El nacimiento del Oriente Medio Moderno, una introducción por Ezequiel Kopel

Adelantamos un fragmento de la introducción del libro de Ezequiel Kopel, que hace un trabajo preciso y eficiente para comprender en muy pocos capítulos la crisis que desde hace casi un siglo conmociona a Medio Oriente. Su estudio se remonta a la caída del Imperio Otomano y demuestra cómo la sucesión de injerencias llevada adelante por las diferentes potencias en la región convirtieron el mapa político en un juego de difícil resolución.
INTRODUCCIÓN.
EL NACIMIENTO DEL MEDIO ORIENTE MODERNOEn junio de 2014, el Estado Islámico difundió una foto de sus combatientes destruyendo las barreras que marcaban el límite entre Irak y Siria. Según las propias palabras de la organización, la acción contenía la intención de borrar el borde “Sykes-Picot”, en referencia al acuerdo secreto que el diplomático británico Sir Mark Sykes junto a su colega francés Francois Georges Picot, con la anuencia del entonces Imperio ruso, sellaron en mayo de 1916 con el fin de repartirse Medio Oriente.
La destrucción del borde físico entre esos dos países tuvo como objetivo principal demostrar que los Estados de la región son creaciones artificiales articuladas por las potencias occidentales, y que los musulmanes –pero solo los de confesión sunita– deben unirse en una sola comunidad devota y religiosa.Para los “yihadistas” la situación es clara: tanto Irak y Siria son Estados ficticios, funcionales a los poderes extranjeros y, por lo tanto, sin el apoyo de sus ciudadanos. Si bien en el caso de Irak y Siria tal afirmación puede contener una verdad a medias, no todos los países de la zona nacieron producto de espurios pactos secretos foráneos sino también de la voluntad de líderes autóctonos, como es el caso de Kemal Ataturk, en Turquía, e Ibn Saud, en Arabia Saudita. Otros tantos, como Egipto –la segunda civilización más antigua de la humanidad– e Irán –antes Persia– fueron imperios que siempre han estado ahí, y lo seguirán haciendo.
Además, esa verdad condescendiente e históricamente incompleta, que trata de establecer la “eterna inocencia” de las poblaciones nativas, deja de lado la realidad de la división sunita y chiíta que precede en muchos años a la intervención europea (las tribus iraquíes, hostiles a los otomanos sunitas, comenzaron a adoptar el chiísmo en los siglos xviii y xix), y a las acciones de un imperio “propio” como el otomano, que duró seiscientos años, y controló por la fuerza a numerosas poblaciones sunitas y mantuvo oprimidas a las de confesión chiíta.
Vale recordar que las diferencias entre las dos ramas predominantes del Islam –el sunismo y el chiísmo– han evolucionado durante un milenio y medio y tienen su comienzo luego de la muerte del profeta Mahoma, en el año 632 d. C. en el oeste de Arabia. Los que luego serían los chiítas insistieron con que el profeta debía ser sucedido por Alí, su primo y esposo de su hija Fátima, pero este principio dinástico fue rechazado por el grupo que nuclearía a los sunitas, quienes consideraron que el liderazgo del Islam debía estar en manos de notables del clan de Quraysh, familia de la que provenía Mahoma, a quienes veían como “califas” (vicarios del Profeta). A pesar de que los tres primeros califas fueron los suegros de Mahoma, los principios sunitas estipulan que cualquier hombre piadoso de la tribu de Quraysh pudo haberlo sido.
El nombre del Estado Islámico, en árabe Al-Dawla al-Islamiya fil-Irak wa al-Sham (Estado Islámico en Irak y al-Sham), refiere a toda la zona del Levante antiguo, que precede en el tiempo al Medio Oriente moderno y sus fronteras delimitadas por los poderes europeos. No es posible negar, en la confección del mapa actual de la zona, el legado histórico de batallas como la de Chaldiran, que en 1514 determinó los bordes demográficos y religiosos del Imperio persa Safávida y su contraparte otomana, contorno que todavía, quinientos años después, define el límite entre las modernas Irán, Turquía e Irak, y es responsable del por qué y del dónde viven las poblaciones chiítas actuales. Sí es acertado afirmar que sobre las espaldas de esos cuatro territorios –Turquía, Arabia Saudita, Egipto e Irán– y las intenciones colonialistas de Francia y Gran Bretaña, se concibieron otros cinco países que completarían la columna vertebral de lo que hoy se conoce como Medio Oriente: Siria, Irak, Jordania, El Líbano, Israel y Palestina (a pesar de que hasta el día de hoy es un Estado sin ver la luz).
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Autor(es) del contenido
Ezequiel Kopel

Ezequiel Kopel
Egresado de las carreras de periodismo y de cine en Buenos Aires, y de fotografía periodística y documental en Tel Aviv. Desde 2005 hasta 2008 se desempeñó como Productor Ejecutivo de Dori Media Group, donde ha desarrollado contenidos y nuevos formatos televisivos para el público de Medio Oriente. A partir de 2003 trabaja como corresponsal en diversos medios gráficos de Medio Oriente como: Prima Bet (Israel), Time Out (Tel Aviv, Israel), Agencia Flash 90 (Israel), +972 Magazine (Israel), Khaleej Times (United Arab Emirates), Tayush Arab-Jewish Partnership (Israel-Palestina), Egypt Independent (Cairo, Egipto), Daily Star (Líbano), Agencia Penta Press (Corea del Sur).