fácil” y de vestirse “de etiqueta para ir a jugar en la ruleta del Casino de Viña del Mar”, según Lafertte.

372 Topaze, Nro. 529, 16 de octubre de 1942.

373 Topaze, Nro. 614, 2 de junio de 1944.

374 Topaze, Nro. 493, 6 de febrero de 1942.

375 Topaze, Nro. 605, 31 de marzo de 1944.

376 Topaze, Nro. 496, 28 de febrero de 1942.

377 Topaze, Nro. 607, 14 de abril de 1944.

378 Topaze, Nro. 624, 11 de agosto de 1944. El texto funciona como parodia a los poemas de González Tuñón “Surprise party en Doorn”, incluido en Todos bailan, y “7 de noviembre”, en Las puertas del fuego (rebautizado “Surprise party en Madrid” en La luna con gatillo, tomo I, Buenos Aires, Cartago, 1957). Es el mismo formato que González Tuñón emplea en “Surprise Party en Hollywood”, “Surprise Party en Adis Adeba”, “Surprise Party en Munich [sic]” y “Surprise Party en Londres”, reunidos en Hay alguien que está esperando.

379 Topaze, Nro. 504, 24 de abril de 1942.

380 Topaze, Nro. 435, 27 de diciembre de 1940. La nota menciona a los poetas chilenos Hermelo Arabena Williams y Carlos Préndez Saldías. El apellido del segundo aparece transformado en “Sadrías”.

381 Topaze, Nro. 446, 14 de marzo de 1941.

382 Topaze, Nro. 606, 7 de abril de 1944.

383 Topaze, edición especial de marzo de 1941.

384 “Neruda, Senador”, en El Siglo, 25 de enero de 1945, p. 5. Este poema nunca fue incluido en libro.

385 Topaze, Nro. 648, 2 de febrero de 1945. Ver el apartado “Neruda, Siqueiros y Picasso” en el capítulo “Forma, color y contenido” de la segunda parte de este libro.

386 “Coke es así…”, en “El Diablo Cojuelo”, en El Siglo, 19 de diciembre de 1944.

387 “El Siglo es así…”, en Topaze, Nro. 643, 29 de diciembre de 1944.

388 Orientación, Nro. 304, 19 de septiembre de 1945. El texto se refiere a los poetas chilenos Augusto D’Halmar y Angel Cruchaga Santa María.

389 Orientación, Nro. 305, 26 de septiembre de 1945.

390 La calle Pío Nono está ubicada en el barrio Bellavista de Santiago, entre el cerro San Cristóbal y el río Mapocho, zona de residencia de escritores y artistas plásticos. A pocos metros Neruda construye su casa “La Chascona”, donde se encuentra con Matilde Urrutia, durante sus últimos años de matrimonio con Delia del Carril.

391 “Yo entonces enviaba crónicas a Buenos Aires y un día me quejé, pues por no tener máquina de escribir tenía que ir a redactar mis artículos a la agencia del diario La Nación, y el corresponsal [Fernando] Ortiz Echagüe, no me miraba con buenos ojos. Gabriela me había citado en la Closerie y a la tarde siguiente la vi venir con la garúa, con su cabellera de ‘cacique araucano’, como decía Amparo Mom, portando una máquina de escribir que me traía de regalo. Después, por esas cosas del destino, cuando estuve en Chile durante cinco años haciendo la crónica de la Guerra Mundial, a esa misma máquina la apodaron ‘la ametralladora’” (en Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 112).

392 Orientación, Nro. 304, 19 de septiembre de 1945. González Tuñón mantiene a través de los años una relación muy especial con sus máquinas de escribir. Después de jubilarse, el poeta continúa yendo todos los días al diario Clarín para hacer colaboraciones, enhebrar versos o borronear sus memorias. Ante esa situación, la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), presidida por Dardo Cúneo, le regala una máquina, tras una propuesta de Horacio Salas. Esa Underwood negra, colocada en una punta de la mesa de roble familiar, le sirve para pasar en limpio sus poemas.

393 La Hora, 7 de diciembre de 1945, p. 4, citado en Panella, Claudio y Fonticelli, Marcelo, La prensa de izquierda y el peronismo (1943-1949). Socialistas y comunistas frente a Perón, La Plata, Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, 2007, p. 103.

394 Salas, Horacio, Coversaciones…, pp. 124-125.

395 Una curiosidad: el cuarto poema de Todos bailan se llama “Cosas que ocurrieron el 17 de octubre”, una fecha elegida al azar más de diez años antes de los sucesos de 1945.

396 Ferrari, Germán, “Orgambide”, fascículo en Nómada, Nro. 19, diciembre de 2009.

397 Orgambide, Pedro, Todos teníamos veinte años, Buenos Aires, Pomaire, 1985, pp. 107-110, y El hombre de la rosa blindada, pp. 188-190.

398 La Hora, 24 de febrero de 1946, p. 1, citado en Panella, Claudio y Fonticelli, Marcelo, La prensa de izquierda y el peronismo (1943-1949). Socialistas y comunistas frente a Perón, La Plata, Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, 2007, pp. 114-115.

399 Orientación, Nro. 333, 3 de abril de 1946.

400 Orientación, Nro. 352, 14 de agosto de 1946.

401 Salas, Horacio, Conversaciones..., pp. 45-46. En esta entrevista González Tuñón profundiza sobre su relación con el autor de Ficciones.

402 La falta de los ejemplares de Orientación de diciembre de 1949 en la hemeroteca de la sede central del Partido Comunista impidió constatar si las notas continuaron en ese mes.

403 González Tuñón, Raúl, “Entrada a la realidad tucumana”, en Orientación, Nro. 511, 19 de octubre de 1949, p. 7.

404 Ibidem.

405 Ibidem.

406 González Tuñón, Raúl, “Visita a un ingenio”, en Orientación, Nro. 512, 26 de octubre de 1949, p. 7.

407 Ibidem.

408 González Tuñón, Raúl, “Ni tierras ni viviendas”, en Orientación, Nro. 513, 2 de noviembre de 1949, p. 7.

409 Ibidem. Los diputados Manuel Lema y Luis Villacorta son elegidos para cumplir el período legislativo 1948-1952. Fulgencio Bildoza es el seudónimo que el periodista tucumano Miguel Hynes O’Connor usa en sus crónicas satíricas “Cartas a Ñaña” en el diario La Gaceta.

410 González Tuñón, Raúl, “En el pago de Güemes”, en Orientación, Nro. 514, 9 de noviembre de 1949, p. 7.

411 Ibidem.

412 González Tuñón, Raúl, “Jujuy: la del éxodo”, en Orientación, Nro. 515, 16 de noviembre de 1949, p. 7.

413 González Tuñón, Raúl, “En tierras de Pablo Henríquez”, en Orientación, Nro. 516, 23 de noviembre de 1949, p. 8. Huérfano desde pequeño, sin estudios, Pablo Henríquez se convierte en poeta y cantor de las tradiciones de su pueblo. Por su militancia sufre la cárcel en Ushuaia tras el golpe de 1930. Con su liberación sigue su lucha y participa en la ayuda a la República Española. El respeto por sus raíces y su trabajo social lo llevan a fundar un periódico escrito en castellano y en quichua. Fallece en 1946.

414 Ramos, Julio, Los cerrojos a la prensa, Buenos Aires, AMFIN, 1993, p. 116.

415 Botana muere en un accidente automovilístico en 1941.

416 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 127.

417 Koss, María Natacha, “Militancia, política y teatro: juntos pero no revueltos”, 12 de febrero de 2011, en http://www.alternativateatral.com/nota515-militancia-politica-y-teatro-juntos-pero-no-revueltos.

418 Koss, María Natacha, “Militancia, política y teatro: juntos pero no revueltos”, entrevista a Carlos Gorostiza, http://www.alternativateatral.com/nota515-militancia-politica-y-teatro-juntos-pero-no-revuelto (publicado el 12 de febrero de 2011).

419 Seudónimo de Carlos Peláez de Justo, fundador de Gente de Prensa.

420 Conversación con el autor, 12 de mayo de 2007.

421 Sasturain, Juan, “El cabo Savino: treinta años de milico, ningún ascenso”, en SuperHumor, Nro. 8, julio de 1981, pp. 66-67.

422 Continente, Nro. 2, 15 de mayo de 1947.

423 González Tuñón publica este texto al menos en cinco medios diferentes en distintas épocas, con pequeños cambios significativos. Ver capítulo “Afectos” (“Shelley, Victor Hugo, Zola y Gorki”) en la segunda parte del libro.

424 Citado por Lubrano Zas en la solapa del libro de González Tuñón La veleta y la antena, Buenos Aires, Buenos Aires Leyendo, 1969.

425 “Martin Fierro versus Boedo”, en Continente, junio de 1947, p. 17.

426 Capdevila, Arturo, discurso “La carrera literaria”, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, Tomo XV, Nro. 57, octubre-diciembre de 1946, p. 551.

427 Entrevista del autor al periodista Norberto Vilar, 25 de mayo de 2005.

428 Los seis primeros números no cuentan con datos sobre la dirección de la revista. A partir del Nro. 7 figuran Héctor P. Agosti, Julio L. Peluffo y Roberto Salama. Desde el Nro. 21, queda a cargo un Consejo de Redacción, con los tres nombrados anteriormente más Carlos Giambiagi y Samuel Schmerkin. Entre el Nro. 29 y el Nro. 60, aparece como director Agosti y entre el Nro. 70 y el Nro. 84, Peluffo (datos tomados del catálogo del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas –CeDInCI–).

429 Cuadernos de Cultura, Nro. 4, diciembre de 1951, p. 105.

430 Cuadernos de Cultura, Nro. 11, de abril de 1953, pp. 11-13 y 96-97.

431 Cuadernos de Cultura, Nro. 12, de julio de 1953.

432 Sobre esta polémica nos detendremos más adelante.

433 A partir del número 85, Cuadernos de Cultura comienza a llevar la denominación “Nueva Época” y una numeración desde 1 que coexiste con la anterior.

434 Huasi, Julio, “Raúl González Tuñón. La poesía silenciada que truena”, en El Periodista, Nro. 101, 15 al 21 de agosto de 1986.

435 AA.VV. Al encuentro de dos culturas. Primera delegación cultural argentina a la URSS, Buenos Aires, Ediciones IRCAU, 1954.

436 Conversación del autor con Nélida Rodríguez Marqués.

437 Entrevista del autor a Isidoro Gilbert, 16 de junio de 2005.

438 Los testimonios de este capítulo pertenecen a una entrevista del autor a Roberto Cossa, 16 de mayo de 2005.

439 Entre el 7 y el 13 de octubre de 1958 Gozález Tuñón participó como invitado especial, junto con el chileno Francisco Coloane, en el Congreso de Escritores de Asia y África, que se celebró en Taskent, capital de la República de Uzbekistán, en la URSS. También estuvo unos días en Moscú, Estocolmo, Ámsterdam, Ginebra y París.

440 González Tuñón prologa –“Palabras para un joven poeta”– el primer libro de Huasi, Sonata popular en Buenos Aires, publicado en 1959.

441 “Mi breve vista a la URSS ratificó el interés que hay por un mayor conocimiento mutuo”, en Nuestra Palabra, 6 de noviembre de 1958. Ver también González Tuñón, Raúl. “La literatura resplandeciente”, en La literatura resplandeciente, pp. 9-11 y 150-151.

442 González Tuñón conoce a Borges en 1924 y refleja ese encuentro en el poema “Año Nuevo” (Martín Fierro, Nro. 16, 5 de mayo de 1925, p.3 ):

Y en un lugar del año

he conocido a Jorge Luis

Borges. Es un muchacho.

[…]

la enjoyada soledad de la noche,

el llameante intermedio de las puestas de sol,

la selva del bullicio, las ideas, los hombres,

entra por sus anteojos

y él se ha hecho un mundo dentro de sí mismo

y él es el jardinero de su reposo.

Un día por milagro de su vida interior

ese bastón tan suyo,

florecerá una flor.


443 Emma Barrandeguy se desempeña durante varios años como secretaria de Salvadora Medina Onrubia.

444 Revista de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, Nro. 4, Época II, Volumen I, 1960, p. 122.

445 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón. En 1967, el escritor Alfredo Varela publica Abono inagotable, un poema con la misma temática, prologado por Barletta e ilustrado por Carlos Alonso, Pompeyo Audivert, Juan Carlos Castagnino, Carlos Giambiagi, Enrique Policastro, Demetrio Urruchúa, Abraham Vigo, Bartolomé Mirabelli, Helio Casal, Oscar Anadon, Roberto Rodríguez, Bernardo Jessiot, Basia Kuperman y Raúl Lara.

446 Entrevista del autor a José Luis Mangieri, 14 de junio de 2005. Mangieri reeditará el libro por el sello La Rosa Blindada en 2006.

447 Ver El setenta aniversario de Victorio Codovilla. Saludos que fueron enviados al camarada Codovilla en su 70 aniversario y su contestación a los mismos, Buenos Aires, Anteo, 1964, pp. 91-94.

448 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón.

449 Conversación del autor con Nélida Rodríguez Marqués.

450 Ibidem. En un testimonio reproducido por Julio Huasi, González Tuñón ubica un cortorcituito que involucra a ambos poetas, a Carlos Brocato y al PC a raíz de la publicación del poemario de Huasi Sonata popular en Buenos Aires, en 1959, con prólogo de González Tuñón –“Palabras para un nuevos poeta”–, editado por Cuadernos de Cultura: “Vamos a pasar a la posteridad, porque Carlos Brocato envió una carta a la dirección del partido denunciando tu libro, y a mí por prologarlo, por ser un canto al vino y a las mujerzuelas, já, já, já” (Huasi, Julio, “Raúl González Tuñón. La poesía silenciada que truena”, en El Periodista, Nro. 101, 15 al 21 de agosto de 1986, p. 26). Quizás el hecho denunciado por González Tuñón –según el testimonio de Huasi– sea parte de los “problemas de pendejos” a los que se refería Tito Cossa páginas atrás.

451 Para profundizar sobre las diferencias entre González Tuñón y Agosti, en particular, y sobre el contexto político y social en que aparece la revista, en general, es ineludible consultar el estudio preliminar que hace Néstor Kohan para La Rosa Blindada, una pasión de los ’60 (Buenos Aires, Ediciones La Rosa Blindada, 1999). Kohan se encarga también de compilar los artículos de la publicación.

452 Los cruces entre el periodismo, la militancia y las disputas ideológico-culturales se tensionan en el siguiente episodio. González Tuñón escribe una carta al escritor brasileño Jorge Amado, en la que critica a Neruda por su libro Los versos del Capitán, publicado sin firma en 1952 en Italia. En ese momento, entra Agosti a la redacción de Clarín, donde se encontraba González Tuñón, lee la carta y le advierte que su deber es informarlo al Partido. “Bueno, hacé lo que quieras”, le contesta González Tuñón, quien finalmente es citado (entrevista del autor a Adolfo González Tuñón).

453 Entrevista del autor a José Luis Mangieri. La imprenta de José López Rega, Suministros Gráficos SAIC, estaba ubicada en Jerónimo Salguero 3457, en la Capital Federal. Allí imprime su libro Astrología esotérica (1962), entre otras publicaciones. El ejemplar que posee el autor tiene la marca del “plomo”, pero en la edición facsimilar de La Rosa Blindada publicada por la Biblioteca Nacional en 2014, la palabra “putas” se lee correctamente (p. 172). Es probable que algunos ejemplares hayan salido con el “plomo” y otros se hayan salvado de la censura. No está demás aclarar que en marzo de 1965, López Rega aún era una persona desconocida para la opinión pública.

454 Nadra, Fernando, La religión de los ateos. Reflexiones sobre el estalinismo en el Partido Comunista Argentino, Buenos Aires, Puntosur, 1989, pp. 100-101.

455 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón.

456 Violín y otras cuestiones, de 1956, con prólogo de González Tuñón, es el primer libro de Gelman, quien siempre recordará ese gesto de confianza. La influencia poética de González Tuñón y de César Vallejo es decisiva en el “primer” Gelman. En ese contexto se enmarca el homenaje qye qyeda explicitado en la relación que guarda el nombre del primer libro de Gelman con el de González Tuñón, El violín del diablo.

457 Testimonio recogido en enero de 1998 por Kohan y citado en el estudio preliminar de La Rosa Blindada, una pasión de los ’60, p. 31.

458 En “El oficio del poeta”, entrevista de Claudio Zeiger a Gelman, en suplemento “Radar”, Nro. 268, en Página 12, 30 de septiembre de 2001.

459 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón.

460 Kohan, Néstor, La Rosa Blindada, una pasión de los ‘60, p. 56.

461 Clarín, 14 de febrero de 1963.

462 Clarín, 6 de febrero de 1964.

463 Ver González Tuñón, Raúl, “Presencia del Grupo Espartaco”, en Actitud, Nro. 4, julio de 1964, pp. 12-13.

464 En la segunda parte, nos detendremos en ese film y esa frase, que recorren la obra de González Tuñón.

465 Entrevista del autor a José Luis Mangieri.

466 Clarín, 13 de febrero de 1964.

467 Bayer, Osvaldo, “Introducción con nostalgias, flores y heridas”, prólogo al libro La Noble Ernestina, de Pablo Llonto, Buenos Aires, Astralib Cooperativa Editora, 2003, p. 13.

468 Entrevista del autor a Osvaldo Bayer, 25 de mayo de 2005. Los testimonios siguientes de este capítulo pertenecen a la misma conversación.

469 La velenta y la antena aparece en 1969 y es el último libro que González Tuñón publica en vida; Severino di Giovanni, de 1970, es la primera obra de Bayer.

470 González Tuñón también le regaló a Bayer un ejemplar de ese libro. “A Osvaldo Bayer, con quien coincido frente a muchos hechos de nuestro alborotado tiempo, dedico este libro, que son dos… Con mi admiración al vibrante escritor y un afecto personal que hago extensivo a su esposa. ¡Nos vemos!”, reza la dedicatoria. (El autor de esta investigación pudo ver el liobro autografiado cuando entrevistó a Bayer en mayo de 2005).

471 Bayer, Osvaldo, “Introducción con nostalgias, flores y heridas”, p. 16.

472 Entrevista del autor a Héctor Yánover, agosto de 1993.

473 Yánover, Héctor, “Semblanza”, prólogo al libro Raúl González Tuñón, p. 8.

474 Entrevista del autor a Norberto Vilar.

475 Mangieri, José Luis, “Alguien está esperando”, en Página/12, 14 de agosto de 2004.

476 Entrevista de Daniel Freidemberg a Juan “Tata” Cedrón, “Poemas del dos por cuatro”, en suplemento Clarín Cultura y Nación, en Clarín, 3 de noviembre de 1994.

477 Entrevista de Claudio Kleiman a Juan “Tata” Cedrón, “Tuñón era un atorrante delicado”, en Página/12, 3 de septiembre de 2005.

478 Entrevista a Hugo Ditaranto, en http://www.periodicodesdeboedo.blogspot.com (página consultada el 29 de agosto de 2006).

479 Cuadrado, Arturo, “Memoria por Raúl”, en suplemento Clarín Cultura y Nación, en Clarín, 16 de agosto de 1979. Seguramente se trata del libro La España que no muere, publicado por Botella al Mar en 1971. Ya consagrado como poeta y crítico de arte, González Tuñón es requerido en forma habitual para la redacción del prólogo de un libro de un poeta joven o de un texto para un catálogo de un artista plástico o para la presentación de obras de autores desconocidos. Esos gestos de respaldo hacia quienes comienzan a difundir sus trabajos son una marca distintiva de su personalidad.

480 Artesi, Catalina Julia, “Raúl González Tuñón. Ayer, hoy y siempre”, en Tesis 11, 11 de enero de 2005, versión digital http://www.tesis11.org.ar/raul-gonzalez-tunon-ayer-hoy-y-siempre (página consultada el 13 de marzo de 2020).

481 Entrevista del autor a Adolfo González Tuñón.

482 “Dos mujeres, dos poetas”, en Primera Plana, Nro. 3, 29 de abril al 12 de mayo de 1983, p. 52.

483 Salas, Horacio, Conversaciones..., p. 127.

484 En los años 60, se desempeña como curadora de la Galería de las Artes, en avenida Córdoba 947, y luego de la Galería Contemporánea, en el subsuelo de Florida 910.

485 “Siete preguntas básicas a Raúl González Tuñón”, en Cuadernos de Poesía, Nro. 1, verano de 1966, p. 116.

486 Las cartas pertenecen al archivo de la familia González Tuñón.

487 Un ¿error? de tipeo: como destinatario figura “E. González Tuñón”.

488 El abogado Norberto Frontini publica en 1966 Los guerrilleros de Salta. Su hijo Federico –“Grillo”– había integrado el primer grupo guevarista del país, el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), establecido en Salta en 1964, liderado por el periodista Jorge Ricardo Masetti.

489 Líder campesino peruano, detenido en 1963 por encabezar una resistencia armada en favor de la implementación de una reforma agraria.

490 Mangieri destaca el gesto de Caminos en una entrevista a FM Urbana, de la Capital Federal, el 29 de noviembre de 2003. Tomado de http://www.rebelion.org/cultura/031202jl.htm (página consultada el 5 de octubre de 2004).

491 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 135.

492 Conversación del autor con Cora Cané, Buenos Aires, 19 de agosto de 2005.

493 Conversación del autor con Félix Luna, Buenos Aires, 5 de mayo de 2005.

494 Entrevista del autor a Osvaldo Bayer.

495 Entrevista del autor a Armando Vidal, 29 de abril de 2016.

496 Entrevista del autor a Blanca Rébori, 6 de junio de 2016.

497 Göttling, Jorge, “Figuritas de la vida”, en Clarín, 14 de agosto de 1994.

498 Tiempo, César. “¿Quién dijo que Raúl ha muerto?”, en Suplemento Cultura y Nación, Clarín, 14 de agosto de 1975.

499 Entrevista del autor a Osvaldo Bayer.

500 Discurso de Osvaldo Bayer en homenaje a Raúl González Tuñón, Buenos Aires, 30 de octubre de 1970 (Copia del original facilitada por Nélida Rodríguez Marqués). Bayer incluye este texto con el título “Raúl” en su libro Rebeldía y esperanza, Buenos Aires, Ediciones B, 2da. reimpresión, 1994.

501 Número de la denominada “Ley de Residencia”, vigente entre 1902 y 1958 por la que se expulsa del país a extranjeros que profesaban ideas de izquierda.

502 Ver Cuestionario, Nro. 3, julio de 1973, pp. 18-19 y Cuestionario, Nro. 4, agosto de 1973, p. 34.

503 “Policías que aplauden”, en La Arena, 23 de noviembre de 1970, p. 8.

504 Ver Bonardo, Augusto, Antología de un asco en la Argentina, Buenos Aires, Ediciones La Gente, 1965, p. 20.

505 La DIPBA funciona entre 1956 y 1998. El material preservado se encuentra a cargo de la Comisión Provincial por la Memoria.

506 “Los escritores protestan por el régimen de importación de libros”, en La Opinión, 25 de enero de 1974, p. 18.

507 Noticias, 11 de junio de 1974, p. 17.

508 Mayoría, 16 de agosto de 1974.

509 Huasi, Julio, “Raúl González Tuñón. La poesía silenciada que truena”, en El Periodista, Nro. 101, 15 al 21 de agosto de 1986, p. 27.

510 Testimonio de Jorge Lafforgue, 28 de febrero de 2020, vía correo electrónico.

511 Aunque González Tuñón usa alternativamente las dos grafías, consideramos que el nombre correcto es “New Cross Boston Bar”.

512 En “Réquiem para un bar de camareras”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, pp. 39-40, advierte sobre los “nombres gringos” de algunos de esos cafés, “pero que resonaron en el argot porteño/ de ayer, en la Ribera de los piringundines/ y de los acordeones del vino y la nostalgia/ y de las figurantas del violín mentiroso./ Nombres íntimos, y el ‘falso azul’ de la emoción nochera/ con su candor recóndito y su pizca canalla”. Además, hace una reflexión más profunda sobre uno de ellos, ayudado con el paso del tiempo: “Yo le canté al New Cross cuando sólo veía/ su costado de magia, no al aparato sórdido/ dirigiendo la farsa tras las bambalinas;/ una atmósfera fuerte de humo cautivando/ la urgencia juvenil, el florido aluvión/ de las mujeres de ojos insomnes y de sonrisas pálidas”.

513 “El Barrio Chino de La Boca –la calle Colorado– tiene los ojos oblicuos y escamotea nuestra sombra”, en Crítica, 25 de mayo de 1926, p. 16. En la actualidad, la calle Colorado se denomina Agustín R. Caffarena.

514 “Hay alguien que está esperando” es también el título de uno de los poemas que integran la serie “Hotel del puerto”, en Canciones del Tercer Frente.

515 “El hombre y el espejo”, en Revista Multicolor de los Sábados, Nro. 17, 2 de diciembre de 1933, p. 1. “El hombre que desapareció en el espejo”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, pp. 26-27.

516 “Breve viaje por el caminito de Juan de Dios”, en Máscaras, Nro. 2, febrero de 1931, s/n.

517 Ibidem.

518 “Barrio judío pobre”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 55-57.

519 “Un loco de la vida”, en la Revista Multicolor de los Sábados, Nro. 7, 23 de septiembre de 1933, p. 4. Luego fue incluido en El otro lado de la estrella, pp. 154-156.

520 “Réquiem para un caricaturista de café”, en El rumbo de las islas perdidas, p. 35.

521 “Las dos personalidades”, en Revista Multicolor de los Sábados, 21 de octubre de 1933, Nro. 11, p. 3. Luego incluido en El otro lado de la estrella, pp. 165-167.

522 “‘Crítica’ y los años 20”, en Todo es Historia, Nro. 32, diciembre de 1969, y “Cuando la ciudad se hizo arte”, en La Marmita. Cocina y turismo, Nro. 1, mayo de 1973.

523 Todos los poemas pertenecen a La calle del Agujero en la Media.

524 “Donde los dedos han vuelto a presionar los gatillos”, en El Suplemento, Nro. 671, 27 de mayo de 1936.

525 “Algunas tabernas de Madrid”, en Civdad, Nro. 18, 24 de abril de 1935.

526 Se refiere a los locales que en Estados Unidos vendían bebidas alcohólicas durante la “Ley Seca”.

527 González Tuñón vuelve a usar esta frase del poeta latino como epígrafe del poema en prosa “El Albergue de la Campana”, en La calle del Agujero en la Media; y en “Encuentro en la taberna del Ángel”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, la dicen a coro los protagonistas luego de beber. Esta preocupación del poeta la había manifestado en el artículo periodístico “Carta abierta a Mister Hoover” (Crítica, 22 de junio de 1928, p. 4). Allí le reclama al futuro presidente de Estados Unidos que derogue la “Ley Seca” porque “un país sin vino, es un país sin poesía”.

528 “El reloj de la Gobernación”, en La rosa blindada, p. 46.

529 “Madrid, 1935...”, en El Siglo, 5 de agosto de 1945.

530 “Robert Desnos”, en Demanda contra el olvido, pp. 41-42; en La literatura resplandeciente, p. 202.

531 Ibidem.

532 “Poema a la Hoe”, en Crítica, 2 de septiembre de 1927.

533 Ibidem.

534 “Parece mentira”, en Crítica, 2 de noviembre de 1932, p. 16.

535 Ibidem.

536 José Luis Cantilo es intendente de la ciudad de Buenos Aires en dos oportunidades: del 5 de diciembre de 1919 al 25 de octubre de 1921 y del 15 de noviembre de 1928 al 6 de septiembre de 1930.

537 Se refiere a los poetas Juan Pablo Echagüe (1877-1950), Arturo Capdevila (1889-1967) y, podemos suponer, a todos los Obligado: Rafael (1851-1920), Carlos (1890-1949) y Pedro Miguel (1892-1967). En la versión publicada en el número 4 de la revista La Rosa Blindada hay algunas modificaciones en los versos, entre ellas, el apellido Echagüe es reemplazado por el de Zuviría, en alusión a Gustavo Martínez Zuviría (1883-1962), más conocido como Hugo Wast.

538 Sobre esta frase, nos referiremos en el capítulo “Infancias”.

539 Creemos que aquí hay una errata. Por el contexto, el término apropiado sería “devuelta”.

540 Esa acumulación de puertos ya se percibe en “Los marineritos”, en La calle del Agujero en la Media: “Enfrente un cartelón oblicuo y desteñido que dice:/ Bar de Rotterdam/ –me acuerdo, me acuerdo de otros puertos:/ Cádiz, Cherburgo, San Fernando, Marsella,/ Boulogne...”. En otros libros posteriores también resurge esta temática, por ejemplo en “Recuerdo de A. O. Barnabooth”, en Todos bailan: “Mi vida está en los puertos del mundo mirando países/ barajando pañuelos de inútiles partidas e imposibles/ retornos./ En las viejas calles de las ciudades muertas/ en donde el pasado es algo tan vivo y tan presente y tan/ humano/ que sentimos su olor como en los sótanos se huele la/ humedad”.

541 “Saudade de los puertos”, en Hay alguien que está esperando, p. 9.

542 “Saudade de la vieja casa de Flores”, en Hay alguien que está esperando, p. 41.

543 “La casa que habitaron mis primos los García”, en Poemas para el atril de una pianola, Buenos Aires, Ediciones Horizonte, 1965, p. 21.

544 “Saudade con nombres y fechas”, en Hay alguien que está esperando, p. 45.

545 El poeta la menciona como “Cortada de Carabelas”.

546 “Poema para Diógenes Taborda”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 100-101.

547 “Radiografía de la Cortada de Carabelas”, en revista Continente, julio de 1947, p. 10.

548 “La cortada de Carabelas”, en A la sombra de los barrios amados, p. 48.

549 Ibidem, pp. 48-49.

550 “Réquiem para el viejo Mercado del Plata”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, p. 38.

551 “Ubicación de Evaristo Carriego”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 52, marzo-abril de 1961, p. 20.

552 Ibidem, pp. 20-21. Más adelante nos extenderemos sobre la presencia de Carriego en la poesía y en las notas periodísticas de González Tuñón. En la actualidad, la calle Sadi Carnot se llama Mario Bravo.

553 “Más sobre lo real y lo fabuloso”, en Crítica, 29 de diciembre de 1932, p. 17.

554 “Pequeña teoría”, en Poemas para el atril de una pianola, p. 51.

555 “La llave de la calle I”, en El Sol, 9 de diciembre de 1939, p. 6.

556 Pieter Brueghel, “El Viejo” (1525-1569) y El Bosco (1450-1516). El poema “El País de Cocagne”, en Canciones del Tercer Frente, alude a una de las pinturas más famosas de Brueghel el Viejo, también conocida como “El País de Cucaña”.

557 “La llave de la calle II”, en El Sol, 10 de diciembre de 1939, p. 8.

558 “La llave de la calle III”, en El Sol, 11 de diciembre de 1939, p. 24.

559 “Las calles y las islas” es el nombre del tercer capítulo del libro.

560 “Prosa de Juancito Caminador”, en Orientación, Nro. 371, 24 de diciembre de 1946.

561 “Visto en una calle en pocos minutos”, en Clarín, 24 de mayo de 1948, p. 11.

562 “El hombre y el espejo” y “El hombre que desapareció en el espejo” son versiones reducidas de “El famoso prestidigitador O’Hara”. Las tres tienen finales diferentes.

563 González Tuñón, Raúl, El otro lado de la estrella, pp. 91-92.

564 “Canto inconcluso a Chaplin”, en Hay alguien que está esperando, p. 149.

565 “Donde yace el corazón”, en Crítica, 28 de septiembre de 1929, pp. 16-17. Este mismo título tiene el relato inaugural de Las puertas del fuego.

566 “El Albergue de la Campana”, en La calle del Agujero en la Media, p. 78.

567 “El perfil del viejo Montmartre”, en Crítica, 21 de septiembre de 1929, p. 8.

568 “La Mère Catherine”, en La calle del Agujero en la Media, pp. 80-81.

569 La grafía correcta es Ménilmontant.

570 “La literatura resplandeciente IV - Carta de París”, en Orientación, Nro. 361, 16 de octubre de 1946, p. 7.

571 Esta obra sale a la venta en julio de 1976, dos años después de la muerte del poeta. Sin embargo, la carta no es incorporada. El autor aclara en una nota al pie en Orientación: “Este documento va incluido en ‘manuscritos hallados en una maleta extraviada’, en la tercera parte del libro de próxima aparición ‘La Literatura resplandeciente’. Contiene párrafos proféticos y significa una lección para quienes adoptan aquí tardíamente posturas ya superadas”. Nótese que la “próxima aparición” demoró ¡30 años!

572 “La literatura resplandeciente IV - Carta de París”, en Orientación, Nro. 361, 16 de octubre de 1946, p. 7.

573 Ibidem.

574 Ibidem. En el primer párrafo, menciona al abogado chileno Daniel Schweitzer, secretario del político, diplomático y empresario de medios Agustín Edwards Mac Clure, a quien González Tuñón le dedica La calle del Agujero en la Media junto con Guibourg. Tamnién alude al pintor francés Maurice Utrillo (1883-1955).

575 “Hay algo que huele mal en Tucumán”, en Crítica, 22 de mayo de 1927, p. 5.

576 Ibidem. El industrial y financista alemán Hugo Stinnes (1870-1924) dominó la economía de su país tras la Primera Guerra Mundial.

577 Ver el apartado “Por las rutas del norte argentino”, en el capítulo 4 de la primera parte.

578 “Entrada a la realidad tucumana”, en Orientación, 19 de octubre de 1949, p. 7.

579 “Visita a un ingenio”, en Orientación, 26 de octubre de 1949, p. 7.

580 “Zafra” es incluido en Hay alguien que está esperando. La versión que se transcribe es la del libro.

581 “Ni tierras ni viviendas”, en Orientación, 2 de noviembre de 1949, p. 7.

582 “En el pago de Güemes”, en Orientación, 9 de noviembre de 1949, p. 7.

583 “Jujuy: la del éxodo”, en Orientación, 16 de noviembre de 1949, p. 7.

584 “El tren detenido en Perico”, en Hay alguien que está esperando, p. 91.

585 Ibidem, pp. 91-92.

586 “Año Nuevo”, revista Martín Fierro, Nro. 16, 5 de mayo de 1925. En mayúscula en el original.

587 González Tuñón, Raúl; “Los escritores y la realidad”, en El otro lado de la estrella, pp. 20-21.

588 “Epitafio para la tumba de un obrero”, en Todos bailan, pp. 188.189.

589 “La corona del partido”, en La Hora, 15 de mayo de 1943, p. 5. “Un día de Mayo”, en Hay alguien que está esperando, pp. 69-71.

590 Ibidem.

591 Amparo Mom muere en 1940 y Enrique González Tuñón en 1943.

592 “Canto de despedida”, en Primer canto argentino, p. 114.

593 Máximo Gorki (1868-1936). Nos referiremos a él en el final del capítulo.

594 “La máquina de escribir”, en Orientación, Nro. 304, 19 de septiembre de 1945. En realidad, el primer libro fue Tangos, publicado en 1926, que recoge artículos sobre la música porteña aparecidos en Crítica. El alma de las cosas inanimadas –cuentos– es del año siguiente (ver aparatado “Despedida chilena”, en el capítulo 4 de la primera parte).

595 “Las muertes”, en Orientación, Nro. 332, 27 de marzo de 1946.

596 Ibidem.

597 “1943-1946. Enrique González Tuñón”, en Orientación, Nro. 338, 8 de mayo de 1946, p. 7.

598 “Palabras a Ricardo Güiraldes (Post-crepúsculo en la ventana de un hotel minúsculo)”, en Proa, Nro. 7, febrero de 1925. El poema está fechado en Montevideo en ese mismo año. En Hay alguien que está esperando apareció como “Carta a Ricardo Güiraldes”.

599 “Una suave, lejana sombra, como un país...”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 27-29.

600 “Poema en la muerte de una librería de lance y un librero”, en A la sombra de los barrios amados, p. 71. González Tuñón evoca al autor teatral Alberto Novión, al periodista y escritor Emilio Becher, a sus ex colegas en Crítica Luis Góngora, Isaac Morales y Carlos de la Púa, al dibujante del vespertino Diógenes Taborda y a Constantino Caló, dueño de “La Incógnita”. Posiblemente, el otro nombrado en la enumeración sea el dramaturgo Carlos M. Pacheco.

601 “La casa de la esquina de San Juan y Oruro”, en Poemas para el atril de una pianola, p. 20.

602 “Sonata del viernes”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, pp. 59-60.

603 “Sonata del sábado”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, p. 60. La novela Camas desde un peso (1932) agrupa cinco relatos protagonizados por personajes reales del bajo fondo porteño. Una de las dedicatorias reza: “A mi hermano Raúl”.

604 “Mi hermano Enrique”, en ARTiempo, Nro. 5, marzo de 1969, pp. 30-31. En La literatura resplandeciente, pp. 79-90. En el párrafo, hace referencia al explorador Jacques Cousteau.

605 Ibidem.

606 “Réquiem para Enrique González Tuñón”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, pp. 33-34.

607 Ver capítulo 3 de la primera parte.

608 En varias antologías, “Lluvia” lleva el epígrafe “A Amparo Mom”.

609 “Romeo y Aparicio”, en El Siglo, 25 de septiembre de 1940, p. 5.

610 “Madrid, 1935...”, en El Siglo, 5 de agosto de 1945.

611 “La máquina de escribir”, en Orientación, 19 de septiembre de 1945, p. 7.

612 “Amparo Mom. Febrero de 1940”, en “Las muertes”, en Orientación, 27 de marzo de 1946, p. 7.

613 “Amparo Mom (1940)”, en “También morí con ellos”, en Hay alguien que está esperando, p. 65.

614 “Poema con Londres”, en Hay alguien que está esperando, p. 32.

615 “Zona de silencio”, en “Encuentro en el camino”, en Hay alguien que está esperando, p. 121.

616 Salas, Horacio, Conversaciones…, p. 124.

617 León, María Teresa, Memoria de la melancolía, Barcelona, Laia, 1977, pp. 249 y ss.

618 Según la familia de González Tuñón, el escritor tuvo un romance con la actriz mexicana Dolores del Río y también con la actriz que era su doble de riesgo. Esta historia está novelada en La mujer y el espejo, de Eduardo Álvarez Tuñón (Libros del Zorzal, 2016).

619 A Blanca Mac Fadzen –tal es su grafía correcta– le dedica “El cementerio de los pioneers”, publicado en Hay alguien que está esperando, pp. 52-55.

620 Orgambide, Pedro, El hombre de la rosa blindada, p. 181.

621 Sáez, Fernando, Todo debe ser demasiado, p. 139.

622 Rodrigo, Antonina, Memoria de Granada: Manuel Ángeles Ortiz-Federico García Lorca, Barcelona, Plaza & Janés, 1984, pp. 298 y ss.

623 En 1919, Ortiz se casa con Francisca Alarcón Cortés, quien muere tres años más tarde.

624 Ortiz se embarca en el vapor Massilia el 19 de octubre de 1939, en el puerto de La Pallice, en la ciudad francesa de La Rochelle, y arriba a Buenos Aires el 5 de noviembre de ese año.

625 Rodrigo, Antonina, Memoria de Granada: Manuel Ángeles Ortiz-Federico García Lorca, pp. 299-300.

626 La Nación, 27 de febrero de 1940, p. 14.

627 Conversación del autor con Nélida Rodríguez Marqués.

628 “Aurora Amparo”, en Orientación, 23 de abril de 1947, p. 7; en Hay alguien que está esperando, pp. 59-61.

629 “Poema para un niño que habla con las cosas”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 9-13.

630 Crítica, 1 de enero de 1930, p. 19.

631 “Epitafio para la tumba de un obrero”, en Todos bailan, p. 188.

632 “Recuerdo de Manuel Tuñón”, en La rosa blindada, p. 17. Este poema es el primero del libro.

633 “La antigua Casa Snokel”, en Canciones del Tercer Frente, pp. 99-100.

634 “Taller de escultura religiosa”, en La calle del Agujero en la Media, p. 105.

635 “Una suave, lejana sombra, como un país...”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 24-29.

636 “Remigio González”, en La veleta y la antena, p. 12.

637 “Adolfo Tuñón”, en La veleta y la antena, p. 57.

638 “El reloj de cobre”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, p. 38.

639 González Tuñón le dedica un poema en un homenaje que le realiza el grupo martinfierrista y algunos amigos en marzo de 1925. “A Evar Méndez” sale publicado en el Nro.16 (5 de mayo de 1925) de la revista y comienza así: “Juro/ que estamos ante el hombre/ más bueno del mundo”.

640 Según la versión publicada en Hay alguien que está esperando, pp. 137-138.

641 “Maipú Pigall”, en El violín del diablo, pp. 73-75.

642 “Poema de Ricardo Güiraldes”, en Miércoles de Ceniza, pp. 128-129.

643 “Inconsistencia y extremismo de una crítica sectaria”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 23, diciembre de 1955, pp. 179-184. El artículo es incluido en La literatura resplandeciente con un título menos belicoso: “Crónica del creador de Don Segundo Sombra” (pp. 69-78). Ver apartado “2 a 1”, en capítulo 5 de la primera parte.

644 Todos los hombres del mundo son hermanos, p. 102.

645 “Canto a Filadelfia”, en Martín Fierro, Nro. 41, 28 de mayo de 1927.

646 “Media suela para Juancito Caminador”, prólogo a El otro lado de la estrella, p. 10.

647 Ibidem, pp. 11-12.

648 “Declaración de los autores”, en Dan tres vueltas y luego se van, pp. 5-6.

649 “Los ladrones”, en Canciones del Tercer Frente, pp. 151-152. El verso con la mención a Olivari no aparece en ediciones posteriores y es reemplazado por “de sangre, de muerte y de amor”, por ejemplo, en la Antología poética, publicada por Losada en 1974. El “Parque Goal” era una sala de baile y espectáculos que estaba ubicada en Avenida de Mayo 1473.

650 González Tuñón y Olivari comparten el culto por Villon, que se prolonga en el tiempo y en las formas. En 1944, la editorial Corinto de Buenos Aires publica François Villon. La vida aventurera de François Villon primer poeta de Francia, de Domenico Giuliotti, traducido por Olivari.

651 “Nicolás Olivari. El desenfadado”, en Clarín, 4 de mayo de 1959, pp. 12-13, firmada como Ismael Bravo. En La literatura resplandeciente, pp. 120-122.

652 Ibidem.

653 “Poetango del boliche”, en La veleta y la antena, p. 17.

654 “Carlos de la Púa. El popular”, en Clarín, 29 de abril de 1959, p. 25. En La literatura resplandeciente, pp. 214-216.

655 “Los ladrones”, en Canciones del Tercer Frente, pp. 151-152.

656 “Muerte y entierro de Gardel”, en Poemas para el atril de una pianola, p. 59. En los créditos del film figura Ismael Bravo como autor de uno de los poemas incluidos. Sin embargo, en el programa del día del estreno en el Cine Hindú se menciona que la película contiene “versos” de Enrique Cadícamo y “glosas de Jorge Luis Borges, José Portogallo [sic] y Gonzales Tuñon [sic]”. Ver aparatado “Los adioses” en el capítulo 5 de la primera parte.

657 Testimonio de Raúl González Tuñón en “José Portogalo. El poeta de la luz”, en el suplemento cultural de La Opinión, 2 de julio de 1972, p. 3.

658 “Elegía que compuso Juancito Caminador a la muerte del padre de José Portogalo”, en Orientación, 26 de junio de 1946, p. 7. “Elegía en la muerte del padre de José Portogalo”, en Hay alguien que está esperando, p. 72. El epígrafe corresponde a la versión del semanario comunista.

659 “José Portogalo y la ‘Luz liberada’”, en Clarín, 7 de mayo de 1959, p. 33. En La literatura resplandeciente, pp. 229-231.

660 Testimonio de Raúl González Tuñón en “Portogalo: el lirismo de la emoción fraterna”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 121 (Nueva Época Nro. 37), septiembre-octubre de 1973, p. 70.

661 “Cosas que le ocurrieron a Juancito Caminador”, en Miércoles de Ceniza, p. 146. La negrita pertenece al original.

662 Ibidem, p. 149. La inclusión dentro de las amistades de los “grandes empresarios yanquis” desconcierta. Descartamos cualquier clase de elogio o exaltación del capitalismo o la libre empresa.

663 “Bajo fondo”, en El violín del diablo, p. 80.

664 “Tres poemas de algún país”, en La Calle del Agujero en la Media, p. 83.

665 “Evelyn Brent”, en La Calle del Agujero en la Media, p. 98.

666 “Poema con Londres”, en Hay alguien que está esperando, p. 31.

667 “Títeres en la Boca del Riachuelo”, en A la sombra de los barrios amados, p. 65.

668 “François Villon”, en Demanda contra el olvido, p. 31. En La literatura resplandeciente, p. 195. Al mencionar a Grosse Margot, González Tuñón alude al poema “Balada de la gorda Margot”, de Villon.

669 “Encuentro en la Taberna del Ángel”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, pp. 69-75.

670 “Juancito Caminador”, en Todos bailan, p. 146.

671 “A nosotros la poesía”, en La rosa blindada, p. 15.

672 “Espuma de siete mares”, en Las puertas del fuego, pp. 163-164.

673 “Los bardos que cantaron a la libertad”, en el suplemento dominical de El Sol, 10 de diciembre de 1939, p. 6, firmada como Juancito Caminador.

674 “Entrada a este libro”, en La luna con gatillo, pp. 9-10.

675 “Sobre Rimbaud”, en “La poesía es una e indivisible (5)”, en El Siglo, 21 de mayo de 1944. En Orientación, 10 de octubre de 1945, p. 7. En esta versión la última oración es diferente: “¡Ah, si él no hubiera olvidado el fusil que tomó en los días de la Comuna!...”.

676 “El filósofo del boliche”, en El rumbo de las islas perdidas, p. 34.

677 “La nueva navidad”, en “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando, pp. 129-130.

678 Ibidem.

679 “Rimbaud”, en Demanda contra el olvido, p. 37. En La literatura resplandeciente, p. 199.

680 “Remigio González”, en La veleta y la antena, p. 12.

681 “Cosas que le ocurrieron a Juancito Caminador”, en Miércoles de Ceniza, p. 148.

682 “Lo mágico”, en “La poesía es una e indivisible”, en El Siglo, 31 de agosto de 1943, p. 4.

683 “Dickens”, en Demanda contra el olvido, página 38; en La literatura resplandeciente, p. 199.

684 “Contrapunto”, en La literatura resplandeciente, p. 148.

685 “Tango”, en Miércoles de Ceniza, pp. 136-137.

686 “Homenaje a Evaristo Carriego”, en Martín Fierro, Nro. 17, 17 de mayo de 1925.

687 “Las estatuas ausentes”, en Continente, junio de 1947, p. 158.

688 “Evaristo Carriego (el precursor)”, en “Los poetas de Buenos Aires”, en Clarín, 27 de abril de 1959, pp. 11-12, firmada como Ismael Bravo, y La literatura resplandeciente, pp. 207-210.

689 “Ubicación de Evaristo Carriego”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 52, marzo-abril de 1961, pp. 20-29.

690 Ibidem, p. 22.

691 “Evaristo Carriego y su época”, en “Crónica del campo y la ciudad en la poesía”, en La literatura resplandeciente, pp. 45-56. Como en otros casos ya citados, existen algunas diferencias entre esta versión y la publicada originalmente en Cuadernos de Cultura.

692 “Carriego”, en Demanda contra el olvido, p. 40. En La literatura resplandeciente, p. 201.

693 “Me dan uva”, en El Siglo, 2 de abril de 1943.

694 “Aloysius Bertrand”, en La literatura resplandeciente, p. 102.

695 “Mi hermano Enrique”, en La literatura resplandeciente, p. 84, y “Aloysius Bertrand”, en La literatura resplandeciente, p. 102.

696 “Ubicación de Evaristo Carriego”, p. 25.

697 González Tuñón, Raúl, “¡Silencio!... Ahí viene Osvaldo”, en 45 años con el tango. Osvaldo Pugliese, 1969. El texto, junto con otros relatos evocativos e ilustraciones alusivas, está incluido en un cuadernillo que acompaña el álbum homenaje a Pugliese, compuesto además por dos LP.

698 “La casa de Eduardo Arolas”, en El banco en la plaza, p. 19.

699 “Defensa de Rubén Darío”, en El Siglo, 24 de agosto de 1941. El artículo está firmado en colaboración con Portogalo.

700 Ibidem.

701 Ibidem.

702 “El Noy del Sucre”, en Todos bailan, pp. 175-176.

703 “Donde los dedos han vuelto a presionar los gatillos”, en El Suplemento, 27 de mayo de 1926.

704 “Mensaje a Buenos Aireas”, p. 60, y “Canción florida a la patria florida”, p. 92, en Primer canto argentino.

705 “Rubén Darío”, en Demanda contra el olvido, p. 39. En La literatura resplandeciente, p. 200.

706 González Tuñón publica al menos cinco notas tituladas “La poesía es una e indivisible” en El Siglo, entre agosto de 1943 y mayo de 1944, que a partir de septiembre de 1945 serán reproducidas por Orientación. Una selección de esos textos se reunió para La literatura resplandeciente. “La poesía es una e indivisible” es una paráfrasis de la frase del escritor francés Romain Rolland “la paz es una e indivisible”, consigna que también usa como título para uno de los poemas de la serie “Claro clamor”, en Hay alguien que está esperando.

707 “La poesía es una e indivisible II”, en El Siglo, 17 de octubre de 1943; “La poesía es una e indivisible II”, en Orientación, 3 de octubre de 1945.

708 “Eche veinte centavos en la ranura”, en El violín del diablo, pp. 66-67.

709 “El poeta”, en “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando, p. 132.

710 “Y bien, no malditos: incomprendidos”, en “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando, p. 132.

711 “La aventura”, en Demanda contra el olvido, p. 49.

712 “El cementerio”, en La llave de la calle III”, en El Sol, 11 de diciembre de 1939, p. 24, firmada como Ismael Bravo, luego recogido en Canciones del Tercer Frente, p. 121. También aparece en “Prosa de Juancito Caminador”, en Orientación, 24 de diciembre de 1946, p. 7.

713 Baudelaire le dedicó Las flores del mal a Théophile Gautier.

714 “Leyenda para una tumba prestada”, en El rumbo de las islas perdidas, p. 40.

715 “Tal clima, tal época”, en “La poesía es una e indivisible II”, en El Siglo, 17 de octubre de 1943. En Orientación, 3 de octubre de 1945, p. 7.

716 “Epater le bourgeois”, en “La poesía es una e indivisible V”, 21 de mayo de 1944. En Orientación, 10 de octubre de 1945, p. 7.

717 “Los poetas funcionarios”, en “La poesía es una e indivisible II”, en El Siglo, 17 de octubre de 1943. En Orientación, 3 de octubre de 1945, p. 7.

718 “Baudelaire”, en Demanda contra el olvido, p. 35. En La literatura resplandeciente, p. 197.

719 “Escrito para la etiqueta de una botella”, p. 38, y “Nostalgia-devenir-soledad-multitud”, p. 28, en El rumbo de las islas perdidas, y “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando, p. 119.

720 “Las brigadas de choque”, en La Rosa Blindada, Nro. 4, marzo de 1965.

721 “Los bardos que cantaron a la libertad”, en el suplemento dominical de El Sol, 10 de diciembre de 1939, p. 6.

722 “El destino que mira como espía del tiempo”, en El rumbo de las islas perdidas, p. 18.

723 “Ser fecundos”, en “La poesía es una e indivisible II”, en El Siglo, 17 de octubre de 1943.

724 Algunas de ellas son “Defensa de Rubén Darío”, en El Siglo, 24 de agosto de 1941; “Ubicación de Evaristo Carriego”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 52, marzo-abril de 1961.

725 “Aloysius Bertrand”, en La literatura resplandeciente, p. 102.

726 “Bécquer”, en Demanda contra el olvido, p. 34.

727 “Epitafio para la tumba de un obrero”, en Todos bailan, p. 189.

728 “Los bardos que cantaron a la libertad”, en el suplemento dominical de El Sol, 10 de diciembre de 1939, p. 6.

729 Ibidem.

730 Ibidem.

731 “Incitación al canto civil”, en Primer canto argentino, p. 95. Sobre Percy Bysshe Shelley nos referiremos en el final del capítulo.

732 En El Siglo, 8 de diciembre de 1940. Previo a la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

733 En El Siglo, 14 de noviembre de 1942. En Himno de pólvora, pp. 208-209. Reivindica la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

734 En El Siglo, 26 de marzo de 1943. Escrito ante la llegada a Chile del vicepresidente estadounidense Henry Wallace.

735 En Primer canto argentino, pp. 182-183. Es un fervoroso homenaje a Roosevelt tras su muerte.

736 En Hay alguien que está esperando, pp. 105-107. Está escrito luego de la invasión estadounidense al país asiático.

737 En Demanda contra el olvido, p. 40. En La literatura resplandeciente, p. 201.

738 En La veleta y la antena, pp. 122-123. Aquí González Tuñón destaca su Estados Unidos preferido.

739 “Sobre Whitman”, en “La poesía es una e indivisible I”, en El Siglo, 31 de agosto de 1943, p. 4.

740 “Los amigos del gran viejo Walt”, en La literatura resplandeciente, p. 147.

741 “Los poetas funcionarios”, en “La poesía es una e indivisible II”, en El Siglo, 17 de octubre de 1943. En Orientación, 3 de octubre de 1945, p. 7.

742 “Las fórmulas vitales”, en “La poesía es una e indivisible III”, en El Siglo, 12 de diciembre de 1943.

743 “La poesía llamada social”, en “La poesía es una e indivisible I”, en El Siglo, 31 de agosto de 1943, p. 4. En La literatura resplandeciente, pp. 141-142.

744 Del poema “So long!” (“¡Hasta la vista!”), incluido en este libro. González Tuñón toma el verso “Camarada: este no es un libro. Quien lo toca, toca a un hombre” y lo usa como epígrafe de “El penúltimo viaje de Juancito Caminador”, primera parte de Hay alguien que está esperando.

745 “Sobre un arte de guerra”, en El Siglo, 19 de enero de 1943.

746 En mayúscula en el original.

747 “Walt Whitman”, en Demanda contra el olvido, p. 36.

748 “Restaurant de la Salamandra”, en La calle del Agujero en la Media, p. 76. Mi hermano Ives es una novela del francés Pierre Loti.

749 “Enrique Heine o el demonio de la libertad”, en el suplemento dominical de El Sol, 19 de noviembre de 1939, p. 10, firmada como Juancito Caminador. Una versión abreviada es la que se publica como “Imagen de Enrique Heine” en La literatura resplandeciente, pp. 155-157.

750 Ibidem.

751 Ibidem.

752 Ibidem.

753 “Sewell en busca de un poeta”, en El Siglo, 10 de marzo de 1942.

754 “Poesía y política”, en “La poesía es una e indivisible III”, en El Siglo, 12 de diciembre de 1943. En Orientación, 26 de septiembre de 1945, p. 7. En La literatura resplandeciente, p. 142.

755 “Mil prisioneros y dos voluntarios”, en El Siglo, 7 de enero de 1944. Uno de los soldados mencionados es Milan Jeranci, a quien nos referiremos en el Capítulo 3 (“Ideales”) de esta segunda parte.

756 “La aventura quebrada”, en La veleta y la antena, p. 89.

757 “Ser fecundos”, en “La poesía es una e indivisible II”, en El Siglo, 17 de octubre de 1943.

758 Esta frase de Bertrand es usada por González Tuñón como epígrafe al poema “Restaurant de la Salamandra”, en La calle del Agujero en la Media, p. 76.

759 “Sobre ‘Gaspar de la Noche’”, en “La poesía es una e indivisible V”, en El Siglo, 21 de mayo de 1944. En Orientación, 10 de octubre de 1945, p. 7.

760 “Palacio vacío”, en “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando, p. 127.

761 “Aloysius Bertrand”, en La literatura resplandeciente, pp. 101-105.

762 Según la versión publicada en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, pp. 52-53.

763 “Crónica del arenque ahumado”, en La literatura resplandeciente, p. 108.

764 “Lo mágico”, en “La poesía es una e indivisible I”, en El Siglo, 31 de agosto de 1943. En la versión de La literatura resplandeciente exclama: “cuánto hubiera dado ese joven muerto en la guerra del 14” (p. 143).

765 “Palacio vacío”, en “Zona de silencio”, en Hay alguien que está esperando, p. 126.

766 “Los fabricantes de sueños”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, p. 11. En “El filósofo del boliche” (en El rumbo de las islas perdidas, p. 33) reitera esa imagen de Meaulnes fascinado por el trabajo en las herrerías.

767 “Mi hermano Enrique”, en La literatura resplandeciente, p. 79.

768 “Crónica del arenque ahumado”, en La literatura resplandeciente, p. 108.

769 “Los tres niños vagabundos”, en El otro lado de la estrella, p. 65.

770 “Continuación de la aventura”, en Demanda contra el olvido, p. 52.

771 “Muerte de René Crevel”, en La rosa blindada, p. 74.

772 “Barrio judío pobre”, en A la sombra de los barrios amados, p. 55.

773 “La aventura quebrada”, en La veleta y la antena, p. 91. González Tuñón cita un estribillo de un poema de Gold que recuerda la muerte en un accidente laboral de un obrero metalúrgico. Este episodio también es aludido en el poema que compone Nuestra Rosa, Rosa de América, luego incluido en La veleta y la antena.

774 “Los bardos que cantaron a la libertad”, en el suplemento dominical de El Sol, 10 de diciembre de 1939, p. 6.

775 Ibidem. En este pasaje menciona al escritor Leonid Nikoláievich Andréiev, muerto en Finlandia, y al político Lev Kámenev, condenado a muerte tras su oposición a Stalin. González Tuñón utiliza distintas grafías para escribir el nombre y el apellido del poeta ruso. Optamos por respetarlas.

776 “Canto a Vladimiro Maiakovski”, en Canciones del Tercer Frente, pp. 37-38. El poema ya había sido publicado en El Siglo, en la edición del 10 de agosto de 1941.

777 “Hace 14 años... Mayakovski”, en El Siglo, 15 de abril de 1944.

778 Ibidem.

779 “1930 – Mayakovski – 1946”, en Todos los hombres del mundo son hermanos, p. 278. Aunque no se aclara en el libro, este texto fue publicado seguramente en 1946, fecha en que fue escrito, según se desprende del título del artículo y de su lectura. La “Proletkult” fue una institución artística de vanguardia que pregonaba la “cultura proletaria” durante los primeros años de la revolución soviética.

780 “Mayakovski de nuevo entre nosotros”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 34, marzo de 1958, pp. 98-100.

781 Ibidem, p. 99.

782 Ibidem, p. 98.

783 Ibidem, p. 100. González Tuñón hace referencia al film estadounidense Mrs. Miniver (Rosa de abolengo, 1942), un alegato en favor de la causa británica contra los nazis dirigido por William Wyler y ganador de seis premios Oscar. Fue protagonizado por Greer Garson, Walter Pidgeon y Teresa Wright. El papel de Mr. Ballard es interpretado por Henry Travers. Aquella frase emblemática de la película es tomada por el poeta para titular una crónica en El Siglo, el 23 de diciembre de 1942 –en La Hora aparece el 7 de enero de 1943, p. 5–, que luego incorpora a Himno de pólvora, en la que exalta la figura de Ballard, jefe de la estación de trenes de un pueblo en las afueras de Londres, encargado de tocar la campana de la iglesia y apasionado por el cultivo de las rosas, en especial de su preferida, a la que bautizó “Mrs. Miniver”, como la heroína de la película. Cuando un compañero le reprocha “¿cómo es que se atreve a cultivar y presentar su rosa (en un concurso de flores) y desvivirse por todo ello, en tiempos de guerra?”, sólo contesta: “Siempre habrá rosas”. En el artículo, González Tuñón traza un paralelismo entre la rosa de la película y su “rosa blindada”, para derivar en una “rosa de la pólvora”, como parte de la Segunda Guerra Mundial, y en la mención de “Rosa Stalingrado”, la aviadora soviética Lilya Litvak, también llamada “la rosa blanca de Stalingrado”.
“Siempre habrá rosas” queda grabada en la memoria del poeta como consigna a levantar frente a quienes cuestionan que en los momentos más terribles también haya “lugar para la luz y el sueño”. Citamos dos ejemplos del uso de esta frase. En la nota de su sección “Por las galerías de arte”, “Lo agresivo en nuestro medio” (Clarín, 6 de febrero de 1964, p. 31), finaliza el texto con aquella mención para advertirle a los artistas que “si hay un lado sombrío y aberrante de la realidad, también hay un lado luminoso”.
El primer verso del poema “En la ruta de Amberes a Valparaíso”, de El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo (p. 63), comienza con la frase “siempre habrá rosas” y de inmediato reconstruye la mencionada escena del film.

784 “Crónica de Mayakovski y otros poetas vinculados a la revolución rusa”, en La literatura resplandeciente, pp. 91-99.

785 Ibidem, p. 95.

786 Ibidem, pp. 95-96.

787 Ibidem, p. 97.

788 Ibidem, p. 93.

789 Ibidem, p. 94.

790 Se refiere al poema “Oda a la Libertad”.

791 “Los bardos que cantaron a la libertad”, en el suplemento dominical de El Sol, 10 de diciembre de 1939, p. 6.

792 “Fue Shelley”, en “La poesía es una e indivisible III”, en El Siglo, 12 de diciembre de 1943. En Orientación, 26 de septiembre de 1945, p. 7. “Poesía y política”, en La literatura resplandeciente, p. 143. El resaltado en mayúscula pertenece al original.

793 “Los poetas funcionarios”, en “La poesía es una e indivisible II”, en El Siglo, 17 de octubre de 1943. En Orientación, 3 de octubre de 1945, p. 7.

794 “Shelley”, en Demanda contra el olvido, p. 32, y La literatura resplandeciente, p. 195.

795 “La última voluntad”, en Hay alguien que está esperando, p. 134.

796 “Juancito caminador”, en Todos bailan, p. 145.

797 “Canto a las vísperas argentinas”, en Primer canto argentino, p. 64.

798 Epígrafe a la segunda parte de Hay alguien que está esperando.

799 Los tres personajes pertenecen a la novela de Victor Hugo Los miserables (1862). El tercero es en realidad Enjolras.

800 Ilya Ehrenburg. Al referirse González Tuñón a las arbitrariedades en la entrega del Premio Nobel, que por lo general está “cocinado”, sostiene: “En España, por ejemplo, antes que Benavente lo merecía Valle Inclán; en Rusia fue ignorado Gorki, durante la época zarista, y últimamente, a nuestro entender y dicho sea con mucho el respeto hacia Sholojov, debió ser para Erenburg [sic]” (en “Crónica de Mayakovski y otros poetas vinculados a la Revolución Rusa”, en La literatura resplandeciente, p. 94. En este mismo libro hay un artículo titulado “Imagen de Ilya Erenburg”).

801 Benito Pérez Galdós. En La literatura resplandeciente hay una “Imagen de Pérez Galdós”.

802 “Victor Hugo”, en Demanda contra el olvido, pp. 33-34.

803

  1. En “La llave de la calle II”, en El Sol, 10 de diciembre de 1939, p. 8.

  2. En Canciones del Tercer Frente, pp. 116-117.

  3. En “Prosa de Juancito Caminador”, en Orientación, Nro. 371, 24 de diciembre de 1946.

  4. En “La mudanza”, en Continente, agosto de 1947, p. 173.

  5. En “Visto en una calle en pocos minutos”, en Clarín, 24 de mayo de 1948, p. 11.


Como en otras republicaciones, las versiones difieren en algunas palabras o construcciones. Un ejemplo: según el texto de El Sol y de Canciones..., “en otro cajón se ve la imagen de un santo, el retrato de Jaurès [...]”; en Orientación, “en otro cajón se ve la imagen de un santo, el retrato de Jean Jaurès [...]”; en Continente, “en otro cajón se ve la imagen de un santo –tiene un desgarrón en la nariz–, el retrato de Yrigoyen [...]”; en Clarín, “en otro cajón se ve la imagen de un santo, el retrato de Yrigoyen [...]”. Cualquier interpretación sobre el cambio del político socialista francés por el líder radical puede naufragar en meras especulaciones.

804 “La destrucción de Medán”, en “Sobre un arte de guerra VI”, en El Siglo, 5 de abril de 1943; “Recuerdo de Zola”, en “Los recuerdos I”, en Orientación, 14 de noviembre de 1945, p. 7, e “Imagen de Emilio Zola”, en La literatura resplandeciente, pp. 165-167.

805 En la versión de El Siglo.

806 “Recuerdo de Gorki”, en “Sobre un arte de guerra IV”, en El Siglo, 31 de marzo de 1943. Este mismo artículo es publicado, aunque con una segunda parte, en Orientación, 28 de noviembre de 1945, y en Todos los hombres del mundo son hermanos, pp. 273-277, y como “Imagen de Gorki”, en La literatura resplandeciente, pp. 158-161. El fragmento reproducido pertenen a la versión de Todos los hombres del mundo son hermanos.

807 “Entierro de Gorki”, en “Las muertes”, en Orientación, Nro. 332, 27 de marzo de 1946; “Máximo Amargo (1936)”, en “También morí con ellos”, en Hay alguien que está esperando, pp. 64-65.

808 “Señor Jesucristo”, en Inicial, Nro. 5, abril de 1924, y Suplemento Semanal de La Protesta, Nro. 127, 23 de junio de 1924, p. 5.

809 “Carta abierta a Mister Hoover”, en Crítica, 22 de junio de 1927, p. 4.

810 “Otrosí digo”, en Crítica, 3 de enero de 1933; “Lugares comunes”, en Crítica, 22 de enero de 1933.

811 “Algunas opiniones que explican algunas actitudes”, en Contra, Nro 1, abril de 1933.

812 Leoplán, Nro. 29, 19 de enero de 1936, p. 32.

813 “Habla González Tuñón: sólo soy un escritor al servicio de mi tiempo”, en Ercilla, circa noviembre-diciembre de 1937. La frase en cursiva pertenece al original.

814 Ibidem. La mayúscula pertenece al original.

815 “El mandato que hay que cumplir”, en El Siglo, 5 de enero de 1944.

816 “Federico García Lorca”, en “Crónicas de los poetas mártires”, en La literatura resplandeciente, p. 127.

817 “Noticia de una muerte”, en 8 documentos de hoy, p. 65. Con algunas modificaciones vuelve a ser publicado en Hay alguien que está esperando, p. 154.

818 “La leyenda negra enterrada bajo el viaducto muerto”, en La rosa blindada, pp. 43-45.

819 “Muerte del poeta”, en La muerte en Madrid, p. 29.

820 “Romeo y Aparicio”, en El Siglo, 25 de septiembre de 1940, p. 5.

821 “Fascismo y cultura”, en El Siglo, 30 de diciembre de 1943, p. 3.

822 “Madrid, 1935...”, en El Siglo, 5 de agosto de 1945.

823 Ibidem.

824 “Crónica de César Vallejo y su tiempo”, en Hoy en la Cultura, Nro. 24, octubre de 1965, p. 18. La palabra en cursiva pertenece al original.

825 “Federico García Lorca”, en “Crónicas de los poetas mártires”, en La literatura resplandeciente, pp. 126 y 129.

826 Ibidem, p. 128.

827 “Castilla”, en Las puertas del fuego, p. 171. El destacado pertenece al original.

828 “La revolución española en la literatura”, en El Suplemento, 1 de julio de 1936.

829 “Antonio Machado”, en “Crónicas de los poetas mártires”, en La literatura resplandeciente, p. 132. Este artículo había sido publicado como “Recuerdo de Antonio Machado”, en El Siglo, 3 de marzo de 1943, y en Orientación, 5 de diciembre de 1945. Estas dos últimas versiones guardan algunas diferencias con la publicada en el libro.

830 Se refiere a “Teoría de la guerra”, “El fascismo se alimenta de sangre (consigna de una noche de Madrid)”, “De la muerte en Madrid” y “Sobre los obuses”.

831 Ibidem, p. 133. En la versión de El Siglo y Orientación agrega que “en el fondo del coche quedaban unas frutas y flores arrancadas a la tierra de la villa cercana habitada entonces por el poeta. Recuerdo que él llenó con esas frutas y flores las manos de Amparo Mom, Delia del Carril y otras amigas. Yo pensaba decirle muchas cosas y no pude decirle nada”.

832 “Muerte de Antonio Machado”, en La muerte en Madrid, pp. 83-84.

833 “Fascismo y cultura”, en El Siglo, 30 de diciembre de 1943, p. 3.

834 “La muerte de Miguel Hernández”, en El Siglo, 13 de noviembre de 1942.

835 Ibidem. La palabra resaltada en mayúsculas pertenece al original.

836 “Miguel... Antonio, España...”, en El Siglo, 1 de abril de 1945.

837 “El inolvidable año 35”, prólogo a la segunda edición de La rosa blindada, p. 9.

838 “Miguel Hernández”, en “Crónicas de los poetas mártires”, en La literatura resplandeciente, pp. 134-135.

839 En la obra completa y diferentes antologías, el poema de Hernández “A Raúl González Tuñón” se incluye en el apartado “Poemas sueltos, III”.

840 “El oscuro grito de la tierra”, en El Suplemento, 13 de mayo de 1936.

841 Testimonio de Perpetuo Jiménez, en Huasi, Julio; “Raúl González Tuñón. La poesía silenciada que truena”, en El Periodista de Buenos Aires, Nro. 101, del 15 al 21 de agosto de 1986.

842 La cita que transcribe González Tuñón está alterada: “Salid corriendo lágrimas de duelo”.

843 “Elegía en la muerte de Miguel Hernández”, en Himno de pólvora, pp. 189-191. El poema también fue publicado en Nueva Gaceta, Nro. 21, enero de 1943. Para profundizar en la relación entre mbos poetas puede consultarse el trabajo de la investigadora Gloria Siracusa “Miguel Hernández y Raúl González Tuñón: crónica de una amistad poética y militante, ‘en medio de la tempestad’” (disponible en versión online).

844 “Este poema de Raúl González Tuñón, ilustrado por Abraham R. Vigo, ha sido impreso por obreros gráficos del Partido Comunista; tarea a la que dieron fin el día veintiuno de diciembre de 1953”, se lee al final del libro. El poema, fechado en junio de 1953, fue incluido al final de La veleta y la antena como “Nuestra Rosa de América”, pp. 127-142.

845 “Cuando los soldados cantan”, en Las puertas del fuego, p. 71.

846 “Recuerdos de estos días”, en El Siglo, 25 de abril de 1942.

847 Este episodio lo recuerda en una de sus crónicas para La Nueva España, en marzo de 1937. El cartel aludido fue realizado por el artista catalán Lorenzo Goñi, que resignificaba aquel cartel estadounidense durante la Primera Guerra Mundial en el que una imagen del Tío Sam interpelaba a los ciudadanos con el dedo: “I want you for U.S. Army” (“Te quiero a ti para el Ejército de los Estados Unidos”).

848 Versión de La veleta y la antena.

849 “Pablo y Federico”, en “Pablo Neruda: ‘pueblerino de América’”, en Crisis, Nro. 4, agosto de 1973, p. 38.

850 El poema publicado no fue “Los nueve negros de Scottsboro” sino “Poema caminando”.

851 “El inolvidable año 35”, prólogo a la segunda edición de La rosa blindada, p. 9. Este episodio ya lo había adelantado en el artículo “Neruda”, publicado en Cuadernos de Cultura, Nro. 17, agosto de 1954, al cumplir el poeta chileno 50 años.

852 “Muerte del poeta”, en La muerte en Madrid, p. 30.

853 “Explico algunas cosas”, en España en el corazón, Santiago de Chile, Ercilla, 1937.

854 Publicado en la revista chilena Tierra, Nro. 4, octubre-noviembre de 1937, pp. 2-4.

855 “Romeo y Aparicio”, en El Siglo, 25 de septiembre de 1940, p. 5.

856 “Sobre un arte de guerra II”, en El Siglo, 1 de marzo de 1943.

857 “Neruda, Senador”, en El Siglo, 25 de enero de 1945, p. 5.

858 “El último poema a Neruda”, en Orientación, Nro. 432, 3 de marzo de 1948, p. 7. Aragon, Louis; “El chincol de Chile”, en Orientación, Nro. 437, 7 de abril de 1948, p. 7. Eluard, Paul; “Diálogo”, en Orientación, Nro. 439, 21 de abril de 1948, p. 7.

859 “Neruda”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 17, agosto de 1954, p. 8.

860 “Datos para una imagen de Pablo Neruda y su época”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 122 (Nueva Época Nro. 38), noviembre-diciembre de 1973, pp. 31-35.

861 González Tuñón, Raúl, “Prólogo”, en Gelman, Juan, Violín y otras cuestiones, Buenos Aires, Seix Barral, 2006, p. 15.

862 “Las cosas en su punto”, en Hoy en la Cultura, Nro. 27, abril-mayo de 1966, p. 4.

863 “Escrito sobre una mesa de Montparnasse”, en La Calle del Agujero en la Media, p. 66.

864 “D. Alfaro Siqueiros y los ‘próximo-pasados’”, en Contra, Nro. 3, julio de 1933, p. 6.

865 Ibidem.

866 “La ruta del coraje”, en La Nueva España, 11 de abril de 1937, p. 5.

867 “El arte incomparable de Alfaro Siqueiros”, en El Siglo, 2 de marzo de 1942; “La lección de Siqueiros”, en El Siglo, 1 de junio de 1942; “No estamos solos”, en El Siglo, 3 de junio de 1942, p. 3; “Adiós a David Alfaro Siqueiros”, en El Siglo, 15 de enero de 1943, p. 3; “Sobre un arte de guerra”, en El Siglo, 19 de enero de 1943. En Orientación publica “Exaltación civil del arte de D. A. Siqueiros”, Nro. 254, 28 de mayo de 1942, un artículo que reproducirá con el mismo título y algunas modificaciones en el Nro. 330, 13 de marzo de 1946.

868 “Siqueiros en la cárcel”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 52, marzo-abril de 1961, pp. 94-96.

869 Salas, Horacio; Conversaciones…, p. 111. Además, en “Datos para una imagen de Pablo Neruda y su época”, en Cuadernos de Cultura, Nro. 122 (Nueva Época Nro. 38), noviembre-diciembre de 1973.

870 Algunas de ellas: “Pintura de nuestro tiempo”, 14 de febrero de 1963, y “La pintura violenta”, 6 de febrero de 1964.

871 “No olvidar el oficio”, en “La poesía es una e indivisible I”, en El Siglo, 31 de agosto de 1943, p. 4.

872 En “Por las galerías de arte”, en Clarín, Segunda Sección, 1 de noviembre de 1961, p. 8; en Demanda contra el olvido, p. 64.

873 “Parece mentira”, en Crítica, 2 de noviembre de 1932, p. 16.

874 “Más sobre lo real y lo fabuloso”, en Crítica, 29 de diciembre de 1932, p. 17.

875 “Y el porvenir que nace como un niño, desnudo”, en El rumbo de las islas perdidas, p. 27.

876 “Humo”, en El violín del diablo, p. 18.

877 “Candiles moribundos”, en El violín del diablo, p. 32.

878 “Aguafuerte I”, en El violín del diablo, p. 34.

879 “Andanza”, en El violín del diablo, p. 45.

880 “Una de esas noches”, en El violín del diablo, p. 39, y “Eche veinte centavos en la ranura”, en El violín del diablo, p. 65.

881 “Poemas del conventillo”, en El violín del diablo, p. 82.

882 “A las Tres Bolas”, en El violín del diablo, p. 70.

883 “A los veteranos del circo”, en El violín del diablo, p. 61.

884 Se refiere al cómico estadounidense Buster Keaton (1895-1966).

885 Crítica, 27 de junio de 1928, p. 7.

886 Clarín, Segunda Sección, 19 de octubre de 1947, pp. 1 y 2, firmada con el seudónimo Juancito Caminador.

887 “Historia de Buster Keaton, el vendedor de su risa”, en Crítica Magazine, Nro. 29, 30 de mayo de 1927, pp. 1 y 4.

888 “El circo criollo”, en Lyra, Nro. 210-212, septiembre de 1969.

889 Ibidem.

890 Ibidem.

891 “El circo pobre”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, p. 144.

892 Ibidem. Destacado en el original.

893 Ibidem, pp. 144-145.

894 Poquita cosa es una novela de Alphonse Daudet (1840-1897), publicada en 1868. González Tuñón la menciona en el relato “Varelita”, en Miércoles de Ceniza, p. 99.

895 “El violín de la figuranta, en Miércoles de Ceniza, p. 139.

896 “El país detrás del horizonte”, en Miércoles de Ceniza, p. 115.

897 “La calle con un fusil al hombro”, en Miércoles de Ceniza, pp. 140-141.

898 Ibidem, pp. 141-142.

899 “Los fabricantes de sueños”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, pp. 11-12.

900 Personaje del libro de Dickens Los papeles del club Pickwick (1868).

901 La grafía correcta es “Oakhurst”. Se refiere al personaje del cuento “The outcasts of Poker Flat” de Bret Harte.

902 Novela de Pérez Galdós, publicada en 1878.

903 Personaje del cuento “The Gentle Grafter” de O. Henry.

904 Protagonista de “Las aventuras de Tom Sawyer” (1876), del escritor estadounidense Mark Twain.

905 Cuento del escritor francés Guy de Maupassant.

906 El caso Crainquebille (1901), obra del escritor francés Anatole France.

907 “Los fabricantes de sueños”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, pp. 14-15.

908 González Tuñón alude a la muerte de su madre, que falleció cuando tenía 8 años.

909 “Árbol de Navidad”, en Proa, Nro. 5, diciembre de 1924.

910 Ibidem.

911 “La calle del Paso de la Mula”, en La calle del Agujero en la Media, p. 51. Como Toribio Sánchez se conoció en España al personaje Gribouille, interpretado por el cómico francés André Deed (1879-1938). Henri André Augustin Chapais –su verdadero nombre– fue uno de los cómicos más populares de la época del cine mudo anterior a la Primera Guerra Mundial. González Tuñón lo vuelve a nombrar en el cuento “Está nevando sobre la ciudad”, en El otro lado de la estrella: “Toribio Sánchez, a quien conocí en un ‘bistrot’ de la Place Blanche, me contó sus penas en aquel entonces. Se había dado a la bebida” (p. 101).

912 “Lavadero”, en La calle del Agujero en la Media, p. 53.

913 “Riachuelo de la Villete”, en La calle del Agujero en la Media, pp. 57-58.

914 “Escrito sobre una mesa de Montparnasse”, en La calle del Agujero en la Media, p. 64, y “La calle del Agujero en la Media”, en La calle del Agujero en la Media, p. 69.

915 “Imágenes en las ventanas”, en La calle del Agujero en la Media, p. 71.

916 Ibidem, p. 72.

917 “Poemas de la vidriera de una juguetería”, en La calle del Agujero en la Media, pp. 85-87.

918 El escritor estadounidense Edgar Allan Poe es el autor de la novela Narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket (1837).

919 Cómplice de François Villon en el robo al Colegio de Navarra en 1456.

920 “La piedra alexandrita”, en La calle del Agujero en la Media, p. 112. Este texto, en una versión similar, aparece publicado por primera vez como “Elogio grandguiñolesco de las callejas de extramuros”, en Crítica Magazine, Nro. 28, 23 de mayo de 1927, p. 3.

921 Ibidem.

922 Una vez más González Tuñón toma elementos de la realidad para recrear su relato. Solía ir al Teatro San Carlino de La Boca, en Necochea 1339, para asistir a las funciones de marionetas, en alguna oportunidad junto con Javier Villafañe, el más tarde famoso titiritero. Bastián de Terranova y Carolina Ligotti, dueños del tablado, eran sicilianos.

923 “Restaurant de La Salamandra”, en La calle del Agujero en la Media, p.76.

924 “Marionnettes”, en La calle del Agujero en la Media, p. 90.

925 Ibidem, p. 91. González Tuñón arma un recorrido internacional con los muñecos. Incluye a Punch, típico personaje de los títeres ingleses; Petrouchka (o Petroushka), símbolo del teatro de marionetas ruso, cuyo nombre también se utiliza para denominar a todos los títeres de ese país y también al títere de guante; Guignol, personaje popular en Francia que dio nombre al tipo de títere sin hilos, o de guante, movido a mano; Kasperle, bufón del teatro popular austríaco, de moda desde el siglo XVIII, y Kasparek, personaje checo.

926 Baile acompañado por una clase especial de acordeón, que se popularizó tras la Primera Guerra Mundial.

927 Tipo de vals.

928 Ibidem, p. 92.

929 Ibidem, p. 93.

930 En su libro Calle Corrientes (p. 52), Guibourg afirma: “Anatole France veía en ellos (en referencia a los títeres) la fugacidad e inconsciencia del tránsito del hombre sobre la tierra, y lo sintetizaba así: Las marionetas dan, dan/ tres vueltas y después se van. Que así reza un estribillo infantil”.

931 Máscaras, Nro. 1, enero de 1931.

932 Ibidem.

933 Ibidem. En mayúscula en el original.

934 Ibidem. Anatoli Lunacharsky (1875-1933), político y escritor ruso, funcionario en las áreas educativa y cultural tras la revolución soviética.

935 Ibidem. El destacado pertenece al original.

936 “El general Flor Intrencherado”, en Todos bailan, p. 134.

937 Prieto participó con “La Tarumba” en las Misiones Pedagógicas creadas al comienzo de la Segunda República con el fin de acercar actividades culturales de la ciudad a los pueblos campesinos de España. Durante la Guerra Civil, llevó el teatro de títeres al frente de combate para entretener y alentar a los soldados republicanos.

938 “La revolución española en la literatura”, en revista El Suplemento, Nro. 676, 1 de julio de 1936.

939 En la versión de Crónicas del País de Nunca Jamás enumera: “[...] a los poderosos, a los malos, a los tontos, a los cobardes, a los injustos, a los indiferentes”.

940 “La muerte de Fantoccino”, en Clarín, 3 de noviembre de 1946.

941 “Está nevando sobre la ciudad”, en El otro lado de la estrella, p. 97.

942 “Dos muñecos pelearon furiosamente”, en Canciones del Tercer Frente, p. 193. Respetamos la grafía de los nombres de los muñecos.

943 “Blues de los adioses”, en El otro lado de la estrella, pp. 33-34.

944 “El País de los Muñecos Pintados”, en Todos los hombres del mundo son hermanos, pp. 132-134.

945 Ibidem.

946 “El entierro del títere”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, p. 26.

947 “Así es”, en Crítica, 23 de diciembre de 1932, p. 20.

948 “El Ratoncito Mickey”, en Crítica, 18 de enero de 1933, p. 18.

949 Ibidem. Los personajes citados pertenecen a historietas que aparecían en Crítica, muy populares en los años ’30.

950 Ibidem.

951 Ibidem.

952 “Mickey Mouse presenta”, en “Los sucesos, los hombres”, en Contra, Nro. 1, abril de 1933, p. 2.

953 La Literatura Argentina, Nro. 10, junio de 1929, p. 16.

954 “Canto inconcluso a Chaplin”, en Hay alguien que está esperando, pp. 148-149. En La quimera del oro (The golden rush) Big Jim McKay es el personaje interpretado por el actor Mack Swain (1876-1935), Georgia es Georgia Hale (1905-1985) y Jack, Malcolm Waite (1892-1949).

955 “La canción de los perros de trineo”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 123-125.

956 Máscaras, Nro. 1, enero de 1931. La frase en mayúscula pertenece al original.

957 “El pianito del viejo cine mudo”, en ARTiempo, Nro. 4, enero-febrero de 1969, p. 32.

958 “El séptimo cielo”, en Miércoles de Ceniza, pp. 113-114, y “Para grabar un disco”, en La calle del Agujero en la Media, p. 108.

959 “Poema de la Cenicienta ciudadana”, en Miércoles de Ceniza, p. 112. Richard Barthelmess (1895-1963), actor estadounidense de la época del cine mudo.

960 “La vieja ciudad de Chilecito”, en Miércoles de Ceniza, p. 118. Roscoe Arbucle (1887-1933), famoso cómico de la época muda del cine, apodado “Fatty”.

961 “Quisiera hacer contigo una película hablada”, en La calle del Agujero en la Media, p. 94. Menciona al actor de origen danés Nils Asther (1897-1981).

962 George Bancroft (1882-1956), actor estadounidense, recordado por su actuación en el film Angels with dirty faces (1938).

963 Evelyn Brent (1899-1975), actriz estadounidense.

964 William Powell (1892-1984), actor estadounidense, famoso como el detective Nick Charles.

965 “La piedra alexandrita”, en La calle del Agujero en la Media, p. 112.

966 “Los poemas de algún país”, en Todos bailan, p. 178.

967 Pearl White (1889-1938), actriz estadounidense que falleció de cirrosis en Francia.

968 “El pianito del viejo cine mudo”, en ARTiempo, Nro. 4, enero-febrero de 1969, p. 32. Con el mismo título, este texto figura en el libro póstumo El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo (1977), dentro de la trilogía “Crónica del baldío”.

969 “Hubo tiempos de magia en Hollywood...”, en el suplemento El Sol de los Domingos, 19 de noviembre de 1939, p. 5. La nota está firmada como Ismael Bravo.

970 Ibidem.

971 Ibidem. Ben Turpin (1874-1940) nació y murió en Estados Unidos. Al igual que el resto de los nombrados, fue uno de los cómicos más famosos del cine mudo. Harry Langdon (1884-1944) fue un comediante norteamericano que brilló en esa etapa inicial. El cómico Larry Semon (1889-1928) trabajó con Stan Laurel y Oliver Hardy antes de que los dos últimos conformaran la famosa dupla. Wallace Beery (1885-1949) ganó el Oscar al mejor actor en 1932 por su actuación en The Champ. Protagonista de Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1921), junto con Rodolfo Valentino, fue uno de los actores que pudo adaptarse y trabajar en la época sonora. Estuvo casado con la actriz Gloria Swanson. Clara Kimball Young (1890-1960) fue pareja de Valentino en Eyes of Youth (1919), su película más recordada. Carlyle Blackwell (1884-1955) se retiró en 1930, luego de trabajar en casi doscientas películas. Pauline Frederick (1883-1938) es destacada por su trabajo en Madame X (1920).

972 Ibidem.

973 “El pianito del viejo cine mudo”, en ARTiempo, Nro. 4, enero-febrero de 1969, p. 32. A mediados de los años ’30, en “Blues de los baldíos”, reflexiona desde la poesía sobre esta relación entre el espacio lúdico y la infancia (en Todos bailan, pp. 64-66).

974 Lilian (1893-1993) y Dorothy (1898-1968).

975 En la versión publicada en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, la lista de actores y actrices difiere en algunos nombres. Allí aparece, por ejemplo, Tom Mix (1880-1940), “encendiendo fósforos con la uña”, famoso por sus películas de vaqueros.

976 Ibidem.

977 El poeta confundió a María Pavlova (1854-1920), hermana del último zar de Rusia, Nicolás II, con la bailarina Anna Pavlova (1882-1931). La referencia a Pavlova también aparece en el relato “Las flores”, en Las puertas del fuego, p. 94.

978 Ibidem.

979 Bronson debutó en Anna Ascends (1922) con un papel de reparto. Su carrera se afianzó con la interpretación de Peter Pan en la película del mismo nombre (1924).

980 “Poema de la Cenicienta ciudadana”, en Miércoles de Ceniza, p. 111. Collen Moore (1900-1988), actriz estadounidense que protagonizó su última película en 1934: la primera versión sonora de la novela de Nathaniel Hawthorne La letra escarlata. Su primer papel protagónico fue en Little Orphan Annie (1918).

981 “Cosas que le ocurrieron a Juancito Caminador”, en Miércoles de Ceniza, p. 147.

982 Conversación del autor con Nélida Rodríguez Marqués.

983 “Petrouchka”, en La calle del Agujero en la Media, p. 109.

984 “Surprise-party en Doorn”, en Todos bailan, p. 144.

985 “Surprise party en Hollywood”, en Hay alguien que está esperando, p. 168.

986 “El pianito del viejo cine mudo”, en ARTiempo, Nro. 4, enero-febrero de 1969, p. 32.

987 “El hombre de la tarjeta postal antigua”, en Crónicas del País del Nunca Jamás, p. 18.

988 Su nombre correcto es Gladys Brockwell (1894-1929), famosa actriz estadounidense de las décadas del 10 y del 20 del siglo pasado.

989 “La canción de los perros de trineo”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 123-125.

990 “Sonata del lunes”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, p. 54.

991 “El visitante”, en Poemas para el atril de una pianola, p. 10.

992 “El cine vacío”, de Poemas para el atril de una pianola, p. 25.

993 “Surprise party en Hollywood”, en Hay alguien que está esperando, pp. 167-168.

994 “Los tres niños vagabundos”, en El otro lado de la estrella, pp. 67-68.

995 “Menima morta”, en El otro lado de la estrella, p. 171.

996 Chocalho: sonaja angoleña fabricada con muchos platillos pequeños o con latas grandes de metal rellenas de piedras, arena y otros materiales (definición extraída de http://www.musicasdelmundo.org).

997 Ibidem, pp. 171-172.

998 “La feria de Menilmontant”, en El otro lado de la estrella, pp. 138-139.

999 Ibidem, p. 140. En este relato, González Tuñón lo llama “el hombre más bueno del mundo”.

1000 Ibidem, pp. 140-141.

1001 Ibidem, pp. 141-142.

1002 Vignale, Pedro Juan; Tiempo, César. Exposición de la actual poesía argentina (1922-1927), Buenos Aires, Editorial Minerva, 1927.

1003 “Canción para el hijo de Mónica Ananía” en La veleta y la antena, pp. 43-44.

1004 “El banjolele”, en El otro lado de la estrella, p. 82.

1005 “La niña de moda”, en Canciones del Tercer Frente, p. 184.

1006 “Carta a la barra de Flores”, en Hay alguien que está esperando, p. 141.

1007 “Tío vivo”, en Todos bailan, p. 195.

1008 “Blues de las cosas viejas”, en A la sombra de los barrios amados, pp. 32-35.

1009 “El ladrón de la calesita”, en Crónicas del País de Nunca Jamás, pp. 44-45. El destacado pertenece al original.

1010 Ibidem, pp. 45-46.

1011 “La magia que da vueltas”, en Poemas para el atril de una pianola, p. 35.

1012 “La barrera escondida”, en Poemas para el atril de una pianola, p. 17.

1013 “La calesita se rompió”, en “Crónica del baldío”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, p. 138.

1014 “El banjolele”, en El otro lado de la estrella, p. 83, y “Cosas que ocurrieron el 17 de octubre”, en Todos bailan, p. 141.

1015 “Dos historias de niños”, en La rosa blindada, pp. 25-26.

1016 “Los asesinos de la callejuela”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, pp. 108-111.

1017 “Los escombros”, en La muerte en Madrid, pp. 41-43.

1018 “Los niños muertos”, en La muerte en Madrid, pp. 67-68.

1019 “El más pequeño de todos”, en Las puertas del fuego, pp. 123-125.

1020 Ibidem. El destacado pertenece al original.

1021 “Los niños”, en Las puertas del fuego, pp. 167-168.

1022 Ibidem, p. 168.

1023 “Me dan uva”, en El Siglo, 2 de abril de 1943; “El robot desocupado” y “La vaca triste”, en La veleta y la antena, pp. 46 y 50. La frase es atribuida a Sigmund Freud, aunque el fundador del psicoanálisis la toma del poeta inglés William Wordsworth (1770-1850).

1024 “El martirio de Herschel Grynszpan”, en El Siglo, 10 de noviembre de 1940, p. 5.

1025 Ibidem.

1026 Ibidem.

1027 “El niño enclenque”, en Himno de pólvora, pp. 93-94. “Niño muerto con una paloma”, en El Siglo, 28 de abril de 1942 y 3 de septiembre de 1944, y en Himno de pólvora, pp. 42-43. “El camión del alba”, en El Siglo, 19 de agosto de 1942, y en Himno de pólvora, pp. 117-118. “Chacales”, en El Siglo, 3 de septiembre de 1942, y en Himno de pólvora, pp. 121-122. “Jovencita muerta”, en El Siglo, 18 de octubre de 1942 y en Himno de pólvora, pp. 17-18.

1028 “Me dan uva”, en El Siglo, 2 de abril de 1943.

1029 Ibidem.

1030 “Versos para una fotografía”, en Orientación, 27 de abril de 1949, página 7. “Versos a una fotografía”, en Hay alguien que está esperando, p. 90. Las estrofas reproducidas siguen la versión del libro.

1031 “Cuando mataron la sonrisa”, en Todos los hombres del mundo son hermanos, páginas 71-74.

1032 Ibidem, p. 71. El destacado pertenece al orginal.

1033 “Canción del pañuelito rojo de la pionera”, en Todos los hombres del mundo son hermanos, pp. 75-76.

1034 “Elogio de las guarderías infantiles”, en Todos los hombres del mundo son hermanos, pp. 69-71.

1035 “La casa de Ana Frank”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, pp. 54-56, y “Oración por Ana Frank”, en El banco…, pp. 57-58.

1036 “Los niños perdidos”, en La veleta y la antena, pp. 63-64.

1037 “La huelga de las costureras”, en La veleta y la antena, p. 100, y “Réquiem para un muchacho ahogado”, en El banco en la plaza-Los melancólicos canales del tiempo, pp. 45-46.

1038 “Un soldado de la poesía”, en Así, 23 de julio de 1974.

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Raúl González Tuñón periodista. Medio siglo entre máquinas de escribir y lunas con gatillo

Año. 2022

Raúl González Tuñón periodista. Medio siglo entre máquinas de escribir y lunas con gatillo

Germán Ferrari
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